Truchos, planos truchos

En Villa Pueyrredón, como en muchos barrios porteños, los edificios se van comiendo las casas. A simple vista, lo único que incomoda es que el sol se ve menos. Pero en lo profundo, las denuncias por falta del cuidado de la ciudad son muchos. Obras que no deberían aceptarse. Crónica de un lugar donde quieren convencer de que en la Capital Federal no queda más espacio para habitantes.

Foto: Nos Digital.


La reactivación económica y el progreso llegaron en 2007 a Villa Pueyrredón, Ciudad de Buenos Aires. Se empezaron a ver edificios altos, muchos obreros trabajando e inversores especulando. El sol ya no daba en todos los patios de las propiedades horizontales, sino en los paredones de las construcciones sin ventanas. Quejosos se empezaron a reunir dos vecinos a contaminar el progreso con sus panfletos. “Todos los miércoles nos estamos reuniendo en la esquina de Terrada y Del Carril para ver cómo frenamos las construcciones en nuestro barrio”, decían los volantes.
Ariel Venneri, vecino del barrio, se sumó unas semanas después. “Me angustiaba pensando que en cualquier momento demolerían la casa de al lado y construirían una torre de diez pisos. Tenía, como todos los que nos juntábamos, cero participación política”, dice. Sin embargo, escuchó alguna vez el movimiento de vecinos en Caballito. Lo llevó a la reunión y empezaron a comunicarse para darse una mano. Les enviaron mails a legisladores de la Ciudad de Buenos Aires. Redactaron un proyecto de ley para restaurar la rezonificación a la que existía antes del año 2000, cuando se podía construir hasta dos o tres pisos de altura. “Tradicionalmente Villa Pueyrredón tuvo casas bajas de clase media o baja”, explica.
Simultáneamente se contactaron con Rodolfo Livingston, un prestigioso arquitecto porteño. Él los condujo a un equipo de arquitectos urbanistas que, de manera gratuita, hicieron un relevamiento del barrio según su morfología para sustentar el proyecto de ley. “Fácilmente se dieron cuenta que las obras, que en ese momento no eran muchas, no estaban en regla: había edificios que tenían un piso de más, que no cumplían con la accesibilidad, que tenían departamentos más chicos que la mínima legal, que no tienen ventilación, con ochavas con primeros pisos construidos más allá de lo permitido, incluso edificios siameses con planos falsos. Ninguna de todas esas torres eran para oficinas y, de hecho, estaban destinadas a un público inversor”, sigue. El 78 por ciento de los departamentos que se estaban construyendo eran vendidos a inversores para alquiler. No resolvían, como aduce el gobierno macrista, el tema de vivienda.
“Hay una serie de mitos que la opinión pública creía ciertos y no lo son: no es verdad que la Ciudad tiene cada vez más habitantes. Tiene un crecimiento cero desde 1991, la tasa media de crecimiento es la menor del país, más de 10 veces inferior al promedio nacional. Lo que sí hay es crecimiento de la clase más baja, pero estos edificios de ninguna manera están destinados a ellos. El Gobierno de la Ciudad, para colmo, paralizó el Instituto de la Vivienda. Su presupuesto es prácticamente nulo”, denuncia Venneri. También les dicen que los terrenos se valorizan, pero según investigaron, el que se valoriza es solo el primero que se vende en la manzana porque los demás ya tienen un edificio que les roba el sol. En las calles Del Carril y Terrada, la misma esquina donde empezaron a reunirse, hay “Semipisos de jerarquia”. Lo cierto es que violan el código de edificación porque miden menos de 26 metros cuadrados por departamento. Argumentan, a su vez, que trae trabajo. Ariel responde: “la cantidad de personal ocupado no es directamente proporcional al número de pisos y el plantel requerido para hacer diez pisos no es significativamente superior al requerido para hacer tres por economía de escala”.
Eduardo Epszteyn, de la bancada de Aníbal Ibarra, y Teresa de Anchorena, de la Coalición Cívica, hace dos años, se preocuparon por el proyecto de ley. Todas las fuerzas políticas, excepto el PRO, apoyaron el proyecto. Los emprendedores les decían que solo lograrían detener el progreso. Venneri: “Ante tres tapas de Clarín, Mauricio Macri me citó a su despacho junto al subsecretario de Planeamiento Héctor Lostri, una persona muy entradora que solo nos hizo perder tiempo, y a Patricio Di Stefano. Lostri nos negó absolutamente todo y amenazó con iniciarme un juicio que, de haberlo cumplido, habría demostrado que mentía. La ley salió y sirvió para frenar las torres en Villa Pueyrredón y Agronomía. Pero no se quedaron con eso.
Hay un caso que es emblemático: el de los dos edificios pegados. “Tiene todas las irregularidades juntas. Bruno Lamenza, el arquitecto de esa obra, falsificó 19 firmas de un demoledor para poder iniciar sus obras. Es parte de una metodología ya sistemática: un arquitecto presenta la obra en una dependencia de Lostri, la Dirección General del Registro de Obras y Catastro, de Guillermo García Fahler. Se les reclama porque siempre tienen irregularidades, te mandan a la Agencia Gubernamental de Control. El primer funcionario que tuvo la AGC macrista, Pablo Burlot, nos pidió que lo ayudáramos a encarar la problemática. Realmente se preocupó y comenzó a clausurar y demoler las obras, pese a nuestro escepticismo. Lo hicieron renunciar. Hasta le hacían paro los verificadores. En ese momento entendimos para dónde jugaba el partido del gobierno”, relata Venneri. “Esas obras que surgieron gracias a una falsificación tendrían que ser multadas y demolidas. No pasó. En el caso de los edificios siameses, se presentó un plano y se construyó otra cosa. Ahí tienen a gente trabajando de forma semiclandestina, contra el mito de que generan trabajo… En las diecinueve obras se cambió al responsable en el cartel. El GCBA no sanciona a nadie, sí suspende a Lamenza, pero, aunque ya estaba suspendido, construía igual. Tres meses después de la inhabilitación, Lamenza registró la obra de Del Carril donde ocurrió el siniestro Nadie lo verificó cuando presentó los planos. El nuevo arquitecto de las diecinueve obras es socio. Cuando lo descubrimos, lo denunciamos y lo volvieron a reemplazar. Nunca hubo sanciones para el dueño de la obra que falsificó planos e hizo la obra sin respetar ningún código”, agrega.
La AGC tiene un sistema de denuncia en su sitio web. Para los vecinos de Villa Pueyrredón no fue muy eficaz: “te responde automáticamente a las 48 horas que ya se resolvió el problema. Es mentira”, sigue denunciando Venneri. “La obra sigue con las mismas irregularidades”. García Fahler se defiende diciendo: “todo lo que se aprueba está dentro del Código. Si hay irregularidades, las deben detectar las inspecciones. Cuando fueron a su oficina Venneri y Gonzalo Rodríguez, para una nota de CQC, el titular de la Dirección General del Registro de Obras y Catastro aceptó que las pericias las hizo un arquitecto con interés de parte solo porque es arquitecto matriculado. La resolución de García Fahler reconoce que, aunque no se hizo ninguna pericia, habiendo un informe de un arquitecto que dice que no comparten estructura, se autoriza la obra. Jamás piensa que es un hombre contratado por una de las partes y no por el estado. “La estructura de los dos edificios es la misma. Se nos cagan de la risa, no les importa la ley”, se queja Venneri. El funcionario insiste: “Siempre y cuando se ajuste al Código, los constructores pueden modificar los planos”.
La construcción irregular es una metodología. Los arquitectos con los que hablaron les confesaron, a micrófono cerrado, que irregularidades hubo siempre, pero que nunca habían sido tan sistemáticas.
“Toda la gente que, de buena fe, está poniendo plata en esos proyectos, se está perjudicando porque esas construcciones, con las irregularidades que tienen, no pueden recibir el final de obra”, anticipa y contraataca: “Nos tildan de nostálgicos que se oponen al progreso, pero el arquitecto Livingston nos explicó que una casa no es solo ladrillos. Si no, que le pregunten a los que se mudan de su hogar de toda la vida. Hoy el progreso es mejorar la calidad de vida. Un tipo que viene de afuera, lo primero que valora es la diversidad. Los barrios en muchas partes del mundo se han destrozado. Si el progreso es irse en altura, la Villa 31 está progresando más que Barrio Parque”.
Lostri y García Fahler siguen, de todas formas, cómodos en sus cargos.

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