En la sede de Villa del Parque de Racing, Eduardo Sacheri, hincha de Independiente, y Ariel Scher, de la Academia, se juntaron para hablar de literatura y deporte. Contra la violencia, por la aceptación del rival, armaron un café literario que parecía de otra época. «¿Por qué no me va a gustar el 5 de otro equipo?», lanzó el guionista de El secreto de sus ojos.
Aunque la charla sea de Eduardo Sacheri y de Ariel Scher, los únicos prescindibles de la charla son Eduardo Sacheri y Ariel Scher.
Pero ellos no tienen la culpa de eso.
Para escucharlos, hay que pasar por un piso con baldosas de granito negras y blancas, por un techo que termina en forma de arco románico, por un metegol donde unos nenes se clavan de puntitas de pie para ver los muñecos y entrar a un buffet de esos que huelen a buffet –nada de esos con aparatito que tira cada veinte minutos aroma a limón dulce o del olor frígido del desinfectante -.
Para escucharlos, hay que levantarse el sábado bien temprano, interrumpir la modorra del día nublado, por un rato apagar el celular, dejar de mirar el twitter, echar el facebook al descanso, ignorar por un rato al Whatts App y estar a las 10 de la mañana en la sede de Villa del Parque de Racing.
Todo eso para escuchar una charla de Eduardo Sacheri y de Ariel Scher, donde los únicos prescindibles de la charla son Eduardo Sacheri y Ariel Scher.
El que lee esto, el que no fue a la charla y ahora intenta leer de qué se trata, se preguntará: ¿y entonces para qué carajo se hizo, y ahora se escribe, sobre una charla de dos tipos que no eran, sin embargo, lo más importante de la charla?
Los que fueron saben la respuesta.
Sobre todo, porque fueron.
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Sacheri es un escritor argentino que publicó, entre otros, los libros de cuentos Esperándolo a Tito y Te conozco Mendizabal, las novelas Papeles en el viento y La pregunta de sus ojos, el guion de El secreto de sus ojos –dirigida por Juan José Campanella y ganadora del Óscar-, y Ser feliz era esto, su última obra. Pero eso no importa. Lo que importa es que es hincha de Independiente.
Scher es un periodista argentino que publicó los libros de cuentos Wing izquierdo el enamorado y Fútbol en el Bar de los sábados, la investigación La Patria Deportista, y Contar el juego, su última obra, sobre las biografías deportivas de nueve escritores argentinos. Pero eso no importa. Lo que importa es que es hincha de Racing.
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Los dos están en la sede de Capital Federal de Racing, en Villa del Parque, un sábado a la mañana de poco movimiento, en un edificio que en cada pared hacer honor a la película Luna de Avellaneda, que narra el ocaso de los clubes de barrio.
Y Racing, que es uno de los cinco grandes del fútbol argentino, que tiene un centrodelantero como Diego Milito que ganó la Champions League haciendo dos goles en la final, que salió Campeón del Mundo, en esta dimensión, parece un club de barrio.
Pero bien vale decirlo: este texto, considera que un club de barrio es una grandísima cosa en la humanidad.
Los que se acercaron a la charla, claro, saben –lo sienten- que eso es lo que vale en esta charla, que se anuncia como de literatura y deporte, pero que es sobre mucho más.
Es, en definitiva, sobre la vida.

Porque Sacheri, hincha de Independiente entra al buffet de Racing y, en tiempos de intolerancia, bajo los techos de la misma institución que celebró hasta simulando un velorio el descenso de su equipo, se sienta delante de un auditorio que lo escucha atentamente. “Habrá muchos que se quejarán porque acá dejaron entrar a un hincha de Independiente y muchos de Independiente que se quejarán porque viene a Racing, pero en el fútbol, como en la vida, es necesaria la existencia del otro. Por eso, yo lo acepto”, dice, como aclarando algo, que, de fondo, en ese auditorio, no hace falta aclarar porque todos los que están delante entienden.
Porque escucharlo es exactamente eso: aceptarlo.
Porque acercarse a la charla es eso: aceptar al otro.
Porque despertarse un sábado a la mañana para ver a gente hablar es eso: aceptar la existencia del otro.
Porque hablar de literatura o de deporte o de tejido o de obras de teatro rusas o de natación es eso: aceptar al otro.
Porque, de hecho, la charla, que arranca con detalles de la filmación que ganó el Óscar –desde el por qué el asesino de El Secreto de sus ojos es hincha de Racing hasta una escena mal filmada de Guillermo Francella-, que pasa por los gustos de Adolfo Bioy Casares por el tenis, que cuenta goles heroicos, que recuerda a Osvaldo Soriano y a Roberto Fontanarrosa, termina preguntándose sobre la violencia y el rol de los medios de comunicación en la violencia, sobre la sinrazón de rivalidades violentas entre Independiente y Racing.
Se discute, con orden y con desorden. Se habla, con prolijidad y con desprolijidad. Se charla, con precisión y con imprecisión. Se piensa.
Se piensa en conjunto y eso, en esta actividad que organizan el Departamento de Prensa, el Departamento de Deportes Amateurs y Racing TV, es lo realmente imprescindible de esta historia.
Pensar en conjunto, sobre lo que sea. Sacar el culo pesado de la casa, por lo que sea. Destinar un sábado a la mañana para ver otra gente, como sea. Tener pensamientos y dudas para poder decirlo, como suene. Ver a Sacheri y a Scher, que podrían ser Serrat y Sabina o Jagger y Richards o Juan y Pedro o Mariana y Carolina, pero que, fueran los que fueran, son Alguien y Alguien que nunca, en ese lugar, podrían ser Nadie y Nadie
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Eso es lo central, entonces, que debería contar esta nota: Un sábado a la mañana, en la sede de un club, en Villa del Parque, un montón de gente que se niega a ser nadie se juntó a aceptarse.
Acaso, los clubes, en realidad, no sean lugares donde se gritan goles sino lugares donde gente se acepta con gente.