Crónica de la Primer Jornada de la Ley de la Música, que resume el espíritu de este proyecto ya aprobado y también sus puntos prácticos aún pendientes. De tocar en el subte a grabar un disco, soluciones colectivas a los problemas de siempre.
Es lunes a la tarde, en verano, con calor, con mucho calor, el subte está fastidioso. En el pasillo de baldosas resbalosas que une la combinación de la línea A y la línea C, la gente corre; en realidad camina con actitud de correr. El ritmo no llega al trote pero vamos en zigzag, avanzando por recovecos. Alguien adivina el compás: Pum, pum pum, pumpumpumpuuum, pum.
Un pibe sentado en un cajón peruano cierra los ojos y se entrega a sus manos. Tiene el pelo hecho rodete y una pandereta enganchada a la zapatilla izquierda que acaricia el piso con la precisión relojera del tic-tac.
Un pibe, un cajón peruano y una pandereta producen el momento en que te olvidás de estar arrancando la semana con la musculosa pegada a la espalda.
El señor con traje pasa muy cerca y mira la mochila abierta con pocas monedas. Me imagino una posible conversación: le ofrece un trabajo, un sueldo fijo, aire acondicionado, quizás hasta un traje como el suyo. El pibe dejaría de estar en ese pasillo y ya nadie adivinaría el compás que confunde caminar con correr. ¿El pibe dejaría de estar en ese pasillo?
Vuelve a cerrar los ojos; el cuello mueve a la cabeza que se reclina para atrás, la pandereta provocadora estimula las manos. Debe estar de acuerdo con Nietzsche cuando escribió “Sin la música, la vida sería un error”. Más allá del remo constante, del calor, de las pocas monedas, de las múltiples dificultades.
El señor con traje siguió caminando: él también sabe que el pibe no dejaría de estar en ese pasillo. Me acerco, charlamos y se cae de maduro que sus múltiples dificultades son las que tenemos varios. Lo banco un par de temas, hay un piso necesario de monedas que garantizan el puchero de hoy. Nos levantamos, él se encarga del cajón y yo de la pandereta.
Llegamos.
– ¿Vienen a la Primer Jornada sobre la Ley de Música? Pasillo al fondo. Escaleras. Segundo piso.
Cristian Aldana, cantante de El otro yo e integrante de la Unión de Músicos Independientes, toma el micrófono en la primera mesa de la Jornada: “Este proceso en el que se llevó adelante la Ley de la Música tiene que ver con romper un montón de barreras que van más allá de subirse a un escenario, tocar la guitarra, editar un disco, distribuirlo, armar una fecha. Hay cosas que se ponen también desde un lugar que tienen que ver con la organización y el trabajo colectivo. Este proceso marca muy fuertemente eso. En la música todavía nunca nos habíamos juntado. Veíamos que los actores ya tenían su instituto, la gente del cine también, que estaban como mucho más organizados. Me acuerdo cuando cerraban algún teatro de ver a todos los actores en la puerta diciendo: este lugar no lo cierran. Eso no lo veía cuando pasaba algo con la música, de golpe se cerraba algún lugar y a nadie le importaba, parecía que todos mirábamos para otro lado. Todos estos procesos sirven para darse cuenta que la única forma de poder mejorar las cosas es juntándose y organizándose”.
Todavía el pibe sentado a mi izquierda mira cada tanto la mochila. Las palabras no le alcanzan del todo, adentro hay pocas monedas y cuando la panza hace ruido no hay micrófono que la tape. Pero escucha “asambleas” y levanta la mirada. Desde los parlantes se cuenta que la organización empezó a tomar forma de mesas de trabajo que buscaban pensar una ley contemplativa con la realidad del músico y su ecosistema ¿Hablarán también del pasillo resbaloso? Siguieron por varios meses los espacios de discusiones en las diferentes mesas, el análisis de leyes de otros países y de leyes de Argentina correspondientes a otras áreas, hasta que fueron llegando los primeros borradores a las manos.
Cristian resume el primer momento de trabajo: “Se utilizó toda esa energía de un montón de músicos que realmente tenemos la necesidad de que exista algo que mejore las condiciones de cómo se hace música en la Argentina. Que se cree un instituto que pueda fomentar la música como pasa con el cine, con el teatro, nos parecía que la música siempre quedaba afuera de todo. En un momento se planteaba que la música era algo que solamente se vendía y se compraba, y nosotros creíamos fuertemente que no es solamente eso, que uno hace música porque le hace bien al alma y subirse a un escenario y editar un disco es un derecho. Nos parecía que estaba bueno que no fuera la lógica de siempre de que ´algunos sí y otros no´ y que el instituto tenía que fomentar a todos”.
Entonces, para cerrar, Aldana define ese espíritu de búsqueda colectiva que toma forma de ley: “Es muy difícil que la ley sea perfecta, pero si va a ser mejor cuando participa más gente”.
Parte 1
“Un derecho”, pensó el pibe y se dio cuenta lo mucho que había que hacer para lograrlo. Falta el fomento a la actividad musical pero también está la necesidad de mejorar las condiciones laborales suyas y de sus compañeros. Desde la mesa sobre la tarima explican que la creación del Instituto Nacional de la Música – que recién eligió sus primeras autoridades- apuntó a mejorar el primer punto. Aldana: “Se concibió en los grupos de trabajo y en el grupo redactor avanzar primero en la creación de un órgano de fomento de la actividad musical y cuando empiece a mejorar – sin estirarlo tanto- trabajar en un estatuto del ejecutante musical que pueda dar respuestas inclusivas en lo laboral y en lo social para cada una de las diferentes realidades del músico: siendo músico en relación de dependencia, siendo músico a veces en relación de dependencia y a veces independiente o siendo músico independiente”.
El 28 de noviembre del año 2012, la ley fue aprobada. Diego Boris, presidente del Instituto Nacional de la Música, aclara: “La ley se aprueba con unanimidad en general y en particular, o sea no hubo un solo legislador ni ningún partido político que haya objetado un artículo de la ley”. Sin embargo, todavía no está en pleno funcionamiento.
Ley federal
Diego Boris no le escapa a las anécdotas, sonríe, habla, aplaude y vuelve a empezar. Ante todo aclara que el Instituto de Nacional de la Música es un órgano de fomento a la actividad musical, no de regulación. Nadie va a ir a decirle que no puede estar con su cajón y pandereta, no necesita de esa autorización para abrir la mochila. Pero puede ir a la sede de la región Metropolitana y ver que se ofrece.
“El Instituto nace federal porque va a tener una sede en cada región cultural”. Las regiones son seis: Metropolitana (Ciudad Autónoma de Buenos Aires y provincia de Buenos Aires), Centro (Córdoba, Santa Fe y Entre Rios), Nuevo Cuyo (Mendoza, La Rioja, San Juan y San Luis), NEA (Chaco, Corrientes, Misiones y Formosa), Patagónica (Tierra del Fuego, Antártica e Islas del Atlántico Sur, Santa Cruz, Chubut, Rio Negro, Neuquén y La Pampa) y NOA (Jujuy, Tucumán, Salta, Catamarca y Santiago del Estero). “Cada sede va a estar subdividida o integrada en seis áreas que fueron los espacios de trabajo que se construyeron en las Asambleas y los que se concibieron que había que fomentar”, dice Boris.
Las seis áreas
“Seis posibles soluciones”, pensó el pibe que ya había sacado un cuaderno y tomaba nota desde hace rato. Quizás hay forma de solucionar algunas de las múltiples dificultades: donde tocar, donde tocar y que no me caguen, la guita que no me deja grabar un disco, ni hablar de editarlo, la puesta en escena de un show (eso ya es soñado), cobrar algo aunque sea por mis temas, poder difundirlo… Mierda que había una lista larga.
Circuito estable de música en vivo: El circuito se armaría con lugares privados, lugares estatales y lugares comunitarios que quieran conformarlo. “Si un lugar quiere estar va a recibir seguramente un beneficio económico con un subsidio, va a recibir sonido o luces, o lo que necesite, y también estar en un sistema integrado de difusión en medios nacionales y en medios locales. Como contrapartida se le va a exigir como mínimo que el 70% de la recaudación sea para los músicos”, explica Diego, dejando en claro que ese es el piso de las exigencias.
Subsidio y créditos tradicionales: “Es donde los músicos van a llevar sus proyectos y haya un jurado que los evalúe”. La idea es que se fomenten estas instancias de ayudas económicas.
Fomento directo a la producción: “En este espacio se va a tratar de dar vales que solucionen una instancia de un proyecto productivo de una banda o de un solita o de un colectivo musical. ¿Una instancia qué quiere decir? Por ejemplo, un vale para fabricar mil discos, un vale para 50 horas de grabación, un vale para hacer un videoclip o un DVD. Una instancia, no todo, entonces va a haber una solución de una instancia del proyecto productivo para muchos. Y en este lugar la idea es que no haya ningún tipo de jurado”. Diego Boris vuelve sobre esta última característica y la remarca reconociendo la diferencia con el espacio de subsidios tradicionales: “¿Por qué en todas las instancias de fomento una generación tiene que juzgar a otra? ¿Por qué los parámetros estéticos de una generación tienen que influir en juzgar a otra generación que por ahí tiene parámetros estéticos que recién va a empezar a definir dentro de unos años?”
Formación integral del músico: “Antes de recibir un beneficio al músico se le va a explicar lo más didácticamente posible cuáles son los derechos intelectuales y laborales que tenemos en la actividad”. El espacio tendrá también la función de promover conocimientos académicos y que aporten al desarrollo total del artista.
Circuito Cultural-Social: “Todo músico que reciba un beneficio, antes de recibir el segundo beneficio, va a tener que acordar con el Circuito Cultural-Social que va a estar conformado por comedores comunitarios, sociedades de bien público, centros culturales en barrios con dificultades para pagar una entrada, lugares de reclusión o donde están nuestros mayores, etcétera. Es decir que un músico que reciba un beneficio, antes de recibir un segundo tiene que acordar una actuación, una charla, un taller, etcétera, para compensar en parte lo que nosotros recibimos de la sociedad”.
Difusión: Los medios que compongan la Radio y la Televisión Argentina Sociedad del Estado deberán difundir las actividades del Instituto en un porcentaje no menor al 0,5% mensual de la totalidad de la emisión. También se cuenta con la difusión regional y nacional del Circuito estable de música en vivo.
“¿Me tengo que anotar en algún lado?” Me preguntó el pibe. “Que se yo” le dije, pero antes de cerrar la charla, Diego Boris hace una última aclaración: “Todas las organizaciones de músicos tienen derecho y garantizado el protagonismo y la participación en los seis espacios”. Cada organización puede participar en la región cultural en la cual tenga su personería jurídica. “Atrás de cada artículo de la Ley de la Música, estamos las organizaciones de músicos o los músicos organizados definiendo cuales son los requisitos que tienen que cumplir los músicos para acceder a los beneficios. ¿Eso qué quiere decir? ¿Qué el músico tiene que ser parte de una organización para ser beneficiado? No, todos los músicos tienen el derecho y la posibilidad de ser beneficiados”.
Los aplausos llegan después de que se cierre diciendo: “Esto es básicamente lo que es el proyecto de la Ley de la Música, por supuesto está abierto a todas las preguntas que quieran hacer”. Algunas manos se levantan, preguntan, cuentan experiencias, sugieren posibilidades. Agarramos el cajón peruano, la pandereta, la mochila y volvemos al subte.
Archivo por meses: diciembre 2013
Acá estamos, y somos el futuro
Los centros culturales proponen una nueva ley para dejar de funcionar con parches y que sea reconocida la nueva movida cultural de Capital. Los riesgos legales actuales y lecciones post-Cromañón.
¿Cuál es la diferencia entre “invitados” y “clientes”? ¿Cuál es la diferencia entre una casa y un local? ¿Cuál entre la rentabilidad y la autogestión?
Estar hablando de esto post-Cromañón es un avance que le debemos a un movimiento cultural emergente, que encarna las respuestas a esas preguntas: los centros culturales.
No es sólo tomar una birra
En la Ciudad de Buenos Aires han ido surgiendo espacios que dan lugar a artistas y movidas independientes, que están ligados al barrio, a público amigo y conocido que con el boca a boca han ido haciendo crecer estos lugares, y multiplicarlos.
El fenómeno es tan conocido que ni hace falta explicarlo ni historizarlo. Pero sí apoyarlo: detrás de cada centro cultural autogestionado hay un sinfín de problemas burocráticos que ponen en peligro la existencia misma de los espacios.
La complejidad de la cuestión puede empezar a tocarse por una arista sencilla: no existe una figura legal que habilite los “centros culturales” tal como funcionan hoy. Este vacío legal se origina con la derogación por parte de la Legislatura del Régimen de Clubes de Cultura que regulaba a espacios no convencionales, experimentales y polifuncionales, y su emparchamiento por nomás tres figuras: salas de teatro independiente, club de música en vivo y salón de peña y milonga.
Antes, después y durante de este ejemplo, lo que corren los centros culturales son nada menos que riesgos legales: cómo ajustar la vida y el funcionamiento de un espacio a una ley que no tiene en cuenta los nuevos paradigmas culturales. Entonces: “Hoy por hoy ves centros habilitados como teatros, clubes o cafés, bares… todos tienen que dibujar un poco lo que hacen. Y el problema es que la ley está pensada para locales comerciales; no piensa que un espacio de arte pueda funcionar en una casa, por ejemplo”, dice el abogado Claudio Gorenman, fundador del grupo Abogados Culturales que patrocina a muchos centros culturales, y parte del staff del Matienzo.
Pablo Vergani, como parte del San Nicolás centro social y cultural, se acopla a la idea: “Los nuevos paradigmas de gestión cultural no están reconocidos desde la legislación actual. Los espacios se habilitan como pueden, con figuras que no corresponden, con todas las complicaciones que trae eso”.
Propuestas post-Cromañón
En esa línea delgada, lo que reclaman los centros culturales es no seguir jugando a la viveza criolla, sino ser reconocidos por una ley que hoy los obliga a ser esquivos. Tanto es así, que nucleados en el Movimiento de Centros Culturales y Artísticos (MECA) redactaron hace 4 años una ley que empezaba a saldar estas viejas deudas: http://www.nosdigital.com.ar/2010/11/hacia-la-ley-de-centros-culturales/
Ese primer paso fue finalmente obstaculizado en la Legislatura, que no le dio prioridad. Pero con la urgencia de cada fin de semana, en los que el gobierno porteño sí se entusiasma en aparecer a través de sus inspectores, volvieron a la carga este 2014 con una propuesta renovada: una ley “distinta”, señala Gorenman, y que busca 40 mil firmas para ser presentada como “iniciativa popular”.
“Estuvimos dos años trabajando y se presentó ahora; fue una construcción permanente conociendo los distintos modelos de centros culturales y viendo donde estaban las tramas mayores desde los más chicos y más sociales hasta los más grandes dentro de lo considerado cultura independiente”, dice el abogado, que fue uno de los redactores del nuevo proyecto, que es hijo del viejo. “Fue un trabajo arduo de construcción ideológica”, sigue, y nos quedamos acá: si las leyes – eso que se nos presenta como objetivo, de mármol- son ideológicas, es porque benefician a unos y perjudican a otros. En el caso de las habilitaciones y los requerimientos legales de locales, la ley actual sigue términos comerciales y lucrativos que no son molde para los nuevos centros culturales. La idea de este nuevo proyecto no es modificar los marcos legales de ningún otro espacio, sino agregar nuevas figuras y otorgar prioridades y beneficios a los espacios autogestivos. Dice Gorenman al respecto: “Fuimos construyendo un proyecto de ley abarcativo en función de lo que se hace hoy en un cultura y en lo que creemos que se viene. Eso hace que se pueda trabajar sin trabas burocráticas, o que se diferencien los centros gratuitos, sin fines de lucro. La ley empieza a reconocer que existen modelos de gestión no comerciales y deben ser tratados. Y que es una cultura descentralizada, que no tienda a los centros comerciales, que vuelva a los barrios, las esquinas, las casas”.
El proyecto redobla la discusión de la movida cultural post-cromañón en el sentido en que hereda su aprendizaje para formular la propuesta más concreta desde entonces. “Somos herederos de Cromañón y nuestra responsabilidad es genera r emprendimientos culturales y no cerrarlos. Y reconocemos que no existen normas para estos proyectos. Ahora, que nos reconozcan que hubo un cambio importante en los medios tecnológicos y de comunicaciones que generaron una forma de intercambiar cultura mucho más dinámica, con artistas, contenidos, y una diversidad de espacios y escenarios, que nacen de manera dinámica y son un pequeño gran estallido en esta ciudad. Se genera un cambio de reglas con Cromañón, una política cultural que acentúa esas limitaciones en la ley, y un contra estallido de emprendimientos culturales”.
La única legalidad es la realidad
Los artículos de la ley no fueron pensados desde una oficina de abogados, sino que parten de las experiencias concretas y las anécdotas más particulares que obstaculizan el funcionamiento de los centros culturales. Pablo Vergani – que forma parte del San Nicolás centro social y cultural y también se sumó al equipo de redacción de la ley- hace carne esos problemas: “Ahora mismo estamos clausurados, de vuelta, por varios meses. Desde el principio fuimos notando la problemática de la habilitación… Y fuimos hablando con otros gestores, nos fuimos enterando cómo venía la mano y lo complicada que estaba la situación legal para los espacios independientes”.
Pablo y los del San Nicolás representan muchas de las inocencias e informalidades de proyectos que nacen desde las ganas y la necesidad de crear algo nuevo, y que van madurando sobre la marcha en contacto con otras experiencias con los mismos problemas, y terminan redactando leyes. Entonces es cuando la legislación se adapta a la realidad, no la crea, aunque puede reproducirla: “No puede frenarse y no debe frenarse, mas allá de la legislación, esto existe y sigue existiendo y cada vez crece más. El reconocimiento le da la posibilidad concreta de estar regulado: hoy las medidas de seguridad pasan por cuenta de los propios gestores. Con la ley aparece una responsabilidad del estado sobre estos espacios, no es solo quedarse con las voluntades de quienes los gestionan”, dice Vergani.
Volvemos a Cromañón: “Si en algún momento era simpático atiborrado de gente, ya no lo es más”, sintetiza Pablo como gestor de un centro cultural que aprendió de aquella masacre la importancia de cuidar a la gente que pasa. Pero el panorama completo no sólo involucra a los responsables del lugar y los artistas, como nos hace creer la pena a Chabán y Callejeros. A cada ley, más presencia y regulación del estado: “La legislación marcha un techo considerable del hecho de que al no estar regulados nos quita visibilidad, diversidad, la posibilidad de ser reconocidos como parte del patrimonio cultural de la ciudad. Nosotros también tenemos una lógica abierta, participativa, pero por otro lado nos obligan muchas veces a hablar en voz baja, a pasar direcciones por privado, a no difundir mucho por miedo a que nos caigan. Lo cual atenta contra nuestra propia identidad. Ahora necesitamos también que se pueda hacer cargo el estado de controlar esto, que muchas veces no lo puede hacer porque no nos reconoce”.
Concretamente, la ley de Centros Culturales empujada por MECA:
-Reconoce la existencia de Casas de artistas, Centros barriales y sociales, centros culturales y clubes de cultura
-Flexibiliza los trámites y acelera los tiempos de habilitación para los nuevos espacios culturales
-Facilita la subsistencia de emprendimientos no lucrativos mediante trámites gratuitos
-Protege emprendimientos culturales mediante la inscripción en un Registro de Usos Culturales
-Mantiene las exigencias de seguridad e higiene previstas en otras leyes vigentes.
¿Cómo pueden cambiarle la vida a un centro cultural estas propuestas, a las personas que lo sostienen y a las que van? “La ley podría habilitar el espacio de San Nicolás como centro cultural, y nos permitiría empezar a funcionar legalmente con el trámite iniciado y no tener que esperar a la burocracia, que es ajena a los tiempos de la autogestión. Eso, en adelante, lo que motoriza son espacios de arte y fuentes de trabajo genuino”.
El proyecto completo, aquí: http://leymeca.com.ar/docs/ley.pdf
Si no te alcanzó la nota, los fundamentos, aquí: http://leymeca.com.ar/docs/fundamentos.pdf
Y podés acercarte a firmar la Ley para que sea tratada obligatoriamente por la Legislatura, aquí:
- Casa Presa
Valdenegro 2636, Villa Urquiza
- La Casa de Árbol
Fitz Roy 2483, Palermo - El Quetzal
Guatemala 4516, Palermo - Rincón Casa Cultural
Rincón 1330, San Cristóbal - Señor Duncan
Av Rivadavia 3832, Almagro - Club Cultural Matienzo
Pringles 1249, Villa Crespo - Archibrazo
Mario Bravo 441, Almagro - Multiespacio Pasco
Pasco 689, Balvanera - Vuela el Pez
Av Córdoba 4379, Villa Crespo - La Vieja Guarida
Guardia Vieja 3777, Almagro - El Emergente
Gallo 333, Almagro - Teatro Mandril
Humberto Primo 2758, San Cristóbal - El Surco
Av Boedo 830, Boeado - La Brecha
Juan de Garay 2900, Parque Patricios - La Senda
Thorne 493, Parque Chacabuco - La Bisagra
Av San Juan 1826, San Cristóbal - San Nicolás Social y Cultural
San Nicolás 162, Floresta - Mu. Punto de Encuentro
- Hipólito Yrigoyen 1440, Congreso
Feliz
Gustavo Nielsen es arquitecto, escritor y jugador de metegol. Con cuatro compañeros, creó Galpón Estudio, un lugar destino a la creatividad. Quiso ser Horacio Quiroga con las palabras y terminó con un proyecto arquitectónico en Misiones compartiendo una pintura alucinógena con coatíes. He aquí el retrato de un hombre alegre.
Es una tarde de jueves, como cualquier otra de este verano prematuro, pero casi, porque nos atrapa un viento fresco que parece dibujar signos de admiración sobre nuestros hombros descubiertos. Quizás es por eso que sorprende verlo a él con una gota de sudor corriendo al costado de la frente; hasta se diría que tuvo que tomar aliento para el primer saludo y las presentaciones pertinentes. Pronto confesará que nuestro timbre puso fin a un acalorado torneo de metegol y que es eso lo que explica los colores de su cara. A paso largo avanzamos siguiendo su espalda por el angosto pasillo y Gustavo Nielsen nos invita a pasar al espacio de trabajo que comparte con sus socios arquitectos y diseñadores: el Galpón Estudio. Efectivamente, en el centro de los escritorios y debajo de un techo altísimo, está la mesa de metegol, sobre la que todavía se adivinan las huellas de la última jugada; justo en frente, un tentador videojuego completa el escenario y vuelve incomprensible que acá haya gente trabajando. Pero la hay. Y Gustavo es uno de ellos. Quizás lo extraño es lo mucho que lo disfruta, y la verdad es que en su cara eso se nota.
Un rostro puede pensarse como el rebote de la luz y la densidad de la sombra, en el que la emoción se desliza, se revela y se niega a la vez. El rostro de Gustavo Nielsen es también un mapa de múltiples historias, como si en cada surco de la cara se plegara uno de esos libros de “Elige tu propia aventura”. Está el escritor multipremiado, que vive bajo su piel desde la niñez, mientras crecía la fascinación de un lector cautivado. Está el dibujante que devino arquitecto y hoy concreta sueños como el Galpón Estudio, paraíso personal que se esconde en un fondo de manzana en el barrio Chacarita. Está el tipo de mirada seria, que reflexiona sobre las posibilidades comunicativas de la letra y del diseño. Pero a la vuelta de la mejilla se asoma el jugador empedernido de ping-pong y metegol. Casi como hilo conductor de las distintas facetas está el fundamentalista de la risa, de esa risa bien estridente y contagiosa que se sube a la cabeza y se convierte en el eco de una risa colectiva incontenible. Sobre todo, Gustavo Nielsen es un tipo feliz, que se la creyó cuando hizo falta y las cosas las fue haciendo como quiso; lo mejor es que le salieron bien y las sigue disfrutando como cuando solo las proyectaba en sueños.
– Entre la literatura y la arquitectura es un desequilibrio total, no hay ningún equilibrio, en algún momento hacía una cosa por un tiempo y después la otra. Ahora el Galpón empieza a ocupar mucho sitio y es mucha responsabilidad, y con el trabajo del Monumento a la Memoria de las Víctimas del Holocausto Judío, los próximos seis meses voy a estar clausurado. Lo que pensé, pero esto es un secreto así que no se lo digan a nadie, que tal vez puedo hacer el monumento y limpiarme de todos los suplementos, de todas las notas, y ponerme a escribir una novela que la tengo ahí, de 7 a 9 me pongo a hacer eso… Que lo voy a hacer, pero digamos que no lo voy a hacer, para la Nación voy a hacer solamente el monumento. Y después engancho el Iguazú en Concierto 2014, así que sin trabajo voy a estar recién en septiembre del año que viene, como para sentarme a escribir, no menos que eso. Cada vez se proyectan más cosas para adelante… ¡Y lo mejor que tiene es que son todas cosas buenísimas! No hay ni una cosa que diga “uy, qué plomazo”, ya no quiero eso, quiero hacer solamente las cosas buenísimas. Hace como cinco años que decidí que no quería más clientes y dije “quiero trabajar con objetos más grandes, quiero trabajar con luz, quiero hacer espacio público”… y estoy haciéndolo, o sea esas cosas que te proponés y te van pasando, está bueno. Entonces no me puedo quejar, pero sí tengo un problema con los tiempos, cada vez más.
– ¿Qué es Galpón Estudio?
– Es una sociedad que surgió hace seis años con Leo Ferretti, Ramiro Gallardo y Max Zolkwer, y a la que después se sumó Enrico Rovaletti. El lugar de trabajo es algo que había soñado siempre, porque todas las sociedades en las que estuve terminaban en mi casa, al ser soltero y sin hijos… y odio tener el estudio en mi casa. La idea era conseguir un lugar todo lo contrario a lo que uno piensa: el más grande que hubiera, arreglarlo y subalquilar una de las plantas. Con el subalquiler no ganar dinero, sino pagar todos los gastos que genere el lugar. La idea que aportó Enrico es que haya muchos saberes, gente que hace cine, diseño industrial, gráfico, artistas plásticos, arquitectos; cada uno comparte con los demás su saber gratis, nos asociamos a riesgo para ver qué sucede. Se hace mucho trabajo a riesgo en arquitectura, pero es todo trabajo feliz, porque son siempre cosas lindas, solucionar problemas a la gente y a la ciudad. Está bueno porque se empezó a clonar esta experiencia, algunos tipos que estaban acá salieron y se armaron su propia cosa igual… sobre todo galpones como éste que en Buenos Aires hay un montón. Son fondos de manzana que no te sirven como galpón porque no podés entrar autos ni nada, son demasiado grandes para ser vivienda… suelen ser unos clavos. Esto mismo con una entrada para autos es carísimo, en cambio con una entrada peatonal, con zaguán, un pasillo gigante, el ph se convierte en algo accesible si tenés una buena idea. ¡Y ahora me estoy por clonar a mí mismo! Mientras dure el trabajo para el memorial, me voy a ir otro galpón.
– ¿Cómo es ese proyecto?
– Ganamos un concurso hace cuatro años. El Gobierno de la Ciudad decidió pagar la plaza, que hoy es la Plaza de la Shoá, le tocaba poner a Nación la misma cantidad de dinero para el monumento y se completaba el total con una donación de la DAIA. Pero en estos años no se registraron donaciones, entonces ahora Nación decidió pagar todo, y esto es una primicia porque lo acaba de anunciar y se va a dar a conocer en un mes. Para hacerlo, a mí la idea del galpón me gusta mucho, así que vamos a subalquilar un galpón al cheLA (Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano), que es un centro de artes audiovisuales en barracas, es muy interesante lo que hacen, de punta en innovaciones técnicas… Como el monumento necesita de un hormigón bastante nuevo, con mucha viscosidad porque necesita copiar unas superficies como huellas, entonces pensamos hacer equipo de desarrolladores ahí.
-Contanos un poco esta idea de las huellas…
– Tiene que ver con que… por ejemplo, el Museo del Holocausto en la calle Montevideo, entrás y está buenísimo cómo adaptaron el edificio viejo de la Ítalo, la compañía de electricidad, y los objetitos son importantes pero están exhibidos en vitrinas tradicionales, ni siquiera diseñadas por el arquitecto. El arquitecto terminó de diseñar el lugar y de darle la onda de un espacio de pensamiento, recogimiento, meditación, reflexión, y de golpe vienen los objetos… Le pasó a Libenskind en la ampliación del Museo del Holocausto de Berlín, no es que le pasó a don pepe o a Nielsen que es como un don pepe, digamos. Las cosas siempre quedaban fuera de escala, porque los espacios de Libenskind son muy raros, muy altos, muy tortuosos… A la parte vieja le caen bien las vitrinas, a un academicismo alemán muy austero, pero cuando entrás al otro espacio es una locura, es como si fuese el Titanic en medio de la tormenta, hasta el piso está como inclinado, las paredes son todas raras, las vigas cruzan los accesos… a todo eso una vitrina tipo pecera no le cabe ni ahí. Entonces, nuestra idea era hacer un museo antropológico, hacer un corte y mostrar todos esos objetos como huecos, como si fuera la memoria del objeto, como si hubiera que adivinar qué va a ahí o llevar el objeto para comprobar si cabe. Esa es la idea. Por suerte ahora la vamos a hacer.
– ¿Cómo es la dinámica de los concursos?
– Casi todo lo que pasa en este estudio es por ganar concursos, porque somos todos clase media, no disponemos de capital… el metegol no rinde tanto, nosotros jugamos al metegol y al pingpong viste, más rasca no podemos ser. Ahora estamos haciendo unas cuantas cosas con el Estado, que nos está yendo muy bien, pero son todas por concurso… ya sea lo de Tecnópolis, lo de Misiones. De todas maneras, nos gusta concursar y nos parece que está bien, hay como una especie de compromiso grande… Suponete, Misiones, van a venir 700 niños de todo el mundo, 150 periodistas, va a haber 5 mil personas que lo van a mirar… entonces todo eso es muy grande, el suceso, lo que pasa, tampoco se lo podés dar a cualquiera.
-¿Cómo fue esa experiencia?
– Fue rarísimo, nos habían advertido que era un plomazo la selva, o sea es en frente al Sheraton, pero esos 400 metros son la vida, una cosa es estar en el Sheraton tomando un café y otra es estar en el medio de la selva, en la peor época de lluvias. El primer día llegamos, seis de la mañana pusimos unos focos, habíamos llevado el almuerzo para trabajar todo el día. De repente aparecen unos monitos y les empezamos a sacar fotos “uy, los monitos”, y de pronto uno se empieza a acercar, un pasito más, un pasito más y tuc agarra las dos bolsas con los sanguches y se va corriendo. Parecía un dibujo animado. Vuelvo al Sheraton, pido 30 de jamón y queso, cada uno 50 pesos… una pesadilla. Después, hicimos una especie de tótems donde iban las publicidades, las telas estaban preparadas para exteriores y eran con doble pintura preparada para el cambio de luces, unas pinturas que absorbían la luz. Resulta que la pintura era dulce y los coatíes se volvieron locos. Era como que se drogaban, porque pasaban corriendo y comían un poquito. Entonces parecía que estábamos cagando la fauna de Misiones… En un momento me dio curiosidad y arranqué un pedacito, un día que llovía a cantaros y nosotros trabajando ahí, viste cuando decís “¿qué hago acá?, ¡qué boludo que soy!”, me lo pongo en la boca y claro te daba, guauu, qué es esto, como si fuera un LSD terrible. Era súper tóxica, pero dulce, entonces los coatíes se la morfaban y se iban de pepa, re contentos. Después te daba dolor de cabeza, feroz. A la tarde pasaba uno y decía “uh, tengo un dolor de cabeza”, y ya sabías que era otro boludo que había probado. Todos mis socios, los albañiles, todos drogados. Es que te llamaba la atención…
-¿Y con los concursos literarios qué pasa?
– Los de la literatura te sirven aún si no ganás, porque vos pulís tu novela o tu libro de cuentos, te sirve para corregir. En cambio los de arquitectura no, porque están pensados para un lugar y propósito específico. También unen a los grupos, los concursos y las comidas nos unen mucho en el galpón… y los juegos también. Esas cosas que te sacan de la rutina. Como las notas que escribo en Radar o en Brando, me gusta explicar un tema complejo a alguien que no sabe de ese tema, es como un desafío… y que además le guste, para mí las notas te tienen que gustar, como una aventura, de un tema que quizás no te interesa, pero te leíste la nota hasta el final. Como los libros de autoayuda, viste esos que están buenísimos, “La dieta médica Scarsdale”, los libros que están bien escritos los leés sin que te interese lo que está pasando, por más que no te haga adelgazar, te convertís en un soldado de Scardale, durante un tiempo estás hablando de esas cosas y decís “¿qué me pasó?”. Y lo logró con buena prosa, es fantástico. Tiene algo de manipulación muy fuerte la escritura, agarrás a alguien y lo convencés. Hay otras manipulaciones en el arte que son tremendas, tenés que pagar una entrada, te apagan la luz, algo pasa que te tienen que retener y un libro si te retiene es mérito del libro.
-¿Cómo empezó tu relación la literatura?
– Quería ser Horacio Quiroga y después Ray Bradbury. Yo creo que si leés las cosas adecuadas en los momentos adecuados te convertís en un súper lector. Pero no sé cómo transmitir eso, no sé cuál es la estrategia, en mí realmente fue el azar, pero es difícil generar eso. Y las campañas en general son raras, no tienen nada que ver con la realidad, del tipo “leer es fácil, leer es divertido”, leer no es fácil. Guillermo Martínez lo dijo en un artículo sobre el arte del florín, que es como subir una montaña leer, cuando terminaste la novela te sentís súper bien, estás ahí arriba, cargado de adrenalina y de arriba ves la vida de otra manera. Pero eso no es una cosa fácil, fácil es mirar televisión. Sin embargo, lo que te da es mucho más, no es diversión, te agrega ideas, te hace pensar, es fantástico. Lo único que le puedo decir a un pibe es eso, “hacelo porque te va a gustar”, y si me dice que le aburre, ya no tengo más argumentos, si te aburre, tiralo.
– Y para la escritura, ¿cómo es tu proceso de elaboración?
– Cuando escribo tengo que estar solo, para hacer una nota podés estar en una tensión y mechar… pero una novela no, una novela si no te metés de cabeza, fuiste. Te absorbe por completo, no te promete nada, porque podés terminarla y que sea horrible y la tenés que tirar, te lleva un montón de tiempo y te lleva toda la cabeza, no hay modo de hacer una novela y hacer otra cosa. Los premios y los concursos te ayudan a romper eso tan solitario… Porque en literatura, vos no leés un libro bueno y lo llamás por teléfono al autor. Ahora tiene un poco más de onda por el Facebook, que te escriben por ahí… Esas devoluciones son como un premio también, si no llega un momento en que no sabés para qué lo hacés, en un punto se vuelve masturbatorio, lo hacés porque te gusta a vos, pero la literatura es un acto de comunicación, no es masturbación, esto también, el diseño, la arquitectura, es pura comunicación.
– ¿Cuándo empieza una novela?
– Yo tengo que tener todo listo para escribir una novela, tomo muchísimas notas de la realidad, tengo que tener todo resuelto, el final, cómo va a ser cada capítulo… A veces cambia, la misma novela te da sorpresas. En “El amor enfermo”, tenía la idea de un tipo que cae por una relación amorosa hasta el pozo máximo y después sube por otra relación amorosa. Pero Saravia, que es el personaje, superó todo, dio besos antes de tiempo, lloró en momentos inadecuados, me volvió loco, hizo lo que quiso. En cierta forma que te pase algo por lo que estás escribiendo, que te modifique es un valor, quiere decir que estás en lo correcto, que estás diciendo algo que tenías que decir. Creo que ahí está lo bueno y por eso es una necesidad, y lo hago desde los 13 años, no es una elección, está en mí.
-¿Dónde creés que está la magia?
-Creo que en la sencillez del acto… vos fíjate que en arquitectura, necesitás guita, materiales, tiempo, un terreno, permisos municipales… en literatura, nada, vos tenés ese cuadernito, te sentaste y escribiste capaz la mejor novela de la historia de la literatura, con esto que está acá arriba de la mesa. Es genial. Ese mínimo medio, no existe, y con eso podés cambiar un montón de cosas, podés emocionar un planeta. A mí me pasa que cuando es algo poderoso lo tengo que escribir a mano, es físico, tenés puesto todo ahí, la computadora también tiene algo físico, pero son golpecitos, en cambio lo otro estás ahí dibujando las letras, tiene algo de continuo. Si vieras la pila de cuadernos Rivadavia que tengo en casa, que ni yo entiendo. Después viene la segunda etapa que es pasarlo a máquina, aunque pasarlo es reescribir, pero ya tenés todo eso, y además te da esa cosa de guaaa, me lo saqué de encima, ese primer gran párrafo de 500 hojas, con eso ya volcaste todo, estás seguro, está ahí.
¿De quién es la costa?
En el Sur de la provincia se está repitiendo el modelo del norte: barrios cerrados y emprendimientos que ocupan la costa, y cada vez menos espacio los vecinos. Pero el Río de la Plata no está solo.
El empresario exitoso está atrás del escritorio sin papeles en su despacho. Hace girar su sillón de cuero con rueditas. Con un gesto violento saca un cigarrillo y lo prende; está molesto porque le detuvieron la obra de un country. ¡A él, un empresario exitoso! A él que compró esos terrenos a dos pesos y se tomó el trabajo de hacer rellenar las tierras y trazar los caminos. Ahora le dijieron que ahí no se puede construir porque es zona de reserva y está prohibido por ley.
También tiene problemas en otro partido del conurbano: lo vecinos no quieren un shopping en la costa. El empresario exitoso se siente frustrado, no entiende, ¿qué le pasa a esa gente? Por un segundo se desanima y, cuando está por prender el segundo cigarrillo, su secretaria le pasa un llamado. Es un intendente del conurbano. Le cuenta que ya abrieron un camino costero y que van a rezonificar la zona para convertirla en residencial, así que pronto podrá seguir construyendo el barrio cerrado. El empresario exitoso corta el teléfono y prende su cigarrillo. ¡Ahora sí está contento! Mientras el humo pasea por sus pulmones una dicha incontrolable le hace cosquillas en el estómago. Piensa en su amigo el intendente, otro empresario exitoso como él, y respira tranquilo a pesar del tabaco: “Por suerte todavía hay gente como nosotros dispuestos a hacer llegar el progreso a todos lados”.
No sabemos si efectivamente el intendente llamó al empresario exitoso en el momento en que el segundo fumaba sus cigarrillos, o si el sillón era de cuero, o si no había papeles sobre su escritorio. Los detalles de esta anécdota podrían ser otros: los nombres propios, el lugar. Pero la historia de cómo se privatiza la costa de Río de La Plata se teje de esta manera.
La trampa de la rezonificación
En los municipios del norte y en Capital la costa está rellenada; es decir, no se mantuvo le geografía natural de la zona si no que la mano del hombre edificó encima de los valles inundables que conformaban la costa. En el sur del conurbano, en cambio, la geografía natural todavía se mantiene en gran parte. Las tierras de la costa del sur del conurbano están compuestas por humedales, no son tierras firmes, si no que la vegetación y la composición del suelo sirven de esponja para regular las crecidas del Río y filtrar sus aguas.
Por la ventana del despacho imaginario del empresario exitoso se ve la silueta a lo lejos de una mujer llamada Nieves. Está esperando el colectivo para reunirse con sus compañeros en la Asamblea en Defensa de la Reserva de Bernal, una organización de vecinos para salvar el último pulmón verde de su municipio de los intereses inmobiliarios.
“Con los emprendimientos inmobiliarios nuevos y por una cuestión de negocios te modifican el suelo que era bajo, sacan los sedimentos de la zona central que es el humedal y lo rellenan con tierra, generando desequilibrios”, explica Nieves, que junto con la Asamblea vienen denunciando el daño que se le hace a la costa. “Se sigue avanzando sobre el valle de inundación del Ríio de la Plata, mientras que se puede construir tranquilamente y dirigirse hacia el oeste, tenés toda la extensión de tierra para construir sin problema, pero para eso tenés que tener un proyecto distinto al de la actualidad”.
El 45% de la población total argentina está en el 1% del territorio del nacional. Nieves se hace una pregunta, pero no porque no sepa la respuesta: “¿Eso nos conviene a nosotros? ¿Seguir avanzando y generar desequilibrios hidráulicos, apropiarse de la costa del Río de la Plata que ya tiene un dueño que es el mismo río, con sus subidas y bajadas?”. El riesgo es claro: la inundación. También asoma el fantasma del peligro sanitario: si los desechos del sur del conurbano se tiran al Río de la Plata, ¿qué va a pasar con los desechos de los nuevos habitantes? “Es una cuestión de un negocio para unos pocos y perjuicio para muchos”, aclara Nieves a algún desprevenido, que además de militante es una habitante del conurbano sur, un zona cada año más poblada de barrios cerrados.
Hay una metodología para actuar y ocupar el Río: se traza un camino, la zona se rezonifica, pasa a ser no de reserva si no residencial, y se abre el paso para que construyan. Ya lo están haciendo en Vicente Lopez, y así lo planean en Berazategui. La municipalidad sureña ya anunció que abrirá un camino desde el norte hacia el sur del municipio bordeando la costa, paralelo a la autopista Buenos Aires- La Plata. No hace falta ser el empresario existoso para saberlo: el Municipio de Berazategui es el que más creció del país en cantidad de barrios privados en 2013. Ahora, con el nuevo camino, dejaría paso libre para avanzar sobre la costa virgen. El municipio ya anunció que parte de esas tierras serán cedidas al Sindicato de Empleados de Comercio para construir un parque recreativo.
El Código Civil también está siendo modificado, junto con la costa de nuestro Río. Actualmente se permite construir a 35 metros de la costa; antes de esa distancia sería una construcción ilegal. La semana pasada pasó a diputados el proyecto para achicar esa distancia a sólo 15 metros. En el norte del conurbano se respetan los 35 metros, pero muchas veces esa distancia fue ganada al río con rellenos (toscas, tierra): contienen el río con cemento.
¿Qué es el progreso?
El empresario exitoso dejó su despacho en Bernal y se va por la autopista hacia Vicente López. Llegando a su destino acelera en un semáforo en rojo, está apurado. El empresario exitoso no lo vio, pero un hombre llamado Carlos Gurvich que quería cruzar la calle, tan real como Nieves, menea la cabeza en señal desaprobación. Él también está apurado: se dirige hacia la reunión semanal de la Asamblea Unidos por el Río en Vicente López. Como en el sur, el Río también tiene unos amigos fieles acá. Desde el 2004 están organizados contra el Vial Costero que finalmente se construyó en el 2010, con represión policial mediante. “La presidenta habló en su momento y dijo que éramos unos locos, unos energúmenos que no queremos el progreso. Y no, la verdad que no queremos más cemento”, empieza Carlos.
El vial se encuentra a pocos metros de la Costa. Todavía es en gran parte público, pero ya están listos los proyectos para privatizarlo. “En 6,9 hectáreas públicas que bordean el Vial el emprendimiento Al Río pretende construir un Shopping – cuenta Carlos- forma parte del Proyecto Al Rio, basado en la construcción de torres y el Shopping en tierras públicas de la costa de Vicente López”.
Sigue: “En el año 2005, con la complicidad de los Gobiernos Provincial y Nacional, se produjo una modificación de los indicadores urbanísticos de la franja ribereña. El Concejo Deliberante aprobó las ordenanzas de excepción a escondidas de los vecinos, el día de nochebuena del 2004 a las 5 de la mañana”. Papá Noel debe haber llevado buenos regalos esa noche.
El empresario exitoso llega finalmente a su otro despacho en el conurbano norte. En su cómodo sillón se dispone a dormitar un rato, para aclarar las ideas. Empieza a soñar: estaba parado frente a un largo camino, escuchaba el ruido del agua, él quería llegar al final de ese camino de cemento, pero no podía avanzar. Hacía fuerza, trataba de correr, pero estaba fuertemente sujetado. En su sueño entendió que eso que lo sujetaba estaba atrás suyo; no se animaba a mirar. Ladeó la cabeza, los ojos escudriñaron apenas el escenario a sus espaldas. El empresario exitoso se despertó sobresaltado. Sudaba, el frío en el pecho indicaba que el miedo se había instalado en él. “Quiénes serían todas esas personas que me agarraban”, pensó, con los ojos abiertos por la sorpresa. Movió la cabeza para ahuyentar las ideas. Él nunca analizó sus sueños, no cree en esas cosas. Así que se puso a trabajar y le pidió a su secretaria que le comunique con su amigo el intendente. Mientras sonaba el tono de espera notó que todavía seguía un poco angustiado. “Quiénes serán esas personas”, volvió a pensar.
Además de las Asambleas de Bernal y Vicente López están la del Delta y la de Quilmes, en defensa de la ribera. En Berazategui está el Foro en Defensa del Río de La Plata, la Salud y el Medio Ambiente. En Punta Lara está la Organización Ecológica en Defensa de la Reserva de Punta Lara y la Asamblea de Beccar reúne los reclamos respecto a su costa. Todas las luchas tienen las mismas características: en las zonas del norte, evitar que la costa se termine de privatizar y preservar los espacios verdes. En las del sur, que no se modifique la geografía natural para construir caminos y barrios privados. El Río de la Plata no está sólo.
Fotos: NosDigital.
Cuando la Legislatura es cómplice de la muerte
La barra de Talleres fue premiada en mayo en la Legislatura cordobesa por su lucha contra la violencia. En 2006 había matado a Matías Cuesta, y hace una semana volvió a asesinar a un joven: Jonathan Villegas.
En la Legislatura de Córdoba no sólo se avaló un asesinato sino que los propios diputados que aprobaron la distinción que recibió la barrabrava de Talleres fueron cómplices de una nueva víctima. Jonathan Villegas tenía 21 años y un hijo de seis y recibió el domingo 24 de noviembre una puñalada en el corazón en el balneario Diquecito, que queda en la ciudad de Villa Carlos Paz. Los culpables – hay ocho detenidos- pertenecen todos a La Fiel, nombre con el que se conoce a la barra del equipo cordobés, la misma que en 2006 mató a Matías Cuesta, un joven de 18 años hincha de Atlanta que volvía en el tren a su casa: http://www.nosdigital.com.ar/2013/07/que-asesinato/
El 22 de mayo de este año Carlos Alessandri, legislador del partido Justicialista, presentó un proyecto polémico: distinguir a La Fiel por “su aporte en la lucha contra la violencia en el fútbol”. En una jornada insólita en el recinto se podía ver cómo los líderes de la barra eran arengados por los demás integrantes que habían colmado la Legislatura cordobesa, mientras una bandera con los colores del equipo decoraba todo el salón. Ellos saludaban como si fueran próceres, alzaban sus manos y recibían los aplausos y las risas cómplices de los diputados; Carlos Pacheco, el cabecilla, salía al balcón y levantaba las manos como un ídolo en una cancha de fútbol.
“Son un condimento indispensable para darle color y calor a este deporte. Eso es el fútbol, la misa dominguera, el preanuncio de los clásicos, eso de trabajar por los demás. Esa es la tarea que debemos hacer los que tenemos un sentido social responsabilidad. Felicitaciones, sigan así», decía, eufórico, Alessandri. Pacheco y compañía hicieron caso a sus palabras sobre continuar de la misma manera y siete años después de la muerte de Matías Cuesta, volvieron a asesinar.
Organismos de Derechos Humanos y familiares de víctimas en el fútbol repudiaron este reconocimiento desde el primer momento, pero nunca recibieron una respuesta. Seis meses después, con el asesinato de Jonathan Villegas consumado, los mismos impulsores de la distinción dijeron en voz del titular de la bancada legislativa oficialista de Unión por Córdoba, Sergio Busso – quien responde al gobernador José Manuel De La Sota – que “podría haber sido un error” lo que realizaron. Más tarde le quitaron la distinción. “Es muy tarde para eso, a mi hermano ya lo mataron”, dijo Matías, hermano de Jonathan, quién confirmó que no recibieron ni siquiera un perdón de los legisladores.
Jonathan recibió una puñalada luego de que se produjera una emboscada en un sector del Balneario apropiado por la barrabrava, denominado “Parador de la T”, el pasado domingo 24 de noviembre. Por el asesinato detuvieron a siete integrantes de la barra y luego se entregó Carlos Pacheco, al enterarse que su madre, Andrea Pacheco, y su hermano, Adrián Pacheco, habían sido también arrestados, al igual que Darío Cáceres, presidente de la ONG que mantiene la barrabrava, y Marcos Castillo, quien es el principal acusado de ser el que lo apuñaló. Los otros cuatro detenidos, integrantes de La Fiel: Romina Gómez, Mauricio Páez, Ariel Iriarte y Rodrigo Brizuela.
Los hermanos Pacheco habían ido al Mundial de Sudáfrica 2010 con “Hinchadas Unidas Argentinas”, pero fueron deportados por las autoridades del país africano por mal comportamiento. Pese a eso, estaban armando su viaje hacia Brasil del año que viene.
La investigación está a cargo del fiscal Mario Mazzuchi y están buscando a más culpables. Está caratulada como homicidio calificado por alevosía y uso de arma de fuego, que podría darles una pena de hasta 25 años de cárcel. “Me mataron a mi hijo porque se creen Dios, porque los dejan tener poder y porque son muy amigos de los dirigentes y los políticos, que los custodian permanentemente”, contó Julio, padre de Jonathan, quién organizó una marcha que se realizará todos los domingos hasta que se condenen a los culpables.
Lo que votó la Legislatura podría marcar un antes y un después. Ricardo Rizzi, médico clínico cordobés, recibió en diciembre de 2007 una distinción por parte de los mismos que premiaron a La Fiel. Al día siguiente del asesinato, devolvió la plaqueta que le habían entregado en repudio al asesinato de Villegas, pero no pudo deshacerse legalmente de la distinción. “Le pido perdón a Jonathan y a su familia, que fueron víctimas de la barbarie de esos que dicen ser hinchas de fútbol y sólo son unos asesinos. Espero que su pequeño hijo de seis años y sus seres queridos encuentren alguna vez consuelo y paz. Yo no fui capaz de reivindicarlo», dijo el docente de la Universidad Nacional de Córdoba, que intentará realizar una campaña masiva para que se devuelvan las distinciones que realizó la legislatura cordobesa.
En 2006, tras el asesinato de su hijo, Norma Roldán, madre de Matías Cuesta, intentó que se decretara el derecho de admisión a La Fiel y lo único que consiguió fue recibir amenazas de muerte. En 2013, al enterarse que iban a distinguir al grupo de violentos que asesinó a Matías, trató de concientizar a los diputados sobre lo que estaban a punto de hacer. Pero no hubo caso. Tal es la prueba del delito que compromete al legislativo cordobés.
Imagen: NosDigital.
Se lo habrá llevado El Familiar
Cuenta la leyenda en Jujuy que los obreros muertos del Ingenio Ledesma y los desaparecidos en la dictadura fueron víctimas de un espectro letal que aparece de varias formas. Los peritajes, sin embargo, indican que a Pablo Obiña y Gonzalo Calderón los remató la policía.
En Libertador San Martín pelean contra un monstruo. Lo llaman El Familiar. Es la muerte y es fuerte: es la localidad con menor promedio de vida en Latinoamérica: 43 años.
El Familiar tiene muchas formas de matar, muchas formas de aparecer. Dicen que lo vieron como un viborón peludo, como un hombre alto, muy alto, con sobretodo, y como un perro negro, de los ingleses, de los que tenían los dueños de la empresa azucarera Ledesma. Tiene tanto poder que todos deben considerar que es de tu familia. Decide si trabajás, qué estudiarán tus hijos, cuánto podés protestar. Es la cabeza de la empresa, máxima fuente de trabajo de la ciudad.
Ledesma te beca según sus necesidades. Si un hijo de obrero se recibe de agrónomo con promedio diez, entra a la fábrica, pero como becario. Si un hijo de un funcionario o miembro de la empresa que sea supervisor, jefe, entra con un sueldo como corresponde.
El 3 de noviembre de este año, Pablo Obiña y Gonzalo Calderón andaban en moto. La policía dice haber recibido una denuncia por robo de celular por parte de dos varones jóvenes en moto. Cerraron así los caminos de la ruta nacional 34, la que va a San Pedro –donde los pibes pobres son perseguidos para vender drogas, para traerla de Bolivia, al precio de la vida-, y a Tartagal –donde la tala de árboles produjo aludes y más muerte-. Dicen que los encontraron por Calilegua, a 7 kilómetros de Libertador General San Martín. Los siguieron hasta caminos internos de Ledesma, ahí donde los primeros dueños habrían hecho el pacto con el diablo una noche de luna llena.
El dueño prometió entregar un obrero a principio y fin de la zafra, aunque el diablo puede exigir más de un obrero durante la producción. Se recomienda a los trabajadores decir que son casados, que tienen familia o conocidos para que El Familiar no los busque. En Libertador no decían “algo habrán hecho” durante la última dictadura. Decían: “Se los habrá llevado El Familiar”.
Entre Calilegua y la fábrica hay 12 kilómetros. Nadie vio nada, ninguna persecución. Ni siquiera el personal de la garita de seguridad -iluminada- que está en la entrada de la empresa.
Adentro de Ledesma hay una pila gigante de bagazo, restos de caña de azúcar que Ledesma acopia al aire libre para poder fabricar papel y otros derivados. Larga un olor a mierda inaguantable. Es el polvo que levanta por los hongos que se generan en el bagazo húmedo. Ese polvo, inhalado por los trabajadores y por los vecinos, genera bagazosis, una enfermedad pulmonar provocada por respuesta: una especie de neumonitis por hipersensibilidad. En México también se practica el acopio al aire libre: 50 por ciento de los trabajadores está enfermo. Entre 4 y 6 mueren por mes solamente en el municipio de Chichigalpa, donde está el Ingenio San Antonio.
Luis Aredez, un médico ex intendente de la ciudad, desaparecido en los setenta por “infiltrado marxista”, por “médico zurdito”, recetaba remedios caros a los trabajadores de la empresa para que traten, entre otras enfermedades, la bagazosis. Como intendente le exigió a Ledesma que pagara impuestos de sus tierras y de la fábrica. Durante ocho meses de su gestión, Ledesma solo pagó uno.
La desaparición de Aredez está siendo investigada. Carlos Blaquier, dueño de la empresa, está procesado por eso y otras causas de lesa humanidad. Su mujer, Olga Márquez de Aredez, se convirtió en referencia de derechos humanos, madre de Plaza de Mayo, por dar vueltas en la plaza para llamar la atención por su marido desaparecido. Murió en 2005 de cáncer de pulmones agravado por la bagazosis.
Entre ese olor a mierda, la policía declaró que les dio a Pablo y Gonzalo. El suboficial, ahora detenido, que iba en la cabina delantera, delante de otros tres que ya no están presos, dice que sacó el arma por un hueco que hay en el enrejillado de la ventana de la patrulla 4×4. Dice que disparó a metros de distancia. Dice que la moto circulaba sin patente y que les disparó durante un tiroteo. No coincide con el informe de los peritos ni de balística. Tampoco coincide el ángulo. Las balas entraron por la nuca a 50 centímetros. De arriba hacia abajo. Estaban acostados o arrodillados. La moto no tiene ni un raspón. Está nueva. No saltó ningún pedazo de plástico. No hubo caída. En esos supuestos 12 kilómetros, una 4×4 nunca pudo alcanzar a la moto scooter Guerrero 110. Ni siquiera durante el ripio.
Obiña murió ahí. Calderón cayó herido y murió dos días después.
Por todo esto, la fiscalía tiene la hipótesis de que los disparos fueron en la ruta y no en los caminos internos de Ledesma.
El Familiar, esta vez, apareció como policía.
Otro caso de gatillo fácil en Jujuy, en el pueblo vecino de San Pedro: http://www.nosdigital.com.ar/2012/12/en-san-pedro-la-policia-golpea/
Foto: NosDigital.
«La música y las artes son como las aves»
La uruguaya Ana Prada se presenta este viernes 6 de diciembre, en La Trastienda. No es sólo una intérprete: es una compositora y una que lo hace con una paleta de ideas comprometidas: la lucha contra el olvido de la dictadura y la igualdad de género. La cantautora habla desde la relación con su sobrino tartamudo hasta los Pucheetos, sus compañeros de banda.
La cantautora uruguaya Ana Prada no para de viajar y ya se acostumbró a tener su vida siempre lista en una valija para partir adonde sea. La chica del interior de Paysandú, la que se levantaba a las 5 am en medio de un temporal para subirse con su tabla a una ola, la que sintetiza la felicidad en una montura de caballo, la corista del “Negro” Rada, la prima de los Drexler, la psicóloga, la profesora de canto, la defensora de los derechos de la diversidad sexual y de género, la cantora, la compositora… Todas esas Anas y otras tantas ya asumieron que sólo pueden concebir su vida en un subir y bajar de los micrófonos. “Cuando me quedo quieta me empiezo a poner ansiosa, necesito viajar, subirme a un escenario, que te da mucha adrenalina, es en un punto adictivo, como un deporte extremo”. Dice que la música es como las aves, que cruza ríos sin reparar en las fronteras. Ella misma está montada en ese vuelo, con su vida en las dos costas del Río de la Plata y con sus canciones extendiéndose por los surcos de América Latina. Pero en ese vaivén no se termina de despegar del suelo.
– Yo pienso, con respecto a este mundo globalizado, estrictamente hablando de la música y del arte, que está bueno nutrirse y empaparse de un lenguaje mundial, pero sin perder las raíces, no perder la idiosincrasia de dónde somos, más allá de las fronteras y de los países, que también son cuestionables. Yo no creo en esos nacionalismos exacerbados, sobre todo acá que son países tan nuevos, que se delimitaron a partir de intereses económicos que no representan a los pueblos. La música y las artes tienen identidades regionales; hemos devenido en países, pero creo que la música y las artes son como las aves, que cruzan un río y no saben en qué país están, es ridículo esto de las fronteras. Sí creo en la identidad de las regiones, porque los propios paisajes nos marcan, Atahualpa Yupanqui desarrolló mucho esos conceptos, de cómo el territorio determina el arte, determina la lucha… La naturaleza te dicta cosas, te canta, te muestra, el paisaje sonoro también, con lo que uno se crio escuchando. Hay que globalizarse sin perder la identidad. Porque creo que eso nos da el diferencial de la gran masa del mundo, creo que si todos cantamos en inglés, no tiene gracia, hay que mantener los colores, los instrumentos, algo que te sitúe, una identidad propia que es un plus.
*
Todavía con el sol en la piel de días atrás, hoy nos armamos de paraguas y salimos a enfrentar la cortina de agua que se deja adivinar, insistente, a través de la ventana. Es cuando una dice “ya no entiendo más nada”, y se aprieta la solapa del saco para inventar el pañuelo olvidado en un cajón. Si afuera todo parece aleatorio, ¿qué habrá sobre las huellas que estos pies dejan al caminar que se parezcan a la que fui ayer? Ya Borges develaba el gran enigma del tiempo: ese abismo que se instala entre el cambio y la permanencia, la sospecha de que perdura algo en nosotros, inmóvil, subyacente a los azares que nos vapulean. O quizás sea que no hay un primer yo original, un modelo de mí misma, sino que nos hacemos en el movimiento hacia el otro.
“Soy otra” se llama el último disco de Ana Prada; el que viene cerrar la trilogía encargada de instalar su voz y su nombre en la música uruguaya y latinoamericana y en la pujante tradición de cantautoras mujeres. Después del debut como solista de “Soy sola” (2006), del provocador y fresco manifiesto “Soy pecadora” (2009), Ana se sabe otra. Ella también leyó a Borges.
– Pienso también otro sentido de la otredad, más allá de que cambié y que quizás después de los 40 una hace un balance y puedo decir que me siento feliz de esto que elegí… Al mismo tiempo, al ser un poco más conocida, que la gente me vaya a ver, se emocione, pienso qué estará poniendo en mí esa persona, porque en realidad yo no soy eso que piensa que soy. El artista genera eso, a mí me pasa con un montón de gente que admiro, fantaseo con qué habrá hecho, qué habrá comido, con quién estará, te imaginás toda una vida que capaz no tiene nada que ver, pero que es lindo que exista, no está bueno romper el globo de la ilusión. Está buenísimo que una sea un recipiente de depositaciones de lo que los otros necesitan poner allí. El amor también tiene que ver con eso, en ese estado de enamoramiento una está poniendo un montón de cosas en el otro que por ahí no es. Después de que bajaste de la burbuja proyectás cosas en común, pasás a otro tipo de amor, o explota la burbuja y al diablo. El artista como por lo general se mantiene a una cierta distancia, la ilusión dura un poco más que el amor.
*
Ana Prada habla rápido, se entusiasma con su relato y nos envuelve en las imágenes dibujadas por su voz. Cuando se para en el escenario, con la guitarra de escudo, toma el micrófono y nos desarma. En ese aliento previo a la canción, intuimos toda la potencia de esa voz, adivinamos el anuncio de los sonidos y la emoción que despliegan. Entre una nota y la que sigue, se abre una zona iluminada plagada de intensidades. Se nos eriza la piel, notamos el brillo en los ojos y recorremos las huellas de las lágrimas que todavía no soltamos. En un parpadeo, nos colgamos de un acorde y tomamos impulso para dar el salto a ese viaje en el que solo la música nos puede transportar. En la última sílaba de un verso, entrevemos cómo se abre el mundo entre nosotros, en una canción.
También se ríe mucho y tiene sonrisa grande, de esas que vuelven finitos a los ojos. En el medio de la charla, a orillas de una taza de café que no logra tocar sus labios entre tantas palabras, nos cuenta de su sobrino Santi, de 16 años, también músico y compositor de una banda de rock. Ya ha tocado con ella como invitado y fantasea con llevárselo de gira. Como su hermana mayor y su papá, Santi es tartamudo, aunque dice que después de la adolescencia amaina. Cuenta que cuando canta, nada, no se traba ni en una letra: “Yo digo que trabajás con otra parte del cerebro”. El padre es otro ejemplo: conquistó a su madre con la guitarra y cantando. Pero igual, le sobran las anécdotas. “Una vez, Santi me hizo ir a verlo a una obra de teatro de la escuela, hacía un calor tremendo a fin de año. Voy y era una obra patria y a Santi no lo veo. Termina la obra y me lo encuentro en el patio de la escuela y me dice:
-Y t-tía, ¿m-me viste?
-No, ¿dónde estabas?
-Y-yo era el-l árbol, ¿q-qué q-querés q-que sea, Artigas?, ¡si soy t-tar-t-tamudo!”.
*
Hace solo unos pocos meses que fue la presentación de “Soy otra” en Niceto y la primera edición ya se agotó; la segunda va tras los mismos pasos. Desde agosto, viene recorriendo escenarios de Uruguay y de Argentina. El próximo 6 de diciembre se presenta en La Trastienda a modo de festejo de fin de año, aunque los recitales siguen. Ella con “Los Pucheetos”, como se autodenominaron sus músicos: “Porque dos de ellos fuman tabaquito armado, y cuando teníamos dos segundos en los ensayos ya empezaban “puchito, puchito”, y se escapaban a fumar. Estos porteños con los puchitos… Eso también habla de una identidad de banda, de grupo, ‘Ana Prada y los Pucheetos’. Más allá de que en este proyecto hay un nombre propio adelante, se nota en el escenario que el trabajo es colectivo. Y a parte nos queremos y nos divertimos, siempre que viajamos juntos parece un viaje de egresados”. Reconoce en la capacidad de comunicarse en el escenario a través de la música y las sensaciones un valor fundamental, dado que la música es un ámbito en el que se juegan los egos y las emociones de las personas. “No siento que estoy sola en el escenario, si bien el primer disco se llama soy sola, mentira. Es un trabajo de equipo, desde la producción, los músicos, la prensa, yo me subo acompañada”.
Y de esa exposición de estar al frente de un trabajo, lo que más le gusta, lo que le da sentido a todo el resto, es la devolución de la gente: “Estar en contacto con la gente, ver cómo impactan las canciones, que sirvan para algo incluso. Guauu, esto es el éxito, lo enorme poquito que una puede producir en alguien, en una persona”. En este año, tuvo unos cuantos de esos momentos en que todo toma otra dimensión:
– Me contaba una muchacha de Viedma por Facebook, que había tenido un bebé prematuro y estuvo muchos meses en la incubadora, entonces le ponía mi música en unos auriculares esterilizados. Por ejemplo, “Tentempié”, que era una canción que lo tranquilizaba cuando estaba embarazada. Cuando lo leí se me caían las lágrimas. Eso es lo que vale. Otra me dijo “encaré a mis viejos sobre el tema de mi identificación sexual con tu tema ‘Soy pecadora’ o ‘Tu vestido’”. Ahí te das cuenta que sirve para algo. O “conocí a mi novia en Punta del Diablo y nuestra banda sonora fue tu disco”, qué increíble, ¡cuánto amor!
-¿Disfrutás también de los procesos anteriores al vivo?
– Tenés la etapa de composición, que aunque estés laburando, estás como sensibilizada y muy como abierta a todo, de pronto escuchás alguien que dice “oh, el jacarandá llueve…” y decís “uh, qué frase”, todo te parece que puede ser poético o material. Después viene la pre-producción, para ver adónde van esas canciones, qué sonidos, qué universos, qué instrumentos, qué instrumentistas… re mágico también, yo siempre trabajé con productor artístico así que ese siempre fue un proceso compartido. Y después la magia de meterse en el estudio, siempre surgen cosas distintas, siempre crece. Después que termina ese ciclo, viene el período de presentar el disco, el momento de disfrutarlo, de ver qué le pasa a la gente. El disco empieza como a decantar y van surgiendo esas dos o tres que más pegan, como pilares. También la promoción, las notas, te hace dar cuenta de un montón de cosas, desentrañando tu trabajo por dentro, reflexionando, yo no me haría la mitad de las preguntas que me hacen ustedes por ejemplo, voy lo hago y punto.
– También has compartido tu música con otras artistas. Este año grabaste un disco con Teresa Parodi…
– Sí, lo compusimos juntas. Cuando me acuerdo que empecé en enero ya metida en un estudio no puedo creer que todavía no terminó este año, con todo lo que pasó en el medio… Con Teresa fue maravilloso el encuentro. He tenido la suerte de que grandes mujeronas de la música y con grandes trayectorias han sido muy generosas conmigo y han compartido su escenario, como también Liliana Herrero, Yusa, Queyi… Creo que la música es un interesante ámbito laboral donde la mujer se puede expresar y ser respetada, aunque haya sido tradicionalmente dominado por los hombres. En Uruguay hay muchas cantautoras: Laura Canouras, quien abrió esa brecha entre ser intérprete y compositora, Mariana Ingold, Estela Magnone, que son como de la primera guardia, que salieron del rol estereotipado de ser coristas eternas y tomaron la posta de estar al frente de un proyecto como solistas. Hay mucha movida femenina, de mi generación. Malena Muyala, Samanta Navarro y yo tenemos la misma edad, somos las tres chanchos en el horóscopo chino y nos matamos de risa con eso. Ahora voy a cantar en un festival en el verano para aldeas infantiles en Uruguay y están Fernando Cabrera y Jaime Ross, y después somos cuatro cantoras, o sea que hay posibilidades de inclusión de mujeres en las programaciones. Creo que en general la mujer está conquistando espacios, en un mundo que por suerte está cambiando, estamos creciendo como sociedades, en el avance de estas luchas. Pero hay resistencias a esos procesos. Ahora estamos en el mes de la violencia contra las mujeres y este año ya son muchas las muertas en Uruguay por violencia doméstica, es algo que sigue aconteciendo. Y las mujeres seguimos vedadas de lugares de poder, si competimos con un hombre por un puesto de trabajo, estamos en desventaja, tenemos que hacer más mérito. Pero hay un orden que va transformando. Sobre todo en los roles, por ejemplo mis músicos, tienen horarios extraños de trabajo, entonces pasan muchas horas en la casa y se hacen cargo de sus hijos. Los gurises también tienen otra relación con los padres, yo escucho que gritan “tengo sueño, papá”, antes era imposible, era “tengo sueño, mamá”. Creo que desde el arte y la música se va concientizando, y desde distintas manifestaciones, como los grafitis.
– ¿Te sentís interpelada por esas luchas a la hora de componer?
– Me inscribo en una tradición de canto popular muy ligada a la lucha. Sobre todo con el resurgir que se dio con la vuelta a la democracia. Después las luchas fueron cambiando, en mi momento de componer quizás me tocó reivindicar cosas que tienen más que ver con el género, con el rol de la mujer, las minorías sexuales, cuestiones que tienen que ver con mi realidad y que se traducen en mis canciones o por lo menos son cosas que yo dejo salir y no me pongo trabas en eso.
– ¿Qué recuerdos tenés de haber crecido durante la dictadura?
– Me acuerdo que muchos artistas uruguayos estaban prohibidos, entonces mi papá sacó los discos de la casa, sobre todo porque si no después con mis hermanas íbamos y los cantábamos en la escuela, y ya la directora lo había llamado para decirle “calle a la nena, que está cantando canciones subversivas, los van a meter presos”. Estábamos amenazados por todos lados, así que hasta los 13-14 años hubo discos que no pudimos escuchar, más allá de la transmisión oral. Yo escuchaba a mi papá y sus amigos cantar esos temas, llorando, y yo pensaba ¿por qué lloran? Con el tiempo fui entendiendo, porque tampoco nos querían contar mucho. Una vez, a mi hermana le preguntaron en la escuela “¿qué es tu padre?” y ella dijo “albañil, tartamudo y tupamaro”. Mi padre no era tupamaro, mi familia era de izquierda por supuesto pero no estaba afiliado, tenía amigos… Pero a los 3-4 años no teníamos idea de nada, era porque escuchábamos esas palabras en casa y las repetíamos. Fue heavy esa época. Y después con la democracia nos reencontramos con esas músicas, Zitarrosa, los Olima…
-¿Te dan ganas de volver al campo?
– Estoy en eso, estamos buscando para comprar algo cerquita de Montevideo, pero campo, algo chiquitito, para irse un poquito para afuera. Para ciudad, ¡Buenos Aires!… ya que vamos a estar en Montevideo, nos vamos un poco para afuera, porque a una hora del centro estás en el medio del campo o en el medio de la costa. Así que sí: campo, huerto, árboles frutales.
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