Por La chica que corre el bondi.
Para leer esta crónica, usted debe, indefectiblemente, sacarse el reloj. El tiempo físico, tal como usted lo conoce, aquí no existe.
I
En la esquina de Avenida Libertador al 4100, un hombre espera. Está parado en la vereda del sol, tiene la campera abierta. Lo separa del otro tiempo un enorme arco semicircular tras el taxi que frena, como muchos otros, matemáticamente en la puerta.
Mira su reloj por última vez antes de quitarlo de su muñeca, son las 11.32 de un sábado en la vereda del sol frente al Hipódromo de Palermo.
II
Pasa la puerta. Camina hacía el puesto donde espera la revista que anticipa las carreras de la jornada. A cambio de $15, el valor de la publicación, entra en la lógica del lugar. Saca una birome de la mochila, la coloca en el bolsillo derecho trasero del jean. Abre la revista en la página cuatro, la enrolla y mete, con precisión, en el bolsillo que quedó libre. Las armas necesarias están listas. Adelante, resguardada, en la pierna derecha, la billetera espera.
III
Como si mañana, el mundo no amaneciera.
Como si mañana, en realidad, sea una concepción del tiempo inexistente.
Como si la concepción del tiempo, fuese solamente lo inmediato.
Como si lo inmediato, sea el mundo entero.
Como si el mundo entero, sea la finitud del ahora y lo más infinito que se conoce.
Como si mañana el mundo no amaneciera, se lee a gritos en sus ojos que chispean cuando observa las tendencias en la revista y, con la birome como fósforo, terminan de incendiarse cuando anota sus propias predicciones.
La fórmula del éxito cabe, en ese preciso instante, en un tubito de tinta azul: no necesita renovar esperanzas con un nuevo sol.
IV
La pista con su forma soberana del espacio se apropia de todo.
El tiempo le sigue la huella: no existe más que en modo circular.
Un eterno loopeado que gira, sin ninguna otra lógica que ese movimiento.
V
El hombre entra en la tribuna pública, tras pasar por la puerta del banco y tres cajeros automáticos. La arena de la pista parece húmeda. Continúa con marcha que propone el tránsito. Lee en su revista los nombres de los caballos que desvirgan la jornada. Las piernas caminan al compás de los otros pares de pies que siguen la doctrina.
Llega a los corrales, tras bordear la arena y obviar cinco puestos de apuestas. No es el momento.
Ocho caballos, con brillosas cabelleras, patas firmes y pechos anchos, lo miran. Él mira las estadísticas en su mano. Garabatea con la lapicera algunos pálpitos. Pasa su mano derecha por el jean, ahí está esperando la billetera.
Otro hombre, como casi todos los presentes, casi todos hombres, entra a los corrales con un pilón de remeras. Las reparte a cada uno de los que están parados junto a los caballos. Se visten sin soltar las riendas. Levantan la mirada, se mueven: es momento del próximo paso.
VI
Del corral una pequeña pista –circular, claro- se desprende a la derecha. El malón se moviliza y apoya los codos sobre las vallas de madera que dividen el espacio. Los caballos caminan, junto a los hombres de remeras idénticas. Las lapiceras se apresuran sobre el papel. Los ojos oscilan entre las hojas y el polvo que se levanta cuando con las patas golpean la tierra. Suena una campana. Es hora.
VII
El piso se inclina. Un imán sacude los cuerpos hacia los puestos que reciben los pálpitos y los billetes. De $3 a $50mil entran por las ventanillas. Todos, no importa cuanto sea lo entregado, se llevan un papel cuadrado, blanco, chiquito que atestigua la corazonada. Los caballos llevan encima a sus jockeys: chiquitos, con cascos, pantalones blancos y antiparras. Están preparados. Esperan en la línea de largada.
VIII
Las pantallas muestran el ranking de apuestas. La chicharra que marca el comienzo de los mil metros de presentimientos suena en forma de estruendo. Un tono agudo sale de los parlantes y relata compulsivamente cada paso. La corriente entera está en la tribuna, en el costado izquierdo, frente a la arena. Los brazos se convulsionan y sacuden las gargantas que terminan las arengas en: Dale viejo nomá’. La conmoción hace vibrar los escalones. Tiembla el tono agudo que anuncia al ganador. Los papeles cuadrados, blancos, chiquitos, perciben dos destinos: los puestos de apuestas que ahora sirven para cobrar o el piso bajo las suelas que los lastiman.
IX
Se corre los lentes negros que lo protegían del sol, hace foco en su propia corazonada transformada en papel. Camina a buscar los billetes que abultan su bolsillo derecho. Moja el dedo derecho, cuenta minuciosamente el dinero. Saca la revista, sonríe a sus garabatos, el éxito en un tubito de tinta azul piensa, lee los nombres de los caballos que se desplazan hacia los corrales.
X
Todo vuelve a comenzar.
Archivo por meses: septiembre 2014
¿Cómo hacer tu propia escuela?
Guía práctica para que cada vecino y vecina, de 0 a 150 años, pueda hacer su propia escuela pública en caso de que, una vez más, el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires falle en la generación y en la distribución de vacantes on-line para el ciclo lectivo de 2015.
La Guía se presenta en la misma semana en que se lanzó la nueva inscripción, que podrá hacerse por internet o llamando al 147, un call center del Gobierno de la Ciudad.
Para no aportar más confusión a un sistema ya confuso que en algunos casos pareciera confundir de forma adrede aparece:
(*) En imprenta, el caso de la escuela Carlos Fuentealba, en el distrito quinto de la Ciudad, para que lo puedas hacer en tu casa.
(**) En cursiva, datos, comentarios, acotaciones, curiosidades importantes, curiosidades poco importantes.
1- El lunes 3 de febrero de 2014, el ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Esteban Bullrich, anunció formalmente que entre 7000 y 9000 chicos –en una cifra que él mismo explicó que podía variar- se quedarían sin vacantes para acceder, en ese ciclo lectivo, a la escuela pública. “Los errores que hemos cometidos llevaron a que cuatro mil familias fueran desplazadas”, arrancó su discurso, en el que intentaba explicar que el error había estado en el “acceso directo” al sistema de inscripción online de vacantes que se estaba estrenando en este año.
En realidad, el conflicto no arranca ahí. 2014 no fue el primer año en el que faltaron vacantes. Tampoco fueron entre 7000 y 9000 chicos los que se quedaron sin vacantes –el número se elevaba por encima de los 11000 casos-. Pero en los distritos de la zona sur de la Ciudad, en especial en el distrito quinto -Parque Patricios, Barracas-, los problemas de vacantes habían arrancado hace años, aunque el sistema on-line, el volumen de chicos y de chicas sin escuelas de este caso y la mediatización del problema volvían todo más evidente esta vez.
2- El anuncio de Bullrich no se dio en cualquier momento. En febrero de 2014, todavía no se habían cerrado las paritarias docentes a nivel nacional –sí en algunas jurisdicciones- por lo que el ambiente se encontraba caldeado y, por lo tanto, en estado de organización y de participación. La falta de vacantes se volvió un motivo más para la movilización y para la planificación de una acción directa: si el Ministerio no resolvía el conflicto de las vacantes, resolverlo generando nuevas escuelas a través de la toma de terrenos ociosos del Gobierno de la Ciudad para volverlos escuela. Desde la Asamblea de Maestros de Distrito Quinto, acompañada por distintas organizaciones, surgió la idea de tomar un edificio ubicado en la calle Monteagudo al 351, que hacía años funcionaba como un proyecto abandonado de escuela.
Como parte de uno de los principales proyectos urbanos de la gestión PRO en la Ciudad, que consiste en transformar el barrio de Parque Patricios –hasta zonas de Barracas- en un polo tecnológico-industrial-comercial (que incluyó hasta la posibilidad de un nuevo Puerto Madero en donde hoy funcionan las instalaciones de El Borda y el Moyano), se planificó la construcción de un Banco Ciudad en la zona. Por estatuto, cada vez que se planifica este banco tiene que planificarse, con él, la escolaridad pública de los hijos de los empleados. Como parte de ese plan, el Ministerio de Educación planificaba la apertura de la primera escuela bilingüe argentino-china. Eso se decía, pero la escuela ni siquiera entraba en obra.
3- El 25 de febrero, hay una movilización de la Asamblea de Docentes del Distrito Quinto hacia una exescuela en Manuel García 370, abandonada. Ese día, se considera seriamente tomar la escuela de Monteagudo al 351. Ese día, también, se define en debate general que la escuela se llamara Carlos Fuentealba, para reivindicar al maestro asesinado el 4 de abril de 2007. Por la tarde, el Gobierno de la Ciudad publica en un boletín informativo de su página web que la escuela argentino-china entra en obras y que se inaugurarán algunas salas.
De ninguna manera, esas salas de esa escuela podrían suplir la falta de vacantes, vinculadas ya abierta y mediáticamente no con problemas del sistema on-line sino con la falta de infraestructura, que incluía aulas, en otras escuelas, en otros distritos, separadas con biombos. Los terrenos ociosos del Gobierno de la Ciudad son muchos. La idea de tomar uno y volver escuela continúa, a pesar del anuncio. Ya se sabía del edificio que quedaba en Manuel García al 370, que había sido una escuela hasta 2009, que luego había cerrado, que tenía 21 dueños, entre otros el Estado, que estaba abandonado.
4- El 26 de febrero, se decide tomar el edificio de Manuel García 370. Dentro, había una persona vestida con el uniforme de una empresa de seguridad privada –nunca se supo quién de los 21 dueños lo había contratado- y un cuarto con cámaras de seguridad. Pacíficamente, se lo invitó a retirarse del lugar y, pacíficamente, aceptó hacerlo. La Asamblea de Docentes del Distrito Quinto no tenía, como el resto del movimiento docente, experiencias recientes en tomas de terrenos para volver escuelas. Sí había casos semejantes en otros distritos, con tomas de terrenos para otro tipo de usos. Con la toma realizada, se le solicita al Ministerio de Educación una audiencia.
El personal de seguridad privada sigue yendo al edificio y se sienta fuera. Aparecen patrulleros, pero al ser una propiedad abandonada, no hay demasiado movimiento para expulsarlos. Evidentemente, el abandono del Estado a la zona es tan alto que, ni siquiera, hay desesperación por la toma. Sin embargo, la Asamblea no abandona ni sus discusiones internas, ni su ritmo de construcción transformadora.
5- El Ministerio no responde a la solicitud de una audiencia. Sin la audiencia, no hay posibilidad de poner en marcha la formación de la escuela. Por eso, se toma otra decisión: tomar un terreno ocioso que sí le importe al Gobierno de la Ciudad. Nuevamente con la consigna “Acá tiene que funcionar una escuela”, se toma un edificio ubicado en la avenida Jujuy y la calle Estados Unidos. Esta vez, sí importa: aparecen desde patrulleros hasta funcionarios que negocian la liberación de esta nueva toma a cambio de una audiencia para poner en funcionamiento la escuela de Manuel García.
La toma del edificio de Jujuy y Estados Unidos no fue una casualidad. Alguien tenía el dato de que de allí saldría un proyecto inmobiliario. Era un terreno cedido de parte del Gobierno Nacional al Gobierno de la Ciudad. Fue un método de presión para generar una reunión con un Estado que, naturalmente, y nunca hay que perderlo de vista, juega a la lógica del abandono.
6- El edificio de Jujuy y Estados Unidos se abandona pacíficamente. Se concreta una reunión con el subsecretario de Gestión Económica y Financiera, Carlos Javier Regazzoni. El funcionario admite la predisposición del Gobierno de la Ciudad para comenzar con el plan para volver escuela la propiedad de Manuel García. Con un pero: como se trata de una propiedad ocupada “ilegalmente”, hasta que no exista la ley que expropie el terreno para volverlo escuela, Regazzoni niega su campo de acción, diciendo que él no va a hacer nada en ese marco de “ilegalidad”. Por esa misma razón, no va a visitarla.
La conformación de una escuela requiere, primero, del terreno. Eso se consigue a través de un proyecto de ley de expropiación que, en este caso, debe tratarse en la Legislatura (primero, en la Comisión de Educación); con la ley firmada, se debe elaborar un proyecto arquitectónico para acondicionar el edificio; con el proyecto, debe llamarse a licitación a quien se haga cargo de la obra; con la licitación acordada, empiezan las obras; con las obras, aparece la creación de la escuela, que contempla desde la lista docente a cargo hasta la apertura de vacantes.
7- La Asamblea se ve obligada a dos acciones políticas. La primera es no deshabitar el edificio de Manuel García y hacerlo funcionar activamente: por eso, se realizan festivales, hay talleres y eventos culturales; además de mantener una vigilia constante. La segunda es conseguir legisladores que lleven el tema de la expropiación a la Legislatura. Activamente, salvo el PRO, en ese tiempo, se acercan a la toma militantes que van desde el Partido Obrero, pasando por La Cámpora, llegando hasta Franja Morada. Finalmente, las legisladoras Lorena Pokoik, del Frente para la Victoria, y Victoria Morales Gorleri, del PRO, presentan el proyecto que el 3 de abril se vota. Así, se aprueba la expropiación del terreno.
La legislación no implicaba el inicio de la construcción de la escuela. Aunque, tal como explicamos en esta misma guía, era uno de los pasos, el resto no sale como dominó. Necesita de empuje, de entender que lejos está de funcionar esta República como dicen que debieran funcionar las repúblicas y que no porque lo dicte una ley va a avanzar. De la ley al acto hay un abismo.
8- La Asamblea, con sus representantes, siguió avanzando. Volvió al punto 6 y mantuvo, nuevamente, una reunión con Regazzoni, quien ya tenía lo que quería: la ley y el terreno expropiado. El funcionario admite que hay un problema: el presupuesto para infraestructura en educación ya está ejecutado y ya está utilizado. La Asamblea entiende que patearlo a 2015 abre la chance de la dilación, en un Estado que, de por sí, ya no pude asegurar ni las vacantes de un sistema on-line que tenía planificado. Presiona a Regazzoni para que salga y el funcionario se compromete a revisar si no ha quedado presupuesto de otras obras no ejecutadas. Aún así, mostrando voluntad política, Regazzoni visita la escuela.
La Asamblea, con las Organizaciones, sabe hacia adentro que quiere terminar la Toma porque no es la finalidad política hacerse cargo de la escuela: la propuesta es volverla una escuela pública, del Estado, no un emprendimiento ni cooperativo ni privado. Por eso, le proponen a Regazzoni que de las obras se haga cargo una cooperativa de trabajadores, pero al Estado no le cierra esa idea. Para avanzar, la Asamblea también propone ya definir la planta docente (conocida por las siglas POF), pero al Estado tampoco le cierra esa idea.
9- Regazzoni asegura que se encontró un hueco en el presupuesto para arrancar las obras en 2014. No se terminarán en este año, pero se seguirán en 2015, para que esté habilitada en marzo o en abril. La Asamblea del Distrito Quinto, con los vecinos de la zona, define que será un jardín de infantes. Entra en licitación la obra y una empresa gana el concurso.
Con la licitación resuelta, con la ley, todo indica que ya todo está en marcha y terminado. La Asamblea, de todas formas, sigue con la misma política: mantener la Toma y la presión hasta que la escuela entre en obras y se inaugure.
10- Desde el Gobierno de la Ciudad se promete que la semana que viene, arrancarán las obras para acondicionar la escuela Carlos Fuentealba. Las promesas no son el fuerte de este gobierno, por eso la presión continúa. Más de seis meses pasaron del momento en que se sancionó la ley de expropiación, pero todavía todo demora.
La Toma continúa. La espera también.
La Toma continúa. La espera también.
Ojalá haya más tomas: hágalo usted mismo.
Ojalá haya más tomas: hágalo usted mismo.
Ponete la nariz y sacate la careta
Una vuelta en calesita con el payaso Nano Gándara: humor combativo, autogestión y resistencia.
“¡Callate payaso! ¡Payaso mediático!”, le decía Fabri a Pagani, e instauraba uno de los más mentados agravios de la TV por cable. Sin embargo, para algunos, lo único ofensivo de esa frase es lo de mediático. Como para Daniel Gándara, por ejemplo, que dice convertirse en Súper Sayayín cuando es el Payaso Nano. Claro, porque él es payaso, de oficio, y es un tipo de verdad, casi serio, que se interesa y se hace payaso por cosas que ninguno se atrevería a decir que son una payasada.
Digamos que Daniel se desayuna un payaso todos los días de su vida para lograr su superestado de Nano. Y tiene un gran respeto por todas sus superformas. De hecho, se niega a ser fotografiado solo con la nariz. “No, discúlpenme, preciso de todo el vestuario, o mínimamente de la peluca”. No es que sea algún berretín de estrella, ni mucho menos. Pero, parece que la nariz es un tema groso. Sola, no va. El vestuario en general es todo un tema: cada payaso tiene su historia y su cuento armado alrededor de él. Una identidad. Nano dice que se viste con un saco de señora que le queda pintado, abajo de eso una blusa a cuadros, con dobléces, de piba también, que le agarra los hombros haciendo unos voladitos divinos. Y después un pantalón adidas, también de mina, con las tres tiras en un fuxia furia. Y los zapatos que, bueno, son de payaso. “Hay que encontrar la armonía dentro de la cosa loca. Pero sin todo eso, prefiero no mostrarme”, insiste. La historia de la peluca que usa lo fundó como persona y artista: la encontró en la Sala Alberdi, mientras resistía el desalojo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a manos de la Policía Metropolitana. “Es una peluca súper criticable, de tan vieja ya se le formaron rastas, pero para mí significa mucho”.
Nano cuida las palabras, no dice disfraz, dice de vestuario. Es que los payasos, a diferencia de los clowns, no representan ninguna escena, al contrario, presentan, asumen el espacio y el público que les toca. Son parte de la realidad. “El clown no es payaso: esto debería ser de conocimiento público”, propone. “El Clown es una técnica de actuación, representa un espacio otro. El payaso no, está en la plaza, en el circo, en donde sea, es de presentación, se hace cargo del espacio. En definitiva, es un comediante.” Hay también una gran diferencia moral: “El clown todo el tiempo pierde la dignidad, divierte su fracaso; el payaso nunca pierde la dignidad porque nunca la tuvo”.
Daniel hace más de tres años que vive de la autogestión. “Decidí ponerme la nariz y sacarme la careta.” Prefiere gastar su tiempo en las cosas que a él le interesan social y artísticamente. “Muchos toman la decisión de vivir del arte y empiezan a ir a todos los castings habidos y por haber. Prefiero autogestionarme, tener otras libertades, tomar decisiones. Mientras estoy haciendo un casting puedo hacer algo mío, y en realidad lo que ellos buscan es una jeta que les cierre para un plano. Mi búsqueda tiene que ver con un desarrollo artístico, con despertar conciencias.”
Cuando su vida de artista recién comenzaba, Daniel quería que lo reconocieran masivamente: quería llegar a la tele. “Ahora es lo último que quiero. Encontré el placer en actuar y en hacer reír a la gente mientras hago algo, no en encontrarme en la tele haciendo zapping en una propaganda”.
– ¿Y qué te cambió?
– El arte es un gran canalizador. Cuando empecé no tenía mucha idea, pero el arte es generoso, te abre la cabeza. Terminás entendiendo que no querés hacer teatro por mero amor al arte, tengo otros objetivos, más humanos. El arte por el arte, esta cuestión posmo -posmoderna-, de improvisar y dejar todo en el entretenimiento no me gusta. Y eso ni siquiera te asegura que algo sea divertido. Al contrario, cosas aburridas es de lo que más hay. Después tenés mucho humor con contenido destructivo: xenófobo, machista, discriminador. Si vos hacés obras de teatro con el discurso de la derecha para hacer reír, me parece regresivo. Lo que hacía yo no estaba plagado de contenido político y empecé a pensar de otra manera cuando me metieron el dedo en el culo, que lamentablemente es el inicio de la militancia de muchos. A mí me iban a privatizar un teatro, la Sala Alberdi, donde yo estudiaba cuando era chico. Entonces, cómo no iba a tomarlo, si era público, de todos.
La Sala Alberdi fue un espacio que funcionaba en el Centro Cutural San Martín, en el sexto piso. A lo largo de muchos años cientos de artistas se formaron y enseñaron, los unos a los otros, desarrollando diferentes talentos y disciplinas. La gestión del Pro logró privatizarlo, luego de un violento desalojo que reprimió la resistencia de cientos de artistas como Nano que habían tomado el lugar durante más de 3 años para defenderlo.
El tipo pasa sus días entre espectáculos, varietés y clases. Organizando varietés dice, modestamente, ser el mejor. A las clases les pone un valor, sabiendo que seguramente valga más que eso ¿Clases de qué? “De clown combativo”, dice. “Para mí el arte sin contenido no tiene razón de ser. Y con una oración fuerte ya tenés contenido, no hace falta teatro panfleto, bajar línea a lo loco. Eso es aburrido. La idea del Clown Combativo es que todo ese entretenimiento tenga un vuelo poético elevado y que de ahí nazca lo que quiero decir.”
– ¿Pero cómo se aborda un tema delicado desde el lugar del payaso?
– No lo tengo del todo resuelto. A mí me interesa despertar conciencia: que se sepa Palestina, que se sepa Sala Alberdi. No tengo resuelto de taco cómo llegar a esos temas desde el lugar del payaso. Es difícil y complejo, y además muy particular de cada caso. Por lo pronto, trato de poner a favor las desgracias y las injusticias del mundo. Se me van ocurriendo ideas que pueden ser graciosas. Pero, cómo tomás con gracia que me desalojaron de mi espacio de arte con balas de plomo y de goma. Desde lo artístico es complejo no convertirse en panfleto. Entonces tenés que encontrar la gracia. Y te tenés que ir bien arriba, a la injusticia máxima y a la ridiculización de esa injusticia. Por ejemplo, si la Franja de Gaza, de verdad fuese de gasa, ya la hubieran prendido fuego.
Piel de gallina
Por El pibe de los pasegol.
-Mierda. Mirá cómo estoy.
Eso me dijo el hincha de la tribuna. No estaba al lado mío pero se arrimó, sin aclarar por qué, y empezó con el relato. Que su papá, que su tío, que su vecino y que eso que se transmitía vaya a saber uno cómo. Hasta ahí, lo mío era todo oídos y algo de paciencia. Escaso interés. No es que la cuestión no sea atrapante y no merezca mil estudios científicos pero la verdad es que yo me estaba muriendo de nervios por lo que se venía y no tenía más ganas de consolar la ansiedad ajena. El tema es que me sorprendió. Me agarró desprevenido y me la puso al mentón. De golpe, en medio del torbellino de gritos que envolvía su monólogo, en medio del sudor que impregnaba de aroma varonil la escena, largó lo de la piel de gallina y la congoja se me vino a la garganta. Seré un boludo, quizás, pero hay frases con las que uno se cruza en la vida y que demuestran una altísima capacidad de impacto. Y esa era una.
De lo anterior no me quedó registro. Pero, cuando largó lo de la piel de gallina, arranqué a prestarle atención. No está mal la argumentación, pensé. Al principio, cuando me dijo que la sociedad iba para tal lado y no para el otro, creí que era un chamuyero. Pero me cagó. Lo admito a la distancia, con la frialdad que permite la reflexión. Le di una chance más, de piadoso nomás. Acerqué la oreja y siguió explicándome. En menos de un minuto, me nombró a la dictadura, al capitalismo financiero y a la filosofía liberal que funcionaba como fundamento ideológico de todo esto. Ahí llegué a la conclusión de que tan pelotudo no era. Avanzó en el razonamiento con la certeza de que se había ganado mi respeto. Me repasó, poco antes de que el equipo saliera a la cancha, la potencia que habían tenido en la Argentina los clubes, las sociedades de fomento, los centros culturales, los sindicatos y demás en la construcción colectiva del lazo social. Que esos espacios hacían que la gente se sintiera parte de algo más que de sí misma. Así lo dijo.
A esa altura, yo ya estaba definitivamente interesado en la teoría. Jamás se me había ocurrido algo de todo lo que el tipo contaba. ¿Y entonces?, le pregunté. Hubo un genocidio. Así de seca fue su respuesta. Pero continuó. Los hijosderemilputas no solamente se cargaron a una generación. No. No les alcanzó porque querían más. Fueron por todo y destruyeron el tejido social para reconstruirlo a partir de que lo único que importaba era lo de cada uno. Dale, viejo, no me dejés colgado ahora que me enganché. Mis ojos suplicaban que le diera para adelante. El problema era el entorno: la popular estaba que explotaba y la manga se inflaba lentamente. Pero arremetió otra vez, con la misma potencia que yo esperaba del nueve nuestro. Se las arreglaron para ir borrando las identidades que se habían gestado durante décadas, para ir convenciéndonos de que la vida con los otros no valía demasiado la pena. Y, en ese instante, la mueca. La mueca de la picardía, la mueca del “los cagamos”. Se olvidaron de esto. Se olvidaron o no pudieron. La cosa es que resistimos y que acá estamos, aunque haya tanta mierda manchando la pelota, con este triunfo en la espalda.
Lanzó la frase de una, sin tragar saliva, seguro de su pequeña victoria. Me descuidé mirándole los ojos y me perdí el primer alboroto grande de la tarde. Los nuestros ya estaban pisando el césped, a mitad de camino entre persignarse y levantar los brazos para saludarnos. Por un segundo, me concentré en los colores, realicé mil promesas por si la suerte nos ayudaba esta vuelta y le deseé unas cuantas desgracias al arquero de ellos. Pero el tipo volvió. No quería dejar en el aire la idea. Nos perseguía el pitazo del árbitro pero estábamos obligados a concluir lo que habíamos comenzado. Porque, por si alguno no lo entendió todavía, esa charla nos pertenecía. A nosotros y a más gente que nosotros. Como un goleador con oficio, con el reloj presionando, con la sien latiendo por el calor que emanaba del cemento, el hincha de la tribuna se acomodó para su mejor perfil y definió la jugada: por todo lo que nos tocó pasar, porque todavía sueño con una humanidad más humana, cada vez que el equipo sale del túnel y todos nos unimos en un solo grito, se me pone la piel de gallina. Le dije gracias, lo abracé entre lágrimas y transpiraciones y volví a lo mío. Por suerte, ganamos 2 a 0.