Yo soy Kiki Lezcano y nadie me va a callar

Fue un NN. Fue un número de cadáver. Fue un consumidor de paco. Fue uno al que le costó salir. Fue alguien a quien la policía le pidió que robara. Fue hijo de una madre a la que no le quisieron decir que ya había muerto. Fue un ser humano por el que nadie hizo justicia. Fue amigo de Ezequiel Blanco, al que mataron. Fue un pibe al que asesinaron. Hoy podría contar esto.

Dicen que morí con mi amigo Ezequiel Blanco en un enfrentamiento. Ni que me mataron, ni que el enfrentamiento tenía balas de un solo lado. Dicen eso y les creen. Les creen gracias a que ya me callaron. Y quisieron callar a mi vieja. Bah, a mi vieja para callarla ni le dijeron que yo estaba muerto. Y lo sabía la yuta y lo sabía la morgue judicial y lo sabían todos esos hijos de puta que hicieron todo para que yo robara para la cana. Y no hicieron todo lo que tenían que hacer para que no pudiera salir de la droga, para que no me cagaran a palos sin problemas si me retobaba, para que mis amigos tuvieran miedo…

Ahora les cuento lo que pasó, porque no soy mulo de nadie y tiene que quedar claro. Y no tiene que pasar más. Si no les cabe, váyanse a la mierda porque, mientras tanto, a mi familia y a los pibes como yo les siguen dando.
La licencia que el logi ese siempre saca y nos enrostra dice “Mario Chávez. Oficial. Comisaría 52”. “El indio” le dicen en el barrio, acá en la Villa 20. O “el chino”. Todos conocemos la historia de que siempre se lleva algo de los pibes que aprehende en el barrio, algo como un trofeo de guerra. Lo conocemos. Siempre trata de dejar alguna marca física en el enemigo. Todos sabemos que es uno más de los que anda atrás, nos persigue para que robemos, va a cuidar la casa del transa…

Yo, me da vergüenza decirlo, caí en el paco. Y me costó salir. Busqué la recuperación, pero me esquivaban la ayuda. 3200 pe por mes costó en algún momento. Ni ahí lo puedo pagar. La obra social cubría la mitad. Cuando la conseguimos gratis, con esfuerzo de mi vieja, me dijeron “Te falta voluntad”. La concha de su madre. Ellos me verduguean así y a mí me falta voluntad.

En febrero el indio pasó por mi casa y le dijo a mi vieja: “Cuidelo a Kiki. Le puede pasar algo malo. Si no somos nosotros, son los narcos”. Y me cagaron a piñas nomás en marzo. Dos semanas después, de nuevo. El sol no los molestaba como me molestaba a mí cuando podía abrir los ojos. Me pararon en Cruz y Pola, me desfiguraron hasta que llegó mi prima y después mi vieja. “Mirá cómo me dejaron, mami”. Ya me habían dicho: “Kiki, voy a ser tu sombra”. Estaba en “actitud sospechosa” y no respeté la voz de alto. Jaja. Mi vieja los denunció en el juzgado de Menores N° 5. Tenía 17 años. Me faltaban meses para que la cosa cambiara totalmente y me hicieran lo mismo en una cárcel. Ya había pasado casi un año en un Instituto.

Dos meses después, el 7 de Julio, el indio y otro rati me volvieron a descansar. “Una vez te salvaste. Dos no”, dijo su “voz de alto”, y me sacó una foto.

Al otro día, para no pensar más me puse la remera rayada blanca y roja, el buzo y aproveché que se venía el feriado. Agarré la colonia, fui para el espejo… Me acomodé el pelo y le sonreí a mi vieja: “Mami, quédate tranquila. Voy a ver a una chica y vuelvo”. Ahí, cerca del Piñeiro. Daniel Veygas, agente de la Policía Federal perteneciente a la División Operaciones Urbanas de Contención y Actividades Deportivas, dice que simultáneamente estaba saliendo del departamento de su hermana. La primera “Justicia”, Facundo Cubas, del juzgado de Instrucción 49, le creyó eso y que yo fui con Ezequiel Blanco, mi amigo, y le quisimos afanar el auto, que le disparamos con una .39. Facundo Cubas, del juzgado de Instrucción 49. Mentira. Las pericias me dan la razón. Hubo disparos de un solo lado. No hubo martilleo ni siquiera. Nos fusiló a los dos, y a mí me dejó agonizando una hora y media. Y mientras tanto, me filmó con otros tres logis que se reían. “¿Qué pasa, putito? Hacé arrancar la camioneta, la concha de tu madre”, escuchaba mientras me miraban morir en el asiento del conductor.

Después fui un NN.

Nadie.

Un cuerpo en un montón.

Un número de cadáver, el 15636.

Y sabían muy bien quiénes éramos Ezequiel y yo. Nos identificaron el 13 de julio y no les dijeron nada a nuestras familias hasta el 14 de septiembre, cuando llamaron al juzgado para pedir fotocopias del expediente. Mientras tanto, mientras les entregaban esas fotocopias para poder ocuparse de la causa, sebreseían a Veyga. “Falta de pruebas”.
Más de dos meses estuve ahí y no le dijeron a nadie, aunque mi familia haya ido a Missing Children, al Juzgado Criminal de Instrucción N° 30, a la comisaría, aunque haya hecho la denuncia de abril por resguardo de persona. O por eso.

Cuando le dieron el papelito indicado, el empleado lo leyó:
“MORGUE JUDICIAL
JUNÍN 760
CADÁVER N° 15636
(JONATHAN LEZCANO)”.

-No. Este ya fue enterrado el viernes.

Yo ya era un NN, aunque habían sacado de mis bolsillos el DNI. Después les cobraron para levantar mi cuerpo.
Y no termina ahí. El 4 de octubre, mi vieja estaba en casa, escuchó ruido afuera, salió y le empezaron a gritar, a insultar, a pegar. La tiraron el piso. La puta que los parió. “Tu hijo se murió porque era un negrito de mierda” y “No te metas más con nosotros”. La detuvieron una noche entera, le pegaron y no le dejaron tomar su medicamento. Le hicieron una causa por robo de autos. Otra vez con el verso: Mi vieja los agarró y tumbó a tres ratis con un palo. La causa fue un chiste. La levantaron por falta de pruebas después de llamarla a declarar.

Al que nunca llamaron a dar declaración indagatoria fue a Veyga. Su defensa fue solo una “declaración espontánea” por escrito, pero ahora la Cámara de Casación levantó el sobreseimiento por todas estas irregularidades.
A mi hermana sí la jodieron: la sancionaron en el colegio, sin sentido.

Al resto de mi familia también: pasan con la patrulla, insultan, dejan el auto ahí nomás de casa.
A mi otra hermana también. Como está la puerta abierta siempre, una vez pasó uno de civil, la manoseó y se fue.
También los descansaron hasta que apareció mi cuerpo diciendo que yo estaba en Zavaleta, en la 1-11-14, en Ciudad Oculta, que estoy a la vuelta, que me había escapado con una chica. Y lo inventan todo ellos.
Y hay más cosas raras: en uno de los cortes de la calle Cruz que organizaron mis amigos y mi familia, un chico se acercó a mi vieja, dijo que era de una revista barrial y pidió una entrevista. Después se acercó a un patrullero y desapareció.

Pero no como Ezequiel y yo durante esos meses, ni como yo ahora, ni como Luciano Arruga, ni como Daniel Solano y todos nosotros. A nosotros nos desapareció el Estado.

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