Lunar 69 visitó el estudio de Vámonos de Casa, programa de radio de NosDigital, para cerrar la noche. Gran acústico, no te lo pierdas.
Lunar 69 visitó el estudio de Vámonos de Casa, programa de radio de NosDigital, para cerrar la noche. Gran acústico, no te lo pierdas.
Para cerrar Vámonos de Casa, el programa de radio de NosDigital, nos visitó Quiero Vale 3. En la previa de la presentación de su primer disco, regalaron un acústico de primera en nuestro estudio.
Chevron, el futuro socio de YPF en los yacimientos de Vaca Muerta, tiene un pasado bien oscuro, color petróleo, en Ecuador. Libertinaje de contaminación que derivó en la sentencia de un juicio que la multinacional estadounidense aún se niega a pagar. Qué puede pasar en Argentina.
Con voz solemne la Corte Suprema de Justicia argentina dictaminó: «De conformidad con lo dictaminado por la señora Procuradora General de la Nación, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada». ¿De qué se trata todo esto? Ni más ni menos de la posibilidad de que una de las petroleras más grandes del mundo, Chevron Corp. pueda desembarcar sin problemas ni restricciones en nuestros suelos. El recurso fue presentado por la Procuradora General Gils Carbó para poner fin a un embargo impuesto a fines del año pasado que pesaba sobre la compañía norteamericana por 19 mil millones de dólares, luego de perder un juicio en Ecuador por la contaminación de casi 2 millones hectáreas de selva Amazónica, la diseminación descontrolada de distintos tipos de cánceres y demás “beneficios” de la explotación petrolera extractiva; yéndose sin pagar un solo centavo. Acá todo lo que generó Chevron en sus treinta años en suelos ecuatorianos. Acá, la verdadera cara del tan ansiado futuro socio de YPF para el yacimiento neuquino de Vaca Muerta.
“Los desechos iban a parar directo a los ríos”
Mientras para 1960 el país se sumía en un nuevo período de golpes militares que habrían de terminar en la década de los 80, las fuentes de oro negro pasaron de ser teoría a realidad, vieron en él una futura fuente de riqueza fácil. Sin embargo, la incapacidad técnica local para hacerse cargo de los yacimientos –y el control económico norteamericano sobre el continente- llevó al gobierno a confiarle los pozos petroleros a la flamante Texaco –adquirida por Chevron en el 2001-, cuya casa matriz compartía espacio con la Estatua de la Libertad. Así fue como en 1964, la petrolera pisó por primera vez la selva amazónica en las proximidades de la Ciudad de Lago Agrio, monopolizando la explotación hasta 1992, cuando se retiró con muy poca honra de las tierras que ella misma se había empeñado en arruinar.
Luis Yanza y Julio Prieto miembros de la Unión de Afectados por Texaco (UDAPT), están desde los primeros días en que algunos visionarios se atrevieron a denunciar a la compañía por la grave crisis ambiental y social que habían generado. Así, en 1993 presentaron una demanda a Texaco en los mismos juzgados de Nueva York. ¿Cómo siguió el caso? La petrolera aceptó ir a juicio y acatar el veredicto siempre y cuando fuese en las cortes ecuatorianas, diez años más tarde se la declaró culpable con una multa de 9 mil millones de dólares y en caso de no pagar al cabo de quince días se le duplicaba la cifra. Ante el inesperado proceso la multinacional se retiró del país sin pagar un solo centavo. Luis y Julio, de paso por Argentina y en diálogo con NosDigital nos contaron sobre las experiencias de esos fatídicos 30 años: “Lo que hicieron fue cuestión de ambición, lisa y llana. Era una compañía que en efecto tenía la tecnología apropiada para no contaminar en Ecuador y no la usó. Al perforar un pozo le tienes que meter mucha agua mezclados con químicos cancerígenos, a más no poder. Normalmente en los Estados responsables o con una legislación apropiada, te obligan a tratar estos líquidos. En Ecuador, en cambio, cavaban un hueco en la tierra, lo usaban de desagüe y largaban todo directo al río. Existían las patentes para evitar todo esto; tenemos las patentes de Texaco de 1965 donde la compañía, reconociendo el peligro de las aguas de formación –aguas que salen con la extracción del petróleo- cuando están en contacto con las aguas de riego y consumo, había desarrollado equipos de reinyección, con los que inyectaban estas aguas al subsuelo para que no pudiesen contaminar, tal como hacían en Estados Unidos. En cambio, acá: directo a los ríos.”
-La contaminación petrolera afectó a más de 2 millones de hectáreas, que estaban en parte habitadas por comunidades indígenas y campesinas, ¿cómo lograron pasarlos por alto?
-Todo esto fue posible ya que invisibilizaron a la gente que vivía allí. Si la multinacional hubiera reconocido la existencia de los pueblos originarios que estaban bebiendo, usando esas aguas contaminadas no lo habrían hecho. Ellos los vieron únicamente por la vía racista, del desprecio: “ellos son indios, no valen nada, no tienen derechos”. Los abogados de Chevron en el juicio argumentaban que la Amazonia era un lugar petrolero donde no tenían que vivir personas. Comentarios parecidos a los que se escuchan sobre Vaca Muerta en Argentina. Entonces se contaminaron los ríos y las tierras de la selva, los cuales dependen los pueblos que allí habitan, todas sus instituciones culturales dependen de la selva: es su farmacia, su biblioteca, su mercado. Ellos eran ricos, no pobres, ya que no necesitaban nada, lo tenían todo ahí. Y de repente no tienen nada, su espacio vital desapareció. Por ejemplo, el pueblo de los Cofanes pasó de ser 8 mil a menos de mil en unas décadas.
Chevron, contaminación y genocidio.
Fantástico el mundo que nos ofrece Chevron sobre sus explotaciones. Solo es necesario entrar a su página web www.chevron.com y leer sobre sus políticas de respeto a los derechos humanos y el medio ambiente. El corazón de uno se tranquiliza al saber que la compañía se asegura “que nuestros proveedores de seguridad sigan principios internacionales cuando protegen al personal y los bienes; evaluando cómo nuestras operaciones podrían impactar en la comunidad; y atrayendo a nuestros proveedores claves en cuestiones relacionadas con los derechos humanos” . Ni que hablar cuando se trata de la protección de la naturaleza: la empresa se guía bajo sus “Postulados de Operaciones, basados en dos principios claves: hazlo con seguridad o no lo hagas en absoluto y siempre hay tiempo para hacerlo bien”.
Pero si en sus palabras Chevron se muestra como la encarnación de los amores franciscanos al prójimo y a todo lo viviente, la realidad ecuatoriana bien lo aleja. Acá, algunos datos recogidos en el juicio y el veredicto sobre los rastros que dejaron entre 1964 y 1992 :
-30 mil millones de galones de residuos tóxicos arrojados, 20 mil galones de petróleo vertidos a diario y 53 millones de metros cúbicos de gases residuales quemados a diario.
-Las provincias de Orellana y Sucumbíos, donde se encontraban los yacimientos, poseen tres veces más casos de cáncer que el resto del país.
-La contaminación del suelo por diferentes metales supera todas las normativas internacionales. Por ejemplo, la presencia de mercurio es 8 veces mayor que el máximo ecuatoriano, de benceno es 1800 veces mayor y de plomo es hasta 3 veces mayor.
-¿Cómo cambiaron las costumbres para los pueblos indígenas luego de las explotaciones?
-Antes tenían su pescado del río, ahora no lo hay, y el que hay, sabe a gasolina. Incluso también su espiritualidad, ya que la empresa mató a los chamanes, a veces por represión, otras embriagándolos, subiéndolos a un helicóptero y echándolos por ahí. Hay muchas historias, violaciones a las mujeres, separación de las familias. Si vas allí, puedes dar fe de ello, por lo que te cuentan de primera mano algunos de los 30 mil afectados por Texaco. Los Tetetes han desaparecido o todavía no hemos encontrado ni a uno en los últimos tiempos. Los hemos acusado de genocidio y de genocidio cultural, que se trata de privar a sus pueblos de sus instituciones culturales. En el caso de estos pueblos, la selva ocupa todas estas funciones y al destruirla, destruyes también su cultura.
-¿Tuvieron que ser relocalizados?
Muchos se fueron río abajo, como quien dice. Otros se quedaron allí y se adaptaron; empezaron a trabajar para la petrolera, recibían su plata y empezaron a adaptarse al modo de vida occidental. Y de repente se dieron cuenta que eran pobres, porque les faltaba para cumplir con sus necesidades, porque no es rico el que más tiene, sino el que menos necesita, cosa que los indígenas habían comprendido bien con su modo de vida. En la Sentencia se reconoce.
Soberanía energética – contaminación multinacional
Cuando la Procuradora Gils Carbó le envió el recurso de nulidad a la Corte Suprema sobre el embargo que pesaba sobre Chevron en suelo argentino en solidaridad por su desacato ante el fallo de la Justicia ecuatoriana, lo hizo aduciendo que esta medida perjudicaba “la política energética y el desarrollo económico del país, así como con las finanzas públicas”; ya que ahogaba cualquier posibilidad de acordar con la compañía norteamericana su entrada al yacimiento de Vaca Muerta.
La actitud de la Corte Suprema no solo rompió con un freno a la impunidad, sino también abrió la puerta a recrear el desastre ecológico que saqueó, destruyó y mató a miles y miles de personas a lo largo de unas décadas. Acaso, ¿esta es la tan ansiada soberanía energética? ¿Hay soberanía cuando son multinacionales las que llevan adelante los procesos productivos? Un argumento en este sentido solo nos hace pensar que frente a una real necesidad de autodeterminación se esconden las intenciones de perpetuar la sumisión.
[1] http://www.chevron.com/globalissues/humanrights/
[1] http://www.chevron.com/globalissues/environment/
[1] Coalición por la Defensa de la Amazonia, “Informes de expertos citados en el juicio por 19 mil millones contra Chevron”, Mayo de 2013.
Martín Becerra baja al planeta Tierra algunos conceptos. Qué es comunicar y qué informar. Qué es lo público y qué lo privado. Por qué el periodismo es un servicio social o uno comercial. Todo en la voz de un especialista.
-Cada vez más, en las últimas cinco décadas, por lo menos, tenemos procesos de miniaturización de tecnologías que antes eran carísimas y no estaban al alcance de buena parte de la población. Esto no significa que todos hoy tengan acceso. Sí es cierto que hoy la posibilidad de grabar una entrevista está al alcance de muchísimas más personas que antes. Las tecnologías posibilitan, pero a la vez vigilan y controlan. El ejercicio de este derecho de la comunicación, al mismo tiempo que esas tecnologías se diseminan en la sociedad, se complejiza más y pone en mayor tensión la cuestión de los profesionales de la comunicación en comparación con los no profesionales.
-Porque vivimos en sociedades capitalistas. Por lo tanto, el sector de los medios de comunicación que involucra grandes cantidades de recursos para funcionar, en una sociedad capitalista exige que haya una buena parte de esos medios con fines de lucro, supuestamente para sostener el costo de esa información y ese entretenimiento. En América Latina, con mucha asistencia estatal que todavía hoy existe –la publicidad oficial es eso- el sector privado fue el único que prosperó. En un esquema no capitalista, podría decir que si se declarara un bien social, habría que ver cómo se costea desde un aporte que no sea el fin de lucro.
-¿Qué implica que la ley en los primeros artículos hable de servicio de comunicación?
-Hace esa definición, pero no implica mucho. Inmediatamente dice que es un servicio de interés público. Si fuera, en cambio, un servicio público, debería haber una garantía de que ese servicio, en condiciones satisfactorias sea servido con fuerte regulación estatal. El servicio de interés público tiene menores exigencias en cuanto a la prestación. Está menos atravesado por la posibilidad de que sea el lucro o la capacidad adquisitiva del usuario la calidad del servicio.
-¿Qué son los medios comunitarios, los medios alternativos, los medios populares?
-Es difícil definir de manera concluyente a las tres categorías. En la tradición de ese tercer sector estuvieron confundidas muchas veces. La tradición de los medios comunitarios no es necesariamente antisistema. Tienen una impronta en la comunidad. La comunicación comunitaria es de base, inserta en el lugar donde se realiza. Hay medios y organizaciones de medios comunitarios que tienen un programa más de avanzada y hay otros que no.
Los medios alternativos nacen con una impronta antisistema, cuestionándolo, cuestionando el statu quo, la distribución de todos los recursos dentro del sistema. El programa político es más claro. Se supone que los medios alternativos tienen una reflexión acerca del uso alternativo de los medios. Me parece a mí, tienen un plano de conciencia o normativo que creo que es distinto al de los medios comunitarios. Enfatiza en el uso contrahegemónico del medio. Hay que ver cómo se resuelve eso cotidianamente en una grilla de programación. En algunos casos conduce al aislamiento liso y llano. El paradigma del contraflujo es el paradigma de un medio alternativo y no el de un medio comunitario. La Agencia de Noticias Clandestina, ANCLA, de Rodolfo Walsh, es un medio alternativo y no comunitario. Está organizado por un sector que se asume como vanguardia y no pretende hacer un trabajo en la comunidad a cara lavada, entre otras cosas, porque hay una dictadura militar que se lo impedía.
Medios populares, en mi clasificación, diría que uno los sitúa en confluencia con los comunitarios y los alternativos. Tienen un desafío ineludible: vincularse orgánicamente con esa comunidad o ese pueblo. Si sos un medio popular, tenés que tener relación con los sectores populares. Estudiando casos de toda América latina, se encuentran experiencias orgánicamente vinculadas a los sectores populares o comunitarios y muchas otras experiencias donde eso no sucede y hay un aislamiento completo. Cabe una introspección para cada uno de los medios, entonces
¿Ese vínculo orgánico se da por el mensaje, por el emisor, por el receptor?
Pensando en voz alta diría que ese vínculo orgánico puede ser en tanto la lectura de una representación de las necesidades de comunicación que tiene esa comunidad. Puede ser en tanto lógicas de financiamiento. Si el medio realmente representa los intereses populares, a menos que uno piense que el pueblo está totalmente engañado por los medios comerciales, puede ese sector social ser sostén económico del medio que lo representa. Ese vínculo orgánico debería darse a partir del acceso y la participación en la gestión (organización, administración), la grilla de programación, el financiamiento. Eso es un vínculo orgánico. Insisto en que es una caracterización de tipo ideal. En la práctica es muy difícil verlo, pero es interesante manifestarlo para ver si hay o no acuerdo y, si hay acuerdo, si eso es un objetivo o no. Un problema recurrente es el aislamiento.
Las leyes en América Latina, ¿cómo los contemplan?
En general lo contemplan y eso es una novedad. Antes de la ley que fue como resorte, en 2004, en Venezuela, no había en América Latina ninguna legislación que permitiera que los actores sin ánimo de lucro participaran de las licencias de televisión y radio. Eso representa un giro copernicano en materia de acceso a la comunicación y por tanto, del derecho.
En segundo lugar, diría que cada país lo está resolviendo de manera distinta. Después de 2004 Venezuela. En 2007, Uruguay. En 2009, Argentina. Recientemente Ecuador. Son distintas todas estas leyes. Otros países, como Brasil, sigue criminalizando a radialistas comunitarios. Los gobiernos de Brasil siguen operando como operaban los viejos gobiernos de Argentina, decomisando equipos, todo lo contrario de lo que marca el derecho de la comunicación. Dicho esto cabe aclarar que las diferencias en cada país son muy grandes. En Venezuela y Ecuador se define a los medios comunitarios muy de acuerdo a cómo lo interpreta cada gobierno. Eso merece una crítica: si para ser comunitario, necesitás un vínculo orgánico con el Estado, eso lesiona la misma condición de comunitario, el vigor autónomo. Al Estado las leyes ya le otorgan una cantidad importante de medios para gestionar. En Venezuela, según yo observo, el gobierno hace un uso del concepto de lo comunitario que implica en la práctica una cooptación de ese sector por parte del Estado. Conceptualmente y políticamente el Estado no es lo mismo que el sector comunitario. Desde mi punto de vista no pueden mimetizarse uno y otro.
Osvaldo Peredo fue el 10 del Sporting de Barranquilla, modelo publicitario en Maracaibo, vendedor de libros, albañil, portero, cuidacoche, taxista y empleado en una fábrica de bolsas pero siempre fue cantor de tango. A los 83 años, de madrugada, cuenta cómo llegó a vivir del dos por cuatro, que en parte gracias a su presencia en los bares de Almagro volvió a ser cotidiano entre la juventud porteña.
Cuando la luz roja del grabador se prende, el reloj marca las 3:36 de la mañana del miércoles. No es la hora habitual para hacer una entrevista. Mucho menos si el entrevistado ya pasó la barrera de los ochenta años. Pero Osvaldo Peredo no se mueve entre los límites de lo habitual. Recién se acaba de bajar del escenario de Sanata Bar donde se cantó unos tangos para calentar la noche del invierno. Mientras él entona Como dos extraños, detrás suyo, en el mural del fondo, se ve pintada la imagen de Alberto Castillo agarrando el micrófono, acompañado por un guitarrista a su derecha. Unos pasos adelante está él, acompañado por Leandro Nikitoff en la guitarra, casi como si fuera un espejo de la pintura de Castillo. Osvaldo, al cabo, es eso: la representación actual del tango de antaño.
“Cuando murió Gardel yo tenía cinco años. Vi todo el crecer del tango y el decrecer. Cuando murió, no sé por qué, un hombre estaba sentado en el escalón de la puerta de mi casa y vino con el diario bajo el brazo para decir: murió Gardel. No había la comunicación que hay ahora, que se sabe la noticia desde antes que suceda. Yo viví ese tango. Ese Buenos Aires con más identidad que ahora”, empieza a narrar Osvaldo, con una copa de vino en una mano y una empanada en la otra. En el Boliche de Roberto, esa esquina mágica de Bulnes y Perón que ahora está clausurada por disposición del Gobierno de la Ciudad, Peredo arrancó hace veinte años la resistencia del tango. “Ya era una cosa de viejo. Hubo una época en la que los pibes que querían hacer tango no tenían donde ir. No era que prendías la radio y escuchabas a Troilo, a Pugliese. Esos pibes tenían que ir a una biblioteca para ver quién era De Caro. Para la juventud llegó a ser una música de afuera”. Así fue como empezó a crecer el mito de este hombre que nació en el 30, pero cantaba tangos en la madrugada para pibes que andaban con la remera de Bob Marley y encontraban en esa esquina el lugar ideal para una noche de borrachera. Después de algunas sobremesas compartidas, esos jóvenes descubrieron que Osvaldo no sólo es el cantor que los hacía reencontrar con sus ancestros. Es una historia de vida increíble.
La de un tipo que jugó de cinco en la tercera de San Lorenzo, que fue empleado del Servicio Meteorológico Nacional mientras cantaba en la orquesta de José Zacanino, en Pompeya, que se fue a jugar a la pelota a Barranquilla, donde no anduvo con el fútbol pero aprovechó el boom del tango en Medellín por la muerte de Gardel para mudarse allí y grabó unos cuantos discos. Después siguió cantando en Maracaibo, Venezuela, donde también fue modelo publicitario. Hasta que un día decidió volver vencido a la casita de sus viejos. Llegaba de pegarla con el tango en Colombia y en Venezuela. Pero acá el tango ya no era casi nada. “Allá en el Norte terminaron la guerra y vinieron acá a vender blue jeans, películas, el idioma, pero no pudieron contra nuestra identidad. Hoy hay un montón de jóvenes a los que les gusta el tango. Y es lógico porque antes no lo mostraban. Si vos no lo mostrás, es difícil. Si no sabés cómo es el plato de fideos, ¿cómo sabés que es rico el fideo? En esa época, iban a un baile y decían si con Troilo hacés 60 mil mangos, tomá 70 que te traigo al Club del Clan”, cuenta, para explicar por qué debió laburar de vendedor de libros, albañil, portero, cuidacoche, taxista y hasta en una fábrica de bolsas mientras se dedicaba a hacer lo que hizo toda la vida: cantar tango. O contarlo: “El tango es contarlo, más que cantarlo. El cantor tiene que cantar bien, pero es más contar lo que otra cosa”.
Veinte años después de arrancar casi en soledad en el Boliche de Roberto, donde dicen que cantó Gardel, Almagro volvió a ser barrio de tango, luna y misterio. Y mucho tuvo que ver Peredo en eso. Sanata Bar, el Club Atlético Fernández Fierro, La Catedral, el Banderín, el Almagro Tango Club y Musetta son reductos tangueros que le dan color al barrio. “El tango en el año 40 venía muy bien. Después lo bocharon, por intereses no sé de qué tipo lo escondieron. Al no mostrarlo, se pierde. Si vos vendés lindas camisas pero no las mostrás, no las vendés. El tango es lo mismo. Ahora no se pudo esconder. Salió y, de a poquito, está volviendo. Hay una cantidad de jóvenes a los que les vuelve a gustar el tango que no se puede creer. Y cuando hay una persona grande con referencia del tango, de la generación que hizo el tango, tratan de aprovecharlo. De todo hay un momento espectacular. Y yo noto que a los jóvenes les gusta ese tipo de tango. Yo soy de la generación que hizo el tango. Las vi todas, y me quedo con ese tipo de tango”, explica su influencia en esta recuperación tanguera, mientras mueve sus dedos gruesos con su distintivo anillo en el dedo meñique que dice Osvaldo J Peredo. Aunque él es tan auténtico que no se adjudica ningún mérito en eso: “No es mi intención transmitir, yo canto nada más. Canto de acuerdo a mi forma de sentir el tango y a lo que viví. No lo siento como una responsabilidad ser de otra generación. Lo de Almagro lo empecé yo porque me gustaba, sin intención de fomentar nada. Las otras músicas no son el sonido nuestro. Los jóvenes no saben, porque no vivieron esa época. Éramos nosotros. Mandaron esa música para hacer negocio, para ganar guita”.
Si el sueño común para cualquier adolescente de nuestra generación era ser estrella de rock o futbolista, en los 40 la cosa no era muy distinta. Era el bandoneón y la pelota. “Jugar al fútbol era mi sueño de joven. Yo nací en el 30, en Loria e Independencia, Boedo. El fútbol siempre fue un sueño, era muy romántico, mucho más que el de ahora. Se soñaba con ser jugador, pero no para ganar guita, sino porque era lo popular. Por eso fui a San Lorenzo, de donde soy socio vitalicio. El tango –cuenta, con la satisfacción de ser cantor y haber sido futbolista- era lo de todos los días, de la mañana a la noche sonaba en la radio. Era lo común, no había que implantarlo como ahora. Éramos todos locos por salir a la calle para jugar al fútbol. Y con el tango lo mismo: salías y encontrabas la pelota de goma en los adoquines y escuchabas el tango que sonaba en alguna radio desde la vereda”.
-Y en todos estos años qué cambió más: ¿el fútbol o el tango?
-El fútbol se hizo demasiado comercial. Dicho por ellos, eh: los muchachos no sienten el fútbol. Entrenan un rato y se van no se adónde. Oí decir eso, yo no estoy en contacto con nadie del fútbol. Pero antes los jugadores entrenaban poco, dos veces por semana, pero sentían el fútbol. Jugaban en la calle, en el potrero. Éramos más nosotros. Después te invaden. Como en esa época estaba la guerra, no podían venir a joder acá, a meterse en nuestra vida. Por la calle pasaba un tranvía cada quince minutos. Antes éramos jugadores de potrero, ahora somos jugadores de gimnasio. Antes éramos cantores de esquina, ahora somos cantores de conservatorio. Antes éramos todos cantores de esquina y jugadores de potrero. Me parece que a los cantores de conservatorio les falta un poco de ese sentimiento que digo.
La pelota fue el atajo al tango. En el 53, en un velorio, se cruzó con el padre de Walter Perazzo, el exjugador de San Lorenzo, que lo convenció de ir Barranquilla, a jugar para el Sporting. Estaba terminando la época dorada del fútbol colombiano con Alfredo Di Stéfano como emblema. “Ya tenía 23 años, había dejado de jugar a los 17. Allá jugué de 10, aunque en realidad era 5. Llegué sin estar entrenado y se me cayó la posibilidad. Jugaba bien, pero para todo hay que estar preparado. Yo si entrenaba todos los días como hacen ahora, la hubiera roto. Se acabó el fútbol y Carlos Gambina, un jugador de fútbol de San Lorenzo, me dijo venite para Medellín que gusta mucho el tango. Ahí empecé a grabar. Después pasé a Cali, a Bogotá, a Venezuela. Estando en Maracaibo hasta canté boleros en televisión. Me gusta el bolero, pero a la semana ya estaba. Necesitaba esto”. Esto, obvio, es el tango. “El tango no es triste: es la vida. Por eso la nostalgia, porque en la vida hay tristezas y alegrías”. Cantar en Medellín, donde fue la muerte de Gardel, pero a la vez el nacimiento de su carrera como cantor profesional, es otro de las realizaciones de Peredo. “Los fenómenos fueron los que no tuvieron ninguna guía, ellos lo inventaron a esto. Yo no tengo veinte años. Antes que todos está Gardel. Yo lo puedo decir, otros no porque nacieron después. El principio de todo es Gardel, ahí está todo el tango. Después te pueden gustar otros tipos. Es raro decirlo, pero su muerte fue un beneficio para nosotros”, asegura. Allí, en Colombia, grabó unos cuantos discos que ni siquiera él atesora. En Argentina, la posibilidad de editar un disco se le demoró hasta los 77 años. Pero le llegó. “Me tocó tarde. Bah, no se si me tocó. Estoy pasando un buen momento. Más que todo tengo el reconocimiento. Lo mío fue de laburar. No es porque uno lo buscó. Se dio, maduró el proceso. La vida puede más que nosotros. Nosotros proponemos algo, pero se da cuando quiere la vida. O cuando quiere qué se yo quién. Sobre todo fue por la insistencia. Muchas veces lo ves en el deporte. No es tanta la calidad sino el insistir. Hay tipos que tienen calidad y resuelven algo en dos segundos, pero si no tiene insistencia después lo pierden”, valora, a los 83 años.
-¿Cuál fue su formación como cantor?
-Cantar, cantar y cantar. Fui a algún profesor, esto y lo otro. Pero aprendí de los fenómenos: Troglio, Pugliese, escuchando a Gardel. Tuve mil referentes porque ellos abrieron el camino. Esos músicos jóvenes que creen que inventaron el tango están equivocados. Lo inventaron otros. Nosotros podemos empeorarlo o mejorarlo. Pero si no hubiera sido por ellos, estaríamos haciendo otra cosa. Saltos mortales, tal vez. De algún profesor se pudo aprender también. Pero lo primero es que tenés que ser cantor. Si sos tornero, sos tornero, no sos cantor. Después no es sólo técnica, porque esto es música popular. Hasta en la música lírica: si cantás ópera de una manera fría, no sirve. Tenés que contar la historia.
La historia, en este caso, es él. Por eso la puede cantar y contar. Como lo hace un abuelo en la sobremesa, él lo hace arriba del escenario. Cantando tangos en Buenos Aires como hizo toda la vida. Aunque en los últimos veinte años, la diferencia la siente en el alma y en el bolsillo. “Hace un tiempo que vivo de esto. Siempre canté, pero hace unos veinte años tengo la posibilidad de ganar unos sopes. Es lindo poder vivir de lo que a uno le gusta. Supongo que es una realización para cualquiera. Para mí lo es. Si te gusta ser pintor, querés vivir de la pintura. Tuve que ser empleado del estado, vendedor de libros, pintor, encargado de edificios, taxista. Tantos laburos que ya me olvidé. Siempre fui cantor. Ahora soy sólo eso”.
El arte abandona la galería y desconfía del mercado. Con el dominio de diversas técnicas y soportes, y el uso «a full» de las redes sociales, la artista plástica Irene Lasivita nos cuenta cómo vivir del arte sin venderle el alma a ningún galerista.
Vámonos de Casa, el programa de radio de NosDigital, se sentó a debatir las cuestiones de medio ambiente con dos especialistas: Hernán Schiaffini, asambleísta de Esquel de «No a la Mina», y Pablo Gabiratti, integrante del colectivo Comunicación Ambiental. No te pierdas esta rica charla sobre los impactos de la mega minería, las fumigaciones y el monocultivo. Conocé las distintas experiencias de lucha contra los grandes capitales extranjeros que ponen en riesgo la vida misma.
El martes pasado en Un toque en casa recibimos a Javito Poemuffin. Él rapea, pero lo importante es que hace con su música, cuál es su mensaje. Influenciado por artistas como Fidel Nadal, Todos tus muertos y Resistencia Suburbana, te las canta todas casi sin respirar. Hasta se animó a improvisar en el aire de Vámonos de Casa. Escucha la nota, es imperdible.
La casa tomada de Paseo Colón al 1000 se abre como centro cultural a todos. La gente que allí vive te cuenta cómo es de mierda vivir en la calle, y qué nunca dejar para superarlo.
Midiendo muy pocas consecuencias, continuamente la sociedad se reproduce en su conjunto. Hablamos de los nacimientos y del mantener la propia vida. En ese movimiento ciclico, la reposición de sujetos implica su reposicionamiento. Pero, como todo proceso productivo, genera siempre desechos residuales. Y tratandose de un 24/7, la creación de desperdicios es incesante.
Hasta el menos avispado verá que acá estamos hablando de personas. ¿Cómo referirse así a otros ciudadanos?. La indignación y el repudio lo dominarán todo.
Es que es más sencillo mantener un discurso con palabras sutiles y cordiales, que entender qué hace la gente que al sistema no le sirve.
Entonces: la gente en situación de calle, ¿quién se ocupa de ellos?, ¿dónde quedan sus derechos?
En la toma social de viviendas, ¿cuál es el mandamiento que dice que el derecho constitucional a la propiedad privada está por encima del de la vivienda digna?
Paseo Colón 1068
Nos reciben dos de los vecinos que habitan este galpón largo y alto que se transforma en vivienda desde hace ocho años, con su toma. Hoy viven con dignidad doce familias, pero no solo en la idea de proveer un techo queda su horizonte: funcionan talleres, un comedor popular para gente en situación de calle, ese ingrato lugar desde donde todos vienen, y el sábado 29 de junio se inaugurará el “Centro Cultural De Abajo” abierto a toda la sociedad.
José, grandote de algo más de cinco décadas, y María, bien bajita, morocha de pelo corto, son miembros de la Asamblea del Pueblo, la organización que encauza los procesos de recuperación de viviendas junto a las familias que sufren situación de calle. Nos reciben en la planta baja que pronto será centro cultural. El objetivo de la Asamblea es la gestión de espacios como estrategias de contención de toda esa gente para la que la calle es su realidad: personas sin vivienda, obreros, vendedores ambulantes, motoqueros, empleados precarizados, prostitutas y de los más disimiles personajes. “Se trata de generar en el grupo una idea de familiaridad -habla firme José-, que nos sintamos todos como una gran familia”. Mientras conversamos, otros vecinos se mueven mucho: pintando, colocando cortinas y limpiando el lugar.
“La idea de hacer el centro cultural –cuenta María-, es hacernos conocer un poco más, por la gente del barrio y que sea un centro de difusión cultural. Que los artistas vengan acá y puedan trabajar. Para la gente aún en situación de calle, para los de la Asamblea y también para la sociedad en general. Nos quedó un poco chico el otro centro cultural, el “Rosa Luxemburgo”, en Carlos Calvo 546”.
En un hotel de mil estrellas
-¿Qué es lo que te pasa por la cabeza cuando estás por la calle? ¿Cuál es tu experiencia y ahora verlo todos los días con la gente en el comedor?
-José: Estuve en situación de calle casi un año, durmiendo siempre en paradores públicos acá en Capital. En el parador vos tenés horarios para entrar, para salir, para comer, para bañarte, para todo. Después pasé a alquilar una vivienda con un grupo de gente que nos hicimos amigos en el parador; pero tuvimos problemas con el alquiler de la casa, no porque no pagásemos. Así que tuvimos que abandonarla, pero vinimos rápido acá, ya que los conocíamos por venir al comedor y participar de algunas de las movidas que se armaban. Mientras tanto, yo seguía sin tener laburo. Vinimos a hablar y ellos evaluaron que nosotros éramos gente cumplidora, comprometida y nos ofrecieron ir a vivir a una de las viviendas. Nos recibieron de maravilla, todo perfecto y a los dos meses de vivir acá, estando conviviendo y participando de las actividades, finalmente conseguimos laburo en la organización. Siendo paciente, respetuoso y participando podés conseguir tu trabajo. Hace un año y tres meses que estoy laburando y viviendo acá. Me cambió totalmente la vida.
-¿Cómo cambió la realidad en tu cabeza?
-Lo bueno que tuve en esos momentos de estar en la calle, es que estaba fuerte de la cabeza. Siempre supe que era una cuestión de tiempo, conseguir algo. Ya que me considero un tipo capaz. Por eso nunca caí en la bebida, en alguna adicción, ni en la desesperación, porque si caía, si me volvía más loco, iba a ser para peor. Había que esperar, de un momento a otro se me iba a tener que dar vuelta. No es que ahora nade en la felicidad, no porque no esté contento con lo que tengo, sino porque uno siempre quiere progresar.
-¿Qué situaciones son las que te debilitan en la vida en la calle?
-Por ejemplo sentía algo fuerte cuando iba a hacer la cola para entrar a algún lado a dormir o al tener que respetar tiempos para irme a duchar. Yo quiero llegar a mi casa después de laburar y bañarme, o bañarme a las cinco de la mañana, sin tener que ir respetando tiempos estrictos. Ese tipo de situaciones te desgastan, te hacen bajar la guardia; pero, repito, siempre tuve fe y esperanza que iba a salir de esa situación. Yo siento que el cambio estuvo, y ahora por suerte estoy feliz de lo que hago, poder estar y dar una mano por alguien que lo necesita.
-¿Cómo es el día a día en situación de calle?
-Ya la persona que está en calle y que está un poco mal de ánimo cae en la rutina de la calle. Esa persona se levanta, tiene que ir a desayunar a tal lado a las 8am y cuando termina se va a otro lado a desayunar a las 9am. Después se va al primer comedor para almorzar y cuando termina busca otro lugar. Entonces cuando llega la tarde ya está pensando qué hacer el día siguiente: a dónde ir lunes a sábados, a dónde ir sábados y domingos. Cómo cuidarse, ya que a algunos el parador no les va porque no quieren que nadie les imponga un horario o un modo de conducta, entonces ya están en la calle total. Tienen que cuidarse de que no les roben sus mochilas, sus zapatillas mientras duermen, que son cosas que suelen pasar. Todos los días te encontrás con esas cosas; mismo por robarles les dan golpes… Es una vida durísima, horrible.
-¿Cómo es la vida en los paradores?…al menos cuando lográs ingresar…
-Tenés que hacer una fila, llegar temprano porque si entraron muchas personas y se cubrieron las camas, quedaste afuera, no tenés otra alternativa ahí que irte a la calle. Otra cosa también es el maltrato que puede haber. A veces algunos coordinadores ponen de punto a alguno y se la tienen que bancar o no entran. También tiene su lado bueno: la gente, en mi caso encontré un grupo de amigos, con los que seguimos juntos acá. Pero también las actividades que se arman, como talleres de literatura y radio a los que iba. Esas cosas son las que te hacen bien, te ayudan a salir de la desesperación y te fortalecen.
A un año de la sanción y reglamentación de la Ley de Identidad de Género, un recorrido por su impacto en la vida cotidiana de las personas trans. El mayor desafío: la inserción laboral y el reconocimiento de la diversidad por el resto de la sociedad.
Tener un nombre es un derecho más que primario de todo ser humano, un modo de reconocerse y obtener reconocimiento. Cuando a una persona se la llama por un nombre que no coincide con su identidad de género, se vulneran sus derechos. La ley viene a subsanar esa violación. Pero, ¿qué hay detrás de un nombre? En su artículo segundo define:
“Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.”
Las identidades trans desordenan la pretendida homogeneidad de concordancia entre sexo, género y orientación sexual. Evidencian el carácter construido y cultural del género al tiempo que introducen la crítica al sistema binario hombre – mujer que excluye, por estructura, al diferente.
“Esta ley nos hace sentir orgullosas; significa que hay un estado que por lo menos nos reconoce y no nos expulsa”, dice Carla Morales desde la barra de Casa Brandon, en donde trabaja. Sabe que el proceso será largo y que las nuevas generaciones serán las beneficiadas, en primer lugar, porque las familias sentirán que no están solas y les será más posible acompañar a sus hijas e hijos trans. “Así, con contención, podremos seguir estudiando, acceder a un trabajo digno y a una vida social más plena”, agrega entusiasmada. Con las mismas ganas, porque “dar de comer tiene que ver la energía”, acaba de pasar fuentes de papas fritas y ensaladas para atender al grupo que eligió el lugar para recibir el fin de semana. Ese es su trabajo y es también su lugar de militancia, su modo de ejercer, de “ir a los hechos, no solo de decir que se puede, sino también, hacerlo”. Sabe que ella tiene una oportunidad negada para la mayor parte de sus compañeras y está decidida a no desaprovecharla.
El problema es qué sucede mientras ese largo proceso del que habla Carla culmine. Aunque el verdadero problema, es qué pasa con las vidas de todas las personas trans que quizás no lleguen a ver ese proceso cerrar. La comunidad travesti, transexual y transgénero de nuestro país se encuentra entre una de las poblaciones más vulneradas históricamente. La realidad de este colectivo está atravesada por un contexto de persecución, exclusión y marginación. Las personas trans no gozan de igualdad de oportunidades y de trato en ningún ámbito de la vida social e institucional; la mayoría de ellas vive en extrema pobreza, privadas de derechos económicos, políticos, sociales y culturales. A pesar de las condiciones en las cuales desarrolla sus vidas, el colectivo trans ha dado muestras de perseverancia y a través de su intervención en la política ha producido cambios significativos, aportando nuevos conceptos, experiencias y marcos jurídicos, construyendo políticas sociales y comunitarias, generando antecedentes importantísimos en la justicia. Hoy, finalmente el Estado reconoce a esta porción de la población y comienza a generar políticas públicas dirigidas a esta comunidad. Sin embargo, debe también desarticular los mecanismos institucionales de discriminación que operan contra las personas trans y que han legitimado mecanismos socio-culturales de fobia por estigmatización, criminalización y patologización
Soledad Cutuli es antropóloga y escribe su tesis sobre las formas de organización de las travestis de Buenos Aires. “Siempre se las aborda de una manera exotizante, pero ellas son madres, militantes, hermanas, vecinas, tías, y también, si querés, prostitutas, y un montón de cosas más que componen sus vidas y suelen estar solapadas”, dice y añade que entre todo lo que hacen, está por ejemplo, el haber demandado esta ley. La inserción laboral, si bien no es imposible, sí es muy difícil. La exclusión del trabajo formal supone, por añadidura, la falta de acceso a vivienda, crédito, y, sobre todo, obra social. Al decir de Cutuli, “ellas son perspicaces y siempre encuentran alternativas” a la trama de marginalidad a las que se las somete, que implica una expectativa de vida tan baja, que las que llegan a viejas “tienen el aura de sobrevivientes”.
“Ahora cuando me miro al espejo, me reconozco, me digo, ahí estoy, soy Gabriela”. Todavía se emociona cuando lo cuenta, es que hace apenas dos años se animó a asumir su identidad y, a los cuarenta y dos, enfrentó, en el edificio en el que trabaja como encargada, la mirada y el prejuicio del vecindario. Se siente una leona, una mujer maravilla, por haberse jugado por lo que es. La emoción se respira en cada letra, la intensidad de la experiencia traspasa la palabra en la que se materializa. “Cuando voy al almacén y me preguntan: señora, ¿qué va a llevar?, me reafirmo y enorgullezco de mi transformación”. Claro que el proceso no fue fácil y aún sufre las consecuencias. Hoy su sueldo está reducido en casi un 50%; la administración, por presiones de algunos integrantes del consorcio le quitó las horas extras. “Se resisten porque les da miedo y atacan para defenderse de lo que no conocen”, dice Gabriela, después de haber tenido que denunciar el caso por discriminación, amenazas e insultos.
Nombre, identidad, aspecto, acceso, trabajo, una red de posibilidades que, por presencia o por ausencia, marcan tantas vidas; en el caso de las personas trans, un número no cuantificado. A pesar de la ausencia de datos oficiales, a partir de “Cumbia, copeteo y lágrimas. Informe nacional sobre la situación de las travestis, transexuales y transgéneros” de Lohana Berkins y la encuesta piloto realizada por el INDEC y el INADI en La Matanza el año pasado, se conoce que el 80% de las personas trans ejercen la prostitución, más del 80% no culminó sus estudios secundarios, el 34% vive con VIH/SIDA y la esperanza de vida es de 35 años.
La ley de identidad de género da existencia a las personas trans e instala la necesidad de ir más allá. Tener un documento con el nombre propio es un primer y enorme paso. Para Soledad Cutuli, salud, educación y más políticas públicas que regulen el cotidiano es lo que debe venir. Gabriela Toledo cree que a la sociedad le falta delicadeza en el trato y sabe que mientras llegue el cambio cultural que ratifique la ley, ella debe seguir viviendo y que falta mucho por cambiar. Carla Morales tiene vínculos con varias organizaciones y partidos políticos, pero se define como inorgánica en su militancia, porque considera que lo mejor que puede hacer es llevar y traer de un lado al otro, decir lo propio a los demás, no limitarse bajo una sola bandera, sino “aprender de la otredad”. Cutuli da un paso más y declara: “ojalá mis hijos tengan compañeras y compañeros trans en el colegio, eso enriquecería el aula”.
Cutuli, Morales y Toledo coinciden en el papel fundamental de los medios de comunicación para lograr el reconocimiento y la aceptación de la sociedad, sin estigmas, en la integralidad de toda persona. Para ponerse a tono con una lucha que avanza a pasos implacables. Y muestra de ello son, por ejemplo, la Escuela Cooperativa Textil de Trabajo Nadia Echazú, creada en 2007 por y para personas trans, con el fin de generar un espacio laboral alternativo a la prostitución. La cooperativa, cuyo nombre recuerda a la activista por los derechos de travestis y transexuales fallecida en 2004, fue un acto de militancia viabilizado por la lucha sostenida de su presidenta, Lohana Berkins. Por otra parte, el año pasado comenzó a funcionar el Bachillerato Popular Mocha Celis, que se presenta como “un proyecto educativo dirigido, sin ser exclusivo, a travestis y transexuales, con el objetivo de conseguir mejores condiciones y oportunidades laborales que reviertan la situación de prostitución y promuevan la organización en torno a cooperativas de trabajo autogestionado”. En este caso, el nombre se lo debe a la militante trans que, sin saber leer ni escribir, murió víctima de violencia de género policial. El Canal Encuentro produjo en el 2011 un ciclo de cine sobre diversidad sexual; conducido por Marlene Wayar, analizó la violencia, los crímenes por odio, las fobias y también la necesidad del respeto a las diferentes identidades. Wayar es también la directora de El Teje, la primera revista en América Latina producida desde una identidad travesti. También hace dos años se estrenó la película “Mía”, ópera prima de Javier Van de Couter. Cuenta varias historias que se encuentran alrededor de una chica trans que vive en la “Aldea Rosa” del cirujeo y la prostitución mientras sueña con la moda, un hogar y la maternidad. Al director, consciente de que para muchas de las chicas que participaron del elenco, la plata que cobraron fue su primer sueldo por un trabajo digno, no le preocupa si su filme se destaca más por su costado militante que artístico. Emprendimientos de economía social, proyectos de educación popular y producciones culturales; las distintas facetas de un movimiento plural que viene pujando desde hace décadas por una democracia real, que lucha no solo por derechos sexuales, sino también por derechos sociales y de ciudadanía.
Trabajo digno, ya a esta altura, resuena como reclamo, como necesidad, como derecho. Como la base de la que partir para poder despegar, para constituirse con plenitud, para alcanzar la integralidad inherente a toda persona. Al igual que entre las mujeres, entre las personas trans se reproduce la discusión acerca de la prostitución: reglamentar o abolir. Gabriela Toledo no pasó por ese lugar, cuando asumió su identidad tenía un trabajo y desde allí da pelea, para vivir su vida, dice. Carla Morales antes de trabajar en Brandon, tuvo una parrilla y diferentes trabajos, entre ellos en la cooperativa Nadia Echazú. Cree que el trabajo dignifica y entiende que si la prostitución es un trabajo, debe ser fiscalizado, mientras no se pueda sacar a quienes están en la calle, como prostitutas, clowns, gente que hace venta ambulante. Morales afirma que toda persona debe tener derecho a elegir su camino y poder hacer un aporte a una obra social y llamar para pedir un turno como cualquiera que trabaja. Lohana Berkins, desde su conocida postura abolicionista, no se cansa de repetir que no conoce a nadie que mande a sus hijos a hacer cursos de especialización en prostitución. Si hay un reclamo consensuado entre todos los sectores es que lo que deben eliminarse sin más son las causas que provocan que la prostitución sea el único medio de subsistencia para tantas. Para Cutuli, la categoría trabajo digno tiene potencialidad estratégica, retórica, para conseguir resultados para la vida de todos los días, cuyos matices exceden el reclamo llevado al Estado. “Imaginate decirle a una trava: vos no sos digna porque no tenés un trabajo digno, inmediatamente te va a dar mil argumentos por los cuales se considera absolutamente digna. Hay, por eso, dos planos, el de lo político y el de lo cotidiano, creo que se van a producir modificaciones en forma progresiva que hagan surgir otras formas de ser travesti sin pasar por la prostitución”. Para muchas de ellas, trabajar y salir a prostituirse son la misma cosa. Soledad Cutuli cuestiona: ¿cómo no llamar trabajo a la principal fuente de ingresos?
Una pregunta surge insoslayable; ¿quién es el cliente de las travestis? ¿Quién consume esos cuerpos? Si el consumidor de sexo heterosexual está invisibilizado por una trama social que lo protege, el de sexo trans pareciera no existir. Ningún hombre admite su práctica. La hipocresía de la sociedad se manifiesta al extremo. Berkins, en declaraciones al momento de la media sanción de la ley, enfatizó la problemática de la violencia, dado que entiende que a mayor avance le corresponde una mayor resistencia, que puede devenir en travestofobia. Se rebela a estar confinada en el mundo prostibulario y considera que la verdadera transformación se dará cuando a ellas las lleven por la vida reconociéndolas como pareja. Por eso Carla Morales, además de diseño textil en la UBA, estudia las relaciones afectivas de las chicas trans y la forma en que el varón que gusta de ellas, asume su lugar. Plantea la necesidad de que ese chico pueda hablar y decir: “Mamá, no te presento una novia mujer biológica, te presento una novia trans”. Para ella, se impone empezar a hablar de la salida del closet de estos varones, porque la represión se vuelve violencia y se llega, en muchos casos, al crimen de odio.
“Hace un tiempo atrás comencé un viaje hacia mi adentro, un trabajo de auto aceptación, donde el aprendizaje es aún constante y una de las tantas riquezas alcanzadas es la paz conmigo misma, una paz que excede todo conocimiento”; así comenzaba la carta que Gabriela Toledo envió a cada unidad del edificio en el que trabaja, el día antes de abrir la puerta como Gabriela. Líneas que se entrelazan con el reclamo de Carla Morales de ser escuchadas con voz propia y de reconocer y aprender del diferente, de todo otro y otra. Sobre su trabajo con el grupo de la cooperativa Nadia Echazú, Soledad Cutuli declara, contundente: “No se me ocurriría nunca darles consejos, yo aprendo de ellas e intento aportar a la academia sus saberes”.
Ese conocimiento que dice que el disfraz es no mostrarse como lo que se es, que apela a la aceptación, a la posibilidad de mostrar todo un abanico de capacidades que van mucho más allá de una esquina o una peluquería, a permanecer en la educación formal y acceder a los servicios plenos de salud, a no ser invisibilizadas tras una máscara de necesaria femineidad, a ser y a devenir. A un año de la sanción y reglamentación de la Ley de Identidad de Género, los estigmas sociales sobre el travestismo en nuestro país siguen atravesados por la violencia física, la represión policial y los insultos discriminatorios, reforzando los estereotipos negativos en identidades trans. Violencia física relacionada a la represión policial, las dificultades en el acceso a la justicia y las barreras para ingresar al mercado laboral formal dan cuenta que todavía en Argentina existe una marca de la violencia física y simbólica que vulnera a las personas trans en sus derechos económicos, culturales y sociales; en sus derechos humanos, en su derecho a ser y existir.