Cuando a Jill Abramson –directora del diario The New York Times y de su sitio web (el más visitado del mundo, con 46 millones de visitas al mes)- la empezaron a acorralar en una entrevista, preguntándole sobre el sentido de su profesión y de su competencia con las redes sociales, no dudó: “La diferencia está en el periodismo de calidad”.
Antes que nada, que quede claro: poco tiene que ver esta revista digital con lo que piensa Abramson sobre la vida; pocos puntos en común hay entre los destinos que ella prefiere para este mundo y los que consideramos nosotros. Pero hay un lugar, un segundo de pelea, que ahora nos pone en el mismo camino. En el mismo ring, todos nos enfrentamos con esa manada que no tiene problemas en anunciarlo: “Es el fin del periodismo”.
Pero, aunque transitemos por el mismo dilema, la diferencia es amplia. Y no, necesariamente, por la magnitud de los medios. No.
Quienes formamos parte de Nos (que incluye la revista NosDigital y el programa radial Vámonos de casa), tenemos entre veinte y treinta años. Y aceptamos –con cierta impotencia- formar parte de esa generación a la que más de un bicho califica diariamente como “la juventud perdida”. La misma a la que se le achaca ser una consumidora diaria de todo tipo de alcoholes y de drogas. La misma a la que se define como vaga, irresponsable y sin destino. La misma a la que viejos dinosaurios de esta profesión (muchos, incluso, apenas superan los treinta años, pero los meteremos en esa misma bolsa podrida) le avisan: “Es el fin del periodismo”.
Y, claro, discrepamos con todos estos conceptos que se aseguran sobre nuestra generación. Pero, en este caso, la idea es poner en discusión la última, esa por la que se nos responsabiliza al asegurar que somos quienes utilizamos Twitter, Facebook y los que no tenemos la capacidad para reinventar esta profesión.
Nosotros creemos en esa frase que dice Abramson. Aunque entendemos que la diferencia central que tenemos tiene que ver con el concepto de “calidad”. Y en la construcción de ese concepto que no debería reducirse tan solo al talento sobre la escritura. Ni siquiera al de la capacidad de observación.
Lejos de aferrarnos a lo que dice Abramson, quienes hacemos Nos entendemos que el gran medio de comunicación es la calle y no los periodistas. No consideramos que el periodismo lo construyan tan sólo aquellos que saben observar o escribir, sino que lo hacen los que diariamente generan historias. Por eso mismo –como una de las razones- aquí no se firman las notas: o sí, porque se pone siempre quiénes son los protagonistas de las cosas.
La calidad, entonces, la definiríamos así: como la capacidad de dar más voz a los que menos la tienen, de llegar a más pedazos de la calle.
Y es ahí, donde la práctica nos permite sentenciar que el fin del periodismo, al menos por ahora, está bien lejos; porque las historias que solemos contar –muchas veces- no las cuenta nadie y no por talento nuestro, sino porque eso no vende o porque a ese lugar no tiene sentido llegar. Y es ahí, donde podemos ver que el fin es un dictamen más de los que quieren seguir mirando por encima de nuestros hombros, considerando que nuestra juventud no es más que una reproductora de un modelo basura. Y es ahí, donde podemos poner un nuevo desafío: el de agarrar este 2012 y usarlo para taparle la boca a más de uno, demostrando que lo que se tiene que terminar no es el periodismo.
Sino los periodistas que se creen tanto más que el periodismo, al punto de anunciar como noticia su muerte.
A los que anuncian el final del periodismo…
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