Archivo por meses: marzo 2014

The Wall Bonaerense

En el norte y en el sur, de Abril a Nordelta, muros que separan una realidad indivisible: para que haya ricos, debe haber pobres. Los mitos de la seguridad y el derecho a jugar en el pasto.

El lado lindo: la ficción

En el barrio cerrado Abril la gente vive sin miedo. Sale tranquila de sus casas y deja la puerta sin llave. En Abril se respira un clima de total tranquilidad. Todo esto gracias a Carlos Daniel Tomeo, abogado fiscal y fundador de Tabacaleras argentinas S.A. Él es el hombre que diseñó el plan de seguridad que cuida a los vecinos del country.

Este plan cuenta con 150 cámaras de seguridad monitoreadas desde un búnker por especialistas, alarmas microfónicas en todo el perímetro, un sistema de alarmas domiciliarias en todas las casas, integrantes de seguridad formados en el ejército y dos oficiales de la Bonaerense gentilmente cedidos para supervisar el área.

Pero el plan seguro de Tomeo no termina sólo en cámaras y militares, sino también en la prevención del delito. Así, este empresario exitoso logró identificar el talón de aquiles en la seguridad de los barrios cerrados: la gente de afuera. Por eso, creó el protocolo de seguridad para toda la gente que ingresa, los empleados y los proveedores. Se piden certificados de domicilio, reincidencia y póliza de accidentes personales. Más de 4 mil personas que proveen servicios ingresan por día. Al 100% se la tiene identificada. Abril tiene la confianza de que no hay empleados infieles dentro de las propiedades.

Los barrios de Nordelta, según Nordelta

-Los Castores cuenta con una ubicación privilegiada frente al lago central Nordelta. Está pensado para personas que quieran mejorar su calidad de vida. Con comodidad y confort, pero cerca de la naturaleza. Rodeado de espacios verdes y frente a un importante espejo de agua. Los Castores ofrece descanso, relax y previsión en un ámbito de total seguridad. Su bosque central de más de dos hectáreas está ambientado con eucaliptos, plátanos, robles de los pantanos, álamos plateados y negros, y cipreses.

El lado feo: la realidad

Los barrios que padecen a Nordelta

Marga García y Karina Escobedo toman mate en una cocina de Las Tunas, Tigre. Cuando sus madres vinieron a vivir al barrio la zona era puro campo; ahora los rodean cinco countries con sus respectivos paredones, entre ellos Nordelta. Eso les trae bastantes problemas: uno de ellos son las inundaciones: El ghetto del agua. Después de que Karina señale todos los daños en el piso, las paredes y los muebles que las inundaciones le están generando a su casa, las dos amigas cuentan con la manos: sólo en 2013 cuatro veces sus casas se les llenaron de agua. “Los vecinos tenemos conciencia de que las inundaciones se dan por los barrios, no es la naturaleza”, aclara Marga.

En una inundación en abril del año pasado los vecinos de Las Tunas empezaron a romper los paredones de los barrios cerrados; fue la forma desesperada e improvisada para que el agua desagote: “En dos minutos el agua bajó”, afirma Karina. “El arroyo las Tunas corre por adentro de Nordelta, ellos lo embellecieron, pusieron muy linda esa parte y pusieron compuertas internas para regular el arroyo”, explica Marga, y afirma que son esas compuertas las que abren cuando el barrio se inunda y hacen que el agua, luego de que quede estancada bastante tiempo, baje en pocos minutos. Esa reacción de los vecinos fue reprimida por la policía y argumentada como un hecho de “inseguridad”: los habitantes de Nordelta pensaron que les querían entrar a robar.

La Fundación Nordelta dentro del barrio de Las Tunas da cursos de capacitación laboral, que enseñan cómo usar el microondas y limpiar casas. “Yo entiendo que quizás quieran hacer algo por el barrio, pero hay un montón de cosas que hacer, justamente capacitar gente para que trabaje en sus casas es denigrante. No es algo genuino, es interesado”, replica Marga.

En los campos que ocuparon los countries se hacían jineteadas, festivales para niños y fiestas populares. “Era todo un verde alucinante, ahora nosotros no tenemos más verde en barrio”, se queja Marga, y aclara: “Hay gente que lo acepta en el sentido que sabe que va a conseguir trabajo y otra que lo pone en discusión, porque marca dónde están los ricos y dónde los pobres”.

Mientras espanta los mosquitos con la mano – otra de las características del barrio-, Marga cuenta cómo cuando era chica jugaban en los campos y recolectaban tunas. Ahora a sus hijos un paredón les recorta el verde, una laguna sesgada los inunda y el futuro se presenta como un curso de capacitación para ir a trabajar del otro lado del muro.

Pizza, birra, faso

Marco, de Bérgamo a Almagro. Un recorrido en ocho idiomas por la vida de un italiano que nos sumerge en buena parte de la historia de la segunda mitad del siglo XX. Pasa sus días en su kiosco en Yapeyú y Quito, pero su mente sigue viajando. “Yo no soy racista, maltrato a todos por igual”.

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En la esquina de Yapeyú y Quito, barrio de Almagro, hay un kiosco. A través de dos ventanas, una para atender a los clientes y la otra para despachar bebidas, se asoma el Tano. El Tano, pocos lo saben, se llama Marco y todos los que pasan seguido por esa esquina le dicen así porque tiene un acento italiano inconfundible. Nació en Bérgamo, a 30 kilómetros de Milán, hace 52 años. No llegó en barco escapando de la guerra, como buena parte de la enorme comunidad de italianos que migraron a Argentina: él vino en avión, de vacaciones. Y se quedó. “Hace 18 años que estoy acá. Casi soy un argentino mayor, dentro de poco voy a poder sacar el registro. Cuando llegué tenía 34, en el 96. Vine de vacaciones con una amiga. Era un poco más que amiga, en verdad. Yo en Italia estaba casado pero mi mujer se quiso separar porque se enteró que yo tenía una amiga. Muy deportista no fue. Yo seguí con esta chica que era además mi secretaria en el trabajo. Ella siempre me decía que quería venir a visitar al tío que vivía en Argentina. Hasta que un día le dije: ‘bueno vamos’”. Cuando el 1 a 1 del menemismo ya no tapaba la marginalidad ni la desocupación, un italiano con trabajo y una secretaria que encima era su amante decidieron quedarse acá. No tenía familia, ni promesas, ni nada: sólo se dejó llevar por lo que sus ojos veían y por la adrenalina de dejar un pasado atrás. “¿Qué me gustó? ¡Las chicas! Sí: lindo país, el modo de vida. Pero sin dudas lo que me gustó fueron las chicas. Comencé de cero una vida distinta. Sin anclajes: ni laboral, ni sentimental, ni físico”, dice y gesticula.

-¿Cómo arrancaste?

-Empecé a trabajar, como yo tengo la suerte de hablar varios idiomas me las ingenié. Hablo bien bien seis idiomas y otros dos que me las arreglo: italiano, inglés, francés, portugués, alemán, castellano y tengo en desuso el holandés y el ruso.

-¿Ruso?

-Porque estuve viviendo tres años en Rusia. Justo a caballo del cambio, durante la Perestroika de Gorbachov: 89, 90 y 91. He vivido el momento más lindo entre comillas. También viví el golpe militar que le hicieron a Yeltsin. Yo iba de lunes a viernes a Moscú y me volvía a Italia el fin de semana, durante tres años. Esa semana no pude comunicarme con mi familia, ellos sabían que había un golpe de estado. Fue la primera semana de agosto del 91. Cortaron todo: comunicaciones, banco, teléfonos, televisión. Hasta las embajadas estaban aisladas.

Sentado sobre un cajón de cervezas dado vuelta, con la lucidez que le da el ristretto – “acá ustedes toman agua, no café” – que se acaba de tomar para sacarse la modorra de la siesta, el Tano cuenta su historia mientras el motor de cada una de las cuatro heladeras que tiene este kiosco intenta tapar su voz. Su historia es, de alguna manera, buena parte de la historia del siglo XX contada en primera persona. “Yo soy ingeniero electrónico. Trabajaba en una multinacional de Estados Unidos, Allen Bradley. El tanque Bradley es conocido. Y los radares son los que están acá, en Ezeiza. Yo laburaba como responsable de la parte robótica en Italia y supervisaba todos los países del Mediterráneo y del norte de África. Dejé un buen trabajo y a mi novia de ese momento para quedarme acá. Mi último sueldo, para que tengas una idea, fueron 17.500 dólares. Todavía conservo el recibo. Para que me digan que soy un boludo que dejé un trabajo que me pagaban 17.500 dólares en el 96. Sí, soy un boludo. Sin duda alguna soy un boludo. Sin falta soy un boludo”.

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-Una cerveza.

-¿Palermo o Brahma?

-Brahma.

-19 pesos. Te la doy por la otra ventana

El cliente lleva mameluco de albañil y se asoma a la puerta, que siempre está cerrada con llave. “Eso no es una ventana”, le grita Marco desde la ventana correcta mientras agita la birra.

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Cuando vuelve a sentarse aclara: “Yo no soy racista, maltrato a todos por igual”. Y sigue contando una historia que poco parece tener con el tipo que habla ahora y que corta su relato a cada rato para hacer recargas de celulares y explicarle a dos adolescentes que no tiene helado Bon o Bon pero sí bombón helado. El Tano antes de atender este kiosco en el que también vive la mayoría de sus días estuvo en los cinco continentes: trabajó en Australia, China, Japón, Arabia Saudita. “Estuve un mes y medio en el desierto del Sahara, porque uno de las especializaciones era la automatización de la Palm Line, que es la línea del oleoducto, desde el pozo hasta el puerto. Yo estuve un mes y medio en un oasis en el desierto. Los fines de semana nos llevaban con un helicóptero a la capital. A pesar de que allá rige la ley islámica más complicada, tenés una zona turística que tiene de todo: night club, tomar alcohol, lo que quieras. Estuve en Nigeria también, hermosísima pero muy complicada. Lagos, la ex capital, era una ciudad hermosa pero en esa época complicadísima por los conflictos tribales. Andaba con escolta armada, tenía ocho hombres para cuidarme”. Desde que bajó de aquel avión con la que era su secretaria, nunca más volvió a salir de Argentina. Se tomó sus vacaciones y viajó, sí, pero siempre recorriendo el país. Ni siquiera volvió a Italia, a visitar a sus padres o a su hermana porque calcula que con su hija y su pareja implica gastar 150 mil pesos en tres semanas. “Con lo que me cuesta ganar la plata…”, se queja y recuerda que recibió a su madre en 2007 “porque para ellos con el Euro es más fácil”.

-¿Y no extrañas esa vida que llevabas?

-Extrañar no. Tengo la suerte de no arrepentirme nunca de lo que hice. Me acostumbré tanto a viajar que no extraño nada. Yo soy italiano porque nací allá, es mi tierra, pero antes que nada yo soy ciudadano del mundo. Acá estoy bien. He vivido el 2001, 2002, que fue complicado, pero tengo la suerte de adaptarme bien en todos los lugares donde estoy. Los tres años en Moscú fueron espectaculares, fue la mejor época de mi vida. Allá en esa época tenías el cambio oficial que era 1 a 1. Después cuando llegabas al aeropuerto te enterabas que había un cambio turístico de 7 rublos a 1 dólar. Pero también había un cambio en negro: 100 a 1. Para que tengas una idea, un empleado promedio ganaba 400 rublos, o sea 4 dólares. Y a mí me pagaban en dólares. No tenía cómo gastarlo. Hasta que aprendí ruso, tenía una traductora. Muy bonita. Y ella era mi amiga también.

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Aparece otro cliente. “Tobarish”, lo saluda el Tano. Y se pone a hablar en ruso un par de minutos.

Cuando vuelve a sentarse en el improvisado banquito, Marco explica que era un ucraniano que es ingeniero petrolífero.

-¿Y vos de ingeniero nunca laburaste en Argentina?

-Me ofrecieron. En el 97, a través de un amigo, me contacta uno de los jefes técnicos de una empresa que tiene la planta acá en San Fernando. Me fui un lunes a las 8 de la mañana. Me levanté a las 4. Cuando llego veo siete personas alrededor de una máquina. A los quince minutos viene el que me había citado y me dice ‘disculpe pero estamos complicados porque no logramos que la máquina arranque’. La máquina tenía montado un sistema de Allen Bradley. ‘Me permite’, le dije. Me mostró el listado de programación. Revisé. Tac, tac, tac, cambié un test del programa, una pavada y arrancó la máquina. El tipo me dijo: ‘vos mañana estás acá’. Yo era jefe de robótica de Allen Bradley, para mí era una pavada, como que ahora me pregunten cuánto vale el agua San Roque. Yo estaba contento, una de esas casualidades de estar en el lugar justo en el momento justo.  Me llevó con el de recursos humanos y le dijo a este señor ‘mañana lo quiero acá’. Hablamos un rato, me explica que iba a ser jefe de mantenimiento, con turnos rotativos. Me pregunta si sé cómo viene la cosa del país. Ahí ya pensé, uia. Y me ofrece 800 pesos por mes y el 10% en Ticket Restaurant. Le dije que gracias pero por 800 pesos por mes no regalo 15 años de conocimiento, más allá de que yo trabajaba en gastronomía y ganaba 400 pesos por mes de sueldo, más 3.500 de propina. No me convenía desde el punto de vista económico. Sabía que era una época difícil del país, que los ingenieros andaban manejando un taxi y todo eso. Tuve la oportunidad y no la quise aprovechar.

country-0167Tal vez en ese cincuentón ucraniano de musculosa blanca que pasó por esta esquina para cargarle crédito a su celular haya otra historia como la de su colega que ahora es kiosquero. ¿Cuánta gente habrá comprado algo en este kiosco y pensado qué personaje el tano este, sin imaginar esta historia que esconde: que esos mismos ojos que ahora asoman sólo a través de una ventana vieron la salida del comunismo en la URSS, sintieron cómo empezaban a ponerse de moda los petrodólares, vivieron el partido inaugural del Mundial de Italia 90 (pasaron 24 años, pero el Tano todavía me carga porque Camerún le ganó a Argentina aquella vez), atendieron a Margaret Thatcher, se animaron a decirle al yanqui que manejaba la casa central europea de Allen Bradley que no se iba a desafiliar al Partido Comunista por más que la Ley Mc Carthy o el mismísimo Ronald Reagan se lo pidieran porque él viene de una familia proletaria y tiene sus ideas políticas que no las mezcla con su trabajo? ¿Cuántas historias anónimas como esta quedan escondidas entre el bosque de ladrillos y los tres millones de habitantes que tiene esta Ciudad?

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Por ahora, está la de Marco Giovarruscio. “Por los idiomas cuando llegué me fue sencillo arrancar por la gastronomía. Yo desde los 15 a los 19 años, cuando iba a la secundaria en Bérgamo, iba a lo de mi hermana que se casó con uno de los Cipriani, que son los fundadores de la cadena de hoteles y restaurantes. ¡Los Cipriani! ¿No los conoces? Allá en Venecia hay una Isla en las afueras que tiene un hotel de 17 estrellas. No cinco: 17. En el 80 hicieron la reunión del G7 ahí. Atendí a la Thatcher, a Reagan. Allá aprendí muchísimo de gastronomía, estamos hablando de un nivel iiiiuuuuua. Por eso una de mis características es que soy independiente. Desde los 15 que no necesito de nadie”.

Marco alterna siempre entre el mal humor y el chiste: es un italiano como los de las películas. Musculosa, medias, ojotas y fuma casi con la misma frecuencia con la que putea. En una hora y media de conversación, el Tano se prende al menos seis cigarrillos. Quizá siempre sea así o, tal vez, lo haga en esta ocasión para encender recuerdos que tiene de hace tiempo: “ Acá expliqué que había trabajado en los Cipriani y me contrataron como mozo en Luna Caprese, en Acassuso, porque era un restaurant de categoría frecuentado por turistas. Iba medio plantel de River. Si no tenían partido, el miércoles iban a comer ahí: Francescolli, el Diablo Monserrat, vino Ramoncito (por Diaz) también, que como yo soy hincha del Inter lo saludé. Resultó ser bastante garca el dueño del restaurant al final, entonces me fui”. Desde ahí siguió con la gastronomía durante más de diez años: una pizzería en el centro con Claudio, quien luego se volvió su socio pero tuvo que cerrar en 2002 cuando la recesión; después un restaurante en Flores hasta que volvió a aparecer Claudio, que abrió un local en Recoleta de comida francesa que él atendía como encargado y andaba bárbaro, hasta que les quisieron triplicar el alquiler. “Ahí terminé con la gastronomía y puse esto. Yo quería abrir un barcito. Lo que pasa es que por la Ley de la Municipalidad del reverendísimo, excelentísimo e hijo de mil putísimas de Macri me piden para abrir un local nuevo tres baños: hombres, mujeres y discapacitados. Tengo que tener 200 metros cuadrados para poner tres baños. Y puse esto. Y acá estamos, desde 2010. Abrí dos días después de que el Inter ganó la Champions League”.

-¿El Inter?

-¡Cómo! Si pierde el Inter no me hables por dos días. A la cancha acá no voy porque me gusta el buen fútbol, no este que se juega acá. Simpatizo por Lanús porque vivo en zona Sur. Bah, vivo acá, pero tenemos casa en Montechingolo. Abrimos todos los días el kiosco. Lunes a sábado desde las 7 hasta la 12 de la noche. Viernes y sábado hasta las 3 de la mañana. Domingo desde las 8 de la noche hasta las 12. Mi vida es un poco aburrida, sí. Lo que extraño es la cancha. Nosotros con el Inter ganamos un clásico, salimos campeones y mandamos a la B al Milán. En el 79. Todo en el mismo partido. Un orgasmo. Triple orgasmo. Ese día pensé que se caía todo. Y dicen que la Bombonera late. Andá a cagar con La Bombonera. ¿Sabés lo que es San Siro con 92 mil hinchas del Inter saltando? Era la locura total. 15 minutos saltando. Tuve miedo porque sentía un temblor. ¿Viviste algún terremoto? Yo sí. Dos veces. Un cagazo bárbaro. Acá era lo mismo. Eso sí extraño, es lo único que extraño.

Su vida, que durante los 36 años que pasó en Italia fue casi de peregrino – no sólo el trabajo: de chico competía en un torneo nacional de karting que cada fin de semana se corría en un punto diferente del país –, ahora casi se reduce a esta ventana. Y a esta esquina. Con eso y muy poco más, le alcanza. Tiene dos hijas. Una de doce que lleva el apellido de Marcela, su mujer, porque “como dicen las chicas soy un poco descarado” y otra de diez a la que no ve porque ya no tiene trato con la madre. La ventana, las hijas, el kiosco y también el Ajedrez: “Juego en Once. Rivadavia al 2300 en el Alfil Negro. Me faltó una norma para ser maestro. Tengo 2100 de ELO. Es una de las grandes pasiones de mi vida. Y me siguen gustando las chicas, obviamente. Marcela, es un poco más deportista. Lo sabe ella. Mai sportiva”.

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Aparece otro cliente que le hace un comentario futbolero.

-Todos perros son. Boquita, River, Racing, Independiente, San Lorenzo. No existe el fútbol argentino, fútbol menor. El inter. 2 a 0. Con lujo

-¡Nah, qué Inter!

-¡No rompas las pelotas! 2 a 0 con lujo: dos palos, un travesaño. ¿Qué más querés?

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El abuelo de Marco estuvo en estas tierras entre 1910 y 1920, durante la Primera Guerra Mundial. Según su nieto, el nono Benedetto hizo fortuna en Argentina. “Supuestamente trabajaba en una mina de oro en San Juan. Estuve buscando en el registro de los inmigrantes y no aparece nada. Él me había contado algo de su época como inmigrante, pero nada más. La cosa curiosa fue que una tarde estábamos sentados después de un almuerzo y me dijo: ‘te va a gustar Buenos Aires, algún día vas a vivir allá’. Yo le dije: ‘sí abuelo sí, otra vez tomaste de más’. No le dí importancia. Parece que era brujo. O me conocía. Ya tenía casi 80 años”. Cuando volvió a Italia, Benedetto Giovarruscio era uno de los hombres más ricos de la región de Pescara. “Mi viejo, en plena segunda guerra, tenía maestro de violín, nursery inglesa y alemana y chofer que lo llevaba y lo traía a la escuela. Me decía que la segunda guerra la vivió porque tenía la batería antiaérea arriba de la casa, pero nada más”, cuenta Marco. La fortuna le duró nada más que 20 años a los Giovaruruscio porque luego de la guerra vino la devaluación. “Antes de la guerra mi abuelo le prestó plata a varios conocidos, que se la devolvieron después de la guerra ya con la American Lira. Antes de la guerra, con diez mil Liras construías una casa. Después de la guerra, con diez mil Liras comprabas un cartón de cigarrillos. Muchos se hicieron la casa con la plata de mi abuelo y le devolvieron cartón de cigarrillos. Hasta al cura le prestó plata mi abuelo. Está en Internet la historia”. Lo que queda de la fortuna de su abuelo es un castillo que está en lo alto de la colina de Pescara. Marco dice que fue la primera casa de cemento armado del sur de Italia y por eso aguantó el terremoto que dejó cuarenta mil muertos en la región de Abruzzo. El Tano sigue sentado sobre ese cajón de cervezas y cuenta que en ese castillo pasó buena parte de su infancia.

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Otro muchacho se asoma en la ventana. Interrumpe.

-Tano, dice el Tucu si no tenés cambio de 100.

-Decile que Il Banco di Napoli cierra a las 15. Y le da dos papeles de 50.

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Esa no era la única referencia que tenía de Argentina estando en Milán cuando Marco se vino de vacaciones a Buenos Aires. Era la época en que Gabriel Batistuta construía con goles su estatua en Florencia y recién se había ido Diego de Nápoli, donde había sembrado una revolución. Pero había un recuerdo más fuerte, incluso más fuerte que esa premonición de su abuelo que lo acercaba a este suelo. “Hubo una cosa importante. Yo estuve preso una sola noche en mi vida. Fue en el 77. El tema de la dictadura que sufrieron acá allá sí se sabía. Se sabía todo. Yo estaba en la secundaria y cada dos por tres se hacía la manifestación en el Consulado Argentino de Milán. Había un periodista italiano de la RAI que se llamaba Tito Cortese que transmitía directamente desde la Plaza de Mayo. Ya empezaba el tema de las Madres. Siempre había un collegamento in diretto desde la Plaza de Mayo y daba todos los días el elenco de los desaparecidos de nacionalidad italiana que supuestamente le pasaban las Madres. Entonces el movimiento estudiantil recogía esa bandera. Yo siempre fui de izquierda, toda mi vida, más todavía cuando era joven: avanti o popolo, alla riscossa: bandiera rossa, bandiera rossa – canta, o enumera, el himno comunista italiano –. A veces las manifestaciones de protesta se transforman un poco. Yo era especialista en fabricar bombas molotov. Con botellas de Fanta o de Coca Cola, de vidrio. La Policía, cuando nos pasábamos, empezaba a reprimir. Pero yo siempre me escapaba, era menor. Hasta que una vez me agarraron. Tenía 16 años. Llamaron a mi viejo, estuve una noche en la comisaría. Esa etapa fue muy intensa con Argentina y la de la Guerra de Malvinas también. Por más que el gobierno italiano tenía una posición de neutralidad, el pueblo italiano los odia a los ingleses: que ellos tienen su sistema métrico, sus reglas, su sistema monetario: ¿por qué no se van a cagar? Hinchábamos por Argentina, por ser el más débil y por ser contra los ingleses. Leí cualquier cantidad de libros sobre Malvinas, a parte porque de la casualidad que yo soy del 62, que es la misma clase que fue a combatir a Malvinas, yo soy coetáneo. Sabía lo que pasó acá, eso debe haber tenido que ver también”.

Dicen que el sistema chorrearía

Carlos March, referente del universo de organizaciones sociales, pone en jaque las contradicciones entre la idea del «granito de arena» y la lógica de derrame que se esconde detrás de la asistencia. Desde adentro, cuestiona la mentada autonomía del «tercer sector» y desnuda la heterogeneidad del mundo asociativo.

En Argentina hay más de 100 mil ONG´s y fundaciones. Las organizaciones sociales vivieron un boom a partir de la década del 80 y son tendencia en la sociedad civil desde entonces. Los debates que se abren respecto de sus fines y objetivos son cruciales en términos  de capitales simbólicos, relaciones de poder y reproducción o transformación de las condiciones de existencia. La imagen construida de “aportar el granito de arena” choca, muchas veces, con las lógicas filantrópicas de las grandes empresas  y grupos económicos de donar lo que sobra y construir hegemonía a través de lo que chorrea del sistema.

¿Cuáles son los fines más profundos de estas entidades?, ¿encajan como pieza del sistema global?, ¿cuál es la relación de estas organizaciones de la sociedad civil con el Mercado y con el Estado?, ¿su definición legal como organizaciones sin fines de lucro las desvincula de cualquier interés político, económico o simbólico?, ¿puede ser una organización con fines benéficos contraproducente a sus propias misiones y objetivos?, ¿puede ser transformadora o revolucionaria?

Carlos March es el representante nacional de la Fundación regional AVINA en Argentina. Es referencia en el tema. Y, como especialista del tercer sector, es contundente: “El tercer sector no existe, no es sector”. Para Carlos, los sectores son solo dos: el Estado y el Mercado; el tercer sector está más cerca de ser una representación social, una construcción imaginaria. “Definir a la sociedad civil como tercer sector es una incoherencia conceptual porque justamente la sociedad civil no impulsa agendas sectoriales, impulsa interés público. Además el tercer sector, desde el punto de vista de la acción concreta, no opera: los que operan son el Estado y el Mercado. Hay brechas entre el Mercado y el Estado, y al interior de ellos, donde la sociedad civil puede incidir, aprovechar y meterse”.

El vínculo de la sociedad civil con estos dos sectores propone verticalidades y manipulaciones.  El problema, según March, es que se “pretende transformar sin entender la lógica del que tiene el poder”.  Carlos explica uno de los grandes males de la compleja relación entre los sectores con una figura que impacta: “La sociedad civil quiere que la gente coma su menú, pero no toma la cocina para decidir qué se come ni se sienta a la mesa para pedir lo que quiere y visibilizarlo. Termina jugando de mozo: sirve lo que cocinan y va a servir lo que le pidan. Cree que impacta en el poder real y la realidad es que el poder real de la sociedad civil es muy limitado ante el poder real y formal del Estado y el poder económico de las empresas. Si no sos capaz de construir poder difuso y correrte del poco poder real que tenés, estás jodido”.

En una encuesta hecha en 1999 por la organización Poder Ciudadano se midió la percepción en la opinión pública  del nivel de corrupción en los distintos sectores. La sociedad civil fue considerada la menos corrupta, pero también la más desconocida. “El tercer sector está idealizado: su buena imagen corresponde en parte a un mérito propio y en otra gran parte al desconocimiento”, dice Carlos. Los estudios que aportan información sobre el campo son escasísimos. Los trabajos más completos son de hace 20 años.

Este tipo de organizaciones sociales pueden ir desde asociaciones civiles de clubes de fútbol a comedores comunitarios. En la inmensa diversidad de temáticas, las que más se repiten son las dedicadas a salud, educación, ciencia y tecnología. Pero más allá de los campos disciplinares elegidos como misiones, las construcciones de las organizaciones sin fines de lucro son diversas en las actitudes y los fines, que proponen, indefectiblemente, relaciones de poder. Según Carlos, se pueden clasificar cuatro tipos de actitudes dentro del ámbito de las ONG´s y las fundaciones: “La más básica es la actitud de asistencia, donar lo que sobra: se plantea al sujeto de donación como un objeto de asistencia. Una segunda actitud es la del compromiso, que ya no es dar lo que te sobra, sino dar lo que tenés: contactos, plata, parte de tu tiempo. Pero tampoco trabajás en la transformación de un contexto. La tercera es la actitud de asumir riesgo: no solo transferir recursos, sino involucrarte en el proceso y no desligarse. Ayudar activamente a esa institución o persona a entrar en una cadena de valor distinta. Y el cuarto valor o actitud es la transformación: pasás de dar lo que sobra a invertir en lo que el otro necesita.  Como lo que el otro necesita no lo tenés vos, tenés que organizarte, articularte, operar en red”.

– ¿Cómo se construye al necesitado en estas actitudes?

– La inversión social pasa de construir un objeto de asistencia que dependía de una donación a un sujeto de cambio empoderado, que puede definir su propia calidad de vida e incidir en la calidad de vida colectiva. Entonces, si el que está haciendo asistencia se queda con la construcción del otro necesitado como objeto de asistencia caemos en la lógica de donar lo que sobra, se reproduce el statu quo. Ahora, si hacés asistencia y tu objetivo es transformar y llegar a construir un sujeto de cambio, me parece que tiene sentido. Lo que hay que generar primero son condiciones de factibilidad, eso tiene la asistencia, que es distinta al asistencialismo. Si la lógica, oculta o no, es que se quede ahí y que dependa de mí, lo que tenemos es asistencialismo: una mezcla de asistencia con cinismo.

– ¿Se pueden tener aspiraciones revolucionarias desde estos espacios?

– Claramente no: estos espacios no sirven para realizar cambios revolucionarios o de estructuras de sistema. Lo que sirve es el poder político y el Estado como herramienta de la sociedad. Qué legitimidad tiene una ONG para semejantes aspiraciones…

Dentro del ámbito de las organizaciones de la sociedad civil el Mercado es un sector consolidado que juega fuerte y se propone imprescindible para el funcionamiento del sistema de financiamiento. Propone tendencias filantrópicas como la Responsabilidad Social Empresaria. Propone nuevas formas de economías capitalistas. Pero, ¿cómo puede entenderse el accionar de las empresas por fuera de la absoluta lógica de la concentración y la ganancia? Cada gran empresa tiene su fundación ¿Por qué se da este fenómeno? Carlos March explica: “No hay nada desinteresado. Generar una transformación verdadera en el sistema capitalista desde la empresa no existe. No alcanza con una fundación o la filantropía empresarial. Eso está clarísimo. La filantropía se usa para darle valor social a marcas desde empresas que son impresentables. Hay pocos ejemplos de fundaciones creadas por empresarios que no responden a un interés de marca, de posicionamiento”.

March proponer revisar profundamente la sociedad civil y pone sobre la mesa una clave de la estructura: la lógica perversa de la financiación privada. Los vínculos donantes-donatarios, desde el sector privado, se proponen como una administración de insustentabilidades: “Son mecanismos que responden a la lógica de los financiadores, a la lógica que debería cambiarse. No financian organizaciones, sino programas. En la región hay programas ricos en instituciones pobres. Te dono para el programa por dos años y al mes siguiente no podés pagar la luz de la sede de la organización. Exigen transparencia, entonces contratás abogados, contadores. Exigen diversificar recursos, contratás a gestores y diseñadores de campañas. Exigen que seas referencia en el tema, contratás a prenseros, porque si no estás en los medios no sos nadie. Cosas que tenés que pagar como organización y nadie te cubre. Ahí tenés algo perverso: estándares que no podés sostener.” La dinámica se hace juego y convierte a organizaciones que debieran ser livianas en pesadas estructuras. “Es insostenible”, concluye Carlos.

El otro sector delineado que opera como tal, según el especialista, también propone perversidades en las relaciones: “La lógica de cancillería de decir que Argentina es país donante y no necesita donaciones, implica retracción de cooperación internacional, más allá de que esté retraída. El gobierno sabe que hay agendas en la región que financia solo la cooperación internacional: control de gestión pública, transparencia, DDHH, ciudadanía. Salen a decir que no se necesita, porque Argentina es donante y ayuda a Haití. Desfinancian agenda de control de la política pública. Entonces tenés perversidad desde el Estado y el Mercado, que genera  situaciones de vulnerabilidad en las organizaciones sociales”.

Según cifras oficiales correspondientes al 2012, solo hay inscriptas en AFIP  y en la Inspección General de Justicia un 10% de la totalidad de los sin fines de lucro. El resto se mueve desde la clandestinidad financiera o de personerías. Carlos entiende que esta lógica no es casual: “Uno de los mayores males de las organizaciones de la sociedad civil es que no generan sus propios recursos”. Para esto, según March, “hay que reformar las estructuras legales de las organizaciones para que puedan autoabastecerse y no estar pidiéndole subsidios al Estado o a la cooperación internacional o nacional”.

Lo político en las organizaciones sociales también es un eje central de discusión. La construcción de discursos despolitizados encierra agendas ocultas y discursan desintereses engañosos: “Quien dice ‘no tengo ideología’, miente. Se pueden identificar dos perfiles: la persona que pone un comedor en un barrio y no tiene mayor aspiración que darle de comer a 20 chicos. Es genuino y está bárbaro. Ahora, al que dice eso y en realidad tiene agenda oculta hay que detectarlo y exponerlo. Eso es corrupción. Hay que obligar a exponer los intereses más profundos, la agenda oculta sobre la mesa. Lo que destruye los tejidos no son las diversas ideologías, es la falta de marco de valores. El que se sienta en una organización social a convencer y a empujar causa común desde agenda oculta, rompe marco de valores, corrompe. Que se pongan las agendas sobre la mesa y que se discutan: no es ningún crimen. Es un crimen si no lo hacés explícito: engañás gente. Es asistencia cínica”.

– ¿Y lo explícito salva todas las intenciones? ¿No sigue siendo perverso usar estratégicamente la necesidad del otro?

– La clave está en cómo construís una sociedad que le ofrezca de manera equitativa a sus miembros distintas ofertas y distintos accesos a oportunidades para que puedan decidir activamente. Cuando no hay opción, obviamente, no podés elegir y vas con el que te ofrece algo. Eso, por más que la agenda no esté oculta, sigue siendo perverso. Hay que entender que la pobreza es no tener redes sociales y no tener acceso a oportunidades. Si tenés eso es muy difícil que seas pobre. La clave está en ver cómo generamos sociedades que garanticen acceso a oportunidades diversas.

Los índices de pobreza, según quién los mida, indican que más de la mitad del planeta es pobre. En un mundo de 7 mil millones de habitantes, entre 3500 y 4500 millones son pobres. En 1950 había solo 2 mil millones y medio de personas: en seis décadas  aumentó en 4500 millones. “Prácticamente, lo único que hemos generado en los últimos 60 años es exclusión”, lamenta Carlos.

– ¿Y ante esta realidad cómo se puede entender la lógica del granito de arena?

– Los granitos de arena de las fundaciones y las ONG´s  sirven en la medida en que no se aíslen y se articulen para construir una playa y no un desierto. Hay que ver el contexto donde se genera. Allí falta estrategia. Existe poca gente que pueda liderar y formar redes entre esos actores que quieren aportar su granito, pero que lo hacen de modo desarticulado. La gente correcta no llega al lugar adecuado y hay muy poca gente trabajando para que eso suceda. La mayor cantidad de personas trabajan para servirse de las personas correctas y llegar ellos al lugar adecuado. Falta liderazgo de articulación.

Aborto para todas

A un año de la ley que despenalizó el aborto en Uruguay, el Ministerio de Salud publica datos contundentes. Alcances y limitaciones de una experiencia que habla por sí sola. 

Legalizado en Cuba, Guyana, Guayana Francesa, Estados Unidos y Canadá, Uruguay es el sexto país en América en despenalizar el aborto. En febrero de este año el Ministerio de Salud Pública presentó su informe sobre los abortos realizados entre diciembre del 2012 y noviembre del 2013, con los siguientes resultados:

-Se practicaron un total de 6676 abortos,

-De esos 6676 abortos solo 1240 fueron realizados en menores de 20 años.

-Además, más de la mitad de las interrupciones voluntarias del embarazo (IVE) se hicieron en clínicas privadas (59%)

-No hubo casos de muerte materna en las intervenciones, solo dos tuvieron complicaciones graves (una post aborto ilegal).

-La única fallecida respondió a un aborto ilegal.

¿Qué se deducen de estos datos? Mientras que en Uruguay hay 9 abortos cada 1000 mujeres de entre 15-44 años, la relación en Europa Occidental es de 12 cada 1000, 17/1000 en Oceanía y 28/1000 en el mundo (datos para el 2008)*. Lejos de darse una avalancha de abortos, se mantiene entre las cifras más bajas del planeta.

Sobre la idea de que el aborto es cuestión de adolescentes y clases populares, las estadísticas reflejan que sólo 1 de cada 5 mujeres que abortaron eran menores de 20 años, al tiempo que 3 de cada 5 lo hicieron en clínicas privadas, es decir, mujeres socio-económicamente capaces de pagar por su salud. Por último, la única realidad palpable, y siempre esgrimida a la hora de manifestarse en pro de la legalización de las IVE, es que no mueren mujeres con abortos realizados en establecimientos regulados; la única que perdió la vida fue por un procedimiento clandestino.

Entretelones del Frente Amplio

Esta ley tiene sus idas y vueltas, que estuvo a punto de lograr su máximo potencial durante el gobierno del anterior presidente, Tabaré Vázquez, también del Frente Amplio (FA); pero que fue vetada, para volver ahora bajo una forma mucho menos permisiva que su antecesora. Eliana Gillet, periodista del semanario uruguayo Brecha -del cual fue fundador y colabora, entre otros, Eduardo Galeano- nos cuenta: “Lo paradójico en esta situación fue que Vázquez -médico, católico, masón, candidato al gobierno por el FA de nuevo este año- la vetó. Anuló los artículos que lo despenalizaban apelando a cuestiones personales y de conciencia. Fue un golpazo. Recuerdo que ese día hubo una manifestación espontánea bastante grande en torno a la Plaza Libertad (Plaza Cagancha, en el centro de Montevideo), importante a escala Uruguay, por supuesto. Reinaba el estupor, y fue uno de los primeros momentos de tensión entre cierta parte del electorado frentista, o afín, que hizo mella en su relación con el gobierno. Algunos hablan del fin de la luna de miel entre militantes y gobierno. Fue importante, sin dudas. Y creo que fue más grave aún para los más jóvenes”. Para ese momento el FA tenía la mayoría en ambas Cámaras –Diputados y Senadores-, cosa que en el momento de sanción de la ley vigente no fue así. Y allí empezaron las concesiones.

¿Qué dicta la Ley?

-Despenalización del aborto, no legalización. Esto significa que sigue siendo un delito según el Código Penal, pero que bajo la nueva ley, no es punible siempre y cuando se dé bajo las condiciones que ésta aprueba. En palabras del texto: “La interrupción del embarazo no será penalizada, y en consecuencia no serán aplicables los artículos 325 y 325 bis del Código Penal, para el caso que la mujer cumpla voluntariamente con los requisitos que se establecen en los artículos siguientes y se realice antes de las 12 semanas de gravidez”.

– El aborto es voluntario y sólo puede hacerse en las primeras 12 semanas y 14 en caso de violación. En el proyecto vetado por Tabaré no había límite de tiempo: “Toda mujer mayor de edad tiene derecho a decidir la interrupción voluntaria de su embarazo durante las primeras 12 semanas del proceso gestacional”.

-Antes de abortar, la mujer debe pasar por una consulta con profesionales que le muestran diferentes vías al aborto. En el año de práctica, sólo el 6% de las mujeres dieron marcha atrás luego de ésta.

Médicos que dijeron «no»

Aun así hay un problema grande que limita la facilidad de hacer un aborto: la objeción de conciencia de los ginecólogos a hacer la intervención. Esto facilitó que una gran cantidad de profesionales se nieguen hoy en día a hacer abortos, ya sea por su propias convicciones ideológicas, pero también por la presión de las instituciones a las que pertenecen –en especial aquellas clínicas ligadas a iglesias católicas o protestantes- o por el repudio que les vendría por parte de la comunidad. En Colonia y Paysandú la objeción es de casi el 90%, en Montevideo del 50% y en el departamento de Salto ningún ginecólogo aceptó practicarla, según datos recogidos por Brecha. Como expresó el coordinador del Movimiento de Usuarios de la Salud Pública y Privada, José Reyes: “Cuando hacían abortos clandestinos no primaba la objeción de conciencia sino el bolsillo”. Así, gran cantidad de mujeres deben irse a la capital para hacerse las IVE, con todo lo que ello implica para las familias de bajos recursos.

A pesar de las limitaciones, Uruguay se presenta como un faro al otro lado del Río de la Plata para reflexionar y discutir sobre qué ley nos queremos dar cuando se fuerce la hora de su aplicación.

* http://www.guttmacher.org/pubs/fb_IAW.html#1 Fecha de Consulta, 28/03/2014.

Una pregunta imperdonable

Vamos a hacer un ejercicio que esta revista considera imperdonable. Vamos a hacer un ejercicio, por más que duela y que hacia adentro, de a ratos, merezca un antiácido. Vamos a hacer un ejercicio irrespetuoso para con la historia de este país, incluso a riesgo de dar un miligramo de chances para dar un paso en falso. Vamos a hacer un ejercicio que, teniendo en cuenta los ejercicios que quedan pendientes, puede ser sedentario. Vamos a hacer un ejercicio que, de por sí, de ante mano, pide abiertas disculpas a las Madres de Plaza de Mayo, a las Abuelas, a los H.I.J.O.S, al pueblo argentino y a los pueblos que honestamente sintieron el dolor ajeno como propio.

Vamos a preguntarnos: ¿Por qué decimos Nunca Más?

«No nos merecemos seguir frenados en los setenta», dice, en una esquina de Madrid, un tipo que condena la dictadura militar y que, aún así, se da el lujo de elaborar semejante expresión. «Hay que mirar para adelante», opina, en una esquina de Buenos Aires, un tipo que no condena la dictadura militar y que se da el lujo de elaborar semejante expresión. Esas frases las repiten señores y señoras, algunos más convencidos, algunos más ignorantes, algunos más justificados, algunos menos justificados.

Y, a pesar de que da un asco tremendo, y por el temor de no estar poniendo en discusión lo establecido, y para tratar de entender por qué carajo dicen eso, y para tener en cuenta -incluso- las razones de por qué lo dicen para ver si tienen algo de cierto, vamos a preguntarnos: ¿Por qué decimos Nunca Más?

Vamos a preguntarnos para saber que no vamos a la Plaza a hacer, simplemente, un acto de huella histórica por los 38 años del golpe cívico-político-militar que desapareció gente -desapareciódesapareciódesapareció: hace 38 años que muchos, de 30.000, todavía no se encuentran, ni se encuentran hijos que tuvieron ni los hijos que podrían haber tenido-. Vamos a preguntarnos, también, por las escuelas en las que se preguntan qué pasó y dan clase con eso, pero también por las escuelas que se niegan a hacerlo. Por los que lo hablan en la mesa con sus papás, por los que no pueden hablarlo.

Pero, sobre todas las cosas, para los que no pueden decir Nunca Más: acá y ahora, y en vivo y nunca en directo (porque, desaparecer, incluso ahora, no se muestra).

Vamos a preguntarnos luego de saber que la maquinaria de las fuerzas de seguridad de este país, ahorita, que viajamos en el colectivo leyendo cosas por el celular, mientras cogemos, mientras hacemos caca, mientras hacemos asado, mientras vamos a la cancha y gritamos goles, mientras tomamos cerverza, mientras nos creemos super libres, siga funcionando:

«Hay un muerto por día por gatillo fácil», según afirma, con detalles, María del Carmen Verdú, directora de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) en http://www.nosdigital.com.ar/2012/08/hay-un-muerto-por-dia-por-gatillo-facil/;

«Mi hermano fue torturado por ocho canas. Tenía 16 años. Un familiar tiene que ponerse en ese momento a decir ‘Mi hermano era un buen pibe, trabajaba…’ ¿Y si no trabajaba? ¿Si era chorro? ¿Igual la sociedad soporta esas torturas?», según cuenta Vanesa Orieta en http://www.nosdigital.com.ar/2013/08/yo-todavia-busco-a-luciano/, hermana de Luciano Arruga, desaparecido;

«Tu hijo murió porque era un negrito de mierda», le dijeron a la mamá de Kiki Lezcano, según relata en http://www.nosdigital.com.ar/2013/07/yo-soy-kiki-lezcano-y-nadie-me-va-a-callar/;

«En el país de los desaparecidos permitimos 197 en democracia», plantea Pablo Pimentel, presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza en http://www.nosdigital.com.ar/2013/07/en-el-pais-de-los-desaparecidos-permitimos-197-en-democracia/

Y más.

Vamos a preguntarnos sabiendo que, en este momento, alguien de parte de las fuerzas del Estado está torturando a alguien. Vamos a preguntarnos, a riesgo, de que cualquiera de nosotros, todavía, esté a riesgo de no poder decir lo que dice. Vamos a preguntarnos hasta el día en que la policía no presione a chicos para robar, el día en que no se torture a los marginales, el día en que ya no maten a Mariano Ferreyra, el día en que aparezcan todos, absolutamente todos, los que están bajo la alfombra, el día en que ya no funcione ni un centímetro de los que tapan la alfombra.

Vamos a preguntarnos Por qué decimos Nunca Más, al menos, hasta el día en que sea Nunca Más.

Eso ya es bastante respuesta.

«No podía ir a un Mundial con lo que estaba sucediendo»

En 2009, NosDigital publicó una entrevista con Jorge Carrascosa, el hombre que se negó a jugar el Mundial del 78. En aquella entrevista, explicaba por qué no jugó. Hoy vale la pena revivirla. «No estaba de acuerdo con que el Mundial fuera jugado como algo de vida o muerte», explicaba, aquella tarde, en una oficina en Burzaco. 

Ahora cierra un poco más una de las tantas frases hechas que deambulan por el mundo del fútbol. Se dice, en no pocos casos, que un futbolista juega como vive. Treinta años después de su retiro del fútbol profesional, Jorge Carrascosa continúa dejando huellas. Como lo hizo dentro de la cancha, marcando surcos por el sector izquierdo del terreno de juego. Un marcador de punta que se extraña por su solvencia y también por la escasez de jugadores en ese puesto. Como lo hizo fuera de la cancha cada vez que tuvo que hablar, mirar, actuar. Como lo hace, treinta años después. Un tipo de barrio, con las convicciones claras, antes y ahora. Un tipo para conocer, descubrirlo y luego sí, tratar de entenderlo.

carrascosaLa geografía de mi barrio llevo en mí, será por eso que del todo no me fui: la esquina, el almacén, el piberío los reconozco… son algo mío…

Con ese tango Corazón al Sur, de Eladia Blázquez se identifica, lo canta y disfruta de cantarlo. Se siente orgulloso de reflejarse en esa letra. Es él. Ese nene, ese pibe, este hombre de 61 años que dice no haber cambiado su forma de pensar por el paso del tiempo. Este hombre que mantiene sus bigotes como distintivo y su sensibilidad social como estampa personal. Esa rebelión ante las injusticias que forjó en su niñez, entre su familia, sus amigos, la escuela y su Burzaco querido. Esa que familiarizó en sus charlas con César Luis Menotti. Esa que moldeó en sus diversas lecturas sobre el “hombre nuevo”, del que hablaba el Che Guevara. Hombre nuevo, ese que busca y lucha por un bienestar social. Como este abuelo de tres nietas, este padre de dos hijas, este marido a quien le brillan los ojos cuando habla de ella, de Lucy, el amor de toda su vida, que hoy desde otro lugar, quizá desde las pequeñas cosas, desde las simples acciones, continúa conservando intactos esos ideales, esos sueños de cambio.

Va y viene, todo el tiempo. Si hasta uno parece verlo correr intensamente por el lateral. En cada respuesta se encarga de crear un paralelismo entre el fútbol y la vida.

-¿Imposible separarlos?

-Es así, no se puede, a cada persona le deberá pasar lo mismo en el medio en que le toca manifestarse. Y ahí, uno con hechos juega una pelea para cambiar las cosas que no le gustan, que le hacen mal, que cree injustas. Hoy todo es competencia, desafío. Lo mismo ocurre en un colegio que en las Inferiores de un club. Los chicos van al jardín y ya los quieren hacer figuras. En esto influye la sociedad que te tritura y uno lo termina pagando con salud. Si a un jugador lo venden a Europa, los medios de comunicación vociferan “se salvó”. Yo me pregunto, ¿quién se salvó? La vida no es así, hay muchos factores que influyen en cada uno, no sólo lo económico.

El Lobo, apodo que le pusieron en Rosario Central sin que él supiera bien por qué, se retiró del fútbol en un buen momento de su carrera, a los 31 años, cuando aún le restaban dos más de contrato en Huracán. El motivo del precipitado adiós se debió a la imposibilidad que sintió de continuar dentro del agobiante ambiente del fútbol.

– Cuando la falta de valores pasa a ser algo común en el fútbol, ¿no vale la pena jugarlo?

– El deporte debe servir para afianzar la personalidad de cada ser humano, que sea de utilidad para que se aprenda a competir, a saber ganar y perder. ¿Por qué uno tiene que ganar siempre? Competir con dignidad y lealtad muchas veces se capitaliza más en la derrota que en el triunfo. El fútbol debe ser parte de la enseñanza, la vida es un camino difícil. Desde que nacemos sabemos que hay cosas que uno va a perder.

Ese alejamiento de las canchas embadurnadas de dinero, que se produjo luego de su último partido, el 2 de diciembre de 1979, fue una decisión consecuente con muchas de las anteriores actitudes que había tomado referidas al fútbol. Un privilegiado en materia deportiva, Carrascosa disputó el Mundial de Alemania 1974, en el que Argentina fue eliminada en la segunda ronda. En el último encuentro de la primera fase, Argentina no sólo debía vencer a Haití por tres goles de diferencia, sino esperar que Polonia le ganase a Italia. Ahí entró en escena la incentivación de parte de los jugadores argentinos a sus pares polacos. El plantel casi completo nacional les propuso 25 mil dólares si cumplían con el objetivo. Argentina hizo lo suyo dentro de la cancha y venció por 4 a 1; también afuera: Polonia 2 -Italia 1. Argentina clasificada. Italia eliminada.

-¿Un punto de inflexión en tu mirada crítica hacia el fútbol fue la incentivación a Polonia?

-Fue algo que me cayó muy mal. Yo debo rendir al máximo sin que me des a cambio nada, lo único que hace es desvirtuar la esencia del deporte. No me presté para eso como no lo haría nunca. Uno debe distinguir las cosas que están bien y las que están mal.

En enero de 1978, cuando Menotti dio la lista de los futbolistas preseleccionados para el mundial disputado en Argentina, una ausencia dejó a todos con la boca abierta. Nada menos que el capitán, Jorge Carrascosa, quien había decidido renunciar a disputar lo que para muchos representa el máximo anhelo de su carrera. Un campeonato del mundo, en su propio país. ¿A qué más podría aspirar un jugador de fútbol?

Miles de conjeturas se tejieron a partir de su salida. Cientos de veces se dijo que había sido sólo por estar en contra de la Junta Militar genocida que gobernó al país en aquellos oscuros años y la que se encargo de la realización del torneo. Diversas notas periodísticas le hicieron en busca de la verdad, del supuesto secreto jamás revelado. Esa verdad, para los que piensan únicamente con una pelota que late sin cesar, es aún inexplicable.

Un deleite escucharlo, leerlo, comprender al protagonista de su vida.

– ¿De dónde nacieron las decisiones que tomaste en relación al fútbol?

– Por un montón de cosas que observé durante mi carrera en el fútbol, me fui sintiendo mal y eso es lo que me llevó a tomar las decisiones que tomé, como por ejemplo la de no participar en el Mundial. No es que hubo un hecho determinante. Hay cosas que ya sabía y otras que se fueron sumando, que no estuve de acuerdo nunca, en el país, en el fútbol y que no me hacían sentir bien. Sin duda que para mí no fue lo mismo que el Mundial haya sido armado por un gobierno militar, que si lo era por un Estado democrático.

– Pero, ¿en dónde estaba lo fundamental de tu desacuerdo?

– No estaba de acuerdo con que el Mundial fuera jugado como algo de vida o muerte, para mí era un hecho natural, aunque no así para los demás. Un partido de fútbol es simplemente eso, nada más. En un partido no está ni el amigo, ni un hermano, ni la patria, ni la vida, no hay que confundir, hay cosas mucho más importantes. En 1982, cuando ya estaba retirado, se produjo la Guerra de las Malvinas. Si hubiese seguido en actividad podía haber sido convocado, pero tampoco hubiera ido a jugar. No podía ir a un Mundial con lo que estaba sucediendo en el país.

– Después de tantos años, ¿cómo ves aquella decisión?

– La actitud que tomé no la hice consciente, no me puedo engañar. No sabía los riesgos que se corrían, actué de manera natural, como lo hice siempre, para mí primero está el hombre y después la profesión. Estoy definido en eso. Nunca imaginé todo lo que estaba ocurriendo en el país. Incluso aunque alguien te contara algo, uno quizás no lo creía. La prensa influyó mucho en esos años para que no se observase lo que realmente ocurría.

– ¿Y sentís que te equivocaste en algo?

– El error que cometí fue el de creer que todo lo malo estaba sólo en el fútbol y cuando salí de ese entorno, me di cuenta de que es un reflejo de la vida. Uno tiene tres opciones cuando está en un medio que se ha convertido en un negocio salvaje, en el que se sacrifican principios, se hacen concesiones en función de cosas netamente materiales y priman los intereses personales. Si tenés poder, uno puede intentar cambiar el medio desde adentro; otra opción es meterse en la de todos y cerrar los ojos como si nada ocurriese. La última y por la que opté yo fue la de aislarme del ambiente que no me hacía bien. A mí se me hace muy fácil tomar decisiones. Separo lo económico de lo que siento. Entonces se me simplifica todo al preguntarme por ejemplo, en qué lugar me voy a sentir más cómodo, allá que me ofrecen tanta plata o en mi barrio, con mis afectos.

No necesita volver a cantar el tango de Eladia Blázquez. Lo tiene inmerso, lo vive ese Corazón al Sur. Como también aparenta vivir en él una frase consignada en un plato que le obsequió la Asociación Argentina de Árbitros por ser el jugador más correcto del 1976: “Nadie es bueno como todos juntos”, está grabado en la porcelana. Y está grabado sobre todo en su memoria, en sus gestos, en sus convicciones. “Es difícil que otro me entienda pero yo tomo decisiones por mi filosofía de vida, cosas que no me dejan dormir, que me hacen mal, pero son naturales. Ética, moral, dignidad, honor, esas palabras son sagradas. Sigo teniendo sueños e ideales, aunque uno de desilusiona de muchas cosas, hay que seguir teniendo esa fuerza que yo tuve cuando era joven, que soñaba que podía cambiar el barrio, el fútbol, la Selección, el país, luchaba por esas cosas. Esa fue la manera de desarrollar mi identidad.

– Treinta años después de su retiro, ¿qué es el fútbol?

-Un deporte apasionante. Disfruto de ver jugar y de jugarlo, y más cuando lo hago con mis amigos. Nuestro equipo se llama Sub 70, no hace falta aclarar por qué. Como siempre, continúo marcando la punta izquierda y trato de anticipar al wing, de poder llegar antes que él y ganarle la posición, de cuidarme de que no me tire un caño. Vuelvo a ser un chico dentro de la cancha.

A veces sin mala intención se minimiza el obrar de un hombre. Así sucede cuando se lo termina reduciendo a un episodio puntual. Jorge Carrascosa es muchísimo más que una persona a quien se le busca poder extirparle una declaración rimbombante, que derive en título revelador, que logre tener repercusión mediática. Es mucho más que eso. Es un tipo intachable, de principios firmes e incorruptibles. Apasionado por los intereses populares, grupales, colectivos. Y además, es amante del fútbol como pocos.

Terrorismo mediático

El diario bahiense La Nueva Provincia en juicio por crímenes de lesa humanidad. Los jefes de redacción de Gente y Somos dando entrevistas reveladoras sobre el rol del periodismo en la dictadura. ¿Siguen mintiendo?

Desde hace años sabemos que la dictadura no fue sólo militar. Que fue cívico-militar, por la participación indispensable de civiles. Que fue cívico-religiosa, incorporando el rol de la iglesia. ¿Y qué si decimos que, además, fue una dictadura mediática? Los medios contribuyeron a generar el clima propicio antes y durante, difundiendo mentiras, tergiversando y haciendo propaganda. El terrorismo mediático fue una de las herramientas cruciales para que las fuerzas desenrollaran sus operativos con impunidad. Y todavía hoy pueden verse las sombras de aquél monstruo.

El resultado, tras 30 años de democracia, son manotazos de justicia que ponen la lupa sobre los responsables de las decisiones editoriales de los medios, en forma de entrevistas o directamente como testigos en causas judiciales. Son los casos de la revista Gente y Somos, a cuyos responsables logró arrancar testimonio el cineasta Patricio Escobar, y el del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca – acaso el más colaboracionista del país-, cuyo director Vicente Massot declaró el martes 18 de marzo.

¿Qué dicen estos empresarios, editores y periodistas? ¿Se defienden? ¿Qué verdad cuentan? ¿Siguen mintiendo?

Desinformación y “propaganda negra”

Revista Somos Mundial 78 - TapaSegún una oleada de juicios a represores en distintos puntos del país, Bahía Blanca tuvo justicia en 2012, cuando el Tribunal Oral Federal Subrogante condenó a 17 militares. En aquella sentencia, la justicia ordenó que se investigue el rol de los directivos de La Nueva Provincia en el terrorismo de Estado. “Fue una vinculación directa”, dice Miguel Palazzani, uno de los fiscales sobre los que recayó la investigación. “Nosotros profundizamos una investigación que empezó el doctor Hugo Cañón y siguió Abel Córdoba; compusimos la imputación, aportamos pruebas y ahora estamos en la etapa procesal, que es inicial, pero que era impensada años anteriores”.

Lo que parece inédito para un trámite judicial – la vinculación directa de una condena a represores con un medio local-, en el sur de la provincia era evidente: La Nueva Provincia jamás ocultó ni disfrazó su postura a favor de la dictadura, sino todo lo contrario. Lo que el Tribunal definió como “desinformación” y “propaganda negra”, en la práctica se verificaba en noticias que hacían aparecer como «enfrentamientos» los operativos militares, o a través de editoriales sin pelos. Dice el fiscal Palazzani: “Se estudia su complicidad a nivel de participar en las operaciones psicológicas que se hacían desde las Fuerzas Armadas. Esto lo perpetraban, todos los días, a partir de sus editoriales. Además del ocultamiento deliberado, como hemos demostrado en muchísimos casos, en casos con conocimiento pleno de que eran asesinatos los que estaban mostrando, los presentaban como enfrentamientos”.

Para dar una idea, el tenor de La Nueva Provincia era el siguiente:

“¡Ciudadano! Asuma sus obligaciones de soldado reservista; ¡ciudadana! Defienda desde su hogar la Paz que usted y su familia merece, colaborando con las fuerzas que combaten a la delincuencia apátrida y venal”.

Dar tan solo uno de los ejemplos, es descartar otros cientos. Precisamente, más de 500 editoriales que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzini estudiaron y presentaron como pruebas ante la justicia, entre otras.

Llegada la democracia se descubrió también que el diario tenía al fotógrafo Gustavo Lobos y periodistas como Jorge Soldini que integraban la nómina del Personal Civil de Inteligencia.

La familia Massot

SOMOS 2 DE DIC 1976 editadaLa responsable de la publicación era por entonces Diana Julio de Massot, acompañada en el directorio por sus hijos Federico y Vicente, y dentro del núcleo decisional se señala también al jefe de redacción Mario Gabrielli. Salvo Vicente Massot, el resto ha fallecido antes de rendir cuentas a la justicia.

Los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani consideran que además de instigar y de concretar materialmente las maniobras del diario, Vicente Massot hizo “aportes esenciales” en secuestros, torturas y homicidios de 35 personas, y lo imputaron como “coautor” de la muerte de dos obreros gráficos del diario: Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola.

Sobre el primer plano de la imputación, Palazzani explica: “Hemos probado que su conocimiento era absoluto, la cercanía con el quinto cuerpo y con la base era permanente, diaria y cotidiana. Un genocidio o un plan de exterminio de esta característica no se hace por generación espontánea: inevitablemente en Bahía Blanca La Nueva Provincia fue parte del entramado criminal”.

La otra imputación se centra en los secuestros y asesinatos de Heinrinch y Loyola que eran, junto a Jorge Molina, delegados del diario, pero no tenían ninguna militancia partidaria además: su persecución probada, y su muerte cantada, son el sello de un plan que no pudo venir – solamente- del terrorismo de estado. Palazzani: “Uno era Secretario General del Gremio Gráfico de Bahía Blanca y el otro era tesorero. Ambos estaban trabajando en la Nueva Provincia y era su única militancia gremial. En ese caso, no se sale Massot de la misma conducta que muchos otros empresarios tuvieron durante la dictadura: la clase obrera fue la que más víctimas aportó al universo de víctimas totales. El disciplinamiento para adentro que significaron esos dos asesinatos y el beneficio que obtuvieron porque luego de eso no hubo más actividad gremial en La Nueva Provincia”.

Un reclamo de sueldos dejó a Loyola y Heinrich en evidencia en 1975, un año antes del golpe. Y un informe producto de un trabajo de inteligencia de Prefectura Nacional terminó de presentarlos como los principales nombres de una infiltración “marxista, peronista y tercermundista”.

El 30 de junio de 1976 fueron secuestrados en sus respectivas casas. Sus cuerpos fueron hallados meses después. Entre los dos tenían más de 50 balazos.

1976 - Gente enero¿Cómo se defienden los directivos? Vicente Massot declaró el martes 18 de marzo en carácter de testigo, y no como imputado, gracias al rechazo del juez subrogante Santiago Martínez del pedido de indagatoria solicitado por la querella. El fiscal Palazzani cuenta su estrategia: “Las explicaciones que ha dado son las previsibles y las que hemos escuchado en los foros públicos. O utiliza la coartada de que eran su madre y su hermano los que estaban en el diario; o dice que él no estaba en Bahía Blanca. Ninguna se corresponde con las pruebas que hemos aportado en la causa penal”.

La posibilidad de que Massot maneje a discreción su verdad, y que en Bahía nadie se alborote por eso, se entiende gracias a la propia influencia del diario: “La Nueva Provincia se apropió del sentido común, de la matriz sugestiva durante décadas. Entonces es muy difícil romper con eso, porque además la dictadura se ocupó muy bien de instalar un discurso. Venimos con toda esa carga y tenemos que romper con todo eso; de a poco y con los que han luchado siempre la gente va conociendo más y colabora para que la lupa se ponga en estas conductas. Estamos en los pasos iniciales, nos falta mucho”.

Operativos mediático-militares

Otra de las evidencias que aporta este tiempo fue encontrada por el documentalista Patricio Escobar, director entre otros de “La crisis causó 2 nuevas muertes”, que entrevistó a los responsables de dos de la revistas más colaboracionistas durante el proceso, Somos y Gente, para su nuevo trabajo Sonata en si menor.

El documental narra la historia de 15 personas – mujeres, hombres y niños- secuestrados por encargo del estado argentino en Uruguay en el llamado Plan Cóndor, y hace foco en los medios argentinos a partir de dos testimonios reveladores: el del secretario de redacción de Gente, Alfredo “el pingüino” Serra, y uno de los responsables de Somos, Eduardo Paredes.

Por esos años, Gente y Somos eran, junto a Para Ti, las publicaciones predilectas de Editorial Atlántida, y de las más leídas. Además de tapas famosas que la historia ha dejado en offside, estas revistas realizaban operativos mediáticos conjunto a las fuerzas militares. El más pornográfico es el caso de la nota a Thelma Jara de Cabezas en Para Ti, militante montonera a quien sacaron de la ESMA, vistieron y peinaron para hacerle dar una entrevista que luego llevaría el título manipulado de “Habla la madre de un subversivo muerto”. La nota serviría para mostrar falsamente que Thelma no estaba secuestrada como se denunciaba, y para demonizar a Montoneros y a los familiares de víctimas.

SOMOS 1 DE OCTUBRE 1976 editadaEl documental cuenta otro de los operativos mediáticos: el de Alejandrina Barri, presentada entonces como una niña a la que los “terroristas” habían abandonado. Entre los títulos que llevó la nota, replicada en las tres publicaciones de Editorial Atlántida, estuvieron “Alejandrina está sola” y “Los hijos del terror”. El contenido puede suponerse.

“Todos los diarios hicieron lo mismo”, declara en el documental el jefe de redacción de Gente, Alfredo Serra, sin tapujos, ampliando la responsabilidad de Atlántida a medios como La Nación, Perfil o Clarín.

Serra, en el documental, asume abiertamente la teoría de los dos demonios, y acompaña la idea de que los “subversivos” no eran inocentes con el gesto de su mano apoyada al antebrazo: minga. Actualmente es – sigue siendo- el “redactor jefe general” de la revista Gente.

El culo sucio

El documental aborda el plan internacional que unió a Argentina y Uruguay en un operativo de secuestro de personas – incluyendo al pianista Miguel Ángel Estrella y Jaime Dri, el protagonista de Recuerdos de la muerte de Miguel Bonasso-, y desnuda de paso a los medios garantes. “No juzgues al periodismo por quizás un error”, pide el pingüino Serra al documentalista Patricio Escobar sobre el caso de Alejandrina Barri. “Todos tienen el culo sucio”, termina diciendo, obvia y cobardemente haciendo la salvedad de su caso.

Eduardo Paredes, secretario de redacción de Somos, mantiene una postura más frágil, casi victimizante, según la cual los periodistas – el periodismo- no podían hacer otra cosa que apoyar al proceso. Habla de “plumas favorables” motivadas por cierta oposición a la izquierda, y de la voluntad periodística de no “irritar” al poder. El miedo y el alcahuetismo también forman parte de su retórica; su sinceridad lleva a límites peligrosos la impunidad periodística. “Cuando hay dictadura no es que te mandan a escribir ´esto´. Todo el mundo escribe lo mismo, aunque no lo escriba”, dice  Paredes, en una frase para detenerse.

Estas historias sostienen una pregunta inquietante: ¿Cuál es el rol del periodismo?

Y también nos preguntan sobre las distintas justicias.

¿Qué importancia tiene avanzar en el juzgamiento de periodistas, editores y responsables de los medios que fueron parte? “Es fundamental, primero, para visibilizar y mostrar pruebas del rol de la prensa en estos procesos”, responde el fiscal Palazzani. “Si queremos que el Nunca Más se efectivo, inevitablemente tenemos que avanzar en estos lugares que todavía no están debidamente visibilizados. Para ver todas las dimensiones del fenómeno criminal y también para que veamos que eso se puede repetir: las reacciones psicológicas siguen estando. Por otro lado, para entender la importancia que la dictadura cívico-militar le daba a la acción psicológica y que necesitaba, como hemos probado en la causa, la colaboración y la participación de medios de difusión”.

Las sombras no esconden

Situada en la Argentina del 78’, la ópera rock de Mariano Cejas se adentra en la herida de una familia oprimida por el silencio. “Los restos de la memoria” enfrenta la impotencia de representar la ausencia y de narrar lo impensable de la desaparición.

La memoria opera según parámetros difíciles de medir y comparar con variables lineales como el tiempo. Recorre otros caminos, deja otras huellas y recrudece su actividad a partir de impulsos insospechados. La memoria colectiva, por su parte, se alimenta exponencialmente del amor y la resistencia de las fuerzas vitales contra la muerte; el amor también es político. Como construcción social, la memoria se mantiene activa, cada día edifica un nuevo puente entre el pasado y el presente y resignifica sus sentidos. La memoria es caliente. Entrelaza manos, abraza sueños y da abrigo.

El hierro, en cambio, es frío y punzante. Refracta una luz gris que te sumerge en la más cruda soledad y te deja atrapado entre sus filos.

¿Puede un recuerdo hueco, ausente de cuerpo, quebrantar la cárcel paralizante que impone el hierro? ¿O es justamente esa falta la que potencia el deseo de seguir encarnando el lugar de ese otro arrebatado?

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_DSC4535“Esta es una obra a favor de los derechos humanos. Me interesó representar y transmitir sensaciones, más allá de la literalidad de la violencia”, expresa Mariano Cejas, director de Los Restos de la Memoria. En esa búsqueda, la obra nos asoma a la vida cotidiana de una familia argentina en 1978, cuyo padre ha desaparecido. Desde esa perturbación absoluta de cada espacio de la intimidad, desde el desgarramiento del día a día, se reflexiona en torno a los efectos corrosivos del silencio y la incertidumbre sobre los vínculos familiares y los lazos afectivos entre los que quedaron. “Decidí centrarme en una familia porque creo que siempre se va hacia el desaparecido, hacia la violencia más literal. No he visto cosas que se centren en una casa, desde el punto de vista de la persona que se tuvo que quedar en la incertidumbre de no saber qué va a pasar. Que a la vez es súper dramático. La gente se va reflexionando porque la obra es fuerte desde el contenido, por el sufrimiento de la familia. En la temporada anterior, se me acercó gente a decirme  ‘contaste la historia de mi primo…’. La verdad es que no nos basamos en ninguna historia en particular, aunque por supuesto hubo mucha investigación”, cuenta Cejas. De hecho, la obra deja la sensación de que podría ser cualquier otra familia y por eso es tan fuerte la identificación con la propia historia. A partir de esta ficción mínima, “Los Restos…” interpela, atraviesa al público con un espejo de la época y lo deja en carne viva. “No queríamos representación de una casa en sí, sino que tuviera una sensación fría, de soledad y de encierro. Que tiene que ver sobre todo con el personaje principal, que es una mujer que se queda estancada en el tiempo, no sale en la búsqueda. La mujer se estanca en un estado de desolación. Por eso, la escenografía de cubos de hierro que manipulan los bailarines tiene que ver con una cárcel”. Para Cejas, “el punto de partida es cómo se transforma la vida de una persona, de una familia, y cómo se van adaptando a eso”.

La obra está escrita por su director, Mariano Cejas, junto a Norberto Helmholt, y la composición e interpretación musical en vivo está a cargo de la banda “Muelles, colores y libertad”. La música genera climas de angustia y oscuridad y permite adentrarnos en la vida emocional de cada uno de los personajes. “La música tiene un rol muy protagonista, no es secundario o de fondo. Elegimos el rock porque fue un género muy censurado durante la última dictadura, y es como nuestro pequeño homenaje para todos los músicos que se tuvieron que exiliar”, aclara Cejas. El elenco también se está compuesto por un cuerpo de baile con coreografía de Leandro Bustos. Los bailarines, presente durante toda la obra y con una estética desgarrada y brutal, expresan las vivencias del horror de los distintos personajes. “Nos interesó trabajar a partir de distintos lenguajes, la música, el teatro, la danza, el diseño de luces… De todas formas, más allá del desarrollo de cada uno y de las distintas interpretaciones que se pueden hacer, siempre sostuvimos la importancia de ser conscientes de la historia que se está narrando y, sobre todo, la época en la que se enmarca”. Para esto, el equipo de la producción y el elenco leyeron el Nunca Más, vieron películas y leyeron artículos de investigación sobre el impacto psicológico de “tener” un desaparecido, justamente como aquello arrebatado, que nunca más se tiene. “Es una gran incertidumbre. Es no saber. Es alguien que se lo llevaron, no sabés dónde estuvo, cómo murió, ni qué le hicieron. La obra abarca más o menos cuatro años… y el tiempo ayuda, pero no es algo que se pueda superar, porque no hay un cuerpo que te permita una clausura. No hay adónde ir a llorar”.

La idea de “Los Restos de la Memoria” surgió en 2012, pero no aspiraba a tener el despliegue que finalmente tuvo, sino que esperaba una puesta más modesta. Sin embargo, el encuentro entre Mariano Cejas y “Muelles, colores y libertad” fue decisivo para dar rienda suelta al desarrollo que la historia demandaba. Los ensayos comenzaron en 2013; la banda, el cuerpo de baile y los actores trabajaron sus partes por separado hasta que en agosto del año pasado comenzó el proceso de ensamble, cuando la obra comenzó a mostrar su espesor. Finalmente, con el auspicio de la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo y declarada de interés por la Secretaría de Cultura de la nación, se estrenó en octubre de ese año en el Teatro Sha, con tres únicas funciones. “Es como una tranquilidad tener el apoyo de Abuelas, como un permiso para habar sobre el tema”, confiesa Cejas. Con buenas repercusiones y críticas, ese primer estreno le sirvió a Mariano para ver la obra desde otra perspectiva y comenzar a trabajar sobre algunos elementos a mejorar. En este marzo de 2014, horas antes de que se conmemore un nuevo Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, “Los Restos de la Memoria” se reestrena en el Teatro Sha. La obra, que se puede ver los domingos a las 20hs, seguirá en cartel hasta el 11 de mayo.

“Hemos hecho trabajos fuertes con los actores. La obra empieza con el padre desaparecido, y en uno de los ensayos recreamos como una escena previa, un festejo del cumpleaños con el padre presente, porque la ausencia solo puede inscribirse donde hubo una presencia. Entonces durante un ensayo hicimos un corte de luz y asistentes de la producción entraron de una forma violenta, tirando toda la escenografía, agarraron a los intérpretes y se llevaron a ese padre. Sin que ellos supieran que eso iba a suceder. Terminaron en un estado de angustia muy grande, sobre todo porque no esperaban que eso pase”, cuenta Cejas. Este ejercicio que puede pensarse simplemente desde la dirección de una obra de teatro, simboliza esa imposibilidad, ese espacio límite para el pensamiento que constituye una desaparición. Esa ausencia de hueco, ese vacío descarnado e infinito, ese horror abismal que rebasa a la muerte misma, que condena a una herida sin sutura. “De alguna forma, esas pequeñas cosas contribuyen a la verdad que puede transmitir la obra. Incluso como incentivos para que los actores se involucren con esa realidad. A veces no basta con ponerse en el lugar, hay cosas que es necesario hacérselas vivir de alguna forma. Fue una obra fuerte para ensayar. Por la historia que contamos, era necesario poner mucho de lo emocional de cada uno”.

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El misterio de Dancing Mood

Hugo Lobo, creador del fenómeno musical Dancing Mood, entiende que parte de la magia está en ser y buscar ser diferente en la expresión artística. La historia y el espíritu de la fusión de géneros que da baile y ritmo semana a semana a un público que se renueva y se multiplica sin por qué.  

IMG_4612Tiene puesta la camiseta de Atlanta, lentes negros y gorra. Chivita y un aro grande que le cuelga del lóbulo izquierdo. Pantalón de jogging y una cinta en la muñeca izquierda, de esas que te dan libre acceso cuando levantás y mostrás el brazo. Es jueves y, como desde hace meses, del otro lado de Ciudad Cultural Konex, en la vereda, la calle Sarmiento al 3100 está repleta. Hay fila para entrar y hay también muchos panes rellenos, heladeritas con bebidas y pibes esperando a otros pibes que vienen a la fiesta.

El cielo amenaza pero el patio al aire libre está colmado. Una pareja cercana a los cincuenta años se abraza bajo el paraguas cuando empieza a garuar. El público explota y casi a modo de ritual los brazos se agitan hacia el cielo. Dancing Mood está en el escenario: 14 músicos toman forma de fusiones ahí arriba.

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Hugo Lobo es creador y trompetista de Dancing Mood, la orquesta que desde 1999 propone el baile. De familia de músicos, sus primeros pasos musicales fueron a los cinco o seis años, aunque recuerda estar con la música al lado desde que nació.

IMG_4771–       ¿Está bueno que los pibes entren a la música de chicos?

–       La música a los chicos los ayuda en todo sentido, en la coordinación, en la atención. Motrizmente hablando también, el ejercicio de dominar un instrumento y leer una partitura a la misma vez. El sentido de proyección y de grupo. Escuchar, ser parte de un ensamble y de una orquesta, tiene un montón de factores que a un niño le sirven para toda la vida, más allá de que quiera ser músico o no. Desarrolla muchísimo intelectualmente a los pibes.

Hugo está convencido de esto: forma parte de la orquesta infantojuvenil “Vamos los pibes”. “Está enfocada en ayudar a los pibes con problemas en todo sentido. Laburamos con 15 colegios de Villa Crespo. Nos mandan chicos que tienen problemas de conducta, de educación, problemas en la casa, problemas con la alimentación, económicos. Es gratuita. Funciona en el Centro Cultural Osvaldo Miranda, en el Club Atlanta. Los pibes meriendan y tienen clases de música todos los días, del instrumento que ellos elijan, y ensayo de orquesta y de lenguaje musical una vez por semana”, cuenta.

–       Más allá de la orquesta, desde tu programa de radio o redes sociales también compartís música, libros, películas.

–       Me gusta compartir ese tipo de cosas, tanto la música como la lectura, y lo hago con el programa de radio. Poder enseñar a los chicos y a pibes grandes también. Me parece copado. Tuve la suerte de que mucha gente lo pueda hacer conmigo. Maestros con los que aprendí: ellos me mostraban música, cine, de todo un poco. Creo que compartir lo que a uno le gusta, el conocimiento que uno tiene o una emoción, o algo que te puede transmitir una película, un libro o un disco está bueno. Calculo que algunos flashean con eso, a mí me gusta que lo hagan conmigo y está bueno hacerlo con la gente.

–       ¿Cómo te sentís cuando te toman como referente?

–       Desde mi lugar, para mí es un flash, pero tengo los pies sobre la tierra. Sigo estudiando y compartiendo los conocimientos que aprendo. Primero me da vergüenza, me causa gracia, pero por otro lado, cuando miro para atrás, el calendario, la carrera de Dancing Mood, mi carrera como músico, creo que sin querer uno fue haciendo un montón de cosas y que un pibe joven te tome como referente se va dando solo. Ahí uno lo toma con un poquito más de seriedad, pero siempre la primera impresión es rara.

Mirar para atrás. Implica 15 años de carrera de una banda independiente que apuesta a las fusiones y transita por diferentes costados de la música. “Me gustan los diferentes estilos, yo escucho desde Iron Maiden hasta Los Carpenters, pasando por Mozart. Creo que al que le gusta la música, le gusta la música, en general. Todos los estilos tienen algo bueno. No soy de la idea que se tiene que escuchar un solo estilo. Al que le guste un solo estilo quizás sea un estilista y no le gusta la música. Todo tipo de música tiene que ver con otro estilo siempre. Se influencian mutuamente”, dice Hugo.

–       ¿Te enfrentás con resistencias a la hora de mezclar jazz y cumbia?

–       Sí, de pelotudos. Está lleno, uno tiene que lidiar con eso. Al principio me enojaba, después me cagué de risa. Charles Mingus tiene un disco que se llama Cumbia & Jazz Fusion y es del año 78. Hay muchos músicos ignorantes también. A la cumbia se la encasilla en un solo género: la cumbia villera. Es lo mismo decir que el jazz es Walter Malosetti y nada más. Te puede gustar Walter Malosetti o no, o te puede gustar Damas Gratis o Los Corraleros de Majagual. Si vos sos tan boludo de tener un horizonte musical ahí nomás, para solamente pensar que la cumbia es Damas Gratis y a partir del 2000, bueno, veremos cómo te va con lo que hacés.

–       ¿Siempre pensaste a la música desde esa apertura?

–       Mi viejo es y fue músico y tocó con un montón de géneros diferentes. Siempre en mi casa hubo discos de todo tipo. En un momento tuve una cosa barrabrava de escuchar Ska, pero muy de chico, adolescente, y todo lo que tenía que ver con los Rolling Stones y el rock and roll estaba mal. Hoy en día tampoco me agrada mucho, pero gran parte de mi vida estuve abierto a diferentes estilos. Tuve la suerte de conocer a los músicos que admiro. Los músicos de ska, los músicos de reggae, no escuchan reggae ni ska, escuchan otro estilo de música. Eso hay que dejárselo a los fans y a las bandas, que se arman siendo fanáticos de un estilo y que se parecen entre sí por eso mismo, porque todos admiran un solo género. Esa es la diferencia de la banda que quizás hace ese género pero escucha otras cosas y tiene otras influencias.

–       Desde el público siempre fue aceptado el fenómeno Dancing.

–       Ahora quizás está como de moda que no te guste la cumbia, en vez de estar de moda que te guste. Es cool que no te guste, sos copado si no te gusta, pero bueno son modas que van pasando. Pero nunca tuve mayor problema con eso y de última me chupa un huevo, siempre fui contra la corriente.

–       ¿Ir contra la corriente es una cuestión musical o es así tu vida?

–       De todo un poco. Mi vida tiene que ver con la música, todo está relacionado con eso. En la ideología que usamos en este proyecto también, dentro de la música es bastante inusual que la banda sea independiente, que trabaje como una cooperativa, que cuide los precios de las entradas, de los discos y tener control absoluto de todo. Es ir contra la corriente de los colegas de uno, que están desesperados porque venga alguien y les salve la vida con un sello discográfico, salir en la tele y ese tipo de cosas.

–       ¿Vos crees que Dancing Mood es una banda popular?

–       Popular hasta donde se deja ser. Hasta donde se puede ser, desde la independencia. Popular es Marcelo Tinelli.

–       Más allá de la masividad, decías que Dancing cuida el precio de las entradas, de los discos…

–       Desde ese lado sí, totalmente. Yo me refería a popular masivamente hablando. Para mí es increíble todo lo que pasa con Dancing Mood dentro de la música, con lo que estamos acostumbrados a escuchar y con lo que nos tienen acostumbrados. Sin desmerecer nada, ni a palos, pero Dancing es una propuesta diferente y desde ese lado también, desde el lado de la gente, de lo que es uno mismo, de ir a recitales y saber lo que es pagar una entrada. Darle la oportunidad a la gente de tocar todas las semanas también

–       Pensando en la popularidad como masividad, también hay algo que hace que se sostenga todas las semanas

–       De una, yo siempre digo que el día que se junte toda la gente que viene a todos los ciclos, tocamos en River. Es un fenómeno extraño, porque después tocas en el Luna Park y lo llenás, cagando aceite pero lo llenás, y van ocho mil personas. Y en un ciclo metés veinticinco mil. Tiene su misterio.

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La lluvia es cada vez más intensa. El último tema termina con los músicos al borde del escenario estrujándose los pulmones porque el sonido tuvo que apagarse. Dancing Mood tiene su misterio. La fiesta de torsos desnudos y baile bajo la lluvia le hace de marco.

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“Cuando escribís, dejás de hablarte”

Luis Sagasti es un escritor sobresaliente de la narrativa contemporánea argentina, un obsesivo de las palabras y un artista del lenguaje. Su obra, su experiencia docente y un viaje a las estrellas a través de su pluma son unos de los tantos perfiles que se graban en el cuerpo después de una charla y un encuentro con él.

Luis cuenta que, a sus quince años, besó a una chica cuyo nombre no recuerda. Lo que sí quedó grabado en su mente es que en el momento en que sus labios se separaron de los de ella, le dijo que la amaba. Un “te amo” irrefrenable y seco. Ella se rió y él sintió cosquillas en las plantas de los pies.

– Yo creo que capaz sí la amaba… Lo que estaba experimentando era que el encuentro sobrepasaba mis expectativas y, por ende, el lenguaje. Pero me salió decirle eso y a ella no le gustó. Tengo una gran nostalgia por la amalgama que tenía con las cosas cuando era chico. De grande, ya tomás distancia, te ponés cínico, manejás más las palabras: te alejaste de la infancia, se fue todo al carajo. La literatura es una forma de volver a eso, de recuperar esas experiencias de comunión que uno tiene con las cosas o con las personas, que repelen el lenguaje. Cuando lográs un estado de completud con algo, las palabras quedan afuera. Viste que el escultor para llegar a la obra tiene que sacar lo que sobra y a veces para decir algo hay que pronunciar las palabras que estorban, como matarlas, y te queda ese vacío que es lo que querés comunicar.

Luis Sagasti es escritor, crítico de arte y profesor en un colegio secundario de Bahía Blanca. Lo primero que escribió en su vida fue una enciclopedia, a los cinco años. La primera entrada fue sobre Arabia y la segunda sobre los goles de Pelé en la final de México. Tres años después, siguió con las historietas que, una vez escritas, guardaba en una caja de metal y las enterraba en el patio. De esta forma, cada vez que alguien quería conocer su “tesoro”, era como una aventura. Más tarde, los roles se invirtieron y dejó de escribir para dar sus primeros pasos como lector. Cuando terminó el secundario, siguió la carrera de Historia y empezó un programa humorístico en una FM, junto al también escritor Mario Ortiz y el locutor Miguel Martos. No fue sino hasta 1990 cuando llegó la idea para su primera novela, El canon de Leipzig: Y despacito la fui escribiendo. Le tenía mucha fe al libro. Se lo di a (Alberto) Laiseca que iba mucho a Bahía, hizo una lectura muy profunda, aconsejó agregar dos capítulos antes del final, y la novela salió en el 99’. Tuvo buenas críticas. Era algo que a mí me habría gustado leer. Creo que escribo eso, lo que a mí me gustaría leer. Aunque por ahí me gustaría escribir mejor”.

A esa primera obra, le siguió la novela Los mares de la luna (2006), el ensayo sobre historia argentina Perdidos en el espacio (2011) y el inclasificable e inagotable Bellas Artes (2011). Con ellos vino el reconocimiento de su obra, como de lo más saliente de la narrativa argentina contemporánea, y de su pluma, como de lectura inquietante y obligada. Detrás, debajo o en los márgenes de esos títulos, está un tipo que te puede hablar con una intensidad poética atrapante y al momento siguiente hacerte un chiste que te descoloque hasta la carcajada. Parece no tomarse muy en serio, pero en su escritura se entrega con compromiso y trabajo metódico: “Soy obsesivo. No hay una sola palabra que no esté pensada. Puede estar mal pensada, ojo. Acá nunca hablamos de calidad, sino de procedimiento. En el buscador me fijo cuántas veces se repite tal palabra, busco en qué páginas, las cambio, las espacio. Trato de meditar la mayoría de las palabras y escribo en absoluto silencio. Cuando ya veo que el libro cierra, empiezo a trabajarlo globalmente, como obra. Empieza un laburo de montaje. Si me pongo así nomás escribo boludeces… Salvo los mails, yo soy bueno escribiendo mails, de corrido me salen muy bien. El chat también me sale bien”.

 

En sus periódicos viajes a la Capital Federal, se lo puede encontrar en el bar-librería-editorial Eterna Cadencia, casi su hogar lejos del hogar. Allí puede perderse entre las mesas y las estanterías llenas de libros y comprarse unos cuantos que no llegan a Bahía. Una vez de regreso, abre el bolso con las nuevas adquisiciones y tira todos los libros sobre la cama, como en un juego de niños. Confiesa que ahora mismo tiene miles apilados en su mesita de luz. Hay algunos siempre en la punta de los dedos, como los Diarios  de Tolstoi. En los últimos tiempos, lo tiene atrapado María Negroni, a la que describe como una “genia”. Y en esto, también hay una constante. Sagasti habla de sus contemporáneos con una humildad y generosidad difíciles de encontrar. Se entusiasma de la misma forma mientras habla de hallazgos recientes como cuando habla de sus amistades más añejas: “Mario Ortiz es un genio absoluto, si ves los manuscritos y ves lo editado, es como Mozart, corrige muy poco. Entra en una frecuencia… Mario vive un estado poético. Tiene una mirada muy prístina, intensa, con mucho espesor sobre las cosas”. El agosto pasado, fue invitado a presentar la novela “Una muchacha muy bella”, de Julián López, a la que se refirió como “un libro para jurar sobre él”.

 

– Te ponés a escribir y no sé si uno se conecta con algo, pero dejás de hablarte, dejás de escuchar a ese personaje que tenemos todos adentro y ahí fluyen las cosas. A mí me ocurre eso cuando escribo o cuando doy clases… logro ciertos estados de fluidez, lo cual no significa que el resultado sea óptimo. Porque podés estar surfeando y te agarra un tsunami y te fuiste a la concha de la lora. Pero sí, cuando no me escucho, la paso mejor.

– ¿Cuál creés que es ese factor común entre la docencia y la escritura?

– Está la idea de contar algo, yo doy clases de Historia del Arte, la materia sobre la que me explayo tiene cierta plasticidad y permite modelar figuras que no están preestablecidas. Y en la literatura hay un poco de eso, cuando vos escribís, sos como Dios. Escribo lo que quiero, pero así como Dios tiene sus reglas – no puede crear dioses, porque son increados – en la literatura lo mismo… los criterios de verosimilitud son una regla que si la franqueas, tenés que ser bastante capo. Creo que en las dos se ejerce cierto tipo de libertad. Yo, por lo menos, la ejerzo. Ese ejercicio de la libertad a mí me permite ir por afuera o correr fronteras. Logro eso cuando el entusiasmo se empieza a tejer con lo que estoy diciendo. Pongo como parámetro los músicos cuando improvisan, salen cosas geniales y otras fallidas, pero el músico no puede volver a tocar lo que ha improvisado. Bueno, a mí me pasa un poco eso. De hecho yo comparo mucho la literatura o las clases con la música, y tomo como modelo músicos. Yo no sé qué voy a escribir o qué voy a decir, sé de qué tengo que hablar, pero no cómo. Eso me da mucha vitalidad, mucha energía, ímpetu, brío. Más allá del resultado. Como cuando jugaba al básquet, tenía un estado físico tremendo, corría y saltaba mucho… era horrible. Y acá es  lo mismo, podés hablar bárbaro y decir pavadas.

 

– ¿Y la musicalidad de las palabras?

– Por ahí encontrás un tono o una melodía y el problema es repetirla, capaz sin darte cuenta, pero se puede volver insoportable. Para mí el lenguaje es música, pero no tiene que ser necesariamente fácil de tararear, que tenga musicalidad, pero que no se note que es música, si no suena muy afectado… Tengo una natural inclinación por la música, tengo oído, toco jazz en piano para mí, entonces lo que escribo me sale musicalmente, tengo que romper con eso, para que no suene a receta y se noten las costuras. Está bueno escribir y no tener ninguna voz, que lo pueda haber escrito cualquiera, ser absolutamente anónimo. Pero no puedo, no me sale.

– ¿Cómo es lo de “dejar de escucharse”?

– Como cuando sos chico, que hablás mucho, pero no te hablás. A mí me encanta cuando no me hablo. Hay dos o tres días en la semana que doy muchas clases y es como que no pasa el tiempo, me encanta. Creo que escribir es una lucha contra el tiempo. También se trata de contar cosas, a mí me gusta contar historias, aunque no es fácil encontrarlas. Dar con una buena historia me llena de alegría.

Sagasti se encuentra trabajando en su próximo libro. Una tarde de enero fue invitado a leer un adelanto en la terraza de Eterna Cadencia, junto a Hernán Ronzino y Ariana Harwicz. Allí, alrededor de las siete de la tarde, micrófono en mano y con los ojos más azules que nunca, lo escuchamos:

 

– Ubicar gente en el cielo.

Hay algo así como una tendencia natural a hacerlo.

Nuestros muertos titilan y nos resguardan de la noche.

Me acuerdo de que entre las corrientes de consuelo que recibía cuando mi hermano mayor falleció había una que se repetía con insistencia de candor invencible. Me pedían que eligiera una estrella donde colocar a mi hermano o el recuerdo de mi hermano, que ya eran una y la misma cosa. Dos de las personas que me lo sugirieron, una tía muy querida y una amiga de esas que solo ves en vacaciones, eran muy católicas. Y como la magia es sosiego para quienes la religión hace más ruido que música busqué y ubiqué una estrella no muy grande y medio oculta para que fuera para mí solo; después se me ocurrió pensar que mi otro hermano haría lo mismo y acaso también mis padres y mis primos. De continuar con tal faena bastaría mirar hacia arriba como un ciprés para ir al cementerio.

¿De dónde vendrá esa creencia, ese desahogo astronómico, que dura hasta donde se aquieta el quebranto?

Una noche en la playa de Monte Hermoso, cuando ya apenas encontraba la estrella que era mi hermano porque había miles en el cielo, se me ocurrió pensar que todo el planeta era el mar y nosotros los peces.

Y la luz de las estrellas algo así como la tanza de un pescador.

 

La luz descansa sobre la superficie hasta que pica algún vientre hinchado. Cuando nacemos la estrella siente un tirón en su haz y viene por nosotros. Demora lo que tarda en llegar su lumbre. Una situada a veintiún años luz vino por mi hermano y una a setenta y seis por mi abuelo. Acaso las estrellas más lejanas, a más de cien años, pesquen en otros océanos.

Una de todas las estrellas que vemos en el cielo ya ha partido en nuestra busca.

¿Deberíamos temer a la noche, entonces?

Hay cuatro tipos de seres humanos leo en un cuento del escritor rumano Mircea Cartarescu: “los que no han nacido, los que viven, los que han muerto, los que no han nacido, ni viven ni han muerto. Estos son las estrellas.”.

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