«Hablar de fútbol te diferencia porque de lo otro hay mucho», dice Gustavo Lombardi, ex River, hoy periodista. Por eso lo fuimos a buscar, para charlar del mundo de la pelota, ese que lo hartó a los 27 años cuando decidió retirarse. «Apostar al fútbol es sinónimo de abandonar la educación. Eso te aleja mucho del conocimiento y la lectura. Hay toda una generación de entrenadores y dirigentes que te expulsan de todo lo que no sea fútbol», comenta el ex lateral, para quien Cortázar es un ícono.
El tipo se tomaba un café doble cuando lo sorprendimos con nuestros grabadores. Gustavo Lombardi, ex River, despejó la mesa y nos dijo: “Siéntense muchachos”. Lateral por derecha, campeón de todo en el Millonario, incluso de la recordada Libertadores del 96, el hombre se retiró joven, a los 27 años. Nada más, nada menos. ¿Por qué? Admite que nunca quiso mucho al fútbol y que tardó mucho tiempo en descubrir, entender y revelarse contra el ambiente: “Al futbolista lo tratan como si fuera una gaseosa”.
El rubio para la pelota, se saca los anteojos de sol, los deja colgando de los botones de su veraniega camisa y empieza a responder, a reflexionar, a transformarse. Pero, por sobre todo, sienta la premisa: “Siempre análisis, siempre”. No hay otra.
Ahora Lombardi –ojo, no Caruso- es periodista, un analítico del fútbol, su laburo es “hablar del juego y no de otras cosas”. Encontró el recoveco desde donde juega cómodo, donde no compra ni vende gilada. Entonces, insiste y se alegra: “Trato de ver lo táctico, descubrir lo oculto”.
-¿Por qué el periodismo?
-El retiro fue un proceso muy largo. Tardé en aceptar que futbolista no era más. Sentí que no podía salir de las cosas de ese ambiente. Probé de todo. En el ambiente, fuera de él. De ser empresario de fútbol, hasta tener un bar en España. Y la verdad, que puede ser poco o mucho, pero de lo que más sé es de fútbol. Y en el periodismo encontré un lugar intermedio de unión, donde puedo desarrollar las cosas que me dejó el fútbol, pero salir de ese ambiente. Además siempre me gustó leer y le tuve cierto amor al periodismo y yo hoy tengo la suerte de que no me exigen otra cosa que no sea hablar de fútbol. Es mi laburo.
-¿Qué lees?
-De todo. Por trabajo tengo que leer la prensa deportiva. Literatura e historia también me gusta. En todos los ambientes marcás diferencia si lees, y en el fútbol se nota mucho más. Hay múltiples lecturas de por qué el futbolista no suele leer. En primer lugar, las inferiores y su sistema organizativo te expulsa de la escuela. Te tienta a dejar el colegio constantemente. Por los horarios de los entrenamientos, por ejemplo. Entonces apostar al fútbol es sinónimo de abandonar la educación. Eso te aleja mucho del conocimiento y la lectura. Hay toda una generación de entrenadores y dirigentes que te expulsan de todo lo que no sea fútbol. “Vos tenés que dedicarte 100% a la pelota, no te distraigas con otras cosas”, ese pareciera ser el mensaje. El que lee lo trae de antes del fútbol, de la familia o la escuela, fundamentalmente.
-¿Qué libros te abrieron la cabeza?
-Cortázar es un ícono en mi vida. Me impresiona encontrar a alguien que describa y ponga en palabras tan precisas algo que vos sentís y no podés manifestar. Retirarme a los 27 años tiene algo que ver. Tampoco le vamos a echar la culpa a Cortazar, jaja.
-¿Qué pasa con el periodismo deportivo chimentero?
-Es bajo. Yo creo que todo va adquiriendo ese matiz de espectáculo. Hasta la política. Básicamente, se trata del dinero. Ahora, ¿el periodismo crea al gusto o la gente pide farándula? No se sabe ahí cómo es el tema, es difícil de diferenciar. Pero el chisme y el programa de ese perfil es el que más rating tiene. A Bonadeo y Latorre los levantaron porque perdían con el Show del Fútbol. Entonces a la gente le gusta más el grito y la pelea que hablar de fútbol. Quizás la gente a esa hora de la noche no tiene ganas de ponerse a pensar y a prestar atención a un análisis intensivo. Hoy hablar de fútbol te diferencia porque de lo otro hay mucho.
-¿Nunca te exigieron que opines de cosas ajenas al fútbol?
Yo no sé por qué, pero no lo hicieron. Será porque ven que venís de otro ambiente, no sé. Tendrán cierto respeto por aquello, porque nunca me exigieron nada. Yo siempre tuve la tranquilidad de opinar hasta donde yo quería, y siempre me advertían previamente: vamos a hablar sobre tal cosa. Si no quería hablar de algo o preguntar ciertas cosas, me decían “salí de la mesa por este bloque”. Me protegen con eso por ahora. Cuando me tenga que enfrentar directamente con la cuestión, lucharé por no hacerlo, pero también soy consiente de que es un laburo y no puedo ser necio y no trabajar en ninguna parte.
-¿Pero apuntamos fatalmente hacia ese tipo de periodismo?
-Yo creo que hay una constante lucha de espacios puertas adentro del periodismo deportivo. Va variando el porcentaje, depende la época y la capacidad de periodistas. Uno requiere más laburo y más tiempo. Ahí hay que buscar la vuelta para entretener a la gente con el análisis.
-¿Entendés a los jugadores que dejan de hablar con la prensa porque se meten en sus vidas íntimas?
-Yo de jugador me he calentado por algún titular mala leche. Pero ahora del otro lado, veo las presiones. Quizás el tipo titula porque es mala leche en su vida, pero habrá otros que tienen un editor que mete púa para sacar una tapa, y sino te echan. Está en las dos partes tratar de ser coherente. Y en eso el futbolista tiene que tener cuidado: ¿Con quién habla? Se empiezan a aceptar las diferentes ramas del periodismo deportivo, se identifican. No tengo muy en clara mi posición al respecto, no sé si está bien. Tiene que ver con la ética periodística, de hasta donde publicar algo. También está la ética del lector, ojo. Ahí hay pocos límites.
-¿Cuáles son tus referentes periodísticos?
-Hace muchos años, Lanata, en la Rock and Pop, en Hora 25, un ciclo de entrevistas a la medianoche. Yo tenía 14 años y me quedé impresionado por un tipo de una profesión que yo no conocía. Es un tipo que puede generar un clima en una entrevista. Me pasó lo mismo con Matías Martin, Juan Pablo Varsky, Roman Iucht, Fernandez Moores. Y como en un futuro quiero comentar, estoy escuchando a todos los comentaristas. A los que me gustan y a los que no, para aprender. Hoy el mejor es Latorre.
-¿Por qué es tan difícil trascender en otro plano para un futbolista?
-Haciendo una nota por el retiro de Calderón, empecé a leer un montón de cosas sobre psicología deportiva y el trauma del retiro. Recién ahí, ocho años después de haberme retirado, empecé a entender todas las cosas que me habían pasado. Depresiones ocultas por no poder dejar el fútbol. Entendí que el jugador crea su persona a la par de su imagen profesional. Están totalmente ligadas esas dos etapas, crecés como persona y como futbolista al mismo ritmo y tiempo. Entonces, cuando te retirás se va una mitad de tu vida, tenés una crisis de identidad, no sos más lo que eras a los treinta y pico de años, la mitad de tu vida. Tenés que reformularte como persona en la adultez. Son procesos difíciles, es un caos. Algunos no lo resuelven nunca, ves a tipos retirados que siguen metidos en ese papel, sin poder escapar a su realidad de futbolista. Y desde ahí critican a los jóvenes de ahora y todo el discurso que ya conocemos. Esto es lo primero por lo que cuesta tanto, la otra complicación es que muchos no saben hacer otra cosa. Yo no me considero un tipo preparado, no tengo ningún título universitario, ni nada, pero pensé que no me iba a costar. Y cuando hice esa investigación sobre el retiro de Calderón me di cuenta que me había costado 7 años ese proceso. Todas las cosas que había pasado, momentos de muchos desordenes en mi vida, no saber que hacer. Entonces ahí entendés porque todos se hacen entrenadores, porque no pueden salir del ambiente. Desde otro lugar, pero son los mismos vestuarios. Ojo, yo tampoco me pude ir muy lejos, aunque el periodismo sea otro lugar, el fútbol sigue siendo la base.
-Fuiste empresario también…
-Yo en ese momento estaba en crisis. Me quería ir a Europa y la primera opción era esa, la de representante. Y en la primera gira me di cuenta que no era para mí ser un empresario. Después, me puse un bar, nada que ver con nada. Y tampoco funcionó. Pero yo me quería escapar de acá, del ambiente del futbolista y pensé que irme lejos iba a resolver las cosas, pero no, mi problema se fue conmigo. Después volví a Argentina y empezó el otro proceso, enganché con el periodismo y sentí un click. Fue hace tres años.
-¿Cambia en algo retirarte joven, como vos, a los 27 años?
-Creo que no. No sé como será retirarte a los 35, pero en lo psicológico no creo que cambie algo. El problema es como te preparás para asumir ese momento. Ojalá hubiera leído lo que leí para el retiro de Calderón 10 años antes, hubiera estado mucho más preparado. Ahí falta mucho laburo de los clubes, en asistencia psicológica.
-¿Se desprecia ese campo en el fútbol?
-Sí, en casi todo el mundo. Se le da pelota mínimamente. Lo cierto es que en River una vez quisieron poner el psicólogo y yo no confiaba. Mirá si yo le contaba a ese tipo que tengo un problema muy privado, va y le dice al entrenador: ¡No me pone ni por asomo, me saca! Así pensábamos…Es mucho más profunda la aceptación o no de esa especialidad en el fútbol. Depende de la capacidad del tipo y de la confianza del futbolista.
-¿Hay técnicos que intentan ser formadores, laburar desde otro ámbito?
-A mi me quedó grabada la experiencia con Pekerman en el mundial juvenil del 95. El debutaba como entrenador de inferiores y no nos pidió que salgamos campeones. Como Argentina venía de una experiencia difícil en el 91, donde se habían agarrado a trompadas y nos habían suspendido para el mundial siguiente, el tipo quería ganar el Fair Play. Limpiar la imagen del fútbol argentino. Ese era el mensaje puertas adentro y nosotros lo entendimos. Ganamos el Fair Play y ganamos la copa. Se puede ir por las dos cosas y Pekerman nunca se sentó a explicarme que tenía que hacer con mi vida, me enseñó con ese ejemplo.
-¿Compartís la formación de vertientes futbolísticas: bilardismo, menotismo, bielsismo…?
-Me obligo a no pertenecer a ninguna rama. Yo dejé de ver un partido de fútbol tranquilo hace mucho tiempo, se me fue ese fanatismo de hincha. Tenés que ser objetivo, el disfrute es otra cosa. Tengo que estar parado en un lugar donde puedo destacar lo bueno de uno y lo del otro. Esas vertientes son reales y está bueno que existan, pero yo tengo que estar parado en otro lugar. El análisis dispara polémicas entre diferentes actores. Yo estoy en el análisis, en el medio.
-¿Y cómo está el fútbol?
-Bajo, muy bajo. El nivel se desprende de las crisis económicas de los clubes. De las ventas apresuradas, del miedo que hay. Nadie arriesga nada, se defiende el cero y nada más. Así no se pueden formar jugadores.
-¿Entonces por qué te retiraste tan joven?
-Fue en el 2002, acá era un quilombo. No quería jugar en Argentina, era un caos y tenía miedo. Había una oferta de España y era el único lugar al que quería ir. Me fui para allá. Al final no me firmaron el contrato y me colgaron… Todo se fue dando para tomar la decisión.
-En el 2003, en una nota para La Nación, elegiste como dirigentes destacados a Israel y Aguilar… ¿Qué opinas ahora?
-Lo veo diferente, claro. Por supuesto. Eso fue apenas me retiré y demuestra que el jugador de fútbol no sabe nada. No te enterás de nada. No sabes cómo funciona el negocio. Yo me habré reunido dos veces en mi vida con Aguilar y con qué criterio pude haber dicho que era buen dirigente. No sabía nada. Vos confías en todo, pensás que te cuidan y no es así, sos un negocio. A vos te pueden cagar la vida, no sólo tu carrera, porque a ellos el negocio no les cierra. Y eso yo lo entendí después. Para ellos vos sos una cosa. Es difícil cuando te enterás.
-¿Se nota un claro quiebre en tu manera de ver el fútbol y la vida? ¿Qué pasó?
-Fue gradual. Hubo un momento en que me saturé del ambiente, después de ser empresario me alejé totalmente del fútbol. Por años no ví ni un sólo partido. No hice nada. Cuando volví, el tiempo y la perspectiva, te hacen ver las cosas de mejor manera. Ser representante me ayudó, ví cómo trataban mis nuevos colegas a los futbolistas. Como si fueran una gaseosa que si se pone fea, hay más en el depósito. Y te preguntás: “¿A mi me trataban así?” Y entonces decís: “Yo era un gil, no me enteraba de nada de esto”. La verdad se sabe después. En esa entrevista que citás, seguramente, más de la mitad de las cosas que dije hoy no las debo mantener.
-Dijiste, por ejemplo, que no haber metido nunca un gol en primera había sido la revancha que se tomo el fútbol por no haberlo querido tanto…
-Jajaja, esa la mantengo. Fue la revancha del fútbol.