Archivo por meses: mayo 2013

Matrimonio igualitario ilegal

Un paso adelante, dos atrás. Las esperanzas de una parte de la sociedad colombiana se hizo pedazos cuando el miércoles 24 de abril el Congreso echó por la borda la Ley de Matrimonio Igualitario propuesto por el propio partido gobernante –Partido de la U- y militado por años y años por tantas organizaciones y ciudadanos. Medievalismo, insultos, presiones y una legislación permisiva pero no completa fueron el saldo de todo este debate que nuevamente llenó de luz un viejo problema: ¿hasta qué punto las concepciones religiosas pueden determinar los derechos de una sociedad dentro de un Estado constitucionalmente laico?

Seis años de espera

Desde el 2007 los derechos de las parejas homosexuales se hicieron eco en la opinión pública luego de que la Corte Suprema reconociese que la unión de dos personas del mismo sexo constituía una familia a la vez de aceptarles el derecho a la seguridad social, a la pensión y a la herencia; siguiente paso era entonces el matrimonio. Cuatro años más tarde, la Corte le daba al Parlamento, mediante la Sentencia C-577, dos años para conformar una ley que reglamentase este tipo de alianzas. En caso de no cumplirse este mandato las personas de mismo sexo podrían ir a un notario y pedir una unión legal, no matrimonio, que debería ser concedida.

A partir de esa fecha empezaron los movimientos en todas las direcciones: Armando Benedetti del Partido de la U presentó el proyecto de ley, la Iglesia y asociaciones cristianas iniciaron su campaña a favor “de la vida, la familia y el matrimonio” – desempolvando los más áridos pasajes del Antiguo Testamento- y las organizaciones a favor de los derechos de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (LGBT), en viraje opuesto, sus movimientos para contrapesar la catarata homófoba que inundaban las ciudades.

Pero, ¿cómo fue tomado el pliego presentado por el senador por la comunidad LGBT? Luis Felipe Rodas, militante de los Derechos Humanos y (por ende) de la comunidad LGBT nos cuenta: “En general el Proyecto fue visto como algo muy positivo para la comunidad, aunque hubo un par de voces en contra que consideraban que debíamos esperar hasta el 20 de junio para dar cumplimiento a la Sentencia C-577. Sin embargo estamos exigiendo el Matrimonio Igualitario, no aceptaremos términos diferentes, por ello la mayoría de organizaciones y personas de la comunidad LGBTI, vimos el proyecto de Benedetti como un proyecto que nos reconocía plenamente y que garantizaba nuestro Derecho al Matrimonio”

Recién en el mes de abril del 2013, seis años después de la primera sentencia judicial, se dirimió en los pasillos del Congreso la posibilidad histórica de ampliar las libertades civiles a este grupo históricamente violentado, excluido y desprotegido.

Un mundo de odios

Ostentando el puesto número 16, Colombia es uno de los países con la mayor tasa de homicidios del mundo según el último informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito[i], con una tasa del 31%, por encima de territorios como el Congo y México, y duplicando la media americana. La población LGBT es particular damnificada en este clima de alta violencia, debido a que son blanco fácil para los crímenes de odio, como por la impunidad en que quedan estos casos debido a la desidia y omisión de la policía, la justicia y el propio gobierno.

El último informe realizado por la organización Colombia Diversa[ii] del bienio 2008-2009 mostraron la muerte de 127 personas LGBT por razones ligadas a su orientación sexual. Junto con esto, en 81 de los casos no hubo ningún tipo de investigación, solo en 5 hubo una sentencia y en 10 se estaba llevando a cabo una investigación penal. El departamento de Antioquía cosechó el 51 de las víctimas, siendo segundo con un tercio el departamento de Valle de Cauca y tercera Bogotá con 14.

Por último, las 127 muertes remarcaron un aumento de treinta víctimas más del bienio anterior, 2006-2007, con 99, con poco menos de la mitad quedando impunes.

“Es un sexo sucio, asqueroso, un sexo que merece repudio”

A lo largo de las primeras tres semanas del 2013 se desarrolló este conflicto, primero en la opinión pública, luego en las butacas parlamentarias.

-9 de abril: El Episcopado colombiano envía una carta los Senadores, instándolos a respetar la Constitución nacional que consagra al matrimonio como propio del hombre y la mujer. Firmado por el Cardenal Rubén Salazar López, Arzobispo de Bogotá y José Falla Robles, Obispo Auxiliar de Cali afirmaban quedado que las uniones de personas del mismo sexo poseen, incluso biológicamente, características que las diferencian netamente de la unión que se establece entre un hombre y una mujer, sería injusto otorgarles el «privilegio» de un reconocimiento y de una tutela jurídica que pueda equipararlas al matrimonio o a la familia. La justicia exige que dichas realidades sean asumidas por el Legislador con un criterio diferencial. La justicia, en efecto, no es dar a todos lo mismo sino a cada uno lo que realmente le corresponde”. Tal vez, el lector entre tanta Palabra Santa y las brumas del Espíritu Santo se haya perdido, así que subrayemos un punto clave en la posición eclesiástica: “El Estado tiene, ciertamente, la obligación de eliminar toda forma de discriminación injusta que pueda ser ejercida contra los homosexuales o contra cualquier otro ciudadano (…) muy distinto, es querer brindar a estas uniones un reconocimiento jurídico que, implícitamente, subvierte el orden establecido por la naturaleza humana y por nuestro marco constitucional y legal”[iii].

-Siendo un país con fuerte presencia de grupos evangelistas, ¿cuál fue su posición?

Luis Felipe Rodas: Jugaron un rol significativo, de hecho hubo un pacto firmado por el actual presidente del Congreso, el Senador Roy Barreras, con una Iglesia Cristiana donde se comprometía a no aprobar el matrimonio para las parejas del mismo sexo, todo esto con el fin de poder ganarse los votos de tantas y tantos cristianos en Colombia. v

Los Senadores del Partido Político MIRA, un partido formado por integrantes de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, también hicieron presión ante los Congresistas para que este proyecto no fuera aprobado.

-23 de abril: nuevo debate parlamentario. Durante seis horas los diferentes grupos políticos postularon sus posturas. Cabe especial mención al más de 40 años senador nacional Roberto Gerlein, quien incluso más papista que el Papa denunció a las relaciones entre personas del mismo sexo como: “sexo sucio, asqueroso, un sexo que merece repudio, es un sexo excremental”, pero fue más allá en su clase de biología: “A mí nunca me ha preocupado mucho el catre compartido entre mujeres, porque ese homosexualismo no es nada y sin trascendencia, pero compartido por dos varones es un sexo sucio”. Gracias señor senador por la palabra.

¿Cómo convivió la el carácter de Estado laico con las argumentaciones religiosas a la hora de legislar este hecho?

Luis Felipe Rodas: La Constitución Política de Colombia reza que este es un Estado Social y de Derecho, pluralista y diverso, democrático y participativo, eso es lo que debe respetar el Congreso.

Nos encontramos con el Señor Alejandro Ordoñez, Procurador General de la Nación y fanático religioso, quien se ha opuesto enérgicamente al reconocimiento de nuestros Derechos, ha buscado la manera de manipular y manejar al gobierno colombiano,  para votar en contra todos los proyectos de Ley que busquen reconocer nuestros Derechos.

Carlos Monsivais, escritor mexicano, ya lo ha dicho: «en la homofobia el prejuicio se vuelve ley», eso pasa en Colombia, los prejuicios se vuelven Ley.

-24 de abril: Voto en el Senado. 51 contra el proyecto de ley, 17 a favor, mientras afuera los grupos reaccionarios vitoreaban: “No callaré, no callaré, el matrimonio es entre un hombre y una mujer”.


[i] http://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/statistics/crime/Homicide_statistics2012.xls
[ii]http://colombiadiversa.org/colombiadiversa/images/stories/PUBLICACIONES_FINAL/
DOCUMENTOS/INFORMES_DH/documentos/SituacionderechoshumanospersonasLGBT2008_2009.pdf

[iii] http://www.lafm.com.co/noticias/cardenal-ruben-salazar-se-135670

¿Dónde? En Laos

Fotorreportaje que te lleva en viaje por la esencia cotidiana de la gente del país más humilde del sudeste asiático.

Allá todo es distinto, es cierto. Los paisajes, las costumbres, la religión, la lengua, la comida. Podríamos estudiar años sobre el sudeste asiático y hasta viajar muchas veces, pero aún así no comprender del todo su filosofía de vida diaria. Podemos también seguir enumerando diferencias y así sumarle distancia a los miles de kilómetros que nos separan. Preferimos, en vez de alejarnos redundando en lo distinto, acercarnos descubriendo lo parecido. Porque las esencias humanas, esas que viven en los ojos de la gente, son iguales acá, en Suecia, en Vietnam, y claro, en Laos.

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El pez por la boca no muere

fioritoSomos de Fiorito nosotros, ¿viste? Pasa seguido acá. Yo recién volvía de cartonear. Era como la una de la madrugada del 25 de septiembre del 2010. Me bañé y ya salía para bailar. Compré una cerveza, me junté en el pool de Recondo y Pío Baraja. Lo vimos pasar a este hijo de puta y le gritamos cornudo. No sabíamos nosotros que era gorra. Trabajaba en la Casa Rosada. Se llama Maximiliano Germán Ledezma, tenía 23 años, y vive acá cerca, en Rodríguez. Estaba noviando frente al pool. Se metió, se hizo el capo, ni sacó la chapa ni nos pidió documentos, como hacen otros. Si pedía, ahí le decía: «Leandro Pérez, excompañero de tu novia; él es Walter Robles. También la conoce bien». Por joder nomás. Ni sabíamos que era rati. Le daría vergüenza ser vigilante. No le habría dicho a la piba. Acá en el barrio son muchos, pero ni te enterás. Salen de civil, van a trabajar y vuelven de civil. No. No mostró que era policía hasta que nos sacó a los tiros, nos dejó muertos en el piso. A mí me pegó tres tiros por la espalda, a Walter, cuatro mientras se cubría con las manos. Ahí sí nos dimos cuenta que era cana. Cayeron los de la 5ta y lo encubrieron. Después dijo que le queríamos robar la moto. Ñaca. Yo tenía la mía. Dos días antes la policía me la había sacado por no tener casco. A las 12 horas de que mamá, Nely, pagó los 1500 pesos a la Policía para sacarla, otra vez me la sacaron.

Los vecinos vieron que él tiró un tiro al aire para decir que hubo un enfrentamiento.

El vigilante tenía dos armas. Una, reglamentaria; la otra, dada vuelta. O sea que se la puso así a Walter. Eso declararon todos los testigos: que vieron que tenía dos armas. Todos salieron gritando que deje de tirar tiros que va a matar a otro más. Y ahí lo vieron, que tenía el arma del lado del revés. Él tiró todos los tiros.

Fotos: NosDigital

Fotos: NosDigital

Ahí salieron a ver. Y mi hermana estaba ahí cerca. Lo vio y le avisó a mi mamá. Es como dice mamá: “En todos lados esto pasa seguido. Uno escucha tiros. Trata de pensar que es una moto, pero a veces no.”

Y este día cayó la policía de la 5ta. Querían sacar a mi familia porque tenía que ir a trabajar la fiscal. Mi hermana le dijo “No dejes el cuerpo solo porque ellos van a querer poner algo”. Lo que pasa es que ellos se cubren entre ellos. Son compañeros. Uno de la federal, otros de la bonaerense. Pero como los testigos no querían que a sus hijos le pasara lo que a mí y a Walter, y se animaron a declarar.

El juicio iba a ser hace dos años, pero bueno, logramos que Walter también fuera considerado víctima para que el matapibes por la espalda, como le pusieron en un escrache, fuera juzgado por los dos. Mientras estuvo preso, pero como dice mi vieja, “más de dos años no puede estar preso un policía. Si es un civil sí, se come la cárcel hasta el juicio”. Estuvo dos años preso en la Unidad 30 de Alvear. Le dieron arresto “porque era buen pibe”, porque la madre estaba enferma en la casa. Había dicho también que ese día tuvo mucho temor, que se asustó mucho. Menos mal que tenía temor, porque nos dio tres y cuatro tiros. Cómo será si no tenía temor.

En el medio a mi hermano Maxi lo atropelló un borracho que venía a contramano. Tuvo que dejar el fútbol. Nosotros, los pibes, juntábamos unas monedas para pagarle la ropa, los viajes, la vianda. Ahora anda en muletas.

Y arrancó el juicio. “Fuimos a tres audiencias. La están estirando y estirando como un chicle”, decía la mamá de Walter en su momento. “Ellos como que nos quieren cansar a todos”, seguía mamá. Era un arreglo clariiísimo. Yo digo que los jueces le dieron tiempo al vigilante para arreglarle los problemas. Los jueces ni estaban en la sentencia. El secretario vino listo para rajar. No quería que entraran celulares, mochilas, carteras. “A nosotras, que somos las mamás, nos revisan de pies a cabeza, a ver si llevamos algo. Tienen miedo de nosotros, cuando el asesino está adentro. No lo revisan a él. Tienen miedo de nosotros. Y él es el que mató a nuestros hijos. Todo al revés es acá”, decía mi mamá antes de la sentencia. Ahora, mirá. Ni hizo falta que entraran algo. Todo, todo les sacó porque ya sabía lo que venía. Solo a 20 dejó entrar. A ella la mandó al fondo. “¿Por qué al fondo? ¿No me reconocés la cara todavía? Yo voy delante de todo”, le dijo mamá. El tipo se reía, como irónico. Cuando entró, saludó. “Les leo el artículo tanto y tanto. Lo absuelvo a fulano de tal de causa y de todo”. O sea que quedaba libre. ¡¿Qué?! Solo los de adelante llegaron a escuchar. La Sabri, mi hermana, gritó, porque nosotros pensábamos que lo iban a sobreseer a Walter porque apareció con un arma, ¿pero por los dos? ¿Sabés lo que fue ese momento? No quedó un vidrio sano. Fue un momento de locura. El cana, encima, el que cuidaba al otro cana, hacía “jojo”, como una burla. Marcela le llegó a pegar un arrebato a uno. Lo cazó del cuello y le empezó a dar. Mis hermanas mías le agarraron la computadora donde escribía el tipo. La hicieron mierda. Maxi revoleaba la muleta a quien venía. En un juicio, nunca más va a entrar uno con una muleta, porque el quilombo que hicieron… La Doctora Verdú dijo que hicieron mal. Quedó sorprendida de todo lo que pasó, pero ella tenía que hacer un documento para apelar. Pero la saaangre que hervía entonces… Cuando la cana quería agarrar a uno, diez se le venían encima. No pudieron hacer nada.

fioritoDigo yo: esto estuvo preparado. Les dieron tiempo para que consiguieran un pez gordo que pusiera plata. Y los jueces ni se fijaron y bueno. Primero el 17 de abril. Después, una semana, después diez días, después otros cinco días más. Es mucho tiempo. Si una sentencia es mucho más rápido si era uno común. Un día el alegato, el otro día la sentencia, como el Pata Díaz. El fiscal pidió 20 años. La Doctora, perpetua. Los jueces los desacreditaron a los dos. Tomaron el argumento del “contexto social y cultural”, que dijo el rati. “Barrio bajo”, decía. No porque se inunde, por la gente lo decía. Mamá no escuchó al policía porque como también tenía que declarar, no podía ni ella ni Marce, la mamá de Walter, escuchar lo que decía él. Los que estaban en la sala dijeron que dijo cualquier cosa, se contradecía, no era nada coherente.

Marcela casi se suicidó cuando llegó a la casa. Se tomó como 20 comprimidos de lo que ella toma desde que lo mataron a Walter. Quedó mal. No pudo superarlo. Y con esto que pasó, peor todavía. Mi vieja sigue fuerte. Todavía hay posibilidades de apelar y que esto se ponga con los pies para abajo y la cabeza para arriba, como tiene que ser. Con el tipo en la cárcel, los que lo cubrieron también y el barrio tranquilo, que ya no sé cuántas muertes van. Y Marce y mamá bien, que tiene que cuidar a mi nene, que ya tiene tres añitos.

Marcas de fuego

La Semana Afro, organizada por el INADI en la última semana de abril, nos sirvió para repensar el rol del arte en la lucha contra la discriminación y en la visibilización de identidades diversas. Un movimiento cultural que crece y abre una grieta en un sistema que excluye y segrega.

Entre el lunes 22 y el domingo 28 de abril, en el Centro Cultural La Pecera de la Luna, tuvo lugar la Semana Afro en Villa del Parque (Comuna 11), organizada desde el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Las actividades incluyeron disciplinas diversas vinculadas con la cultura afro, desde la proyección de un documental y la exposición de una serie de pinturas hasta espectáculos de percusión, canto y danza, que se inscriben en la voluntad de la institución de organizar eventos de difusión que contribuyan a visibilizar las prácticas racistas actuales, promoviendo el diálogo entre identidades culturales diversas para dar lugar a una sociedad más igualitaria.

La negación e inferiorización de la alteridad ha estado presente en nuestro país desde el instante de su nacimiento, acompañando la construcción de la identidad nacional, que implicó que aquellos grupos no asimilables a la idea de “ciudadano ideal” inscripto en el paradigma eurocentrista, indígenas o afrodescendientes, fueran considerados salvajes y sometidos a la invisibilización o incluso el aniquilamiento. En este sentido, en la apertura del evento, Julia Contreras, directora de Promoción y Desarrollo de Prácticas contra la Discriminación, comentó que el mito popular de la Argentina como “crisol de razas” implicó el despojamiento de las particularidades culturales, en virtud del borramiento de las diferencias y de la completa homogeneización de la Nación.

Dos siglos más tarde, el racismo continúa operando. Así lo manifiestan desde la Agrupación Afro Xangó: “Todavía seguimos enfrentando este Capitalismo Racial que ha implicado una continuidad en la dominación étnico-racial y opresión económica en los afrodescendientes y africanos/as y que también ha incluido a varios sectores de la población que no responden al modelo hegemónico, clasista, eurocentrista, burgués y blanco al cual enfrentamos en nuestras realidades cotidianas.” Sin embargo, aunque no cabe duda de que queda aún mucho sendero por caminar, desde Xangó reconocen que actualmente la región del Mercosur, y en ella la Argentina, se encuentra sumergida en la búsqueda de un modelo más integrador, que recupere la pluralidad de identidades y de valores. “Necesitamos que efectivamente se produzcan políticas específicas que impacten en nuestra comunidad, como modo de generar un piso que permita igualdad de trato y oportunidades más allá del color de la piel. Porque es allí donde se enmarca y se hace carne la diferencia.”

La Semana Afro nos sirve entonces de excusa y disparador para empaparnos la piel de tambor y de candombe y repensar el rol del arte en la lucha contra la discriminación y en la visibilización de la propia identidad. En este contexto conversamos con Egle Almada, que coordina desde el INADI la Comuna 11 y estuvo a cargo de la organización de las actividades. “Los espacios como el INADI son interesantes porque van trabajando temática por temática, pero en realidad lo que tenemos que trabajar es que se comprenda que todos somos iguales. Con diferentes cosmovisiones y diferentes creencias, respetables cada una. Hay gente que está muy excluida. Los afrodescendientes tienen problemas todavía para llegar a la universidad, no tienen fácil acceso al trabajo. No circulan como cualquier otro. Y las oportunidades tienen que ser para todos: afro, boliviano, peruano.” Egle reflexiona acerca de las raíces de la segregación, y encuentra la causa fundamental en el miedo. “Yo creo que la gente no sabe que discrimina. Creo que la estructura social ha generado miedo, y el miedo ha generado la separación. El capitalismo no genera una estructura social comunitaria; ha fragmentado. Y a esto le ha sumado el miedo desde todos lados: el miedo a dejar de pertenecer, el miedo a que te asalten, el miedo a que el otro es un posible enemigo.” La discriminación se alimenta entonces del establecimiento de arquetipos acerca de lo lindo, lo bueno y lo socialmente aceptado. Y todo aquello que crece y se mueve por fuera de esos lineamientos, es empujado a la periferia e invisibilizado: “En Chacarita tenés por ejemplo un playón donde vive mucha gente humilde. Pero está dentro de un muro, entonces vos pasás por ahí y eso no está, no existe. Es una pared.”

Pero cabría preguntarse en este contexto hasta dónde el otro nos es realmente ajeno. “Vos caminás y parecemos todos blancos, pero esta no es la realidad, uno se olvida que hay otra realidad, y que esa otra realidad está adentro nuestro.” Egle cuenta que desde el centro cultural barrial que coordina, invitaron a todos los inscriptos a bucear en su historia personal, a hundir las manos en sus raíces, y que muchos descubrieron así lo inesperado. “La gente empezó a averiguar y empezó a entender que no somos europeos. Es empezar a investigar tu familia. No sabés la cantidad de chicas que se dieron cuenta que eran nietas de indígenas o de afrodescendientes. Se fueron dando cuenta que somos de acá. Que no es verdad que somos de allá, y que esto lo podemos hacer mierda porque total volvemos a Europa, eso no es verdad.”

La Semana Afro pretendió generar un espacio de reflexión y de lucha, motivando a la participación y la escucha desde la realización de acciones culturales. “La idea fue hacer una semana donde los que de verdad son los hacedores de la cultura afro puedan expresarse; ir juntando gente que no es afrodescendiente con los afro, y hacer un espacio común y con corazón.” Pero este evento no es un caso aislado, sino que se inscribe en un panorama más amplio de visibilización de la identidad afro a partir de la cultura.

En este punto, vale la pena abrir el juego y sumar la voz enérgica de Cecilia Benavidez, bailarina y docente de danza afro, más ‘indiecita’ que ‘negrita’ como ella misma se define en una sonrisa amplia, que nos invita a desandar el transcurso de las últimas décadas para proporcionarnos su lectura de la situación actual:“Cuando yo empecé a bailar, hace veinte años más o menos, no se hablaba de esto. Primero que no había negros en la calle, no los veías, como sí pasa hoy. No se hablaba, no se veía, no había música en referencia a eso, no existía.” Hoy, en cambio, lo afro indiscutiblemente salió de las sombras y circula, se mueve, resuena. “Hoy sí ya hay libros que hablan de la importancia del negro en la construcción de nuestra identidad. Se habla, está dicho. Entonces no estamos ni como hace cinco años atrás”. Cecilia vincula este avance con la cantidad cada vez mayor de investigadores volcados al estudio de esta cultura, a los muchos docentes negros que pasaron por Buenos Aires, y a los numerosos hacedores de cultura que, como ella, se apasionaron por lo afro y decidieron apostar a explorarlo en profundidad. “Nos enamoramos, nos conmovimos con eso y con la historia de donde eso venía, nos sentimos identificados con parte de esa historia, porque nuestra historia también tiene desarraigos y tristezas, y familias que se rompieron, y estructuras de pueblo que fueron desarmadas.”

Entonces nos sumergimos junto a ella en el universo de la danza y de la percusión, intentando captar sus dinámicas y aunque sea rozar con la punta de los dedos aquello que habita en su trasfondo. “Hay algo que te pasa por el cuerpo, te atraviesa, y no lo podés parar. El tambor es eso. Hay algo en nosotros que resuena, porque es concreto, porque es una vibración, porque cuando vos entrás en contacto con esa vibración te provoca una satisfacción y un bienestar.” Hay algo circular, de conjunto, de encuentro con el otro. El tambor late como late el corazón de nuestra madre mientras habitamos sus entrañas. Quizás en esa familiaridad descanse algo de la magia. Pero hay algo más detrás de las vibraciones y de los cuerpos que se contraen. “Accedés a un mundo, porque no es sólo movimiento, es todo un lenguaje. Hay comida, hay literatura, hay vestimenta, hay relato, hay estética: desde la pintura, desde los colores.” Lo afro es una cosmovisión, explica Cecilia, un entramado complejo que necesita ser penetrado. Comprender lo que subyace permite otra vinculación con el acto de bailar. “Y está cerca tuyo, no está lejos, no necesitás ser un erudito para hacerlo. Eso es maravilloso. El relato, la leyenda, la simbología, la significación. Bailar con significación potencia todo, potencia la relación entre las personas, es así.”

El universo de creencias, valores e historias que gatean bajo la superficie de lo visible no siempre es tomado en cuenta, y esta operación de vaciamiento oculta un trasfondo político e ideológico. Así lo piensa Egle: “El problema es el sistema. No importa si es macrista o kirchnerista, esos son tonos dentro de un mismo sistema capitalista. Y en lo que es cultura, después de leer, y ver, y trabajar, mi sensación es que el sistema fue detectando lugares de libertad en la sociedad, y se los fue apropiando. Una de las últimas reservas que tenía la sociedad era el arte. En el arte la gente se expresa, es libre, el inconsciente tiene la posibilidad de volcar.” Y con el objetivo de cercenar lo genuino se amasa la industria cultural. Como le pasó al circo, dice, le pasa ahora al arte afro. “La industria cultural generada dentro de un ministerio cultural amasa cultura-chorizo, diseñada, hecha en fábrica, que parece un shopping cultural.” Es necesario continuar generando entonces espacios que preserven la libertad y el sentido comunitario de las cosas. “Al arte nada lo va a poder matar. Aunque el sistema genere boludeces, el que haga arte, va a hacer arte. Y es así. El que encontró la manera de sublimarse a través del arte, ya no vuelve para atrás.”

Cecilia también se apropia de esta problemática y la aborda a partir de la importancia de lo sensible. “Nosotros, los hacedores de la cultura (bailarines, músicos, docentes) debemos resaltar cada vez más algunas cosas que tienen que ver con la sensibilidad. En los estratos de gestión me parece que falta mucho ese trabajo, de los mismos gestores e inclusive de los intelectuales. En la necesidad de que eso tenga un formato, de que pueda ser entendido, de que pueda llegar a esos lugares de gestión, se van perdiendo esos rasgos de sensibilidad.” A pesar de que cree que es mejor esa simplificación a que no suceda nada, destaca la importancia de no trabajar solamente sobre el relato teórico, sino de también dejarse atravesar el cuerpo. “Todo el tiempo tenemos que construir los aspectos sensibles. Yo a vos puedo decirte quién es Xangó, y eso es necesario, puedo decirte cuál es su color, cuáles son sus elementos, decirte que es el fuego, resignificar ese fuego dentro de este contexto, decirte cuál es su movimiento, cuál era su aspecto, cuál era su rol social. Todo eso es necesario, pero si yo no trabajo sobre lo que te pasa a vos o no genero la instancia de que a vos ese fuego te atraviese, algo me faltó.”

En la otra orilla de la industria cultural podríamos situar las manifestaciones del arte afro más puro, aquel que pretende conservar las formas originales, y niega cualquier variación sobre las mismas. “Tal vez no necesitemos mostrar sólo el candomblé a rajatabla, que en algún momento lo hicimos, bailar las danzas cubanas tal cual son, y acercarnos lo más que se puede a esa cultura. Claro que es necesario eso. No sería posible si no. Siempre hay algo de papá y mamá, siempre. Pero después uno construye otros caminos.” Así dice Cecilia, que cree en la importancia de una búsqueda guiada por las propias inquietudes a partir de la apropiación del lenguaje, dejándose penetrar por aquello que conmueve y que invita a crear una construcción propia: bailar para uno mismo, bailar la propia historia. “A mí me parece que es necesario, porque si no es dejarlo en un folclore vacío de sentido. A mí no me interesa bailar como las bailarinas del ballet folclórico. Me encanta, las admiro, las estudio. Igual que a las bailarinas de candombe.  Ahora: yo soy argentina, de clase media trabajadora, docente, mujer, madura, y vivo en esta Buenos Aires, con este contexto social, con todas las cosas que nos pasan a las mujeres en este contexto social. Entonces: yo puedo contar algo partiendo desde quién soy yo.” Claro que para eso, explica, toma muchísimos elementos de lo afro: la gestualidad, la relación con el cuerpo, la mitología, las leyendas. Pero no existe algo así como una técnica precisa acerca de cómo se debe bailar el afro. “Es de la gente, es popular, es como enseñarte a bailar cumbia. Y eso lo que tiene de maravilloso es que te da la posibilidad de que alguien te enseña el camino, pero la construcción la hacés vos, y sos responsable de tu construcción. Eso es generar diversidad.”

En esta misma línea lo piensa Egle. “Me parece que lo que ahora nos toca a muchos es generar ese espacio del afro entre todos. Lo que está sucediendo, que me parece muy interesante, es que hay como una red de artistas, de gente joven, que han sido muy bien formados, que hoy están haciendo cosas que tienen más que ver con la danza-teatro, con la utilización del ritmo, son fieles al ritmo, pero han hecho su apropiación. Porque vos ves bailar a una brasilera y es hermoso. Llegan a lugares donde están extasiadas, pero nosotros no somos eso. Entonces nosotros estamos pudiendo hacer una síntesis desde el arte.” Quizás de eso se trate, la valoración de lo otro y su incorporación a lo propio. Mezclar, fusionar, dejarse invadir y crear a partir de eso. “Hay gente que está laburando esto de apropiarse, de sentirlo y de que le resuene. De poder contar lo que les pasa a ellos con esto. De incorporarlo a su historia personal. Eso es lo que hace un artista, se cuenta a través del arte.”

Terminó la Semana Afro, pero los tambores siguen repiqueteando, y los cuerpos siguen y seguirán contorsionándose al borde del ritmo. Lo que queda por caminar es mucho, y falta una organización más profunda a través del acuerdo entre las partes involucradas y del trabajo en conjunto: la gestión, los intelectuales, las comunidades afrodescendientes y los hacedores de la cultura. Pero no debe perderse de vista el camino que va quedando por detrás, las huellas sobre la tierra, lo que se ha conseguido. Dice Cecilia: “La verdad es que desde que yo empecé a bailar y a conectarme con esto, hay otra cosa. Hay otra realidad, hay otro lugar y pasan otras cosas. Que no alcanza, que necesitamos más, sí. Pero yo siempre creo que es mejor hacer que no hacer. Siempre es mejor generar instancias, aunque lo que se muestre a lo mejor no sea lo que más nos gustaría que fuera. Que se haga. Que suceda. Que aparezcan cosas. Que nos pensemos.” 

«Cada novela encierra un sistema de pensamiento»

El escritor Guillermo Martínez parece tener la fórmula para una buena novela: originalidad, resolución técnica y calidad de la prosa. En esta entrevista también habla sobre el rol de los concursos, la lógica de las librerías-vidriera, su relación con la matemática y el género policial.

La lluvia se adivina en el olor del aire. Un segundo piso, un cielo apenas gris que se cuela por la ventana, un hombre sentado a la orilla de una taza de té vacía. Guillermo Martínez mira hacia afuera y me espera. Doy los últimos pasos que me separan de un saludo casi tímido, que se desdibuja en la humedad de esta tarde de martes. Durante el rato que sigue, acompañados por el repiquetear insistente de las gotas contra el vidrio, recorreremos su devenir por el mundo de las letras, su mirada del panorama literario actual y sus búsquedas como escritor.

El escritor surgió a partir de la lectura. “Creo que casi todos los escritores tienen una relación inicial muy fuerte con la lectura. En mi casa, en particular, mi papá era un escritor amateur (en el sentido que nunca se preocupó por publicar en su vida) pero a la vez, era muy consecuente, muy dedicado, entonces lo veíamos escribir prácticamente a diario y era sobre todo un gran lector”. El recuerdo de su padre irá filtrándose por los intersticios de nuestra charla, reapareciendo de a ratos, como una presencia que subyace. Tras su muerte, él y sus hermanos eligieron algunos de sus cuentos que creyeron más logrados y una novela breve, y los publicaron bajo el título Un mito familiar. Guillermo lo recuerda yendo y viniendo de la Biblioteca Rivadavia, en Bahía Blanca, ciudad en la que nació, trayendo a la casa libros diversos. Lo evoca los domingos por la mañana, leyéndoles un cuento a los cuatro hermanos, invitándolos luego a escribir en un certamen literario de entrecasa. “Ése fue el ambiente en el que me crié: un ambiente de lectura, de intercambio de libros, de juntar libros, de películas”.

Guillermo mira por la ventana y habla rápido, su boca se abre apenas mientras las historias ya contadas corren entre sus labios. Cada tanto, se detiene. Dibuja una pausa hasta encontrar la palabra justa, abre un silencio que lo espera sin prisas, hasta que da con la expresión que buscaba y que le permite continuar. Ahora hunde las manos en la memoria de aquellos primeros años, y entre los resquicios de sus palabras van entramándose las novelas policiales, la colección Iridium, Ray Bradbury, los libros de aventura, Agatha Christie, Borges, Julio Verne, la colección Robin Hood, algo de literatura política, Bioy Casares, Dickens, la colección Capítulo de la Literatura Argentina, la literatura fantástica. “Yo leía en un estado como de absoluta inconsciencia en cuanto a autores, escuelas, tendencias. En mi casa había una forma muy ecléctica de leer”. Y en ese contexto, entre las paredes de una casa que inevitablemente imagino impregnada del olor profundo que respiran los libros viejos, Guillermo empezó a escribir. “En esa época escribí unos primeros cuentos más ambiciosos en cuanto a extensión, temática, etcétera, que fueron germen de lo que luego sería un libro de cuentos que escribí entre los 14 y los 19 años, que se llamó ‘La Jungla sin bestias’, con el que gane un premio de cuentos, el premio Roberto Arlt”.

Su recuerdo nos invita a pensar el rol de los concursos en el ingreso de los autores nóveles al mundo de la literatura. “Los concursos literarios tienen ese costado interesante, como una especie de señal del mundo de que uno va por buen camino, qué se yo, de que hay una posibilidad allí y adelante”. Guillermo retrocede hasta el año 84, cuando vino a vivir a Buenos Aires, y evoca un panorama complejo para quienes comenzaban a escribir. “Imaginate que habría tres editoriales grandes en ese momento. Estaba Sudamericana, Emecé y no sé si había otra más grande. Había unas pocas editoriales, y todas con un catálogo ya constituido y con muy poco ánimo de apostar a autores desconocidos, jóvenes, etcétera”. La situación distaba mucho de la actual, observa, en la que las pequeñas editoriales proliferan, multiplicándose así las chances de publicar un primer libro, aunque sea de un modo más o menos artesanal. “En aquella época si vos no publicabas en Planeta, Sudamericana o Emecé, no había modo de que te reseñaran”. Y los que publicaban en las grandes editoriales, explica, eran aquellos que tenían contactos editoriales, amistades en los medios, o algún nombre en el periodismo cultural. “En ese sentido, los premios literarios para mí fueron providenciales, me dieron la oportunidad de comunicar al margen de todo esto, que yo no conocía”.

Hoy, en los concursos, le toca estar del otro lado. Pregunto cuál es su visión respecto a la producción contemporánea. “Bueno, depende, no muy alentador en cuanto al promedio diría yo, pero siempre hay alguna excepción. La literatura es una excepción en general, ¿no?”. El promedio de novelas que están bien, dice, es de dos o tres en cien. “Y a veces lo que es peor es que la que está bien, está bien de una manera chata, es una novela libre de errores pero nada más que eso”. Premiar novelas simplemente correctas resulta para él decepcionante. Sin embargo, destaca una vez más, la literatura se nutre de excepciones y por supuesto que las hay. Evoca un concurso del Fondo Nacional de las Artes en el que dos novelas fueron premiadas. “Estaban muy bien las dos. Y las dos se publicaron, pero lamentablemente no paso demasiado. Tampoco es que ganar un premio catapulte automáticamente a un autor, ¿no?”

Del tejido de sus últimas palabras desprendo una idea: la publicación. Qué sucede cuando uno publica un primer libro y no pasa nada. “Yo creo que lo difícil, la verdadera prueba para un escritor no es la publicación del primer libro, sino lograr sobrellevar la decepción que casi siempre lo acompaña. Decepción en el sentido de que justamente un primer libro a veces cuesta años. Hay antesalas, hay esperas, hay aplazamientos y luego se publica, y en general se publica en condiciones desfavorables”. En el fluir de su discurso, la librería comienza a tomar la forma de una interminable carrera de obstáculos. “El libro no va a las vidrieras, ahora en las vidrieras de las librerías muchas veces no hay libros, entonces bueno, hay que superar los CDs de la vidriera, las novedades de los tanques de cada editorial que están en las primeras mesas, en la segunda mesa aparecen los libros de autoayuda, en la tercera mesa los de literatura infantil, y claro, van quedando. Es un golpe entrar en una librería y encontrar el libro por el que vos estuviste trabajando durante años, quizá metido por orden alfabético o en un stand del fondo”. Y sin embargo, rescata en esta suerte de dialéctica que creo percibir como constante en su discurso, cuando hay un libro bueno se produce a su alrededor un cierto runrún. “Los escritores y los editores tienen una parte muy desagradable en cuanto a envidia, rencor y resentimientos, pero también son en general buenos lectores. Los comentarios suelen dar en el blanco y hay algunos libros que, a pesar de todo, se hacen ver».

Momento de encarar lo ineludible. Pregunta gastada pero inevitable, me disculpo, y por primera vez él sonríe con todos los dientes, anticipando con certeza hacia dónde voy. Hablamos de matemática, y el recuerdo de su padre vuelve a aparecer en primer plano. “Fue muy curioso, casi un accidente en mi vida.” Cuenta que durante su paso por el colegio secundario nunca pensó que acabaría estudiándolas. Pero su padre quería que hiciera una carrera que le permitiera vivir, y él eligió ingeniería electricista. “Y mientras empezaba la carrera, que tenía mucha matemática, descubrí algunas ideas muy interesantes y cercanas a la filosofía que tiene la matemática: la definición de infinito, las paradojas lógicas, la lógica como materia, algunas ideas de álgebra, la definición de límite en análisis”. Entonces Guillermo comprendió que nunca sería ingeniero. Pero algo en la formación que había adquirido lo impulsaba a pensar que tampoco quería estudiar literatura. “Hay un modo de estudiar en matemática, una profundidad, que yo no encontraba en las otras disciplinas. Las otras disciplinas son más bien de erudición, hay algo horizontal en el modo de conocer, y a mí me interesó esta especie de ahondamiento que hay en la matemática”. Entonces decidió especializarse en el ámbito de lo matemático que considera más vinculado con las humanidades, y se doctoró en Lógica. “Quedé como muy agradecido a este accidente, porque me dio una manera diferente de ver y de pensar”.

En la ventana empañada se dibuja la curva de un paréntesis, y Guillermo aprovecha para derribar el prejuicio de que sus estudios condicionaron su modo de escribir. “Estar expuesto a la matemática no me hizo cambiar. Siempre digo que si yo quitara de la solapa de mis libros que soy matemático, no creo que nadie pudiera detectarlo”. Excepto por Crímenes Imperceptibles, acota, que sí toma de la matemática los ámbitos, los personajes, el conocimiento. “Yo nunca sentí que estuviera escribiendo como un matemático. Siempre doy el ejemplo de Hemingway: en sus cuentos se pueden ver una cantidad de detalles de cómo pescar con mosca, la pesca en el río, los aparejos, y nadie diría que escribe como un pescador, ¿no es cierto?”. El oficio de los escritores sería entonces solamente una herramienta más en la construcción de la verosimilitud. Observo que quizás pueda vincularse con la matemática la claridad de su escritura. “Bueno, yo diría que siempre fue la clase de prosa que a mí me interesó. Para mí la matemática enseña que la claridad y la simplicidad no tienen por qué ser superficiales. Puede haber profundidad en lo simple también, ¿no?”. En este sentido, para Guillermo es necesario evitar elevar cualquier prejuicio estético a la categoría de axioma. “Cada novela crea un mundo y requiere sus propias herramientas, su propio tono. Lo que es general a todas las novelas que uno escribe será lo que algunos llaman el estilo, o el mundo, o lo que sea. Mi experiencia hasta ahora siempre ha sido así: cada novela me lleva a una especie de sistema de pensamiento diferente, a una escritura diferente”.

La que se abre entonces es una puerta para ingresar en el universo de su producción, explorando cuáles son esos elementos que subsisten. “Yo creo que siempre aparece una línea teórica relacionada con un problema vinculado con el conocimiento. Y por, otro lado, eso está encarnado en una situación dramática, me interesa mucho que mis novelas tengan un costado de crescendo dramático y un momento de quiebre. Es la parte humana y la parte teórica; coexisten esos dos mundos”. Guillermo también señala una constante en cuanto a los vínculos emocionales entre sus personajes. “Me señalaron, sobre todo con mis primeras novelas, el contrapunto que hay entre dos personajes, uno que suele tener algo así como una superioridad intelectual o una dominación sobre el otro, y el intento del otro por superarlo o derrotarlo en algún punto”. Por otro lado, explica, siente un interés hondo por encarar temáticas con un costado atemporal. Es decir, problemas que en ninguna época encuentran buenas soluciones, grietas que no cierran, dilemas humanos: la búsqueda de conocimiento, la reparación de la sociedad respecto a la víctima de un crimen, el crimen mismo. “Y todo lo que puede llevar a un crimen, ¿no? Eso es algo que en cada época se ve de una forma diferente, pero es algo que está latiendo, una especie de pequeña capa de civilización, que ante cualquier fricción un poco violenta, salta”.

Nos enredamos entonces en los vericuetos del policial y sus formas diversas. Crímenes Imperceptibles propone una reactualización del policial de enigma clásico: la inteligencia y el análisis predominan sobre la acción en una sucesión de crímenes vinculados con una serie matemática. Guillermo cuenta que en una ocasión le preguntaron por qué la novela estaba situada en Inglaterra. “Lo que yo dije es que era muy difícil pensar en una novela policial del género de la novela clásica inglesa, de intriga, en Argentina, porque la investigación policial no es confiable en Argentina. Uno tiene una especie de primer elemento de inverosimilitud, que es que no puede confiar en las pistas o en la parte documentada que suministre la policía. No logran ni siquiera preservar la escena del crimen, sacar las huellas, no puede hacerse nada, nada bien”. Entonces, concluye, un policial clásico acá empezaría siempre como una suerte de paso de comedia.

Sin embargo aquella pregunta fue disparadora, y abrió el desafío de pensar una novela policial que sí transcurriera en el país y superara el desafío de que si hay un crimen sin resolver en la Argentina, todos saben que el culpable es la policía. “Entonces se me ocurrió esta variante que aparece en ‘La muerte lenta de Luciana B.’, que es que la policía interviene (si no interviene la policía en una serie de crímenes también es inverosímil), pero se abstiene de investigar, porque hay una sospecha de corrupción alrededor de este crimen de un preso que salía a robar para la policía”. De este modo, en la novela la policía aparece con todo su aparato, pero no profundiza en las sospechas de Luciana porque ya ha encontrado a su criminal. “Y el lector sabe que ese criminal no es la verdadera mente detrás de los crímenes. Entonces aparece el verdadero investigador, que es el narrador, el que puede cotejar las versiones, ¿no es cierto? Se me ocurrió esa variante como puede haber otras; yo creo que todo es una cuestión de pensar sobre el asunto, y dar con una variante que permita también escribir una novela policial de intriga aquí”.

Pedimos la cuenta, y con la tormenta en la ventana nos sumergimos en las profundidades de sus búsquedas como escritor. Guillermo destaca tres elementos cruciales de los que se sirve para juzgar como lector, y a los que aspira al momento de escribir. “La cuestión de la originalidad: que la idea que está por debajo sea una idea que a mí me parezca novedosa, interesante, que sea una vuelta de tuerca con respecto a las cosas que ya se han dicho sobre eso. La cuestión de la resolución técnica: yo lo llamo la maestría en la ejecución, encontrar la mejor manera de contarlo y tomar todas las decisiones que tienen que ver con el punto de vista, la extensión, el tono con el que vas a contar, desde qué momento vas a contar. Y finalmente la cuestión de la escritura: la textura de la prosa, el cuidado en las palabras, una cierta belleza que tiene que haber, una cierta elegancia”. Las tazas vacías quedan sobre la mesa como el recuerdo de las palabras que pronunciamos. Nos despedimos en la puerta. Guillermo y su paraguas negro se hunden bajo una cortina de lluvia cada vez más gruesa.

«A medio camino entre dos mundos»

En un intento por explicar parcialmente la sociedad chilena, entrevistamos a la aspirante a diputada Valentina Verbal. Militante por derechos de identidad, comparte su partido con el Presidente Piñera, trans, y con pasado en el Opus Dei. Imposible de encasillar, simplemente es.

Las posibilidades de explicar de forma acabada una sociedad son escasas y la actitud de intentarlo, por lo menos pretenciosa. En la inmensidad del entramado social chileno, encontramos un personaje político altamente complejo que nos ayudará a acercarnos a entender la sociedad trasandina. Valentina Verbal es Historiadora y pre-candidata a diputada por Renovación Nacional, partido que comparte con el actual presidente de la República Sebastian Piñera y Carlos Larraín, senador que  puede llegar a comparar en una entrevista la homosexualidad con la pedofilia y la zoofilia. En su juventud profesó su religión en el Opus Dei durante siete años. Ahora, se encuentra en plena lucha con el organismo regulador electoral Servel por aparecer en la boleta de las próximas elecciones con su nombre social. Es que Valentina, además y más allá de todo, es trans y una ferviente militante por la identidad de género y la igualdad de derechos.

-Las disputas en el Servel por aceptar tu nombre en las papeletas electorales, ¿está vinculado con cierto machismo de la política chilena?

-Chile está transitando, un poco más lento que Argentina, hacia una sociedad más abierta con la diversidad. Está transitando, pero está costando. Un avance que tuvimos fue la ley antidiscriminación que incluye las categorías identidad de genero y orientación sexual. Mientras se tramita la ley específica de identidad de género, para regular el cambio registral en los documentos de identidad, la ley antidiscriminación por lo menos garantiza el respeto de los derechos fundamentales de las personas trans, especialmente de parte de los organismos estatales. En gran medida eso pasa por respetar el nombre social y de género de la persona ante la comunidad.

Pensé que no iba a haber mayores problemas ante el Servel porque en el fondo no se trata de cambiar mi registro –eso lo estoy haciendo por la vía judicial, en concordancia con el registro civil, que es cómo se hace aquí en Chile-, yo quiero aparecer en la papeleta con mi nombre social porque ese es un documento que se presenta ante la comunidad, o sea es el trato que te está dando un organismo público hacia la comunidad. En este caso el Servel no me está respetando mi identidad de género.

Esto revela machismo, pero también otras cosas. Revela ignorancia, desconocimiento de la diversidad en general y de la diversidad sexual en particular. Revela ignorancia de conceptos, como orientación sexual e identidad de género, y también ignorancia de la misma ley antidiscriminación. Lo más grave es que esta ley – ley 20.609-, obliga especialmente a los organismos públicos a hacer medidas preventivas y políticas públicas contra la discriminación. Y el Servel no tiene nada al respecto.

-¿Cómo te definís en cuanto a tu sexualidad?

-Es complejo. Siempre se discute en los movimiento de diversidad sexual si corresponde o no categorizarse, porque eso supone anclarse a un determinado tipo de persona, y las identidades siempre son dinámicas y variables.

Creo que es bueno categorizarse en el sentido de que al hacerlo con una identidad que no es normativa, o sea que es minoritaria y considerada como inferior por la sociedad machista hegemónica, también implica visibilizar identidades que deben ser conocidas. Y al hacerlo, normalizar en el buen sentido de la palabra, no normalizar para adecuarse a la hegemonización que se propone desde una elite conservadora, sino normalizar en el sentido de decir que son identidades minoritarias, distintas, pero no son anormales, no son patologías ni enfermedades. Hay que categorizarse políticamente y me defino como una mujer trans, también como transexual o transgénera, no me importa mucho la distinción entre estos dos últimos conceptos, porque lo relevante no es si la persona está operada o no. Sino más que nada si tiene una identidad de género, normativa o no.

No creo en el paradigma psiquiátrico. Ese que entiende que se trata de una persona que nació en un cuerpo equivocado, entonces hay que adecuar el cuerpo a la mente, como si ser trans fuese una patología o un trastorno mental. En cambio en el paradigma de la diversidad, cada uno puede determinar su identidad, en este caso sexual. Por lo que resulta que la persona nació en una sociedad equivocada.

-¿Creés que debe aparecer el sexo en el Documento Nacional de Identidad?

-Veo que es bienintencionada la teoría contrasexual de eliminar las marcas de género de los documentos, y no solo de los de identidad, pero resulta un poco utópica todavía de llevar a la práctica. Creo que es irreal. Soy una persona que trato de combinar los principios –lo que creo que es bueno hacer- con el pragmatismo. Sin transar en los principios, pero sabiendo que las cosas se van logrando de a poco, de manera gradual. No se puede llegar al piso 20 sin pasar por el resto de los pisos. No se puede romper con paradigmas legales superestructurales de nuestra sociedad de la noche a la mañana.

Hay muchas instituciones que antes deberían ser deconstruidas para que esto fuese posible. Por ejemplo, en Chile, antes de llegar a eso, primero hay que llegar al matrimonio igualitario.

-¿Qué diferencias hay en el trato cotidiano a trans en Santiago y en las Regiones de Chile?

-Las Regiones, lo que es el Interior para Argentina, tienen una vida cotidiana más conservadora, pero Chile es un país unitario, las leyes rigen para todo el Estado de norte a sur. Pero también unitario culturalmente. Es bastante homogéneo, lo que lo hace ser bastante centralista. Si bien las Regiones tienen medios de comunicación locales, lo que prima son las noticias nacionales. Esto hace que no haya grandes diferencias dentro de Chile. Si bien en las Regiones es mas lento el proceso de cambio cultural, mi impresión es que cada vez hay más apertura. Siempre en relación con lo que va ocurriendo en el centro, en Santiago. No son dos Chiles, aunque uno avance un poco más rápido, se mantienen muy pegados.

  

-Para salir del trabajo sexual, ¿qué posibilidades laborales le da la sociedad chilena a personas trans?

-En Chile lamentablemente es muy deficiente el acceso laboral de las personas trans, pero la calle ya no es la única alternativa. Las personas trans se la pueden rebuscar. Aunque tengan estudios universitarios, no consiguen empleo de su profesión, pero trabajan en comercios o sandwicherias por ejemplo. Cuando su identidad no corresponde con la de su documento, se les rechaza el empleo. Los tribunales conceden el cambio de nombre en un tramite de unos seis a ocho meses, pero no el cambio de sexo de no haber operación genital. Hay un vacío legal que deja a la interpretación del juez la posibilidad de casos excepcionales. Se trata de una cirugía de muchísimo dinero, lo que podría costar un auto nuevo.Hay una mentalidad muy legalista en Chile: todo es lo que está en el carnet. Hay trans que no quieren operarse, pero quieren cambiar de sexo registral. No está visibilizada la realidad laboral trans, no hay estudios serios al respecto, las pocas encuestas que hay revelan una precarización general de los empleos.

-¿Cómo se recibe a las personas trans en los ámbitos educativos?

-Las chicas que son mayores, que ya son de tercera edad, que se dedicaron toda su vida al comercio sexual, aparte de ser discriminadas por ser trans, eran personas tuvieron que desertar tempranamente de la escolaridad, incluso de la primaria. Hoy por hoy, en general, si bien hay discriminación, y hay bulling, hacia las personas con diversidad sexual por mostrar una expresión de género no normativa, están terminando la educación secundaria. Muchas universidades están aceptando personas trans y son tratadas respetando su identidad de género.

-¿Los límites en cuanto a la identidad de genero en Chile son sociales o políticos?

-Sin dudas hay un mayor avance social que político, aunque en lo social falta mucho todavía. Lo que sí es claro es que en países como Chile, y en Hispanoamérica en general, los cambios sociales se producen mucho a partir de cambios políticos. Los cambios culturales van con mayor fuerza cuando hay cambios legales. La mentalidad de avance en la sociedad tiene que estar indicada por la legalidad, y esa forma de pensar es una cuestión cultural histórica. No hay parlamentarios que se declaren gay, y eso a mi me motiva mucho para ser candidata por la necesidad de la representación de la diversidad que tiene que haber en el parlamento.

-¿Cuál es el peso de la voz de la Iglesia?

-La iglesia cada vez influye menos en Chile, bastante poco en el ultimo tiempo. Hay parlamentarios conservadores porque tienen una raigambre muy religiosa. Pero son ellos quienes toman las decisiones, no podría acusarlos de hacerlo en términos religiosos. La voz de la Iglesia no tiene peso ya, la sociedad chilena ha avanzado hacia el laicismo. La Iglesia puede expresarse, pero no es la que conduce la voz de la sociedad en su conjunto.

-¿Qué te quedó de tu paso por el Opus Dei?

-Participé siete años, pero como hombre. No todas las cosas son blanco y negro, hay sentimientos encontrados. Nunca viví nada raro en términos sexuales, nunca viví agresiones sexuales de los sacerdotes, aunque conviví con muchos de ellos durante mucho tiempo. Entonces también es importante decirlo, porque no todos cometen esos abusos. Y también otra cosa que siempre he dicho: yo no era una persona particularmente conservadora, como tampoco mi familia, no éramos tradicionalistas, pero si tradicional en lo social más que en lo religioso. ¿Por qué fui al Opus Dei? Porque me invitaron, me gustó la espiritualidad, de buscar a Dios en medio del mundo, poder encontrar la Santidad por medio del trabajo ordinario. Pero también, prontamente cuando elegí un camino sexual diferente, empezó a chocar esa realidad del Opus Dei, que es una institución muy conservadora, muy homogeneizante, es exageradamente juzgadora en lo sexual, donde prácticamente uno tiene que confesar sobre su vida sexual, hasta cuántas veces se masturbaba. Y es muy cerrada sobre los cambios sociales, conservadora sobre la identidad sexual: se opuso a la Ley de Divorcio en 1995. Así es cómo se tienen sentimientos encontrados: yo la pasé muy mal un momento, pero también viví una experiencia espiritual muy profunda, en la relación con los demás.

-¿Cómo juzgás, siendo historiadora, el rol del Opus Dei en la última dictadura?

-Como historiadora tendría que haber leído o haber hecho una investigación. Pero no lo he hecho. No creo que haya tenido un rol preponderante, aunque sus líderes hayan adherido a la dictadura. Aunque no tuvo un rol activo porque no era muy conocida, ya que durante largas décadas fue un grupo reducido, hasta los 80’. Arrancaron fuertemente cuando la dictadura estaba terminándose. Siendo rigurosos no podría hablar de una influencia grande.

 

-En 2009 decías que «Renovación Nacional y la política en general, no estaba preparada para alguien como yo», ¿ahora sí?

Efectivamente, creo que desde el 2009 la sociedad chilena ha cambiado un montón en relación a cuestiones culturales y a identidad de género en general, especialmente cuando el año pasado mataron a Daniel Samudio[i], que hizo despertar a la sociedad de su siesta, de su sueño, en la que creíamos que éramos muy modernos y muy abiertos. Creo que ya no es algo terrible asumir la identidad sexual públicamente. Pero todavía son casos muy escasos. Ya no creo que haya drama por tener una candidatura LGBTI y participar de las elecciones, aunque falta mucho para hacer, hemos avanzado mucho.

-¿Te asumís como referente de tu partido político o de los movimientos por la diversidad sexual?

-Es que estoy a medio camino entre los dos mundos. Yo como hombre fui militante de Renovación Nacional durante 30 años, pero me alejé cuando asumí mi identidad como Valentina, y ahí al poco tiempo me metí en el activismo por la diversidad sexual. Allí ya me hice más conocida en Chile públicamente y terminé como candidata. Siempre me asumí como de centro-derecha en lo político y económico, pero todavía estoy a medio camino, porque los medios me siguen viendo como una persona que viene de la sociedad civil, relacionada con estos movimientos, que llegó al Partido para buscar un espacio; pero todavía no tengo una consolidación de mi situación dentro del partido. Hoy en día cuando me hacen una entrevista el 90% de los medios me preguntan sobre la identidad sexual y el restante 10% recién sobre política, que es mi espacio. Por eso estoy a medio camino. No por ser trans voy como candidata.


[i]Wikipedia nos dice que: Daniel Mauricio Zamudio Vera (Santiago, 3 de agosto de 1987 – Santiago, 27 de marzo de 2012) fue un joven chileno, convertido en símbolo contra la violencia homofóbica en su país, después de ser atacado y torturado en el Parque San Borja de Santiago por un grupo de jóvenes, quienes, tras varias horas de golpiza, le provocaron heridas que terminaron semanas después con su vida. El ataque contra Daniel, perpetrado el 2 de marzo de 2012 por cuatro personas vinculadas presuntamente a una pandilla de tendencias neonazis, causó conmoción en la sociedad chilena y levantó el debate respecto a la homofobia en el país y la falta de una ley antidiscriminación relacionada con este tipo de crímenes.
 
 

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