Archivo por meses: mayo 2015

Una obsesión llamada gol

Por El pibe de los pasegol.

Me obsesioné con el gol el día en el que pateamos 43 veces al arco sin poder embocar la pelota en la red. Me acuerdo a la perfección de cada detalle de ese mediodía de otoño: no hacía frío pero corría una brisa molesta, el césped estaba en condiciones espantosas y mis jugadores venían de una noche larga en la que había abundado el alcohol. Lo único novedoso en la escena era la brisa molesta porque todo lo demás formaba parte del panorama habitual. Para mi sorpresa, a contramano de la lógica, jugamos un buen partido. No sé si habrá sido por los despliegues de la madrugada pero lo cierto es que los muchachos parecían inspirados. Hacían cosas que casi nunca les salían: se la pasaban entre ellos, se la sacaban a los rivales y gambeteaban cada tanto a los que se les paraban enfrente. No voy a decir que estaba emocionado porque ya sería una exageración pero tampoco miento: una pequeña dosis de esperanza se había filtrado en mi cabeza. No era para menos. Después de semanas de equivocarse a cada paso, después de una serie dolorosa de derrotas, el equipo amagaba con acercarse  al triunfo. El tema es que había que meterla y eso era una dificultad mayúscula para nosotros.
El nueve fue el primero que intentó. Tenaz como es, probó tres veces en diez minutos pero la pelota ni siquiera se arrimó a los palos. Pensé que era cuestión de no resignarse. Supuse, en un argumento más científico que futbolístico, que la mejor manera de que la falta de eficacia no se volviera una barrera que nos impidiera el triunfo era insistir e insistir hasta que la regla de la probabilidad cayera por fuerza de la perseverancia. Así que esperé mientras los muchachos no se detenían en su embestida hacia el arco de enfrente. Calculé que la explosión iba a llegar antes de lo esperado. Un bombazo del puntero izquierdo reventó el travesaño algo después del cuarto de hora y el rebote le cayó mansito al ocho, que entró al área atacando el espacio. Mi garganta ya se arremangaba. Pero no. Un pozo, un pozo de mierda, complicó las cosas y tuvimos que empezar de nuevo. Habíamos practicado definición en la semana y, como suele ocurrir, en el entrenamiento se metían todas. No ocurría lo mismo en el partido. De derecha y de zurda, por arriba y por abajo, todas se iban afuera. Terminó el primer tiempo y mi asistente me dijo que habíamos pateado 19 veces. Lo peor de todo es que el arquero de ellos había sacado la misma cuenta: ni siquiera la había tocado.
“¿Y qué mierda les digo ahora?”, me pregunté cuando caminaba para el vestuario. Mi intranquilidad era evidente y nuestra falta de precisión, también. Podía alentarlos e invitarlos a seguir igual. Aunque la verdad es que, si seguíamos así, íbamos a terminar 0 a 0. Podía también tomar un atajo más agresivo, reputearlos por dejar escapar las chances y que sintieran el rigor del técnico en la espalda. Tampoco me pareció productivo hacerlo porque hubiera sido cometer una injusticia: estaban jugando realmente bien. De pronto, desfiló delante mío un rubio y se me vino a la memoria Guti, el talentoso del Real Madrid, que en una tarde de boca suelta dijo: “Cristiano está obsesionado con el gol y debería relajarse”. De alguna forma, yo, que no era ni portugués ni goleador, me sentía como Ronaldo porque mi cabeza estaba empezando a no poder pensar en otra cosa. El esfuerzo por encontrar una fórmula para convertir me desgastaba lo sesos y lo peor es que no lograba construir ninguna receta que dejara afuera de la escena al azar. Dicen que cuando uno no sabe lo mejor es callarse y eso hice. Me limité a afirmar con grandilocuencia una verdad tan cierta como inútil: “Vamos, chicos, si seguimos haciendo las cosas bien, vamos a tener muchas posibilidades de ganar”.
Sí, por supuesto que había suplentes. Los fui metiendo con la esperanza de que no estuvieran contagiados de los que ya estaban en cancha. Sin embargo, la secuencia –tocábamos, pateábamos, errábamos- se repetía una y otra vez, generando un fastidio como el del tránsito de Corrientes un lunes por la mañana. Arranqué a caminar para calmar los nervios. De un lado al otro, siempre pegado a la raya. “No te hagas el Bielsa”, me decían los que miraban desde atrás del alambrado. Yo no me hacía una mierda. Amagué con putearlos para liberar algo de tensión pero me pareció al pedo. Me iban a tomar más de punto todavía. Agarré una ramita del suelo y la usé para dirigir las indicaciones. Duró poco: fue tal la calentura porque el nueve se movió tarde a buscar un buscapié al primer palo que la rompí contra una piedra que me oficiaba de asiento. Quedaba cada vez menos para el final y nosotros no abandonábamos. A veces a los empujones y otras veces con algo de claridad, íbamos para adelante. El único miedo era que el reloj cantara basta.
“43”, gritó mi asistente cuando el árbitro adicionó tres minutos. “¿43 qué?”, le contesté, al borde de la locura. “43 veces ya pateamos al arco”, respondió sin perder la compostura. “¿Por qué no se van vos y los 43 tiros a la reconcha de la lora?”, repliqué en un estado de delirio absoluto. Me resigné a esperar el pitazo. Tiramos un centro más, por las dudas. A la marchanta, sin ningún destino. Fue llovido, casi a la altura del punto del penal. Ninguno de los nuestro alcanzó a saltar. Uno de ellos, sí. Se perfiló para rechazar y todo. Pero el boludo calculó mal, la peinó y la pelota se le metió al arquero contra un rincón. No me acuerdo de nada más. Cuentan los testigos que me zambullí contra el pasto, que lloré desconsoladamente durante un buen rato y que me abracé con la piedra en la que estaba sentado. Y dicen, además, que repetía como un maniático “por fin, bendito gol, por fin”.

Boom inmobiliario popular

Para poder tener sus casas, ocuparon los terrenos que un empresario decía suyos. La policía los reprimió mientras dormían. La Legislatura de la Provincia de Buenos Aires aprobó el proyecto de ley presentado por la Asamblea de Legítimos Ocupantes para expropiar esas tierras. Para que se promulgue solo falta la firma del Daniel Scioli. Aún a la espera.
Él es Rene Ramos Flores.

Rene Ramos Flores.

Rene Ramos Flores.


Y ahora va a tener su casa en los terrenos que Alberto Mattioli, mejor conocido como El estafador, El dueño de la mitad de La Plata, El que le roba hasta a los muertos, alquilaba ilegalmente.
Es que Alberto Mattioli, al frente de una “empresa familiar dedicada a emprendimientos inmobiliarios donde cuenta la persona como centro de atención con sus necesidades, deseos y requerimientos” -según lo indica su página web-, es en realidad una persona que se apropia de tierras que no son suyas, las alquila, y cuando vecinos de la zona intentan recuperar esas tierras para construir sus casas, los denuncia.
Así pasó en la localidad de Abasto, La Plata, en los terrenos ubicados entre las calles 520 a 530 y de 213 a 217.
Esas tierras fueron adquiridas en los años 60 por Zelindo Lentini, presidente del club Estudiantes de La Plata en la década del 80. Allí fundó y radicó la empresa Texlen, que quebró en el 2001 y empezó a contraer una deuda con el Estado. Lentini falleció en el 2007 y Mattioli, mediante un supuesto poder que Lentini le dejó y nunca presentó ante la Justicia, se declaró administrador de esos terrenos ociosos. Cercó el lugar y lo empezó a alquilar a quinteros.
Los terrenos desalojados.

Los terrenos desalojados.


El domingo 19 de abril vecinos de Abasto ingresaron a esos terrenos unidos en la Asamblea de Legítimos Ocupantes. Más de 300 familias entraron pacíficamente al predio, que no tenía alambrado, y empezaron a construir casillas improvisadas, algunas cerca de las tierras cultivadas por los quinteros pero sin afectar su producción. Mattioli, alegando que las familias estaban destruyendo la cosecha de sus inquilinos, denunció la ocupación.
¿Qué hizo el Poder Judicial con la denuncia de Mattioli? El Juzgado de Garantías Nº 3, a cargo de Pablo Raele, ordenó desalojar el predio. El juez Raele no le exigió a Mattioli los títulos de propiedad, ni contempló que las tierras no estaban alambradas y que la ocupación había sido pacífica, ni mucho menos reparó en que la vivienda es un derecho al que todos los habitantes de la Argentina deben acceder. No hizo nada de eso, sino que utilizó la fuerza, esa que la Constitución reserva sólo para el Estado, para preservar los negocios ilegales de un individuo. Resultado: la represión de 300 familias que intentaban recuperar un predio usurpado por este empresario.
El domingo 3 de mayo llegó a los vecinos la orden de desalojar el predio, dictada por el Juzgado de Garantías Nº 3. A pesar de que el juez Arias, a cargo del Juzgado en lo Contencioso Administrativo Nº1 de La Plata, había dispuesto una medida precautelar mediante la cual le ordenaba al Poder Ejecutivo de la Provincia que “se abstenga de llevar adelante la orden de desalojo”. Mientras todo el barrio estaba militarizado por centenas de gendarmes de la bonaerense, hasta el vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, se hizo presente en el lugar el miércoles 5 de mayo y afirmó que “en estas tierras no va haber represión y se construirá un plan de viviendas para todas y todos”.
Adalberto, miembro de la Asamblea, relata lo que pasó ese día luego de la visita de Mariotto: “Para nosotros el miércoles fue un día de celebración, terminamos la asamblea decidiendo qué nombre ponerle al barrio, muchos chicos volvieron porque habíamos decidido que el día de la posible represión no haya chicos, ni madres, ni ancianos. Esa gente volvió y a partir de las 5 de la mañana del jueves comenzó la represión”.
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El acampe de la Asamblea de Legítimos Ocupantes.


Ingresaron los efectivos de la policía Bonaerense: unos 600 oficiales. Más del doble de la cantidad de gente que dormía en ese momento en las casillas, algunas más improvisadas, de lona y plástico, y otras mejor plantadas, con paredes de madera. Ingresaron sin dar voz, ni pedir que abandonen la zona de forma pacífica. Pisaron a la gente que dormía, la patearon, dispararon. Asesinaron a los perros, prendieron fuego las pertenencias de los vecinos. A los que lograron escapar los persiguieron por entre los campos linderos. Hubo más de 30 heridos y trece personas terminaron detenidas, incluyendo al abogado que defiende a los legítimos ocupantes
Víctor, también miembro de la Asamblea, cuenta junto con Adalberto lo que pasó esa madrugada: “La zaña que tuvieron con nosotros no se puede explicar, hasta chicos lastimaron. Y no fue que entraron y nos desalojaron, nos corrieron hasta Ruta 2 y por el medio del campo. Como si fuéramos salvajes. En esta época es algo inentendible que hayan tratado a la gente así”.
Adalberto remata, categórico: “Lo principal acá en Abasto es la necesidad de vivienda que hay. La gran cantidad de gente que ocupó los terrenos trabaja y alquila, todo ese dinero volcado a la especulación inmobiliaria, volcado a la construcción de la propia casa. Se acaba el negocio de unos cuantos”.
Mirá bien estas caras, porque todos ellos juntos, le ganaron a la especulación privada, esa que no vive sin una mano del Poder Judicial.
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Ganaron porque después de los palos no se abatieron. Se reunieron y acamparon una semana sobre la calle 212. Hicieron asambleas, reuniones, festivales, marchas. Sostuvieron la lucha que venían llevando a cabo hacía meses, lucha que tiene como eje central el derecho a la vivienda digna.
Le ganaron porque agrupados en la Asamblea de Legítimos Ocupantes presentaron un proyecto de ley en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires para expropiar esas tierras. Y lo lograron. El proyecto se aprobó el 13 de mayo. Ahora los terrenos que antes explotaba ilegalmente Mattioli “serán destinados al desarrollo de planes de vivienda, teniendo en cuenta a sus actuales ocupantes (…) Los bienes expropiados por la presente ley se destinarán a la vivienda única, familiar y de ocupación permanente de los actuales ocupantes”.
Para que esta ley se promulgue necesita la firma del Daniel Scioli, que tiene diez dias para hacerlo, contando desde el 21 de mayo pasado. Mientras tanto los vecinos esperan. Algunos ya no tenían un lugar donde ir desde que empezó la toma, y aún no lo tienen. La Asamblea de Legítimos Ocupantes está acampando frente al predio. Las tierras siguen custodiadas por la policía. Por ahora las carpas del acampe son la casa de muchos vecinos del Abasto, y aunque el viento las vuele y el frio se cuele por las costuras, siguen plantadas firmes ante los terrenos que la Asamblea logró recuperar.

Comunicar desde el tablado

Tabaré y Yamandú – «Los Cardozo de la Catalina» – ya son sinónimos de murga uruguaya. En el mes de presentación de «Malandra», el nuevo disco de Tabaré, en ND Ateneo, los hermanos se sientan a pensar la comunicación, las redes sociales y el rol de los artistas.
– Tenemos la suerte de que en Uruguay no había ningún Cardozo artista famoso. Somos “Los Cardozo de La Catalina”, eso te protege un poco, ser los tres hermanos que tienen una murga. No saben bien cuál es cuál – dice Tabaré mientras dos señoras en un bar los nombran: “el simpático, el lindo y el que canta”.
Los Cardozo de La Catalina, son tres: Tabaré, Yamandú y Martín. Salidos de un barrio de Montevideo, Uruguay, las calles se les meten por los pies y salen en forma de palabras. Los tres devinieron en artistas. Hijos de padre teólogo y madre maestra que “rescataban desde siempre las virtudes de cada uno”. Tabaré tiene la lengua entrenada en el arte de la palabra, tira el centro: “Una especie de igualdad comunista”. Yamandú define al ángulo: “Cada uno tiene su valor, sus cosas y es distinto al otro. Nunca nos igualó. Una cuestión cristiano soviética increíble”.
-Siempre nos empujaron a buscarnos a nosotros mismos – dice Yamandú.
Hoy los reflectores en el escenario brillan y los aplausos suenan a estruendos. Tabaré -en su carrera solista y como parte de la murga- y Yamandú Cardozo -director de Agarrate Catalina- se sientan en una mesa de hotel y se pasan la pelota de la palabra, uno a otro. Juntos se vuelven a buscar a ellos mismos.

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Yamandú hace poco tiempo incursionó en el mundo de Instagram, la red social de fotografías en formato cuadrado a la que podés aplicar filtros -o no- y compartir. Tiene una cuenta, pero no con su nombre, el único objetivo es sacar fotos y que sus amigos profesionales del lente, le digan si está buena o no. Tabaré no utiliza ninguna red social. “No tengo nada”, dice y repite: “no soy gaucho para ese pingo”

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Tabaré y Yamandú – «Los Cardozo de la Catalina»


Tabaré: – Tenés que tener determinado tipo de condiciones personales para hacer determinadas cosas. Así como no estoy en contra de la matemática ni en contra del rugby, pero no puedo hacer una división, no sé las tablas y no tengo fuerza para chocar con una persona con una pelota. No soy un militante en contra, me encanta que haya gente que juegue al rugby y matemáticos pero yo no sirvo para eso, bueno, en este caso es lo mismo. Sé que me metería en líos. Por ejemplo, me la baja ver un famoso que en twitter está en forma muy cotidiana opinando sobre una gilada. No tengo necesidad de ver a mi ídolo en esa situación de comentario de vieja de barrio. Yo sé que mis comentarios son muy de vieja de barrio y que los quiero reservar para el barrio, quiero sentarme en un cafetín con mis amigos a decir cualquier cosa de un jugador de futbol, cualquier disparate.
Yamandú: – Hay cosas que uno dice porque las dice como pensándolas, como para investigarlas si son o no son. A veces para saber si uno piensa o no eso que está diciendo necesita escuchar su eco. El tema es que cuando pasa a un ámbito público, por más que sea un pensamiento en construcción vos lo liberaste.
Tabaré: – Es levantar un estandarte de opinión, cuando en realidad la opinión en el ámbito privado ni siquiera es un postulado. Es una pregunta al viento. Es una opinión antojadiza. A medida que nos fuimos adentrando en el ámbito público involuntariamente, empezás a cambiar tu manera de pensar. Vos no podés emitir opinión sobre cualquier cosa, a la ligera, y tenés que empezar a filtrar lo que decís.
Yamandú: – Es como si fuera ponerte un megáfono en los pensamientos porque sí.
Tabaré: – Es como si mañana se inventara una máquina donde tus sueños quedan estampados, entonces, vos ya no tenés la libertad de soñar lo que querés. Tenés que andar cuidándote a la hora de dormir para ver con qué soñás.
Yamandú: – No nos viene a ver más nadie, Tabaré.
Tabaré: – Como un cuento de Fontanarrosa que llevan en cana a un tipo porque soñó con alguien que no podía soñar. Llegamos a un límite de la trasgresión de la intimidad por motu proprio que vos solo agarrás y te regalás, y elegís mostrar algo que a mí ni me interesa.
-Ustedes como artistas son comunicadores en una época en la que parte de la comunicación pasa por las redes sociales. La velocidad del lenguaje es el de la opinión.
Tabaré: – Justamente nuestro arte es el del pensamiento y la reflexión. Nosotros tratamos de dar el enfoque espiritual y emocional sobre algo. Una cosa es hacer una canción cuplé sobre una temática que charlamos mil veces y a veces estamos seis meses para sacar una opinión que sea el cociente de las opiniones de todos los involucrados. Otra cosa es decir la primer gilada que se te ocurre, que de repente capaz ni siquiera te la crees demasiado y quedás atado.
Yamandú: – Uno va modelando, se va dando cuenta, va descubriendo lo que realmente cree con esa decantación del eco de sus propias palabras. Yo pienso que la mayoría de la gente lo usa por la necesidad de expresión que está genial. ¿Cuándo la gente más comenta?, cuando se indigna con algo, cuando le encanta algo, cuando tiene ganas de compartir algo. A nosotros eso con la murga nos pasa absolutamente todo el tiempo. Lo que nos indigna, lo que nos aterroriza, lo que nos esperanza… lo comentamos, lo hacemos, lo trabajamos, lo tragamos y lo escupimos, lo moldeamos y lo amasamos. Entonces está un poco cubierto también.
Tabaré: – Para nosotros es mucho más fácil ésta también. Si todo el mundo tuviera una murga para pensar seis meses lo que va a decir capaz que tiene la paciencia, pero no todo el mundo tiene eso y todos tienen al alcance este otro medio. Tampoco estoy juzgando a la gente que lo hace, sería irresponsable de mi parte teniendo una murga para decir las cosas y tiempo para meditar, andar poniendo giladas en twitter. Se puede tener un twitter y no poner giladas también, pero pasa que yo no me tengo tanta confianza.
Yamandú: – Además supongo que cuando uno se bautiza, se integra a ese mundo y dice: acá estoy yo, en este lugar, los que quieran venir a escucharme, acá voy a estar yo, que es lo que hacemos cuando podemos en venta las entradas de un show.
Tabaré: – Hay otra cosa: nosotros somos artistas y el arte consiste en generar una obra artística. Lo que estamos mostrando no es la opinión, no es solamente que nosotros decimos cosas, sino que además tratamos de buscarle un costado artístico a la cuestión.
Yamandú: – La belleza de la construcción, ¿no?
Tabaré: – No nos imaginábamos la repercusión que íbamos a tener, tampoco es tanta, pero tuvimos una repercusión que fue desmedida para lo que nos merecemos. Aun así, nunca en ese pacto tácito estaba redactado que íbamos a poner nuestra intimidad, o nuestra personalidad en juego, siempre estaba nuestro arte. Yo la verdad no conozco la cara de Baudelaire, pero conozco sus poemas. Al final del día y al final del siglo, lo que verdaderamente importa es la obra, no tanto la persona. Nosotros tenemos arte para mostrar, y ojalá se difunda por todas las vías posibles: radio, tele, diarios, twitter, Facebook, Instagram, lo que sea sirve. Ahora, mi vida personal, no solo mi intimidad o con quién me acuesto o dejo de acostar, sino el nombre de mi madre, la foto de mi casa, ese tipo de cosas a mí no me interesa que la gente la sepa y en el fondo a la gente tampoco le debería interesar. Me pasó hace poco de estar en una reunión de familia, de esas donde empezó nuestra vocación de cantores, como siempre de cantarola con mi abuelo tocando una tapa de olla, mi tíos cantando todos desafinados, yo tocando canciones que no sé en la guitarra, imaginando los acordes que eran, como siempre. De repente veo a la hija de la mujer de mi primo, filmando y subiendo todo automáticamente. Ahí me di cuenta, por un lado que no podía pudrir la reunión familiar, ¿qué iba a hacer?, no le iba a decir nada, a su vez me cortó la iniciativa porque yo soy un profesional, me gano la vida de esto y no es nada gracioso que me filmes desafinando, medio borracho, cantando una canción que no sé. Ese tipo de cosas es cuando decís: ¿en qué berenjenal me metí? ¿Cuándo compré este león y lo tengo en el jardín si era un gatito cuando me lo regalaron?
Imágenes: NosDigital

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-Las redes sociales también simulan una compañía. Con la murga quizás también lo tienen cubierto.
Yamandú: – Es eso. Es la necesidad de la referencia del otro ahí. No sé si en Montevideo o en Buenos Aires en los ’30, con otra vida social, con otra cosa de juntarte, de la tertulia, de lo hablado más real, más físico y más agarrable, hubiera tenido tanto éxito. En un momento y en un modelo bastante dehumanizado en el sentido de cortar y fragmentar, es el resquicio que uno encuentra para encontrarse con otro eventualmente.
Tabaré: – Estoy seguro, si nosotros hubiésemos sido niños en esta época, en lugar de grabar aquellos cassettes, tendríamos un canal de youtube. Y está buenísimo.
Yamandú: – El tema es que nosotros ahora, con las poquitas chispas que nos quedan en nuestros cerebros castigados, no podríamos gastarlas más que en nuestros espectáculos.
Tabaré: – Vivimos de esto, si se nos ocurre una buena idea no la vamos a tirar a internet gratis. La guardamos y la transformamos en parte del espectáculo. Ya estamos más automatizados en capitalizar, me imagino nuestro cerebro como Holanda que le tiene que ganar terreno al mar para plantar tulipanes. Hoy por hoy, existe la posibilidad que haya gente que sepa más de nosotros que nosotros mismos. Hay tanta cantidad de información de cada uno de nosotros online, y tanto archivo de cosas que si realmente alguno se ocupara de hacer un espionaje psicológico de nosotros podría tener el perfil y datos de todo, desde la historia clínica, hasta el comportamiento, preferencias, gustos. Todo. Ya estamos regalando información porque sí. En el arte esa información está codificada, lo que estamos regalando es nuestro cociente, pero no estamos regalando los elementos que constituyen esa cuenta. En algún punto tenemos que empezar a cuidarnos para sobrevivir como individualidades armadas. En nuestra escala, para que no suene que habla Mick Jagger, en una escala tercermundista y muy Montevidiana y muy chica. Pero con la exposición pública tenés un agravante, ponés en riesgo la conformación estructural de tu personalidad. Primero que nada, te conoce mucha más gente de la que vos conocés. Es una calle flechada para un solo lado, donde vos vas como peatón y de frente viene una autopista. Hay mucha más gente que sabe cosas de vos de las que vos sabés de los demás, eso te pone en completa desventaja. Si la información es poder, vos tenés mucho menos poder. Encima estás a corazón abierto, porque si sos artista estás mostrando parte de tu sensibilidad, de tu espiritualidad. Tenés todo tu círculo social completamente tomado y encima sobre-saturado más que cualquier persona normal. El circulo un poco más chico, el de tus familiares y amistades, está erosionado porque no estás nunca con ellos y estás dándole a desconocidos más atención que a las personas que vos más querés. Y la parte esa de vos que ni vos mismo conoces, también está lesionada, porque hay gente que habla de quién sos y saca conjeturas.
Yamandú: – Gente que aporta a una supuesta estructura tuya. Aporta datos de cómo sos vos y los instala. Gente que tiene un Facebook, una página tuya y construye, equivocado o no, te dibuja y queda ese dibujo.
Tabaré: – Vos necesitás armar un estereotipo, necesitas agarrarte de algo porque vos vas a comprar ese producto, querés saber cómo es. Pero a su vez, también vos vas diseñando un modelo de personalidad, que a veces ni siquiera es tu personalidad. Y no es un personaje buscado, es un promedio de lo que va quedando de esa picadora de carne. Entonces para no volverte del todo loco tenés que resguardar alguna parte, sobre todo la parte más tuya para poder reconocerte en eso y estar a salvo. Cada tanto volver a centrarte en el epicentro de lo que hubo antes de esto. Quién era yo antes de ser yo. Voy a la casa de mi infancia, con mis parientes que me conocían antes y me querían antes. Los que te conocían antes, te veían con los mocos colgando cuando volvías de la escuela. Te conocen en una dimensión que vos recuperás cuando te encontrás con ellos.

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Tabaré Cardozo presenta su nuevo disco: Malandra. Todos los jueves de mayo junto a Agarrate Catalina en el ND Teatro.

Nac & Pop eran los de antes

El espíritu revolucionario de Mayo nos invade. ¿Y si el tiempo no fuera lineal? Si los grandes hombres de Mayo de 1810 opinaran sobre la economía de hoy, ¿qué dirán? ¿Cómo sería una entrevista con Moreno y Belgrano sobre el futuro de la economía de 2015?
Por Los economistas con los cordones desatados
 
Los economistas con los cordones desatados (en adelante ECD) nos encontramos en un café sobre la calle Hipólito Yrigoyen, a pasitos del Cabildo con el Dr. Mariano Moreno, Secretario de la Primera Junta de Gobierno, ilustrado con las doctrinas liberales británicas de principio de siglo XIX.
ECD: Doctor. ¿Cuáles cree usted que deben ser los objetivos de la política económica?
MM: Es fundamental el rol del Estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, entre otras actividades, producirá en pocos años un país laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que, siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que pesan.
Puestas las cosas a la práctica con la eficacia y energía que requiere la causa, hallándose con fondos el Estado, debe procurar todos los recursos que sea menester introducir, como semillas, fabricantes e instrumentos, y comenzando a poner en movimiento la gran máquina de los establecimientos para que progresen sus adelantamientos…
ECD: Doctor, ¿Cuál es su opinión acerca del reclamo que hacen algunos analistas de “abrirse al mundo”?
MM: A la conveniencia de introducir efectos extranjeros acompaña en igual grado la que recibirá el país por la exportación de sus frutos. Por fortuna, los que produce este país son todos estimables, de segura extracción, y los más de ellos en el día de absoluta necesidad. ¡Con qué rapidez no se fomentaría nuestra agricultura, si abiertas las puertas a todos los frutos exportables, contase el labrador con la seguridad de una venta lucrativa! Los que ahora emprenden tímidamente una labranza por la incertidumbre de las ventas, trabajarán entonces con el tesón que inspira la certeza de la ganancia, y conservada siempre la estimación del fruto por el vacío que deja su exportación, se afirmarían sobre cálculos fundados labranzas costosas, que a un mismo tiempo produjesen la riqueza de los cultivadores y cuantiosos ingresos al real erario.
Los gobiernos en las providencias dirigidas al bien general, deben limitarse a remover los obstáculos: rómpase las cadenas de nuestro giro, y póngase franca la carrera, que entonces el interés que sabe más que el celo, producirá una circulación que haga florecer la agricultura, de que únicamente debe esperarse nuestra prosperidad.
Admítanse todas las obras y muebles delicados que se quiera introducir: si son inferiores a los del país, no causarán perjuicio; si son superiores excitarán la emulación, y precisarán a nuestros artistas a mejorar sus obras para sostener la competencia; y en todo caso, fijado el equilibrio bajo el nuevo aspecto que introducirá la baratura de aquellos renglones, cuyo excesivo valor ha hecho subir a igual grado a todos los demás, no tendrán reparo los artesanos en bajar de precio unas obras cuyo menor valor debe serles más ventajoso que el antiguo.
ECD: ¿Le parece bien lo que está haciendo este gobierno, al igual que otros gobiernos de Latinoamérica, recurrir al financiamiento externo para salir de esta crisis mundial?
MM: Se dice generalmente que un empréstito bajo las seguridades que están a disposición del Gobierno, sería capaz de remediar los presentes apuros; pero Usted puede estar seguro de que jamás encontrará esos socorros que se figuran tan asequibles y que a su consecución se seguirían consecuencias tan perniciosas, que quedaría arrepentido de haberlos encontrado. Todas las naciones en el apuro de sus rentas han probado el arbitrio de los empréstitos, y todas han conocido a su propia costa que es un recurso miserable con que se consuman los males que se intentaban remediar.
ECD: Muchas Gracias, Doctor. Ha sido un placer haber conversado con Usted.

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Llegamos al segundo encuentro en plena Avenida de Mayo, en el bar de la esquina a la salida de la estación Lima del subte A. Nos aguarda el General Manuel Belgrano, vocal de la Primera Junta, General del Ejército del Norte.
ECD: General ¿Cuáles cree usted que deben ser los objetivos de la política económica nacional? 
MB: Fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio son los tres importantes objetos que deben ocupar la atención y cuidado del Gobierno. Nadie duda que un Estado que posea con la mayor perfección el verdadero cultivo de su terreno, en el que las artes se hallan en manos de hombres industriosos con principios, y en el que el comercio se haga con frutos y géneros suyos, es el verdadero país de la felicidad pues en él se encontrará la verdadera riqueza, será bien poblado y tendrá los medios de subsistencia y aún otros que la servirán de pura comodidad.
ECD: Doctor, ¿Cuál es su opinión acerca del reclamo que hacen algunos analistas de “abrirse al mundo”?
MB: Las restricciones que el interés político trae al comercio no pueden llamarse dañinas. Esta libertad tan continuamente citada, y tan raramente entendida, consiste sólo en hacer fácil el comercio que permite el interés general de la sociedad bien entendida. Lo demás es una licencia destructiva del mismo comercio.
El modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la tierra es ponerlas antes a obra o manufacturarlas. La importación de mercancías que impide el consumo de las del país, o que perjudican al progreso de sus manufacturas y de su cultivo lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación.
ECD: Entonces, ¿Usted propone controlar las importaciones?
MB: La importación de las mercaderías extranjeras de puro lujo en cambio de divisas es una verdadera pérdida para el Estado.
Las naciones inteligentes franquean la entrada de las materias primas extranjeras cuando se puede esperar recogerlas con su propio fondo en cantidad suficiente, y que ellas no necesiten un poco de favor en el precio para animar la agricultura; la proporción del derecho debe entonces reglarse sobre la necesidad de las manufacturas, y sobre el valor que falta al cultivo. Cuando una materia prima entra con alguna forma, que también podría habérsele dado por la nación que la compra, no es justo que entre tan franca como si no tuviese nada de obra.
Aunque el día de hoy no sea desconocido el trabajo industrioso en ninguna nación política, no es menos evidente que los efectos reales y relativos de la hipótesis propuesta se harán sentir. El pueblo deudor de la balanza ha vendido sus mercaderías menos caro y ha comprado más caro las del pueblo acreedor, de donde resulta que en el uno la industria es desalentada, en tanto que está animada en el otro.
El arte de dar formas a las producciones naturales será entre los hombres que componen esta nación un aumento de ocupaciones o modo de subsistir cómodamente. Pues como el arte da un valor de más a las producciones naturales, se sigue que el pueblo industrioso recibirá naturalmente más de lo que dé. Las manufacturas deben dar a las tierras de un Estado el mayor valor posible, y a sus hombres la mayor abundancia de trabajo.
ECD: ¿Le parece bien lo que está haciendo este gobierno, al igual que otros gobiernos de Latinoamérica, recurrir al financiamiento externo para salir de esta crisis mundial?
El grueso interés del dinero convida a los extranjeros a hacer pasar el suyo para venir a ser acreedores del Estado. No nos detengamos sobre la preocupación pueril, que mira la arribada de este dinero como una ventaja: ya se ha referido algo tratando de la circulación del dinero. Los rivales de un pueblo no tienen medio más cierto de arruinar su comercio, que el tomar interés en sus deudas públicas.
ECD: Muchas gracias, General, ha sido un placer.
 
Las líneas precedentes no fueron producto de una sesión de espiritismo ni de la ingestión de sustancias alucinógenas, tan sólo es un ejercicio, a modo de ficción histórica, un gran anacronismo que pretende rescatar algunas de las ideas de Mariano Moreno y Manuel Belgrano. Las respuestas reflejan textualmente lo escrito por Belgrano en sus “Escritos económicos y políticos” y por Mariano Moreno en su “Representación de los Hacendados” (1809) y en el “Plan Revolucionario de Operaciones” (1810).
En economía nos la pasamos estudiando y citando intelectuales de los siglos XVIII y XIX, nacidos en Europa como Smith, Ricardo y Marx. ¿Y Belgrano y Moreno? Belgrano es el tipo de la bandera celeste y blanca, y Moreno es uno más de la Primera Junta que sale en Billiken. Bueno, eran más que eso. Estos hombres pensaron el país, idearon como debía ser la inserción en el mundo y escribieron sobre la economía de su tiempo. Fueron hombres apasionados, humanos pasibles de errores, grandes estrategas políticos e intelectuales brillantes.
En materia de economía, ambos próceres, tenían un pensamiento divergente en cuanto a la inserción del país en el mundo. Mariano Moreno era un ferviente opositor al monopolio comercial al que España sometía a la colonia y abogaba por una liberalización del comercio exterior, que era una evidente mejora con respecto a comerciar sólo con una metrópoli en decadencia. En cambio, Manuel Belgrano tenía una postura firme en cuanto a la necesidad de aplicar industria a la agricultura y agregar a las exportaciones el mayor trabajo local posible. Asimismo, ambos coincidían en el rol central del Estado en la economía. Nada nos garantiza que pensarían lo mismo en el contexto de la Argentina del siglo XXI, todos tenemos derecho a cambiar de opinión cuando las circunstancias cambian, incluso los próceres. Pero lo mismo sucede con los intelectuales europeos de siglos XVIII y XIX, que tanto se leen en la universidad.
Nos pareció de gran importancia rescatar las ideas de estos patriotas, para darlas a conocer, que motiven una lectura más profunda de los textos citados, y que puedan ser rechazadas por antiguas o aceptadas como válidas para analizar el presente y para pensar rumbos futuros. Esa será tarea de quien lea estas líneas.
 
¡Feliz día de la Patria!
 
“Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana.” Eduardo Galeano (escritor sentipensante nacido en Uruguay,1940-siempre).

«¿Qué es eso que llamamos vida?»

María Sonia Cristoff nos invita a adentrarnos en su mundo creativo: «una misma materia hecha de lectura y escritura». Desde los márgenes de los géneros, sospecha de la velocidad y celebra la ambigüedad: «en el sentido de salir de las clasificaciones, que son otro modo de manipular los cuerpos y las vidas».

“Callar puede ser una forma de hacer hablar al otro”.

Inclúyanme afuera

Oxímoron. Ret. Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador.
– Me parece una de las figuras que más atenta contra lo diáfano. Me interesa la posibilidad de generar cierta perplejidad. Creo que es fundamental la mirada extraña ante lo cotidiano. La otra cosa que genera es detenerse, y yo detesto la velocidad. También genera sospecha, te hace volver la mirada sobre el lenguaje. Me interesa ese trabajo. No volverlo más preciosista o desgarrado, sino volverlo muy consciente. Y me interesa el humor, el oxímoron te abre a un humor sutil. También la ambigüedad que implica, porque me parece otro de los modos de la libertad. Modos abiertos de pensar la vida, de estar en el mundo. Ambigüedad en el sentido de salir de las clasificaciones, que son otro modo de manipular los cuerpos y las vidas.
María Sonia Cristoff es una escritora trelewense – “me fascinan los gentilicios patagónicos” –, radicada en San Telmo y autora de Falsa Calma (2005), Desubicados (2006), Bajo Influencia (2010) e Inclúyanme afuera (2014). También compiló Idea crónica, literatura de no ficción iberoamericana (2006) y Pasaje a Oriente, crónicas de viaje de escritores argentinos (2009). Alguna tarde de un verano que se aferra con las uñas al calendario, Cristoff llega a un bar tradicional por Parque Lezama y pide un agua y un café. Está algo cubierta de más para la temperatura. “Estuve trabajando y no salí en todo el día. Los primeros momentos son difíciles, como volver de un adormecimiento”. El abrigo hace las veces de escudo frente a esta ciudad que siempre te choca de trompa. Y también frente a las cámaras: “Tengo fobia a las fotos, así que espero que sea rápido”. Y así, mientras se reconcilia con la cotidianeidad urbana, levanta la bandera: “Vos verás…”.

Maria Sonia Cristoff.

Maria Sonia Cristoff.


 
– ¿Qué te atrae del encierro?
– Como modo de trabajar me parece inevitable. Cada uno encuentra su escena favorita a pesar suyo. Me encantaría ser como Aira que trabaja en los bares, porque me encantan los bares de Buenos Aires. Pero no, necesito encerrarme hasta dentro de mi propia casa. Solamente puede entrar mi gran asistente, que es mi perro. Hasta cierro los postigos, prefiero que haya baja luz, no ver demasiadas cosas por la ventana. Esa cosa romántica de escribir mirando un lago, no me va. Yo si miro nada, mejor. Igual me armo lugares en dos minutos. Viajar a otros lugares para encerrarme es una de las cosas que más me gusta. Y después en mi escritura, es cierto que es tema de todos mis libros. Podríamos decir el “aislamiento” como tema, que por ahí suena menos neurótico. En general, los trabajos de un escritor son como variaciones sobre ciertos temas, ¿no? Ese sin duda es uno.
– En tus novelas también hay una especie de traslado para luego aislarse…
– Es cierto, en Desubicados, al zoológico, en Bajo influencia, están las caminatas y en Inclúyanme afuera, es más claro, hay toda una mudanza. Creo que es porque me interesa mucho la escenografía de lo narrado, no por una pretensión descriptiva, sino porque me tomo el lugar donde las cosas ocurren casi como una presencia más, te diría un personaje más. No pongo mucho énfasis en la descripción de personajes, o en lo que se llama “creación de personajes”, me parece que los personajes suceden, son más bien como fuerzas. Entonces ahí sí el lugar para mí es un personaje crucial.
– ¿Cuándo empieza una novela?
– Empieza una novela para mí, no sé, te diría, día por medio. ¡El tema es cuántas de esas sigo! Tengo muchos cuadernos de ideas, ojalá fuera tan prolífica escribiendo como tomando nota. Tomar nota es una de mis fascinaciones. Generalmente tengo un millón de ideas, supongo que le debe pasar a todo el mundo. La verdad es que ninguno de los libros que terminé empezó igual. Falsa Calma, por ejemplo, es el primer libro que yo saqué a la luz, pero para nada el primero que escribí, porque ahí encontré una clave. Con lo que escribía antes me pasaba que me sentía asfixiada por tener que contar una historia. Siempre contar una historia para mí es como una especie de pesadilla, pero no porque me cueste, sino porque en un momento me empieza a resultar tan poco interesante. Sin embargo, creo que es algo que ocurre, que cuando uno se pone a escribir, siente el peso de narrar una historia. En un momento eso estalló. Creo que lo único que tengo de borgiano es el hartazgo de narrar historias, y de Aira. Los dos son grandes en ese sentido, en varios otros también, pero tienen esa pesadez de contar una buena historia de modo decimonónico, aunque es algo del siglo XX también. Esa narrativa me empezó a agobiar. Y en esa época yo estaba leyendo muchos relatos de viajeros y empecé a  dejar entrar otros materiales. Ahí estuvo la clave por la que siguió Falsa Calma.
– ¿Cuál es el lugar que le das a esas escrituras paralelas cuando escribís?
– Crucial. Un poquitito demasiado. ¿Viste que hay ciertos escritores que cuando se ponen a escribir se resisten a leer a contemporáneos u otras cosas sobre el tema? Una línea de escritura que tuviera como temor al contagio. Para mí es al revés, ¡contágienme! Pero básicamente porque creo que en esa especie de mezcla y torbellino que se arma cuando uno lee es donde hay más potencial creativo. En cuanto a la experiencia de escribir en sí, me parece que las lecturas son fundamentales, y en ese sentido soy alguien que si tuviera que votar, voto por los lectores. Tengo una relación con la lectura muy adictiva, desde chica. Soy también muy abierta, todas las cosas que por ahí no puedo ser en la vida cotidiana, lo soy como lectora. A mí me gusta muchísimo la preparación de la novela, no porque tenga un fervor investigativo, sino porque entro en ese mundo. Me gusta mucho entrar en un mundo. Lo que más me gusta de escribir es eso. El otro día leí una definición de Mariana Enríquez, que me pareció extraordinaria, decía: “Para mí la escritura es un lugar a donde ir”. En paralelo, doy clases, corrijo textos que no me interesan en lo más mínimo, o sea, hago todo el berenjenal de cosas que hace un escritor argentino para sobrevivir. Pero una de las cosas que no puedo hacer cuando escribo es eso de “escribo 45 minutitos, 1 hora y sigo con otra cosa”, no. Yo entro, ¿entendés? Tiene algo como de droga, de entrada en un estado, una experiencia extrasensorial. Son como rituales, es una misma materia hecha de lectura y escritura. Lo que me gusta es tener un mínimo de tres horas y en esas horas por ahí solamente leo o tomo notas. La cosa es que se me va armando alrededor de ese tema una biblioteca personal del libro.
– Y en Inclúyanme afuera a todo eso lo dejaste entrar, con el “Cuaderno de notas” que se entreteje a la novela.
– Sí, se me cruzó y me pareció una linda idea. Obviamente que después tuve que trabajar la estructura de las notas, no es que las copié de mis cuadernos realmente, la trabajé para hacerla entrar en la novela  e hice un trabajo de collage, que es otra cosa que me gusta mucho, al revés del continuismo, de la novela clásica. Entonces las coloqué en lugares donde me parecía que podía abrir más sentidos de lo que se estaba leyendo. Me encantó escribir esas notas. De hecho ahora voy a empezar una serie que se llama “La serie de las novelas anotadas”, porque me encantó eso. Aunque ahora me doy cuenta que ya en Bajo Influencia  hay bastante de novela anotada, parece que la serie ya había empezado antes y era yo la que no me había dado cuenta. Me siento muy identificada con la definición del bricoleur, del recolector. Es un método de composición que me interesa.

“Magnetic Shoes es el resultado de una serie de caminatas que Francis Alÿs hizo utilizando unos zapatos especialmente diseñados: les incorporó imanes para que, durante los trayectos, se les quedaran adheridos los objetos metálicos que hubiera tirados en la calle. Los objetos como portavoces de la ida urbana: de sus prácticas, sus fragmentos, sus desvelos, sus despojos. La elocuencia de los restos”

Bajo influencia.

– ¿En qué sentido te distanciás de la figura del “escritor profesional”?
– No pasa tanto por la frecuencia de publicación: Aira escribió una novela por año, pero me parece que eso es parte de una estética y merece todo el respeto. Por ahí más que a la frecuencia, me refiero justamente a todo lo que Inclúyanme afuera se opone. La vida como un sistema de producción. Me parece que hacer algo ligado al arte tiene que ver con tener espacios de libertad, si tu propio modo de hacer implica una superproducción, maravilloso. Qué se yo, Woody Allen también hace una película por año y no por eso me deja de parecer un gran cineasta, por más que ahora me tenga re podrida. El tema es cuál es el vínculo de cada uno con lo que hace. Esta novela, tiene una pregunta acerca de ¿qué es eso que llamamos vida? No es casual que los embalsamados o los taxidermizados tengan un lugar tan central. Me pareció que eran modos de entrar a cuestionar eso. Qué es lo que llamamos vida y cómo está coercionada por sistemas varios. Por eso el personaje siempre está reaccionando contra eso y haciendo sabotajes.

Imágenes: NosDigital.

Imágenes: NosDigital.


– ¿Siempre hay una pregunta central en las novelas?
– Bueno, en Bajo influencia la pregunta era: ¿cuál es el lugar del artista hoy? Sobre la espectacularización de la cotidianeidad, los sistemas de producción, la marcha del mundo que coloca a los artistas en otro lugar. En general, los protagonistas de mis novelas están en franca discordia con la institución. El museo, las galerías, el zoológico.
– Y aparecen también las “micro-revoluciones”.
– Creo que son como pequeñas líneas de fuga, que para mí solo pueden ser individuales. Sería interesante que uno mirara para el costado y se encontrara con muchos cómplices haciendo lo mismo. Y tal vez los hay. Esto también está relacionado con qué hace que una novela tenga un carácter político. A mí me parece que ya es suficiente con que se plantee indagar en un problema. En contraposición a contar una historia. En Inclúyanme afuera todavía es más fuerte. Mara, la protagonista, hace dos sabotajes contra las manipulaciones discursivas y un segundo sabotaje sobre las manipulaciones sobre los cuerpos. Advertir esos niveles de manipulación me parece lo suficientemente interesante y político. Ella también tiene una forma de hacer las cosas como kamikaze, porque en cada uno de estos momentos hay algo de hartazgo frente a las formas institucionalizadas de la política. En algún punto también hay – es un poco peligroso porque las lecturas coyunturales son horrendas – una vinculación con el pequeño instante de esperanza que tuve con el 2001, uno siempre espera que se arme alguna forma que sea otra. Y quizás en la novela hay una nostalgia de un orden distinto que no se armó.

“Estoy hablando de la libertad de la que dispone un escritor a la hora de definir – o tal vez la palabra sea transitar – su propia poética, una libertad que se parece más bien a un campo minado, a un terreno siempre en tensión, en pugna, una trampa tendida por la cualidad indómita del lenguaje”.

Falsa Calma

– A nivel lengua trato de trabajar la distancia, en un tono al que llamo “coloquialismo austero”. La “lengua diáfana”, dicen muchos cuando leen mis novelas… No estoy de acuerdo. Pero hay veces que los trabajos sutiles con el lenguaje no se notan. Me interesa la austeridad, no demasiado evidente. El escribir también es ese arte entre estar totalmente imbuido y a la vez distante. El modo de escribir quizás sea más inconsciente, mientras que la corrección es consciente, son mecanismos que ya puedo controlar más. Me gusta la materialidad del texto, me interesa mucho ver si esa coma justo ahí suena o no suena, no me siento agobiada. Me gusta experimentar esa distancia.

“Callar es también una disciplina del cuerpo”.

Inclúyanme afuera