Archivo por meses: septiembre 2013

«Estamos vendidos»

Tienen fecha de desalojo para el 11 de noviembre. Son 32 familias a las que no se les permite pagar por su habitación y se las obliga a irse sin dónde ir. En pleno Almagro, la Ciudad no escucha. Su Gobierno la quiere hacer sorda.
Dos chicas llegan a su casa. Llevan guardapolvo y una mochila cada una. “¿Entran?” Invitan a pasar con cordialidad natural. Adentro habrá alguien que cuente cómo es que ese caserón del Abasto no les pertenece. Que ese gesto tranquilo es en verdad desesperado. Entren: adentro habrá alguien que cuente el miedo a quedar afuera.
casatomadagallo-1435Lucrecia, abuela joven, saluda en el zaguán interrumpido por una moto de delivery. Prende una luz que deja ver el cuarto: cuidadísimo. Paredes recién pintadas. Los marcos de madera, brillantes. «Esto lo cuidamos entre todos». Lucrecia se enorgullece, y al instante se avergüenza. Su vida y la de su familia, y la de la familia de su familia, lleva la contradicción de la incertidumbre. «¿Sabés lo que es no saber dónde vas a vivir mañana?». La familia de su familia: los bebés.
Hace 2 años, 32 familias alquilaban una pieza en este hotel familiar, desde hace más de 10 años todas, algunas hasta 20. Hace 2 años, a sólo dos días de haber pagado el mes, los sentenciaron: se tienen que ir.
No se saben las razones, qué se hará con este edificio, ni tampoco el por qué de la desaparición de la dueña poco antes de la noticia del desalojo. Desde entonces, desde diciembre del 2011, las familias dialogan con una “intermediadora”. Esta figura híbrida, incolora, es una abogada que dice responder a un solo mandato: desalojar la vivienda. Las familias siguen proponiendo pagar mes a mes el alquiler de las piezas, como lo hicieron siempre, pero no hay caso. “Quieren a toda costa dejarnos afuera”.
 
El 6 de julio tuvieron el primer intento de desalojo, y lo evitaron. Lograron junto a organizaciones, partidos políticos y otras familias que habitan en casas también amenazadas de desalojo resistir a las guardias de infantería y los grupos de choque. Los desalojos, muchas veces, son cuestión de número: quienes son más, se quedan.
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Imagen: NosDigital


La casa se mete hacia adentro y cada pasillo va dando entrada a las piezas. “Acá vive una familia con 5 nenes. Acá vive un señor con un nene. Acá el abuelo. Acá viven dos chicos. Acá vivo yo con mis dos nenas”.
Desde que les dijeron que tenían que dejar la casa, de un día al otro, sin alternativa, de las 32 familias quedaron 22. “El resto, por la cuestión del desalojo se fueron yendo para asegurarse otro lugar”.
 
¿Dónde? El Gobierno de la Ciudad parece salirse con la suya: “En Provincia”.
 
Los hoteles familiares – que albergan familias con niños, personas mayores y discapacitadas- parecen ser una especie en extinción en capital. Esos grandes caserones de principio de siglo, de techos altos, puertas de chapa, persianas de madera, pasillos chorizo y cuartos grandes, van cambiando su funcionalidad al ritmo del termómetro inmobiliario. Y son tiradas abajo para construir coquetos edificios, o son compradas para hacer hoteles pero boutique, o simplemente vendidas a precios módicos, con familias adentro.
El desalojo concretado el 25 de agosto en Independencia 2969 es un espejo de esta historia: otro hotel familiar vendido por los dueños, de un día al otro, y las familias sin alternativas más que su propio rebusque.

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Lucrecia: “Nosotros salimos a buscar en Capital pero con el tema de que tenemos chicos en ningún lado te reciben, no quieren saber nada”. Su vida y su rutina, que transcurre desde hace 20 años en Capital, deberá trasladarse varios kilómetros. “Mis nenas van desde jardín al colegio de Mario Bravo, y ahora van al mismo colegio a la secundaria”.
En la casa se respira tranquilidad. “Están todos trabajando”. Alguna puteada por el partido de Arsenal, no más. “Yo porque no puedo trabajar, estoy con licencia porque me operaron de la columna”. Lucrecia siente que tiene que excusarse. “Me siento muy mal, porque el único sostén de la familia es mi hija de 29”. Su hija tiene dos hijas, sus nietas. Entre las dos familias son 10. “¿Quién nos va a tomar para que vivamos?”.
La nueva prórroga de desalojo les da hasta el 11 de noviembre. “La oficial de justicia nos dijo que nos iba a sacar aunque seamos 500 personas”. Así los trata el poder judicial.
Así el poder ejecutivo: “Lo único que nos ofrecen es un subsidio por seis meses. La idea es juntarnos entre todos para pagarle a los propietarios por seis meses más”. ¿Y después?
Lucrecia no responde, pero sintetiza en una frase la impotencia, la incertidumbre y la negociación de la vida que significa esta historia:
“Estamos vendidos”.

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«No creo en los rockstars»

A Santiago, guitarrista y compositor de Once Tiros, le gustan los artistas y la gente sensible. No es una generalidad: la figura del músico que se elogia por tomar alcohol y por acostarse con muchas minas es negativa. El uruguayo llega con su banda a Buenos Aires y es contundente: «Hay una tendencia a reprimir la rebeldía».

Hay una banda de ska que cuenta historias. Que no cree en los rockstars. Que se pone en los zapatos del otro y cuestiona y festeja. Que ocupa un lugar en la sociedad y asume su tarea. “Para cualquier artista que tenga algo para decir la sociedad se vuelve fundamental, porque es el medio en el que vivís, al que confrontás y el que te alimenta”, explica Santiago Bolognini, guitarrista y compositor de Once Tiros.

Los uruguayos estuvieron en Buenos Aires para grabar su último disco en vivo, “Imán”, y festejar sus quince años de existencia. Dieron una larga rueda de prensa, donde contestaron demasiadas preguntas. También las de NosDigital, que indagaron sobre el rol social del músico. Le tocó a Santiago contestar:

Para mí, el rol del músico es un poco como la continuación en la antigüedad del tipo que cuenta la historia. Siempre hay alguien para contar la historia y para entretener, y a su vez canalizar los sentimientos que tenemos todos adentro. Cuando uno compone algo estás canalizando un sentimiento, eso se refleja para afuera y me parece que todos nos vinculamos con la música un poco por eso: porque compartimos sentimientos y formas de ver el mundo, por un sentido de pertenencia a un lugar en el que compartimos una forma de vibrar la cosas. El rol del músico, del que canta, es entretener, contar la historia y enfrentarte con las cosas que ves afuera.

Cuesta mucho hacer encajar esta figura del tipo que cuenta historias con la del rockstar reventado que toma alcohol y se acuesta con muchas minas. Con ese que es muy rebelde y el motor que mueve su existencia se alimenta a plata y fama. Con ese concepto del rockstar que sirve para banalizar y vaciar de contenido al rock. Para Santiago de Once Tiros la imagen del rockstar es negativa no sólo para el que trabaja de la música sino para el publico también:

Es un producto de una cultura, de una sociedad a la que yo no pertenezco. No creo en los rockstars, creo en artistas y gente sensible, no me interesa ser un rockstar y que me vean como tal, me parece que el solo concepto es negativo.

El tiempo para hacer preguntas se acaba muy rápido en esta rueda de prensa, porque, y es una buena noticia, muchísimos medios se acercaron a entrevistarlos. Entonces, siguiendo un esquema rápido y arbitrario para aprovechar el tiempo al máximo y lograr descubrir qué significa para ellos hacer rock y para quiénes, a Santiago le toca hablar sobre las esencias:

Somos muy parecidos en todas partes del mundo, muy parecidos en la esencia. Nos duelen las mismas cosas, nos gustan las mismas cosas, nos cortan y sangramos, somos muy iguales. Los uruguayos y los argentinos tenemos una cultura muy hermana históricamente, entonces en el fondo somos muy parecidos. Yo crecí escuchando música argentina y se que hay que gente de acá que creció escuchando música uruguaya. En el fondo son las mismas historias las que nos conmueven.

La esencia del rock tiene mucho que ver con la rebeldía, con el inconformismo ante las cosas que están mal, con las ganas de celebrar la comunión que nos une. Es como la parte adolescente que nunca abandonas, eso de la rebeldía y de cuestionarse las cosas, a su vez alegrarse y festejar las cosas que te unen con otros, es divertirse, es emocionarse. Por suerte hemos elegido esta vida de rockeros.

El compositor de Once Tiros se nutre de lo que ve, lo que pasa, de cosas lindas y feas, de la realidad dura y cruda que se observa. Explica que la sociedad siente esa devolución y se siente reflejada:

Es un entramado que está muy unido, es una simbiosis. Hay canciones que son mas personales, hay canciones que son mas sociales. La música como cualquier rama artística es algo que le hace muy bien a la sociedad, sobre todo por el tipo de sociedad en la que vivimos. Para cualquier corriente artística, cualquier artista que tenga algo para decir, la sociedad se vuelve fundamental porque es el medio en el que vivís, al que confrontás y el que te alimenta.

En esa simbiosis en la que el rock toma de la sociedad, algunos grupos de poder, como los medios de comunicación, también se ven plasmados en el rock. Más que verse plasmados, corrige Santiago, bastardean al rock:

Hay una tendencia sistemática a oprimir esa rebeldía y ese cuestionamiento de las cosas propio del rock. Se bastardea y bastante importando culturas que no son las nuestras. No hay nada malo con divertirse y festejar pero cada tanto, a mí por lo menos, me gusta que me pongan situaciones incómodas enfrente y que me hagan pensar en eso, que me hagan poner los zapatos del otro y que me hagan ver una realidad que no es la mía y tratar de entenderla. La cultura en general es un vehículo muy importante para que la sociedad pueda ponerse en los zapatos de otro.

Descenso de la vida

En la promoción del 2007 entre Tigre y Chicago fue asesinado Marcelo Cejas. La causa está en la nada, ni siquiera se sabe si fue la policía o hinchas del verdinegro. A la familia la apretaron para que no pregunte y los vínculos políticos casi no pueden esconderse.

Lo habíamos esperado tanto y lo soñábamos como una fiesta inigualable, pero terminó como una batalla campal incontrolable y un recuerdo horrible dentro de un pequeño momento de alegría. El día del ascenso, ese mismo día que anhelábamos todos los hinchas de Tigre durante 27 años, mataron a Marcelo Cejas, que venía siempre con nosotros a la cancha.

En ese lunes 25 de junio de 2007, todos sabíamos que por cómo venía la mano el partido se podía suspender, pero nadie imaginaba que pasara algo como lo que pasó. Tigre, que había ganado en el primer encuentro de ida de la promoción en Victoria 1 a 0, tenía un penal a favor, ganaba 2 a 1 y el ascenso estaba a sólo un pasito. Pero no había nada por festejar: el ambiente en la tribuna de Nueva Chicago estaba cada segundo más complicado. Rompieron el alambrado, estaban a punto de ingresar al estadio y la policía empezaba con los gases lacrimógenos. No podíamos dudar: le dije a Marcelo que había que irse ya.

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-Negro, vámonos que se puso picante la cosa.

-Sí, sí, rajemos que se está por armar.

Tanto Marcelo Cejas como yo salimos primeros, un instante antes de que se colme el estadio de hinchas enfurecidos de Chicago. Afuera de la cancha el clima tampoco era amigable: la barra brava del equipo local había quemado varios micros y nos esperaba para atacar. Llegamos hasta los micros, que estaban en la plaza principal de Mataderos, pero Marcelo apenas subió, se bajó: lo había visto a su sobrino Nahuel, de 17 años, en el medio del tumulto.

-No seas boludo, no te bajés que la podés ligar vos también.

-Está el pibe ahí, no lo voy a dejar. Lo agarro y arrancamos, quedate tranquilo.

Pero no me cumplió la promesa: no lo pudo alcanzar a Nahuel por el vallado policial y a los pocos minutos recibió un piedrazo en la nuca que lo tumbó. En el piso, en una cuestión de segundos, le empezaron a pegar patadas que le quebraron el tabique. Ya inconsciente, le dieron otro piedrazo sin piedad en la cara que le rompió la cabeza.

No lo vi, ya estaba lejos del micro, pero dicen que un veterinario que estaba ahí le hizo los primeros auxilios y su estado mejoró, pero la policía lo quería llevar en una puerta de baño hacia la cancha, para echarnos la culpa de todo a nosotros, los hinchas de Tigre. Tras 25 minutos de espera, apareció la ambulancia que lo llevó al hospital Santojanni, pero después de salvarse de un paro cardíaco, falleció a las 17.30, en el mismo día que había soñado tanto: el del ascenso de Tigre a Primera.

A más de seis años, la causa quedó archivada y en ningún momento se encontró a los responsables de su asesinato y ni del ataque a los otros 14 heridos.

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Marcelo Cejas tenía 41 años y trabajaba de carpintero en el pequeño taller que había armado en el fondo de su casa. Durante toda esa semana de junio estuvo pensando únicamente en ese partido tan importante para su Tigre, ese equipo por el cuál iba a la cancha desde los diez años. Ese mismo lunes por la mañana había conseguido dos entradas después de tanto insistir: le había dado la plata a su sobrino Nahuel para que se las saque y lo llamó durante cuatro días consecutivos para saber las novedades. Sabía que no iba a ser un encuentro tranquilo y por eso no dejó que fuera Nadia, su hija menor, pese a que siempre lo acompañaba.

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“Mi vieja le decía a él que tampoco fuera, pero en el fondo sabía que era todo inútil porque para él era el partido de su vida. Desde que un vecino lo empezó a llevar a la cancha cuando todavía estaba en la primaria que dejaba todo por ir a ver a Tigre, era su vida”, cuenta Horacio, su hermano.

Al mediodía Marcelo se subió a uno de los micros que salía en caravana desde el estadio de Tigre hacia Mataderos. Antes de llegar, la policía los detuvo y en los cacheos previos reprimió con palos el avance de la hinchada visitante.

Durante el partido, la alegría por los goles de Tigre resultó efímera: en el entretiempo todos se enteraron que la barra brava de Chicago dejó el estadio y empezó a quemar los vehículos de Tigre, pese a los 350 policías que custodiaban la salida.

Con Tigre ganando 2 a 1 y a punto de patear un penal, en la tribuna de Chicago comenzó el caos. Con el alambrado roto y sin policías a la vista, el grueso de los hinchas locales ingresó a la cancha. Adentro, los jugadores de Chicago y de Tigre se escapaban como podían de la marea de gente que venía hacia ellos. Les sacaron la ropa, los golpearon y tomaron por completo el estadio, mientras agredían con palos a los de Tigre que intentaban huir de la escena. Afuera, tampoco había paz: corridas por General Paz y piedrazos entre la policía y los hinchas. Mientras tanto, la gente del Matador trataba de escapar cómo podía de los gases lacrimógenos que había arrojado la policía.

Marcelo Cejas fue de los primeros en abandonar la cancha. Con el celular en la mano, intentó en todo momento comunicarse con Nahuel, su sobrino, a quién había perdido de vista cuando comenzaron los incidentes. Se subió a uno de los micros que estaban ubicados sobre la plazoleta en Mataderos y lo vio correr, por lo que se bajó, pese a los consejos de los que estaban con él. “Tenía alma de padre, no les recrimino nada a los que lo dejaron irse, porque si le pasaba algo a Nahuel él no se lo iba a perdonar”, apunta Horacio.

En ese momento ya habían comenzado los piedrazos entre la policía, los hinchas de Tigre y los de Chicago. Uno de esos impactó en la nuca de Marcelo Cejas. En el piso, recibió patadas que le quebraron el tabique y un piedrazo en la cara que lo dejó inconsciente, con pérdida de masa encefálica. “Lo dejaron tirado en el piso, la policía lo quería llevar con una puerta de baño como si fuera una camilla hasta el estadio para que todos piensen que fue un enfrentamiento entre los hinchas de Tigre”, dijo Horacio, que lo relata como si hubiese ocurrido ayer.

“Hasta el día de hoy dudo si fue la policía o si fueron barras bravas de Chicago, porque las heridas que tuvo se pudieron haber hecho con el bastón policial, pero de algo estoy seguro: no fueron los de Tigre y mi hermano no era un barra como quisieron hacer parecer los medios cuando salió a la luz el hecho”, recuerda con dolor su hermano, que veía cómo acusaban a Marcelo de ser un integrante más de la barra del Matador y no un hincha que quería festejar el ascenso. “A Chicago después le sacaron 18 puntos y no pudieron ir los visitantes al ascenso, esa solución no me devolvió a mi hermano”.

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Ese día, Horacio – que al igual que su hermano trabaja de carpintero – estaba escuchando en la radio el partido y se imaginaba la alegría interminable de Marcelo. Era su único hermano, tenía seis años menos y lo seguía para todos lados. “Siempre fue mi ejemplo a seguir porque hacía todo con mucha convicción y a pasos agigantados”, relata Horacio, que agrega que Marcelo había terminado el secundario hacía pocos meses y que había comenzado el CBC para estudiar Derecho. “Lo terminó tarde porque fue papá de muy joven, pero tenía mucho orgullo: decía que aunque tenga 66 años se quería recibir”, agregó.

Ya enterado de los incidentes, se paró en la casa de su primo a ver las imágenes y pensó cómo podía ser que los hinchas de Chicago no se bancaran un descenso futbolístico. Llegó a su casa, que estaba al lado de la de su primo, y recibió el primer llamado: “a tu hermano lo llevaron de urgencia al hospital Santojanni, lo lastimaron”, le dijeron.

DSC_2396No pensó que fuera nada grave y le fue a avisar con tranquilidad a su mamá, a dos de los cuatro hijos de Marcelo y a su ex esposa – que estaban todos reunidos- del llamado. Por la televisión ya se hablaba de un muerto, pero él mantenía la calma, mientras su madre se volvía loca de los nervios. “A él le pasaban las mil y una, un mes antes se había cortado la yema de la mano con una máquina. Yo pensaba que como máximo le había pegado un palazo la policía, pero lamentablemente me equivoqué”.

Se pidió un remise y se fue desde San Fernando hasta Liniers. Con él viajaron Nadia y Héctor, los hijos mayores de Marcelo. Ya por Mataderos se seguían viendo los gases lacrimógenos y Horacio pudo comunicarse con el celular de su hermano. Ahí se empezó a dar cuenta que todo podía estar un poco peor de lo que imaginaba. “Hola amigo, estoy en el hospital con tu hermano, pero me estoy yendo porque acá está todo podrido. Me llevo el teléfono, después te lo doy. Me voy, perdón, tengo miedo, pero lo vi mal”, se escuchó del otro lado de la línea.

Llegó al hospital y se encontró con todas las cámaras de televisión en la puerta. Se presentó como familiar y el médico lo llevó por un largo pasillo.

-«¿Cuál es el misterio?», se apura a decir Horacio ante tanto tumulto.

El médico le respondió lo que no que no quería escuchar: “hicimos todo lo posible, pero falleció antes que pudiéramos hacer algo”.

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Horacio empezó con la investigación para saber qué le pasó a su hermano esa misma tarde y encontró demasiadas irregularidades. En la comisaría 42 de Mataderos, donde hicieron la denuncia, estaban los mismos policías que estaban a cargo del operativo. Con él y su familia sentados, contaban cómo les pegaban a los hinchas de Tigre. “El comisario los insultó por hacer eso, pero escuchamos claramente cómo contaban que les pegaban a la gente con una suerte de orgullo”, contó Horacio, que recuerda que en esa misma comisaría había plaquetas y agradecimientos para todo el club Chicago. “Uno de los policías después nos enteramos que era dirigente del club y que fueron ellos los que llevaron adelante el primer mes de investigación. Eso nos dolió mucho porque ese primer mes es el más importante de todos porque lo que no arranca bien después se diluye y se borran las evidencias”, y agrega que algunas videos de la cámara de seguridad del estadio se perdieron y que los mismos policías les aconsejaron que no investiguen mucho porque “iban a ser los primeros en caer presos”.

Al tiempo se le acercó la gente de Salvemos al Fútbol y empezó a hablar con los testigos del hecho. Uno de ellos, el principal, un joven de 16 años que se había escapado de la casa para ver el partido, le aseguró haber visto cómo lo golpeaban a su hermano. “El problema es que era menor, pero nos aseguró ver a cuatro hombres encapuchados que lo golpeaban y que uno de ellos tenía puesta una remera de Argentina”, dice Horacio, que añade que esa persona fue identificada en uno de los videos de ingreso al estadio y que tal cual cuenta el joven tenía un tatuaje de una virgen en su pierna.

Esa persona que menciona es Ariel Pugliese, más conocido como “el Gusano”, líder de la facción Los Perales de Nueva Chicago, que al día siguiente del asesinato se fue al interior del país y no volvió por tres meses. “Le pedimos al juez que lo investigue y nunca nos hicieron caso”, relató Horacio. Ariel Pugliese viajó al mundial de Sudáfrica, fue guardaespaldas de Lionel Messi en sus visitas al país y trabajó para el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Hoy no forma parte más de la facción que lidera la barra de Chicago.

Ese mismo chico que en ese momento tenía 16 años nunca pudo declarar: cuando llegó la citación, los policías lo sacaron de su casa como si fuera un delincuente y el padre le ordenó, por temor, que no dijera nada. “Ahí murió todo lo que habíamos cosechado, fue una vergüenza”, dice Horacio, que cuenta que la causa quedó archivada en 2011 y que van a luchar para que no la cierren.

La familia Cejas está en juicio con el estado, con el Gobierno de la Ciudad, con el ex CoProSeDe, con la policía y contra la AFA. “Alguien se tiene que hacer cargo, a mi hermano no lo tengo más y no voy a parar hasta que se haga justicia”, grita Horacio, que no volvió a ir a la cancha y que desde el día en que mataron a su hermano no pasó nunca más por el barrio de Mataderos.

Pensaron que estaba muerto

«Estuve ahí al límite un par de veces, pero a pesar de lo que piensan no soy tan mala fama». Hernán fue y es el líder de la mítica banda de cumbia. Escucha a Elton John, le gustan Calamaro y Iorio como compositores, y disfruta de la música árabe y de la judía. La dura vida del tropical.

– ¿Ustedes van a ver a Hernán?
– Sí
– Síganme

Es el último trayecto que nos queda antes de llegar a lo de Hernán. Hasta acá llevamos un poco más de dos horas de viaje. Tres colectivos. La SUBE en negativo. Un paquete de galletitas encima y varios puchos. Cuando bajamos del 60 en la esquina acordada de Beccar, lo único que nos recibe es una estación de servicio. Desde ahí, lo llamamos. Atiende diciendo “Amigueeeeeros” y pide que esperemos en la panadería que tenemos en la vereda opuesta. La luna llena nos distrae. Un pibe que pasa, nos mira y nos reconoce por estar sacando fotos al cielo. Sigue caminando, frena en un quiosco a un par de metros, compra un paquete de papas fritas y vuelve a buscarnos.

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“Mi barrio es nuevo, la calle no tiene ni nombre, ni número”, explica Hernán por handy a alguien que tiene que pasar a buscarlo para ir a un show dentro de unos días. “Esperá ahí que mando a alguien a buscarte”. Dentro de unos días, alguien va a esperar en la misma panadería. Un pibe que camina mirando el celular lo va a guiar. Doblando a la izquierda son dos cuadras para adentro. El barro testifica que el día anterior llovió demasiado. Una perra nos recibe en la esquina grafitteada con el nombre de la banda que anticipa que llegamos. Pasamos la reja, un patio, una puerta y subimos la escalera con pared mitad crema, mitad blanca. Desembocamos en la habitación donde Hernán nos espera. Está sentado en la computadora. Al lado: un teclado, una conga, una mesa, algunas sillas. En el otro extremo: la cocina, una olla con agua esperando hervir, la letra de una tema de Mala Fama colgada en la pared, una estantería con libros, fotos y un poco de todo.

*

Otro día.

Es viernes de madrugada en el boliche de Palermo que se hace eco de pura cumbia. En el escenario, un rato atrás, sonaba en vivo Mala Fama. Una cinta y un señor corpulento delimitan los espacios del público y los artistas. Desde mi lado, le ofrezco un trago de la birra que tiende a calentarse. Me mira y sale. Un brindis y un abrazo demuestran que a Hernán le interesa un carajo esa cinta, va y viene corriendo los márgenes todo el tiempo.

*

Hernán Coronel, desde siempre, en algún lugar de San Fernando, imaginó una banda. Tenía un par de canciones y el pelo largo, igual que ahora. En el 98, sus ganas tomaban forma bajo el nombre de Mala Fama y él le ponía la voz y las composiciones, también igual que ahora. Enmarcados en lo que por entonces surgía como cumbia villera, llegaban en el 2000 a su primer disco de estudio “Ritmo y Sustancia”, después de que grabando en una sala del palo llegue el material a oídos de varios productores. La necesidad musical que había experimentado desde siempre empezaba a materializarse en los escenarios.
Cuenta que los primeros recuerdos que tiene de él mismo cantando son a los 2 o 3 años, en el patio de su primer casa, donde inventaba temas para su hermano. Casi como un presagio, un amigo que se mudaba del barrio, a los 7 años, le dejó de regalo una guitarra. Todo empezó desafinado mientras le cantaba serenatas a una piba que vivía a la vuelta. El amor y la música se improvisaban. Hoy las cosas son diferentes. Aprendió cómo usar el instrumento con el que debuto y sumó el teclado, el bajo y la percusión. Puede armar una banda solo si consigue un par de manos más. Ya recorrió Argentina de punta a punta más de una vez y varios lugares de Latinoamérica. Soñaba una banda y hoy vive de ese sueño.

*

– ¿Quieren un chupetín?

Tiene campera y pantalones deportivos, una gorra y por debajo el pelo atado con una colita a la altura de los hombros. Nos convida de su vaso para ver si logramos adivinar qué está tomando. No lo hacemos, se ríe y nos prepara dos tragos de aperitivo y naranja. Lava unos ceniceros y los apoya en un parlante que queda en el centro como mesa. El pibe con el que llegamos se para en la ventana. Hernán gira la silla de la computadora, un banderín decora la pared a su espalda.

– ¿Vas a la cancha?
– Ahora no tanto, porque los fin de semana canto y de día descanso y si vas a la cancha te vuelven loco. Se viene toda la vagancia encima: dale que es tarde, mandale mecha, si tenés vamos a llenar el tanque y de acá para allá. Volvés a tu casa destrozado y por ahí tenés que cantar a la noche. Es un desgaste mental muy grande porque yo la escucho mucho a la gente cuando me habla, la entiendo, las comprendo, trato de alegrarlos, de alentarlos o de cantarles o lo que sea. Que la foto, que esto, que el otro y llego con mucho dolor de cabeza. Quedás con todo, muy cargado.

– ¿Te pasa mucho que te pare la gente en la calle?
– Por día. Hay días que mucho, hay días que nada.

– ¿Y acá en el barrio?
– Acá en el barrio somos todos amigueros. Nos saludamos, nos alentamos. ¿Pero qué te pasó en la cara? Todo eso. Hola basuuuu y así, pingui, pingui, japishh, japishh, nos vemos en la terminal boludo.

– ¿Y cuando salió el rumor que estabas muerto qué pasó en el barrio?
– No vivía en este barrio en ese tiempo, pero en la casa de mi vieja llamaba todo el día la gente. Algunos llorando, algunos alegrándose, algunos diciendo por fin bolu. Por lo menos hice la canción: «Pensaban que estaba muerto, pero yo sigo cantando y bailando…»

Toma lo que dicen y lo que siente para transformarlo en canción. Así funciona, casi naturalmente se nutre de lo que lo rodea: la gente, el barrio, él mismo. Después el proceso se hace a la inversa, todo lo que canta no para de colarlo en la conversación, lo devuelve al entorno. Los amigos que entran y salen de la casa se ríen, así es siempre Hernán, no hay una pose montada en entrevista. Prende un pucho, llena todos los vasos nuevamente y se vuelve a sentar.

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– ¿Vos te considerás una persona pública?
– Sí, siendo realista sí. Nunca estoy consciente de eso yo, pero sé que si lo tengo que decir es así. Pero nunca estoy pensando en eso ni pendiente de eso.

– ¿Para vos ser una persona pública significa ser famoso o exitoso?
– Las dos cosas por ahí porque lo mío se mantiene con la buena música que hago. Para muchos soy famoso porque soy buen músico, para otros porque salgo en la tele o sueno en la radio, es muy variado el sentimiento de la gente.

– ¿Y el éxito con qué tiene que ver?
– Para mí, primero en principal con las canciones que hago, después con mi personalidad en segundo término. Pero la música es lo más sagrado, lo que nos acerca a la gente, nos abre puertas y nos da tantas cosas lindas que podemos vivir.

– ¿Y es también lo que te mantiene vigente?
– Las canciones y también ser una persona un poco inteligente que se mantiene viva en todo sentido, o en casi todos.

– ¿En qué casi todos?
– Por lo menos, seguir grabando y cuidándome porque tranquilamente me podría haber muerto ya con todo lo que viví en estos años.

– ¿Es dura la vida de un cantante de cumbia?
– En algunas partes, sí. Es muy duro viajar, aguantar el ritmo, cantar muchas noches seguidas, descansar poco. El otro día llegué al sur, a Ushuaia, y ya estaba gente esperándome en la puerta del hotel. Un montón de gente con vinos escondidos en la campera, con champagne, con regalos, con esto, con lo otro y yo todavía no había ni dormido porque la noche anterior había cantado.

– ¿Y por qué otra cosa es dura más allá de descansar muy poco?
– Y lo que es muy difícil es sobrellevar la euforia de la gente más lo que te ofrecen. Los vicios, la noche, la música, las mujeres, el quilombo: tenés que tener un control mental muy claro para no caer en la ola de los vicios, de los quilombos que te llevan a la muerte o a decaer en cualquier sentido, a perder todo. Estuve ahí al límite un par de veces, pero a pesar de lo que piensan no soy tan mala fama. Tranqui, hay que usar y no abusar.

– ¿Siempre entendiste que era mejor actuar así?
– Siempre, yo hasta los 18 años ni siquiera puteaba. Siempre fui una vida bastante tranquila. Después de los 20 años, desde que canto en Mala Fama, recorrí otros caminos.

– ¿En qué cambiaste?
– En que empecé a tomar vuelvo. Antes estaba bajo el ala de mis padres como casi cualquier hijo. Después empecé a tomar vuelo, a recorrer los barrios, hacerme amigos en todos lados, hacer música, conocer a un montón de gente, a moverme y ahí aprendí a ser libre y a conocer todo, desde la gente humilde a las peores sanguijuelas. La diversidad de la vida me fue haciendo lo que soy hoy, pero moviéndome, estando, yendo, viniendo, probando.

– ¿Hay una clave en mantenerse en movimiento y no dormirse en una pegada?
– Yo no catalogo los éxitos, los discos. Yo hago canciones cada vez que me nacen y las grabo. Nunca pienso en vender un disco o si la gente va a levantar las manos, van a aplaudir, o si voy a tener muchos shows. Solo uso mi sentido musical cuando me nace, me surge una idea o una situación que me inspira y pingui, la plasmo, la grabo. Y las que se me han perdido en mi mente, millones.

– Entonces, ¿no cambió nada en tu forma de ser?
– Mi naturalidad sigue siendo la misma, más vale que con el tiempo cambié porque cambiás en base a los demás y a las circunstancias. Vas adaptándote: depende con quien estas y yo qué sé. Por ahí del prójimo aprendí más, de lo que es la vida en general, de lo que son las mañas de la vida, pero mi esencia es siempre sentir y expresarme nada más, no especulo en nada.

El handy no para de sonar. Hernán atiende a todos con las mismas ganas. Esta vez es de la oficina de producción donde ultiman detalles para una gira de fin de semana. El agua en la olla ya está hirviendo, mete algunos trozos de pollo. “¿Se quedan a cenar?”, nos pregunta. Aprovecha la llamada para pararse y para caminar un poco por la habitación. Las manos y los pies difícilmente se queden quietas. Vuelve a llenar los vasos, esta vez algunos más: llegaron otros amigos. Se vuelve a sentar.

– ¿Pensás que el camino de un cantante de cumbia es diferente al de un cantante de rock?
– Sí. No te digo «obvio», porque no sé, pero sí. Más que nada en la ejecución del trabajo, la ejecución musical, de grabación, pero en términos musicales a la hora de hacer una canción todos nos tenemos que conectar con los sonidos, los ruidos y adentro, si sentís algo, hacerlo. En eso, no se escapa nadie, todo esto está por la música. En todo segundo, todo momento está la musiquera y eso es lo único sagrado, después todos le damos cosas distintas.

Hernán tiene varios cuadernos llenos de letras que van a servir para armar pronto dos bandas nuevas. “Las voy a producir yo, nombre, música, canciones, letras. Con gente que creo que también ama la música y creo que vale la pena armar algo que nos de vida a todos y alegría”. Hasta ahora, no había experimentado laburar con otra gente pero siente que las cosas están dadas para hacerlo: “Lo podría haber hecho mucho tiempo, pero como nunca pensé así comercialmente o en hacer plata como hacen otros. Es jodido, para mí cada canción es como un hijo y armar un grupo tenía que ser con gente muy especial y es por eso que no lo hice antes, porque no conocí la gente tan especial”.

– ¿Es un negocio jodido el de la música?
– Hoy por hoy es una inmundicia el negocio de la música con los tipos que manejan la movida. El sistema vendría a ser la gente que maneja la televisión, la radio, los bailes. Es bastante jodido. Pero también saben con quién. Si vos te manejás bien, ponés tus pautas y hacés algo que valga la pena, la gente también se va a adecuar a vos.

– Y más allá de esto, ¿cómo ves la movida musicalmente?
– Ahora es el mundo cover. El mundo de usar el sacrificio de los demás. Hacer la más fácil: bajar una canción por internet, copiarla y listo. Hace mucho que estoy esperando que salga una banda buena. Que diga: qué bueno esto para escucharlo, mirá qué bueno que está. De cumbia. Es lamentable pero se está empezando a limpiar un poquito, ya la gente se está avivando, está volviendo a ser más valorada la cumbia de autor.

– ¿Esto es porque la gente lo elige o porque el mercado lo impone?
– Por los empresarios, por los que manejan las cosas. Los tipos que no hicieron ningún sacrificio para tener un grupo no les importa ganar dos mangos, quieren fama y a la mierda.

– ¿Dónde es que fallan estas bandas?
– No es que fallan. Es que se metió en el sistema musical gente que no tiene naturaleza musical, que tiene naturaleza empresarial y hay mucha gente que tiene naturaleza de hacer lo más fácil. Les gusta la música, pero quieren hacer lo más fácil en vez de cultivar su talento, porque el talento se cultiva. A muchos, por ahí, les nace, pero si no lo cultivás de tu mente no va a surgir lo que hace una escala musical o lo que hacen un montón de cosas que tiene que ver con la música. Quieren lo más fácil, pingui, bajar un par de covers, de otro país o viejos de acá y a la mierda y dale que es tarde y encima no pagan derechos de autor, ni piden permiso. Están haciendo un descuartice con la música de autor.

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Hernán no se imagina haciendo otra cosa que música. «Le quedan un par de años más», dice, aunque tenga 35 mil, ya. Durante toda la charla no deja de remarcarla como lo verdaderamente importante. Podemos hablar del mercado, del negocio, de instrumentos, hasta mismo de los músicos, pero siempre todo termina en la música. En la pantalla de la computadora se asoma un reproductor.

– ¿Qué escuchás?
– Cumbia hoy por hoy no escucho nada. Cuando quiero ponerme alegre a veces me pongo a escuchar Los Palmeras o alguna de esas viejas. Ahí me regalaron un compac, mirá. Bah, se lo vi a uno en el auto y me lo regaló, Grupo Mantekilla, Dulzura, Granizo Rojo y Los Dinos. Ahí hay cumbias cumbias. Los Chicos Malos tienen un par de canciones re buenas también, un grupo viejo. Este compac me lo compré ayer, mira lo que escucho.

Agarra un disco, estira el brazo y nos lo alcanza. Elton John aparece en la tapa del album Biggests Hits. Antes de que lleguemos a decir algo su espíritu inquieto sigue hablando.

«Como compositor, al que más admiro es a Calamaro, después Ricardo Iorio me gusta mucho también. Hermética, arriba la vagancia, más vale que Los Redondos, como a todo el mundo. Después todo, lo que sea. El piano bien puesto, un bajo bien tocado, en cualquier estilo te va a gustar. Una música bien armada, un rompecabezas musical lindo no tiene límite de estilo. Yo escucho todo, escucho unos tangos de la puta madre que te re estremecen. Hay unas músicas árabes, judías que están buenísimas. Ni hablar de la música colombiana, de las cumbias. Yo escucho toda la música en general, como todo el mundo, te llega algo a tus oídos y lo adoptás si te gusta pero yo le presto mucho sentido a la composición, a los arreglos musicales, son esenciales. A los que no abusan de la rima, ya cuando una frase te lleva a la otra y a la otra, es como que al chabón se le ocurrió una frase y en base a esa frase fue rimando y va forzando una letra que en realidad no tiene alma, termina siendo una canción insulsa y pingui, pingui, pingui.
*

– A mí no me gusta mucho posar para las fotos.

Dos minutos después se relaja con el lente. Sugiere hacer algunas con una flecha que está colgada en la pared y se sube a una silla para llegar hasta allá arriba. Alguien pide que ponga música. El parlante, que fue mesa durante la charla, no funciona. Parte de los conectores quedaron adentro porque se desenchufaron de un tirón. Preparamos algunos vasos más. El pibe que nos llevó hasta la casa charla de la luz que hay en la calle para hacer fotos. Otro de los amigos nos sugiere formas de viajar hasta Capital. Hernán enumera posibilidades para hacer funcionar el parlante y todos opinamos. Apagarlo y volver a prenderlo, no. Desenchufarlo, no. Conectar el USB a ver si lo lee, no. Ponerle pegamento a un palito y juntarlo con el conector para ver si se pega y se puede sacar, no. Destornillar la tapa de atrás, sí, vamos por ahí. Destornillador, no. Cuchilla, no. Cuchillito, sí. Saca la tapa, todavía los conectores están adentro. Pinzita, no. Aguja, sí. No para hasta lograrlo. Cuando termina, vuelve a atornillar todo, se festeja como un logro, el parlante es nuevo.
Pide perdón por todo el tiempo que le dedico a los conectores atorados. Se preocupa por cómo vamos a viajar. Todos se ofrecen para acompañarnos hasta la parada del colectivo y empezar el viaje a la inversa, tres bondis, la SUBE en negativo, los puchos. Es demasiado tiempo perdido nos dice. Lo mejor es un remis hasta la parada de un bondi que nos trae derecho a casa, pero no tenemos plata y la idea se diluye. Bajamos por la escalera, pasamos el patio en la entrada, la reja y hacemos las últimas fotos en la esquina grafitteada. Un auto toca bocina. “Les pedí un auto”, dice Hernán. No importa la insistencia: no deja que nos vayamos en colectivo. Nos da un billete de $50 “¿Qué importa la plata?”, argumenta. El pibe guía se sube con nosotros.
– No los vuelvas loco, no les hables mucho que son amigos míos.

Le dice al remisero. Nos saludamos un par de veces más y el auto arranca. Para Hernán no existen los límites que diferencien banda, público y amigos, ya lo había demostrado un tiempo atrás con un brindis y un abrazo en un boliche de Palermo que se hacía eco de su cumbia.

Impenetrables

Viaje por las sensaciones diarias de las comunidades qom y wichi de los parajes del Impenetrable chaqueño. Fotorreportaje de la sequía, el Chagas y el desierto en que viven los pueblos originarios argentinos.

Son mantenidos por un Estado que, con subsidios y seguros de desempleo por estar prácticamente todos infectados con Chagas, no hace más que abandonarlos en tierras que de productivas tienen muy poco. En esa lógica doble de solo apariencia contradictoria, les da la capacidad de reproducción mínima. La subsistencia es la única chance. Aún así las comunidades qom y wichi del Impenetrable chaqueño están fuertes y se organizan en el Movimiento Qompi Voque Naqocta. La lucha es incesante por el reclamo de una vivienda digna, electrificación y agua potable.

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El ghetto del agua

Cuando llueve fuerte, alrededor de los countrys, se inunda sin preguntar. Cuando los construyen elevan los terrenos cambiando el drenaje natural del agua. Y lo evitable se hace una fija: los barrios al otro lado de la reja se sumergen. Rincón de Milberg y otros barrios de Tigre.

Las nubes cargadas de agua tapan el sol y a Katti Barrios se le hace un nudo en la garganta. Ya levantó la cama sobre unos ladrillos. La cocina y la heladera están elevadas desde hace tiempo. Cuando las gotas de lluvia empiezan a golpear, la angustia se le instala en el pecho. Esta vecina del barrio Rincón de Milberg, partido de Tigre, no se relaja y duerme la siesta cuando las nubes se vencen y dejan caer su carga. Porque a Katti y a cientos de vecinos más se les inunda la casa cada vez que llueve fuerte.

tigre 015No es porque ahora llueva más por el cambio climático o porque se haya roto un caño. La culpa de que a Katti se le inunde la casa cada vez que llueve es del barrio privado Los Alamos. Cuando lo construyeron enfrente de su casa elevaron el terreno dos metros. Y nunca hicieron las obras hidráulicas para que el agua que llueve sobre el country elevado no caiga como una catarata sobre las casas de los vecinos del Rincón. Así que el agua fluye libremente por donde encuentra cauce, lógicamente, de arriba para abajo: desde los countrys hacia las casas de la gente.

“Un chaparrón de 20 minutos basta para que se inunde mi casa” cuenta Katti, que construyó su hogar hace treinta años en el barrio y hace quince se le instaló el barrio privado en la manzana de enfrente. “Desde que levantaron el terreno nos empezamos a inundar, antes no pasaba” sigue la vecina, mientras trata de recordar, sin éxito porque le pasa continuamente, cuántas veces se inundó su casa, junto con todas las demás de esa cuadra. “Mi casa nunca estuvo edificada en bajo, quedó baja. Yo nunca pensé cuando construí que iban a levantar los terrenos dos metros” explica Katti y sigue contando cómo un funcionario de la Municipalidad de Tigre le recomendó que eleve ella misma su casa a la altura del country para dejar de inundarse. Nunca recibieron más ayuda que este tipo de concejos de parte de las autoridades.

Además de Rincón de Milberg otros siete barrios de Tigre están afectados por la construcción de barrios privados: Los Troncos, Parque San Lorenzo, Ricardo Rojas, San Diego, La Paloma, Enrique Delfino y Las Tunas. Antes de la década del ’90 estos barrios, alejados del prolijo centro de Tigre, estaban separados por campos enormes, que además de amortiguar las lluvias, dejaban que el agua fluyera libremente hasta los arroyos que desembocan en el río. Estos campos fueron comprados por grupos inmobiliarios a menos de un peso el metro cuadrado, y con la complicidad del Municipio, construyeron los countrys sin el estudio de impacto ambiental necesario. Inclusive fueron desalojadas familias que ocupaban parte de los terrenos. Ahora el 40% del territorio de Tigre está ocupado por barrios privados (20.000 personas viven en ese 40%, en el restante 60% se apiñan casi 400.000 habitantes). La consecuencia es obvia: todo lo que esté por fuera de las murallas de los countrys se convierte en una gran pileta pública cuando llueve.

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Los vecinos de estos ocho barrios cercados por los countrys se organizaron en una asamblea interbarrial: Vecinos Inundados de Tigre. Varios recibieron aprietes y amenazas desde que comenzaron la lucha. Piden que se hagan las obras necesarias para dejar de inundarse, pero sobre todo, mientras tanto que los asistan cuando las casas se llenan de agua. Marcharon este último mayo hacia la Municipalidad de Tigre, luego de varias inundaciones muy fuertes. Los atendió la infantería y no les permitió avanzar. Luego de ese episodio, la Municipalidad recibió a un vecino de cada barrio y les mostró con un mapa del Google Earth marcado con fibrón todas las obras que supuestamente están realizando y que los vecinos comprobaron luego que no existen. El último 2 de abril, cuando se inundó La Plata, estos barrios también estaban inundados y no recibieron ningún tipo de ayuda. Sólo en Las Tunas, luego de que unos doscientos vecinos cortaran la Ruta 9 recibieron colchones y leche de parte del Municipio.

“En todas las inundaciones hubo un abandono de persona muy importante, por parte del Municipio, ya que nosotros fuimos hasta la delegación barrial a pedirles que evacuen a los vecinos y nos dijeron que no tenían orden de evacuar” cuenta Marga García, vecina de Las Tunas y agrega: “evacuar significa reconocer que hay un Tigre que se inunda, es una decisión política”. Al no reconocer que los barrios se inundan, los vecinos tampoco acceden a los beneficios monetarios, para reparar los daños. La Municipalidad de Tigre niega sistemáticamente la situación y el gobierno de la Provincia de Buenos Aires afirma que no recibieron obras por parte del municipio para autorizar y que de todas maneras no hay dinero para realizarlas. Massa y Scioli viven en barrios privados de Tigre.

Ricardo Barbieri, ambientalista y vecino de Tigre afirma: “Absolutamente en todos los complejos y barrios privados que hemos podido investigar, la construcción del suelo fueron realizados en forma clandestina e ilegal”. El proyecto para construir un country debe pasar primero por Municipalidad de Tigre para una primera autorización y luego por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Las dos autoridades deben aprobarlo, y si estas instancias son pasadas por alto, la ley prevé una sanción, pero no un blanqueo de la situación. La construcción de un barrio cerrado está regulada en la actualidad por Decreto 27/98. Según Barbieri, en la actualidad no existe ningún estudio ni obras que tengan como objetivo mitigar y/o reparar los efectos ambientales negativos que causan estas enormes obras: “Se opera según el criterio del hecho consumado. Una vez realizados recién comienzan a realizar las tramitaciones que debieron hacer durante el proceso de proyecto”, explica el ambientalista.

Cuando para de llover y sale el sol, Katti respira de vuelta. También lo hacen Marga y toda la gente de los barrios afectados. Todos esos vecinos que vivían rodeados de verde y de repente quedaron presos de la altura de los barrios privados.

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Vivienda, electricidad, agua

NosDigital estuvo en Miraflores, Chaco, para sentir en la propia carne la realidad cotidiana de las comunidades originarias en el Impenetrable chaqueño. Una crónica donde el Mal de Chagas se funde con la aridez de un mundo sin agua y la construcción de una mejor realidad por medio de la organización y la lucha.
Abrís los ojos en Miraflores y de pronto te encontrás en un pueblo cuyo tamaño es bien abarcable por la vista: mirás a la izquierda, la estación de servicio que te da la bienvenida, a la derecha, las últimas casas que te despiden. Pero en esa mañana fresca de invierno en la puerta del Impenetrable el único ruido que rompe con la calma son los camiones cisterna de la empresa de agua chaqueña SAMEEP. ¿Qué estaba pasando ahí? “No hay agua” nos responden en cada casa que pisamos. “A 40 kms. tenemos un río y no han hecho ningún trabajo allí, por eso que ahora se ha secado y tuvimos que ir con nuestros camiones a recoger todos los pescados que estaban ahí para que no se echasen a perder. Y ahora tenemos que traer el agua en esos camiones” tira un vecino, Marcelino, ante nuestra sorpresa. De Castelli, a una hora del pueblo, estuvieron trayendo el agua para consumo domestico. 300 mil litros al día son depositados según reconoció el gobierno chaqueño[i]; pero cualquiera puede calcular si no es más barato que el gobierno invirtiera en pozos antes que día a día hacer 60kms.

DSC_0279Ya a la tarde tenemos la confirmación que nos están esperando en la casa de Bernardo Yuni: “frente a la estación de servicio hay cartelito que dice barrio originario, encará por ahí derecho y ya te vas a encontrar con las casas”. Seguimos las órdenes y de pronto se nos abre el espacio que nos albergará por la próxima semana: la comunidad qom del Movimiento Qompi Voque Naqocta. A simple vista nada la diferencia de un barrio de casas construidas por el gobierno, pero acá se está gestando algo más que la simple conglomeración de viviendas: la organización de las personas. La comunidad fue formada hace 15 años y hoy en día sigue siendo liderada por uno de sus iniciadores, el qarashé Marcos López, quien también preside el Concejo Qarashe de la región que integra a casi una decena de diversas comunidades en la región, tanto qom como wichis. Ya en la noche después de la cena, Bernardo nos cuenta un poco de todo aquello: las 25 casas fueron construidas en los últimos años, que también lograron la electrificación, que por falta de agua ya casi ni se puede mantener los chanchos, chivos o gallinas ni cultivar las sandías, zapallos o el algodón. ¿De qué viven entonces?, “Y acá la mayoría vive tanto de la asignación universal por hijo como por la pensión por Mal de Chagas”. Con los días y visitando diferentes asentamientos más distantes descubrimos el alcance de esta frase: todos tienen chagas. No por nada Marcos López nos dirá más tarde: “este lugar lo llamo la capital nacional del chagas, también yo tengo”.

Campo la China, El Zanjón, Techat, Pozo del Toro, El Algarrobal, cada paraje que se nos cruza en la ruta y los problemas parecen repetirse frente al monte que monopoliza la visión, pero que a la vez sigue siendo fuente complementaria para la vida de los lugareños. Pablo de Campo la China por ejemplo, ante la posibilidad de vivir urbanizados como en Miraflores, nos respondió: “nos sirve más vivir en el monte, porque ahí tenés todo, leña, agua, comida, a diferencia del barrio que tenés que pagar por todo”.

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-¿Cultivan, cazan…?

-Sí, cazamos wasunchos (chivos), tatu carretas, tigres, quirquinchos. Pero no podemos cultivar porque es monte y no hay mucha agua. La que sacamos del pozo es agua amarga, no la podemos usar, pero sí los animales. Igual los pozos están secos ahora, porque no llueve hace 6 u 8 meses más o menos.

En Pozo del Toro la situación es parecida: “acá tenemos un pozo, pero si no te levantás a las 3 am, lo que te queda es agua chocolate. Nos gustaría que hubiese cañería para que la gente pudiese tener en sus propias casas y no tener que caminar para llegar”. El ir y venir de las bicicletas adornadas con bidones a los costados hacen que cualquier duda sobre las palabras repetidas se esfume para siempre. Este conflicto de cada día se junta con la necesidad de vivir en casas de material. Acabar de una vez y para siempre con la sed y el frío. Y la vinchuca, que seguirá entre ellos hasta que no abandonen las casas de barro, en las que habita. El gobierno promete casas, o sea vivienda digna, pero no cumple. Si en Miraflores hay 25 hechas, una vez que nos alejamos se empieza a convertir en algo excepcional: solo unos pocos pueden ahora gozar de las viviendas, a pesar que hace 3 años empezaron los pedidos. Sin embargo, ¿cómo romper con la indiferencia –apatía, deshonestidad o el calificativo que más les guste- del gobierno de Capitanich? “Con la lucha” entonan sus labios cada vez que hacemos la pregunta. “La lucha” y su “organización” saben que son el camino y las únicas bases fuertes para lograr mejorar sus vidas. Si durante tantos decenios el estado argentino los mantuvo fuera de cualquier beneficio, solo por su unión han logrado salir un poco de la exclusión.

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Sequía, sed, frío, vinchuca, chagas, lucha y organización, son por ahora las constantes que vamos encontrando a nuestro pasar. Pero las privaciones no son solo para las comunidades, sino también para los servicios públicos que están en sus alrededores. El ejemplo de la Escuela 1017 esclarece. Está en medio de la ruta, nos presentamos e inmediatamente fuimos recibidos por una amable directora, Mabel. En la 1017 hay 240 alumnos, que no solo reciben la educación pública sino que además le otorgan gran parte de su alimentación: “hace 5 meses que no me llegan los fondos para mantener el comedor. Todo este tiempo tuve que pedir fiado a los comerciantes de acá. No sabés la vergüenza que me da entrar y tener que decirles que de nuevo no tengo con qué pagarles. Un día, me dijeron que ya no iban a poder fiar más. Yo los entendí, porque no te pueden ir regalando las cosas; pero ahí fue un golpe tremendo”. La única vez que recibió alguna respuesta este 2013 fue cuando la llamaron de un programa de Radio 10 y ella contó lo que estaba pasando. Ahí, inmediatamente llamaron desde Resistencia, diciéndole que cómo iba a decir esas cosas por una radio de alcance nacional, que no tenía códigos, que no se qué. Ese mes le llegó la plata, el siguiente también, luego, de vuelta al silencio. Sin embargo, ella se enorgullece de lo conseguido: “acá la mitad son qom y la otra criollos. Me costó hacerles entender a los adultos que tenían que dejar de lado sus diferencias y que tenían que pensar en los chicos”, resaltando un conflicto que según cada lugar esconde una relación conflictiva que se entremezcla la historia, los discursos invisibilizadores y evolucionistas, y la violencia. Pero si hay algo que han logrado las comunidades fue imponer la enseñanza en la lengua qom, el qomlactac, mediante los ADA, auxiliares docentes aborígenes, claves en los primeros años, donde los nenes sin saber una sola palabra del castellano –o la castilla como lo llaman- eran obligados a aprender a leer y escribir en un idioma completamente ajeno.

 

Entre el celular, el avance del internet gracias a las compus que ya tiene la escuela, la televisión, el abandono de algunas prácticas históricas con el monte, parece ir moldeando a los jóvenes de las comunidades. ¿Qué son? ¿qué se les permite ser? Por un lado, la caza, la pesca, la subsistencia mediante la naturaleza ha sido abandonada en Miraflores, aunque todavía el sistema no los considera como sus miembros plenos. Incorporación a un modelo de vida, pero como excluidos de tal. Esto trae la malnutrición, ya que no se han hecho de una dieta integral por falta de recursos o conocimientos, pero también graves consecuencias sociales: el poxi se va extendiendo entre los pibes. ¿Acaso este proceso de huída no puede ser consecuencia obvia de una incorporación parcial de una juventud, a la que se le muestra y se les impone una forma de vida, pero que solo parcialmente van a poder acceder? Por ello, la búsqueda de los mayores en recuperar y mantener los valores culturales propios, pero no como un salto hacia atrás, sino como herramienta para el presente, para llenar la nueva vida que están empezando a transitar.

Vivienda, electricidad, agua. En este orden las comunidades van exigiéndole al gobierno provincial. Ellos han esperado mucho para que sus vidas mejorasen y ahora mediante la organización política han comenzado a gozar de algunos resultados. Por eso, es difícil no enorgullecerse con ellos cuando proyectan su futuro y dicen “solo lo vamos a conseguir gracias a la lucha”.

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[i] http://www.prensa.chaco.gov.ar/?pag=noticia&nid=29552

Derecho para matar

Las fuerzas de seguridad que asesinan sistemáticas. De civil, retirados o de turno, disparan sin preguntar. Los datos duros de la sangre que salpica el gatillo fácil. 

Hoy, mañana o pasado, según las probabilidades estadísticas del Centro de Estudios Legales y Sociales, un policía de civil o retirado va a matar a otra persona. 44 por ciento de las muertes causadas por un uniformado se dan cuando no están uniformados -9 por ciento son retirados; 35 por ciento, de franco-.

231 personas fueron asesinadas por personal de la Policía Federal entre 2002 y 2011 en la Ciudad de Buenos Aires.

312 personas fueron muertas por personal de la Policía Federal entre 2002 y 2011 en el Gran Buenos Aires.

En esos 312 casos, los policías estaban fuera de servicio: aun más federales mataron, en esa década, fuera de su área de trabajo que en ella. Por eso CELS concluyó en este informe de 2011 que esto “reafirma la necesidad de que se modifique la cultura institucional de portación y uso de armas”. El 15 de noviembre de 2012, el Ministerio de Seguridad, todavía a cargo de Nilda Garré, publicó el Programa del Uso Racional de la Fuerza.

4 principios desde los que fue pensado:

1- Oportunidad: La fuerza se usará cuando todos los demás medios legítimos para alcanzar el objetivo resulten ineficaces y el uso de la fuerza no acarree consecuencias más lesivas que aquellas que se producirían en caso de no recurrir a ella.

2- Proporcionalidad: El personal deberá resolver el uso de la fuerza en relación con la gravedad del delito y al objetivo que persiga salvaguardar.

3- Legalidad: La fuerza que se use tiene que adecuarse a las normas constitucionales, legales y reglamentarias vigentes así como a los tratados internacionales en materia de derechos humanos.

4- Rendición de cuentas: el personal debe asumir las responsabilidades de su accionar y rendir cuentas por las acciones efectuadas.

El eje de trabajo más interesante para eliminar los casos de muertes por policías es la reforma en la formación inicial de oficiales y suboficiales. Se incorporan “técnicas de comunicación, negociación y prácticas graduales sobre el uso de la fuerza”. Algunos –y solo algunos- casos de 2013 como esos que se encuentran fácilmente en los diarios muestran que, al menos en lo inmediato, no hubo resultados.

Un ejemplo por cada caso encontrado en este año solamente buscando «policía de civil mata» en Google:

 
• Intentando evitar un robo, matan.

Tiros en un colectivo: un policía mató a un ladrón y detuvo a dos cómplices (24/6/2013)

 
• Intentando evitar que les roben, matan.
En la localidad bonaerense de Villa Ballester

Una mujer policía mató de un balazo a un ladrón que trató de asaltarla (11/9/2013)

 
 
• Intentando ocultar, matan.
El efectivo está detenido

Santa Fe: lo mató un policía de civil después de chocar con su auto (3/9/2013)

David Vivas, trabajador de Acindar, chocó con su auto el domingo al amanecer. Luego, un sargento de la policía le pegó un tiro en la cabeza. Dijo que quiso escapar, lo arrastró diez metros, y en el forcejeo, la bala se le escapó. Para su madre fue otra cosa. Le dijo a Infojus Noticias que su hijo “era incapaz de hacer eso”.
 
 
• Intentando robar, matan.

Gendarme detenido por el asesinato del Suboficial de la P.F.A. (20/5/2013)

Fue detenido en Campana por el crimen del suboficial Héctor Alejandro Domínguez Fernández ocurrido en el barrio porteño de Caballito, el viernes pasado. 
[…]En un principio se creía que el autor era un delincuente, al que el Suboficial habia tratado de detener cuando asaltaba a una mujer, en la intersección de la Avenida Honorio Pueyrredón y la calle Tres Arroyos, donde el uniformado – perteneciente a la comisaría 13°- intentó defender a la víctima de un asalto y recibió un balazo en la cabeza.
 

El Programa del Uso Racional de la Fuerza propone también realizar estadísticas confiables sobre hechos de asuntos internos de las cuatro fuerzas (Policía Federal, Gendarmería, Prefectura y Policía de Seguridad Aeroportuaria). Antes de que esas estadísticas muestren los resultados. Antes de poder evaluar los efectos del Programa, el Ministerio aumentó la cantidad de gendarmes en el Conurbano bonaerense y Sur de la Ciudad de Buenos Aires, de 3500 a 6000 efectivos. Con más armas en la metrópoli, nada imposibilita que sea entre hoy y mañana que haya otro muerto a manos de un policía fuera de servicio.

 

«Siempre fui más perro que veterinario»

A Pedro Saborido esta entrevista le aburre. Que el guionista de Tato Bores, de Todo x 2$ y de Peter Capusotto no se sienta entre alegrías no se sabe si es un problema o algo cotidiano. ¿Qué es el humor? ¿Qué es el humor político? ¿Qué el humor de actualidad? Responde un contracultural, del rock, del que se ríe con un pedo, del que se cansó de los medios. Además, un adelanto de lo que se viene este año en la TV Pública.

– ¿Cuál fue el último chisme que te enteraste?

– Un engaño amoroso en un pueblo donde voy seguido, en General Guido. Era la noticia este fin de semana.

– ¿Fuiste transmisora del chisme o no?

– No, te lo acabo de contar a vos nada más.

– ¿Y qué sentiste? Lo gozaste, ¿no? Me lo vendiste así… Lo mismo pasa con algo terrible. Es como que te conmociona y lo tenés que volver a contar. Explotó el edificio en Rosario. Salta: se comparte la información. Y cuando no hay tema de conversación se pasa a hablar de lo último que se sabe para comunicarse. Más tierna es la comunicación que se da en un barrio como Lanús hace 30 años que debe ser parecido a un pueblo de hoy, era normal que se pusieran a hablar de cómo está el tiempo, el clima. Es lo primero que comparten, es esa necesidad humana de comunicarse. Después va derivando la charla, pero nace ahí.

Pedro Saborido arranca su mañana en un bar de Belgrano R interrogando a la fotógrafa para tratar de explicar cómo funciona para él la comunicación. De gorra, el pelo algo grasoso y unos anteojos gruesos que parecen estar sucios, Saborido da la sensación de estar fuera de contexto en la coqueta esquina de Freire y Echeverría. Lo que a nosotros nos llama la atención, igual, no es su imagen: es lo que hay dentro de esa cabeza que guionó las (hasta ahora) siete temporadas de Peter Capusotto y sus videos, el programa de rock que parodió con una precisión quirúrgica las actitudes típicas de los argentinos. No sólo eso, también fue guionista de Tato Bores y de Todo x 2$, dos hitos del humor en la televisión argentina. Son más de veinte años de mandar en el centro de los medios, pero siempre con una lógica muy distinta a la que manda en el centro de los medios. Estar fuera de contexto, acaso, es su constante: se hizo de Racing en su niñez cuando en Gerli la mayoría era de Independiente, eligió el rock como camino de escape cuando en su adolescencia lo que pegaba era la fiebre de sábado por la noche de John Travolta.

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– Después de más de veinte años dentro, ¿cómo te llevás con los medios?

-El sature de los medios te puede venir, como te podés saturar de cualquier cosa. Yo hice un experimento para ver qué pasaba si no leés ninguna noticia y la conclusión es que te enterás igual. Te enterás porque estás en un bar y hay una tele encendida, o entrás a un negocio y está la radio, o te cruzás con un conocido y te empieza a hablar de lo último que pasó. Y es lógico porque es como catárquico. La persona recibe una información y necesita soltarla. Es como un chisme. O sea: ¿por qué existe el chisme? Porque la persona que se entera tiene la necesidad de compartirlo, más allá de que le pueda resultar placentero o no.

-Sin leer los diarios, sin información, tiene mucha actualidad Peter Capussotto…

-No. Es sin actualidad. Tiene más que ver con un momento o con una época que con una información puntual de un diario. Tiene más que ver con lo que se vive socialmente. Micky Vainilla no es una información puntual, es una pintura de una época. Tato Bores sí era actualidad, se trataba de un show que era un resumen de todo lo que había pasado en la semana, de lo que se había hablado.

-¿Te sienta más cómodo esta manera de comunicar que el humor político con el que arrancaste, en Mitre y con Tato Bores?

-A mí lo que me pasó con el humor político, que me pasó hace mucho y ahora me di cuenta, o creo saber lo que me pasó, es que estaba saturado de escribir mirando el diario y tener esa obligación de ver de qué había qué hablar según lo que ahí salía. No critico al que lo hace, pero a mi particularmente me saturó eso de agarrar el diario para ver de qué hablo. Y a parte, había que tener ante todo una posición medio tirapiedra. Ya en la época de De la Rua no hacía humor político. Ahí también ves cómo se modelan los personajes para hacer humor político. Que la cartera Luis Vouton; que el bigote de Macri, que viaja y que es un vago; que la Carrio es pitonisa; que el otro es un indeciso. Se hacen personajes de trazo grueso: De la Rua es un boludo, Menem es frívolo y maquiavélico. Es medio sesgado eso.

-¿Por qué Tato fue tan respetado? ¿Por lo novedoso o por la calidad?

-Tato no era un periodista, era un cómico que venía de una escuela que es la revista porteña. Era otra época, estaban instaladas tres cosas básicas. Primero, una discontinuidad democrática, la libertad de expresión iba y venía, se podía hablar de unas cosas sí y de otras no. Entonces la comicidad, el humor, el absurdo y la metáfora constante con la que se construía humor venían fruto de aludir a algo sin caer en la censura o en la impugnación. De ahí que aparece la metáfora o las formas de representación. La segunda, que viene de esos momentos en los que había democracia o no había democracia, es que el humor político tenía esa especie de acto subversivo, que con el chiste se atacaba algo que en la prensa sólo lo podía reflejar un editorialista de mucho nombre. Y la tercera, la pompa institucional: el lugar del humor estaba frente al poder. Y en el poder estaba esa institución… La forma en la que se hablaba de un presidente, de un diputado, que se empezó a romper con la noticia rebelde, se siguió rompiendo con los políticos yendo a los programas humorísticos y se terminó de romper el cerco con CQC, cuando ya a un diputado le podías hacer en medio de dos chistes una pregunta terrible, o tocarle el culo. A la vez que todo lo institucional perdió pompa, protocolo, que eso fue a partir de Menem. No es lo mismo la formalidad de Alfonsín que la informalidad de Menem.

-¿Y Peter Capusotto qué es?
-Humor. Por ahí todo humor es político, como decía Rep en una época. Qué se yo. En todo caso no hacemos humor de actualidad política, si querés ser más preciso.

A Saborido le aburre la entrevista, aunque le gusta hablar. Cada tanto nos invita a intervenir en la charla con algo más que preguntas. Se da cuenta de que en el bar también está Hugo Orlando Gatti. Y charlamos un rato del Loco. Después repasa en silencio, en su cabeza, de lo que venimos hablando. Y ahora el que interroga es él.

-Eso de “los medios”. El termino es ese, qué se yo. A ver: ¿qué te gustaría comer al mediodía?

-Una milanesa, supongo.

– Bien. Vamos a comer una milanesa. Ya son las 12:30. Tenés hambre. Viene el mozo, le pedís una milanesa. Llega la milanesa. La comés. Ahora vamos a la noche: ¿qué querés comer? Milanesa, tomá otra milanesa. ¿O no querías milanesa? Vas a comer milanesa cuatro años seguidos, la puta que te parió. ¿Qué te parece la milanesa ahora? La fascinación está cuando vas hacia un lugar, después llegás, te acostumbrás, lo despreciás o lo valorizás, pero lo normalizas. Trabajar en los medios tampoco es una panacea.

– Si no lees diarios ni mirás mucha tele, ¿de dónde surgen los personajes que creás? ¿Mucho YouTube?

-YouTube lo miro mucho, pero como entretenimiento pelotudo. Es el resto de la vida, que es un montón. Lo que te pasa con tus amigos, lo que ves en un bar, lo que te pasa con tu familia, lo que palpás. Cotidianeidad. No es lo mismo lo que te pasa a los 30, que a los 40, o llegando a los 50. No es lo mismo estar soltero que casado. Esas distintas vivencias te acercan a otros mundos, a otras gentes, a otra observación. Tampoco es que estoy mirando todo el tiempo a ver si se me ocurre algo. Tal vez dice algo Diego y yo trato de apelar a algo que me pasa a mí con lo que dice él y sale.

-¿Y cuándo te diste cuenta de que eras gracioso?

-A veces pensás que algo es gracioso y para nada. Vas probándolo. Lo comentás, te vas dando cuenta de qué cosa funciona y qué cosa no. Es el ejercicio de la experiencia, nada más. A veces no es hacer las cosas bien sino animarse a hacerlas. Es la audacia lo importante. Algo siempre está entre lo general y lo particular. Si vos mañana te querés levantar a una mina y le hacés los mismos chistes que a la anterior que te levantaste por ahí funciona, por ahí no. Si te sale, no es que sos genial. Es que te tocó una mina parecida a la que le gustaron las pelotudeces que le dijiste hace dos meses. Y si no sale, no es que vos sos un pelotudo, es que es distinta la mina, le gustan otras cosas. Esa cosa la vas aprendiendo con el tiempo.

-Pero en Peter… el público es amplio de ideologías, de edades, de culturas.

-Si vos abarcás un punto de raiting ya estás hablando de 100 mil personas. Pero uno es más general y común de lo que se cree. Lo que hagas va a llegar a un montón de gente que empieza a tomar cosas de las que por ahí no se hubiera reído antes, pero como se río de una te da la oportunidad de otras. Una le gustó, la otra aprendió a que le guste. Algo así pasa. Yo nunca fui tan marketinero, pero no tengo nada en contra. No lo fui, no sé si por convicción ideológica o incapacidad. Quedaría mejor si digo que es por convicción, pero creo que fue por incapacidad de poder hacer algo que le guste a un montón de gente.

07082013-DSC_0030-¿Y qué crees que hubiera pasado si eras marketinero?

-No lo pienso porque no me sale. Alguien te puede decir: es por acá. Es un poco Luis Almirante Brown la cosa: si hacés unos chistes con la palabra ojete vas a pegar más que si hacés una alusión a Gramsci. O si hacés un chiste basado en algo psicologista lo va a agarrar la gente psicoanalizada. Chistes con pedo, bueno, es lo más general del mundo. Pero quién se permite reírse por un pedo es otra cosa. Por ahí al tipo rebuscado no le parece bien. Antes yo no me lo permitía, porque me hacía el que me gustaba el humor inteligente. Una pelotudez. Después me di cuenta de que era una bestia de Lanús que me divertía con un pedo. Podés reírte de un pedo y de un chiste elaborado de Woody Allen. Podés disfrutar las dos cosas.

-¿Pero como guionista sentís una responsabilidad de estar llegándole a determinada gente, de transmitir un mensaje?

-No, no. Sale solo. A veces sentís que querés hablar de algo, pero nunca tuve una vocación pedagógica. Si hay cosas que tienen carga de bronca, o algo que pienso yo. Bronca no de odio, de expresar algo en todo caso. Pero básicamente tienen que hacer reír, o divertir. Vos sabés que estás provocando algo que es una risa nerviosa.

-A veces es una risa angustiante, incluso, por lo bien que se reflejan algunas cosas. El tipo que come mierda en el trabajo, por ejemplo.

-Ah, bueno. Claro. Lo que pasa es que ahí te divierte que hay un tipo que se está comiendo un sorete de perro. Eso es a lo bestia. Podés tener la lectura de que todos consumimos mierda y no nos damos cuenta. Pero el tipo mete un sorete en el café con leche, eso es bestial. Lo que divierte es la animalada de estar haciendo eso. Es como un amigo que muestra el ojete en una fiesta. Una pequeña diversión estúpida, pero disfrutable. ¿Nunca tuviste un amigo que mostraba el ojete? Es medio como ser un idiota. Un momento de idiotez plena, que disfrutas de ser correcto y formal. Sos un nene de nuevo, por dos segundos.

Otra vez, Saborido se aburre con la dinámica que va teniendo la entrevista. “Yo hablo mucho, párenme”, nos pide. Y otra vez, nos invita a participar a nosotros para tratar de explicar cómo funciona para él la diversión. Ahora de manera más directa: “Empecemos a romper cosas acá, en el bar. Agarremos las sillas y las tiramos contra los vidrios. Vas a ver qué bueno. Necesitás esos pequeños momentos de abandonarte a un instante de nada. Si vos mirás a alguien que se ríe, es ridículo. Es como un estornudo: con la risa te soltás. Es tan orgánica que a veces no la podés parar. Y cuando más manija te das para no reirte, más te reís. Tiene algo de prohibido: vos no te podés reír en medio de un velorio o de un casamiento. Si alguien se pone a llorar mientras alguien se casa, es normal. Si un tipo empieza jua jua todos dicen qué le pasa a este boludo. Con mis amigos nos pasó: éramos 15 que estábamos tapándonos la risa. Y los más turros vienen y te dicen algo al oído para que te rías más. Es como abandonarse un rato, ser un nene. Si hay un tipo de 40 riéndose, vos decís qué idota. Si hay un nene de 9 meses, decís qué lindo. El nene tiene permiso para ser idiota. Mis hijos un día querían tirar huevos desde el balcón. Mi mujer decía que no. Dije: hagamos una cosa, agarren cuatro huevos, tirénlos contra la pared de la terraza y después lo limpian. Es divino hacer cosas así”.

-O sea que tenés una bandita de amigos que disfruta del humor. Puede venir de ahí…

-Sí, yo me río mucho con mis amigos. Puedo estar tres horas hablando en serio también. Conozco gente más idiota de mi edad. Que se sacan la silla entre ellos, se pegan, se hacen jodas. Como una adolescencia pero mal, eh.

-¿Peter tiene mucho de tu adolescencia? Sobre todo por ser un programa de rock.

-Tiene que ver con un momento muy claro y especial de la vida en el que tenés el permiso de crear historias y delirios ó boludeces porque en la etapa de la adolescencia uno se permite mucho el sinsentido y el chiste porque sí. Esto lo comento siempre porque me sigue fascinando: vos ves grupos de adolescentes que no entendés de qué se ríen. De más grandes sí, cuentan anécdotas, eh, cogiste, qué bueno. Los adolescentes se ríen de algo que jamás entenderás. Uno dice ‘zócalo’ y todos se cagan de risa. Viene de historias o de chistes internos, giran sobre su propio humor. De afuera decís, ¿dónde está el chiste? En los adolescentes se da eso en mucha intensidad, son el centro del mundo ellos en ese momento. Un poco con Diego tiene algo de eso, de que haya chistes porque sí, porque nos divierten. Tiene mucho de nuestra parte adolescente con la que convivimos.

Podemos ponernos el disfraz de psicoanalista –siempre desde la parodia que proponen Saborido y Diego Capusotto, claro- y afirmar, con barba y anteojos, que para el hombre que es la voz de Pizzería Los Hijos de Puta, de Perón y el Rock y otras más, el programa es una manera de manifestar su adolescencia tardía porque entre los 12 y los 19 tenía reprimido el permiso para crear historias, sinsentidos y delirios: “Yo la pasé muy bien, igual, me divertí mucho. La Dictadura fue lamentablemente normal. El Golpe fue cuando yo tenía 12 años. Después te dabas cuenta, porque tampoco te explicaban mucho. Simplemente era. Lo mínimo que me pasó a mí, más allá de que a veces te enterabas de algunas cosas y ahí empezabas a despertarte, fue la presión en la escuela, el respeto hasta el exabrupto de los símbolos patrios, o que casi me echen del colegio por hacer una nota sobre Martin Luther King. Estupideces tales como que a un amigo le dieron 20 amonestaciones porque fue con Topper rojas y eso decían que era de comunista. Era un colegio del Estado. En la primaria fui a un colegio tercermundista, otro palo. Ahí terminé justo en el 76. En eso te vas moldeando a lo prohibido. Para ver un culo tenías que ir a ver una película italiana a las 2 de la mañana en Valentín Alsina. Y a la vuelta por ahí te comías una razia. Venía un bondi y decias: ‘uia, qué hace este colectivo acá’. Lo parabas y bajaban dos civiles que te decían arriba con otros 50 pelotudos como vos y si no tenías documento te comías 24 horas adentro. Un montón de cosas de las que nos dimos cuenta cuando volvió la democracia, que yo la había vivido sólo tres años, entre el 73 y el 76. Cuando llegó la democracia era todo raro. Guau: una revista con una mina mostrando el culo. Guau: la revista Humor habla de desaparecidos. Era inaudito, impensado. Es como que ahora los mozos del bar estuvieran desnudos. Te parece increíble, pero era normal. Ojo: es más trascendente eso a que te sirvan un café con leche en bolas. Es como pasa con Bergoglio: dice lo que todo el mundo sabe hace años, pero todos se sorprenden. Es la contradicción: los milicos habían prohibido una escena de Hermano Sol, Hermana Luna, una escena de San Fransisco de Asís donde le cuestionaba al Papa por qué tanto oro. ¡Y los tipos cortaron esa escena porque San Fransisco de Asis cuestionaba al Papa en el 1500! San Francisco de Asis, ¿entendés?”.

-¿Y con ese descubrir cosas te acercás a militar en el Partido Intransigente?

-Para el sector en el que venía yo, entre rockero y hipón, la oferta avellanedense del peronismo no era muy atractiva. Esto era más zurdito. Yo tengo un tronco familar que era entre peronista y socialista. Y había como un espacio muy fuerte. Cuando te ponés a militar los componentes son muchos, no es sólo ideológico. Es un grupo de pertenencia, los atractivos también pueden ser afectivos, un amigo, una amiga, una mina, una estética, un devenir de cosas. También la militancia lleva a distintos grupos de pertenencias que te pasean por costumbres: los cumpleaños, las marchas, las peñas y un montón de circunstancias que sólo se viven con la militancia. Yo era un militante básico, un militante festivo: iba a las peñas nada más. Tenía esa contracultra del rock. Si venía de una cultura rock, la militancia se contraponía. Eso de la disciplina, el encuadramiento en el rock no existe. Así hubo cosas que no podía soportar como militante. Nunca pude ser orgánico porque era una porquería humana. Nunca me gustó la música latinoamericana. Silvio Rodríguez, todo eso, me parece espantoso. No aprendí a que me guste.

-¿Y cómo pasás de militar en el PI a terminar haciendo que Perón diga exiliado desde Madrid ‘yo quiero mi pedazo porque no me lo dan si yo ya puse plata y mi pedazo no está?

-Bueno, por ahí ese es el final. Lo que te quedó de tu vida es poder hacer la voz de Perón. No es que pienso que la política ahora es tal cosa y yo voy a agarrar y voy a hacer esto. Yo lo veo a Perón diciendo –imita la voz de Perón- ‘la rubia tarada’ y me causa gracia. Ese es el acto que no esperás. Después la carga simbólica que le pongas a eso, por ahí está, por ahí viene un tipo y me dice: -imita otra voz, tal vez la del psicoanalista que inventamos unos párrafos más arriba- que en el inconciente estoy uniendo dos puntos contrapuestos finalmente resignificando la carga política de la letra de Luca Prodan como desmitificando a Perón poniéndole palabras que son del rock. Yo siempre fui más perro que veterinario. El perro no dice ahora voy a marcar mi territorio: va y mea. Después el veterinario puede estudiarlo. Diego y yo estamos atrás de otra cosa, de hacer reír y apelamos a cosas. El publicista lo puede hacer, pero igual lo que se le ocurre es algo que después calza. Yo por ahí lo tengo y no me doy cuenta. No es que digo voy a hacer un personaje sobre los comentarios discriminatorios. Micky Vainilla nació como un cantante pop que era medio de derecha, algo medio contradictorio. Después escuché una conversación que a una mina le decían: ‘che, vamos en tren’ y la mina contestaba: ‘no ahí está lleno de negros’. Ahí dije: ah, mirá. Empezó a trascender esta cosa que gira y da vueltas por todos lados. Pero porque apareció la oportunidad para hablar de eso.

Faltan tres semanas para el 2 de setiembre, el día que se ponga al aire por la TV Pública el primero de los doce programas de la octava temporada de Peter Capusotto y sus videos. Para calmar la ansiedad, pero sobre todo para que Saborido explique cómo es el proceso creativo de personajes tan logrados, dejamos un anticipo:

“Ahora por ejemplo estamos haciendo una cosita chiquita de una banda que se llama Talle 13. Los tipos no hablan con acento latino porque son de Honduras pero hablan –hace una voz gruesa, criolla- así nomás. Los tipos explican que en el Norte de Honduras no dicen –pone voz latina- guacamole. Están todos esperando que digan –con voz latina, de nuevo- mueve el bumbum, pero hablan así. Son gente que no les cae muy bien ser latinoamericanos. Les queda chica Latinoamérica, quieren que de una vez los invada el imperio para poder tener WiFi. Los tipos dicen está todo bien con los latinoamericanos, pero no me gusta ser latinoamericano. No es Micky Vainilla: es un tipo que dice me gustaría vivir en una ciudad que tenga olor a comida frita. Eso dura tres minutos. Se nos ocurrió lo de Talle 13 y lo fuimos armando. Dijimos: ¿otra vez un tipo que hable en latino? Y no hablan así, te dicen soy hondureño sin acento hondureño porque son del Norte. Es como cuando encuentran un cordobés que no tiene acento y tiene que explicar que es del Sur de Córdoba y ahí no tienen el acento cordobés. En esa búsqueda que vas haciendo, pensás en eso de ser latinoamericano. ¿Y está bueno ser latinoamericano? ¿Esto es Latinoamérica o tengo que ir hasta Lanús para ver Latinoamérica? ¿Y Miami qué es? ¿Don Omar es latino? Es latino pero vive como mi cuñado que es judío. ¿Qué es latino? ¿Un tipo con un gorra o una Kolla que está con la quena? Es buscar esos personajitos, por ahí lo gracioso es que están con un saquito corto, que se llaman Talle 13 y que expresan la opresión de ser latinoamiercano”.

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«Se acaba el rock nacional: ahora es rock originario»

Goy Ogalde siempre se animó al desafío. Escuchaba los Beatles cuando sus amigos querían a Los Parchis. Rompió con el conservadurismo de su Mendoza natal. Llenó todo lo que quería con Karamelo Santo, pero se cansó. Se volvió autogestivo y produce a grupos originarios. «Nación son ellos», explica.

– Se me había dado por bombero. Tenía el destacamento cerca de mi casa en Mendoza y me gustaba. El fuego siempre me llamo mucho la atención, debo haber muerto en otra vida quemado, que se yo. Después relacionaba el color rojo, todo lo que era rojo me gustaba.

Goy Ogalde no llegó a ser bombero, pero todavía recorre los cuarteles de La Boca para escuchar historias. Todavía le atrae el color rojo, pero le ganó la música. En la niñez mendocina convivieron los dos deseos, pero la adolescencia lo agarró con una guitarra en la mano y caminando a Chile, a México. Caminando Goy Ogalde empezó a ser nombrado Goy Karamelo, a verse y escucharse en las canciones de Karamelo Santo, todo el tiempo en todos lados. De esa exposición, prefirió bajarse y los pasos lo llevaron al camino de la autogestión. Hoy es productor y es un nuevo proyecto: Goy Karamelo & Kangrejoz. No llegó a ser bombero, pero la música en la habitación donde trabaja rodeado de consolas parece funcionar como el fuego: todo lo toca y enciende. Durante el recorrido de su carrera las llamas van mutando, la música y su espíritu se transforma.

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– ¿Cuándo cambiaron las ganas de ser bombero?
– Ahí nomás. Escuché un disco de Los Beatles y dije: “Voy a ser músico”. Tenía seis años. Era muy loco porque yo soy muy grande, tengo 45 años y pensá que te estoy hablando del año 75, casi antes de entrar al proceso militar. En esa época, decir que te gustaba el rock era una locura. No era bien visto. Como que el rockero era un tipo vende patria. Muchas veces, se ha querido mezclar la lucha de izquierda con el rock y nada que ver. Al contrario, los Montoneros odiaban el rock. Para ellos, era una cosa extranjerizante mal. No existía el rock en español. A mi viejo le gustaba el folcklore, pero igual le gustaban Los Beatles. De por sí, el que trajo el disco ese a mi casa fue él. Era Help. Pero después yo llevaba los discos a cumpleaños y cosas así de esa época y nadie me dejaba ponerlos.

– Cuándo vos ibas con Los Beatles, ¿tus compañeros qué escuchaban?
– Escuchaban cualquier cosa: Palito Ortega. Estaban de moda, por ejemplo, Los Parchis. Y yo iba con un disco de Almendra y con uno de Los Beatles. No sé por qué se me dio tanto por el rock. Me gustaba que tuvieran pelo largo, que tuvieran glamour. Yo no quería ser un flaquito de pelo corto: quería ser un tipo de pelo largo, tener la guitarra. No me vengas con un oficinista.

– ¿Cómo se vivía el rock?
– El fenómeno del rock para las clases populares es solamente en Argentina. Vos vas a Alemania, a Chile, a México y la gente que escucha rock es de clase alta o media alta. Las bajas no escucha rock en México, es una cuestión de fresas o de chetos como dicen ellos. Igual acá también pasa eso: el cheto escucha rock y el flaco que está en la villa escucha Los Redondos, La Renga, pero eso es por folcklore no porque sean rockeros. Son cumbieron ellos. No vas a ir a una villa y vas a escuchar a Morrissey o a Peter Murphy. Como mucho, en algún lado, Bob Marley, pero eso es porque se transforma en una cuestión folckólorica del rock, del hermano que escuchaba Los Redondos y le dijo al pibe: «Escuchá, ponete la remera de Los Redondos porque si no sos puto». Por eso, ese rock barrial creo que no es un rock representativo de lo que es realmente la filosofía del rock. Es otra cosa. Es mucho más alejada de lo político, mucho más incorrectamente político si vamos al tanto. El rockero, en definitiva, es esa sangre del tipo Elvis Presley, tipos que se morían drogados o en accidente fatales porque su cuestión era espiritual y no le encontraban un sentido a la vida. O Jim Morrison. Esa es la filosofía del rock, decir que estamos de vida pero voy a vivir al extremo. Nosotros después le damos un tinte político. Pero eso ha sido con la evolución del pensamiento. Hoy el cumbiero tiene más actitud rockera por ese modo de drogarse con todas las drogas de su clase social y matarse. Eso es más rockero, el rock de ahora, el rock políticamente correcto es un poco un rock de acción católica, sirve como eje de mensaje o como medio de comunicación, pero el rock real no servía para nada. Si vamos a escuchar los primeros rockeros más vale que ni le dieras un micrófono: tipos como Chuck Berry, como Jimi Hendrix, eran artistas pero no tenían nada que decir. Es más agarraban un micrófono y capaz que decían cualquier boludez.

– ¿En qué momento pensás que empieza a transformarse esa imagen del rock?
– Yo creo que a partir de los ‘80. Bob Marley creo que fue el primero que intentó corregir la situación. Empezó a haber un rock de protesta social. Si bien Lennon ya lo venía planteando, era toda una corriente.

– Decís que empezó a haber un rock de protesta social, ¿en qué momento comenzaste a notarlo en Argentina?
– En la época de Malvinas, yo justo estaba aprendiendo a tocar la guitarra, entonces era el único del barrio que tocaba la guitarra y me iban a buscar para las fiestas. En la época del proceso militar, tenía doce o trece años y era imposible juntarse en la casa de nadie ni en la calle de nadie. La única que tenían los jóvenes para juntarse era ir a un patio de una iglesia. Podías ser católico, judío, hebreo, lo que fuera, pero era el único lugar donde vos te podías juntar un sábado a la tarde era en un grupo católico juvenil. Otra no había. Vos ibas a un bar, se juntaban veinte tipos y te caía la policía y te llevaba. Nosotros éramos muy chiquitos y me acuerdo que estábamos metidos ahí en la Iglesia tocando la guitarra. Empezó la época de Malvinas, la rendición de Argentina y salieron Piero, Miguel Cantilo y León Gieco. Ahí sí Argentina tuvo un acceso directo a la música de protesta. Todo el mundo escuchaba a Piero “Para el pueblo lo que es del pueblo” o “Solo le pido a Dios” o “La marcha de la bronca”.

– La dictadura influyó en el mensaje de la música, ¿crees que influyó también en tu decisión de seguir ese camino?
– Esto era utópico. Era mi sueño nada más. Era imposible en el 78, en sexto o en séptimo grado, pensar que yo podía ser un rockero famoso en Mendoza. Era una cosa así: un delirio como querer ser astronauta y vivir en La Rioja.

– ¿Cuándo te diste cuenta que era posible?
– ¿Vivir de la música? No, de grande. De chico fue siempre imposible. Hasta por lo menos los 18 años, no se me había cruzado por la cabeza irme como me fui a hacer música. Hasta los 18 años yo pensaba ser un ingeniero electrónico y tocar música en mis tiempos libres. No existía, era imposible. Primero estabas en Mendoza, que es una ciudad muy fascista. Allá el que es rockero es rockero de alma y tienen mucho huevo. Por eso, a veces salen artistas como Quino o escritores terribles, porque el aparato cultural tiene que ser totalmente alternativo y extremadamente arriesgado y muy loco. Sino están todos desaparecidos.

Lo imposible se hizo posible. Goy junto a Karamelo Santo llegó a no poder caminar por la Ciudad. A viajar, a llenar, a familiarizarse con el término sold out, a llegar a un lugar por primera vez y que la gente ya estuviera coreando las canciones, a producir y tocar y tocar y tocar. Llegó a ser el rockero de pelo largo y guitarra y esta experiencia volvió a transformar su propio deseo. La autogestión le llegó de manera casi obligada por querer bajarse de la marca. En su primer trabajo discográfico – “Remedio de mi corazón” – de Goy Karamelo y Kangrejoz no quiso apostar a las lógicas del mercado. Para correrse había que crear nuevos circuitos y fue por eso, por una difusión de boca en boca, por una banda con una cantidad de integrantes que permitía que todos viajen en el mismo avión, micro o camioneta, por shows que recorrieran el país, por libres descargas en internet, por nuevas posibilidades. Nuevas para él, para reinventar sus ganas de seguir haciendo y nuevas para otros proyectos que empezó a producir con su propio sello discográfico.

– ¿Decidir ser productor tiene que ver con rebatir el mercado?
– Ahora grabo discos gratis. Antes me pagaban por ser productor. Lo hacía un sello o la misma banda. Ahora yo tengo mi sello y produzco lo que quiero. Produje el disco de Noe Pucci, que es su disco solita. Ella es una cantante Neuquina, ítalo mapuche. Hice al cacique huarpe Marcelino Azaguate. Hice a Puel Kona, que es una banda mapuche. Hice La Yugular, que son Coyas, de Jujuy. Hice cuatro discos, los hice de onda, y ahora empiezo a hacer cosas para que salga para adelante lo que yo pienso que es un movimiento interesante.

Tienen un montón de cosas muy importantes. Primero y fundamental tienen que ser un colectivo, no tiene que ser un solista. Tiene que ser un colectivo de gente que trabaje junto, que participe en confederaciones multisectoriales o en asamblea originaria. Que tengan una descendencia originaria por lo menos uno o dos integrantes de la banda y que aparte canten en su lengua originaria.

– ¿Por qué la decisión de producir estos proyectos?
– Para mí, este es el futuro del rock nacional. Se acaba el rock nacional ahora es rock originario, rock pluricultural. ¿Nación de qué? Argentina empezó en 1810, esto hace siete mil o diez mil años que existe. Entonces vienen acá, cantan con su kultún, trutruca, sikus, malta, erkes, huancara, lo que sea pero hacen rock y está ahí la vertiente de esto generando algo.

“Los grabo porque van para adelante como piña”, y acompaña la frase con el gesto. Los graba porque para él, ellos son Nación.

– Vos te das cuenta cuando uno es Nación en su lugar, acá en Argentina, Nación son ellos, los pueblos originarios, nosotros somos unos colados que decimos somos Argentinos para justificar un mestizaje que no sabemos que va a pasar. En definitiva, vamos a terminar siendo todos los negros que no queremos porque el mestizaje va a aumentar, cada vez vamos a ser más indios y ojalá yo sea cada vez más indio. Mi vieja vino de Europa, de Rumania y Polonia escapándose de los nazis por ser judía y se cruzó con un Huarpes y yo estoy acá cada vez más fuerte. El destino de los Argentinos es ser negros, ser indios, ser originarios.

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