Archivo por meses: julio 2013

Independencia tomada

Los acaban de desalojar, piensan pelear por lo que les corresponde. Se trata de sus hogares, pagaban los alquileres hasta que se vendió la propiedad, y ahora solo les ofrecen la calle para vivir como opción. Se nos ocurre que este centenar de familias merecen una respuesta digna del Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad. 

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100 familias.

Hoy,22 de agosto, 100 familias, más de 350 personas, acaban de quedar en la calle.

Leés esta nota y ellos ya están en la calle.

¿Qué se siente?

Digo, ¿qué se siente estar en la calle?

Ariel cierra los ojos. Juan arquea las cejas hacia arriba. Beatriz tapa su labio superior con el inferior y levanta el mentón.

Cuatro años y algunos hijos después, ni se lo imaginan.

¿Tendrán viviendas los encargados de dar soluciones?

¿Podrán elegir dónde vivir?

¿Tendrán agua caliente?

¿Y calefacción?

Porque Beatriz, Juan y Ariel no.

Pensá que vos te enojás cuando lavan los platos mientras te estás bañando porque te sale un poco más fría…

¿Cuánta gente vivirá en los departamentos de Puerto Madero?

¿Habrá unos cien libres?

¿Tiene que ocuparse una nota de preguntarse esto?

Una escalera, perros, otra escalera, ropa tendida, una escalera más y la terraza del edificio desde donde se ve toda Balvanera.

“Nosotros no usurpamos este lugar, fuimos personas estafadas por las personas que regenteaban el hotel”.

Se nota que fue un hotel, los pasillos alargados y los cuartitos numerados, la cocina común, cuatro baños para todos, lo grande del lugar.

“No es que es estamos acá por gusto y por placer, solo lo hacemos por una cuestion de necesidad, y si nos dan una solución nos vamos a ir tranquilamente”.

Desde la terraza se ve que el edificio va de lado a lado de la cuadra.

Ariel señala a la izquierda: los vecinos coreanos del supermercado son los que compraron esta propiedad. Esta. La de esta terraza.

¿Vendrá algún tilingo energúmeno a decir, ahora, en esta situación, que “los extranjeros nos sacan las cosas a los argentinos”?

“No queremos quedarnos con una propiedad, lo que buscamos es una solución a nuestro problema”.

El problema empezó en noviembre de 2008, cuando las familias que vivían en este hotel familiar pagaron el alquiler del mes y, a los diez días, los gerentes avisaron que la propiedad había sido vendida y que las familias se tenían que ir.

El 20 de diciembre, los gerentes desaparecieron.

“Hemos quedado solos”.

Aparece Bruno entre las sábanas. Tiene 2 años, mocos. Cómo subió las tres empinadas escaleras es un peligro y un misterio.

El sentido común, la necesidad, la injusticia, la desesperación, los hijos, el futuro hicieron que 100 familias que se conocían lo necesario de la convivencia empezaran a organizarse para salir. Juntos.

“Hicimos reuniones, nos contactamos con abogados de movimientos que luchaban contra los desalojos, fuimos a la Defensoría, al Ministerio de Desarrollo Social”.

Pero la causa que estudiaba el desalojo, presionada por los nuevos propietarios coreanos, avanzaba.

“La única respuesta de Desarrollo Social fue que primero van a desalojar y después, afuera, se verá que van a hacer”.

Leyó bien: ésa fue la respuesta de Desarrollo Social de la Ciudad, y no de la policía.

Todo esto en 4 años.

Ése fue el tiempo que lograron estirar la causa judicial, hasta el 18 de julio de este año.

“Infantería, carros hidrantes”, enumera el recuerdo del desalojo Beatriz Agüero.

“Cerramos la puerta y dijimos que de acá no nos íbamos”.

Betty siente que tiene que dar una razón: “Porque toda la gente que vivimos acá ibamos a salir a la calle con una mano atrás y otra adelante, porque ningún organismo nos dio una solución”.

Pidieron entonces una prórroga al juez.

“Por lo menos hasta fin de año, porque los chicos van al colegio en la zona. Además que entendemos que hace mucho frio para sacar a los chicos a la calle”.

Pero la justicia es insensible.

El ultimatum sería el 2 de agosto.

El gobierno porteño ha tomado casi como un deporte el desalojo de familias de viviendas tomadas por la necesidad, al tiempo que no ha construido una sola casa en los últimos tres años: Más casas tomadas.

Betty tiene una teoría: “Desalojar gente lo toman como una administracion, un tramite administrativo. Nosotros somos número para ellos. No somos personas, gente enferma, niños: somos número”.

¿Qué son?

Juan:

-Tengo un recibo de sueldo de 1070 pesos, no es un recibo bueno, cobro el mínimo de todo, pero bueno, tengo un trabajo fijo.

-Yo ya estoy viendo un alquiler por Moreno, 1500 pesos.

-Pero de Merlo a Olivos, donde trabajo, tengo 3 horas y media.

-Y mi señora está haciendo la escuela acá en la calle Jujuy.

-Mi nena tiene 7 meses.

-Estoy pensando continuamente que me pueden desalojar, llegar y que mi familia no esté.

-Está dificil.

Lucio, que mide medio metro, se acerca con una bolsa enorme de pochoclos y dice: “¡Cojan todos los que quieran!”.

Es domingo, la mayoría de las familias está porque no se trabaja, hay asamblea.

Beatriz la lleva adelante. Levanta la voz y dirige el temario, pero todo el tiempo incita a los otros a que hablen y participen.

Su éxito no es total, pero alguno por allá, y otra por acá, se van animando.

Se discute cómo hacer pública la situación de esta casa, la única forma de estirar el inminente desalojo.

Se nombran a diputados, movimientos sociales, al periodismo.

Se da el alerta sobre una abogada particular que quiere aprovechar la situación y pide plata a las familias.

Se acuerda no dejarla entrar más.

Se planea un festival solidario.

Un corte de la avenida.

Se pregunta quién irá “mañana” a la Defensoría de la Ciudad.

Betty insiste: cualquiera puede ir, todos los que puedan.

Una mano allá, otra por acá, dos, tres, cuatro, cinco.

Un joven de no más de 15 años dice: yo también.

En Independencia 2969 los chicos se apuran para ser grandes, los más niños miran atentos y serios la ceremonia de la asamblea, y los grandes que discuten, en realidad, están pensando en esos hijos.

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Todxs somos trans

“Transformadora” narra la historia de María Eva Rossi, una docente de Bahía Blanca que visibilizó su identidad de género en el transcurso de su desempeño en el Instituto “J.C. Avanza”. Entre los testimonios, se dejan ver las múltiples transformaciones que María Eva produjo en su entorno.

Un muro inerte que pareciera hundir sus raíces blancas bajo el cemento se nos presenta como escenario para esta historia. Con su frialdad incorregible, inmutable, el mármol no revela pliegues; superficie lisa pura eterna resistente. Aunque le hagas cosquillas, no ríe; aunque lo rayes, no sufre. Los muros de mármol del Instituto de Formación Docente N° 3 “Julio César Avanza” de Bahía Blanca no sienten nada. A pesar de ser testigos de una de las actividades más movilizantes, como es la educación, se mantienen inalterables. Lo contrario podría decirse de esos cuerpos que recorren el edificio, que suben la escalera imponente a diario, que ocupan sus pupitres y dejan sus marcas en los pizarrones. Entonces, ¿la escuela se constituye por los muros que la sitúan y la delimitan?, ¿o por esas mujeres y hombres personas que le dan vida y sentido cada día? La escuela como institución, ¿se parece más a la inercia resistente del mármol o a la potencia creativa y la experiencia subjetiva de las personas?

“Transformadora”, el documental producido por Despertando a Lilith, narra la visibilización de la identidad de género de la Lic. María Eva Rossi, en el Instituto «J.C.Avanza» de Bahía Blanca, en el transcurso de su desempeño docente. Aunque mejor, se podría decir que trata sobre las transformaciones que esta docente trans generó en sus colegas y en la propia institución en la que ejerce.

La escolaridad puede pensarse como una práctica histórica que se ha cristalizado en un marco institucional particular y contingente; ni universal ni necesario, sino más bien uno entre posibles. En sí, la práctica educativa tiene la potencialidad de ser un motor instituyente para la constitución de nuevas subjetividades, nuevos modos de relacionarse e incluso para pensar otra sociedad. Sin embargo, la tensión radica en que, como institución, se presenta anquilosada, poco permeable a las transformaciones y contradicciones sociales de nuestro (y de todo) tiempo. Y más aún, si hablamos de la tradicional “integración”, o el actual modelo “inclusivo”, ¿qué pasa con los “otros” de la escuela, con esos impensables, ajenos, abyectos?

maria evaMaría Eva Rossi asumió y visibilizó su identidad de género a los 42 años, cuando volvió a su Bahía Blanca natal después de vivir y estudiar psicología en Nueva York. Antes de su transición, la conservadora ciudad del sur de Buenos Aires aún no atestiguaba ningún “caso” de transexualidad o travestismo. En algún sentido, María Eva abrió el camino, en una sociedad (con fuerte protagonismo de las FFAA y la Iglesia Católica) donde, en ese entonces, parecía impensable.

El documental, centrado en testimonios de estudiantes, docentes y autoridades del “J. C. Avanza” presenta sus paradojas; al decir de su directora: “Es muy difícil que, con una cámara adelante, la gente te diga algo fuera de lo políticamente correcto”. Entonces, pareciera que todos están más que cómodos con la presencia de María Eva, que “no cambió nada”. Ante esto, hay una docente que se juega a asumirse como “más estructurada” y reconoce lo mucho que le costó aceptar la transición de su colega. Su mayor miedo: cómo tratarla para que no se sintiera incómoda. Pronto, los pasillos las fueron encontrando y hoy reconoce haber aprendido muchísimo de ella, que trastocó su forma de ver y pensar las cosas. Otro docente, el único varón, afirma que, en general, las personas trans nos enfrentan con cuestionamientos sobre nuestra propia sexualidad, al mostrarnos lo arbitrario y artificial del paradigma al que todos pretendemos ajustarnos.

En la presentación de “Transformadora” en el Centro Cultural Tierra Violeta, estuvieron presentes Lohana Berkins, Marlene Wayar y María Laura Alemán, para intercambiar comentarios y experiencias en torno a la temática planteada por el documental. La mesa estuvo coordinada por Diana Maffía, la presidenta de la organización, y contó con la presencia de la directora del documental. En el debate, María Laura compartió una reflexión: “Cuando el docente dice que las personas trans despertamos cuestionamientos sobre la sexualidad de las personas, yo creo que en realidad los interpelamos en todos los aspectos de la identidad.» Para ella, todos y todas somos trans, en el sentido de que, a pesar de que la mayoría hace ajustes y adaptaciones para acercarse al modelo de lo que se considera normal y deseable, nadie se adecúa exactamente al paradigma y todos desbordamos los estereotipos.

escuelaLa problemática de fondo se relaciona con las limitaciones para el acceso y permanencia que las personas trans encuentran en el sistema educativo. Las burlas, el aislamiento o el acoso de sus pares; las trabas administrativas; el desaliento de docentes y directivos/as, o bien el rechazo por parte de las madres y los padres que forman parte de la comunidad escolar, se encuentran entre las principales causas de deserción. Debe entenderse esta problemática como parte de un entramado de exclusión y vulnerabilidad social, que se profundiza en la imposibilidad del ingreso al mercado formal de trabajo, la falta de vivienda y el no acceso a la salud. Las últimas estadísticas relevadas confirman los testimonios: el 64 por ciento de las encuestadas no culminó sus estudios primarios, el 84 por ciento no llegó al nivel secundario y sólo el 3 por ciento terminó sus estudios terciarios.[1]

Otro de los testimonios fue el de la hermana de María Eva, docente y exdirectora del Avanza. Entre sus palabras se colaron las lágrimas, mientras contaba que al principio, pensó en la posibilidad de pedir que la transfieran para evitar la situación. Admite que “le daba vergüenza tener vergüenza”. Cuenta las repetidas veces que entró a la sala de profesores y las estruendosas risas se silenciaron abruptamente, los comentarios por lo bajo, las miradas de reojo. Sin embargo, hoy se la ve segura, feliz de haber decidido acompañar a su hermana

Sobre la realización, Viviana Becker, una de las directoras, cuenta que “Lo hicimos con recursos propios, hace muy poco nos entregaron un subsidio con lo cual vamos a remediar parte de lo que fue gastado. Con pocos recursos económicos y de instrumentación, como no tener un trípode, un micrófono y a veces en mi caso particular una computadora acorde. Pero queremos que esas condiciones estén reflejadas en el documental porque es un trabajo político y que quiere mostrar que cualquiera de nosotras lo puede hacer y en cualquier plano”.

La historia de María Eva,  formadora de formadores, es también la historia sobre cómo encontrar una grieta e ir abriéndose espacio al interior de ella. Quizás se trate de eso, de saber reconocer los intersticios propios de cada sistema o institución y hacerlos propios, transformarlos, resignificarlos para que se amplíen y desestabilicen el orden instaurado. Todxs somos trans. Todxs somos transformadorxs.



[1] Berkins, Lohana (comp.) “Cumbia, Copeteo y Lágrimas.” Informe Nacional sobre la situación de las travetis, transexuales y transgéneros. ALITT. 2007

Yo fui reprimido

Crónica de un verano en la trinchera de la Sala Alberdi. De este lado, festivales de música, ferias de libros y talleres artísticos. En frente, criminalización, balas y desalojo.

Fotos: NosDigital

Fotos: NosDigital


Plum. Plum. Plum. Plum.
El pecho parece no alcanzar, el corazón quiere salirse. Me transpiran las manos, suele pasarme. Me cuesta un poco hacer foco para seguir laburando con la cámara. Tengo los ojos inquietos, no me quiero perder detalle. ¿Se dilatan las pupilas en situaciones así? Siento que sí, lo googleo unos días más tarde y descubro que solo puede ser que haya pasado porque era de noche y me adaptaba a la luz. Los pelitos de los brazos se erizan en una adrenalina extraña. El plum, plum, plum cada vez más fuerte. Un grito que siento como electricidad recorriendo mi columna llega a la raíz de mí y activa mis piernas. Me muevo.
Miércoles, 2 de enero de 2013:

[SITUACIÓN ALARMANTE]

CompañerXs:
Nos cierran las rejas del Centro Cultural. Dicen que estará cerrado por vacaciones, por lo tanto no dejan entrar a lXs compas que están afuera del Centro Cultural. Eso quiere decir que los que estamos adentro tendremos que quedarnos hasta el 20 de febrero para no abandonar la toma….
Quienes puedan venir vengan que es importante que seamos más.

CCG San Martín (Sarmiento 1551 6º piso, esq. Paraná)

sala alberdiTodavía no me había enterado, pero el primer comunicado ya circulaba por las redes sociales. El verano arrancaba caliente y activaba la pausa de las vacaciones. Mientras se terminaba de secar el pan dulce con el repasador encima sobre la mesada me senté en la compu. Seguramente tomaba mate, era casi medio día del sábado 5 de enero. Quien entonces era una colega y hoy es mucho más que una amiga hizo latir el cuadradito de la conversación en Facebook. Las dos estábamos leyendo la página oficial de la Sala Alberdi que enumeraba los últimos acontecimientos: La situación era tensa, gran cantidad de patovicas (¿Identificados? Olvidate) desde adentro custodiaban las entradas del Centro Cultural General San Martín supuestamente en receso por vacaciones, mientras los pibes no podían entrar provisiones a sus compañeros del sexto piso. Seguíamos leyendo, tampoco tenían luz, ni baño, ni agua, pero estaba lleno de policías, matones y amenazas… No es necesario seguir.
El acampe se había mudado desde la puerta del Centro Cultural a la Plaza Seca. Un video mostraba las primeras imágenes de agresión hacia los pibes por esos hombres vestidos de negro que presumen ser (in)seguridad. Fue instintivo, juntas decidimos ir a ver qué pasaba.

“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copia a sus amigos; nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”. (Rodolfo Walsh)

sala alberdiAsí terminaba el comunicado de la Sala Alberdi del primer día que llegamos al acampe. La bandera de “Toma y autogestión” avisaba que estábamos en el lugar correcto, mientras ocupaba parte de la calle Sarmiento al 1500 sin impedir que los autos y bondis del centro porteño sigan transitando. Una cartulina invitaba a dejar comentarios acerca de la privatización del arte. Esquivé las bicis y los malabares, subimos los escalones hacia la Plaza Seca, frente a nosotras entre arte las carpas se iban sumando, tras ellas se sumaban los patovas.
Los días pasaban y seguíamos volviendo, de a ratos nos encontrábamos con esas noticias que te anudan la boca del estómago y necesitan de muchos mates compartidos para pasar. Desde adentro cortaban la soga que subía los alimentos hasta el sexto piso, no dejaban entrar a Nora Cortiñas y llenaban de respuestas ilógicas a las llamadas telefónicas de Alejandra Darin. Todo era “No, no y NO”.
Llegó entonces la primera movilización al Ministerio de Cultura Porteño. Concentraban temprano y en el trabajo no me alcanzaba el tiempo para buscar la mejor excusa e irme antes. Terminé saliendo a la hora de siempre, me cambié rompiendo records en el baño de la oficina para descontracturar el cuerpo; el subte ya estaba cerrado por las reparaciones veraniegas y fui en búsqueda del bondi. Pregunté varias veces dónde bajarme en mi capacidad de perderme siempre y cuando llegué, la Sala hacía el “Haka Artístico” en plena Avenida de Mayo. Entre sonrisas, mi amiga me presentaba amigos y el grupo se agrandaba, nos sentamos todos en ronda. En el centro, toda una varieté explotaba, de fondo una nueva bandera “Lombardi: Esto no es un campamento, es la Sala Alberdi resistiendo”. Que quede clarito. Cla, ri, to.
sala alberdiVolvimos caminando hasta Sarmiento y Paraná, los pasos los marcaban las canciones. Íbamos juntos, tras las banderas, bailando, gritando. Llegamos y les dedicamos toda esa energía contenida a la ventana por donde se asomaban los artistas del sexto piso. La adrenalina la bajamos con unas birras en un pool cercano. Dejamos hasta las monedas. Cuando salimos hicimos una vaquita para compartir los puchos. Algo se generaba, eran nuevos lazos. Lazos con la Sala, con su gente, con quienes desde el 17 de Agosto del 2010 aguantaban la toma contra las políticas privatistas del Macrismo y de la dirección del Centro Cultural a cargo de Gabriela Ricardes. Lazos entre nosotros que nos empezábamos a compartir los puchos, los hombros, las manos. Lazos cada uno consigo mismo. Entendíamos que no nos queríamos ir, estábamos quedándonos.

Denuncia Pública de las agresiones y persecuciones sufridas por lxs compañerxs que estamos resistiendo en el Acampe Cultural de la Plaza Recuperada

El pasado domingo 13 de enero, aproximadamente a las 22 horas, un grupo de compañerxs de la Agrupación Horizonte de Libertad que vienen solidarizándose activamente con el Acampe (un compa y su hija de 3 años en brazos, junto a una pareja de compañerxs) fueron interceptados en la esquina de Montevideo y Perón (a la vuelta del Acampe Cultural) por una patota de diez matones armados con palos largos.

sala alberdiEl resto es bastante fácil de imaginar. Después de ordenar a quien estaba con su hija que se retirara, atacaron a palazos a la pareja que quedaba. Nos enteramos cuando cortaron un tema y lo dijeron en medio de un festival. Otra vez el nudo en la garganta, la bronca, la impotencia que se sumaba a la persecución a asambleístas hasta sus casas, a pibes detenidos por hacer pintadas. Pero afortunadamente otra vez las voces amigas con quien descargabas, las manos que giraban las galletitas, los pinceles que se activaban, los talleres que se reproducían. Hacía falta MUCHO más que esas bajezas para frenarlos.
Unos días más tarde, el 20 de enero, Lombardi demostraba tener una visión bastante peculiar de los hechos, por no decir no entender un carajo lo que sucedía. En una entrevista en el Diario La Nación le preguntaban:

-¿Qué pasa con el conflicto en la Sala Alberdi?

-El caso se judicializó en 2006. Hay un grupo que no son trabajadores del Gobierno de la Ciudad ni ex estudiantes de la Sala, que son okupas que tomaron parte de las instalaciones del Centro Cultural San Martín contra lo que dice la Justicia. Solamente en un contexto tan intimidatorio puede suceder este absurdo. Serán entre seis y diez personas que reciben el apoyo de un acampe cultural en forma ilegal que se ha constituido en la planta baja. Dicen que Macri quiere privatizar la cultura. Los que han privatizado la cultura son el pequeño grupo que se apropió de algo que es de todos para su propio beneficio. Se está actuando con paciencia y mesura, pero con firmeza. La Justicia empezó a convalidar lo que hizo el Gobierno de la Ciudad y creo que va a terminar en un traslado.

sala alberdiAlgunas frases se repetían en muchos otras notas. La utilización de “okupas” parecía estar de moda entre los medios hegemónicos y los participantes de la Toma y Autogestión de la Sala Alberdi sacaban desde un comunicado su derecho a réplica, porque lejos están de ser delincuentes. Los asambleístas de la Sala son TRABAJADORES del arte, gestionan un espacio de manera horizontal que se dispone para que todos puedan acceder a él. El libre acceso a la cultura está bastante opuesto a sonar a privatización. Proponen la defensa de la cultura popular, independiente y colectiva mediante asambleas y estructuras antisistema. Quizás sea ese el punto que desate el conflicto, comprender que puede generarse un espacio laburado entre todos en igual medida y proyectado hacia todos los que quieran acercarse. Algunos datos del Comunicado:

Vale recordar que durante este tiempo hemos garantizado Festivales populares, más de veinte talleres semanales, más de 2.500 espectáculos anuales para más de 30.000 espectadores y A LA GORRA lo que significa que no se impone un monto de dinero requerido para el ingreso al espacio y a las actividades”

Después de eso, estuve una semana fuera de Capital, el mar me maquinaba la cabeza. A cada rato quienes seguían acá me contaban cómo venía la mano. Cuando volví, el acampe continuaba creciendo y fortaleciéndose. Los festivales convocaban cada vez a más público, más personalidades del arte y la cultura se solidarizaban, una gran campaña con carteles que decían “Yo también soy la Sala Alberdi” copaban las redes sociales. Las tardes se multiplicaban, las noches, las birras, algún que otro fernet, los mates, las frutas.
Los últimos días de febrero terminaban con la jueza Fabiana Schafrik acompañada de otros oficiales de justicia y funcionarios del PRO, realizando una inspección ocular de la Sala Alberdi. Acción tomada como un paso hacia el desalojo y la criminalización de la protesta. Frente a las artimañas del gobierno, el acampe continuaba respondiendo con jornadas repletas de talleres, cursos y muestras, con ciclos de música que tocaban todos los estilos y bailes, el acampe continuaba respondiendo con arte.

“Hoy, martes 12 de marzo del 2013, la Asamblea del Acampe Cultural que busca la reapertura del Centro Cultural Gral. San Martín (CCGSM) y el libre acceso a la Sala Alberdi, decidió suspender la medida de fuerza, “el acampe”, por 48hs. –continuando las actividades y talleres–, para mostrar nuestra voluntad de diálogo quedando a la espera de una respuesta recíproca. Esta decisión nace como medida frente a las mentiras del Gobierno de la Ciudad de utilizar al acampe como excusa para la interrupción de actividades y el cesanteo y despido de trabajadores del Centro Cultural. De esta forma, queremos mostrar nuestro interés en solucionar el conflicto y solidarizarnos con los trabajadores afectados”

sala alberdiAsí, llegando a mitad de marzo se levantaba el acampe. La respuesta por parte del Gobierno de la Ciudad valió el punto máximo de indignación. Ese mismo día, EL MISMO DÍA, efectivos de la Metropolitana e Infantería empezaban a copar la zona. Un grupo de pibes quedó rodeado en la Plaza Seca por la Policía. Las rejas los separaban de los que estábamos afuera que cada vez éramos más. Esta fue la noche en la que descubrí que a la colega con la que había llegado a la Sala hacía meses era ahora mucho más que eso.
La situación se volvía cada vez más tensa. Ante un retroceso de la policía, principalmente porque las acciones que llevaban a cabo eran ilegales, se recuperó la Plaza Seca. Los abrazos no duraron mucho, una molotov contra el vidrio del Centro Cultural detonó la represión. La Policía parecía brotar de todos lados. Tiraban con gases, balas de goma y balas de plomo. Me até el saco rojo en la cara para poder respirar, querer sacar fotos me perdió de mi amiga. Nos volvimos a juntar en la esquina de Corrientes mientras la Policía seguía avanzando, seguía tirando. Desde ahí no nos volvimos a separar, nuestros ojos no paraban de buscarnos mutuamente. Nos juntábamos en las esquinas con nuevos grupos, las líneas policiales seguían apareciendo de todos lados, cuesta no pensar que todo estaba demasiado armado. Terminamos por juntarnos todos en el Obelisco, ya era de madrugada. Muchos estaban heridos de balazos de goma, tres compañeros con balas de plomo.
sala alberdiEl plum, plum, plum cada vez más fuerte. Volvimos marchando por Corrientes después de la asamblea. La noche parecía detenida en el tiempo. El silencio de la Ciudad se cortaba tajante mientras llegábamos hasta la esquina de Paraná. Un rato más tarde volvía a casa, bajaba las fotos y las pasaba por mail. La mañana siguiente la tele me devolvía la imagen de Mauricio Macri diciendo cosas como estas: “Ayer decían que eran artistas, pero yo nunca vi artistas con facas, con bombas molotov, destrozando un centro cultural que es de todos los argentinos” . A lo que el Ministro de Justicia y Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, Guillermo Montenegro agregaba “La Policía Metropolitana no utiliza balas de plomo en este tipo de circunstancias. Con lo cual si hay heridos de bala de plomo no fueron producidos por la Metropolitana, de esto no tengo ningún duda”.
¿Dónde carajo estaban? ¿Qué vieron? ¿Qué se imaginaron? La política de vaciamiento cultural era incareteable. Frente a la represión, se seguía respondiendo con arte. Sobre Corrientes se llevaban a cabo diferentes actividades bajo la temática antirrepresiva. Se marchó nuevamente a la Legislatura y se logró la libertad de los pibes presos la noche anterior. Se agotaron todos los canales de diálogo, todas las formas legales. El Gobierno había decidido reprimir, pero se necesitaba mucho más que eso: “La ideas son a prueba de balas”.
sala alberdiDiez días más tarde, el 22 de Marzo, la cámara fallaba a favor del Macrismo, indicando que la toma es criminalizable. Los pibes, asamblea mediante, decidían bajar. El hecho se llevaba a cabo el 24 de Marzo. Si, a 37 años del golpe cívico militar que encontraba multitudes en Plaza de Mayo gritando Nunca Más. A menos de veinte cuadras, la Policía volvía a reprimir, a faltarle el respeto a la memoria, a confirmar que los Derechos Humanos hoy se siguen violando. A la madrugada los cuatro compañeros que permanecían en el sexto piso lograron bajar aunque siendo identificados.
Mientras los comentarios de los “grandes” medios parecen apañar las formas del Gobierno para desalojar la Sala,  Hernán Lombardi, Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, agradecía a la Policía Metropolitana su accionar.

   Nos seguimos moviendo. El pecho parece no alcanzar, el corazón quiere salirse.

Plum. Plum. Plum. Plum

La dureza de las manos

Lo que alguna vez algún vecino llamó mano dura se convirtió hace tiempo en una práctica cotidiana conocida como Gatillo Fácil.
Lo que alguna vez algún vecino de ese vecino llamó mano dura se convirtió en un policía aplastándole los huevos a un pibe de quince años.
Lo que alguna vez algún vecino de ese vecino del otro vecino llamó mano dura se volvió parte de la peor pesadilla de una familia que perdió a su hijo porque su hijo, que no tiene la culpa de ser pobre y de no ser educado y de no tener para comer y de no tener plata para ser lo que una sociedad te pide que seas, decidió robar y alguien se abusó de él y lo mató.
Lo que alguna vez algún otro vecino de ese vecino del otro vecino llamó mano dura se transformó en una oportunidad para que las mismas fuerzas del Estado -con otras o las mismas gentes entre sus filas-, que en otro tiempo de la historia torturaron a 30.000 personas por pensar lo que pensaban, volvieran a desaparecer cuerpos.
Lo que alguna vez algún amigo de ese otro vecino del otro vecino llamó mano dura se volvió un plan sistemático de pibes desesperados a los que la policía obligó a robar para ellos y a liquidar, después, en caso de que no lo quisieran hacer, porque la voz social de esa mano dura desautoriza a cualquier pibe que quiera denunciar lo que quiera.
Lo que alguna vez algún compañero de ese otro vecino llamó mano dura se transformó en una injusticia de otra injusticia más grande: se empezó a matar pibes, a torturar pibes, no a cualquier pibe, por ser pobre, por -en eso, siendo un estado y no una esencia- drogón, por ser -ocasionalmente y empujado por las circunstancias- ladrón, por ser parte de una esquina, por ser una oportunidad de poder, por ser pobre.

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«En el país de los desaparecidos, permitimos 197 en democracia»

Pablo Pimentel es el presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza, ve diariamente los usos y los abusos de las fuerzas represivas, se le volvió una costumbre, pero aún así no sale del asombro. Desde el caso de Luciano Arruga hasta el de Miguel Bru. Desde las cárceles que torturan hasta la falta de compromiso del Estado. Un recorrido por lo más tremendo de la violencia.


No por casualidad hubo en julio de 2012 destrozos en la casa de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza. Tanto de quienes los hicieron como de quienes los recibieron hay ideas claras. “A los Derechos Humanos se los viola o se los defiende”, se posiciona Pablo Pimentel y recuerda que hoy también tenemos derechos. Mientras la cana sigue con la potestad para pararnos en cualquier momento por “averiguación de antecedentes”, también puede hacernos un submarino seco, cagarnos a palos, picanearnos, y la justicia solo habla de “apremios ilegales”. Puede también desaparecernos, como a Luciano Arruga, a Daniel Solano, a Miguel Bru, y la justicia va a investigar una “averiguación de paradero”. Por eso Pimentel mete al Estado Nacional en el medio, pero no se olvida de la responsabilidad social: “Cuando repudia fallos, las cosas cambian. Cuando se pone al frente de una investigación, las cosas van en un andarivel. Cuando no está, se va para cualquier lado y gana el más fuerte. Como sociedad, la respuesta mayoritaria es ‘algo habrá hecho’. En la Argentina tenemos que definir: defendemos los derechos humanos para todos o los violamos”.

Como la casa de la APDH está a 20 cuadras de la de Luciano Arruga, Vanesa, su hermana, fue rápido a contar lo que le había pasado. “Inmediatamente lo relacioné con lo que familias del barrio de San Petersburgo venían a denunciar meses antes: sistemáticamente la policía reclutaba jóvenes para robar. Cuando lo denunciamos en el Ministerio Público y la fiscalía, la subestimación fue consante. Durante los primeros 45 días, la única vez que la escucharon fue cuando los policías responsables de la desaparición de Luciano estaban detrás de ella. La investigación quedó en manos de esa misma institución que lo desapareció”, explica Pimentel. Y no solo lo desapareció, adulteró libros de guardia del destacamento arrancando hojas, borrando nombres, no escribiendo horarios de salida de los desaparecidos, por lo que podrían habar estado días adentro. Esos ocho ratis responsables de la desaparición estuvieron seis meses puestos a disponibilidad y después volvieron a la cana en otras zonas donde se hace imposible vigilarlos. Pero Pimentel también vuelve a mirar a la sociedad: “Naturalizamos cosas terribles: en el país de los desaparecidos, permitimos 197 desaparecidos en democracia”.

¿Cómo los viola el Estado, desde lo represivo?
Al usar la palabra represivo los está violando. Toda la fuerza de seguridad interior y las fuerzas de frontera tienen que ser para prevenir y no para reprimir. Cuando reprime, El Estado está incumpliendo las órdenes constitucionales y justamente también los tratados que hablan sobre los Derechos Humanos, los está violando.

¿Cuál es la metodología que usa la policía?
Miembros de la policía que están sobre todo en la calle, quienes tienen el mando, en lugares vulnerables, más pobres, a los chicos que están robando o no. La policía los para, les ofrece hacerlo para ella asegurándoles primero un bienestar y después un aprovisionamiento de elementos como pueden ser armas. Les libera zonas. Así nos plantearon directamente los padres que pasaba. En otros casos, obligaban a otros pibes que venían de delinquir. En vez de detenerlos por pescarlos con cosas robadas, les hacía repartir cosas entre ellos y la policía. El pibe está cometiendo un delito. El auxiliar de la justicia, a quien el pueblo a través del Estado le confiere las armas para que haga prevención, se alía al delito y forma parte de él. Comparte el motín. Hasta los lleva a zonas, como en el caso del asesinato del Ingeniero Barrenechea, en San Isidro. Fueron pibes de San Petersburgo.

Vanesa Orieta y María del Carmen Verdú, directora de Correpi, marcan que las cárceles están llenas de varones jóvenes y pobres. ¿Desde cuándo se da así?

Fotos: NosDigital

Esto arrancó muy fuerte a comienzo de los 90. Cambió la población carcelaria. Antes iba gente más grande. En ese entonces cambió a un promedio de 24 años, y en un 80 por ciento de sectores pobres del país. Eso se vio en las cárceles del Interior, más propiamente dicho en la provincia de Buenos Aires. Cuando uno va recorriendo, se encuentra gente del Conurbano, sobre todo de los cordones más pobres: Florencio Varela, La Matanza, Quilmes, toda la zona, pero de los barrios más pobres.

El mismo día que sobreseyeron a De la Rúa el Centro de Estudios Legales y Sociales, familiares de víctima de violencia institucional y ustedes hicieron una conferencia de prensa para explicar cómo pensaban acelerar la causa de Luciano Arruga porque «ni el poder político ni el judicial» lo hacía. Si la cárcel está llena de pibes de zonas pobres, ¿es porque de ahí viene el delito o porque ese delito se juzga?
Creo que pasa por esos dos motivos. No se puede desconocer que hay gente que se dedica a delinquir en todos lados, en los barrios humildes también. Lo que pasa es que en los de clase alta o clase media, es más difícil detectarlos, o directamente tienen un poder de clase alta importante como para zafar de cualquier proceso judicial. Ahí es cuando decimos que está complicado también parte del Poder Judicial y de la Policía. En cambio en los sectores pobres, como no tienen esa posibilidad y cuando no están aliados a ese poder nefasto de la policía reclutando, son pasibles de ser detenidos. Ahí caen justo por pecadores porque también dentro de toda esta búsqueda del delito, muchas veces la Policía tiene que resolver la estadística del delito y mete presa a gente que no tiene nada que ver.

¿En las cárceles, cómo viola los derechos humanos el Estado?
De muchas formas: mala alimentación, falta directa de atención a la salud, gente que entra con enfermedades ya declaradas y necesita un tratamiento, no se le provee lo adecuado. Hay cadenas de corrupción donde las cosas se venden, por ejemplo la carne provista para los internos, y queda lo peor. Uno ve los guisos y son directamente revueltos de polenta con un poco de hueso. Si encuentran un pedazo de carne, ganaron la lotería. Hay un montón de denuncias. La Comisión Provincial por la Memoria hace relevamientos e informes anuales en los que queda muy claro lo que plantean los internos en cuanto encuentran un oído confiable. La realidad es que hay que decir que las cárceles están para quienes cometieron un delito. El castigo es privar de la libertad y hoy, en realidad, a los detenidos se los tortura psicológica y físicamente. Existe también un grado de violencia entre los internos, que muchas veces se da con la anuencia o el pedido directo de la Policía del Servicio Penitenciario. En definitiva, es el Estado quien no garantiza el cumplimiento de esos derechos. Uno pierde la libertad, pero no los derechos. La Constitución en ese sentido es muy clara.

¿Son casos seleccionados o es algo generalizado y sistemático?
Cuando alguien está detenido, hacinado y con toda la psicosis que genera, hay problemas de convivencia. En algunos casos existen mediadores de hecho entre ellos mismos o pastores que en ese sentido cumplen una tarea. Hay gente que está ligada a los servicios penitenciarios que para mejorar sus condiciones de detención cumple órdenes del Servicio para llevar adelante hechos que ponen en peligro la vida o la integridad de otros, sí sucede. Cuando el mismo vicegobernador estaba visitando la Unidad de San Martín, simultáneamente en otra cárcel cercana se estaba generando un motín en el que dos internos mandados por el Servicio Penitenciario mataron a otros dos presos.

Yo soy Kiki Lezcano y nadie me va a callar

Fue un NN. Fue un número de cadáver. Fue un consumidor de paco. Fue uno al que le costó salir. Fue alguien a quien la policía le pidió que robara. Fue hijo de una madre a la que no le quisieron decir que ya había muerto. Fue un ser humano por el que nadie hizo justicia. Fue amigo de Ezequiel Blanco, al que mataron. Fue un pibe al que asesinaron. Hoy podría contar esto.

Dicen que morí con mi amigo Ezequiel Blanco en un enfrentamiento. Ni que me mataron, ni que el enfrentamiento tenía balas de un solo lado. Dicen eso y les creen. Les creen gracias a que ya me callaron. Y quisieron callar a mi vieja. Bah, a mi vieja para callarla ni le dijeron que yo estaba muerto. Y lo sabía la yuta y lo sabía la morgue judicial y lo sabían todos esos hijos de puta que hicieron todo para que yo robara para la cana. Y no hicieron todo lo que tenían que hacer para que no pudiera salir de la droga, para que no me cagaran a palos sin problemas si me retobaba, para que mis amigos tuvieran miedo…

Ahora les cuento lo que pasó, porque no soy mulo de nadie y tiene que quedar claro. Y no tiene que pasar más. Si no les cabe, váyanse a la mierda porque, mientras tanto, a mi familia y a los pibes como yo les siguen dando.
La licencia que el logi ese siempre saca y nos enrostra dice “Mario Chávez. Oficial. Comisaría 52”. “El indio” le dicen en el barrio, acá en la Villa 20. O “el chino”. Todos conocemos la historia de que siempre se lleva algo de los pibes que aprehende en el barrio, algo como un trofeo de guerra. Lo conocemos. Siempre trata de dejar alguna marca física en el enemigo. Todos sabemos que es uno más de los que anda atrás, nos persigue para que robemos, va a cuidar la casa del transa…

Yo, me da vergüenza decirlo, caí en el paco. Y me costó salir. Busqué la recuperación, pero me esquivaban la ayuda. 3200 pe por mes costó en algún momento. Ni ahí lo puedo pagar. La obra social cubría la mitad. Cuando la conseguimos gratis, con esfuerzo de mi vieja, me dijeron “Te falta voluntad”. La concha de su madre. Ellos me verduguean así y a mí me falta voluntad.

En febrero el indio pasó por mi casa y le dijo a mi vieja: “Cuidelo a Kiki. Le puede pasar algo malo. Si no somos nosotros, son los narcos”. Y me cagaron a piñas nomás en marzo. Dos semanas después, de nuevo. El sol no los molestaba como me molestaba a mí cuando podía abrir los ojos. Me pararon en Cruz y Pola, me desfiguraron hasta que llegó mi prima y después mi vieja. “Mirá cómo me dejaron, mami”. Ya me habían dicho: “Kiki, voy a ser tu sombra”. Estaba en “actitud sospechosa” y no respeté la voz de alto. Jaja. Mi vieja los denunció en el juzgado de Menores N° 5. Tenía 17 años. Me faltaban meses para que la cosa cambiara totalmente y me hicieran lo mismo en una cárcel. Ya había pasado casi un año en un Instituto.

Dos meses después, el 7 de Julio, el indio y otro rati me volvieron a descansar. “Una vez te salvaste. Dos no”, dijo su “voz de alto”, y me sacó una foto.

Al otro día, para no pensar más me puse la remera rayada blanca y roja, el buzo y aproveché que se venía el feriado. Agarré la colonia, fui para el espejo… Me acomodé el pelo y le sonreí a mi vieja: “Mami, quédate tranquila. Voy a ver a una chica y vuelvo”. Ahí, cerca del Piñeiro. Daniel Veygas, agente de la Policía Federal perteneciente a la División Operaciones Urbanas de Contención y Actividades Deportivas, dice que simultáneamente estaba saliendo del departamento de su hermana. La primera “Justicia”, Facundo Cubas, del juzgado de Instrucción 49, le creyó eso y que yo fui con Ezequiel Blanco, mi amigo, y le quisimos afanar el auto, que le disparamos con una .39. Facundo Cubas, del juzgado de Instrucción 49. Mentira. Las pericias me dan la razón. Hubo disparos de un solo lado. No hubo martilleo ni siquiera. Nos fusiló a los dos, y a mí me dejó agonizando una hora y media. Y mientras tanto, me filmó con otros tres logis que se reían. “¿Qué pasa, putito? Hacé arrancar la camioneta, la concha de tu madre”, escuchaba mientras me miraban morir en el asiento del conductor.

Después fui un NN.

Nadie.

Un cuerpo en un montón.

Un número de cadáver, el 15636.

Y sabían muy bien quiénes éramos Ezequiel y yo. Nos identificaron el 13 de julio y no les dijeron nada a nuestras familias hasta el 14 de septiembre, cuando llamaron al juzgado para pedir fotocopias del expediente. Mientras tanto, mientras les entregaban esas fotocopias para poder ocuparse de la causa, sebreseían a Veyga. “Falta de pruebas”.
Más de dos meses estuve ahí y no le dijeron a nadie, aunque mi familia haya ido a Missing Children, al Juzgado Criminal de Instrucción N° 30, a la comisaría, aunque haya hecho la denuncia de abril por resguardo de persona. O por eso.

Cuando le dieron el papelito indicado, el empleado lo leyó:
“MORGUE JUDICIAL
JUNÍN 760
CADÁVER N° 15636
(JONATHAN LEZCANO)”.

-No. Este ya fue enterrado el viernes.

Yo ya era un NN, aunque habían sacado de mis bolsillos el DNI. Después les cobraron para levantar mi cuerpo.
Y no termina ahí. El 4 de octubre, mi vieja estaba en casa, escuchó ruido afuera, salió y le empezaron a gritar, a insultar, a pegar. La tiraron el piso. La puta que los parió. “Tu hijo se murió porque era un negrito de mierda” y “No te metas más con nosotros”. La detuvieron una noche entera, le pegaron y no le dejaron tomar su medicamento. Le hicieron una causa por robo de autos. Otra vez con el verso: Mi vieja los agarró y tumbó a tres ratis con un palo. La causa fue un chiste. La levantaron por falta de pruebas después de llamarla a declarar.

Al que nunca llamaron a dar declaración indagatoria fue a Veyga. Su defensa fue solo una “declaración espontánea” por escrito, pero ahora la Cámara de Casación levantó el sobreseimiento por todas estas irregularidades.
A mi hermana sí la jodieron: la sancionaron en el colegio, sin sentido.

Al resto de mi familia también: pasan con la patrulla, insultan, dejan el auto ahí nomás de casa.
A mi otra hermana también. Como está la puerta abierta siempre, una vez pasó uno de civil, la manoseó y se fue.
También los descansaron hasta que apareció mi cuerpo diciendo que yo estaba en Zavaleta, en la 1-11-14, en Ciudad Oculta, que estoy a la vuelta, que me había escapado con una chica. Y lo inventan todo ellos.
Y hay más cosas raras: en uno de los cortes de la calle Cruz que organizaron mis amigos y mi familia, un chico se acercó a mi vieja, dijo que era de una revista barrial y pidió una entrevista. Después se acercó a un patrullero y desapareció.

Pero no como Ezequiel y yo durante esos meses, ni como yo ahora, ni como Luciano Arruga, ni como Daniel Solano y todos nosotros. A nosotros nos desapareció el Estado.

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Yo estoy en huelga de hambre

La desaparición de Daniel Solano lleva 20 meses. Su padre hace 14 días está en huelga de hambre por irregularidades en la causa.  Siete policías detenidos y un aborigen que nadie encuentra en Choele Choel.

Desde hace 14 días Gualberto Solano, el papá de Daniel, está en huelga de hambre junto a Julieta Vinaya, mamá de Atahualpa Martínez Vinaya, otro joven asesinado en Viedma en 2008, y el abogado de la causa Sergio Heredia. Las razones son varias, pero hay una urgente: trasladaron a los siete policías imputados por el homicidio de Daniel (sí, se logró demostrar que lo mataron aunque el cuerpo permanece desaparecido) a la misma comisaría de Lamarque donde cumplían funciones. El traslado se concretó en una camioneta Traffic (y no en las celulares correspondientes) y durante los últimos kilómetros de llegada los policías gozaron de una caravana de familiares que festejaba su regreso al pueblo. El colmo del privilegio es que en esa Traffic viajaron junto a sus esposas y algunos otros familiares.

Lo peor no es esta situación puntual, sino que el cuerpo de Daniel Solano está desaparecido hace 20 meses y, si bien los abogados lograron imputar a 7 policías, la trama de corrupción y impunidad que descubrieron detrás de su asesinato involucra también a empresarios, fiscales y jueces.

La historia de la desaparición de Daniel pone a todos los supuestos que reúnen a las empresas, la policía y la justicia en una mafia criminal a escala pueblerina. Así: la empresa Agrocosecha S.A., comandada por los hermanos Gustavo y Adrián Lapenta, contrataba jóvenes del norte del país que viajaban hasta Río Negro a trabajar en la cosecha de frutas; el trabajo duraba una temporada de 6 meses y les prometían sueldos razonables y cómodas condiciones de vida; al contrario, los peones vivían en gamelas de más de 100 personas y los sueldos eran muy irregulares; en noviembre de 2011, Daniel Solano había cobrado 800 pesos por el mes trabajado, y empezó a organizar a sus compañeros para protestar; la noche del 4 de noviembre, lo invitan insistentemente a una fiesta a la que termina yendo, y en la que se consuma su muerte; a Daniel lo sacan del boliche dos policías que hacían de seguridad, y lo golpean junto a otros cuatro a la vuelta del lugar, donde muere; luego desaparecen su cuerpo; la justicia investigó primero la versión que sostenían los hermanos Lapenta: que Daniel había viajado a Neuquén; la coartada involucraba testigos falsos, además de las amenazas y presiones correspondientes; cuando el abogado Sergio Heredia llegó a Choele Choel, desandó ese camino logrando revertir los testigos falsos, imputar y detener nada menos que a siete policías, lograr que dos jueces abandonen la causa y que cierre la empresa Agrocosecha S.A., a la cual se investiga por fraude laboral.

La causa ahora parece haber llegado a una meseta, producto de tres cuestiones según Heredia:

-“La prima de la jueza está involucrada porque fue una de las abogadas de Agrocosecha”

-“No tiene apoyo político”

-“Quieren dar un mensaje de que si esto queda en la nada, hacen lo que quieren”.

Conviene aclarar que Gualberto Solano, el padre, mantiene un acampe en frente de la fiscalía desde hace 18 meses, esta es su segunda huelga de hambre, es invierno y él es un guaraní del norte de Jujuy, su salud es delicada, y no parece tener problema en demostrar que la injusticia también mata personas.

Yo no pude esquivar el disparo

En el medio de un clásico le pegaron un balazo en el pecho. A un jugador de fútbol la policía le había disparado a veinte centímetros de distancia. Azcurra perdió el conocimiento y una carrera que prometía futuro. Ahora lo cuenta en un bar de Mendoza.

Fue un ruido fuerte y seco que duró tan sólo un segundo, pero que lo escuchamos todos los que estábamos en el estadio Islas Malvinas de Mendoza. Los bomberos nos tiraban agua y sumado a la lluvia que caía casi no podíamos ver, pero el silencio que se generó en medio de los disturbios en la tribuna fue la clara señal de que algo grave había pasado.

Carlos Azcurra estaba en el piso, quieto. Inmóvil y boca abajo. Los jugadores – nuestros jugadores- estaban sacados, violentos contra los policías que nos estaban agrediendo desde el terreno de juego. Ya nada estaba relacionado al clásico que hasta hace segundos se estaba jugando. Godoy Cruz nos ganaba 3 a 0 a nosotros, a San Martín de Mendoza, pero el encuentro ya había perdido todo tipo de sentido por lo que acababa de pasar.

Mientras pedían desesperados la atención médica, confirmábamos que el defensor había recibido un balazo en el pecho por parte de uno de esos policías. El apuntado, que después nos enteraríamos que era el Cabo Marcial Maldonado, era escoltado por sus colegas y lo sacaban del lugar rápidamente. Mientras tanto una camilla improvisada se lo llevaba como podía hasta la ambulancia. Me fui de la cancha sabiendo que estábamos a punto de descender del Nacional B, pero sobre todo no pudiéndome sacar de la cabeza ese disparo fuerte y seco y la imagen de ese cuerpo inmóvil.

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Me enteré que estuvo diez días en terapia intensiva y que recién al tercero pudo recobrar el conocimiento. Se despertó totalmente entubado en una clínica de la capital mendocina y sin recordar absolutamente nada de lo que había pasado. “Lo último que me acuerdo es ir a donde estaban los policías para intentar frenarlos porque en la cancha estaban mi Papá y mi sobrina. Después nada de nada, todo en blanco”, recuerda sentado en un bar céntrico de Mendoza.

Lentamente, los médicos le fueron contando. Que estaba jugando al fútbol y que un policía le disparó, estando a tan sólo veinte centímetros de distancia. “No lo podía entender, no me entraba en la cabeza por qué me había pasado esto y por qué había recibido un tiro”, dice, intentando explicar cómo se había llegado a esa situación.

El balazo fue muy contundente. El primer parte médico decía que tenía fracturas costales, un desgarro en el pulmón derecho y otro en el lóbulo inferior. Además que padecía una contusión hepática. Los médicos lo tuvieron que operar, casi que inmediatamente, porque su estado de salud era demasiado grave. “Me dijeron que zafé de milagro, pero perdí el 30 por ciento de ese pulmón derecho. El cuerpo me quemaba y el dolor era insoportable, casi no podía respirar”, rememora el hombre que tiene 35 años.

Lo más duro, dice, fue cuando le confirmaron la noticia que, por como venía la mano, ya se imaginaba: que era muy probable que no pueda volver a hacer deporte en toda su vida. “Me mencionaron que con la capacidad toráxica que perdí no iba a poder aguantar jugar de manera profesional y que corría riesgos de vida si lo hacía. Así que me prohibieron volver a entrenar, de un día para el otro perdí toda la rutina de mi vida. Fue un golpe”, señala en voz muy baja y hablando más pausado de lo habitual.

Cuenta, además, que mientras le decían eso en la televisión pasaban la repetición del momento del disparo y que todo le parecía irreal, como algo que no le estaba pasando.

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Al momento del disparo, Azcurra tenía 27 años. Jugaba, por primera vez en su carrera, un torneo en el Nacional B con San Martín. Soñaba con jugar en Primera o con pegar el salto y hacerlo en el exterior, pero lo ocurrido el 11 de Septiembre de 2005 le puso un freno a sus ambiciones. “Me quedaron varios objetivos por cumplir, siento que me cortaron mis proyectos, pero por otro lado tengo que agradecer estar con vida”, dice quién llegó a ser el sub capitán del equipo y que pese a lo que pensaban los médicos, pudo volver a jugar.

Sí, tras cinco años de angustias se pudo volver a calzar los botines. Ya no con la camiseta de San Martín, que increíblemente lo dejó libre y debiéndole dinero, sino con la de Deportivo Maipú, que juega en la misma provincia y se encontraba en el Torneo Argentino B. “Volver a sentirte jugador fue algo hermoso, volver a entrenar, volver a sentirme importante. Fue muy lindo, pero que me costó mucho”, recuerda y dice que pudo haber vuelto antes, pero que no se sentía preparado psicológicamente. “En todo ese momento del medio no tenía ganas de nada, estaba desganado, triste, pero gracias a mi familia pude salir adelante”, cuenta y dice con una sonrisa que tiene una nena de cuatro años.

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La recuperación la hizo en Capital Federal. A los diez meses del balazo, estaba instalado en pleno centro para rodearse de médicos, como parte de la indemnización que le tuvo que dar la AFA. “En eso puedo decir que se portaron bien conmigo, porque me lo pagaron completamente, pero quería hacerlo en Mendoza con mi familia y no me lo permitieron”, asegura Azcurra que en su posición de zaguero central siempre tuvo como referente a Roberto Ayala y que actualmente le gusta mucho Rolando Schiavi.

El juicio finalizó a fines de 2009. El Cabo Marcial Maldonado – que ya había sido separado previamente al hecho por varios incidentes – fue condenado a la pena mínima de dos años y nunca cumplió la pena de cárcel efectiva.”A mí no me cambiaba nada si iba preso o no, él mandó su disculpa y de alguna forma lo perdoné, pero mi mayor preocupación pasaba porque el Estado me diera el dinero que me correspondía porque ellos no me cuidaron. Quería que finalice el juicio lo antes posible, porque quería cerrar esa etapa de una vez”, cuenta el jugador que recibió 300 mil pesos y que con ese dinero puso un local en su Mendoza natal.

El Cabo Marcial Maldonado continúa formando parte de la fuerza policial mendocina.

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En los momentos en los que no podía entrenar, no perdió el tiempo y se puso a estudiar para ser entrenador. Tras tres años y un corto período como director técnico de El Algarrobal en la Liga A mendocina, se recibió. Para cuando se retire, tiene pensando empezar a dirigir inmediatamente y asegura tener un modelo a seguir en un hombre al que admira mucho: Marcelo Bielsa. “Siempre me gustaron sus equipos por la valentía que tienen de atacar en todo momento. Me gusta cómo plantea los partidos, que intente siempre ser el conjunto protagonista y por sobre todo cómo trata con respeto a todos”, cuenta, más risueño, mientras agrega que ve mucho fútbol para tratar de seguir aprendiendo.

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Tras jugar un año y medio en Deportivo Maipú, pasó por una temporada a Huracán las Heras, también en Mendoza y en el Argentino B y luego por otros doce meses en Trinidad de San Juan, de la misma categoría. Actualmente juega con 35 años en Centro Empleado de Comercio de Mendoza y viene de salir campeón del torneo del interior. A partir de agosto volverá a jugar el Argentino B. “Me nombraron como uno de los mejores del torneo y pude lograr el objetivo de salir campeón, es una alegría que pensé que no la iba a volver a vivir”, rememora y dice que desde que volvió a las canchas no se perdió ni un partido: que nunca se lesionó.

“Estoy grande ya, cuando veo a un joven que recién arranca y que se angustia por alguna lesión que lo deje un mes sin jugar, le cuento mi historia para que sepa que lo de todo pasa muy rápido y que no se tiene que volver loco. Que me tuve que armar de paciencia y de cinco años para volver y con eso los calmo y les saco una sonrisa”. Carlos Azcurra, un hombre que estuvo muy cerca de la muerte, muy cerca de dejar el fútbol para siempre, pero que renació y que todavía quiere recuperar los sueños que le habían arrebatado de un balazo. Mientras tanto, saluda y se va a continuar con esa rutina tanto le agrada y que pensaba perdida: entrenarse.

La calle es nuestra, y la fiesta también

Las callecitas de Buenos Aires tienen ese no sé qué… Lo que seguro tiene es música. Jamaicaderos se encarga de ponerle ritmo a los domingos porteños. Con decenas de denuncias que caen sobre ellos, sus instrumentos no se callan y sus voces tampoco: «La calle es un lugar para compartir el arte, defenderlo y romper las desigualdades«. 
“¿Esto es un Clarinete?”, señala un señor de pelo blanco que nos habla de su edad. Cuenta que él tiene uno, del mil novecientos, lo dice agitando la mano indicando tiempo atrás, mucho tiempo atrás. Uno de los músicos entre sorbos de té, mientras sostiene una porción de torta que acaba de comprar a una vendedora ambulante, le recomienda lugares para repararlo. La charla termina cuando se ofrece a ir con él para que no corra la mala suerte de que lo agarre un trucho y lo cague.  Les pregunto si siempre se generan cosas como estas. “Siempre”, me dicen. La gente llega, se acerca, asoma preguntas, algunos se quedan, otros se van, pero nadie puede no notarlos. Los que pasan por la calle Defensa al 1100 no tienen forma de evadir la fiesta de Jamaicaderos, porque ellos se convierten en la calle.
Nueve personas y sus instrumentos toman la forma de la persiana que le hace de escenario, de los adoquines, de lo estrecho del camino, de algún grafiti que anticipa que ese espacio tiene mucho de ellos. Juntos, Topo y Bochi en saxo, Javi en bajo, Mati y Dani en guitarra, Pablo en batería, Amaru en teclas, Agustín en percusión y Juan en trombón toman la forma de Jamaicaderos para prolongarse en música por San Telmo.
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jamaicaderosMientras arman el sonido, una pareja de músicos sentados en la mano de enfrente tranquiliza la tarde con melodías que relajan. Terminan coordinados. Sus últimos aplausos dan la bienvenida a los de la otra vereda, paradójico que en realidad todos estén en la misma. “Son códigos”, me dice un rato más tarde la chica del dúo que se queda a escucharlos y a bailarlos. Me habla del instrumento ancestral australiano que estaba tocando, de sus posibilidades, de que ellos hacen música más tranqui y de que “Jamaicaderos es una fiesta”.
La pierdo bailando entre la gente, que incluso antes de que suene el primer tema se amontona haciendo un semicírculo. Parece que enchufar los instrumentos los vuelve imanados, todos caminan hacia ellos, gente en situación de calle, turistas, parejitas que pasean a los besos, familias enteras, vendedores que comparten mate. Jamaicaderos parece igualarlo todo y a todos.
 –          ¿Qué significa la calle para ustedes?
–          La calle es un lugar para nosotros con mucha magia y energía donde se puede compartir el arte y la cultura, defenderlo entre todos y romper las desigualdades. Es decir, poder compartir con gente que ocasionalmente pasa, desde quienes viven en la calle hasta un turista adinerado y también algún músico que siempre tiene las puertas abiertas para sumarse a tocar. Es un lugar donde el abanico de posibilidades se multiplica y es un lugar muy importante para que todos sean conscientes que desde acá hay que defender el derecho al arte y la cultura.
Arranca la música y los cuerpos le dan combate al frio invernal. De a ratos los vientos se apoderan de todo. Todavía nadie le habló al micrófono. Las palabras llegan entre los intervalos y cachetean.  “Aunque nosotros hacemos música instrumental, entre tema y tema queremos siempre decir lo que nos conmueve, lo que nos atraviesa, lo que nos preocupa de un montón de cuestiones que están alrededor nuestro, queremos seguir siendo permeables y queremos que la música también actúe en consecuencia, acompañando, abrazando a alguien, dándole una mano, cambiando un estado de ánimo, dando fuerza y concientizando sobre todo”. En la primera pausa, la banda nos habla de la defensa del libre acceso a la cultura, de la posibilidad de estar ahí, todos juntos, bailando. De la lucha que eso implica.

Fotos: NosDigital

Fotos: NosDigital


Hablan entre líneas de las muchas contravenciones que les llegaron, principalmente por ruidos molestos. Ruidos molestos, un domingo, en San Telmo, con la calle llena de gente y de arte. ¿Ruidos? ¿Molestos? De todos modos la lista sigue: “A veces fueron por usurpación de espacio público, en otros casos hasta por venta de mercadería ilegal porque dicen que nuestros cd son mercadería ilegal, y los más disparatados cuando tocamos por Florida, que hay muchos bancos, porque instigábamos a las salideras bancarias”.
Me alejo dos locales. Hay en la puerta de un comercio un señor que mira la situación, atento. ¿Los conoce?, le pregunto. Las respuestas llegan como vómito. Me dice que fue a verlos alguna vez, que le gustan, pero que son insoportables. Debe haber notado mi cara de desconcierto porque aclara que le gustan para un viernes a la noche pero no para un domingo mientras él está trabajando. Dice que cuando los clientes entran a su local, principalmente extranjeros, se le complica el inglés por los ruidos. Que es ilegal porque venden cd. Que así no va. Que hacen lo que quieren.  Que tienen mil denuncias, pero que se quedan porque son guapos. Que cuando viene la policía agarran el micrófono, empiezan a decir lo de la libre cultura y se ponen a la gente de su lado.
 –          ¿Qué significa la cultura para ustedes?
–          Nosotros la entendemos como algo abierto, absolutamente relajado, accesible, tangible y alcanzable, no arancelado, sino que esté desparramado por las calles, por las plazas, en diferentes formas.
La gente sigue llegando, y la defensa del espacio se convierte en una tarea de todos. Si son más los que se frenan a escucharlos, más son los que le dan la importancia que merece a la música en la calle, los que se suman al grito de que es necesario, de que no se trata de ruido, y mucho menos de ruido molesto. Es mucho más fuerte la exigencia a cumplir el artículo 32 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, que entre varias cosas garantiza la libre expresión artística, prohíbe la censura, impulsa la formación artística y artesanal, protege la pluralidad. Es mucho más fuerte también el pedido porque se respete la Ley 4121 Artículo 15, que aclara que mientras no se exige contraprestación pecuniaria, la actividad de los artistas callejeros no constituye una contravención.
***
–          ¿Cómo definen lo que se genera?
–          La palabra clave es compartir acá y es justamente la que queremos cambiar frente a un montón de lugares en donde quieren bajar línea que la clave es competir.
Vuelvo con el comerciante que señala el grupo de gente y me dice que él no quiere eso, no quiere ver culos, quiere ver ojos que miren su vidriera. Pide disculpas por decir culo, solo por haber dicho eso.
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Mi viejo supo que me mataron

Diego Nuñez fue fusilado por un policía en el palier de un edificio de Caballito. Le pegaron cinco tiros, aunque procuraron que quedara como que le dieron solo uno. Su papá lo buscó durante dos días hasta que lo encontró en la morgue. Su hermano está detenido por una causa que, según la familia, está armada. Denuncian torturas físicas y psicológicas para callarlos.

Estaban en El Campito, de La Boca, los de la Kiki Lezcano, los del Bachi La Pulpería, donde yo estudiaba, los del Partido Obrero, los de la Asociación Civil Miguel Bru… Iban a hacer una radio abierta para difundir que a mí me mataron mal y llegó la prefectura. Cuchá:

-¿El permiso para pasar música y vender comida?
-Vos sos profesional de tu laburo. No te tengo que decir lo que provoca la saturación en algunos momentos. Si vos saturás de fuerzas policiales en un momento de dolor tratando de difundir una causa que es una injusticia, lo único que provocás es más bronca. Tu compañero dijo: “Si no tenés nada que ocultar”. Acá no hay nada que ocultar. No hay que sospechar del pueblo.

-Semejante despliegue…

-Siempre llevamos cuatro patrulleros

-Ser pobre no puede ser delito

-¿Le decís que hable con el Ministerio de Seguridad? Estamos haciendo una actividad por la muerte de Diego Núñez”:…

-Los días de partido nadie vigila a los que venden chori. Está todo lleno hasta la cancha.

-Los días de partido depende de la Policía Federal.

-Vos no tocás nada.

-Van en camino.

-Ya está, Gabriel.

Imagen: NosDigital

-¿Usted es el responsable? Dígame su nombre
-Francisco Omar Núñez, padre de Diego Nicolás Núñez, joven asesinado por el policía Pablo Alberto Carmona, de la Federal, el día de su cumpleaños en el barrio de Caballito. Argentino. 48 años el día que sepulté a mi hijo.
Se tuvieron que ir. Había bastante gente y varias cámaras. Y se comieron la respuesta.

Aquel día jugaba Boca. Yo sabía que era un partido fácil. En el fondo quería verlo con mi viejo, pero al día siguiente cumplía 19. Pensé algo así: “Mejor salgo con los pibes. No sé bien qué hacer, a dónde ir. El barrio es un quilombo como siempre que hay partido. Salgo de casa, donde no hay un prefectura hay un cana. A la escuela van solo los profes y algunos grandes que viven cerca, porque la Federal corta todo con vallas y si sos de afuera no llegás, porque otros van a ver el partido. Y yo cumplo años… La dire esta vez me va a aprobar porque le caigo bien, aunque no vaya a todas las asambleas y me pegue unos borradas. Fue”. Y fui.

Salieron para el lado de Caballito. Cuando estaban volviendo, entran al palier de un edificio y, estando ahí, sale un policía de la Federal y los corre arma en mano. Salen corriendo y Diego queda rezagado… y le da 5 tiros. Todos tiros de detención -mortales, tal vez, porque la zona inguinal es muy sangrante-: uno en la pierna, otro en el abdomen, otro en el tórax, y a modo de ejecución, dos en la cabeza –desde arriba hacia abajo, de adelante hacia atrás. La deflagración de los disparos le quema la cara. Eso indica que es ejecución y a muy cerca distancia. Mucha alevosía.

Diego muere instantáneamente.

En el diario El Día, digital, sale que el policía se parapeta detrás de una puerta y le da un solo disparo en el tórax. En realidad, nada fue así. A partir de ahí, nunca nos avisaron. Ese día le habíamos regalado un Nextel nuevo con batería recargada por tres días. No lo usaron. Nunca nos avisaron, nunca le tomaron huellas. Vos, juez Rodolfo Carlos Cresseri , del Juzgado de Instrucción Nro. 40, me dijiste que no lo habían identificado porque tenía mucha tinta en las manos y por eso no había salido. Nosotros lo tenemos filmado desde que lo retiramos de la morgue.

Mi viejo supo que me mataron mal. Lo sospechó siempre. Los conoce. Siempre dice que al pibe que peleaba para que no haya tercerización en los ferrocarriles, lo mataron, que a los que recuperan una fábrica para seguir laburando, los cagan a palos, que la droga, que se fijen bien los corredores: la ruta 14, la ruta 11. Porque lo veo yo, y si lo veo yo, creo que lo ve cualquiera. La tiene clara y te la dice máaas clara. Cuando uno dudaría, él se acerca y te habla más claro y con la posta. Como cuando el juez le preguntó cómo había encontrado mi cuerpo. Después lo tuvo que escuchar.

Lo habíamos estado buscando en comisarías, hospitales, el Centro de Orientación sobre Personas. Cuando vinimos a preguntar si sabían algo en la 24°, nos dijeron que no habláramos con el COP, que ellos iban a hacer una averiguación de paradero. Yo supuse que Diego debía estar en cana. Nos resultó extraño que ellos al toque dijeran de hacer una averiguación de paradero cuando todos saben que eso nunca es así. Te tenés que desangrar frente a una comisaría para que te den bola en estos casos.

Después llamamos al COP. Le describí las zapatillas de Diego, porque eran muy particulares: unas Reebok de cuero blancas con cordones verdes. ¿Y tenía unas bermudas de jean negras y una remera negra? No sé si negra, exactamente negras, pero oscuras sí. ¿Sabés algo? No, no sé nada. Pero me lo estás describiendo. No, no sé nada.

Anduvimos por comisarías de todos lados. Amigos míos del SAME, de guardias de hospitales, recorrieron todas las salas y no encontraron nada. El 20 me fui a acostar porque estaba agotado. Ya hacía dos días que andaba. Me acosté hasta las 14 y fuimos a la morgue porque sospechaba de forma contundente que Diego estaba muerto. Llámese sospecha, llámese intuición…

Fuimos, hablé con un sargento y le hablé de igual a igual. Le dije que buscaba a un pibe con sus características, su ropa. Ellos también conocían el tema de las zapatillas. Todos. Tal es así que cuando la abogada me dice la ropa está, la fue a retirar de la morgue. Sí. Por qué pensás eso? No, por simple deducción. Si todos conocían la ropa, la ropa terminó donde terminó Diego, en la morgue. Sí, es verdad. Gendarmería fue y la retiró para periciar. Cuando hablé con el sargento y le di la descripción y las coordenadas, me contestó que había un pibe joven más o menos con la descripción que fue muerto en un enfrentamiento. Le dije que no dijera eso, que no dijera que fue muerto en un enfrentamiento porque iba a ir preso. A mi hijo lo fusilaron. LO MATARON MAL. Tanto la policía como la política como la jerga como ustedes saben lo que es matar mal o matar bien a una persona. A Diego lo mataron mal. No tenía armas ni nada.

Ya te dije, mi viejo tiene la posta. Los que son unos pelotudos son los de gendarmería. Le dan mal la dirección, los números no coincidían. Mi viejo tiene que andar buscando dónde está gendarmería. Cuando llega, le vuelven a decir que yo morí en un enfrentamiento. Yo lo sé como nadie: mi viejo no se cansa. Vuelta a decirle que no mienta, que iba a terminar preso.

Otros pelotudos son los de la morgue, que me pusieron Ariel Diego Nicolás. Yo soy Diego Nicolás Núñez.
No sé si son pelotudos, si me estaban descansando a mí o lo querían hacer dar vueltas a mi viejo. Seguro que las tres.

Le declaramos que nuestro hijo fue fusilado. Después cambió la carátula de abatido en enfrentamiento a homicidio simple. Yo creo que va a haber otra investigación. Carmona, Pablo Alberto, de la seccional de INTERPOL, que levanta turistas borrachos como aquí levantaría a cualquiera. INTERPOL es una mierda igual que todo. Ahí recibimos la autorización para venir. Cuando llegamos a reconocer el cuerpo, nos volvieron a llamar para declarar dónde lo íbamos a sepultar y nos dijeron que no podíamos sepultarlo. Diego es católico. No lo íbamos a cremar. Filmamos, filmamos, filmamos el cuerpo aunque nos decían que no filmáramos porque “comprometíamos” al tipo de ahí. Tenía toda la cara quemada con salpicaduras de pólvora por el fusilamiento. Dos tiros en la cabeza, en la parte de arriba, hacia abajo, de adelante hacia atrás. La deflagración fue lo que le quemó la cara. Porque hoy las pólvoras ni siquiera humo largan. Esas quemaduras le causaron los disparos por la cercanía del arma. Cuando íbamos a velarlo, de nuevo nos llamó gendarmería para decir que había que tomarle huellas de nuevo para incidencias y antecedentes, cuando Diego tuvo un segundo documento con este nuevo empadronamiento que inmediatamente salen todos los datos. ¿Por qué no se le hizo eso? Diego no tenía nada de tinta en las manos. Nada. Ni mucha, ni poca.

Al otro día, después de boludearnos mal por todos lados, trajimos el cuerpo de Diego a las 16. Lo sacamos de la morgue tipo 17 horas. Por orden del juez teníamos que velarlo con el cajón cerrado. Lo velamos con cajón abierto porque es nuestro derecho.

Me vieron mis conocidos, me van a tener que ver los peritos y me van a ver todos. Carmona está absuelto. Tiene una apelación. No sé cuándo vendrá la devolución del juez. Porque viste que para nuestro lado tardan las devoluciones. Este hijo de puta estuvo en cana menos de 24 horas.

Todo eso indica que hay un gran encubrimiento y corremos en desventaja con este tema porque el juez, así como lo vemos, está fallando a favor del policía aunque sea un homicida. Su argumento es la falta de mérito. Cuando ves la cara de Diego te das cuenta que es un fusilamiento. Las pericias no se hicieron todas. Falta peritar la ropa. O al menos no sabemos si ya lo hicieron porque las devoluciones, ya te digo, no son rápidas. Falta saber a qué distancia fueron los disparos. Y hay más, porque ahora también nos corren con Francisco, nuestro otro hijo. Le armaron una causa y lo están torturando física y psicológicamente. 

Me están volviendo a callar, porque mi hermano va a tener 25 años guardado entre rejas y verdugueado si mi familia se sigue ocupando de mi causa y no de la de él. Mientras tanto, mi asesino sigue libre.

La asociación civil Miguel Bru y la abogada nos ayudaron a saber quién era el policía. El que literalmente lo fusiló. Le aclaro, juez, que un policía es por lo que tiene en la cabeza y no por tener una 9 mm o una Cobalt. En este momento estoy rodeado de otros casos que nos acompañan. Hay muchas muertes de jóvenes en democracia o dedocracia. Solamente policía y nada de trabajo social no es la solución a la inseguridad. Les están quitando inclusive la posibilidad de vivir a los pibes. Todo el poder político nos está bombardeando y matando a los pibes. Y ellos lo saben.