La situación en el Penal de Devoto, donde el Servicio Penitenciario Federal obstaculiza sistemáticamente el derecho a la educación de los presos, pone de relieve una vez más el sentido y el negocio de las cárceles en Argentina: multiplicar desigualdad, condenar a miles y miles a la deshumanización y no parar de hacer caja. Del otro lado de la pared, familiares, militantes y docentes se convocaron para abrazar al Penal y gritar para que en las celdas se escuche un aullido: «No queremos más tortura, no queremos represión, queremos para los pibes trabajo y educación». Tras las rejas y la sombra, camisetas de fútbol y banderas flameaban con una respuesta que traspasó el muro y llegó a la calle: “¡Gracias, ey! ¡Gracias!”.
De los que logran acceder al Centro Universitario de Devoto (CUD), solo un 7% reincide.
De los que no, más del 50% vuelve a estar privado de su libertad.
Con este dato hecho bandera, más de cien personas se convocaron para abrazar al único penal de Ciudad de Buenos Aires, en protesta a la sistemática obstaculización que el Sistema Penitenciario Federal (SPF) ejerce sobre el derecho al estudio.
Encabezadas por las mujeres y las madres de los presos, diversas organizaciones universitarias y docentes del CUD, denunciaron el recrudecimiento de la trabas ejercidas por el SPF, desde inicios de este año.
¿Cómo operan?
Causas armadas a docentes y militantes, pruebas plantadas dentro de los espacios autárquicos del CUD (que depende de la UBA), allanamientos ilegales, permisos de estudio cajoneados, demoras injustificables en el traslado interno de los estudiantes, requisas vejatorias a docentes e integrantes del circuito; entre otros métodos.

Imágenes: NosDigital
Los métodos en carne propia
Oscar Castelnovo, periodista de la Agencia para la Libertad, fue a cubrir el abrazo al penal. Pero es más que un periodista. «Ahora me limito a esta función porque desde hace dos años no puedo ingresar más a un penal». Oscar era docente del CUD hasta que le armaron una causa acusándolo de entrar droga a la cárcel. Desde entonces sufrió una campaña de difamación dentro y fuera de la cárcel. Cuenta que los problemas empezaron cuando los policías le pidieron – y él se negó- que en vez de hacer denuncias en la justicia vaya a charlar los problemas de las cárceles directamente con ellos. Algunas de las denuncias que hace Oscar tienen que ver con que el SPF a veces entra ilegalmente al CUD, un espacio de la UBA ubicado dentro del penal al que la policía no puede ingresar, como sucede en cualquier universidad pública del país; y una vez adentro generan destrozos y rompen computadoras y otros materiales.
Ayelén, integrante de la cooperativa Esquina Libertad y del CUD, explica con el Penal a sus espaldas que la estrategia del SPF empieza por trabar el acceso de los presos a los talleres extracurriculares no correlativos, que son la puerta de entrada al resto de los circuitos educativos formales (primaria, secundaria y universidad). “Es lo primero que intentan atacar, y desde principio de este año la obstaculización implosionó.” Señala una «política de vaciamiento constante de los espacios educativos dentro del penal».
El SPF no baja a los estudiantes de las celdas a las aulas, o lo hacen con larguísimas demoras, o bien cajonean las boletas de inscripción, burocráticamente necesarias para que los presos puedan estudiar. De este modo se entorpece todo el proceso de acceso a la educación. El camino hacia el CUD, al que se puede ingresar una vez terminada la secundaria, está minado de problemas poco casuales.
Otro gesto del SPF es boicotear actividades de cierre de cuatrimestre, en donde se intenta valorar el esfuerzo de los estudiantes. Como sucedió a fines del año pasado, cuando no dejaron participar a los familiares de la actividad.
“Este año- dice Ayelén entre el centenar de personas- la situación cambió rotundamente. Si bien los presos que integran el CUD pueden bajar y estudiar, el espacio fue boicoteado por denuncias falsas».
La Nación fue el medio de comunicación vocero de la sistemática estrategia del papeleo. Publicó una denuncia hecha por un anónimo a un 0-800-SPF, que decía que dentro del espacio del CUD había marihuana, pastillas y «artefactos tecnológicos”, queriendo instalar la idea de una banda de delito organizada en vez de un centro universitario.
“Más allá de la criminalización, lo único cierto-dice Ayelén- es que el 80% que pasa por el CUD no reincide”. Es decir, no vuelve a alimentar el negocio de la cárcel, que cada día es más grande: “Hay más droga que nunca hoy en Devoto y créeme que no la maneja el Centro Universitario”.
¿Quién maneja la droga?
Habrá que preguntarse antes: ¿quién maneja la cárcel?
Así y todo, los que se juntan a abrazar al Penal de Devoto están allí para defenderlo. Desde hace varios años acecha la intención política de cerrarlo para mudarlo a Mercedes y así acabar con los penales en Capital Federal. La consonancia PRO en Nación-Capital-Provincia da fuerza a la idea: el exilio del exilio. “Eso significaría aislarlos aún más, cortar vínculos familiares y cortar la historia del CUD, que funciona en el Penal desde 1985”, explica Ayelén.

Abrazo al Penal de Devoto
El abrazo partido
Cantos, gritos, comentarios bajitos y escenas de un abrazo a un Penal:
“No queremos más tortura, no queremos represión, queremos para los pibes, trabajo y educación”, cantan todxs.
“Chicas, si cantamos más fuerte, adentro, los chicos nos van a escuchar”, motiva una chica.
“No van a poder con los pibes, no van a poder”, se oye.
Pegando la vuelta por calle Desaguadero se ven las primeras celdas. Solo se distinguen brazos que salen por los barrotes: ningún rostro. Los brazos que salen de donde no se ve agitan algo así como trapos o banderas… Pero, ¿qué son? Son camisetas: una de Chicago, otra de San Lorenzo, otra de Chaca, otra de Ferro.
Algo que los identifica detrás de tanta sombra.
También, desde allá, gritan.
“¡Gracias, ey! ¡Gracias!”
Para la policía también hay, desde adentro y desde afuera: “carcelero cornudo” ; “hijos de puta, torturadores”.
Desde algunas celdas cuelgan banderas:
“No queremos más estar acá, queremos estar con nuestras familias”.
“No más fábricas de inseguridad”.
“CUD: humanización sin represión”.
Saberes de madres, mujeres y liberados.
Nadie quiere decir su nombre ni el de la persona que está adentro.
“Ni en pedo, después te la mandan a guardar”, resume una señora.
Pero en una ronda de personas organizadas, que sostienen entre todas la bandera del acceso a la educación, se provoca una conversación colectiva y terapéutica:
«Mi marido -dice una chica joven- no pudo estudiar en la calle, y adentro sí pudo. Pero desde abril que no lo dejan ir al colegio. Es algo que él quiere hacer y que, además, se lo pide el juzgado. Pero no lo dejan.»
«En las cárceles de Argentina la cadena perpetua es condena de muerte -explica una señora que va día por medio a visitar a su hijo-. Es todo político y todo está arreglado. Según el nuevo gobierno, a las cárceles le bajan 39 mil pesos por mes por cada preso. Yo soy de hacer cuentas: eso en Devoto son 600 millones de pesos al año ¿Por qué no ponen fábricas con ese dinero, para que los pibes trabajen? ¿Dónde están los 39 mil pesos? Si la comida que les dan no la comen ni los perros; las madres y las mujeres tenemos que traerles. Duermen en pedazos de goma espuma y no nos dejan entrarles colchones. Les duele el hígado, la panza, la cabeza, el cuerpo y siempre le dan lo mismo: una pastillita rosa,´la milagrosa´, que es placebo. Las cárceles son un negocio y el Servicio Penitenciario administra el depósito humano».
«En los pabellones de buena conducta meten cachivaches para armar lío -explica una mujer con su beba en brazos-, porque a ellos le gusta ese negocio, el de la sangre, la guerra y el quilombo. Se dedican a fabricar eso».
«Aunque parezca mentira -dice con firmeza una abuela- estamos defendiendo este lugar que da asco, donde nuestros hijos no tienen ni papel higiénico. Lo hacemos porque acá -y señala al Penal- pueden estudiar: mi nieto se está por recibir de sociólogo en el CUD».
“La avanzada del Servicio Penitenciario- según un profesor del Centro- está acompañada de un retroceso por parte de la UBA en su defensa del CUD”.
“Para tener derechos dentro de una cárcel- dice uno que ya salió- hay que ser ortiva, entregar compañeros e ir en contra de la dignidad humana. No por nada de los 60 que empezamos la escuela en la cárcel solo terminaron tres: el SPF te hace la guerra».