Alan Pauls ya era una palabra mucho más que autorizada en la literatura argentina, cuando decidió que tenía que intentar más cosas. Así llegó a la actuación y desembarcó en la película La vida nueva, producida por Pablo Trapero y co-protagonizada por Martina Guzmán. Sobre su multiplicidad artística habla aquí con NosDigital, donde comenta cómo fue adentrarse en un mundo al que no pertenecía. Las diferencias entre ser escritor y ser actor.
Son dos historias de amores que se desgajan y van perdiendo cuerpo hasta que en un momento sin referencia temporal precisa dejan de ser, terminan. Una es El pasado, cuyo protagonista es Rímini, y la otra historia es La vida nueva, donde uno de los protagonistas es Juan. La primera es una novela escrita por Alan Pauls, y la segunda es una película protagonizada por Alan Pauls.
¿Alan Pauls, actor? No era la primera vez que lo convocaban a salir del halo que rodea al cine para ubicarse delante las cámaras y las luces. A excepción de algunos papeles chicos sin texto, todas las propuestas habían sido rechazadas. Pero esta vez fue diferente y dio el sí para interpretar el papel de un veterinario de pueblo. A Pauls le había gustado “La otra vuelta”, primera película de Santiago Palavecino, y la participación de Martina Guzmán y Pablo Trapero lo motivaba. Además, “la idea totalmente descabellada” de que alguien pensara en él para interpretar ese personaje, sumado a un “momento de mucha disponibilidad” para recibir nuevas propuestas, armaron un buen cóctel para que el escritor diera el sí, aún sin tener demasiado en cuenta lo que decía el guión. “Simplemente respondo a un estímulo que alguien me manda. Soy sensible a ciertas propuestas, a la conjunción de ciertos elementos. Me pueden traer un guión que puede ser buenísimo, y si a mi no me tienta algo de lo que imagino puede ser la experiencia de hacer ese trabajo, por ahí no lo aceptaría.”
El adn de Pauls incluye al cine. El escritor lo conoce muy bien desde varios puntos de vista: desde la mirada de la crítica y desde el departamento de elaboración de guiones de películas como Vidas privadas, dirigida por Fito Páez, o Sin fin, escrita junto a su hermano Christian. Hasta su obra monumental El pasado, premiada con el Herralde en el año 2003, fue llevada al cine por el director argentino-brasileño Héctor Babenco.
La filmación de La vida nueva hizo que Pauls pusiera mayor atención a los actores. “Descubrí tarde a los actores. Siempre fui de pensar que el cine era muy obra de directores. Todavía lo pienso, por supuesto. Pero me parece que desde hace unos cuantos años reconsideré mucho el papel de los actores en el cine. Estoy mucho más atento a eso, los valoro mucho más. Haciendo la película entendí la increíble combinación de fragilidad y poder que es un actor. Porque finalmente en el cuerpo del actor es donde confluyen todas las variables, que son muchísimas, que hacen que una toma funcione o no funcione.
-¿Lo sentiste como un peso a la hora de actuar?
-No, porque nunca me sentí realmente un actor. Siempre sentí que estaba en una especie de trance. Yo dije: ´bueno, si ellos creen que yo puedo hacer esto, yo lo puedo hacer.´ Hubo una especie de transferencia con Santiago y Trapero, con Martina, con los otros actores; con los guionistas. Simplemente lo que hacía era seguir esa ilusión. Y mientras funcionara el hechizo, para mí las cosas funcionaban. No era muy consciente de todo esto mientras pasaba. Y si era consciente, no me afectaba. Porque en el momento de filmar, de algún modo me desplegaba por completo de la situación, como una especie de zombie, de medium. Después, cuando vi la película, me veía como un sonámbulo. Es una experiencia de desposesión total.”
El escritor de El pudor del pornógrafo (1984), Wasabi (1994) y la trilogía de historias sobre el llanto, pelo y el dinero (2007, 2010 y 2011), dice no haber abierto “un nuevo departamento de actividades” en su vida. Su incursión en el séptimo arte tiene más que ver con una cuestión, nuevamente, de historias. “Lo que quería era experimentar vivir en un rodaje, formar parte de la comunidad que se arma, que fue lo que siempre me fascinó del cine pero era algo que veía de lejos cuando iba a los rodajes, como guionista o como crítico. Es un experimento humano, una mezcla de reality show, club mediterrane, secta, sociedad secreta y grupo de autoayuda”, señala Pauls.
-¿Cómo fue el proceso del rodaje? ¿Cómo te fuiste desenvolviendo?
-Yo era a la vez alguien que estaba muy adentro del rodaje, porque era un actor, finalmente me tomaban como un actor, y por lo tanto yo me sentía un actor, y al mismo tiempo me sentía un poquito afuera porque no era exactamente del palo. Era una especie de intruso, de espía de incógnito; alguien que se había disfrazado para acceder a los secretos de un mundo que de otro modo no se le hubieran revelado. Esa vida social completamente artificial de ficción del rodaje fue una de las cosas más geniales. Hay mucho más ficción en esa vida que tiene el rodaje, que lo que uno ve después en la película. Las películas, comparadas con la ficción del rodaje, son casi todas documentales.
-¿Vas a escribir algo sobre esa experiencia?
-Voy a escribir un texto sobre mi experiencia como actor. Ya escribí uno que se llama Mi vida como hombre, ahora voy a escribir uno que se llama Mi vida como actor. Va a ser una especie de crónica ensayística de las cosas que se me iban ocurriendo a medida que transcurría la experiencia. Y cosas que pensé. También pensar un poco mi relación en general con la actuación y los actores; también en el cine.
LA EXPERIENCIA LINGÜÍSTICA
Las frases incluyen otras frases, y las oraciones casi nunca están compuestas por sujeto y predicado verbal simple. Éstas son, más bien, marañas de vocales y consonantes que conforman tanto pensamientos, como sensaciones, reflexiones y descripciones tan reales como la realidad, que se intercalan con comas, guiones y un arsenal de signos de puntuación que no funcionan como bastones, sino como embragues que permiten que la frase se articule y sea elástica. Su estilo le valió algunas críticas y la adjetivación de su literatura como “densa” y “pesada”.
Pauls dice no sentirse cómodo porque él también se pierde dentro de esa marea y no se acuerda muy bien dónde está. Sin embargo, afirma: “Justamente eso es lo que me interesa de escribir. Encontrarme desorientado en mi propio elemento. Es algo a la vez que exige un control inmenso pero también implica perderse”.
-¿Qué dice Alan Pauls sobre su propio estilo?
-Tengo como esa manía de expandir internamente las estructuras. A nivel narrativo también hago eso. Me gusta mucho trabajar desde adentro de las cosas: entrar a un lugar, sea una frase, una casa o un espacio, y adentro ver qué hay, y empezar a abrir ese espacio internamente y a plegarlo, multiplicarlo, sin salir de ahí. Esa frase se va convirtiendo, empieza a tener nichos internos, pliegues o fugas. Los momentos de mayor entusiasmo cuando escribo son aquellos en los que siento que voy navegando la frase, como en una imagen de gente en kayaks.
-Hay algo de autobiográfico en tu literatura. Esa autobiografía ¿deja de serlo cuando se la transforma en narración?
-Si, porque es un material que sólo es autobiográfico en un muy primer momento, cuando se lo pesca. Cuando uno se asoma a la propia vida y descubre que hay algo atractivo es porque ya la está viendo como vida de ficción. Y una vida de ficción es una vida que puede haber vivido cualquiera, no yo personalmente. O sea que eso que uno elije ya está, de algún modo, despersonalizado, porque cuando lo elegís ya lo hacés con un criterio artístico. No son intensidades biográficas las que deciden que uno elija contar tal parte de su vida, sino cosas completamente caprichosas. Caprichosas quiere decir artísticas, o sea que la lógica de esa decisión no tiene que ver con la biografía sino con un proyecto artístico. Diría que la idea de que uno trabaja con material autobiográfico es una idea falsa, porque en el momento mismo de recoger esa muestra de vida, esa muestra ya tiene una estructura de ficción, y por lo tanto ya no me pertenece, no es verdadera ni falsa. Es como una especie de órgano que uno extirpa para trasladarlo a otro cuerpo. Lo que importa es la relación del órgano con el cuerpo nuevo no con el cuerpo del que salió.
SU VERSIÓN EN TELEVISIÓN Y DIARIOS
“El señor Pauls”, como lo llamó su colega Roberto Bolaño, también escribió ensayos sobre Jorge Luis Borges y Manuel Puig, entre otros. Pero no se quedó sólo en la literatura: colabora con Página/12 y ha participado en varios programas de televisión, donde actualmente y desde hace ocho años conduce el ciclo Primer plano I-Sat.
-¿Qué es lo que te mantiene atado a la televisión y al periodismo?
-Que son lugares donde me quieren por lo que yo puedo hacer, no para que haga lo que ellos quieren, que es muchas veces lo que la tele o el periodismo hace con la gente que no es estrictamente del palo. Yo soy un escritor, siempre fui un escritor y cuando entre a P/12 ya era un escritor. Y en vez de torcer eso, y de disciplinarme, domesticarme y mandarme para el lado del periodismo, me usaron como lo que yo era.
-Así como los actores te generan interés, ¿qué opinión tenés sobre los periodistas?
–Periodistas no sé, supongo que depende mucho de quiénes son. Tengo ideas sobre el periodismo. Siempre fui un poco anfibio en ese sentido porque nunca me sentí verdaderamente parte de la comunidad periodística. No lo digo vanagloriándome, sino simplemente como la constatación de cierta distancia que hay. Yo nunca pude creer en la actualidad, por ejemplo. Es un goce que nunca tuve. No entiendo cómo la gente puede entusiasmarse con ser actual, con salir a la calle y registrar lo que está pasando. Me parece una gran ilusión. Siempre me pareció que la actualidad era una fabricación completamente discutible, infundada, a partir de la cual el periodismo impone su necesidad. Jorge Lanata siempre decía que no había ninguna razón por la cual los diarios tuvieran que salir todos los días. Es la reproducción cotidiana de la maquinaria periodística la que obliga a los diarios a salir todos los días, no la realidad. No es que la realidad todo el tiempo esta produciendo hechos y los periodistas van atrás. Hace mucho que eso dejó de existir, si alguna vez eso fue así. Y en la ilusión de la actualidad está implícito que los periodistas tienen que creer en la realidad para poder creer en el periodismo y creer en si mismos, en que son útiles. Lo que me atrae del periodismo son las cosas que me atraen de la escritura en general y los buenos escritores, gente que inventa una mirada sobre las cosas y que inventa también una lengua para contarlas.