Archivo por meses: octubre 2014

Los árboles luchan de pie

Arbolito presenta su DVD «Mil colores», filmado en el Haroldo Conti, y le pone el cuerpo a la idea de generar memoria resignificando espacios con la vida. También en esta entrevista: la independencia en la música, las discográficas y las lógicas comerciales. «Sabemos que cada disco es generador de movimiento, no somos una banda mediática».
– Ser independientes es una elección.
Arbolito promedia los cuarenta años. Llegan con instrumentos en mano de una nota que incluyó acústico. Piden licuados y gaseosa en un bar de Flores y esperan poder ir a la sala cuando terminen la charla y los vasos. “Muchas veces hacemos más cosas por fuera de la música, es más: últimamente nos está costando mucho ensayar”.
Ser independiente es poner el cuerpo.
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 En el año 1826, el gobierno de Bernardino Rivadavia contrató al oficial prusiano Rauch nada menos que para matar indios. Su misión era limpiar la pampa bonaerense de los ranqueles, esos hermosos indios que poblaban estas zonas con absoluta libertad. 

El vindicador – Arbolito

 Arbolito fue parido por la Escuela de Música Popular de Avellaneda, después de egresar en 1997. Un año después, el grupo de pibes que había decidido llamar a su banda con el nombre del indio que degolló al Coronel Rauch, editó su primer demo: un cassette llamado “folklore” y se subió a su emblemática chata para salir a hacerse escuchar. Pasaron 17 años, 7 discos y un reciente DVD grabado en vivo: “Mil Colores”. Suenan cada vez más fuerte.
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– ¿Ser independiente es siempre una elección?
– Es una necesidad también. Si estás esperando que venga una compañía a producirte, te podés pasar la vida esperando y frustrándote, pensando que eso es lo mejor que te puede pasar. Nosotros desde que arrancamos nos propusimos hacer las cosas nosotros. En un momento vino una compañía y quiso trabajar con nosotros y estuvo buenísimo, fue una experiencia de cuatro años, dos discos, aprendimos un montón.
– ¿Por qué decidieron volver a ser independientes?
– Sobre todo por los tiempos. Cuando estás en una empresa que es mucho más grande, en donde hay muchos más artistas y muchos de esos generan más guita que vos, los tiempos quedan demasiado rápidos. Nosotros no paramos nunca, todo el tiempo generamos y por ahí hay momentos en que la compañía tiene otros intereses, otros tiempos sobre todo. En una compañía internacional el que toma las decisiones no sabes quién es, ni dónde vive, ni si vive. Con la crisis del 2011, en las discográficas hubo un gran quilombo. Estábamos a punto de grabar “Acá estamos” (salió en 2012), con los demos, viendo el productor artístico. Estaba todo bien con la compañía y de arriba vino la orden: “éste año no se hace nada, hasta nuevo aviso”. El nuevo aviso no sabés hasta cuándo es y nosotros ya estábamos con la necesidad de sacar un disco. Sabemos que cada disco es generador de movimiento, no somos una banda mediática.
– ¿Qué es ser una banda mediática?
– Una banda que tenga presencia en los medios todo el tiempo. Nosotros tenemos acceso a los medios, por mucho tiempo de trabajo, porque fuimos generando esos contactos, pero ese acceso llega porque hicimos tal cosa: sacamos un disco, hacemos un DVD, lo presentamos en el Opera, momentos puntuales. Sabemos que necesitamos de los discos para poder seguir. Aparte de que tenemos las canciones y queremos ir renovando, todo el tiempo tenés ganas de ir renovando.

Imágenes: NosDigital

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– ¿No ser una banda mediática también es una decisión?
– Lo mediático tiene que ver más con lo comercial. Ahora estamos haciendo una nota para un medio, venimos de hacer otra, valoramos mucho que los medios se interesen cuando hacemos algo y quieran contarlo. Lo otro es poner plata en las pautas para que suenen tus canciones, que es lo que pasa con los grupos mediáticos: prendés una radio y suena un tema, cambiás de radio y está el mismo tema, prendés la tele y está el video. Eso no es porque son unos capos del mundo, es por un arreglo comercial. Eso es lo que a nosotros nunca nos salió – dicen entre risas.
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Salí a mirar solo de curiosidad y ahora estoy enloqueciendo, ya sé que estas rejas me cuidan de todo pero me ahogan también. 

2015 – Arbolito

 Arbolito decidió desde un principio fusionar los ritmos latinoamericanos – como chacarera, huayno, saya, zamba, candombe – con los que atravesaban su cotidianeidad – rock y reggae por ejemplo –. ¿Qué pasó con esas mezclas? No les cabía ninguna etiqueta. “Cuando empezamos, porque éramos muy rockeros para el folklore, en las peñas no nos dejaban tocar. Porque tocábamos charango y quena en los lugares de rock decían: éstos son unos maricones del folklore. Tuvimos que inventar un camino, equiparnos con sonido y con una camioneta, conseguir espacios que no tenían nada que ver con los espacios de los dos estilos que hacíamos”.
La búsqueda los llevó a clubes, salones y muchas plazas. Poco tiempo atrás quisieron volver a tocar en Parque Lezama que les sirvió de escenario durante años. ¿Tocaron? “Ya era imposible con todas las trabas que había”, la más significativa: el pedido de un seguro por espectador, recuerdan. “Hay una política de abandono, hasta que se llega a poner re contra feo y una vez que está horrible se cierra. Se pone lindo y se enreja. Es parte de la política de cerrar” y agregan: “El problema no es tanto la reja en sí. El tema es que enrejan y no pasa más nada en el parque”.
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Pañuelos van vuelta y vuelta a la vida, yo con ellos me voy a volar, un solo andar en busca de justicia, que la duda no gane a la verdad. 

Pañuelos – Arbolito

 Arbolito quería hacer un DVD, se juntaron con el director y, papel y lápiz en mano, bocetaron la idea. Querían un escenario circular para poder mirarse como en un ensayo, la gente iba a estar alrededor y las cámaras con cada uno de ellos para mostrar la relación que tienen con sus instrumentos. La búsqueda de lugares los llevó hasta el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, ubicado en el predio de la Ex ESMA. En febrero de este año hicieron el show, de ese vivo nació “Mil Colores”.
– No es un espacio cualquiera, tiene toda una carga histórica y una carga actual. Nosotros fuimos varias veces y a medida que pasa el tiempo uno ve la transformación del espacio. Sin dejar de ser un espacio donde pasaron cosas muy feas, la idea es que eso no se olvide pero resignificándolo, tratando de que lo cope la vida. Un poco lo que nos pasó a nosotros fue eso. No fue una decisión casual ni ligera, lo charlamos, lo hablamos, teníamos nuestras dudas de qué pasaría estando ahí, grabando ahí. Creo que nos sentimos de una manera especial, esos mil colores es parte también de eso. El lugar fue tomando color, hay mucha vida, mucha juventud estudiando, haciendo cosas artísticas y todo el tiempo también recordando.
– Nosotros, que hace casi 18 años que estamos, hemos acompañado desde el principio, estado en los escraches, en las fiestas de HIJOS cuando recién se juntaban, en la primer librería de las Madres, festivales, la vuelta, todo el tiempo acompañando. Nos sentimos parte de la transformación que está pasando, es algo que cuando seamos viejos vamos a sentir el orgullo de haber formado parte del momento histórico, como banda y como persona, el momento histórico donde se transformó ese lugar de mierda en algo lleno de vida.
De eso se trata Arbolito, de seguir poniendo el cuerpo: “Nos gusta tocar, estar, compartir, aprender”. Les gusta la vida.
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Arbolito son: Ezequiel Jusid (voz, guitarra acústica y guitarra eléctrica), Agustín Ronconi (voz, flauta traversa, quena, charango, violín y guitarra), Diego Fariza (batería y bombo leguero), Andrés Fariña (bajo eléctrico y coros) y Pedro Borgobello (clarinete, quena, guitarra y coros). Ellos presentan el 9 de noviembre a las 20.00hs, “Mil Colores” en el Teatro Ópera (Av. Corrientes 860).
www.arbolitoweb.com.ar

Darle la vuelta al mundo

Fotorreportaje de la tercera Maratón por la Urbanización en Ciudad de Buenos Aires. De la 31 a la Rodrigo Bueno, 400 personas corrieron por el reclamo histórico de la vivienda digna.
Correr es la excusa. Hacer algo. Moverse, transpirar y latir fuerte. El sol calentó duro el asfalto y la tierra. Pidiendo un esfuerzo extra a cada corredor. El domingo 26 de octubre el Movimiento Villas al Frente organizó una maratón con gente de todos los barrios porteños con consigna al unísono: ¡Urbanización ya!
Los corredores largaron desde la 31, el barrio que nació marginal en 1932 como lejano simbronazo de las esquirlas que Wall Street desparramó -la globalización demostraba que ya era más que sensación- hasta la Ciudad de Buenos Aires.
Corrieron sin cloacas. Cinco kilómetros y las ambulancias no entran al barrio. Una posta, otra, otra y la ley 3343 de urbanización de la legislatura porteña sigue sin implementarse. Zigzaguearon entre las casas que se acarician con la autopista Illia. Transpiraron en las tierras de las escaleras caracol al cielo.
Más de 400 personas corrieron desde Villa 31 de Retiro hasta Rodrigo Bueno de Puerto Madero. Donde las privaciones son las mismas: la red de agua potable es la que arman entre vecinos y el tendido eléctrico habla precario como gobernante sobre la constitucional vivienda digna.
Rodrigo Bueno es el asentamiento de orígenes ochentosos al lado de la Reserva Ecológica, a metros de Costanera Sur. Y quienes ahí viven tienen plomo. Y otros metales pesados. En la sangre. En el agua. Es que el lindero depósito de autos de la policía federal infesta las tierras hasta la intoxicación.

Así se corrió: como se vive. ¡Urbanización ya!

De entrada a la 31

De entrada a la 31


Imágenes: NosDigital

Imágenes: NosDigital


Se multiplica la lucha

Se multiplica la lucha


Patinaje y la autopista Illia.

Patinaje y la autopista Illia.


Por las calles de la 31

Por las calles de la 31


A la entrada de la Rodrigo Bueno

A la entrada de la Rodrigo Bueno


Imágenes: NosDigital

Imágenes: NosDigital


Miraremos

Miraremos


Salude

Salude


Escaleras hacia el autopista

Escaleras hacia la autopista


Correr por la urbanización

Correr por la urbanización


12

Casas y casas


Entre calles

Entre calles


Imágenes: NosDigital

Imágenes: NosDigital


¡Urbanización YA!

¡Urbanización YA!


El arco en que me miras

El arco en que me miras


Puerto Madero te ve

Mi vecino el cáncer

Toda la gente que vive con una subestación eléctrica en su barrio se encuentra irradiada por electromagnetismo generador de cáncer. En la Argentina las víctimas se cuentan de a centenas, pero la resistencia ya comenzó. Acá se lucha por vivir. 
Hay barrios argentinos en donde la inseguridad viaja a la velocidad de la luz, traspasa paredes y se mete en tu casa. En Argentina hay tanta inseguridad que una empresa, subsidiada por el Estado, puede decidir cuándo y de qué te vas a morir. En esos barrios al menos podés estar seguro de una cosa: que vos, tu pareja, hijos o vecinos van a enfermarse de cáncer.
Si sos vecino de una subestación eléctrica estás expuesto a ondas electromagnéticas altamente cancerígenas. No es como si un día te pisara un tren. La muerte por electromagnetismo es mucho más lenta, no sólo porque viene de la mano del cáncer, si no porque no hace ruido ni se siente, pero afecta sobre todo cuando estás durmiendo.
Los primeros estudios que relacionan a estas ondas con el cáncer empezaron a circular hace alrededor de cuarenta años. Hasta el día de hoy la Constitución argentina no se da por aludida de estas decenas de estudios y leyes. Pero sobre eso vamos a volver más tarde, ahora aclaremos: Por qué el electromagnetismo mata.
La energía que generan los campos electromagnéticos afectan el núcleo de los átomos. Cuando la exposición es constante y prolongada se produce una mayor síntesis del ADN. Cuando se altera el ADN la célula deja de funcionar bien, como si tuviera un acelerador: comienza a dividirse sin freno interno. Así se desatan los efectos oncogénicos (todo lo que tiene que ver con la generación del cáncer) de las ondas electromagneticas sobre el cuerpo humano.
Esa exposición constante se genera viviendo, y durmiendo, y comiendo, y jugando, y estudiando, y naciendo, y creciendo; cerca de donde se concentren grandes cantidades de voltios, de electricidad. Esos lugares son las subestaciones eléctricas, que reciben constantemente la energía que distribuyen los cables de alta tensión (esas torres inmensas que vienen desde la represa El Chocón) y la convierten en media tensión, la energía que consumimos en nuestras casas. Las subestaciones son parte del sistema de distribución eléctrico y cuanta más electricidad contengan, mayor es el campo electromagnético que irradian.
Sólo en el área metropolitana de Buenos Aires existen 117 subestaciones cerca de donde vive la gente. ¿Vos sabes cerca de cuál vivís?
Gladys vive pegada a la Subestación Sobral en Ezpeleta, partido de Quilmes. Su padre y su madre murieron de cáncer: «Nos juntábamos en el club y todos teníamos un familiar o un vecino enfermo, la palabra cáncer se hizo natural, de a poco nos fuimos muriendo».
Sobral funciona desde hace treinta años. Los vecinos cuentan alrededor de 170 muertos. Todos por distintos tipos de cáncer, todos cercanos a la subestación y su cableado mortífero. El juez Siauliu de la Cámara Federal Número 2 de La Plata hace más de diez años que tiene en su cajón el pedido de traslado que hicieron los vecinos. Mientras tanto ellos siguen reunidos para ayudar a otros barrios irradiados.
Como Berazategui, donde los vecinos sí aprendieron del escalofriante caso de Ezpeleta (no así las autoridades de su Municipio) y detuvieron por ocho años la construcción de la subestación Rigolleau. El intendente en ese momento Juan José Mussi se comprometió a apoyar la lucha de los vecinos. Pero en el 2011 cambió mágicamente de opinión.
Ese año llegó la bonaerense, cientos de ellos. Vallaron todo el barrio. Sí, lo vallaron literalmente. No podían pasar los autos ni la gente porque unas maderas de dos metros de altura lo impedían. Si vivías dentro del vallado tenías que mostrar el documento para pasar. Cuando los vecinos protestaron, los reprimieron fuerte. Así lograron poner en funcionamiento la Subestación Rigolleau en Berazategui.
Isabel vive cerca a la Subestación Rigolleau, en Berazategui. “La Policía estaba acá porque es una obra sin consenso, una obra que no respetó la voluntad ni la decisión de los vecinos, sino que responde a intereses económicos que sí le interesan los negociados de las autoridades”, explica.
Laura es vecina de la Estación Transformadora Jujuy Este, en Malvinas Argentinas, Jujuy. A ellos también los reprimieron cuando trataban de impedir un nuevo cableado de alta tensión.
Carlos también está irradiado y viven en Barrio Sol y Rio, en Córdoba.
Luis es de Ituzaingó. María, de Brandsen. Julia, de Wilde. Ramón, de San Isidro. Ramiro, de Once. Juan, de Constitución. Raúl, de La Paternal. Todos están irradiados.
Para que las empresas de electricidad de todo el país (con la ayudita de los gobiernos municipales y su policía) no puedan poner en riesgo la vida de la gente, es necesaria una Ley Sanitaria. Ya está en el Congreso, cajoneada hace un año. El proyecto no se opone a las subestaciones, si no que obliga a llevarlas lejos del casco urbano, donde no haya personas para enfermar. Llevarlas lejos de donde se va a consumir la electricidad implica una inversión mucho mayor en cableado. Y en vida.
El vacío legal existe, porque la única reglamentación al respecto es la obsoleta resolución 77 del año 1998 emitida por la ex Secretaría de Energía, de carácter técnico y no sanitario, que permite hasta 25 microteslas (µT: micro Tesla, unidad de medida de campos electromagneticos). Sin embargo la Ley de Ambiente de la Nación establece muy claro que: «Cuando haya peligro de daño grave o irreversible la ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente».
“Científicamente nunca se demostró la inocuidad de los campos magnéticos. Existe una significativa y creciente evidencia científica sobre sus efectos cancerígenos y no cancerígenos, incluso a valores muy bajos de densidad de flujo magnético”, explica el biólogo Raúl Montenegro, quién en 2002 realizó un relevamiento alrededor de la Subestación eléctrica Sobral en Ezpeleta. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), entre otros organismos nacionales e internacionales como la Organización Mundial de la Salud, considera a los campos electromagnéticos como ‘posibles cancerígenos en humanos’.
Montenegro también reconoce que “el problema no son solamente las subestaciones transformadoras sino también los tendidos eléctricos de media y alta tensión, aéreos y subterráneos. Todas estas fuentes generan campos magnéticos”. Una exposición crónica a valores iguales o superiores a 0,3 o 0,4 µT puede aumentar de 1,7 a 2 veces el riesgo de contraer leucemia, sobre todo en los niños.
La Ley no acompaña. Pero algo más allá de lo escrito en un papel se está generando: conciencia.
En Jujuy, barrio Los Naranjos, los vecinos impidieron en el 2012 que se instale una subestación. Este año los vecinos de Quilmes lograron que se coloque una central a 200 metros de los hogares de la gente; cuando el Municipio planeaba hacerla bien pegada a sus casas. En Quilmes y Los Naranjos los vecinos ya pelearon y ganaron. A esta inseguridad que no se ve ni se oye le está empezando a golpear la mano de los vecinos organizados.

Ser feliz era esto

En la sede de Villa del Parque de Racing, Eduardo Sacheri, hincha de Independiente, y Ariel Scher, de la Academia, se juntaron para hablar de literatura y deporte. Contra la violencia, por la aceptación del rival, armaron un café literario que parecía de otra época. «¿Por qué no me va a gustar el 5 de otro equipo?», lanzó el guionista de El secreto de sus ojos.
Aunque la charla sea de Eduardo Sacheri y de Ariel Scher, los únicos prescindibles de la charla son Eduardo Sacheri y Ariel Scher.
Pero ellos no tienen la culpa de eso.
Para escucharlos, hay que pasar por un piso con baldosas de granito negras y blancas, por un techo que termina en forma de arco románico, por un metegol donde unos nenes se clavan de puntitas de pie para ver los muñecos y entrar a un buffet de esos que huelen a buffet –nada de esos con aparatito que tira cada veinte minutos aroma a limón dulce o del olor frígido del desinfectante -.

Eduardo Sacheri, Ariel  Scher.

Eduardo Sacheri, Ariel Scher.


Para escucharlos, hay que levantarse el sábado bien temprano, interrumpir la modorra del día nublado, por un rato apagar el celular, dejar de mirar el twitter, echar el facebook al descanso, ignorar por un rato al Whatts App y estar a las 10 de la mañana en la sede de Villa del Parque de Racing.
Todo eso para escuchar una charla de Eduardo Sacheri y de Ariel Scher, donde los únicos prescindibles de la charla son Eduardo Sacheri y Ariel Scher.
El que lee esto, el que no fue a la charla y ahora intenta leer de qué se trata, se preguntará: ¿y entonces para qué carajo se hizo, y ahora se escribe, sobre una charla de dos tipos que no eran, sin embargo, lo más importante de la charla?
Los que fueron saben la respuesta.
Sobre todo, porque fueron.
***
Sacheri es un escritor argentino que publicó, entre otros, los libros de cuentos Esperándolo a Tito y Te conozco Mendizabal, las novelas Papeles en el viento y La pregunta de sus ojos, el guion de El secreto de sus ojos –dirigida por Juan José Campanella y ganadora del Óscar-, y Ser feliz era esto, su última obra. Pero eso no importa. Lo que importa es que es hincha de Independiente.
A sala llena.

A sala llena.


Scher es un periodista argentino que publicó los libros de cuentos Wing izquierdo el enamorado y Fútbol en el Bar de los sábados, la investigación La Patria Deportista, y Contar el juego, su última obra, sobre las biografías deportivas de nueve escritores argentinos. Pero eso no importa. Lo que importa es que es hincha de Racing.
 
***
 
Los dos están en la sede de Capital Federal de Racing, en Villa del Parque, un sábado a la mañana de poco movimiento, en un edificio que en cada pared hacer honor a la película Luna de Avellaneda, que narra el ocaso de los clubes de barrio.
Y Racing, que es uno de los cinco grandes del fútbol argentino, que tiene un centrodelantero como Diego Milito que ganó la Champions League haciendo dos goles en la final, que salió Campeón del Mundo, en esta dimensión, parece un club de barrio.
Pero bien vale decirlo: este texto, considera que un club de barrio es una grandísima cosa en la humanidad.
Los que se acercaron a la charla, claro, saben –lo sienten- que eso es lo que vale en esta charla, que se anuncia como de literatura y deporte, pero que es sobre mucho más.
Es, en definitiva, sobre la vida.
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Porque Sacheri, hincha de Independiente entra al buffet de Racing y, en tiempos de intolerancia, bajo los techos de la misma institución que celebró hasta simulando un velorio el descenso de su equipo, se sienta delante de un auditorio que lo escucha atentamente. “Habrá muchos que se quejarán porque acá dejaron entrar a un hincha de Independiente y muchos de Independiente que se quejarán porque viene a Racing, pero en el fútbol, como en la vida, es necesaria la existencia del otro. Por eso, yo lo acepto”, dice, como aclarando algo, que, de fondo, en ese auditorio, no hace falta aclarar porque todos los que están delante entienden.
Porque escucharlo es exactamente eso: aceptarlo.
Porque acercarse a la charla es eso: aceptar al otro.
Porque despertarse un sábado a la mañana para ver a gente hablar es eso: aceptar la existencia del otro.
Porque hablar de literatura o de deporte o de tejido o de obras de teatro rusas o de natación es eso: aceptar al otro.
Porque, de hecho, la charla, que arranca con detalles de la filmación que ganó el Óscar –desde el por qué el asesino de El Secreto de sus ojos es hincha de Racing hasta una escena mal filmada de Guillermo Francella-, que pasa por los gustos de Adolfo Bioy Casares por el tenis, que cuenta goles heroicos, que recuerda a Osvaldo Soriano y a Roberto Fontanarrosa, termina preguntándose sobre la violencia y el rol de los medios de comunicación en la violencia, sobre la sinrazón de rivalidades violentas entre Independiente y Racing.
Se discute, con orden y con desorden. Se habla, con prolijidad y con desprolijidad. Se charla, con precisión y con imprecisión. Se piensa.
Se piensa en conjunto y eso, en esta actividad que organizan el Departamento de Prensa, el Departamento de Deportes Amateurs y Racing TV, es lo realmente imprescindible de esta historia.
Desde Racing, Villa del Parque.

Desde Racing, Villa del Parque.


Pensar en conjunto, sobre lo que sea. Sacar el culo pesado de la casa, por lo que sea. Destinar un sábado a la mañana para ver otra gente, como sea. Tener pensamientos y dudas para poder decirlo, como suene. Ver a Sacheri y a Scher, que podrían ser Serrat y Sabina o Jagger y Richards o Juan y Pedro o Mariana y Carolina, pero que, fueran los que fueran, son Alguien y Alguien que nunca, en ese lugar, podrían ser Nadie y Nadie
 
***
Eso es lo central, entonces, que debería contar esta nota: Un sábado a la mañana, en la sede de un club, en Villa del Parque, un montón de gente que se niega a ser nadie se juntó a aceptarse.
Acaso, los clubes, en realidad, no sean lugares donde se gritan goles sino lugares donde gente se acepta con gente.

«El tango es un mal necesario»

Mario Abramovich es el violinista del Sexteto Mayor, la orquesta de tango más popular en el mundo. Empezó a tocar a los 6 años para escapar del aburrimiento: fue su juguete, su medio de vida y lo que le permitió viajar sin fronteras. A los 88 años, tocando para salvarse de la tristeza y la quietud.
-¿Se aburre a veces?
-Y. El día es largo.
Para Mario Abramovich, que está a punto de cumplir los 88 años, el día empieza a las 14. Lleva muchos años con el violín sobre su hombro, trabajando por las noches. Y ya no es momento de cambiar los hábitos. “Me acostumbré a dormirme de día, hasta las 6 o 7 no me duermo. Entonces me despierto tarde. Durante la noche por ahí veo alguna película o un concierto si lo pasan. Estoy releyendo también una colección de libros que tengo de los grandes compositores: biografías, análisis de las obras, argumentos”, cuenta después de saludar a la moza del café que queda en la esquina de su casa, corazón de Almagro. A Mario lo que lo mueve parece ser escapar al aburrimiento. Desde siempre. Así, de hecho, empezó este viaje con el violín que ya lleva –por ahora- 82 años y una cantidad incontable de kilómetros. “Fue una imposición de mis padres. A ningún chico le gusta estudiar, no hay más Mozarts. Pero pensá que en esa época no había televisión, no había radio, no había computadora. No había nada. Había que entretenerse con algo, o en música, o en pintura, o en escribir poesías. Así que arranqué ahí”.

Imagen: NosDigital

Imagen: NosDigital


Conjuga el verbo trabajar en pasado, aunque sigue trabajando. Es el violinista del Sexteto Mayor, la orquesta de tango más popular en el Mundo, ganadora del Grammy Latino entre otros premios. Pero ya no toca con la misma frecuencia. Ahora elije los viajes y las funciones. La semana pasada, por caso, se presentó en Mendoza. “Pero viajes a Asia ya no quiero hacer más. A Europa me parece que tampoco. Hará dos años fui a Rusia. Nosotros en el año 83 salimos para hacer una semana en otoño y al final fueron 28 años por todo el Mundo. Hasta hace dos años, iba siempre. Pero ahora ya no quiero más: 30 grados bajo cero ya me hacen mal”, explica, con naturalidad. Como si Asia o Rusia fueran destinos habituales para cualquiera, haya pasado la línea de los 80 o no.
Mario ahora anda con un bastón para trasladarse. No porque sea necesario, dice, sino por seguridad. En los últimos cuatro años tuvo dos ACV, el segundo con unos días en terapia intensiva incluidos. “Pero estoy bien. Puedo hablar, puedo caminar y puedo tocar. Yo me enfermé la primera vez después de Cerati. Lo de él fue en mayo y lo mío un junio del mismo año, 2010. No perdí el conocimiento. Tuve un ACV higiénico, el de Cerati fue hemorrágico. Se quedó dormido. Además, yo tuve la suerte de que me agarró estando en casa. Por eso no quiero viajar. Una cosa es estar acá y sentirse mal y llamar enseguida a una ambulancia. Otra es estar en Venezuela o arriba de un avión”. Cuenta que lo primero que hizo al volver a su casa tras la internación, fue agarrar el violín. Cuando pudo tocarlo, sintió que estaba curado.
El más agudo de los instrumentos de cuerda clásicos es el juguete que lo entretiene ahora que ya anda asomándose a la novena década. “Yo quería dejar de tocar. ¿Porque sino hasta cuándo? Pero el otro día toqué. Toco. Yo hace nueve años que soy viudo, y estoy solo en mi casa. Y una de las cosas que me mueve a estar en actividad es justamente eso: estar en actividad. Tengo hijos, nietos y una bisnieta. Cada uno está con su vida: estudian, trabajan, están ocupados. Yo no los quiero molestar tampoco. Estoy bien”, describe, y recuerda que el violín además de ser su juguete y su medio de vida también fue su ángel guardián. “En 1996, en Finlandia, una noche iba caminando sobre el hielo, porque no era nieve. Patiné en unos 100 metros que tenía que hacer. Iba con el estuche colgado atrás. Un estuche blando, de fibra. Patiné, me caí para atrás y caí sobre el violín. Cuando lo abrí estaba en 40 pedazos. Pero por suerte caí sobre el estuche. Sino me hubiera roto la cabeza. Un médico que me vio me dijo que el violín me salvó la vida. Lo fabricaron en el 1924. Sonaba muy bien. Y es el que toco, todavía: tardaron cuatro años en arreglarlo entre varios lutieres argentinos”. También el violín fue el atajo para cumplir su sueño: el de viajar. Por el que renunció al puesto de concertista del Teatro Colón, porque el Sexteto venía con pasaporte incluído, con perspectivas de exportación. “Salvó India y África, con él recorrimos el mundo. Europa, Australia, Taiwán, Singapur, a Japón fuimos siete veces, a París muchas veces. Finlandia, Suecia, Letonia”.
 
Mario en su primer piso de Almagro.

Mario en su primer piso de Almagro.


-¿Y cuándo está en esos lugares, hace vida de turista o se concentra en su trabajo?
-Salvo cuando vamos a un lugar nuevo, que hay que probar sonido y eso, tenemos todo el día libre. Así que aprovecho para pasear. Ya últimamente ni la cámara de fotos llevo. ¿Otra vez la Torre Eiffel? ¡Es la misma torre! ¿Cuántas veces le voy a sacar fotos?
-¿Qué le gustó más de todo lo que recorrió?
-Las ciudades que son famosas por algo lo son: París, Venecia, Moscú, Viena son muy lindas. Íbamos siempre en invierno, eso era difícil. Últimamente ya lo venía sintiendo. Y la parte oriental me sorprendió favorablemente. Japón más que China: es más místico, más oriental. Además ellos son seguidores del tango, conocen más que muchos argentinos. El chino es más occidental, es otra cosa. Aunque estén al lado.
-¿Y cómo era un día suyo en alguna de esas ciudades?
-En aquel tiempo vivía mi señora. Todos los músicos llevaban a la familia. Yo llevaba a mi señora. Salíamos a pasear, por lo menos le pude regalar eso. Y a mí también. Cuando uno es joven no piensa en cosas raras como la muerte. A medida que crece piensa en esas cosas extrañas, más ahora que estoy solo y tengo todo el día para pensar.
El Sexteto Mayor se formó en abril de 1973 con el empuje del bandoneón de José Libertella. Seis meses después, Mario Abramovich se sumó para remplazar en el violín a Reynaldo Niche. “Yo empecé casi cuando se fundó, hace más de 41 años. Fue una cosa para juntarse unos cuantos músicos a tocar bien. Sin pensar que iba a durar tanto, ni que iba a tener ese éxito”. Son más de 40 años con esta orquesta, que desde 1983 integra el espectáculo Tango Argentino, famoso por sus giras itinerantes por todo el Planeta cuando el ritmo del dos por cuatro sufría de poca aceptación acá, en el Río de la Plata que lo vio nacer. “La moda volvió con el espectáculo que hicimos con Tango Argentino en el exterior. Ahí empezó la furia de nuevo. Yo sabía que tenía que venir a la Argentina otra vez, donde estaba medio caído. Porque en Europa, Asia, Brodway fue una locura. Siempre pensaba: tiene que volver a la Argentina. Y fue como un rebote del éxito en el exterior. Por Tango Argentino volvió el tango acá”, recuerda todavía con orgullo. Tango Argentino fue tapa del New York Times: “No pague el alquiler, empeñe a sus hijos –decía el diario- pero no deje de ver Tango Argentino”.
Mario Abramovich se aburre a los 87 años porque lo que ha caracterizado su vida, además de llevar el violín en el hombro, es la ocupación. Llegó a trabajar en 12 orquestas de tango simultáneas, en la década del 50. “Era para poder llegar a fin de mes. Antes se ganaba miseria, ahora los músicos ganan bien, sobre todo los jóvenes. Cuando era joven nos moríamos de hambre”, narra. A los 36, cuando todavía no imaginaba que 50 años después pasaría el desvelo releyendo biografías, usaba las noches para practicar. “Me armé un violín mudo, que tiene la arandela con la forma del violín pero no está la caja de resonancia. Lo escucha el que lo toca, pero los vecinos pueden dormir. Apareció un concurso en el Colón y como había dejado de estudiar después del Servicio Militar tuve que estudiar durante 6 meses 10 horas seguidas. Es como dejar de jugar al fútbol y querer meter un gol. Tenés que empezar de a poco, retomar. Siempre hubo que estudiar mucho para tocar bien cualquier instrumento. El concurso lo gané aunque ya estaba pasado de la edad. Me contrataron porque toqué bien. En el Colón ya estaba mejor pago y tenía un sueldo a fin de mes, que sabía que cobraba. Igual seguía con las orquestas del tango, aunque menos, porque ya trabajaba en las dos orquestas del Colón y no tenía mucho tiempo”.
 -El Colón tiene su fama. Debe haberse cruzado con gente importante.
-Todos los concertistas famosos de todo el mundo pasaron por el Colón. Trabajé casi 20 años ahí. En la época de Perón, con las orquestas nos pidieron “colaborar” –las comillas las pone él con sus gestos, y aclara: había que ir- a tocar al Hogar de la Empleada. Gratis. Como estaba con tantas orquestas, en un mes fui 17 veces. Ya era decirle hola a Evita, era casi conocida. Era macanuda. Personalidades nacionales, todas: Perón, Evita, tocamos para Cristina, que el otro día me saludó porque me conocía de alguna orquesta se ve. Estábamos en un escenario saludando al Primer Ministro Chino que vino de visita.
-Ah, hace dos meses.
-Un poco más. Yo calculo por el tiempo que tardan en pagarnos: hasta un año y medio cuando es un recital para el Gobierno. Eso fue en el Museo del Bicentenario. Me agarró de un brazo la Teresa Parodi y del otro lado estaba Cristina. Hemos tocado muchas veces para órganos oficiales, con todos los gobiernos. Cuando estaba Illia, también. Con Alfonsín, hasta con los militares tuvimos que ir a tocar. El que nos llevó una vez a tocar a la quinta de Olivos fue el Brujo. ¿Cómo se llamaba? ¡López Rega! ¡Andá a decirle que no! Después nos vino a dar la mano y a decir que cuando quisiéramos ir a la Quinta podíamos. Después uno se fue enterando lo que hacía este hombre.
Violín 2x4

Violín 2×4


-¿Y del exterior?
-Sobre todo con Tango Argentino, paseamos mucho. Nos saludó Lady Di, fue al teatro. Tuvimos que hacer clases de protocolo, pero macanuda, muy buena chica. Pobrecita cómo murió. Después vino el emperador de Japón, creo que es el mismo. Se llama AkihIto. Los reyes de España, bueno, de cajón. Después vino Putín a saludarnos. Estuve charlando con Cortázar una vez. Un cachito. En un intervalo lo fui a saludar a la mesa, un tipo muy alto. Medía como dos metros. Muy amable. Charlamos de cosa de la época, era la noche que debutamos en una casa en París que fueron todos los argentinos que eran socios de la casa donde trabajábamos. Leí alguna cosa de él, ahora voy a comprar más.
-¿Aprendió algo de idiomas de tanto viajar?
– Sí, como decía Atahualpa Yupanqui: cada vez me duelen más los dedos de tanto hablar. Mirá lo que nos pasó en Japón. Uno se comunicaba con la familia por teléfono, aunque no era sencillo como ahora que uno marca el número y se comunica. Había que esperar horas, hasta que la telefonista decía: hay una demora de cuatro horas, ya lo vamos a llamar. Y había que esperar. Además llamar de Japón a Buenos Aires era muy caro. En Japón, el número tres se llama san. Y queríamos pedirle que a los 3 minutos corte la comunicación, para que no salga tan caro. Y para cortar nos dijeron que había que decir pum. Todo eso salía 20 dólares. Era mucho. Entonces decíamos: san, pum. Y a los tres minutos cortaban.
Mario, confiesa, se aburre porque ya no tienen amigos. “Todos mis amigos murieron. Cuando era chico pensaba que cuando sea grande ya se iba a conocer el remedio para la muerte. Ya llegará, pero yo lo veré desde el agujero negro”. Le queda el violín, aunque ya no practique tanto porque el esqueleto le canta la edad. “Ahora sigo practicando para defensa propia. Me llaman para dar clases y les digo que no tengo tiempo. En verdad no tengo ganas, con los años uno pierde las ganas de muchas cosas: incluso de aprender más”. Cuando toca en su casa, hace sonar las cuatro cuerdas del violín al ritmo de la música clásica. “El tango lo tengo como recreo y como medio de vida, de alguna manera, porque me ayuda a la jubilación. Pero me gusta mucho el jazz, me volvió loco toda la vida, más que el tango. El tango es un mal necesario. Uno se acostumbra a tocarlo, pero mal es una forma de decir”. Le quedan los colegas, aunque sean de otra generación. “A veces uno cree que no pero la brecha generacional a nivel cultural existe. Si uno quiere hablar con alguien, contarle algo, no se lo voy a contar a mi nieto. El otro violinista del sexteto tiene 3 años menos que yo, Walzack. Toda una vida juntos llevamos”. Y le queda, sobre todo, el reconocimiento: “Ahora el tango es una locura, es un cheque al portador en cualquier país. La palabra tango ya trae gente. Y ver un teatro lleno siempre es lindo. Muchos grandes artistas, incluyendo Gardel o Piazzolla, actuaban para poca gente”.

Tȉtogrād

El sueño de la nación de naciones no sobrevivió a la muerte de su mentor. La que supo ser Yugoslavia del Mariscal Tito en fotorreportaje. Religión, frontera, masacre y futbol.

Ese bus que tenía que hacer con nosotros 230 kilometros. Subimos en Mostar, el pueblo bosnio del anguloso puente sobre el río Neretva. Buscando las costas del Adriático en la ciudad amurallada de Kotor, Montenegro. El trámite nos llevó algo más de seis horas sobre ruedas y ocho nuevos sellos en cada pasaporte.

En la entrada a la ciudad, cincelado en lo alto del principal portal, se lee Tude necemo svoje ne damo (No necesitamos las cosas de otras personas, y no damos las propias), con la pequeña firma de Tito a su lado.

Luego del 4 de mayo 1980, sucedida la muerte del Mariscal Tito en Ljubljana, inmersos en una crisis económica inflacionaria, las agitaciones entre las seis repúblicas que conformaban la República Federativa Socialista de Yugoslavia se acrecentaron. Eslovenia y Croacia se declararon independientes en 1991. Bosnia-Herzegovina y Macedonia, al año siguiente. La resistencia de Serbia, como república central de aquel Estado multinacional, encarnada en la fuerte militarización de los enfrentamientos, llenó de muerte la península balcánica.

Los desencuentros históricos entre las Repúblicas Socialistas fueron solo contenidos por la figura aglutinante de Tito en su proyecto de Yugoslavia como país en la vía al socialismo independiente. Inmerso en plena Guerra Fría, impulsó la estrategia del Movimiento de Países No Alineados para evitar encolumnarse tras cualquiera de los bloques irreconciliables. A la muerte del líder yugoslavo, las diferencias nacionales, económicas y políticas se agudizaron con la inclusión de factores religiosos, profundizando las guerras de independencia en enfrentamientos étnicos. El genocidio bosnio-musulmán con fusilamientos masivos en Srebrenica, ciudad declarada segura por la ONU, se anota como la mayor masacre colectiva en Europa luego de terminada la Segunda Guerra Mundial.

Para inicios de 1996 aquellas guerras habían terminado. La República de Montenegro recién se iba a independizar pacíficamente de Serbia en 2006. Pero los conflictos no dan término. Los territorios de mayoría étnica albanesa que en tiempos yugoslavos fueron la Provincia Autónoma de Kosovo dentro de la República Serbia buscaron su independencia. Un conflicto hoy día irresuelto que tuvo su momento álgido en los bombardeos de fin de milenio de la OTAN sobre Belgrado, capital serbia.

Las marcas de todas las guerras se iluminan aún en cada rostro y en cada muro, igual que los recuerdos de aquella Yugoslavia que llenó de orgullo por la expansión de su política de bienestar interno e independencia externa. En las calles pesa una atmósfera extraña: un olvido que se funde con la melancolía sobre el pasado -que suena contradictorio solo la primera vez que se lo escucha- y con el recuerdo de una guerra salvaje impostergable en la memoria. Las referencia al Mariscal son nulas, las había pero han sido borradas: la capital de Montenegro Titogrado ahora es Pogdorica, la ciudad kosovar de Kosovska Mitrovica supo ser Titova Mitrovica, la única estatua en toda la ex Yugoslavia que lo representa está al lado de su mausoleo, devenido en museo, en las afueras de Belgrado.

Mientras, el recuerdo en la memoria colectiva es fuerte, no se acalla, sin siquiera escaparle a las nimiedades: al entrar a aquel bar futbolero donde miraban los goles de Lanús de la última fecha -dándole a cualquiera un golpe certero de globalización- mientras se levantaban apuestas legales hasta de la serie B nigeriana, el montenegrino Nikola aseguraba con vehemencia que hoy una Yugoslavia unida podría haber armado un equipo para pelearle fuerte a Alemania el Mundial y no haber perdido de local contra Moldavia 5-2 para quedar fuera en las eliminatorias.

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Castillo de Ljubljana, en la homónima ciudad de Eslovenia. / Mostar, Bosnia y Herzegovina.


Cementerio musulmán en Sarajevo,  Bosnia y Herzegovina. / Desde el tranvía en Belgrado, Serbia.

Cementerio musulmán en Sarajevo, Bosnia y Herzegovina. / Desde el tranvía en Belgrado, Serbia.


Mercado de abasto de Pristina, Kosovo/Serbia. / Yugo era la automotriz emblema de Yugoslavia. Belgrado, Serbia.

Mercado de abasto de Pristina, Kosovo/Serbia. / Yugo, la automotriz emblema de Yugoslavia. Belgrado, Serbia.


Sarajevo, Bosnia y Herzegovina. / Playón de juegos. Skopje, Macedonia.

Sarajevo, Bosnia y Herzegovina. / Playón de juegos. Skopje, Macedonia.


Vardar Skopje contra FK Pelister, en las tribunas del superclásico de futbol macedonio. Skopje. / Las cicatrices de guerra. Mostar, Bosnia y Herzegovina.

Vardar Skopje contra FK Pelister, en las tribunas del superclásico de futbol macedonio. Skopje. / Las cicatrices de guerra. Mostar, Bosnia y Herzegovina.


Plaza central de Skopje, Macedonia. / El lago Ohrid es frontera entre Macedonia y Albania.

Plaza central de Skopje, Macedonia. / El lago Ohrid es frontera entre Macedonia y Albania.


El Stari Most -"Puente Viejo"- en Mostar, el Stari Most Bosnia y Herzegovina. / Ohrid, Macedonia.

El Stari Most -«Puente Viejo»- en Mostar, el Stari Most Bosnia y Herzegovina. / Ohrid, Macedonia.


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Balsero en el camino entre Perast y el Islote Sveti Dorde. Mar Adriático, Montenegro. / Poblado bosnio de los Alpes Dináricos a orillas del río Neretva.


La casa de las flores, el mausoleo de Josip Broz Tito. Belgrado, Serbia. / El puente del ojo, construído en 2011. Skopje, Macedonia.

La casa de las flores, el mausoleo de Josip Broz Tito. Belgrado, Serbia. / El puente del ojo, construído en 2011. Skopje, Macedonia.

Península Balcánica, 2014.

Armada

El juicio por el asesinato de Atahualpa Martínez Vinaya se carga con todos los condimentos para el armado de una versión de los hechos. Testigos desconocidos, amigos amenazados, perejiles y encubrimientos. La abogada Verónica Heredia y la madre Julieta Vinaya explican cómo se armó la causa.  
El 15 de junio de 2008 el joven Atahualpa Martínez Vinaya fue encontrado muerto en las afueras de Viedma, con un tiro en la espalda. Las pericias demostraron que fue llevado hasta un descampado desde el centro de la ciudad, más precisamente desde el bar Mi loca donde tomaba una cerveza con un amigo y se lo vio con vida por última vez. La versión del amigo es extraña: se va al baño y cuando vuelve Atahualpa ya no estaba sentado en la mesa; y eso que acababan de pedir una pizza. Los mozos completan que, en ese momento, los dos patovicas del lugar habían ido al baño porque “alguien estaba consumiendo”. Así, nadie lo vio salir del bar ese domingo cerca de las 6 de la mañana.

Atahualpa tenía 19 años, era un joven morocho de metro noventa, ascendencia mapuche-aymara y vivía en el barrio Lavalle de Viedma junto a su madre y sus hermanos. Hacía trabajo social levantando casas y ayudando a los pibes a salir de la calle y los vicios, y proyectaba viajar a Cuba en 2009 para estudiar medicina. Grandote y bonachón, así lo recuerdan todos quienes lo caracterizan.

Sin prontuario ni relaciones que lo involucren, el caso de Atahualpa permaneció inexplicable durante cuatro años hasta que en 2012 una serie de movimientos extraños en la causa determinaron la imputación de tres personas como autores del asesinato pero sin explicaciones sobre el cómo, el dónde y el por qué. Este 23 de octubre se les dará sentencia, mientras la familia desconfía de una causa armada y de las complicidades policiales, judiciales y políticas para encubrir, desviar y cerrar el caso para que no se sepa qué pasó verdaderamente con Atahualpa.

Las amenazas: aislar a la familia

Durante cuatro años, la causa estuvo apuntada a investigar al círculo del asesinado, su familia y amigos. “A uno de los amigos, cada vez que lo veían en la calle, la policía lo subía a un patrullero y se lo llevaba preguntándole si había recordado qué había pasado esa noche”, cuenta Julieta Vinaya, mamá de Atahualpa, tan solo uno de los ejemplos que saltó en las audiencias del juicio. “Y el día que tuvo que declarar, también: lo levantan de la casa y lo llevan al juzgado en pijama”. Julieta se da cuenta, ahora, por qué todos los amigos de Atahualpa se fueron alejando: “Claro, ¿cómo se iban a quedar si estaban todos amenazados?”.

Julieta Vinaya, mamá de Atahualpa.

Julieta Vinaya, mamá de Atahualpa.

Por eso tampoco hubo testigos voluntarios que supieran cómo había salido Atahualpa del boliche: “Si la gente no habla es porque tiene temor, y eso es porque alguna fuerza de miedo estuvo presente”, interpreta.

Acceso ilegal a la causa: la fuga de datos

“En dos ocasiones tanto el gobierno como la policía nos filtraron información que era pescado podrido pero bien direccionada, como si hubieran leído la causa”. Julieta se refiere a la declaración que salió a la luz del ex jefe de la Brigada de Investigaciones Alfredo Sosa, quien trabajó el caso Atahualpa y contó que el policía Hernán Toloy – de la oficina de Análisis Delictual y con acceso a esta información- fugaba información a “gente vinculada al narcotráfico”. Un hombre que aparece en la causa como un fantasma es Leandro Midenberger, detenido en 2013 por tenencia de marihuana y cocaína en cantidades, señalado por el comisario Sosa como la persona a la que se le filtraba información y también por uno de los imputados como el responsable de la coartada. Mildenberger vendría a ser el narco bien posicionado en el entramado político y judicial, y por eso impune. “Estimo que la fuga de información no sólo se dio desde el sector policial, sino también judicial”, declaró el comisario Sosa.

Estas irregularidades motivaron a que la familia reclamara que las fojas de la causa (cerca de 4 mil) se circunscribieran a tan sólo un jefe policial y, a la vez, denunciara al fiscal del caso Ricardo Falca. Finalmente la causa recayó en la abogada Daniela Zagari.

Cambio de fiscal: de la inacción a la coartada

El cambio de fiscal coincide con el recibimiento de Aníbal Fernández, entonces Ministro de Justicia, a Julieta Vinaya, que motivó un cambio abrupto – y llamativo- en la línea de investigación. La fiscal Zagari propuso empezar todo de cero. Retoma entonces la pista de una campera secuestrada durante un operativo en el barrio de Atahualpa, manchada de sangre, sobre la que los peritajes ya se habían hecho en 2008, sin resultados llamativos. “La fiscal decide esta vez cruzar el ADN no con el dueño de la campera sino con uno de sus amigos, y ahí le da positivo”, explica Laura Vinaya, la prima, según la versión de la fiscalía. Así la causa da un vuelco inesperado y directo: la prueba motiva las detenciones de Felipe Carrasco – dueño de la campera-, Carlos Morales Toledo – quien saltó en el ADN- y Belén Fernández Barrientos – pareja de Toledo-, tres personas del barrio Lavalle que Julieta vincula a ventas minoristas de drogas.

¿Por qué la campera? No se sabe. Hallazgo de la fiscal o puntapié para la coartada, lo cierto es que toda la causa tomó impulso a partir de esa prueba que había quedado desestimada desde el 2008 en que se tomaron los ADN, y reflotada cuatro años después, 2012.

Los tres acusados negaron de movida su vinculación con el hecho. Julieta: “Dijeron que se enteraron del caso por televisión, y que no conocían a Atahualpa. Eso es mentira, porque somos todos del mismo barrio”.

Sin embargo los detenidos siguieron apelando a su inocencia y dieron a conocer una carta de puño y letra en la cual denunciaban “un circo armado por la policía”. La carta sugería la teoría de una causa armada donde ellos serían los perejiles. Vinaya: “Decían que la Justicia los obligaba a declararse culpables”.

El imputado Carrasco, particularmente, se encargó de declarar en el juicio: “Pido que toda la familia de Atahualpa Martínez esté en el juicio ya que en esta causa hay manos deshonestas que no quieren que ese sepa la verdad”. Y reiteró que su imputación se debía a “la policía corrupta”.
Verónica Heredia, abogada de derechos humanos que asesoró a la familia, cuenta cómo se comportaron jurídicamente los acusados: “Todos los escritos que van presentando estas personas a través de sus abogados denuncian que durante el allanamiento en el que supuestamente encontraron la campera no estuvieron presentes. Eso es así, y le pregunté a Julieta y es verdad. Los abogados dicen que ese procedimiento es nulo, y es verdad. Si son o no, si tienen algún tipo de responsabilidad, lo cierto es que en el proceso de un estado de derecho no se respetó”.

La familia, en la encrucijada: “Sabemos que estos tipos no son unos santos, pero no tenían ninguna vinculación para matar a Atahualpa. Y nosotros sí tenemos razones para desconfiar de la policía y de la Justicia”, dice Julieta.

Recortar los testigos

Se sucedieron entonces una serie de declaraciones de forma desprolija: desestimaron a testigos de la causa y llamaron a otros que no tenían vinculación directa. Julieta: “Vino una persona que era el amigo del amigo que ni siquiera conocía a Atahualpa. Había personas que citaron que ni siquiera sabían por qué; otras que se equivocaron porque tenían el mismo apellido… Así, de cuarta”. De esta manera transcurren las jornadas de este juicio desdibujado.

Comer o defender, cuestión del abogado

A todo esto, surgió un enemigo impensado: el propio abogado de la familia, Diego Sachetti, quien venía quedando en offside ante las desprolijidades de la causa. “Yo ya estaba muy enojada y cuando falta a una reunión que teníamos pactada, lo voy a buscar y le digo: es importante tu estudio, es importante tu familia, es importante tu facultad, pero evidentemente Atahualpa no está entre tus prioridades. Y me dice: Atahualpa es importante pero no me da de comer. Ahí me terminó de cerrar todo”.

Separación entre causa y juicio

La familia solicitó entonces a la Asociación Gremial de Abogados que se haga cargo de la causa, en especial a Verónica Heredia, abogada de derechos humanos conocida por llevar a la Corte Interamericana el caso de Iván Torres – acaso el primer denunciado por desaparición forzada en 2003-, otros de gatillo fácil y hasta la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas. “En ese momento la causa parecía un caso resuelto: fueron estos tres tipos. Pero para mí no lo era: yo quería que me digan por qué asesinaron a mi hijo. La fiscal me decía: bueno, eso lo vamos a ver en el juicio. Yo pensaba que por ahí era cierto”, dice Julieta.

La abogada Heredia: “El juicio no es para saber qué paso, un juicio oral y publico es para que el Ministerio Público Fiscal pruebe su teoría del caso, pruebe que lo que el dijo que era cierto, es cierto, repasando las pruebas”.

Dejar afuera a la familia: terreno llano para la fiscal

Julieta: “Cuando le llevamos todo el expediente a Verónica, lo lee y me dice que había quedado afuera de la causa en junio del 2013, que ya no era querellante porque el abogado de ese momento tenía que hacer unas presentaciones legales que no hizo y se vencieron los plazos”.

Situación: la madre afuera de la causa que investiga la muerte de su hijo. “Legalmente, quedó acusando la fiscal sin nosotros. Pero lo más loco es que hasta ese momento me seguían llegando las cédulas de notificación como querellante”.

Verónica Heredia cuenta que le bastó leer la imputación de la fiscal para darse cuenta que había algo raro: “Cuando leo la acusación de la fiscal, ya en la primer renglón dice que Atahualpa fue asesinado entre las 4 y las 9 de la mañana con un disparo de un calibre 22 corto o largo por tres personas en calidad de autor. Esto es imposible: que tres personas hagan un disparo y sin saber en qué hora, ni cuándo, ni por qué”.

Julieta: “Verónica me llama y me dice: esto está armado. ¿Cómo que está armado? Sí, en este juicio no se va a saber esto que vos querés, y van a quedar presas estas personas”.

La abogada Heredia menciona sin embargo que quedar afuera de este juicio armado resultó, a la larga, beneficioso: “Antes de convalidar un juicio de estas características con la presencia en esta escena con imputados, jueces y Julieta sentada, directamente mejor no estar presente”. Por eso, este 23 de octubre en que la Justicia dará su veredicto, ellas eligen hacer su propio juicio a las puertas del tribunal para “juzgar a la Justicia”.

Verónica Heredia aplica una lectura que pone este caso particular en su dimensión provincial y sureña sobre cómo se investiga al poder: “El Ministerio Público Fiscal no tiene herramientas para investigar sino es de la mano de la policía. Cualquier investigación empieza y continúa desde la policía. Con lo cual, si hay una sospecha de participación o de encubrimiento de funcionarios policiales, el Ministerio Público Fiscal no lo puede investigar. Y la policía es el ejecutivo, es el poder político. Entonces el poder judicial no puede investigar justamente al poder. Esto se reproduce en la provincia de Rio Negro, de Neuquén, de Santa Cruz, de Buenos Aires: es una lógica propia del estado”.

Pregunten, que dolor sobra

Francisco Núñez fue el sábado 20 al evento #YoYLaYuta de NosDigital, en MU. Punto de encuentro, a contar su historia: a su hermano lo mató la policía y a él le armaron una causa para que su familia se callara y dejara de investigar. Estuvo preso y fue torturado física y psicológicamente. Aún así, se animó a una entrevista abierta con 50 personas. 
Como todavía le duele, cuando se le hizo la entrevista abierta, dejó que su papá, Omar, contestara las preguntas del público. Cuando veía que Omar se olvidaba algo, lo tocaba y se lo recordaba. Todos los invitados ya habían recibido un volante introductorio:
A DIEGO LO MATÓ LA POLICÍA. A SU HERMANO LE ARMÓ UNA CAUSA JUDICIAL PARA CALLAR A LA FAMILIA
 Diego Núñez murió fusilado por Pablo Alberto Carmona el 19 de abril de 2012, un policía de la Federal, en el barrio de Caballito. La versión oficial trató de hacer creer que Carmona le dio un solo tiro. Tenía cinco. Dos en la cabeza, de arriba hacia abajo, de adelante hacia atrás. El cuerpo estuvo desaparecido dos días, porque no usaron el celular de Diego para llamar, ni tampoco le tomaron las huellas.
Cuando su familia empezó a pedir justicia, le armaron una causa judicial por homicidio al hermano de Diego, Francisco. Lo acusaron de querer fugarse, cuando no sabía que tenía orden de detención en su contra. Preso, lo torturaron física y psíquicamente. 
Pese a que la causa de Diego quedó rezagada, Francisco salió en libertad después de un juicio en el que nada se podía probar en su contra.
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Francisco estaba en silencio y tomaba un agua. No estaba incómodo, pero no iba a hablar. Escuchaba atentamente cómo su papá, narraba, para unas 50 personas, en el evento #YoylaYuta, el último sábado, organizado por NosDigital, su terrible historia. Cada vez que su viejo hablaba, el living de Mu Punto de Encuentro permanecía en silencio.
Una entrevista abierta, donde preguntan distintas personas del público que se juntó entre mesas, más que dolorosa.
[pregunta un joven de rulitos]
– Omar, ¿cómo empezó esta historia?
– Diego recibió disparos de arriba hacia abajo que le destrozaron los pulmones y el corazón. Les cuento esto para que lo vean en contraposición con lo que dijo esta persona, Pablo Carmona, este hijo de puta. En la parte de arriba de la cabeza, con la deflagración de  los disparos, se le quemó la cara como si le hubiera salpicado aceite caliente de arriba hacia abajo. Lo tengo filmado, no por morbo, sino porque sabiendo que Diego tenía un Nextel nuevo por su cumpleaños, lo encontramos como NN. Había un ocultamiento bárbaro. Todo lo que nos decían era mentira. La forma como lo encontramos es parte del ocultamiento. El Nextel tenía registro como para que se comunicaran con nosotros. No tuvieron intención de avisarle a nadie. A los chicos se los entierra en bolsas negras. Los gendarmes lo encontraron en cuclillas. Aún así ni el juez ni el fiscal pudieron ver que eso fue una ejecución.
(Aunque así leído vaya rápido, cada una de estas palabras a Omar le cuestan y las dice cansadamente)
Tocamos puertas de la justicia. Nos encontramos con el mismo relato. Los gendarmes nos hablaban de enfrentamiento. “No, pero él tenía un arma”, decían. Se la plantaron en la mano derecha, y Diego es zurdo. Mostramos las fotos. Con todas las pruebas en contra, este hombre ni siquiera tuvo una prisión preventiva.
Empezó el acoso, las preguntas: si éramos cartoneros, matrimonio igualitario, buenos, qué éramos. Nos sentíamos humillados. Inclusive, esto lo digo porque tengo a mi hijo afuera de la cárcel, en el Ministerio de Justicia nos preguntaron qué hacían nuestros vecinos.
Yo necesito justicia por mi hijo, no ser buchón.
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[pregunta un joven de anteojos]
– ¿Qué les preguntaban?
– Todo lo que pasaba en el vecindario. Era una pibita, por eso no le contesté como debía, pero yo no iba a salir a buchonear porque me mataron a un hijo.
La cosa es que empezamos a ir al Ministerio y, en realidad, no solucionábamos nada. Después volví a ir cuando empezó el acoso con Lucía [la mamá de Diego y Francisco]. La intentaron secuestrar dos veces. Venían a llevársela sin mostrar la chapa, sin orden. “No, del juzgado Nro 6”, contestaban, y punto. Tal es así que estuvieron hablando que sí, que no. Me visto, me tiro en la silla [Omar anda en una silla de ruedas] y salgo para afuera. Les pedí toda la documentación, les dije que a la tercera vez que la vinieran a buscar y ella no fuera podían llevársela. “Más vale que andes bien documentada porque si no, donde te enganche la vas a pasar mal, y cuando se nos ocurra vamos a venir con una orden de allanamiento y te vamos a revolver toda la casa”. Está bien, cuando tengas la orden de allanamiento, vení y revolvé toda la casa.
Después volvieron a venir. “Pero venite hasta el coche así puedo apoyar la carpeta”. Como somos recuperadores urbanos, teníamos una pila de unos 15 palets. “Apoyá ahí”, le dije. Le tomamos la patente al Fiat Siena. Cuando se dieron cuenta de que no iba a poder ser, se fueron. Después vinieron una segunda vez con la misma [historia]. Decían que Lucía tenía una causa por usurpación y por estafa. Pero ella cuando perdió el documento y la requirieron desde Nextel, le pidieron la firma y dijeron que Lucía no tenía nada que ver, que no era ella.
“No vayan solos ni a comprar el pan”, les decía a Lucía y Francisco. Él trabajaba en Puerto Madero. Como es una zona de andar en auto y no hay mucha gente caminando, yo le decía que no me gustaba que laburara ahí.  Mis hijos empezaron a reprocharme que estaba paranoico. Después empezaron a preguntar por Francisco, porque había habido un episodio en su vereda. Estefanía, la pareja de Fran, escuchó que pasaba algo y se preocupó por si había alguno de nosotros ahí. Francisco fue a ver qué pasaba, pero no llegó a salir porque la mujer salió al balcón y vio que no teníamos nada que ver. “Fran, dejá, vení”, le gritó. Entonces Franicsco ni salió. La onda en los conventillos es quedarse adentro. Eso lo sabe la Justicia. Vinieron los bomberos, levantaron a la persona. Después vino el SAME, después Prefectura. Francisco, solo por lo que dijo la mujer, estuvo preso un año y tres meses. Con solo eso. Esa fue la prueba en su contra. Entonces vemos mucha injusticia, mucha impunidad.
[pregunta un señor de 60 años]
– Yo quiero volver al hecho de Diego, qué pasó esos días con Diego desaparecido, como NN.
– Yo hace 21 años que estoy en silla de ruedas. Visito regularmente las guardias de hospitales, entonces tengo muchos conocidos. Cuando pasó lo de Diego, les pedí a un par de amigos que nos averiguaran si Diego estaba en algún hospital. Diego no había llegado a las 8 de la mañana y a las 6 él ya solía estar.
[pregunta una señora de 50 años]
– ¿Y los amigos que salieron corriendo avisaron algo?
– Los amigos tenían miedo de avisar. Después empezaron a aflojarse. Después viene una persona y avisa: “Me parece que Diego, cuando salió con los amigos, tuvo un episodio en Caballito. Me parece que lo lastimaron”. Al no encontrarlo en hospitales, preguntamos en comisarías. En la 24, nos dijeron que iban a hacer averiguación de paradero enseguida. Nos pareció raro, porque debiera pasar así, pero no pasa. Los enfermeros personalmente y el sindicato hicieron una red telefónica, empezaron a llamar a los hospitales y no estaba. Nos dijeron que en el Santojanni había una persona herida que había ingresado a la noche. Mi hermano fue, pero no era Diego.
Ahí me di cuenta que lo había matado la Policía. Diego ya había votado, entonces estaba empadronado. La Policía no se había interesado en buscar. Había unas ganas de ocultar, había involucramiento. El 21 a la mañana lo encontramos gracias a que este sargento de la morgue de la Ciudad tuvo la gentileza de fijarse.
A Diego le decían esto no, aquello no. Por ahí me tenía como un padre castrador y por ahí murió diciendo “Tenía razón mi viejo”. Le decía “No matarás”, porque después es muy difícil limpiarse.
Para que no pierda esa virtud de pibe, le reprochaba que no hiciera ciertas cosas. El alma no se limpia con un pañuelo. Lo quería salvar de eso.
Cuando se peleaba con los pibes, siempre ganaba. Cuando los amigos estaban en problemas, “vení Dieguito”. “Dieguito” le decían por esa cuestión: tenía un metro ochenta y noventa kilos. En el fondo él era un pibe muy inocente.
Cuando lo encontramos, la discusión con los gendarmes era que le tenían que hacer el pedido al juez. Cuando lo hacen, le decían Diego Ariel. Como seguramente les faltaba tiempo para seguir ocultando cosas, no lo pudimos retirar a la mañana. El juez a la tarde se volvió a equivocar. Firmó un acta que decía que el cuerpo no se podía cremar y tenía que quedar bien definido dónde se iba a enterrar. Nosotros somos católicos, no lo íbamos a cremar.
“¿Cómo no lo identificaron?”, le preguntamos. “Porque tenía mucha tinta en las manos”. Nunca tuvo, ni mucha ni poca. Nunca tuvo tinta. Hoy con la tecnología, y estando empadronado, hubiera dado quién era. Todo eso decía que seguían ocultando. Después, con esa discusión, fuimos a la morgue. Llevamos una cámara. Lo filmamos. Casi nos meten presos por filmar. “No, acá no se puede filmar”. Ya habíamos filmado. Después, otro apriete. La casa velatoria nos decía que lo teníamos que velar a cajón cerrado.
“¿Encontraron una enfermedad gravísima? ¿Tuberculosis? Te voy a explicar. Nosotros consideramos que un cuerpo congelado aguanta suficiente para velarlo a cajón abierto”, le dije. El juez me importaba tres carajos. Lo sacamos de la bolsa negra, le compramos y pagamos la mortaja. Hicimos el velorio.
[pregunta un joven de 25]
– ¿Cuándo fue la primera vez que vieron el cuerpo?
– En la morgue, porque abrieron la bolsa de plástico en la que estaba y me lo mostraron. Diego no tenía ninguna mancha de tinta en las manos.
Después todo el tema de la autopsia, pareciera que la hubieran hecho con un cuchillo sierrita, porque estaba todo rasgado, como si lo hiciera alguien macabro.
El 22 de abril, día de mi cumpleaños, tuvimos el entierro de Diego [llora]. El mes de abril es el de más cumpleaños de la familia…
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Seguimos, se involucran organizaciones sociales: el bachillerato La Pulpería, donde asistía Diego. Dentro de las discusiones que teníamos, lo primero que discutimos es que decía que yo iba a trabajar con la política. Así como me ven, a Néstor Kirchner le llevé una carta a la Casa Rosada porque creía en construir el país de la forma más pacífica posible. Entonces le decía a las organizaciones que para darle visibilidad al caso, se tenía que ver desde el sentimiento familiar y desde la política. Para que no pasaran otros casos y darle algo positivo. Para que empecemos a cambiar la realidad, porque hay una… Por más que digamos que somos todos iguales, la realidad dice que hay mucha desigualdad en los barrios. Los pibes sufren mucho maltrato por el solo hecho de ser pibes, ser rebeldes. Todo eso lo puse sobre la mesa. Trabajamos en busca de la verdad y la justicia para encontrar algo positivo.
Lo que costó mucho fue la discusión sobre el tema de que lo nuestro trasciende a la bandería y el partidismo. Es trascendental para nosotros. A partir de ahí, lucha, lucha, lucha. El primer mes, fuimos un montón de organizaciones y nos juntamos en la Corte Suprema pidiendo que se derogara la absolución.
[Levanta el vaso de agua, que tiembla poco] Yo estoy nervioso en este momento, pero tomo agua tranquilo. El abogado de Carmona temblaba. [Agita el vaso] Llegaba un momento en que agarraba el vaso con dos manos. Fue la primera vez que vi un testigo falso. Logramos la no absolución de este tipo [Pablo Carmona]. La investigación iba para largo.
Cuando Francisco es detenido, hicieron la reconstrucción del hecho. Nosotros de nuevo andamos como pelotudos de aquí para allá. El juez no vio otra cosa: ¿Por qué la justicia tenía tanto interés en que a Francisco le pasara algo? El sufrimiento, cosa que nosotros anduviéramos preocupados por él. Un miércoles, le dije a Francisco que no se le ocurriera levantar el resguardo físico. Se lo decía en Lavalle y Talcahuano [Servicio Penitenciario Federal]. Ya sabíamos que nos iban a acusar, pero no pensaba en esto. Lo llevaron, lo empezaron a drogar. “¿Sos boludo? Te dije que no levantaras el resguardo físico”, le dije.
[pregunta un joven bien alto]
– ¿El resguardo físico qué implica?
– Nosotros no estábamos ni enterados de la causa. El resguardo físico es eso. Ante el recurso de amparo, la policía, la justicia no le podía hacer nada por más que fuera un magnicida, que así lo trataban. Entonces, cuando me encuentro con él… Habíamos ido a Devoto. Resulta que no estaba en Devoto, estaba en Ezeiza. Cuando llegamos a Ezeiza encontramos a una persona totalmente golpeada, totalmente ultrajada, totalmente drogada.
No podés dar un diagnóstico psiquiátrico o psicológico si no la conocés no drogada. El psiquiatra dijo que Francisco llegó ahí con una angustia leve. Francisco tenía dos marcas [se señala el cuello] de incitación al suicidio. Tenía puñaladas en los brazos. Tenía acá [se señala la nuca] picana. Conozco las marcas que dejan las picanas. Lo pinchaban con un palo para que subiera y bajara escaleras. Lo estaban picaneando. Estaba todo golpeado. No nos conocía. Decía: “yo no tengo familia”. No quería estar con nosotros porque no nos conocía. En esos primeros 5 días hubo un par de noches que durmió en un patio. Él dice que eran policías los que lo torturaban físicamente. No hubo apremios ilegales, hubo torturas. No un cachetazo… Durante cinco días y cinco noches, [si hacés eso] estás torturando. El juez no vio por qué hubo tanto empecinamiento de la policía en que le pasara algo. Él decía que era Robledo Puch. “Discúlpenme que tuve problemas con 9 mujeres”. Francisco no sabía quién carajo era Robledo Puch. Yo creo que muy pocos acá saben quién es Robledo Puch. [Es un asesino serial, la persona imputada con más delitos graves en la historia de Argentina]
Ahí conoció a un pibe, [José Luis] Orellana, que estaba pronto a salir, pero hicieron que se ahorcara. Felizmente íbamos todos los días a pelear que no lo drogaran. Por eso Francisco pudo ir, descolgarlo y reanimarlo. El pibe revive. Estaba inconsciente. Francisco también fue inconsciente. Si el pibe llegaba a estar muerto, olvídate. [Lo hubieran incriminado a Francisco]
Le volvió a pasar lo mismo en Marcos Paz, pero otro pibe se ahorcó y murió.
Diego también estaba de joda frente de casa y cuando se prendió fuego el banco de Alte. Brown y Suárez, rompieron la ventana y entraron. Al único sobreviviente de la familia lo rescató Diego. Los pibes querían sacar más gente y la policía y los bomberos no los dejaron. Con gorra o sin gorra, drogados o no, los pibes eso fueron los que los sacaron. Esos.
[pregunta una joven de 20 años]
– ¿Cómo fue que salió Francisco?
– Sale absuelto.
[Le pide a Lucía, su mujer, el papel que lo acredita y lo lee]
YoYLaYutaCaC-076
[pregunta un joven que toma un café con leche]
– ¿La causa de Diego terminó?
– No.
– ¿No hubo fallo?
– No. Ni siquiera con todas las pruebas en su contra. En la reconstrucciónd el hecho, Diego anteponía su brazo izquierdo en forma de defensa. Y tenía roturas en la ropa y lastimaduras en la piel por los disparos en corta distancia.
[pregunta un joven de barba roja]
– ¿Cómo recordás, Francisco, esos días en la cárcel?
– [Habla Francisco por primera vez] Es bastante difícil acordarse. Es triste.
– ¿Y la situación en que vos estabas dopado, recordás algo?
– Algo. No mucho. Estuve muchos días sin saber quién era y sin poder caminar, por los golpes.
 
Le agradecemos a Francisco, invitamos a los lectores a que repliquen la historia y la Familia Núñez se pone a hablar con un integrante de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
Aplausos. 

Generación Arruga

Nos quieren sacar a Luciano Arruga para tapar los más de 4 mil casos de gatillo fácil desde que volvió la democracia, como si invisibilizándolos taparan también la pobreza.
Luciano fue depositado en un barrio pobre, carente de todos sus derechos, fue instigado a robar y fue torturado por pobre.
Su familia lo tuvo que buscar cinco años y ocho meses porque es pobre.
Como a Luciano, a Kiki Lezcano y Ezequiel Blanco los tuvieron desaparecidos durante meses porque eran pobres.
Habían sido perseguidos por policías por ser pobres.
Kiki había sido introducido en las peores drogas, que llegan a los barrios pobres.
Fueron encontrados muertos, como NN en Chacarita, como Luciano, habían sido asesinados por policías por ser pobres.
David Vivas y Javier Alarcón fueron asesinados por un subcomisario. Habían discutido y el subcomisario decidió resolverlo a los tiros. Los diarios hablaron de “delincuentes pirañas”. Pueden mentir así porque sus víctimas son pobres.
A Diego Núñez lo fusiló un policía. A su hermano Francisco lo metieron preso durante un año y tres meses, lo torturaron, lo drogaron y lo absolvieron. No tenía nada que ver con el homicidio por el que cayó. Lo pueden hacer porque son pobres.
A Braian Hernández lo mató el policía que manejaba las drogas en el barrio. Al testigo clave lo mandaron a matar el día después de que declarara. Sus familias siguen amenazadas, por ser pobres.
Los cuatro mil pibes pobres asesinados por la policía merecen la verdad y la justicia. Toda la generación de pibes pobres merece el derecho a vivir con dignidad.

Your ego is not your amigo

Parapipou presentó su nuevo disco «Arma de Construcción Masiva» en un Niceto colmado. Pero no se comen la del rockstar. Apuestan a la autogestión colectiva – desde un ciclo hasta una casa – y a crear puentes con otras bandas. Son doce músicos que laburan arriba y abajo del escenario: «Parapipou no es ir a tocar: es una pyme». 
Esto no tiene nada que ver con una entrevista recortada en un determinado período de tiempo. Desde mayo a hoy compartimos con Parapipou una merienda, una charla en su casala – mitad sala de ensayo y oficina, mitad casa de dos de sus integrantes – la presentación de su disco en Niceto, algo así como cuatro martes de madrugada en Makena y varias charlas por whatsapp y redes sociales. En cada uno de esos momentos, estaban haciendo –o planeando hacer- algo. Siempre, activando.
Parapipou es movimiento organizado.
*

“Al ser tantos, si no nos organizamos, habríamos perdido hace rato. Por suerte, llegó un momento en que dijimos Parapipou no es ir a tocar: es una pyme. En el buen sentido, hay muchos flancos por atacar también si querés tratar de resonar más fuerte. Sin descuidar lo musical, la difusión es clave. Acá nadie está obligado a hacer nada, pero todos tenemos la presión, que esto resulte depende de nosotros”.

Imagen: NosDigital

Imagen: NosDigital


A mitad de octubre, una noche en la Ciudad de La Plata, con vaso en mano, un pibe dice: “¿Sabés cómo conocí a Parapipou? Me dieron un CD en el bondi”. Todos en esta ronda de cerveza tenemos un disco de ellos en nuestras casas. A cada uno a la salida de algún recital –o en un colectivo– nos regalaron un sobre blanco con un compilado de sus canciones dentro.
Otra noche, un martes de madrugada, Parapipou acaba de terminar su show. La semana pesa pero la gente no se va. Leandro Darqui deja su guitarra en el camarín, baja las escaleras, un pibe le dice lo bien que la pasó, Leandro estira la mano y mientras le agradece le da uno de los discos preparados para difusión. No tiene puesto el traje de rockstar, aunque los aplausos en el bar de Palermo retumban, tiene puesta la camiseta de Parapipou: hace minutos en el escenario, ahora en su rol del equipo de difusión.
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De colores


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Parapipou es una banda, claro. Y también son una banda: doce músicos que encastran intensiones musicales, pasos de baile y sonrisas al por mayor. En los márgenes del escenario se expanden entre el público y muchas otras personas que forman parte de la familia y aportan desde sus lugares –sonido, fotos, prensa, video, managment– a que las cosas caminen. Como familia, Parapipou tiene su casa que hoy huele a queso. Alguien está haciendo chipá para convidarle al mate. Estamos en el primer fin de semana de septiembre, a media tarde, en el barrio de Caballito. La situación es algo así: vereda, puerta –timbre, toc toc– una primera habitación, la cocina –dueña de la merienda– más atrás un patio, y a la izquierda… un ¡QUILOMBO! Acá nos tenemos que detener. La familia Parapipou completa está construyendo una sala de ensayo. Si el imaginario de mánager nos lleva a alguien de traje, dos celulares y una superhiperfinita notebook, nada tiene que ver con lo que está sucediendo. Acá el mánager labura con los músicos, está en cuero tirado en el piso con una remera anudada a la cabeza soldando algo. El próximo cuarto es una oficina. Más allá hay habitaciones, dos de los chicos viven en la casala que existe desde los primeros días de julio. Se avecina la hora de la cena, los que no están laburando en la construcción se dividen: ¿quién está en el equipo compras y quién en el de entrevista?, preguntan. Con lista en mano algunos se van al supermercado. El resto renovamos el mate.
Los tambores

Los tambores

– ¿Por qué tener un lugar propio?

 – Lo necesitás, sin querer queriendo. Empezás a tener más cosas en común con la sala de ensayo para ir a tocar nada más. Te empezás a reunir, a organizar de a poco: tenemos que arreglar esto, hacer lo otro.

– Es nuevo también, no sabíamos cómo era llevar adelante un lugar entero, también es una casa, es una cocina. Somos muy organizados y muy estructurados. Acá se deja todo.

– Desde que se mudaron, ¿qué dejaron acá?

– Muchas horas. Mucho orgullo personal y de mis compañeros, que es casi personal. Con un compañero estamos haciendo una pared por primera vez en nuestras vidas y nos la estamos ingeniando juntos. Estamos haciendo cosas que nunca se nos hubiesen ocurrido, organizándonos de una manera re piola. Están pasando cosas muy lindas.

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Santiago sube en calzones. Lleva zapatillas botitas y un bóxer rojo y con corazones. En una fiesta en la que después va a tocar Ricky Maravilla. Es sábado de madrugada del frío mes de mayo en un escenario en Palermo. Achina los ojos, muestra los dientes y baila. Abajo del escenario la gente es tan fan de él como de la banda. Se lleva los aplausos cuando termina el primer tema, todavía no sabemos bien qué hace, por ahora baila. Cuando los acordes de la segunda canción suenan, Mauro Delbon sube a escena: es el cantante de Parapipou. Con una remera puesta que dice “Your ego is not your amigo”, toma el micrófono que había cedido a un invitado y empieza el show. El pibe de calzones –Santiago Canda– agarra una armónica y la hace vibrar, tanto como sus piernas que ahora saltan desaforadas.
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La banda se caracteriza por fusionar estilos que mueven el cuerpo. Ska, rock, reggae y funk se entremezclan en sus canciones. En 2008 lanzaron su primer demo “Primérepe” y tres años después “Virus Planetario”, su primer disco de estudio. Niceto es el lugar elegido para la presentación de su segundo y flamante trabajo discográfico: “Arma de construcción masiva”. Desde el primer piso el lugar se ve colmado. Uno tras otro los temas se bailan abajo y arriba del escenario. La noche desfila entre múltiples invitados. Varios meses después, en otro show y con la misma situación del micrófono compartido, Mauro dice: “Algo lindo que nos pasó en la música es tener amigos que nos acompañan”.

En Niceto

En Niceto


Parapipou construye tejiendo redes que conectan. Esa premisa los llevó a crear “La Ciclola”, un ciclo que sucede martes por medio en Makena con entrada gratuita ¿Para quiénes? “Para otros como uno”, dicen.

“Faltan lugares a los que todas las bandas puedan acceder. O quizás falta motivación. Decís: esta banda suena re bien o tienen temas buenos y no están tocando en ningún lugar, no se mueven, sacan un disco y no lo difunden. Está bueno crear un lugar donde nos podamos conocer, donde nosotros podamos contagiar de todo lo que hacemos y que sea un punto de encuentro. Que te encuentres con dos bandas más que van a tocar, compartís camarín, intercambiás disco, sabés que existe el otro. Un lugar que sea punto de encuentro de bandas que están en la misma que nosotros y el público está buenísimo”.

Parapipou

Parapipou


Con el espíritu de seguir abriendo espacios, los mismos pibes que cuando llegás a La Ciclola están limpiando las mesas del camarín para que las bandas estén cómodas o armando el escenario, crearon también el Festival ATP (Apto para Todo Público) que tuvo su primer encuentro en Uniclub y está destinado a que pibes desde los 7 años puedan ver el show. Y siguen sumando: el 1ro de noviembre van a participar junto a Alasdies de la primera fecha de “La unión hace la fiesta”, en Niceto.
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Parapipou se escucha con auriculares compartidos.