Crónica de un paro docente que empezó reclamando mejoras salariales, edilicias y sanitarias, y hoy sigue con los padres de los alumnos tomando 16 colegios en Comodoro Rivadavia, la ciudad petrolera récord en prostitución, cocaína y venta de plasmas.
La artista comodorense Veroka Velázquez me sopla que en su ciudad las escuelas están tomadas.
-Como acá…
-No.
Bueno, ya logramos romper el cerco mediático. Ahora vamos a entender.
El modelo extractivo
Comodoro Rivadavia es una ciudad especial. Por dos cosas: allí hay una cantidad importante de yacimientos petroleros; y porque sopla un viento insoportable de cientos de kilómetros.
La ciudad chubutense tiene más de 300 mil habitantes. Se acuesta sobre una serie de cerros, y tiene vista al mar. Sin embargo, dicen los inexpertos en paisajismo, es dura.
Comodoro encarna este tipo de contradicciones del modelo extractivo: es una ciudad rica y pobre. El dinero que genera el petróleo marca récords en venta de plasmas, cocaína y prostitución. Los diarios comerciales la señalan como la más insegura. El estado se contenta con las regalías, pero las inversiones no se ven, ni se sienten, ni se palpan.
El conflicto
El 22 de agosto de este año estalló en Comodoro un conflicto docente por mejoras salariales que empezó con una asamblea permanente y que hoy tiene 16 escuelas tomadas, no por ellos, sino por padres autoconvocados.
La discusión de adaptar los salarios a la canasta familiar llevó al despertar de otros estatales como los médicos, que se movilizaron junto a los docentes para discutir de fondo el modelo de lo público, y hasta policías y porteros.
Canasta familiar: 14 mil pesos.
Sueldo promedio de un docente: 4.500 pesos.
“Estamos pidiendo solamente mil pesos más – cuenta Gabriela, maestra jardinera- acorde con la canasta familiar de Comodoro. Además reclamamos mejorar la obra social, porque cada vez que vamos al hospital tenemos que pagar un dinero extra. Todo se suma a la calidad educativa y el estado edilicio de las escuelas: muchas están en pésimas condiciones”.
El panorama del deterioro es completo: las escuelas públicas, sus trabajadores y alumnos, están abandonadas.
“Desde hace 5 años la canasta aumentó un 100% – cuenta una docente de primario, Viviana-. Y el sueldo aumentó 50. Hemos tenido un deterioro en el salario real. Deberíamos estar hablando de recomposición salarial. Aspiramos a un aumento, pero sabemos que no vamos a tener todo lo que queremos”.
Las mejoras salariales y de obra social son reclamos históricos de los docentes comodorenses, que vienen trazando acciones desde hace más de 2 años, sin resultados. “Veníamos haciendo paros de 1 o 2 días o pequeñas acciones de fuerza”, recuerda Viviana. “Pero desde el 22 de agosto decidimos empezar una asamblea permanente: no estábamos de paro, asistíamos a nuestro trabajo, pero avisábamos que íbamos a estar haciendo asambleas”.
Además de las urgencias de siempre, los tiempos electorales agitaron esta maniobra: “Si te dijera que no, te estaría macaneando: cualquier gremio tiene en cuenta el momento en que el gobierno se pone a prueba porque los patrones son más flexibles”, se sincera Viviana, que además es delegada de la regional sur de Atech, el gremio docente. “Pero de esa misma manera podrían haber resuelto el problema y capitalizado para ellos. Siempre las medidas van a favorecer o no a alguno de los partidos, más en una elección. Pero la intencionalidad política-partidaria nunca estuvo en esto”.
Viviana está viendo la televisión y nota la repercusión de su lucha: “Estoy viendo los resultados de las elecciones y evidentemente la capitalizó la oposición”. La oposición al gobernador Martín Bussi es encabezada por el ex gobernador Mario Das Neves, que obtuvo más del 50% de los votos. Entonces razona Viviana: “Pero si fuera por los docentes no podrían haberlo apoyado, porque en 2005 nos reprimió en las manifestaciones y fue el primero que aplicó descuentos en los sueldos”.
Reunión de padres
Con los docentes en asamblea permanente y sin respuestas, las reuniones de padres fueron tocando otros temas aparte de cómo se porta Franquito o que a Paulita no le gusta el menú del mediodía. “Los padres empezaron a organizarse cuando vieron que la única reacción del gobierno era descontarnos los días de paro, las sanciones, las amenazas”, cuenta Viviana.
Para los más escépticos algunas maestras hasta llegaron a mostrar sus recibos de sueldo en esas reuniones. “Se dieron cuenta que no era ficticio cunado les decíamos que estábamos por debajo de la línea de la pobreza, que no es que nos queremos comprar una 4×4”.
Los padres empezaron a formar parte de las reuniones docentes y poco a poco comenzaron a organizarse según los colegios, y después según las zonas, y así: “Decidimos involucrarnos a partir de que habían transcurrido 14 días sin clase, a participar de las asambleas y a visitar las escuelas. Vimos que el problema que se planteaba era real”, dice Héctor, que tiene hijos en la secundaria y en el nivel inicial. Sigue: “Con mucha sorpresa nos encontramos con escuelas públicas que podemos catalogar de primera, de segunda, tercera y de cuarta. Tienen numerosos problemas: edilicios, de seguridad, hay presencia de roedores, agua potable en contacto con agua de cloacas”.
Otras irregularidades que notaron los padres en estas primeras recorridas: “Hay mucha obra pública tercerizada. Varias empresas hacen las construcciones para el estado provincial y hemos notado que 2 aulas salieron en una licitación 1 millón de pesos. Resulta llamativo y hasta muy oneroso”.
Los padres como Héctor sintieron que – también- tenían que hacer algo: “Eso dio nacimiento a esta pequeña organización que llamamos “Padres en defensa de la educación pública”, acompañando no sólo el reclamo salarial – que por cierto es más que justificado, sino todo lo que mejore a la calidad educativa”. Se dividieron así en zona sur, centro y norte para ordenar las asambleas y centralizar los reclamos. Héctor es uno de los delegados de la zona norte.
El modelo público
La primera acción fuerte de los padres, además del sólo acompañamiento a las medidas docentes, fue la vigilia en una serie de colegios: una toma pero del lado de afuera, permitiendo las clases pero visibilizando el reclamo y la posición familiar. Explica Héctor: “Se decidió montar una vigilia en la parte de afuera de las escuelas al ver que el problema no se resolvía y que el gobierno no daba respuestas”.
Gabriela, la maestra jardinera, explica por qué es clave este acompañamiento de los padres: “Sino parece que nuestra lucha es solo por el aumento salarial. Pero si empezamos a construir entre todos podemos pelear por los planes educativos, con los que no estamos de acuerdo: el Ministerio bajó la orden de que los chicos “transiten” y los alumnos pasan de año sin una buena base de contenidos”. Héctor confirma que muchos padres reclaman – a los docentes, encima- que los chicos llegan a la universidad con una “mala base”. Dice Gabriela: “Han sacado materias como Historia y otras de nivel cultural, como está pasando en Buenos Aires. La idea es no perder la calidad educativa pública. Porque si se desgasta, lo que va a pasar en Argentina es que las escuelas públicas no existan más, como en Chile”.
Héctor asegura que su involucramiento fue natural, ya que su familia es “luchadora” y él mismo participó de un conflicto salarial porque es estatal: es policía. “He participado de lo que han sido 50 días de acampe frente a la casa de gobierno que reclamábamos mejoras salariales, pero no hemos llegado a un buen acuerdo: los policías de la provincia cobramos 5500 por mes”.
Entonces mira todo el sistema público, como padre, como policía y como parte de una lucha docente: “Esta es una ciudad que tiene conflictos con el hospital público, con la educación, con la seguridad pública y también con la justicia. Hace poco hubo un homicidio muy grave, violaron y mataron a una menor de edad y el hecho no se esclareció”.
También el gatillo fácil: Iván Torres, Pablo Ovando, César Monsalve. Héctor: “Sí, sí, es así como decís”.
El ministro del ventiluz
¿Qué dice el gobierno a todo esto, si en total hubo más de 30 escuelas tomadas, quilombo en colegios, centros de salud y autopistas que cortaban los accesos a los yacimientos petroleros? Ahí les tocaron el culo.
“El gobierno no tiene ningún contacto con nosotros. Su estrategia es negar que exista el conflicto, sentarse a hablar con la dirigencia provincial que no nos representa. No hay ningún tipo de respuesta”.
Viviana ensaya esa respuesta, tan típica que puede ser aplicable a cualquier conflicto de docentes atrapados entre el gremio y el estado. Pero sobre todo hay una anécdota que responde lo mismo y demuestra que la negación del conflicto por parte del gobierno es tremendamente literal:
El 18 de octubre el propio ministro de Educación, Luis Zaffaroni, acudió a una serie de escuelas tomadas. Su intención era “normalizar” la actividad educativa como resultado de un oficio del Ministerio Público Fiscal que acusaba a los padres de “usurpación, coacción, atentado, resistencia a la autoridad y daños”. El ministro y una comitiva de funcionarios lograron con estas amenazas disolver momentáneamente dos tomas. “Porque al día siguiente los padres ya iban a volver”, asegura Viviana. Sucedió que, embalado por estos primeros resultados, cerca de las 9:30 de la mañana Zaffaroni llegó al colegio Hipólito Yrigoyen, del barrio Mosconi de Comodoro. Los padres, docentes y alumnos se plantaron y plantearon discutir con el gobernador las razones de la toma, no la toma. Nervioso, Zaffaroni se metió en la biblioteca del colegio junto a una parte de su comitiva y efectivos policiales. Viviana: “En eso un funcionario del gobierno le pegó un cachetazo a un alumno. Ahí los padres empezaron a llamar gente, querían hacer un acto en contra de este directivo. En un rato éramos una multitud afuera, como 400 personas”. Zaffaroni seguía en la biblioteca. Una hora, dos, tres. Los ministros fueron saliendo, de a uno y sin custodia. Cuatro horas, cinco, seis. Incluso se fue como vino el funcionario que le había pegado al pibe. Siete horas, ocho, nueve. Zaffaroni seguía adentro, y la gente afuera. Diez, once. Algunos se metieron en la biblioteca: “O está muy bien escondido o no está”, dijo Carlos Magno, secretario general de la regional sur de Atech. Con las horas se supo que escondido no estaba. Zaffaroni, haciendo honor a su apellido, había salido por los techos.
Diarios regionales con intenciones de informar el hecho como una toma de rehenes con final exitoso, informaron: “A las 20:43, Zaffaroni hizo el último intento de salir por la puerta de la biblioteca, aunque en realidad se trató de una maniobra de distracción, ya que la policía había diseñado un operativo especial de escape por el ventiluz del techo de la biblioteca, desde donde se descolgó una soga, que subió al ministro al techo y de ahí a la superficie. En la escapatoria, el ministro (quien según algunas versiones salió vestido de policía) perdió un zapato”.
Hace 6 seis años atrás, en otra provincia sureña, otro alto funcionario de gobierno debió vestirse de policía para huir de la Casa de Gobierno de Neuquén, en medio de otra protesta docente: Jorge Sobich por el asesinato de Carlos Fuentealba.
Viviana resume: “Fue altamente simbólico lo de Zaffaroni”.
Esta historia no tiene remate: cada día las asambleas deciden los próximos pasos. Los docentes encabezan, los padres apoyan, los jóvenes comienzan a organizarse para garantizar la continuidad de las discusiones.
La artista Veroka tiene una teoría meteorológica de cómo se curte el sur del país: con el viento que hay, ¿cómo no vas a resistir?
Imagen: NosDigital.
Archivo por meses: octubre 2013
Vos sos Robledo Puch
A Diego Nuñez lo fusiló un policía de cinco tiros en Caballito. La familia salió a pedir justicia y denunciar el gatillo fácil. Meses después, a su hermano Francisco lo detuvieron por una causa que su padre asegura que fue armada. Dentro de la cárcel lo drogaron, le hicieron creer que era el famoso joven asesino serial, y le dieron una soga.
Omar, el padre
Desde que mataron a nuestro hijo Diego sabíamos que se iban a dar un montón de circunstancias para afectarnos. Porque salimos a buscarlo. Porque luchamos por justicia. Por eso digo que hubo mucho esmero en que la causa de Francisco, mi otro hijo, fuera una causa grave: homicidio. Porque está armada para hostigarnos, investigarnos de forma encubierta, privando las garantías: nos intervinieron los mails, nos pincharon los teléfonos, Facebook.
Removieron causas viejas de Lucía, mi esposa. Violaron mi libertad y mis derechos con la excusa de la fuga de Francisco, que nunca existió – esa es otra historia tan urgente como ésta-. A la vista de todos me acompañaba a las parillas en la cancha de Boca y a otros eventos. La misma policía, estando él detenido en la Unidad 28 de Lavalle y Talcahuano, le pedía por favor que tuviera ahí resguardo físico hasta que el juez se expida con sobreseimiento o prisión preventiva.
A la noche, cuando tomó agua, se sintió como borracho, dopado. Tomó más agua y se sintió peor. Un oficial se acercó a decirle que se sacara el resguardo físico. Hasta que en un momento dado, Francisco ya muy decaído, le dijo que no iba a tomar eso.
-Ahora ya está, ya estás en las ligas mayores.
Ahora, su historia es presente.
Robledo Puch
Cuando Francisco llegó a Devoto, la policía le dijo que estaba ahí por haber violado a un pibe, cuando la causa nunca fue esa. Ahí le empiezan a pasar estas cosas.
Está tres días drogado, dopado, no sabe dónde está, sufre apremios ilegales, físicos y hostigamiento psicológico. Lo insultan, le hacen creer que es huérfano, que no tiene padre ni madre, que debe matarse.
Le hacen creer que es Robledo Puch, uno de los primeros pibes riquillos que salían a robar y hacer maldades en Zona Norte; Robledo no era mayor de edad y ya era un asesino en serie con más de 10 asesinatos terribles; cuando lo agarraron, fue a parar a la Unidad de Olmos, donde lo violaron reiteradas veces; hoy sigue preso pero en Sierra Chica, Córdoba, en un penal para homosexuales.
Aunque él no conocía esa historia, la cuenta con mucha precisión.
Le empiezan a decir que él mismo había violado mujeres.
Suicidarlo
A los dos o tres días lo pasean de lugar en lugar. Lo maltratan los policías, los antichorros de ahí, los antinosequé, los presos de Devoto.
-Vos sabés lo que tenés que hacer. Te tenés que matar.
Después de tener problemas de acoso, de abuso, vienen y le repiten:
-Vos tenés que matarte.
Y le alcanzan una soga. Francisco pide disculpas. No se acuerda de haber matado ni violado a nadie.
-Sí, pibe.
El pozo y el péndulo
Ese 6 de junio cuando él entra a Devoto, supuestamente toma la soga. Él no se acuerda de eso. Tiene muchas lagunas. Se intenta suicidar. Se estaba muriendo ahogado. Corta la soga.
Vuelven (ellos). Lo incitan a que lo haga bien. La próxima vez que abre los ojos, se ve convulsionando, le temblaba todo el cuerpo. Empieza a sentir mucha hambre y sed.
-No voy a poder salir vivo.
(Se habla hasta convencerse de comer su propia mierda y tomar su meo. No tiene nada para comer, pese a que le habíamos llevado comida y abrigo que tampoco le llegó).
-Voy a vender cara mi muerte.
Cuando entran unos policías, ya no sabe cuántos, empieza a defenderse. En algún momento son cinco. No les pega, los empuja contra las rejas, contra las paredes. Llegan más policías. Al que hace de punta lo zamarrea contra la pared y cae sin aire. Se acuerda de sus pensamientos: no tenía que pegar. Desiste. Ahí no se acuerda más.
Los médicos
El domingo siguiente vamos a verlo a Devoto. No está. Vamos a Ezeiza. Nos encontramos con un pibe todo babeante, totalmente drogado. Los médicos el Ministerio de Justicia dicen que le están haciendo un tratamiento. Aparece en Ezeiza, en el HPC 20, desnudo.
Post
Hoy está bajo tratamiento psicológico en la unidad penitenciaria de Ezeiza, en el ala con trastornos leves.
La historia del asesinato de Diego Nuñez, hermano de Francisco: http://www.nosdigital.com.ar/2013/07/mi-viejo-supo-que-me-mataron/
Fotos: NosDigital.
«El arte no lo tranzamos nunca»
Carajo se autogestiona. Lanza Frente a frente, su primer álbum con sello propio. Festeja ya no tener que pasar por la burocracia de las empresas. Defienden con imaginación y con creatividad el disco por encima de las descargas en internet. Esta es su nueva vida.
Oulet. Outlet. Outlet. Bar. Otulet. Outlet. En el medio de promociones y carteles que anuncian cambio de temporada hay un bar. En el bar, tras una puerta, unas mesas en la entrada, otra puerta a la derecha, una banda, tres platos de comida, un almuerzo, un disco que se presenta. Un disco, de una banda que en el medio de todos esos outlets hace que valga la pena estar ahí, en ese bar.
*
Después de la escalera, en el primer piso que simula ser un tablero de ajedrez, Marcelo «Corvata» Corvalán, Andrés Vilanova y Hernán «Tery» Langer están acomodados en un sillón blanco. Nos separa una mesa negra y un grabador que titila con luz roja.
– ¿Les gusta dar entrevistas?
– Sí, pero a veces se pone medio tenso.
– ¿Sí? ¿Qué no les gusta que les pregunten?
– No sé, ahora te contamos…
Con risas abren la cancha. Ellos son CARAJO.
*
En el año 2001 surgía CARAJO. Un año después, de manera independiente, su primer disco. El camino los llevó hasta Universal Music Argentina con quienes trabajaron durante varios años y tres discos. Pero la historia, cíclica, los volvió de nuevo hacia el comienzo y acaban de lanzar “Frente a Frente”, su último trabajo discográfico grabado y mezclado en su propio estudio junto con su productor, Ale Vázquez, y realizado de manera independiente mientras de forma paralela presentaban la reedición de su primer laburo. Todo cierra.
– Nosotros estábamos componiendo el disco y justo viendo qué iba a pasar con Universal. Dijimos: sigamos componiendo, no sabemos qué va a pasar, un disco vamos a sacar de cualquier manera. Tengamos las canciones y después veamos en qué marco lo hacemos, si independiente o no.
Aunque utilizaron la reedición del primer disco para empezar a acomodarse, volver al ritmo de la autogestión no fue traumático. Si bien la banda hacía años que trabajaba con un sello, no había dejado de funcionar del todo de manera independiente. “Siempre de alguna manera mantuvimos ese modo operandi de ser independiente o de autogestionarios. Si íbamos con una propuesta que no nos daban bola, bueno, no importa, lo seguíamos buscando por otro lado, hacíamos nuestros videos, hacíamos nuestras presentaciones, todas las estrategias de prensa, las cosas que nos parecían que venían bien las seguíamos manejando nosotros desde adentro de la banda y la compañía acompañaba. Creo que a ellos les parecía bien que seamos una banda activa y que trabajemos, entonces nunca hubo problemas. Pero al terminar los tres discos, al volvernos a juntar, eran distintas las prioridades. Hoy, lamentablemente, una multinacional está muy acorralada . Ellos mismos lo dicen. Tienen que pedir permiso todo a la regional y la verdad es que nosotros queremos un video, vamos, lo filmamos, lo editamos, lo subimos a la página y en dos días tiene quince mil visitas. La compañía tiene que mandar a que le aprueben el sello, la cosa, el número y vuelve y baja y qué sé yo. Entonces como que chocábamos con nuestras maneras de trabajar con lo que es hoy en día un poco la burocracia que todavía tienen acá en Latinoamérica las compañías. Lo bueno es que se dio natural y hoy recuperamos ya cien por ciento la libertad. No porque antes no la tuviéramos, pero en la parte discográfica siempre teníamos que estar de acuerdo”
– ¿Recuperar la libertad implica una libertad también económica?
– Sí, probamos con la reedición del primer disco y dijimos vamos a ver de qué se trata esto. Ahorrar la guita y fabricar los discos. Hicimos una edición un poquito mejor, más completa de lo que había sido la original, en el arte de tapa, en todo eso. Agregamos también un EP, como un bonus track. Tratamos de que sea algo interesante, bien, que no le falte nada y ver si podíamos. Y vimos que quizás no era tan heroico como nos imaginábamos. Hay que tener nada más los pies sobre la tierra, saber hasta dónde realmente se puede invertir y cuál es el margen de recuperación y de ganancia que se tiene en lo económico. Lo importante para nosotros es más que nada defender el físico, no es que estamos buscando hacernos millonarios vendiendo discos, simplemente funcionar como compañía y que se arme una rueda donde el mismo ingreso nos sirva para seguir invirtiendo y, paralelamente de lo que es tocar y los shows, poder tener esta pequeña oficina que sería ya como funcionar como un sello discográfico propio, de nosotros, Carajo, no tiene nombre, para nosotros es Carajo la banda.
– ¿Qué otra libertad se gana?
– Me parece que la libertad más grande es la artística. Nosotros volamos con el disco este para hacer lo que hicimos, es un disco doble, no nos importó que sea más caro, que valiera más porque tenía el espejo, porque era más grande. Quizás en eso no tenés tanta libertad cuando estás en una compañía. Nuestra manera de trabajar es siempre: vamos para adelante. Hay que hacer un arte y es caro, bueno no importa, el problema es de dónde sacar la plata, no sería el problema cuánto vamos a gastar. Vamos a gastar lo que haya que gastar, algo bueno vale más caro, eso todo el mundo lo sabe. Hoy capaz enfrentamos ahora otros dilemas que vemos que el precio final se pone en todos los lugares distintos. En un shopping vale re caro, vas a una rockería sale más barato, en nuestros shows va a ser el lugar más económico donde se pueda conseguir. Entonces hay cosas que quizás no les podés escapar como banda, pero estamos aprendiendo a lidiar con eso y, por lo menos, ofrecer todas las opciones para que el público de todo nivel económico y poder adquisitivo pueda conseguir el disco sin problemas.
– ¿Por qué eligen hacer este tipo de disco?
– Primero, creo que es algo personal de cada uno y de la banda, nos gustan los discos. Tratamos de hacer algo interesante, no es lo mismo tener una cajita común con un librito, por ahí el pibe que lo tiene dice: “Me lo bajo, si total no tiene nada que ver”. Este realmente es algo a tener, una linda pieza y que te da ganas de comprarlo, es defender eso que hoy en día esta tan complicado también. Sabíamos que, de esta manera, dándole una vueltita de rosca al arte, íbamos a ponerlo en otro lugar el disco, pero obviamente nos tenía que gustar a nosotros. No era que salió primero: “Tenemos que diferenciarnos”. Que no tenemos esa limitación de arte, ni de formato, nos da la chance de hacer lo que se nos ocurra. Si lo queremos hacer así gigante, hagámoslo. Si después tenemos que bajar un poco, lo bajamos. Es todo lo mismo, ahí tenes la libertad, volvés a tener eso que te abre un panorama mucho más amplio.
– Imagino las charlas diciendo “Hagamos esto, después vemos cómo”
“Para bajar hay tiempo”, esa siempre es nuestra frase.
*
Matias Marano se encargó del arte del disco. Desde Mar del Plata, el artista enviaba sus interpretaciones del mundo que el nuevo laburo propone. La elección de darle importancia a la estética no es aislada. Todo habla de Carajo y ellos la tienen clara: es necesario que el equipo crezca. “Desde los comienzos nuestra idea es sumar, sumar y sumar. Es que en realidad te suma motivación, porque si vos ves que alguien te da esa cuota que te gusta en lo suyo, a vos te motiva, porque nosotros hacemos las canciones, pero también hacemos un monton de otras cosas que nos representan, que hablan de Carajo. Hacemos la música y tocamos, pero no somos todo, necesitás gente que le ponga tanto como vos”.
En esa búsqueda de verse reflejados integralmente, Carajo propone dos discos espejados que permiten verte cuando abrís la caja.
– ¿Les gusta lo que ven?
– Yo creo que es bueno lo que vemos porque vemos que el crecimiento, que todos estos años no han sido en vano, los super aprovechamos. De hecho, se nos pasó re rápido. Cuando cumplimos los diez años, alguien vino y nos dijo “el año que viene son los 10 años, hay que hacer algo” y dijimos “¿Ya diez?”, como que nunca nos dimos cuenta. Siempre estuvimos generando, haciendo cosas, discos, girando, grabando videos y la verdad es que estuvo bueno haber llegado de esa manera. Hoy mirándonos frente a frente podemos ver todo el laburo hecho, ves a tus espaldas atrás todo lo que fuiste dejando, todo lo que fuimos haciendo nosotros como músicos individualmente y como banda. Todo lo que pudimos generar. Toda la gente que viene atrás. Quizás nosotros somos la cara visible, hacemos punta, pero atrás nuestro ha crecido mucho: la banda, el equipo de laburo, los fans, seguidores, los amigos, todos los que realmente se hicieron parte de Carajo.
– ¿En ese punto Carajo toma una dimensión que los excede como individuos?
– Sin duda. Acá hay mucho trabajo, mucha dedicación, mucho amor puesto a lo que te gusta y tenemos como la suerte de que todo eso o le gusto a mucha gente o nos redituó en muchos aspectos. No es fácil también conectar con la gente desde un lugar en el cual sin pensarlo tanto lo lograste. Primero desde haberlo trabajado, desde haber hecho las canciones y que también fue paso a paso. El hecho de la vejez tiene que ver con haber dejado ciertas marcas en uno mismo y en cada cosita que fuiste haciendo, está bueno verse también desde ese lado.
– ¿Hay algo que vean y digan esto no lo negocio?
– Te puedo decir nuestros ideales, hasta nuestros derechos como músicos, ciertas cosas que los músicos hoy en día tienen que ceder a costa de un poco de exposición. Está muy común que el derecho del músico, como del autor, se sobrepasen en un abrir y cerrar de ojos porque hay gente que puede negociar con eso y te agarra. Pero bueno, aprendimos y pudimos zafar de muchas cosas porque por lo general prevaleció el arte y eso es lo más groso que mantuvimos.Yo creo que lo artístico, el arte no lo tranzamos nunca y no lo tranzaríamos. Ahí se acaba todo. Cada cosa que hace Carajo tiene un motivo, un disparador que generalmente es artístico.
*
“Tampoco hacemos playback, ni fiestas de 15 años, ni casamientos…” Dicen y cierran la charla como arrancaron. Carajo desde sus raíces sigue generando, todo tiende a formarse circular, a unirse y hacerse curvo como la risa. Nos vamos sonriendo, tal como llegamos.
Fotos: NosDigital
“Trabajar sin patrón es lo más lindo para el obrero”
Una gráfica vaciada por su dueño fue recuperada por sus trabajadores. Los intentaron desalojar y resistieron, pero se mantuvo un patrullero en la puerta. Los agentes les pedían agua para el mate y pasar al baño: les estaban haciendo inteligencia. Y un día los desalojaron. Hoy hacen una vigilia en la vereda y hasta siguen trabajando por encargo. Las mujeres, el sostén de la lucha.
En la calle Mom al 2800, por Pompeya, hay una fábrica cerrada, hay un patrullero y hay una vivienda improvisada con chapas, lonas y maderas que sostienen algo más que una estructura precaria: ahí se materializa la resistencia de los trabajadores de la ex empresa gráfica Lanci Impresiones, ahora constituidos como Cooperativa 28 de mayo, quienes supieron gestionar la producción mientras estuvieron puertas adentro hasta que la Metropolitana los desalojó. Hoy, desde la calle, siguen produciendo.
En la puerta de la fábrica se puede leer un cartel grande que dice “Lenci Impresiones”. Pero sólo aquellos que conocen la historia de esta empresa de cuatro décadas saben que ya no está más, que se la vació, que le quisieron cerrar las puertas. Pero no pudieron porque 16 trabajadores se negaron a perder su salario, su trabajo, sus años entregados.
Lunes, tres de la tarde, sobre la vereda, tres trabajadores de la Cooperativa están trabajando: “Justo hoy nos dieron un laburo para que hiciéramos acá en el acampe. Esto es autogestión”, dicen mientras arman unas cajas que contendrán dentro de poco un set de 10 piezas de ropa interior masculina. Waldemar, Feliciano, Francisco y más tarde Mario, cuentan su historia mientras, sin parar, hacen su trabajo.
-¿Cómo surgió la necesidad de tomar la fábrica?
El 28 de mayo del 2012 nos quedamos en permanencia las 24 horas de la fábrica, estuvimos 351 días adentro turnándonos entre los 16 compañeros, para que quedaran como mínimo 5 trabajadores adentro y así nunca quedara vacía. El tema es que el dueño nos denunció penalmente por usurpación, hecho que nosotros negamos porque fue parte de una huelga que estábamos haciendo con proyección de que si la empresa quebraba pudiéramos hacernos cargo formando una cooperativa. La idea nuestra siempre fue la cooperativa.
-¿De dónde sacaron la idea de organizarse como cooperativa?
De la necesidad. aun en relación de dependencia, hicimos todo para sacar la matrícula de cooperativa con el INAES. En Porque nos empezaron a deber sueldos a partir de septiembre del 2008 y nosotros en el 2010, los inicios nosotros quisimos hacer una cooperativa mixta que también incluyera al patrón, porque la empresa venía en decadencia. Era un tobogán terrible: de 50 operarios que éramos, sólo quedamos 16. Muchos compañeros se fueron y con ellos también los de la administración. El patrón es el heredero del anterior que murió el 8 de marzo del 2008. A partir de ahí le quedó la empresa a su hijo, Christian Langenhem. Su objetivo desde el principio fue vaciarla. Muy de la década del 90 y muy de los patrones: se endeudan, se endeudan, se endeudan, no le pagan a nadie, cae la SRL –la empresa- sin hacerse cargo personal de la deuda. Mientras, dicen: “yo era el administrador nomás”. Él, sin embargo, se encontró con 16 trabajadores que decidimos hacer permanencia en la planta para la recuperar la empresa.
El método no es nuevo y el vaciamiento es el paso anterior a la autogestión: de pronto el negocio no es tan rentable, o no hay interés de mantenerlo como en este caso, y se empieza a limpiar la fábrica. De a poco van llevándose las maquinarias, se pagan menos sueldos, se castiga con más severidad las críticas de los trabajadores, se baja la calidad de las materias primas: todo para hacer insolvente a la empresa y tener que cerrar la puertas. Obvio, con los trabajadores sin un peso.
Los tiempos de la Justicia. El cierre y la toma de Lenci Impresiones recorrió tres juzgados diferentes: el comercial, por los acreedores que le deben plata; el penal, con los trabajadores denunciados por tomar las instalaciones; y el laboral, por la deuda que tiene la empresa con los operarios. O sea: un quilombo inagotable, lento y que todavía espera conclusiones. “Estamos en un vacío legal. Ojo, esto te lo puedo decir pasado un tiempo, porque estás hablando con un trabajador con estudios primarios terminados; tal vez me escucha un abogado y se me caga de risa. Nuestros reclamos al no estar en el concurso no entraron en el juzgado comercial, y todo lo que se va a juzgar ahora va a ser hecho por el comercial, por intermedio de los síndicos, para administrar después la quiebra. Toda nuestra deuda hay que juntarla para presentarla al juez comercial después de la quiebra”, dice Waldemar.
Pero si Langenhem vino con sus escribanos y abogados para llevárselo todo y los operarios de la Cooperativa echaron mano a su condición de obreros: buscaron ayuda en el Sindicato Gráfico Argentino, que les dio la asistencia jurídica sin que necesitaban para mantenerse.
-¿Cómo fue el rol del Sindicato?
Con nosotros estuvieron bien. En el transcurso de un año y medio hemos encontrado algunos errores, algunos problemas, pero no nos podemos quejar del Sindicato Gráfico. El sindicato está formado por trabajadores como nosotros y estos problemas que tuvimos tienen mucha rosca de abogados, que no son menores. Pero no hemos encontrado mala intención. El problema es que los del sindicato son como nosotros, trabajadores. Ninguno pasó por la universidad: tienen que contratar un estudio jurídico y los estudios jurídicos que se acercan a los sindicatos no siempre son los mejores. No estoy capacitado yo para valorar, pero por ejemplo nos dijeron que la empresa iba a quebrar hace un tiempo y no quebró todavía. Porque desde aquel 28 de mayo parecía que la empresa iba a quebrar en unos meses y ahí entrábamos en la Ley de Quiebras. Pero hoy estamos a octubre del 2013 y parece que recién esta semana la empresa quiebra…
-¿Y qué piensan hacer?
Hay que convencer al juez, al síndico, presentar un proyecto de viabilidad, sabiendo que también la empresa le debe no sólo a nosotros sino también a otros acreedores y empresas. Esto sería muy simple si la deuda fuese sólo con nosotros. ¡Sería facilísimo! Pero no, está el Banco Provincia, hay cooperativas financieras, hay muchísimos acreedores antes de que nos hiciéramos cargo.
Entre el 2008 y el 2012 la situación de los más de 50 operarios de Lenci Impresiones empeoraba. Los sueldos fueron disminuyendo: “El dueño nos dio durante 10 meses seguidos 100 pesos por semana, porque era bicho. Todos los viernes el dueño nos daba 100 pesos. Lo mínimo, para que no nos fuéramos; después te daba 200, después 300… Nos llegó a dar mil por semana, pero siempre nos estaba debiendo. Así fue acumulando deuda hasta el cansancio”.
Los mates traicionados. Primero, un intento fallido el 7 de mayo de este año, justo en el Día del Trabajador Gráfico. Cómo resistieron: cuando la Metropolitana y los gendarmes les comentaron que ya no iban a poder estar más ahí, llamaron al sindicato, a sus abogados, a otras cooperativas. En unos minutos la calle estaba repleta y los uniformados tuvieron que quedarse en el molde. “Y entonces, ¿qué hicieron ellos? Nos dejaron una patrulla, siempre un móvil en la puerta. Desde el 7 de mayo estudiaron nuestros movimientos y una semana más tarde nos desalojaron. Pero mirá: venían de la Metropolitana, nos tocaban timbre y nos pedían agua para el mate, y las chicas permiso para ir al baño. Y nosotros las dejábamos ir al baño. ¿Entendés la diferencia que hay entre un trabajador y un policía? Incluso, uno de nosotros agarró lavandina y preparó un baño que no usábamos para que ellos pudieran utilizarlo”.
El desalojo. “El 14 de mayo a la mañana, mientras amanecía, tocaron timbre y ya estaba todo preparado: cortaron la calle, tenían un helicóptero dando vueltas. Me tocó a mí atenderlos y me dijeron que estaba la orden; les pedí unos minutos para llamar a los abogados y al Sindicato Gráfico Argentino pero no me dejaron. Vinieron con ese fierro largo y tiraron abajo la puerta, nos tiraron gases y tuvimos que salir. Sacamos todo lo que pudimos y desde entonces acampamos en la puerta”.
Después de soportar durante cuatro años la caída de su poder adquisitivo, ahora les toca bancar un sueño en la calle. La pregunta surge sola: ¿Cómo se banca? “Las mujeres”, responden. Ellas son el sostén. “Porque la familia es la primera que tiene que decidir si está de acuerdo o no con seguir con la lucha. Y muchas no pudieron decir que sí y por eso se fueron compañeros”. Hoy son un tercio de los que estaban en la fábrica.
Entre tantas historias, idas, venidas, traiciones, errores y aciertos, casi que pasó por alto un momento trascendental en la vida de estos cooperativos: ese año que estuvieron a cargo de todo, donde el patrón había desaparecido y ellos mismos se hicieron cargo de aquello que desde lo alto se nos dice que solo está reservado para los capacitados.
-¿Cómo fue hacerse cargo de la producción sin patrón?
– Es lo más lindo que le puede pasar al obrero. Trabajar sin que te controlen es lo más lindo que te puede pasar. Querés tomar un mate, tomás un mate; te querés apurar para terminar e irte más rápido, te apurás. Mañana arreglás para llegar más tarde porque no hay laburo a la mañana, vas más tarde. La autogestión es lo más lindo que le puede pasar al trabajador. Aparte, treinta años en el oficio, ¿qué le iban a decir acá al que estaba hace treinta años? Antes que le dijeran ya sabía lo que tenía que hacer. ¿Sabés qué es estar treinta años en una empresa? Caminás solo. Eso es lo que no se dio cuenta el dueño, que la fábrica podía funcionar sin él.
«La cultura actual es una cultura de la letra»
Juan Villoro asegura que si el libro de papel apareciera por primera vez hoy nos parecería un invento superador. Desde Puebla, México, el escritor discute los vínculos de la tecnología, la información y las palabras. «Estamos ante un cambio de paradigma que no sucedía desde el siglo XII», analiza.
* Por Pablo Vicente, especial para Nos
Es entendible que en estos tiempos convulsionados por una Internet que todo lo transforma un escritor ande con algunas preocupaciones a cuestas. Lo curioso del caso de Juan Villoro (57 años), exquisita pluma mexicana, columnista de varios diarios del mundo y reciente disertante en el XII Congreso para el desarrollo de la lectura y escritura en Latinoamérica, que se celebró en Puebla del 12 al 14 de septiembre, es que su preocupación por estas horas no es cuánta vida les quedan a los libros o a los diarios de papel sino cuánta le queda a la Selección de México en estas olvidables Eliminatorias para el Mundial 2014.
Futbolero de chico, desde que un padre separado descubrió en la pelota y el Necaxa el mejor entretenimiento de fin de semana para su hijo, el autor de Dios es Redondo suelta el rezongo con conocimiento de causa: “Un fracaso no se improvisa y la Federación mexicana se esforzó mucho para que perder sea cuestión de método. Estados Unidos nos ganó con una alineación de las más flojas del último tiempo, pero le alcanzó para hacerlo legítimamente. Creo que México sufre una especie de pánico escénico gigantesco que yo lo vinculo con la mala administración del fútbol del país. Es la cuarta selección del mundo de acuerdo al volumen de negocio y se dan cosas increíbles, como que trasnacionales como Citicorp o Toyota hagan campaña de publicidad con la selección en nombre del patriotismo. Es decir: ‘Nosotros somos patriotas, apoyamos a la selección, cómprate una Toyota’. ¡Que es un auto japonés! Esta mistificación hace que tengamos un fútbol con apoyo de millones de consumidores, que genera mucho dinero, y que lo genera sin depender de los resultados. Lo que me pregunto es qué va a pasar ahora si México no va al Mundial, porque ahí sí que va a existir un castigo social”, desahoga Villoro sus penas de fútbol con Nos, sentado en la primera fila del Salón Candiles de la Universidad Autónoma de Puebla, ahí mismo donde minutos antes dio una charla por el relanzamiento de otro sueño quijotesco, una revista de cultura en papel, de nombre Crítica y dirigida por Armando Pinto, que da batalla para mantener ese espacio abierto a los textos largos, la poesía y autores que merecen ser leídos. Villoro, que cerró la primera jornada del Congreso con reflexiones que aquí se retoman, sabe de todos modos que ni los libros ni su Selección dejarán de latir a pesar de sus crisis. Y así lo cuenta…
– ¿Qué futuro imagina para el libro en papel?
– Cuando a mí me preguntan eso digo por qué no invertimos la lógica. En un mundo con todo el bagaje digital que tiene, con amistades espectrales, qué pasaría si no existiera el libro papel y se presentara aquí y en este momento como la última novedad. En muchos sentidos nos parecería un invento superador, porque no necesita electricidad, no caduca tecnológicamente, estimula los cinco sentidos incluyendo el tacto y el olfato, podemos individualizarlo escribiendo cosas sobre él, soporta nuestro mal carácter y lo podemos tirar al piso sin que se rompa, es portátil… Y además puede pasar de mano en mano. Es muy poco romántico regalar una descarga, sobre todo electrónica. Por eso, mientras queramos darle un libro a una persona en las manos, los libros de papel serán esenciales. Por eso, si el libro se hubiera inventado hoy, parecería una versión superadora de la computadora. Por eso creo que el libro que conocemos desde siempre tiene su papel asegurado. Pero seguramente este papel será distinto en el futuro, porque el libro electrónico es un invento maravilloso para llevarse materiales que uno no sabe si quiere leer, que es uno de los grandes dilemas que uno tiene como lector. Toda la zona utilitaria de la lectura, los libros de textos, podrán tener allí un desahogo y siempre existirá un libro artesanal que seguirá necesitando el papel. Por eso se viene una complementariedad interesante.
– No es nuevo el anuncio apocalíptico del fin del libro, como de los diarios, o la radio en su momento, ¿no?
– Para nada, sin ir más lejos, en los años 60, Marshall McLuhan declaró la posible muerte del libro ante el enorme impacto de los medios de comunicación audiovisuales. “La Galaxia de Gutenberg”, como se llamó el libro, de algún modo, en su forma tan seductora, derrota su propia tesis. Porque era tan agradable leer ese libro que a uno lo hacía desconfiar de que realmente fueran a desaparecer. Hablaba de pasar de una representación abstracta como las letras a una de las imágenes. Ignoraba que la gran revolución por venir no iba a ser de la imagen sino de la letra, a través de la computadora personal. Internet, redes sociales, y todos los derivados que tenemos hoy en día con la tecnología. Por lo que esa acta de defunción del libro no sólo no se cumplió sino que la cultura actual es una cultura de la letra.
– ¿Cómo interpreta el impacto de las nuevas tecnologías en la lectura?
– Creo que estamos viviendo un momento extraordinario y, a la vez, indescifrable. Nos encontramos a la orilla de un océano aún por definir, donde está cambiando radicalmente la forma en la que nos acercamos al hecho de leer. Estamos ante un cambio de paradigma en la forma que nos relacionamos con la letra que para mí no ocurría desde el siglo XII, cuando se creó el objeto libro, incluso más que la revolución de Gutemberg con la creación de la imprenta móvil. Fue la creación del libro lo que cambió la manera de vincularnos con la lectura. Esto fue con el trabajo de muchos eruditos, casi todos en monasterios, que organizaron el libro tal como lo conocemos hoy en día. Esto permitió hacer una transición muy interesante de la lectura colectiva, donde uno guiaba para el resto, a la lectura individual, lo que cambió la manera de relacionarse con el libro, porque no es lo mismo hacerlo en forma grupal que individual en un diálogo silencioso. Leer en voz alta es mucho más fatigoso, el lector público, se desgasta casi tanto como un actor cuando está actuando. Hay muy interesantes documentos de cuando se pasa a la lectura silenciosa que hablan de una lectura más descansada. Con el criterio individual para leer, en el siglo XII, cambia el sentido del lenguaje. A partir de la invención del libro como objeto se transformó este acto gregario en un acto intelectual con consecuencias que transformaron la cultura en su conjunto.
– Es un momento que a algunos los atemoriza y a otros los conmueve. ¿A usted qué sensaciones le despierta esta revolución?
– Realmente estamos ante un momento extraordinario porque leemos de manera muy distinta a como leíamos antes. Leemos en forma dispersa, simultánea, con plataformas que van de teléfonos celulares a redes sociales. Estamos en contacto con la cultura de la letra pero con variables que aún no conocemos y cuyos límites no dominamos, transformando hábitos, que no sabemos bien adónde van a dar. Por eso digo que da la sensación de estar en la orilla de un océano del que nadie tiene cartografía. Pensemos en lo que ocurrió con la correspondencia. Las cartas, que para llegar a destino dependían hasta del azar de que un perro no mordiera al cartero, y luego se esperaba una respuesta en el tiempo. Esto cambió por completo. Por eso algunos teóricos sugieren que con Internet ya no leemos una correspondencia en el tiempo sino la noción dominante es la de lugar. Internet es un lugar al que entramos, es el patio del mundo, pero se da una comunicación en un espacio virtual donde se da esta idea de encuentro.
– ¿Qué le llama la atención de este nuevo tipo de lectura?
– Una de las cosas interesante de la lectura en red es que permite compartir en forma instantánea la comunicación y ampliar el eco. El efecto viral de la lectura es algo totalmente novedoso, y lo más importante hoy para el éxito de un mensaje, por ejemplo en Twitter, es cuál va a ser su suerte cuando se retuitee. Es decir qué rebotes va a tener. Y ahí lo interesante, como dicen algunos analistas, no es una comunicación en forma directa sino en zigzag donde no se sabe cuál va a ser el último destinatario. Por eso una forma distinta de de reaccionar frente a la lectura es propagándola con el retwitteo. Es algo con lo que no contábamos. Twitter revitalizó una forma de comunicación bastante arcaica, que parecía desaparecida, como las máximas latinas o los aforismos. Los 140 caracteres obligan a una condensación donde no todos escriben aforismos dignos de Oscar Wilde pero es un ejercicio de concisión que no se había visto en la cultura de la letra en mucho tiempo.
– Pero Twitter suele volverse un terreno para la violencia, la agresión, la respuesta ligera, la superficialidad…
– Una de las situaciones nuevas que se plantean es estas nuevas conductas morales con respecto a las sanciones públicas y los consensos sociales, es algo esencial de discusión en nuestro tiempo. Si vivimos inmersos en las redes sociales, y en buena medida las redes son creadoras de consensos, es muy importante tomar en cuenta cuáles son las iniciativas que cuentan con un determinado consenso y cómo se logra éste. No lo sabemos bien todavía porque son hábitos que vamos creando, no hay tradición, pero creo que ya podemos adelantar algo, por ejemplo que las redes sociales son extraordinarias para la condena y la irritación. Lo que nos indigna enseguida tiene una propagación instantánea. La indignación exige desahogo. Cuando algo nos lastima, o nos indigna, de inmediato protestamos. Pero resulta muy difícil que sirva la red social para establecer un consenso opuesto, como un desmentido, o un matiz, o una rectificación, esto es distinto porque el proceso psicológico de rectificar, de modificar una idea, es un proceso lento. Nos indignamos de forma express pero cuando tenemos que recapacitar nos tardamos más, pensamos, comprendemos, y lo extraño es que la comprensión no exige ser compartida de manera inmediata. Es exótico que alguien mande un tuit para decir “Ya entendí”. Se dan estas situaciones donde es mucho más fácil condenar que rectificar, o incluso perdonar, y son hábitos que nos están llevando a una nueva ética de la comunicación. Y no sabemos hacia dónde va a ir esto… Sumado a la particularidad de la despersonalización, o de opinar con un alias, y muchas otras circunstancias que inciden.
– ¿Y cómo evalúa el impacto de estas nuevas tecnologías en los medios de comunicación?
– Uno de los fenómenos que se da en la prensa es una estandarización de la información. Hoy en día a los jefes de redacción les interesa más no perderse la nota que ya tiene la competencia que hacer una nota original. Hay una homologación relativa de la información, como todos saben lo que tienen los demás, y lo que van publicando, nadie quiere quedarse atrás. Sería bueno hacer un estudio comparando los diarios de los sesenta, y comprarlos con el manejo de la información actual, y parecería que hay una sola agencia que les da la información a todos. Y esto se da por ese espionaje continúo de la información y que a la hora del cierre ya está estandarizada y cada periódico sabe que va a publicar el otro. Lo impreso permite una lectura más dilatada. Las cosas que vamos a leer en el tiempo nos conviene que sean impresas, por eso si el periodismo escrito apuesta por un periodismo más de fondo, con más investigación, con crónicas más largas, vamos a poder combinar mejor las dos cosas. Si ahora nos dicen asesinaron a tal persona, vamos al teléfono para buscar el dato instantáneo. Pero luego la gran crónica de eso la vamos a buscar en el periódico, más tarde todavía, tal vez incluso en una versión en libro. Por eso creo que hace falta que los diarios recuperen la confianza en sus recursos, y los lectores van a responder. En Argentina los diarios tienen buenos suplementos culturales como Ñ de Clarín, ADN de La Nación, Radar, Perfil tiene el suyo… Eso no pasa en México, donde creció la industria de las revistas, y eso se explica en parte porque textos, intereses y lectores están migrando de los periódicos, que no se atreven a publicar cosas largos, a las revistas que sí se atreven. A mí me pasa en Reforma, donde escribo, y de repente publico una crónica larga en otro lado y se termina dando un diálogo repetido con el editor del diario. “Oye, Juan, porque no lo publicaste con nosotros”. Y yo le digo: ‘Me encantaría publicar en Reforma, pero cuál es la sección, el espacio que me podrías dar’. Y tras un silencio, me dan la razón. Sienten como celos porque publicaste en otro lado pero no se animan a dar ese espacio y tienen suplementos culturales de dos páginas, que más que suplementos son servilletas culturales.
– ¿Cuál es el valor del libro en estos tiempos de sobreabundancia de lectura?
– Leemos porque necesitamos aliviar el peso del mundo. La realidad no nos basta. El mundo está mal hecho, es defectuoso, es imperfecto y necesitamos mitigarlo, completarlo, aliviarlo, a través de la imaginación. Y la representación que obtenemos con los libros forman parte de la verdad. El Quijote pertenece al mundo tanto como las personas que existieron, o tanto más que ellas, incluso. Ese es el ejercicio esencial que nos permite la lectura, el de tolerar una realidad imperfecta. Es una arte visual, en el sentido que entra por los ojos, pero es la única forma que está hecha por símbolos abstractos como las letras. Cuando leemos algo que nos gusta no elogiamos el estilo de la letra sino la historia de amor, la persecución, un naufragio, creamos imágenes en el cerebro a partir del sistema de signos que recibimos por el ojo. Por eso es la única forma de las artes visuales que se crea exclusivamente en nuestro cerebro y altera la memoria. No tenemos que crear la Mona Lisa porque nos basta verla, pero en cambio tenemos que crear a Anna Karenina, por eso la memoria de lo leído dura mucho más que la memoria de lo visto.
– ¿Cómo se hace para acercar a la literatura a chicos que están en constante ejercicio de la lectura y escritura por Internet?
-El que lee difícilmente desea mantener en secreto su placer. No conozco un solo lector que diga ´Qué maravillosa obra que que acabo de leer, no quiero que nadie se entere. Que nadie se entere que me gustó ‘Cien años de soledad’. No creo en el lector que se niega a compartir lo leído. El primer hecho que despierta la lectura placentera es la necesidad de contagio. Por eso no creo que la lectura placentera no se debe enseñar sino que se debe contagiar, y la mejor manera de promover un libro, es incluirlo en la conversación con la gente. Es una forma compartida de la felicidad y el placer. Y naturalmente que lo mejor es empezar en la infancia. No hay nada mejor que cuando un padre, madre, hermano, abuela, le leen a los pequeños. Convertir la lectura en una forma del afecto es algo que nos lleva a entender que detrás de las palabras hay alguien que quiere transmitírnosla en forma afectuosa.
«Yo no soy tan crack como dicen»
Eder Álvarez Balanta, además de ser el jugador más aplaudido de River y el central al que apunta el Barcelona, es un colombiano de 20 años que lleva una vida de grande en Buenos Aires. «No es cómodo. Es como si todavía me costara asimilarlo», dice sobre la fama, las fotos y los saludos por la calle. Y analiza: «Yo soy como todos. Acá se pone al jugador de fútbol a una altura que yo no sé si tiene».
Eder Álvarez Balanta tiene un quilombo con las fotos.
No es una fobia, pero prefiere el invierno antes que el verano para poder andar con capucha y que nadie lo vea. Ya tiene en clara la escena: cuando alguien se le acerque, le pedirá una sola foto, pero para cuando se esté apretando el botón de la cámara, aparecerán otros cuantos que aprovecharán la generosidad presentada y pedirán una y otra imagen más. Podría andar con auriculares haciéndose el boludo, escuchando salsa y música religiosa -sus géneros preferidos-, pero teme que alguien lo tilde de agrandado al no reaccionar frente a un saludo.
Por la calle, le gritan Negro, Negro Balanta y hasta Pantera. En el Monumental, en los segundos explosivos previos a que arrancara el Superclásico, el estadio entero coreó su apodo.
En Facebook, hay 37 páginas creadas a su nombre -una de ellas, supera los 40 mil adictos-. Ninguna de esas es de él.
En Twitter, hay una cuenta falsa (@EderABalanta) que, pese a que el club informó en reiteradas ocasiones que era apócrifa, tiene más de 30 mil seguidores.
Hace apenas siete meses que debutó en el fútbol argentino, pero ya se volvió un ídolo. En menos de un año de carrera logró el sueño de cualquier pibe: salir en la tapa de los diarios deportivos españoles como anuncio del próximo gran fichaje del Barcelona. Aún así, él prefiere ser invisible. Por una única razón que explica con los modos y las costumbres de un niño de veinte años que sale del vestuario con una mochilita de colonia de vacaciones, que piensa en pasar la tarde jugando al play -dice «el pley», en vez de «la pley», como dicen los argentinos- y que, cuando llegó a Argentina en 2011, estuvo los primeros tres meses hablando con un sólo compañero por timidez.
«Yo no soy tan crack como dicen».
***
Balanta habla como si estuviera estresado. Algo, en el mundo de la pelota, no le convence. El predio de Ezeiza de River está despoblado: el entrenamiento terminó a las 11.50, los jugadores almorzaron hasta las 13.35 y recién a las 13.51 se acerca, pidiendo que nos busquemos algo de sombra. Germán Pezzella -su actual compañero de defensa- lo interrumpe para explicarle que hoy no podrá llevarlo a su casa. «Andate con Ramiro», le dice, señalándole a Funes Mori. Ellos son sus dos choferes, aunque él, entre risas, aclare el asunto: «Son dos buenos amigos que me ayudan y me traen hasta el entrenamiento. Tengo que aprender a manejar. Para mí, un auto no sería un lujo sino una herramienta de trabajo porque me facilitaría muchas cosas». Esa es apenas una de las tantas muestras de esos dos mundos que lo incomodan: el ser un niño común al que lo llevan y lo traen y el ser un futbolista profesional al que le ruegan la firma de una camiseta.
– ¿Cómo es cambiar de vida en siete meses?
– Es que se me dieron muchas cosas que yo no esperaba. Toda la vida había elegido en el play a los equipos donde estaba Trezeguet. En la selección de Francia o en la Juve. Y, de repente, estaba compartiendo camerino con él.
– En la play, ¿elegís a los equipos en los que estás vos?
– Me siento raro jugando conmigo mismo. No es cómodo. Es como si todavía me costara asimilarlo. Yo jugaba en Colombia y, desde chiquito, había soñado con ser jugador de fútbol, pero nunca había pensado que podía darse en River Plate. Estaba muy lejos como para imaginarlo.
– Aparecer en los jueguitos de la play es todo un salto a la fama, ¿cómo te llevás con el tema de que te reconozcan en la calle?
– Es raro. No es que no me gusta ni que me guste que me pidan fotos. El problema no son las fotos. El problema es que a veces uno no está preparado para eso. Yo siempre fui muy solitario y es raro que te reconozcan por la calle. Es entendible. Pero muchas veces me puede pasar que yo esté mal o esté bien y no quiera sacarme fotos porque tengo un mal día o porque quiero estar tranquilo y no puedo.
– ¿Nunca le preguntaste a Trezeguet cómo manejar esas situaciones?
– No, la verdad que no. Aunque Trezeguet habrá aprendido con tantos años a manejarse en esta situación.
– Aún así, hoy todos piden sacarse una foto con vos y debe ser difícil esquivar eso.
– Yo soy como todos. Acá se pone al jugador de fútbol a una altura que yo no sé si tiene. Yo soy normal. A veces estoy mal, a veces estoy bien. Yo soy como todos: cuando estoy triste, lloro, cuando estoy contento me río y cuando me enojo estoy cabrón. Como todos. Pero entiendo que la gente sea así, aunque no me parece que yo sea lo que la gente dice que soy. Acá todos hablan de fútbol. Es una de las cosas que más me sorprendió de Argentina. Desde una señora de setenta años, una abogada, hasta un niñita todos hablan de fútbol y conocen a los jugadores. En Colombia no es tan importante.
– Cuando la gente te cruza en la calle, ¿te habla de fútbol?
– Sí, y de muchas cosas que yo no puedo opinar. Me pasa seguido con los taxis o los remises. El conductor me empieza a preguntar cosas que yo no sé. Me dice: «Tal juega de tal forma» y después me pregunta: «¿Es así?». Y yo no puedo responder nada. Me habla de mis compañeros y yo le digo que le pregunte a ellos, porque qué sé yo.
– Acá, en el plantel de River, ¿alguien los aconseja?
– Acá nos hablan mucho el Lobo Ledesma y Ponzio. Nos explican sobre los entornos y sobre la prensa. La prensa es difícil porque están diciendo cosas todo el tiempo. Yo entiendo que es el trabajo de otros, pero trato de no meterme. Porque muchas veces son rumores y yo no puedo vivir de los rumores porque si no mi cabeza estallaría. Si yo le diera importancia a todo sería complicado porque es difícil adaptarse. Trato de mantenerme al margen de esas cosas, aunque no es tan fácil. Porque uno no puede dejar de ver la televisión o apagar todas las radios o no ver qué hay.
– ¿Disfrutás en algún momento esto que te está pasando?
– El momento que yo más disfruto es cuando estoy en la cancha. Últimamente, sólo disfruto cuando estoy en los entrenamientos o en los partidos. El resto no la paso tan bien. Porque no puedo estar tranquilo. Me estreso un poco. Camino por la calle y tengo que sacarme fotos y no me gusta tanto. Supongo que el jugador tiene que estar preparado para eso. Pero por todas las cosas que se dice es difícil. Y hay que cuidar los entornos, la gente con la que uno está. A mí no me gusta salir de noche, ni los boliches, me gusta estar con familias amigas o ir a comer y nada más. Pero es complicado.
– Antes del último Superclásico, en una nota con el diario Olé, dijiste que no te sentías cómodo en la previa de esos partidos, ¿por qué?
– Es que se vive con mucha tensión. Cuando estoy en la cancha, ya está. Pero los clásicos se viven de una forma incómoda. Argentina tiene mucha pasión por el fútbol. Pero perder un partido no es la muerte de un familiar querido y a veces cuesta entenderlo. El fútbol sólo tiene tres resultados que son ganar, empatar o perder. Es lógico que cuando ganas, te sientas feliz. Que cuando empatas, pienses en lo que hay que mejorar. Y que cuando pierdes, no te sientas tan bien. Pero no es tan dramático perder y aquí se vive eso como algo muy difícil.
***
Balanta habla como si su cabeza fuera el colmo de su proceder. Ya jugó dos Superclásicos, torneos internacionales, tiene dos goles en Primera, tapas del diario Mundo Deportivo y del Sport que lo dan como el sucesor de Puyol y un ejército que le ruega a José Pekerman que lo convoque a la selección de Colombia. Pero eso no basta. No es su reflejo: «Muchas veces, me pongo muy tenso». Es lógico: su vida deportiva, todo el tiempo lo obliga a decidir haciendo futurología.

– Llegaste en 2011 a River, ¿cómo fue, teniendo 17 años, tomar la decisión de dejar Bogotá para venirte para acá?
– La decisión fue siempre difícil. Yo ya estaba en buenas condiciones en el club en el que estaba. Era un equipo que estaba jugando en la Segunda División del fútbol colombiano. Cuando me salió la posibilidad, dudé mucho. Estaban las historias de jugadores colombianos que se habían venido acá, que no les había ido bien y los habían dejado tirados. Era difícil arriesgarse. Yo no tenía nada seguro acá. Yo tenía simplemente muchas expectativas, no tenía nada que me asegurara que pudiera quedar.
– ¿Tus papás qué decían?
– Mi mamá era la que más miedo tenía. Los papás de uno siempre quieren que uno esté bien, que uno no pase por malos momentos en la vida. Mi papá un poco desconfiaba. Nos demoramos mucho en tomar la decisión. La persona que me trajo había tenido una reunión con mi papá, pero mi papá tampoco estaba tan seguro de dejarme venir.
– ¿Lo definieron sobre la hora?
– Sí, porque aparte de todo, el primer viaje tenía que pagarlo yo. Ida y vuelta. La persona que me traía se ocupaba sólo de mi estadía acá y de llevarme a algunos clubes a probar. Cuando llegó el tiempo de viaje, mi papá no tenía la plata para costerarlo. Era enero, habían pasado las fiestas. Un tío, que es mellizo de mi papá, que es el que hizo el contacto para que yo viniera acá, vino un día y dijo que ya había comprado el ticket. Y yo todavía no había dicho nada, ni siquiera en mi club de Colombia. Tenía 17 y estaba por cumplir los 18. A mí me costó bastante por la inseguridad de saber si las cosas iban a salir bien o no. Yo venía para acá y dejaba todo tirado en Colombia. Si esto iba mal, bueno, iba a tener que volver y no sabía cómo me iban a recibir nuevamente.
– ¿Tuviste que dejar muchas cosas allá?
– El venir acá era adaptarse a otra cultura, otra clase de comida, otras costumbres. Allá tenía una rutina programada y venir acá me cambiaba todo. Tuve que dejar mis amigos, mis familiares, mis primos, todos quedaron allá y siempre es difícil desapegarse de esas cosas.
– ¿Eras de los que más se destacaban en tu club de Colombia?
– No. De hecho, entre los 12 y los 15, fui suplente. Tenía problemas de crecimiento. No sé si como los de Messi, pero necesitaban para mi posición a alguien más grande. Aunque no llegué a hacer ningún tratamiento: se dio solo, crecí y listo. Pero estuvieron a punto de sacarme del club en el que estaba.
– Acá viniste y te probaron en Argentinos.
– Estuve unos días entrenando ahí. No es que no me aceptaron, los días en que estaba ahí me surgió la posibilidad de ir a River. No tenía todo tan seguro acá. Fue muy duro. Era volver a tomar una decisión.
– ¿Cómo sos vos en esos momentos en que tenés que tomar decisiones?
– Cuesta mucho. Por ahí no se nota tanto la tensión, pero siempre en la intimidad cuesta tomar las decisiones. Uno tiene que pensar en todas las variables que se puedan dar.
– ¿Habías terminado el colegio?
– Me falta terminar. Cuando yo vine de Colombia me faltaba por hacer el último año e hicimos las equivalencias y, en el sistema de acá, me faltaban hacer dos años. Hice el primer año en River, que era como el cuarto año acá. Yo vivía en una pensión en frente del Museo de River. Me quedaba todo fácil porque entrenaba por la mañana, almorzaba en la confitería y después me iba a estudiar. Después me mudé a Caseros, Provincia de Buenos Aires, y ahí me pasó que me llevaron a entrenar con la Reserva en Ezeiza. Ya después no me daban los horarios. De pronto, más adelante lo podré terminar. El fútbol es muy duro y uno nunca sabe si una lesión puede llegar a complicarlo todo. Entonces hay que seguir formándose.
– ¿Y qué te gustaría estudiar?
– En Colombia, se acostumbra a terminar la escuela secundaria y después seguir una carrera universitaria. Nunca pensé bien qué me gustaría, pero me interesa el deporte. Todo lo que tenga que ver con educación física o nutrición deportiva creo que es interesante. Ahora me gustaría ocupar más mis tardes. Quiero tener menos tiempo libre y poder estar ocupando el tiempo en mi cabeza para no tener que pensar. Creo que podría estudiar idiomas.
– ¿Cómo era esa vida en la pensión en frente del Museo?
– Los primeros tres meses me costaron mucho. Tenía muchos problemas de comunicación para con mis compañeros. Al principio, no hablaba con nadie. En la pensión había jugadores, pero también gente que hacía otras cosas. Empecé a relacionarme con Federico Vega y hubo un momento en que era el único con el que yo hablaba. Pero mi vida era ir a entrenar por la mañana, almorzar, cruzar a la pensión y estar ahí todo el día tirado. Hablaba un poco por computadora con mi familia y con mis amigos, pero estaba todo el día tirado en la cama, esperando que fuera el otro día para empezar de nuevo.
– Si no fueras jugador de fútbol y pudieras elegir entre vivir en Argentina o en Colombia, ¿dónde vivirías?
– En Colombia, creo que en Colombia.
***

Un mediodía de hace dos meses, la noticia circuló fuerte: estaba vendido por 8 millones de dólares. Daniel Passarella, presidente de River, viajaba por Europa y algunos medios de comunicación anunciaban que había cerrado el acuerdo por el defensor colombiano. Nadie lo confirmaba. Cuando Balanta prendió su celular, vio el mensaje de un periodista que le preguntaba por el asunto. Él respondió: «No sé si sea tan cierto todo lo que se dice. Es un rumor y nada más que un rumor».
– ¿Cómo reaccionaste el día que un dirigente de River dijo que valías 10 millones de dólares?
– Él sabrá lo que dijo. Habrá que preguntarle a él. Yo no soy tan crack como todos dicen. No me siento realmente así.
– ¿Pero cómo hacés para estar tranquilo si en todos lados dicen que te vendieron y vos no sabés nada?
– Mis amigos me escriben por Facebook desde Colombia y me dicen: «¿Es cierto que te vas al Barsa?» Y yo les digo que no, que no me han dicho nada, que son rumores. Y ellos me dicen: «Pero están diciendo que te vas». Y yo les digo que no y ellos me dicen que sí. Y yo ya no sé qué decirles. Porque si yo, que soy el implicado, les digo que no es cierto y ellos me siguen diciendo que lo es, se vuelve muy difícil. Por eso son difíciles los rumores y todo lo que se dice.
– Aún así, en el jugador latinoamericano está como instalado que tiene que jugar sí o sí en Europa.
– Hasta que no me digan a mí que me voy, no lo voy a pensar porque no está bien. Yo estoy contento de estar acá y no tengo por qué desesperarme. El jugador de Latinoamerica suele pensar que tiene que ir a Europa. Está como previsto que tienes que terminar tu carrera en Europa y jugar la Champions. Pero yo me lo tomo con calma. Trato de hacerlo. No siempre es fácil, por eso se puede volver un poco estresante el asunto.
– ¿Te metés en los asuntos que tienen que ver con tu pase?
– Trato de no meterme. Sí de estar informado. Pero de saber hasta lo que sea necesario porque creo que si supiera más me sería difícil y me empezaría a hacer mal porque hay cosas que no me gusta escuchar. Tampoco me gusta estar hablando de plata porque no me parece bien.
– ¿La plata en el fútbol es algo difícil para la cabeza del jugador?
– La plata es difícil porque los millones no dicen cómo somos como personas. Y la gente piensa en el dinero y piensan que si tú vales tanto tú debes rendir como ese tanto. Y no es así. Pasa, por ejemplo, con Bale en el Real Madrid, que es el fichaje más caro de la historia y todo eso y ahora él se lastima y se lesiona. Y todos dicen: «No se puede lesionar porque vale tanto». Pero él es un ser humano y si le duele algo claro que tiene derecho a quejarse. Pero es muy difícil hacérselo entender a la gente, y sin embargo es así.
– Hace siete meses debutaste y sonás como si estuvieras estresado.
– No es que me haya cansado, pero me cuesta asimilarlo. Por ahí viene alguien y me dice sos crack. Y, por ahí, para mí no soy crack. Me hace sentir incómodo. Viene gente y te pregunta que cuándo te vas para Barsa y yo no sé de qué me hablan ni de qué es lo que va a pasar. Es como que me considero menos de lo que la gente dice. Tienen un concepto alto. Pero es normal que haya apreciaciones buenas y apreciaciones malas. Uno tampoco es monedita de oro para caerle bien a todos.
***
Balanta es un chico que vive una vida de grande. Súper grande. De a ratos, le cuesta entender quién es. De a ratos, le disgusta ese mundo en el que está. De a ratos, sabe que todo será peor y mejor, a la vez. De a ratos, sabe que otra vez se sentirá tenso y tendrá que decidir. Pero hay un parte de él que no puede borrar: es tan sólo un joven de Bogotá. Que, donde puede, se lanza una rebeldía.
– Sos el único jugador del plantel de River que siempre anda vestido con un jogging. Sobre todo, uno rojo. Parecés menos arreglado que tus compañeros. ¿No te importa la ropa?
– Mis compañeros siempre me cargan con ese pantalón rojo. A mí me gusta, pero ellos dicen que me lo van a quemar, que me lo van a romper y que lo van a tajear. Yo me lo sigo poniendo. Entiendo que el jugador tiene que tener una imagen. Pero a mí me gusta mi jogging y, para mí, el jogging es estar bien vestido.

Mujer bonita es la que lucha
Las dueñas de estas caras son todas mujeres, pobres y luchadoras.
Están el extremo opuesto de tanto estereotipo regalado por las propagandas para día de la madre.
A ellas que nadie les regala nada, porque sus derechos se los ganan en la calle.
Ponen el pecho para dar vida a sus hijos y para enfrentar, y cambiar, la realidad que las golpea.
Estas madres no salen en la tele si no hacen un piquete y no tienen crema anti-edad que esconda toda la realidad que hay atrás de una piel curtida.
Esa misma realidad que su lucha quiere ver cambiada.
Feliz mes de la madre para ellas, porque si pudiesen recibir lo que ellas piden, este mes cambiaría nuestros años para siempre.
Fotos: NosDigital.
A toda costa
El Gobierno de la Ciudad apunta a cambiar el perfil de las costaneras, imponiendo carritos de comidas a gas en comodato de alquiler: por qué sí y por qué no, en la voz de los afectados. A pocas cuadras, la experiencia autogestionada de los feriantes y músicos de Defensa reclama lo mismo: que los dejen trabajar.
Atrás de los altos edificios y antes del pasto creciendo dentro del agua, el Gobierno de la Ciudad apunta a cambiar el perfil de las costaneras Sur y Norte imponiendo una serie de carritos de comida a gas – sacando las clásicas parillas a carbón-, obviamente amarillos y todos iguales, que serán emplazados sobre la calle al lado de unos canteros, dejando libre el paso por la ancha vereda, hoy copada también por manteros.
La imagen de los candidatos Gabriela Michetti y Diego Santilli comiéndose un chori junto a Mauricio Macri, además del ridículo, puede recordarnos esta iniciativa.
Ir por una bondiola a costanera Sur en tiempos electorales resulta entonces una experiencia periodística.
El paisaje
El paisaje en Puerto Madero está cambiando de a poquito. Ese país aparte que construyó el menemismo y que emergió como espacio nuevo para unos pocos, fue tomado por asalto por carritos de comida y manteros que todos los días, y en especial los domingos, llenan de gente de todos lados al exclusivo barrio.
El paisaje dominguero reúne a familias, parejas y amigos que caminan el corredor gastronómico en busca de un choripán, una cerveza o quizá alguno de los productos que ofrecen los manteros, los nuevos anfitriones de fin de semana.
Venden de-to-do: anillos, caretas de Hulk, mates, yerberos artesanales, camisetas de fútbol, pulseras, un plato de pizza inédito con las porciones marcadas y desmontables (¡de modo que uno puede llevarse su porción con una maderita abajo!), pantalones de fútbol, pelotas grandes y chicas, cuadros, marcos para cuadros, juegos de play, alpargatas, y tantas cosas como manteros haya.
Uno de ellos dice no saber nada del reacomodamiento y asegura que, todavía, desde hace un mes, no se les acercó nadie de Ciudad ni la policía. “Esto es trabajo”, dice, “¿por qué nos deberían sacar?”. Dicen que la inocencia es la verdad en su estado puro.
Manteros, puesteros y ambulantes conviven en la costanera Sur de una sola manera: trabajando.
Los removidos
A unos pasos de la enorme oferta que sorprende desde el suelo, junto a varias mesitas, Sandra vende dos bondiolas completas y hace una prueba de calidad en forma de invitación: “Si les gusta vamos a seguir estando pero allá” – señala hacia el lado de Retiro – “porque nos van a cambiar de lugar”.
El “van a cambiar” en tercera persona e imperativo queda flotando en la conversación. ¿Es por los cambios de carrito que está haciendo el gobierno porteño? “Sí, acá van a poner un carrito nuevo, pero a nosotros nos corren al fondo y el traslado me lo tengo que pagar yo”. Sandra calcula que para desoldar el carro y llevarlo a cuatro cuadras gastará 10 mil pesos.
No es el primer palo en la rueda que le pone este gobierno a Sandra. Su cara – que de algún lado me resultaba familiar, ahora me doy cuenta- la vi en la tele, cuando estuvo encadenada en este mismo lugar a otro puesto porque lo querían correr.
Fue el 17 de septiembre del 2009 cuando, a la 1 y media de la mañana, aparecieron agentes de Espacio público junto a unas topadoras con la orden de remover ciertos locales que, decían, tenían las licencias vencidas. Sandra, encadenada, gritaba en el video: “Tengo todos los papeles en regla. Me lo dieron como medida cautelar, hasta que se den los nuevos permisos puedo usarlo libremente”.
Tiene el puesto hace ocho años, y desde entonces que no ha podido lograr que le den una habilitación definitiva. En el 2006, por orden del juez Gallardo, se anotó junto a otros puesteros en un registro que otorgaría las licencias, “pero a los 2 meses me bajaron y no me dijeron más nada”. La causa de Sandra por la habilitación del puesto recorrió 10 juzgados. “Hasta que cayó, gracias a dios, en el del juez Gallardo”. Gallardo aplicó una medida cautelar que le permite a Sandra seguir trabajando hasta tanto no le otorguen la licencia definitiva, como decía en el video.
Sin embargo, aquella vez el gobierno logró llevarse el carro de Sandra, las mesas, las sillas y hasta una heladera llena de comida. “Fue un robo”, define Sandra, que asegura que cada vez que cruza hacia su Avellaneda ve los restos de su carro tirados abajo del Puente Pueyrredón.
“Chiche Gelblung me mató”, cuenta sobre las repercusiones de la encadenada. “Dijo que yo no tenía permiso de nada”, dice, señalando a una de sus hijas, que acomoda las mesas. “Después en el colegio le decían al nene que yo era cualquier cosa”.
Sandra tiene tres hijos discapacitados, uno de ellos con epilepsia, cuya cura con medicamentos demanda casi 6 mil pesos mensuales. Cuestiones como ésta contempló el juez Gallardo al aplicar la medida preventoria que protege la fuente de trabajo. “Por eso yo no podía dejar el carro”, explica Sandra. “Esa semana trabajábamos de día y a la noche, tipo 7, nos hacíamos un guisito y nos quedábamos a dormir adentro del carro”, cuenta. Hoy el puesto lo trabaja toda la familia de Sandra, incluyendo cuñados e hijos discapacitados.
El de esta familia es uno de los tres puestos que serán removidos, acaso por el lugar estratégico que ocupa (el primero a la derecha entrando por Belgrano), y por no quedarse sumisos ante las directivas de Espacio Público, que empieza a desplegar su negocio en costanera: los nuevos carros serán otorgados en comodato a quienes los trabajen para que, mes a mes, paguen una cuota de 6 mil pesos según un contrato de 5 años.
Sandra muestra el plano que le dieron para su reubicación: inentendible. “Tengo que contar los árboles, cuando acá toda la vida nos guiamos por los postes de luz”, dice. “Si gasto 10 mil pesos y no es el lugar que me corresponde, ¿qué hago?”. No hay forma de dar respuesta, metros más allá o más acá prometemos volver por otras bondiolas completas. Seguimos caminando.

La princesa
En el puesto de al lado El Parrillón, dos policías charlan con Valeria, la encargada, y se van sorprendentemente con las manos vacías.
Decir que Valeria prácticamente nació entre choripanes no es una exageración: a su padre se lo conoce como el “Zar del choripán”. Según este reino de los embutidos, Valeria por descendencia vendría a ser la Princesa del chori.
“Quieren poner carros de acero inoxidable, que cuestan como 200 mil pesos cada uno”, cuenta sobre los detalles de los nuevos puestos. “Muy PRO”, define, “muy yanqui”.
Sin embargo, Valeria, que no tiene la urgencia del traslado, dice llevarse “bien” con la dirigencia de Espacio Público y lo resume en una frase, tan resignada como cierta: “Hay que convivir”.
La Princesa, con la perspectiva que le dan los años y la fama en el rubro, y sin urgencias de reubicación, hace una lectura positiva de estos cambios: lo ve como un paso hacia la “regulación” y un orden que deje en paz a los puesteros con temas de licencias, salubridad, coimas, aprietes. Para Valeria lo primordial es trabajar: tiene dos hijas, una de 5 llamada Alma que se lleva todas las anécdotas. “Todavía tiene chupete, y cuando le digo que lo deje va y me trae la caja de cigarrillos. “Ves, mamá, acá dice que no podés fumar. Si vos no lo dejás ¿por qué yo tengo que dejar el chupete?”. Así Alma logra mantener la negociación, y seguir chupeteando. Valeria se ríe: “Es artista, le gusta pintar, hacer teatro, telas… Por eso le tuve que pagar un colegio especial”. Su otra hija también se inclinó por el arte: “No sé de dónde me salieron si yo vendo chorizos en el medio de la calle”.
Valeria resume sobre la adaptación a estos cambios: “En una de esas en unos meses pasás y me ves con delantal y gorrito amarillo”. Con una media sonrisa cierra la idea.
Prioridades

Tal predio fue cedido en 2007 por el entonces jefe de gobierno Jorge Telerman a la asociación israelita argentina Tzeire Agudath Jabad, mediante un permiso de “uso gratuito e intransferible” por el término de 5 años.
Quizá esta pequeña reseña marque una paradoja sobre las prioridades de los gobiernos, como fue en el caso del ex Padelai en San Telmo: http://www.nosdigital.com.ar/2013/04/techo-para-todos/
A pocos metros se alza el Faena Arts Center con un largo cartel que cuenta: “El Faena Arts Center está situado en el corazón de un antiguo molino que antaño alimentó a la Europa de la posguerra y que hoy vuelve a nutrir al mundo a través de la cultura”.
La metáfora del molino – uno de los más grandes molinos de trigo del país- quizá sea otro de los símbolos de los cambios de este barrio y a quienes benefician.
La Feria
Caminamos de espaldas al humo de las parrillas, a pocas cuadras, a lo largo de toda Defensa se erige la feria y la movida cultural más grande de la Capital. Desde el bajo viendo hacia la autopista no se distingue el empedrado de San Telmo: hay tanta gente que se ven sólo las cabecitas, como en un recital o una cancha de fútbol.
Todos los domingos, cientos y cientos de feriantes arman los puestos y dejan un corredor callejero y peatonal. Se venden tantas cosas que incluso muchas no tienen términos que las evoquen, pero sí clientes.
¿Cuántos puestos de trabajo generará esta movida autogestionada?
Pasamos sobre un teatro improvisado, escucho risas. Un hombre está visiblemente terminando su show, tiene una gorra en la mano y dice: “Piensen en el teatro callejero, en cuánto vale su diversión, y en cuánto gastarían si van al teatro a ver a Carmen Barbieri…”. Las carcajadas cierran la reflexión, que va en serio.
En una de las calles que salen hacia la izquierda nos encontramos con Naty Menstrual, sentada en un sillón que tiene incorporado en el apoya brazo un cenicero, frente a su puesto. Nos habla de un licuado de banana y leche que quiso tomar en un bar, pero que no lo logró, porque primero le dijeron que no tenían sorbete, después que no tenían hielo, después los mandó a cagar. Su capacidad de contar anécdotas se interrumpe por un turista que mira el puesto repleto de remeras y zapatillas pintadas por ella y algunas copias de su libro. Aunque dice no hablar inglés, mientras nos alejamos, los vemos en una charla fluida. Hay que vender porque hay que comer.
Más allá, una comparsa avanza. La gente baila, los turistas filman. Los interceptamos justo en la calle que en la que todos los domingos desde las 18 hs toca Jamaicaderos (desde hace años, a pesar del gobierno porteño: http://www.nosdigital.com.ar/2013/07/la-calle-es-nuestra-y-la-fiesta-tambien/)
Alejandro está con su saxo a un costado, esperando que pase la comparsa para volver a tocar: “Hay que convivir”, dice sobre los códigos callejeros que dan lugar a todos, con la misma frase que usó la Princesa del chori.
Cuando la comparsa pase, quizá se le ocurra a Alejandro una versión reggae del tango Sur de Homero Manzi y Aníbal Troilo:
“La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón,
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.
Sur,
paredón y después…
Sur,
una luz de almacén…
Ya nunca me verás como vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote.
Ya nunca alumbraré con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya…
Las calles y las lunas suburbanas,
y mi amor y tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé…
Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó
pesadumbre de barrios que han cambiado
y amargura del sueño que murió”.
La red de la locura
Milagros González fue secuestrada en Burzaco el 16 de marzo y apareció diez días después violada y drogada. En su relato identifica a un joven que la marcó en una iglesia evangélica y a una mujer que se le hacía la amiga y terminó entregándola. La complicidad policial, política y judicial que volvió loca- literalmente- a una nena de 14 años, contada por su madre.
Pagamos derecho de piso porque somos nuevas en el barrio, en Burzaco. Milagros tenía catorce años cuando conoció a su secuestrador, un animal que vendía drogas en la iglesia evangélica a la que ella iba con su hermanita Ludmila, de doce años. El muchacho, que las saludaba siempre al pasar, desapareció un tiempo antes del secuestro y no volvió a aparecer. Según los pastores, con la iglesia no tenía nada que ver.
El secuestro
A Milagros la secuestraron el 16 de marzo de este año cuando volvía de la casa del padre, donde había discutido con sus hermanos. Como yo no estaba en casa, hablé con ella que me fue a esperar a la estación de Burzaco.
La regenteadora fue una tal Belén, una mujer que tiene una lágrima tatuada en la cara, que se hace amiga de las chicas y es la que las recluta: les saca el número de teléfono, la dirección, con quién viven. Ella pagaba lo que consumía entregando chicas; había sido también víctima de trata. Esta mujer regenteaba desde el COTO, Jumbo y se ve que en la iglesia. Miraba a qué indigentes, a quién podía levantar. Hacía una especie de espionaje.
Esta Belén la invita a la casa y Milagros le dice que no, porque me estaba esperando a mí. La mujer esta iba hablando por Handy, hasta que de repente aparece una camioneta. Con un revólver me la subieron a la camioneta, la encapucharon, la manosearon, la drogaron. Lo último que recuerda Milagros es que siempre se manejaron con handie para hablar con otros secuestradores: recuerda Camino de las latas, la villa Betharram.
La vuelta
El 26 de marzo apareció de vuelta. Se escapó. El forense no quiso ni siquiera tocarla, investigar la situación. No contó nada. No quería que la policía interviniera porque había policías involucrados en el secuestro: Milagros los había visto con uniforme.
El 27 apareció en casa una camioneta negra. Ella la vio y se dio cuenta de que la venían a buscar, que había estado detenida en un prostíbulo en Camino de las Latas, hizo pases (se tuvo que prostituir), la encapucharon, comió dos de diez días, le daban pastillas, inyecciones (comprobadas). Como era chica y ella tiene una discapacidad, ofrecían poca plata.
La intentaron vender en la villa del Bajo Flores a la banda de Los Chinos. El mismo 27 Milagros le contó a otro forense y ahí si la revisaron.
Las amenazas
Llamaban por teléfono, decían que ninguno de ellos iba a caer detenido porque está metido el poder judicial y político, que escapar era una pérdida de tiempo. Esos llamados nunca fueron investigados por el gobierno de Esteban porque están metidos en la trata: desde La Colorada, la prostitución está regenteada por la Brigada.
A Yamila (17), una vez una camioneta le pregunta una dirección que no existía; aprovecharon y se le tiraron encima y le dijeron que no se metiera más, que cortara con el tema de la trata y de la policía porque íbamos a terminar todos en una zanja. Se salvó porque justo unos chicos de ahí la acompañaron hasta la casa del novio.
A Florencia (23), yendo acá a dos cuadras, la quisieron levantar en una camioneta, pero los vecinos estaban todos afuera y lo impidieron.
Todo esto, en pleno día.
La internación
El 5 de abril fue internada porque llevaba once días de desidia; esos once días Milagros tenía brotes de que se quería suicidar. La interné en San Martín de Porres, por mi obra social, pero como no es infanto-juvenil la terminé sacando. Había varones, personas con condiciones psiquiátricas que veían chicas y se les tiraban encima. Para ella eso era volver a vivir lo que le pasó en cautiverio.
La segunda vez hicimos una experiencia piloto para traerla a casa. Tuvo otro brote y la internamos en el San Jorge, mixto también. Quince días después, yo no veía solución. Estaba en una celda con chalecos de fuerza, chalecos químicos. La tenían con pañales, no la dejaban ir al baño, todo el día drogada, todo el día babeada.
El allanamiento
Yo decidí sacarla y me allanaron la casa. El 8 de mayo ella declaró todo en una cámara Gesell. Ese día apareció a las 17 una camioneta roja – que era de un efectivo de Esteban Echeverría- que nos quiso atropellar. Ahí tuvo otro brote. Decidieron darle la internación, yo dije que no. La Unidad de Fortalecimiento Familiar y Niñez, que nunca participó de nada, bajo la autoridad de Mariana Pérez decidió que yo soy nociva. Me allanaron y se llevaron a Milagros. Si nos resistíamos, nos iban a romper todo.
Mariana Pérez me decía que si yo seguía haciendo mucho problema por la trata, me iban a sacar a mis hijos.
Cuando dejé de ser nociva para el Estado, la pude traer y Milagros tuvo otra recaída. Porque fue mal medicada. Decidí entonces que vuelva a internarse en una clínica que me paga la obra social en Avellaneda. Quedó con un estrés postraumático, trauma y esquizofrenia. No reconocía a la familia, se volvía agresiva. Esquizofrénica total, sin cura.
La casa
Ya saben bien dónde vivimos. Con los carteles visibilizamos lo que le pasó y lo que le puede pasar a cualquiera, porque eso aprendimos. La trata le puede pasar a cualquiera. Las puertas quedan abiertas. Nos cuidamos entre nosotros. Nos manejamos con handie con botón antipánico. De día debería pasar el patrullero. De noche tenemos custodia de 19 a 7.
A nosotros, por la Ley de Trata se nos tiene que dar un lugar nuevo.
La trata
Hay treinta desaparecidas acá en Almirante Brown, en las mismas condiciones.
La batalla del periodista contra el escritor
Cuando a Sergio Olguín le preguntan de qué trabaja, pone que es periodista. Ya tiene cuatro novelas y muchos adictos, pero no termina de alejarse de las redacciones. Su último y su próximo trabajo hablan de la vida del hombre dedicado a la prensa. ¿Se puede ser las dos cosas? «Si a mí me dicen que mi escritura literaria es periodística lo veo como un halago», analiza.
Yo soy muy vago, se define Sergio Olguín, sentado en una mesa de un café de Balvanera. Parece un adjetivo injusto para un hombre que a los 46 años editó cuatro libros de cuentos, publicó tres narraciones juveniles –El equipo de los sueños, Springfield y Cómo cocinar un plato volador-, cuatro novelas –Filo, Lanús, Oscura monótona sangre y La fragilidad de los cuerpos- y que acaba de ponerle el punto final a lo que será su quinta novela, una continuación de la última, otra vez con Verónica Rozenthal, una periodista treintañera, como protagonista. “Me divertí muchísimo haciendo que Verónica se pareciera a mí en cuanto a su concepción del periodismo. Me pareció –explica Olguín, mientras disfruta del último cortado porteño antes de viajar a Frankfurt, Alemania, para participar de la Feria del Libro- que estaba bueno que cargara en ella muchas cosas de las que yo pienso de cómo ejercer el oficio. Eso fue configurando la personalidad de ella en cuanto a lo profesional. Y con su editora, Patricia Beltrán, me identifico más, porque es una periodista de mi edad, cansada del trabajo, descreída de lo que es el periodismo”.
– ¿Y quedan Verónicas en el periodismo?
-Cuando uno entra en el periodismo lo hace pensando que no es un simple oficio. Sino que tenés la posibilidad de decir cosas: qué está mal, remarcar lo que está bien. Hay una cuestión bastante romántica cuando uno empieza a trabajar o a estudiar para ser periodista. Después te das cuenta de que no es tan así, que no siempre podés decir lo que querés. Incluso en los medios más libres, tenés algún tipo de limitación. Y eso también hace al trabajo de periodista. Que no es como el de un oficinista, pero sí tiene mucho de rutinario. No está en el origen cuando uno se plantea hacer periodismo, pero ocurre. Sí hay muchas Verónicas en el comienzo del trabajo, cuando uno empieza a ser periodista cree en esos valores de investigar, encontrar la verdad, la justicia. Con los años se vuelve más cínico y mira todo con más desconfianza.
«Una buena razón para dedicarse al periodismo gráfico es que no hay que madrugar», escribe Olguín en la primera línea de La fragilidad de los cuerpos. Después de casi treinta años de ejercer el violento oficio de escribir, se animó a hacer girar su novela alrededor de ese oficio que ahora pretende abandonar para dedicarse con exclusividad a la ficción. Aunque le cueste: “Pero es el día de hoy que cuando tengo que llenar una ficha con mi profesión, pongo periodista. Me parece más comprobable. Periodista es alguien que hace periodismo. Si ponés escritor, tenés que poner bueno o malo, algún detalle más. Aunque también hay periodistas malos”. A Olguín, de todos modos, lo que parece haberlo aburrido del periodismo es la rutina. No la realidad, que tiene lugar en cada una de sus novelas (http://www.nosdigital.com.ar/2011/09/prefiero-escribir-sobre-los-problemas-del-gran-buenos-aires-que-sobre-suiza/). “A veces es más fácil tomar una historia de la realidad y a partir de ahí inventar un montón de consecuencias que inventarse toda una historia directamente. Ya que la realidad –define- tiene como una de sus pocas virtudes regalarme historias todo el tiempo prefiero recurrir a esas historias para inventar el resto. Es algo que me funciona, lo que no significa que dependa de la realidad para escribir mis ficciones. Mis ficciones dependen de un universo encerrado en sí mismo que es el texto”. Esa novela que acaba de terminar, que será publicada el año que viene como la continuación de La fragilidad de los cuerpos, también se enmarca en esa misma realidad. “Es Verónica de nuevo, pero no tiene que ver con los trenes. Hay muchos personajes que se repiten, pero ella está de vacaciones en Tucumán. Es una investigación periodística sobre un caso parecido al de las turistas francesas asesinadas en Salta”, adelanta.
-Tus libros casi siempre tienen una impronta policial. ¿Te camina distinto la cabeza cuando te sentás a escribir una nota periodística que una novela?
-Son dos cosas distintas, con fuerte influencia. Cuando escribís periodismo, usas tus estrategias literarias. Y al revés, también. Yo trabajo, por ejemplo, con un mundo imaginario de entregas. Todos los días me impongo entregar determinada cantidad de caracteres a mí mismo. Trato de cumplir con una cuota diaria, cuento los caracteres. Eso es de periodista. Después si a mí me dicen que mi escritura literaria es periodística lo veo como un halago, no como una crítica. Aunque me lo digan como una crítica. Me parece que el periodismo tiene elementos que en una narrativa pueden estar buenos: cierta claridad expositiva en las ideas, contar una historia de la manera más compacta y clara. Eso que enseña el periodismo con los años trato de meterlo en mis novelas.
– Por ejemplo, en esta última novela que sucede en una redacción, un lugar que conocés bien, ¿los personajes son gente que conociste a lo largo de tu oficio y los llevaste a la ficción?
– Hay algo que la gente no tiene por qué saber que es que, cuando la novela ya estaba terminada, le agregué el primer capítulo. Y el prólogo. En el primero, está más metido el oficio. Ese sí está pensando desde la redacción de El Guardián, la revista donde yo trabajaba. Las reuniones de sumario son como las describo ahí: esa cosa aburrida donde a nadie le interesa nada y todos hacemos que parece interesante lo que decimos, pero después se decide entre el director y el editor qué es lo que va y que no va. Obviamente que voy sacando un poco de cada persona que conocí en este oficio. Hay un Rodolfo Corso que es una mezcla de muchos periodistas y en los nombres una mezcla de dos periodistas amigos que son Rodolfo Palacios y Pablo Corzo.

-¿No creés que el periodismo, más que nada el Policial, cada vez se vuelve más parecido a la ficción?
-Lo que ocurre con el periodismo policial muchas veces es que prefieren trabajar a partir de una sospecha más que de una certeza. Entones, alimentan una sospecha de un comentario menor de un vecino. Lo agrandan, lo afirman, en vez de agarrar eso como una punta para una investigación. Hay como una intencionalidad de mantener vivo el cuento, la historia, la ficción alrededor de eso. Después se desmiente y no molesta tanto que pase eso. Sobre todo en el periodismo televisivo. Para no ir a la saga, suelen inventar historias.
“Mi escuela siempre ha sido leer”, responde cuando se le pregunta por su formación, ya sea como escritor o como periodista. Olguín, desde su época de estudiante de Letras, cuando fundó la revista V de Vian, es crítico de la visión elitista de la academia. “No escribo para un sector iluminado de la Facultad de Filosofía y Letras –explica el escritor que llena de guiños sexuales, futboleros y barriales sus páginas- que cree que cuanto más oscuro la literatura gana en profundidad. A mí me parece que la literatura gana en profundidad a partir del lenguaje, los personajes, el argumento, la trama”. Por eso se revela como un vago: porque no se ocupa de crear un universo ficcional nuevo en sus textos sino que escribe sobre su propia naturaleza. “Una ficción lo que tiene ser es verosímil, como lo decía hace ya mucho tiempo Aristóteles. Entonces yo trabajo con esos elementos que me da la realidad porque es lo que mejor conozco. Uno cuando escribe ficción tiene que saber traicionar su historia. Esos datos autobiográficos están si me dan una sensación de ficción, sino no tiene sentido. Me es más fácil inventar una infancia en la Lanús de los 70 en la que crecí que una en Mendoza en los años 40. Por ahí en otro momento lo haga”, dice y anuncia que algún día escribirá sobre la Edad Media, en la que se suele meter a través del Age of Empire. “Soy un jugador que no aprende nunca. Ese universo también me copa, tiene un componente novelístico muy grande. Son cosas que influyen a la hora de escribir. Hablamos de la realidad pero también influyen los videos juegos, la música, los libros que lees”, agrega. Por ahora, al menos, se enmarca en lo cotidiano, como puede ser cualquiera de las charlas futboleras que se dan en este bar un día después del River-Boca. “Lo vi por tele, en casa, solo”, cuenta Olguín, fanático de Boca, tal cual se transparenta a través de algunas señas en sus libros.
En 2010, Olguín publicó Oscura monótona sangre, una novela en la que un empresario se obsesiona con Daiana, una prostituta de 15 años que ofrece sus servicios alrededor de la Villa 21 y se mete en una confusión que termina con algunos asesinatos a los que los medios de comunicación nunca hubieran etiquetado como casos de inseguridad. Al año, en la prensa se podía leer sobre el Caso Candela, el asesinato de una nena de 11 años vinculado con una red de prostitución y narcotráfico. En 2012, publicó La fragilidad de los cuerpos, una historia que tiene como protagonista al Ferrocarril Sarmiento, con un juego macabro que enloquece a maquinistas y provoca muertes y suicidios. Ese año fue la Tragedia de Once. Y al año siguiente, el choque de trenes en Castelar. ¿Casualidad o presentimiento? “El caso Candela es bastante distinto al de Daiana en Oscura. El caso Candela tenía vinculaciones con el narcotráfico, mejicaneadas y Daiana es mayor que Candela. Sí lo del Sarmiento. Yo terminé la novela antes que pasaran los dos accidentes. De hecho la novela está basada en un cuento, que ya aparecía el juego de los chicos, y eso fue mucho más anterior aun. Son fruto de la casualidad. Lo que pasa es que yo trabajo mucho con la realidad como punto de referencia, sin atarme, sino que tomo lo que me sirve para la ficción. Pero no me ato porque sino sería una crónica. No es disonante lo que yo escribo con lo que ocurre posteriormente. Más que elegir un tema vas eligiendo otras cosas. Yo parto de una escena. Por ejemplo, en Oscura, tenía la escena del protagonista escapándose de un lugar porque lo perseguían por algo que había hecho. No sabía que iba a ser en una villa, ni que después del encuentro con una prostituta. Después, a partir de un artículo que leí sobre una nota que denunciaba que había prostitución adolescente en la Villa 21, enganché por ahí la novela. Pero no lo tengo tan claro, en general”.
– Antes decías que no escribís para un sector iluminado de la Facultad de Filosofía y Letras. Y cuándo escribís, ¿pensás para quién escribís?
-A mí me gusta pensar que tengo un lector. Si pienso que no lo va leer nadie, no escribiría. A medida que avanzo con la escritura, esos lectores se van concretando. Tengo gente amiga a quien consulto y pienso en un lector ideal que va a leer eso y lo va a disfrutar. Escribo para ese lector. Es raro. A mi lo que me pasa desde mi primera novela es saber que lo que escribo, se publica. Hasta ahora, toco madera, me ha ocurrido eso. Y eso es una ventaja, al menos para la gente como yo, que piensa que eso que uno escribe no tiene que quedar encerrado en la computadora. Sino que cierra el círculo cuando entra en contacto con el lector.
-¿Y cómo imaginás ese lector ideal?
-Es muy difícil definir. Creo que tiene un gusto parecido al que tengo yo por la literatura. En ese sentido, el lector ideal se parece a uno mismo. Uno escribe pensando en gente con la que tiene muchos puntos en común.
-Con el Twitter, ahora, estás en contacto con tus lectores. ¿Cómo es eso?
-Facilita muchísimo el contacto directo con los lectores. Esto está buenísimo. Después te inhibe un poquito porque te dicen que buena novela, que bueno que hable de los trenes. Y vos pensás, la pucha, la que viene no tiene trenes, ¿qué hago? Le pongo un tren en el medio, para que se ponga contento ese lector. Me gusta estar en contacto con los lectores y estar atados a ellos. Me parece que el escritor tiene que desafiarse. Eso de que el escritor tiene que trabajar libre de cualquier tipo de limitación no tiene por qué ser así. Hay obras maestras que se han escrito bajo presión de un emperador, como la Eneída. Creo que las presiones de todo tipo sirven para generar una novela. Ahora tuiteo menos porque desde junio empecé con la novela en serio. Ayer mandé tres tuits, pero por el Boca-River. Aprendí a no tomarte todo en serio. Antes pensaba que todo era verdad y me peleaba mucho. Es la única red social de la que participo.
