La literatura como consuelo

César González, Camilo Cienfuegos, Domingo Blajaquis, el mago Patricio, Oliverio Girondo, Michel Foucault, Karl Marx, Gilles Deleuze, el Che Guevara, Jorge Masetti, Rodolfo Walsh y Martin Luther King mezclan sus voces para contar cómo la poesía puede inquietar al sistema.

César González nació, creció y sigue viviendo en la villa Carlos Gardel, entre hambre, abundante droga, policía que sale a cazar pibes chorros, carros de cartones, con una abuela “que se rompía el lomo para conseguir un plato de comida o, por lo menos, un mate cosido”, con un Camilo Blajaquis (por Cienfuegos y por el obrero de ¿Quién mató a Rosendo?) adentro. Su poesía lo cuenta mejor:

Familias numerosas, o mejor dicho madres solteras con muchos hijos

Los cascotes que inventan caminos así el barro no te muerde los tobillos.
Pilones de basura por acá y por allá

Esqueletos de autos robados ya desmantelados, saqueados y prendidos fuego  El sonido de un disparo en una esquina, diez disparos de respuesta en la otra Charlas de vecinas a través del alambrado mientras cuelgan la ropa en la soga: ¨Che te enteraste que lo mataron a fulano¨. ¨Sí, y que a mengano le reventaron el rancho en la madrugada¨

La policía y sus cacerías

La iniciación sexual bien temprana, los guachos, las pibas

El comedor que se redujo a tan solo una merienda por día

Los que se van a trabajar con sus bolsitos y sus bicis y sus ojos tristes y cansados.

“Sabía que vivía en otro mundo, sabía lo que era salir a pedir una moneda y que nadie te mire, salir a revolver la basura, juntar botellas. No tuve juguetes ni papi y mami que me ayude a hacer la tarea. Pero todos los que íbamos a la escuela estábamos en la misma. Cuando salíamos del barrio nos íbamos afuera, al otro país, al otro mundo”.

Sabe, también, que su fanatismo por Racing no es casualidad: “Todas las lecciones que me dejó la vida fueron a partir del sufrimiento, y Racing también te enseña así”.

A los 14 cayó por primera vez preso. A los 16 se quedó encerrado por cinco años. Al principio en institutos de menores, donde conoció a Patricio, su maestro, su hermano mayor, su Sócrates, el mago que entre truco y truco les contaba algo sobre el Che, sobre Walsh, y les dejaba un libro. Después, en una cárcel común, donde tampoco se codeaba con genocidas ni ladrones de guante blanco, sino con chicos pobres que entraron como pibes chorros y que según cómo estaba todo dado, también van a salir así.

Pero él pudo sortear ese camino. Empezó a leer poesía, literatura política, a escribir, y fue formando a Camilo Blajaquis, el que ahora firma los poemas del libro La venganza del cordero atado y las notas de la revista ¿Todo piola?

Después de mails en los que se despedía con “Un abrazo Revolucionario”, nos esperó en un bar frente a la Municipalidad de Morón, donde trabaja en el departamento de Arte y Cultura, le compró una tarjeta a un chico, se pidió una pizzota, agarró el Página/12 y lanzó: “Hoy publiqué una nota en Facebook sobre la política. Ahora que me meto en eso ya no soy el tierno pibe chorro que se recuperó”.

Los que te conocemos por los medios tenemos esa imagen del pibe que salió de la cárcel, empezó a escribir, a estudiar filosofía y a laburar. Lo que queda picando es que si uno puede, los demás también. ¿Es así?

Hay que ir a la profundidad de la cuestión. Yo pude, pero en ese “yo pude” hay un montón de dolor implicado, de represión, de maltrato, de golpes por el sólo hecho de pensar. Pude, quise y tuve que remar contra todo para lograrlo. Decir “si él pudo, tienen que poder todos”, nos quita personalidad a los demás pibes y a mí y subestima mi esfuerzo. A mí no me permitió salvarme la institución. Yo tendría que estar lleno de remordimiento por lo que viví en la cárcel. ¿Por qué tienen que salir todos los pibes? Si somos todos diferentes. La cárcel es como una fábrica, un mecanismo de control, de castigo, de amoldamiento. Yo tuve que ser consciente de qué era la cárcel para poder rescatarme. Salí porque no me agarré a la moral de la sociedad: “el que roba es malo, el pibe chorro es un hijo de mil puta que roba porque quiere”. Esa moral propone “yo tengo que dejar de hacer el mal, reinsertarme y reintegrar todo el mal que hice. Eso es lo que está mal. Yo no me rescaté por eso, sino porque descubrí cómo es esto. Hoy en día te manipulan desde los sueños, hasta el deseo y lo que tenés que comer. Un actor fundamental para rescatarme fue la literatura, el arte y la consciencia de clase, que le sirve a cualquiera: al de abajo, el medio y arriba. El rico nunca va a repartir, pero bueno. Eso es la consciencia de clase. Yo gracias a eso me di cuenta que la amplia mayoría de los pibes presos éramos morochitos que venían de una villa, pobres, que no habían terminado el primario, que no tenían papá o, si tenían, estaba preso o lo había matado la policía, le pegaba a la madre o se drogaba.  La conciencia de clase me hizo dar cuenta que eso no era una casualidad, sino una causalidad. Yo pude construir una subjetividad totalmente distinta a la del que cayó preso. Todos los pibes pueden salir si tienen las herramientas.

En el poema Pregunto y Respondo describís un mundo podrido, esquizofrénico y no proponés “cambiar la realidad… sino consolarla”, y al final ironizás que sos un optimista.

Es pura ironía, una metáfora: la esperanza en medio de la desesperanza. Está todo mal, pero sigo soñando un mundo mejor. Cuando escribo, describo el mundo. Es una mierda, pero va a cambiar.

¿Y a qué te referís con no cambiar la realidad, pero sí consolarla?

A que si bien tengo esperanza, no tengo utopías pelotudas. Esto no va a cambiar y vamos a estar cada vez peor. ¿Qué queda hacer? Arte. Eso es consolar la realidad: Picasso y su Guernika, una masacre hecha cuadro. El arte es un consuelo para cualquier ser humano.

En Desconfianza inquirís: “¿y si mi presencia inquieta todos tus planes?”

¡Esa sí que no es metáfora! Sé que mi presencia inquieta. Lo hizo con los psicólogos y trabajadores sociales: “¡Uy este pibe no va a trabajar, quiere escribir! ¿Qué hago con mi discurso de las ciencias sociales? Cómo le enseño  a vivir y que las culpas están todas dentro de él. Se dio cuenta que la culpa es de la sociedad”. Inquieto. Inquieta un negro que piensa. Soy un dedo en la llaga, por no decir otra cosa. Pero no me pone orgulloso que se inquieten con mi presencia porque no lo busco, se da solo.

¿Meter el dedo en la llaga tampoco es una búsqueda de tu poesía?

Me gusta inquietar, pero también me da miedo… Me da miedo que pueda pasar algo. Vamos a la historia: Martin Luther King, Che Guevara, Rodolfo Walsh… No me comparo con ellos, pero inquietaban también.

¿Cuál es tu relación con la religión? En Llamando al cielo le decís a Jesús que lo malinterpretamos, en Alegato de un inca ante Dios: “El único de piedra eres tú. Solamente alguien de piedra puede quedarse mirando mientras se tortura y se arrancan millones”.

Yo no creo en un alguien, creo en un algo. No creo en un Dios. Creo en un algo. Lo mío no es religión porque no creo en un viejo de barba, canoso, ni en un rubio de ojos claros, blanco y… dos mil años de historia con un Jesús crucificado. ¿Sabés para qué? Para decir así terminan… los que piensan diferente. No creo en el Jesús de la Iglesia, pero sí en él como metáfora: un ser humano que dice no arrojen la primera piedra, que dio la vida por los pobres, que echó a los mercaderes del templo. ¿Cuántos seres humanos hubo así que lucharon contra lo establecido… ¿Y qué pasó?

En Diferencias invisibles distinguís lo real de la realidad. ¿Cómo entendés esas diferencias?

La realidad dice una cosa: lo que te dice la tele. Lo real es otra cosa. Ese poema fue una forma de decir no tengo más los ojos vendados. Los medios te marcan la realidad acá y en el mundo.

¿Viviste algún ataque particular contra tu barrio por parte de los medios?

A fines de febrero fue gendarmería y montaron todo un operativo porque estaban las cámaras de televisión. Fue la ministra Garré con Casal. Somos el segundo barrio más peligroso después de Fuerte Apache. Todo el tiempo hay ataques. Pero de repente les sale un poeta de ahí y es una llaga en el orto para ellos. Si yo quería, salía y me agarraba del golpe bajo que es mi historia “yo escribo y estoy arrepentido y robar está mal”, pero no. Las cosas son de otra manera. Me llamaron de Canal Trece, Telefé, TN, Canal 9. Pero me llamaron para que dijera eso…

¿Fue Garré aun con el discurso que están instalando?

Mirá, yo apoyo al gobierno. Estoy de este lado y lo digo, pero eso me pareció contradictorio, pésimo rodear a los barrios marginados es ir en contra de su discurso de justicia social y criminalizar la pobreza. No me gustó nada, pero la democracia y el estado de derecho son eso. Por más que sean más buenos y lo que sea, el sistema es este. Ese es el fondo del problema.

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