Archivo por meses: septiembre 2012

Viene para irse

Le abrimos las puertas, lo recibimos, lo agasajamos, pero sabemos que viene para irse.

Estas son las visitas de Vámonos de Casa:


– Washington Cucurto, escritor y poeta popular, creador de la cooperativa de trabajo editorial Eloisa Cartonera. Sus inicios, cómo le escribía a la chica que le gustaba con verduras cuando trabajaba en un supermercado, la razón de tener que empezar su propio proyecto editorial, los tabús en la literatura y mucho más en esta entrevista.
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-Mauro Navas, ex jugador de fútbol y actual DT: su experiencia en Cuba, la situación del juego en Argentina, los valores, los pibes y la quiebra de clubes. Una miarada distinta que analiza al fútbol de manera integral.
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– Cristian Aldana, cantante y guitarrista de «El otro yo» y socio fundador de UMI: la música independiente y la nueva ley de medios, el proyecto de la Ley Nacional de la Música y la iniciativa de creal el Instituto Nacional de la Música – 30 de septiembre el 2012

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-María del Carmen Verdú,  coordinadora de la CORREPI: gatillo fácil, desaparición forzada en democracia, violencia institucional y policial-23 de septiembre del 2012
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-Disfrutamos de la visita de Marlene Wayar, militante de los derechos transgénero y directora de «El Teje», primer periódico travesti de Latinoamérica-16 de septiembre del 2012
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-Nos visitaron docentes de la UBA: denunciaron el intento de la universidad de cesantear  a más de 650 trabajadores de la educación- 9 de septiembre del 2012
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-Nos emocionó Nora Cortiñas, cofundadora de Asociación Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora- 2 de septiembre del 2012
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– Miembros de la Sala Alberdi, espacio tomado y en resistencia cultural – 26 de agosto del 2012

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-Pablo Vommaro, historiador e investigador del CONICET, especialista en movimientos sociales – 19 de agosto del 2012
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-Carlos Ponce de León, ex compañero de Santucho en el PRT, preso político durante la dictadura militar (1976-1983)- 12 de agosto de 2012
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-Miembros de Salvemos al Fútbol, familiares de hinchas asesinados – 5 de Agosto del 2012
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-Familia de Carlos Fuentealba, docente asesinado – 29 de Julio del 2012
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-La Alameda – 22 de Julio del 2012
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-Familia de Luciano Arruga – 15 de julio de 2012
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-Juan Manuel Herbella – 18 de abril de 2012
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-Luis Zamora – 11 de abril de 2012
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-Juanky Jurado – 4 de abril de 2012
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-Federico Cabral – 7 de marzo de 2012
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«El fútbol necesita cinco años más de Román»

De diez: nos juntamos con Miguel Caneo, uno de los pocos que todavía juegan al ritmo que quiere y no al que impone el ambiente. Elogiado por Riquelme -nada menos-, el capitán de Quilmes defiende a los número 10: «Las presiones de ganar ya y como sea está matando a los enganches. Los técnicos no tienen tiempo de bancar a un jugador y entonces los camuflan como doble cinco o en un costado».

Minutos después de escuchar su nombre en la voz de Román Riquelme, Miguel Caneo se sentó en una de las mesas de un bar de Caballito para otorgarnos su tiempo y dar su versión de los hechos. Pero no pudo con su genio. No supo evitar que fluya lo que tiene en su sangre, fútbol, y, fiel a su costumbre, paró la pelota, pensó y ejecutó. “La presión por ganar ya y como sea está matando a los enganches”, dice el tipo que, según Román, el presidente del gremio, “es uno de los mejores del fútbol argentino”. Pasen y vean, traigan sotana que juega Caneo.
-Ahora sí, sos el último 10 del fútbol argentino.
-No, no creo que sea así (sonríe). Primero que nada, creo que el fútbol argentino, por cómo está, necesita que Román jugue por cinco o seis años más. Y, además, creo que hay muchos enganches. El tema es que las presiones de ganar ya y como sea está matando a los enganches. Los técnicos no tienen tiempo de bancar a un jugador o, como mínimo, al esquema. Entonces, no se los utiliza en sus puestos. Los ‘camuflan’ y los ponen de doble cinco o por un costado y así no brindan lo que pueden en su rol de enganche.
-Decís que hay, ¿a quién ves?
-El tema es que son muy pibes todos y están saliendo. El chico (Lucas) Mugni de Colón me parece que tiene muchas condiciones. Juega bien y tiene buen pie. (Leandro) Paredes, como dijo Román, tiene muy buen pie y buena técnica, aunque yo creo que es menos organizador de juego y más revulsivo. Y no mucho más… A mí me gusta (Diego) Valeri, es muy inteligente y, si bien no juega de 10 clásico, tiene todo para hacerlo. Y el Pipi Romagnoli. Se decía que era un ex jugador y en el último torneo, cuando las papas quemaban, la rompió.
En la mesa de café, como en la cancha, Caneo mueve los dedos y la cosa funciona. Se juega como se vive, dicen. Bueno: él tiene su ritmo y no lo negocia por nada del mundo. Tiene ese delay que traemos todos los que nacimos y nos criamos en el interior. Él, que dio sus primeros pasos -y pases- en General Roca, Rio Negro, hace ya 29 años, sabe del tema. Y, en la vorágine que le toca vivir, transforma ese momento para pensar y, contrariamente a lo que muchos creen, limpia el panorama con lucidéz. “Hay que hacer un stop y llevar calma”, reflexiona.
Imagen: NosDigital¿Por qué debería seguir jugando Román, cómo está el fútbol argentino?
-Está cada vez menos vistoso, se trata de ganar como sea. Se corre más de lo que se juega, hay muchos intereses externos, muchas presiones… Esa locura se transmite a la cancha y por eso el fútbol que toca ver.
-¿Qué es ganar cómo sea?
-Es olvidarse de jugar, no importa cómo lo hagas. Si jugás bien o no, da igual. En ese terreno no existen dos toques seguidos, no existe una pared. Y, ojo, como sea te podés salvar una o dos veces en el campeonato pero nada más. A lo largo del campeonato te va a abandonar. Lo que perdura es el buen juego y la regularidad en él, eso te lleva a ganar campeonatos y trascender en el tiempo. El tema es si todos juegan al como sea…
-¿Qué es lo que lleva a que se viva así y, por ende, se juegue así?
-La presión y los intereses externos, que van de la mano. Uno sale a la cancha y siempre quieren que ganes como sea, no podes perder y si lo hacés sos el peor. Son muy extremistas los hinchas del fútbol. Sería bueno hacer un stop, llevar más calma para que todos tengan la posibilidad de ir a la cancha, alentar al equipo y disfrutar en familia del fútbol. Y también hay intereses privados. Hoy un representante puede arruinarte la carrera. Felizmente yo he tenido suerte.
-¿Y la prensa deportiva, mediática, en qué grado influye?
-También lleva su parte. Hay veces que al fútbol lo analiza gente que no está capacitada, que no entiende de qué se trata. El análisis es muy básico, se basan en opiniones personales que puede tener cualquier persona. Y muchas veces uno escucha a algunos periodistas meter cizaña con cosas que no tienen nada que ver y condicionan la mirada de la gente. El hincha consume eso y después putea por
cualquier cosa.
-Por ejemplo…
-Las peleas internas, por ejemplo. Es imposible llevarse bien con todos. Pasa todo el tiempo. Imaginate que son 30 jugadores compitiendo para que sólo jueguen 11. Vos sabes que hay 20 que están afuera y que quieren jugar. Después vos podés tener un buen grupo o afinidad con ciertos jugadores. Lo importante es que el técnico sepa controlar eso y, lo más importante, que en la cancha todos tiren para el mismo lado. Pero diferencias hay en todos los grupos. Eso no dificulta hacerse amigos. Yo tengo muchos amigos: Pablito Jeréz, Chiche Arano, Pancho Cerro, Damián Leyes, Walter Noriega de Colombia, Gabriel Peñalba y el Pocho Lavezzi, que fue mi concubino por un par de años.
-¿Cómo fue eso?
-Él estaba en un selectivo de Boca, tuvo un altercado con Griffa y se fue. Tenemos el mismo representante y me preguntó si podía irse a vivir conmigo, yo ya había dejado Casa Amarilla. Y bueno, mientras él jugaba en Estudiantes de Buenos Aires vivimos juntos.
-¿Cómo es tu relación con los medios?
-Buena, de respeto, no soy demasiado amigo pero trato de ir manejándome bien. En Boca, cuando era pibe, no me gustaba hablar. En parte me daba vergüenza y, mayormente, creía que había gente mayor que tenía mucho más que decir que yo. Eso me perjudicó. Si hablás con la prensa tenés un puntito más. Con el tiempo aprendí el juego, los medios tienen la posibilidad de hacer bajar o subir a un jugador.
Lo dice con conocimiento de causa. Ya no es el pibe de 18 años que Carlos Bianchi defendía a capa y espada de los (viles) plateístas. Pasaron casi 10 años y todavía dura el sufrimiento de ese pesado cartel que le colgó del cuello durante un tiempo: “Roto”, rememora.

Imagen: NosDigital


-¿Por qué te fuiste a jugar a Colombia?
-Sinceramente, te miento si te digo que me imaginaba jugando allá. Pero después de mi primer paso por Quilmes -2004-2005-, estuve un tiempo en Colo Colo y cuando llegué a Godoy Cruz me rompí los ligamentos. Estuve más de un año sin jugar y acá nadie me quería dar una chance. Todos decían que estaba roto, que no podía jugar y agarré las valijas y me fui. Fue una experiencia inolvidable y mi renacer futbolístico.
-¿Cómo era tu vida allá?-Muy tranquila. Fue un cambio rotundo. Venía de vivir en Buenos Aires y Santiago de Chile, dos ciudades con ritmo vertiginoso, y pasé a habitar un pueblito como Tunja. A veces ni concentrábamos. Imaginate, no había nada para hacer y a las ocho de la noche hacía un frío terrible, nos quedábamos todos adentro. Fue genial. Guardo mis mejores recuerdos.
-¿Por qué te volviste?
-Tenía un desafío personal: quería demostrar que podía jugar en el fútbol argentino, que tenía las capacidades futbolísticas y físicas para hacerlo. Cuando salió la oferta de Quilmes -2009, en el receso de verano de la B Nacional, el Cervecero marchaba quinto a cinco puntos del último lugar en la promoción por el ascenso- venía de ser goleador del campeonato, campeón con el Boyacá Chicó -el primer título del club en su historia-, el mejor extranjero de la liga. En ningún lugar iba a estar mejor que ahí pero no lo dudé ni un segundo y me vine. Ni siquiera me convenía en lo económico.
-¿Cumpliste con el desafío propuesto?
-Sí. Cuando llegué al país me decían que ya no podía jugar, que había estado en un fútbol mediocre, me miraban de reojo y creo que pude revertir esa opinión, jugar bien al fútbol y, sobre todo, tener continuidad.
-¿La próxima meta es tener otra chance en Boca?
-La veo muy difícil. Hoy sólo pienso en dejar a Quilmes en Primera y cumplir los tres años de contrato que me quedan. Obviamente me queda esa duda de qué hubiese pasado si me hubieran dado cinco o seis partidos de continuidad pero no me quedó rencor. Creo que tuve la posibilidad de jugar en el club del que soy hincha, cumplir un sueño y lo guardo como eso, como un buen recuerdo. No descarto nada pero es muy difícil, más que es Boca, un equipo con muchas figuras y jóvenes que quieren demostrar. Sería bueno que le den lugar a eso.
Como papá Miguel Angel, mediocampista histórico del Deportivo Roca, el pibe decidió ser futbolísta. Aquellos años le dejaron las primeras enseñanzas, esas que lo acompañan hasta hoy. “Viví en una cancha desde los cinco años, nunca me imaginé ser otra cosa que futbolista. En la cancha del Deportivo di mis primeros pasos y me formé como futbolista pero creo que la forma de jugar la traigo desde la cuna, la tengo incorporada. Uno se va formando, es cierto, pero lo siente así de chiquito. A mí me gusta el buen fútbol y no es por lo que ví, sino por lo que sentí. Además, tuve profesores que siempre respetaron eso, que se preocupaban por la técnica y el juego y que me ayudaron a crecer”, explica.
-¿Hoy ya no se trabaja la técnica?
-Se perdió el trabajo en inferiores. Hay chicos que son buenos técnicamente sólo por naturaleza. Me parece que la locura de la Primera ya se vive en inferiores. A los 12 o 13 años jugábamos por diversión, más allá de que era una competencia y queríamos ganar. Hoy ves que a esa edad los padres ven la posibilidad de salvarse y putean en la cancha o que los profesores exigen resultados más que ver el progreso del chico en la enseñanza. Si de seis categorías ganaste en cinco, está bien, no importa cómo lo hayas hecho.
-Hablás con criterio de técnico, ¿te gustaría serlo?
-Sí, ya estoy haciendo el curso.
-¿Tenés algún modelo a seguir?
-Tomé cositas de todos los entrenadores que tuve pero soy de los que cree que, en definitivas, uno se forma solo y a la hora de dirigir prima la idea propia. Los que me marcaron fueron Carlos Bianchi y Claudio Borghi. Por el primero tengo un cariño especial, es el que me hizo debutar y el que confió en mí desde el inicio. Y el Bichi me mostró que se puede confiar en el jugador y la importancia de escuchar a los dirigidos.
-¿Tus equipos van a jugar al cómo sea?
-(Sonríe) No, espero tener los jugadores como para llevar a cabo el fútbol que me gusta a mí.
-¿Sólo depende de los futbolístas?
-El técnico tiene su importancia, es cierto, pero el que decide es el jugador, es el único que cambia la cuestión.
-¿En tu equipo también te pondías de capitán?
-Sí, por qué no.
-¿Qué significa serlo?
-Para mí fue siempre un motivo de orgullo el hecho de representar a una institución, con la que me siento tan representado como es Quilmes. Es una responsabilidad muy grande, no se si hay un manual, un ejemplo, de cómo ser capitán. Hay de todos los tipos. Uno trata de estar pendiente de lo que pasa adentro y afuera de la cancha. Desde lo más mínimo e indispensable hasta lo más grande y complejo. Desde ver cómo anda un compañero si uno lo ve un poco caído hasta ir a pelear los sueldos con los dirigentes.
-¿Cómo es negociar con Aníbal Fernández?
-Bien, normal. Es una persona que tiene buena palabra, no te deja hablar mucho pero hasta ahora, dentro de todos los inconvenientes que ha tenido el club y el fútbol argentino, hemos tratado de tener una buena relación, de que ellos cumplan y nosotros hacer nuestro trabajo.
-¿Les jode que se hable que son beneficiados porque él sea el presidente?
-Eso es una pavada. En todo lo que hemos logrado nunca nos hemos sentido favorecidos. En el último ascenso, por ejemplo, éramos los que menos chances teníamos de ascender de los que estaban ahí arriba -en la última fecha del último torneo de la B Nacional, Quilmes estaba cuarto a dos puntos del puntero- y se dieron los resultados. Tan simple como eso. Ganamos ocho de los últimos 12 partidos y ascendimos. La verdad es que yo no le doy importancia a lo que dicen y no nos influye en lo más mínimo.
Fin de las preguntas. Es el momento de las fotos. El 10 de Quilmes baja las escaleras con dificultad, renguea hasta la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, evidenciando que su tobillo parece una pelota de tenis, tal como enseñará más tarde, y pregunta cuándo se publicará la nota. Aunque, se rectifica: “Bah! No importa. Mi mamá me va a avisar”, dice y rie. “Creo que tiene un alerta en la computadora para detectar cada vez que salta mi nombre. Recorta la nota y me las muestra”, confiesa.
Imprimiéndose en 3, 2, 1…

«La gloria es tan efímera que dura una hora»

El Gallego Méndez es un tipo distinto: para darse cuenta alcanza con sentarse con él en un bar, tomarse una cerveza y escucharlo decir seis autores de corrido -«Hemingway, Nietzsche, Freud, Saramago, Bukowski, William»-. Es especial porque pese a haber dado ocho vueltas olímpicas en un ambiente exitista como nuestro fútbol dice que la gloria no dura nada: «Una hora nada más, porque después te vas de vacaciones y tenés que empezar a pensar en no engordar para salir campeón de nuevo». Además, acepta haber cambiado de club: era de Vélez, ahora es de San Lorenzo. «Cuando vas a un lugar y te dan mucho, eso te cambia», explica y pide que el Ciclón vuelva a Boedo.

Sebastián “El Gallego” Méndez llega con remera negra, jeans y zapatillas. Sencillo y casual se sienta mientras charla de lo nublado que se puso la cosa esa tarde. Estamos en su barrio, en Devoto. En frente de esa plaza verde y llena de bicis. En ese vaivén llega una jarra de cerveza bien fría a la mesa, se sirven los vasos y, entre pucho y pucho, el fútbol se hace palabras con el central que nació en Vélez, se retiró campeón con Banfield y supo convertirse en uno de los ídolos modernos de San Lorenzo. Ocho vueltas olímpicas –seis en Liniers, una en Boedo y otra en el Sur- dio el Gallego en Argentina, tierra futbolera y exitista, pero el tipo, calvo, chopp y cigarro en la mano, parece uno más entre tantos.

-¿Cuánto dura la gloria?
-Una hora.

-¿Nada más?
-Nada más, porque después te vas de vacaciones y tenés que empezar a pensar en no engordar para salir campeón de nuevo la semana próxima. Fueron 8 horas de gloria las que tuve. ¿Cuánto más que eso? Esa noche con tu familia, la felicidad y listo. Es tan efímera la gloria que dura una hora. El fútbol no tiene tiempo para la felicidad. La de Banfield la disfruté más porque después me fui, je. Además jugué las 19 fechas. No me expulsaron ni una vez, un récord. Y después de tantos años me tomé vacaciones tranquilo: tomaba sol y disfrutaba de una cerveza y de un pucho sin culpas.

-¿Viste alguna vez tu perfil de Wikipedia?
-¿Qué? ¿Cómo? Jaja, no, ¿por qué?

-Porque aparece una declaración del Diego que si es cierta tenemos que descorchar otra birra. Supuestamente, cuando le preguntaron si le hubiese gustado jugar con Messi, dijo: «Hay una sola cosa de la que me arrepiento en mi carrera y es haberme retirado antes de poder jugar en un equipo con el Gallego Méndez. Es para mí el mejor defensor que vi jugar al fútbol».
-Jaja, sí, algo me comentaron. Creo que fue después de un partido de Libertadores con San Lorenzo. Si es que lo dijo… No sé la veracidad. Cuando me lo cruce se lo preguntaré y si es verdad le daré un beso en la boca. O el Diego me quiere o el que hizo el perfil de Wikipedia es mi amigo. Yo tengo una foto con el Diego, cuando nos enfrentamos en un Vélez-Boca. Qué crack. Maradona es el resumen del fútbol argentino.

Imagen: NosDigital

El Gallego se mata de risa. Cuenta que los centrales no disfrutan de los partidos de fútbol, que eso es para los que hacen goles. Salvo Paolo Maldini, que era un crack, que jugaba en puntas de pie y que, encima, era fachero, dice sorprendido el Gallego: “¡No hacía una falta en todo el partido!».

-¿Qué es ser capitán?
-Es ir a pelear premios, ir a hablar con el técnico, es ser la carne de cañón muchas veces. Es el que pone la cara. Ser en quien confían los compañeros. El que aconseja a los más pibes. Es encargarte de los sueldos de tus colegas, también utileros, del plantel ¿Quién lo hace sino? Yo fui capitán de Vélez cuando se fue Chilavert, con Bielsa. Remplazar a esas figuras no es fácil.

-¿Te enamoraste de Bielsa?
-Sí. Sí. Sí. Trabajando, sí. Todo fue un caos enorme cuando llegó a Vélez. No es tan frío ni lejano como parece. Es maravilloso. Me llevó a la selección cinco convocatorias seguidas. Debuté en los Ángeles contra México. Iba a aprender.

-¿Qué cosas extrafutbolísticas aplicaste en la cancha o en un vestuario?
-Siempre fui muy lector. No pude terminar de estudiar porque en cuarto año debuté en primera. Me hubiese gustado seguir una carrera. A mí me consumía tiempo mental el fútbol. Era una pasión y un trabajo. Era muy obsesivo.

-¿Y qué lees?
-De todo. Soy lector compulsivo. Hemingway, Nietzsche, Freud, Saramago, Bukowski, William. De todo un poco. Me servía para abrir la cabeza. Sobre todo con Bukowski, que era un erudito pero con calle, que hacía una crítica muy interesante a la sociedad norteamericana. Ahí a uno se le van despertando ciertas inquietudes y pensamientos que pueden aplicarse a su realidad. Hoy por ejemplo creo que cada vez nos escuchamos y nos comunicamos menos. Tiene que haber diálogo aún en el disenso.

De repente llega un hincha del Cuervo. Alguien que el Gallego ya conoce. Se saludan afectuosamente. “Viene el Pipi, Bernardo Romeo y él, el Galle”, dice el chabón. Cuando se va, algo risueño, propone: “Pero más ídolos son Orión, Hirsig, Adrián González…”. El Gallego se ríe y le contesta: “No seas malo”. Cambiamos de tema, mejor.

-¿Cómo puede ser que seas ídolo del Ciclón? Digo: saliste de Vélez y dijiste que eras hincha de Vélez.
-La gente me tiene mucho cariño. Y es recíproco. Es inexplicable. San Lorenzo es inexplicable. Yo salí de Vélez, era hincha de Vélez y cuando me llamaron del Ciclón no lo dudé. Fue una corazonada. Quería medirme y para mí no había prueba más grande que San Lorenzo: un club donde no me querían por mi pasado, un club enorme y con muchísima gente. Son gigantes.

-¿Y ahora hincha de quién sos?
-Ahora quiero que gane San Lorenzo.

-¿Cómo se puede cambiar de pasión?
-Me crié a cuadras de Vélez. Pasaba todos los veranos ahí, en el club. Pero cuando volví uno esperaba otra cosa. No que me aplaudan de pie ni que me den una medalla, pero tampoco que te griten que te mueras de cáncer adentro de la cancha. Eso va haciendo que vayan decantando las cosas. Sigo teniendo un gran respeto por el club. Jamás hablaría mal de ellos. Ellos me criaron. A la gente del club la adoro. Nosotros lo entendemos así: es un trabajo. La gente no lo comprende. Me decían que contra Vélez jugaba y corría más. Y qué querés que haga. Hay algunas canchas que te motivan. El Amalfitani de noche es hermoso, con las luces, el campo perfecto, cómo no iba a tener ganas de jugar y correr. Era especial. Pero después me arraigué en otro lado. Pero sigo con un gran respeto. Mi hermano es hincha de Vélez y hasta él me ha puteado. Pero cuando vas a un lugar y te dan mucho, pero mucho, eso te cambia. Un día estaba parado en la esquina de San Juan y Boedo y una familia me invitó a pasar a la casa, me invitó a cenar. A ver si nos entendemos: los cuervos son bichos raros. Sólo una familia te invita a comer. Son gente que me quiere mucho y me lo demuestra todo el tiempo. El club es un quilombo y la gente es buena. Mucha lista, mucha política, pero la gente es lo mejor que hay. Los hinchas de San Lorenzo hacen que el club te guste, por más que sea desordenado en muchos aspectos. Yo entiendo al fanático y, sí, podés cambiar. Y como jugador más.

-¿Es difícil ser jugador-hincha?
-Dificilísimo. Te salís a comer a todos. La pasión no se pierde pero te la tenés que guardar un poco. En mis primeros partidos en Vélez no lo podía controlar. Jugaba como el tipo que se paraba arriba del alambrado. Metía un gol el 9 y yo en el fondo lo gritaba como loco. Parecía un tarado. Qué hace ese tipo, debían pensar. Encima entré en un equipo en donde admiraba los jugadores.

-¿Cómo interpretás la vuelta a Boedo?
-Es una necesidad de identidad. Lo hablo con ellos y lo entiendo. Quizás sea algo utópico, pero es necesario. Soy de los que piensan que cuando llegas a un club lo tenés que conocer. Cómo piensan los hinchas, qué quieren, a qué rival le quieren ganar, por qué, qué partido es especial. Hay que saber y ser auténtico y comprender al hincha. Y hay que defenderlo. San Lorenzo es una familia con mucha historia.

-¿Qué opinás de los nuevos modelos empresariales de club? ¿Dónde quedó la identidad de club de barrio?
-San Lorenzo no pierde su identidad de club por la gente. La gente hace al club. Son especiales.

-Sufriste la promoción…
-Me sentí muy muy mal.

-¿Y con lo de Banfield?
-También. No hicimos mala campaña nosotros, pero por respeto al club nos fuimos cuando ya no iba más. Ahí nos ganamos el respeto. La gente nos quería.

-Y encima defenderte a vos era difícil, eras un tipo que dividía aguas.
-Seguro. Era muy polémico. Hablaba poco pero cada vez que hablaba había quilombo. Las patadas… Bueno, la de Falcao, por ejemplo.

-¿Y esa cómo la defendés?
-No, de ninguna manera. Soy capaz de decirte ahora que estuve equivocado. Y no porque ahora soy técnico. Antes de retirarme incluso. Sabía que estaba equivocado.

-¿Te arrepentís?
-Por supuesto. ¿Qué soy, menos hombre? Si el fútbol no es para pelear. Las cosas no son así, yo no gané nada con eso. Al contrario. Si vos me preguntás lo de Falcao yo estuve toda la semana previa pensando en que no le iba a pegar. No quería. Y le pegué y me arrepiento.

-¿Tenías bronca por la lesión de la Libertadores?
-Sí, pero no justifica. Uno de mis grandes errores fue no aceptar las derrotas. Nunca te tenés que acostumbrar, pero sí aceptar. Son cosas que pasan. Me quedé afuera de mi sueño: ganar la copa con San Lorenzo. Pero no tiene nada que ver con nada. Además, ahora a la distancia, menos mal que no le hice nada, porque mirá cómo juega. Nos hubiéramos perdido un montón de goles lindos. Tres goles por final mete, una locura. Después él me llamó diciéndome que estaba todo bien. Deseándome que Dios me bendiga. Yo a él le creo. Todos me dicen que es un gran pibe. Pero hay algunos atletas de Cristo que tienen la biblia cerrada.

-¿Y ahora como DT cómo ves esa cosas del fútbol?
-A los calentones que pegan los entiendo, fui uno de ellos. A los habilidosos que siguen pidiendo la pelota, aunque les peguen, los admiro. Lo nuestro es normal, lo de ellos es grandioso.

-Si vos eras el que pegaba, ¿cómo tuviste siete lesiones de operación? ¿Ibas con armas a jugar?
-No, era muy bruto. El bruto era yo, no los demás. Y si me encontraba con un delantero bruto era un peligro.

-Sos lapidario con vos mismo…
-No, soy realista. Yo hice lo que pude con mi carrera. No fui un virtuoso. Esas limitaciones las conocía a la perfección y jugaba con eso. Nunca hice más de lo que sabía.

El Gallego, entonces, como para contrarrestar tanta autocrítica, empieza a hablar de su paso por Europa. Cuenta que marcó a Koller, Drogba, Romario, Ronaldo, Kluviert, Zidane, Rivaldo. Que al francés se lo podía admirar de solo verlo caminar. Pero, sobre todos ellos, nombra dos tipos que disfrutó muchísimo: el Rifle Pandolfi y el Loco Mostovoi. Qué cracks, completamente anormales, dice el Gallego.

Ya no va quedando nada y esa tarde nublada se va convirtiendo en una noche gris. El Gallego deja algunas cosas finales: “La técnica lo es todo y en el fútbol argentino eso está difícil…” Por eso se juega así, dice. La gente pasa, lo saluda y él, tranquilo, asegura: “Nunca me la creí, ni en mi mejor momento”. De repente, vuelve el hincha, ese que lo saludo con cariño al principio. Le dice: “Che, Galle, está jugando Colombia contra Uruguay: Falcao metió un golazo”.

-Viste, menos mal que no le hice nada.

Ser hincha: un oficio de mierda

Ser hincha se volvió un oficio de mierda en la Argentina. Yo soy de Racing, y es desgastante. Ojo: no lo digo porque haya que pagar para ver a José Sand, que es lento y en la tribuna ya le gritan Pistorius porque sus piernas parecen ortopédicas. Eso aprendí a tolerarlo de pendejo, viendo jugar a Osvaldo Canobbio. Pero, al menos, en esa época era un paseo ir a la cancha. Ahora es un laburo, loco. Yo soy socio y de local entro directamente con el carnet. Pero igual es un esfuerzo: le pagás una fortuna al trapito –“40 pe, porque la poli me pide 30 por auto y sino no me queda nada a mí, amiguito”- o a la vuelta te aguantás más de una hora esperando en la parada que algún bondi se anime a frenar para levantar a la monada. Ni hablar de que cuando termina el partido –haya ganado, empatado o perdido Racing- tenés que esperar media hora en tu tribuna esperando que se vayan los muchachos que estaban en la visitante, sean 50 ó 5000. Acá no queremos decir que por la violencia la familia ya no puede ir a las canchas: el tema es que ir a la cancha dejó de ser un plan para pasar unas buenas horas del fin de semana. Ahora es un trabajo ad honorem. ¿Y si no sos socio? Peor: no sólo se te consume toda una tarde en los trámites burocráticos para ver a tu equipo, además tenés que ir una mañana en la semana a hacer cola a la sede o al estadio para sacar una entrada –de 60 a 390 mangos-.
De visitante, imposible ir. No existe más eso de que la tarde está linda, jugamos en Liniers, vamos a la cancha. No. Ahora a principios de enero, si todavía estás en la Ciudad con la sidra y el pan dulce en la panza, tenés que agarrar el fixture, fijarte contra quién jugás afuera del Cilindro y decidirte a poner 600 pesos para comprar eso que llaman pack visitante e ir a ver a Racing lejos de Avellaneda, en una cancha que no sabés cuál va a ser y en el día que la AFA decida: puede ser viernes, sábado, domingo o lunes. Lo bueno es que ya tenés la entrada en tu mano para ir a ver a la Acadé todos los partidos desde enero hasta junio. Ah, no. Ni siquiera: la semana previa a que viajes a donde sea tenés que ir al estadio o a la sede de Villa del Parque miércoles, jueves o viernes de 11 a 17 –ni en pedo es horario laboral- para canjear tu ticket. Y ahí sí: ya tenés todo listo para ir a ver a Pistorius.

Belleza y emoción, en el precipicio de la palabra

Con los ojos espiralados y silencios abismales, el rostro de Ailín Salas alcanzó una masividad definitiva con el personaje de Clara en la serie En Terapia. Pero esta chica de 19 años, para algunos «la mejor actriz joven de la Argentina», ya encarnó infinitas vidas en su piel y ya filmó más de una decena de películas. Con la emoción en la punta de la lengua, confiesa: «Soy bastante tímida. Atrás de un personaje, puedo decir un montón de cosas y cagarme de risa. Pero desde mí, me cuesta mucho más.»
«A veces, me gustaría dedicarme a la medicina para sentir que lo que hago ayuda a alguien. Es raro».
Entre las dos oraciones, Ailín Salas deja un hueco, pone la mirada en el cielo como si buscara una intimidad difícil de lograr en un bar de Almagro, apoya la yema de sus dedos finitos en el mentón y, ahí sí, suelta una sonrisa que le ayuda a romper con el misterio.
Va a resultar un thriller entender, durante una hora y media de charla, por qué esta chica de 19 años, que ya filmó más de una decena de películas, que actuó con Diego Peretti y con Ricardo Darín, que invadió las imágenes del prime-time televisivo con su actuación en En Terapia, que con esa serie hizo que miles de padres se preguntaran desesperadamente si realmente escuchaban o no a sus hijos, dice tan pocas palabras y habla con tantos silencios.
Y aunque se le busquen teorías psicoanalíticas o pitagóricas al asunto, la respuesta será tan simple como tan difícil de entender: es, tremendamente, tímida.
– Cuando arreglábamos para hacer la nota, vos dijiste que no te gustaba hablar: ¿cómo se es actor, se sale en la tele y, a la vez, sucede esto?
– No sé. Siento que tengo que estar muy cómoda para hablar. Soy bastante tímida. Atrás de un personaje, puedo decir un montón de cosas y cagarme de risa. Pero desde mí, me cuesta mucho más.
– ¿Cómo manejás eso?
– Tengo que aprender. Cuando estoy actuando, me gusta hablar. Pero las entrevistas me cuestan. En Terapia me llevó a hacer cosas con la prensa y yo me quería matar. En una conferencia, de hecho, me largué a llorar. Entonces decidí que para hablar con los periodistas iba a tener que crearme un personaje.
– ¿Y cómo sería ese personaje?
– Es lo que todavía no sé. Tengo que actuar de actriz. Es rarísimo. Lo tengo que hacer porque si no la voy a pasar mal. Desde mi persona, me siento medio expuesta y siento que hay algo que me proteje si soy un personaje. Pero también es raro: piden que hablen desde vos y vos hacés como trampa y sos otra cosa.

Imagen: NosDigital


Sus palabras arrancan una duda de fondo. Quién sabe, ahora, si sentada en esta mesa, Ailín es ella o es un personaje que arma para la ocasión. Quién sabe, en realidad, si entre trago y trago de un agua sin gas que pide, si después de esas sonrisas amables que tira, ella sufre la charla. Quién sabe, en realidad, si se le puede creer siempre a los actores.
– ¿De dónde nace ese placer de ser otro?
– Yo empecé a los 10 años a hacer publicidad. Ahora, viéndolo desde afuera, me doy cuenta que lo que me daba ese género era algo muy pequeño comparado con la sensación que genera el cine. A todo esto, en realidad, lo pienso como un juego. La posibilidad de actuar es la de meterse en una situación distinta. La verdad es que yo aprovecho mucho cuando actúo para hacer cosas que no haría en la vida. Te ayuda a aprender.
– ¿Y qué aprendés?
– Yo no soy una actriz muy metódica. No es que hago como otros que tienen un cuaderno donde anotan detalles de lo que van a hacer. Todo lo que actúo necesito sentirlo: si no lo siento, no me sale, soy muy mala, se me nota en la cara. Cada sensación de la historia me tiene que quedar grabada en el cuerpo. Incluso, me gusta no tener tiempo para explorar mucho al personaje y hacerlo directamente. Por eso, cuando agarro un papel, paso a ser esa persona y logro cuestionarme mucho a mí misma, ya que son situaciones por las que yo no paso naturalmente. Ahí aprendo.
– ¿Cómo manejaste, entonces, la experiencia de En Terapia, donde eras una bailarina que la pasaba realmente muy mal sintiendo las presiones de esa carrera?
– Como te decía al principio, yo mucha veces pienso en que tendría que ser médica para poder hacerle un bien a alguien. Hay días en que siento que no tiene sentido nada de lo que hago. En Terapia, quizás, fue distinto. Me pasó lo mismo cuando hice Televisión por la Inclusión. Sentís una responsabilidad mayor. Tocás un tema que es delicado. Cuando estaba filmando no me pasó, pero cuando lo vi por la televisión sí me puse a pensar en si ayudaría o no a una bailarina. Un tiempo después un chico me escribió diciéndome que tenía algún problema parecido y que había visto la escena que en la ficción yo tenía con mi mamá. De casualidad, lo agarró sentado con su mamá. Me contó que se sintió incómodo, pero a la vez aliviado. Y sí. Es mejor que me toque actuar cosas así.
– La experiencia de En Terapia, de alguna manera, te llevó a la masividad: ¿te cambió algo?
– A mí me empezó a gustar el tema de actuar cuando yo era chica. Mi abuela era actriz y me llevaba al teatro. Pero, además, yo jugaba mucho con mi hermana a disfrazarme, a armar una radio, a ser otra cosa. Todo eso ahora se volvió un trabajo, que sólo siento así cuando me tengo que levantar a las siete de la mañana. Pero sigue siendo más o menos lo mismo, aunque me gusta más jugar en el cine que en mi casa. En Terapia lo que tiene es que es en televisión y la gente ve mucho más la tele. Al cine no van tanto. Entonces te expone mucho más y, también, te critican más por youtube y esas cosas. El tema es que fue, a la vez, una cosa distinta a las que se suelen hacer por televisión.
– ¿Por qué?
– Porque era más cinematográfico. En tele es distinto: hacés un montón de escenas por día. Acá teníamos un director que trabajaba mucho con nosotros. Por eso, la experiencia de filmación era distinta.
– ¿Y cómo fue trabajar con Diego Peretti?
–  Es lo más. Yo lo conocí una vez que fui al canal, antes de grabar, pero no hablé casi nada. El primer día de rodaje recién charlamos. Yo estaba muy nerviosa por todo. Por trabajar con él y porque era una experiencia muy nueva para mí. Y tuvo, no sé, una actitud como que paternalista conmigo que me ayudó. Imaginate: En Terapia necesitaba que yo hablara sin parar, cuando a mí no me gusta nada hacerlo.
– Hablás de aprender, ¿cómo se sigue aprendiendo a ser actriz?
– Yo siempre siento que me pierdo de aprender. Quizás, soy muy vaga y no hago un trabajo paralelo. Ahora empecé, pero me re cuesta: hasta cuelgo con ver películas. Me da vergüenza decirlo. Tenía épocas en que me quedaba dormida y no lo podía creer: trabajaba de eso y, a la vez, me dormía. Pero ahora me cayó la ficha. Este año no pude estudiar teatro porque estuve trabajando. Trabajar te resta tiempo. Ahora empecé clase de tap, que está bueno porque todo te sirve para actuar: hasta manejar. Pero como que me doy cuenta ahora recién que podría haber arrancado antes a estudiar.
– ¿De los directores con los que trabajás se aprende?
– Claro. A mí nunca me pasó de trabajar con un director que no me ayudara. A todos los quiero mucho. Siempre menciono más a Lucía Puenzo, que me hizo sentir muy cómoda. Con ella eran mis primeros trabajos y, más allá de que eran chiquitos, estaba todo buenísimo.
– ¿Qué significa sentirse cómoda?
– Yo con ella hice XXY, de la que realmente no entendía nada y donde tuve la suerte de filmar una escena con Ricardo Darín, que era una flash. Pero también hice El Niño Pez. Ahí tuve que hacer una escena en la que paría. Yo tenía 14 años, era realmente muy movilizante para mí. Estaba espantada, pero tenía muchas ganas de hacerla. Y Lucía me hizo sentir muy cómoda: grabamos en un baño, siendo sólo tres personas: ella, la directora de fotografía y yo. Hizo que todo tuviera una ambiente muy familiar y que yo me olvidara de ese miedo que había sentido de golpe.
– ¿Y ahora qué más te gustaría hacer?
– Tengo ganas de hacer comedia. Seguro sería mala haciéndolo porque no es un lugar cómodo para mí. Pero tampoco me voy a quedar siempre en un lugar cómodo. Debe ser re difícil hacer reír a alguien. Más difícil que emocionar. Yo no soy una persona con la que te vayas a cagar de risa, así que me va a costar. Como para todo, hay que tener un carisma especial.
La intriga dura, pero cada vez se va haciendo más finita. A medida que pasan los minutos, Ailín se acomoda, toma confianza se olvida de sus miedos a los periodistas y nos mete en esa escena que arma entre su mirada y su sonrisa increíble. Así, le creemos que es tímida, que en la charla siempre es ella, que no es un personaje, que todo lo que nos dijo era verdad.
Al menos, esa es la única que nos queda.

La guerrilla argentina en La Prensa

El Ejército Guerrillero del Pueblo fue la primera guerrilla argentina organizada por el propio Che Guevara. Con el mando del Comandante Segundo, Jorge Masetti, aquél periodista que se enamorase de la Sierra Maestra en plena ebullición de la Revolución Cubana. En esta nota mostraremos los últimos días del grupo, cuando ya rodeado por Gendarmería Nacional, intentaba sobrevivir y mantener viva sus ilusiones revolucionarias.

La empresa del Ejército Guerrillero del Pueblo empezó en Cuba bajo las órdenes mismas del Che. Con tal padrinazgo, los sucesos que se dieron un tiempo después parecieron ser una obra de tragedia griega, donde inesperadamente los héroes pasan los tormentos más crueles y terminan entre humillados y muertos. Ahora, los jóvenes del Ejército Guerrillero del Pueblo lo vivían en carne propia. Entre marzo y abril de 1964 la guerrilla fue desapareciendo, perseguida implacablemente por la Gendarmería argentina. Muchos cayeron en sus manos y otros murieron de hambre o en accidentes.

Uno de los periódicos más importantes del país para ese entonces cubrió lo que estaba sucediendo en el norte argentino. La Prensa hablaba de subversivos y aventureros, de miles de teorías conspirativas, de relaciones con la URSS y con Cuba, de redes clandestinas que se movían entre las sombras para romper con el país: “Dentro de la mayor reserva continúan trabajando las autoridades de la Gendarmería Nacional, en procura de localizar las ramificaciones del grupo Castro-comunista” (La Prensa, 7 de marzo 1964).

Día a día mostraban los avances de las fuerzas de seguridad en la región. Si en la primera semana de marzo no le habían dedicado ni un renglón, desde el séptimo día no faltó más una columna como mínimo que hablase del tema. Tal vez, los gendarmes ya estaban muy seguros de su victoria y se abrían a los periodistas. “Descubrieron en Salta otros dos depósitos de armas. Se efectuaron más allanamientos” (La Prensa, 9 de marzo 1964), “Hubo otra detención en Orán. Está vinculada con la investigación de los grupos Castro-comunistas” (La Prensa, 10 de marzo 1964).

Mientras tanto, en la selva las cosas eran desastrosas: “Cuando vi la huella  –de los perseguidores-  no comimos más. Ya llevábamos 30 días sin comer, y caminando sin parar. Y ya no podía caminar”[i], describió 40 años después uno de los guerrilleros, Hector Jouvé.

“Otro guerrillero fue detenido en Jujuy. Se le secuestraron ejemplares de una proclama subversiva.” (La Prensa, 12 de marzo 1964). “Los guerrilleros son perseguidos de cerca” (La Prensa, 18 de marzo1964”).

Las cosas iban de mal en peor para los guerrilleros. Ya disgregados, era un verdadero sálvense quien pueda: “Llegamos al campamento donde estaban los que habían sobrevivido. Vimos a Diego herido, que estaban sin comida (…) A todo esto ya habían muerto Marcos, César… y Diego estaba muy mal. Subimos por una grieta y llegando casi a la punta Antonio Paul se cae y no lo pude alcanzar. Cayó en caída libre…”[ii].

Al día 21 Masetti se iba a ir para siempre. Enfiló para la jungla y nunca más se lo encontró. Rodolfo Walsh escribiría: “Se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo. En algún lugar desconocido el cadáver del comandante segundo empuña un fusil herrumbrado.”.

Por último, La Prensa y los detenidos: “Siguen incomunicados los detenidos. Se agrega que (…) continúan incomunicados y son sometidos a frecuentes interrogaciones por parte de (…) Gendarmería Nacional” (La Prensa, 11 de marzo 1964). Ahora pasemos a cómo eran tratados… Juan Alberto Castellanos, uno de los cubanos que participaba, le contó a NosDigital su paso por las cárceles argentinas: “Mira, nos golpearon bastante. Pero nos dieron golpes nada más, unas cuantas palizas.”[iii] Jouvé, en cambio, iba a ir un poco más allá: “Nos torturaron bárbaramente, no de manera científica, fue brutal. Culatazos en la cabeza, patadas, muy cruel… no murió ninguno de casualidad. Nos tenían ahí aislados en habitaciones que estaban en la parte delante de la guardia (…) Nos habían estado dando de comer solo una cabeza de vaca podrida, sopa llena de gorgojos, pan viejo…con decirte que llegué a pesar 48 kilos.”[iv].

A mediados de 1963 cerca de 20 personas se metieron en la región más marginal y pobre de Salta, con el objetivo de participar de un movimiento revolucionario que uniría América Latina en una sola. “El EGP sirvió, no fue ninguna aventura, plantamos la semilla” nos dijo Castellanos[v], y así fue. A los pocos años los movimientos políticos-armados renacerían en Argentina con mayor vigor que nunca.



[i] La intemperie, Córdoba, 2004.

[ii] Ídem, La intemperie.

[iv] Ídem, La intemperie.

[v] Ídem NosDigital.

“Lo de Mariano fue una represión a tercerizados”

La polarización política se esfuma al escuchar a Pablo Ferreyra entendiendo y reivindicando las consignas que defendió su hermano Mariano. Dos personajes con diferentes miradas en cuanto a las formas de lucha, pero la misma sangre y el mismo compromiso: repudiar la tercerización laboral. “Pedimos perpetua para Pedraza, aunque creemos que socialmente ya fue condenado por todos”.

 

A casi dos años del asesinato de Mariano Ferreyra en manos de la patota sindical de Pedraza, nos juntamos con su hermano Pablo. En medio de las audiencias de un juicio que parece encaminarse, charlamos un rato en las escaleras de los Tribunales de Comodoro Py.

Pablo se muestra tranquilo, reflexivo, pero sobretodo expectante. Desde una postura bastante ligada al kirchnerismo, se anima a marcar errores de este Estado, pero también asume una decisión judicial para acelerar esta causa. Además, nos cuenta su relación con los ex compañeros de su hermano, los militantes del Partido Obrero. Qué los une y qué los separa.

La bandera en común es una sola: luchar contra la tercerización laboral y sus mecanismos más perversos, entre los cuales ubica la matanza a sangre fría de Mariano. Ideologías diferentes, acciones distintas, la voz es unánime y se resume en el pedido de cadena perpetua para Pedraza.

“Nunca tuve una militancia orgánica y ni la tengo hoy. Apoyó ideas claves de este gobierno, medidas estratégicas como la recuperación de YPF, la asignación universal. La militancia dentro del kirchnerismo para mí es el único campo donde se puede desarrollar un panorama más concreto para trabajar, siempre con algunos límites. Ojalá se pueda tejer un puente entre lo mejor que tiene el kirchnerismo y lo mejor del progresismo, la izquierda. Hay que repensar la estrategia contra Macri, por ejemplo, donde el oficialismo no ha querido entrar nunca de lleno”. La postura política de Pablo se va delineando desde un principio, aunque durante toda la entrevista dejará al descubierto cuestionamientos genuinos hacia un modelo al que, insiste, se le deben hacer críticas y debe estar predispuesto a escucharlas.

– ¿Creés que todos los sectores políticos juveniles defienden la causa de Mariano?

-El Partido Obrero se comportó bien, asumió la causa de manera militante. Después hay sectores cercanos al kirchnerismo que se confunden en no tomar la causa por no poder ver detrás de las políticas que el PO representa. A mí me parece una limitación grande, yo todo el tiempo voy a empujar hacia nuestro lado a esa ala progresista que hay en el oficialismo. Que abracen la causa más allá de que una sentencia pueda perjudicar a parte de este Estado, el mismo que está cuestionado en otras causas también. Más allá de apoyar un proyecto tiene que existir un momento en donde se pueda tener cierta capacidad de crítica. El caso de Mariano permite eso. Es muy significativo que haya estado acá Facundo Moyano, la CGT mantuvo un silencio ante este caso, no salió a defender corporativamente como hace siempre, defendiendo a Pedraza. La causa de Mariano no tiene que ser una exclusividad del Partido Obrero, se trató de un ejemplo más de ataque a una juventud organizada que milita.

Imagen: NosDigital

– Pero no hablás con bronca hacia esos sectores…

-No tengo rencor porque estoy seguro de que en algún momento vamos a ganar esta discusión. Cuando uno logra sacar a los militantes de la polarización instalada se encuentran matices más interesantes, porque lo que hay que entender acá es que si llegamos a ganar este juicio será un golpe duro contra sectores de la burocracia sindical que practican métodos que atacan a la juventud, pegan donde más duele que es quitándole derechos a los trabajadores. Históricamente fue así, si estamos intentando conquistar este terreno me parece que deberían apoyarlo, entiendo que tiene que ser de manera natural el apoyo. Ganar este juicio representaría un avance más para el sector popular y para todos aquellos que se mantienen en lucha por la dignidad laboral y las formas de trabajo.

– ¿Sentís que en algún momento se podrá dar un volantazo en cuanto a la burocratización en la que se sumergen algunos sindicatos y sus trabajadores?

-No creo que cambie la matriz del sindicalismo. Pero esta causa logra quela Justiciatome nota, eso es lo interesante. Hay más sensibilidad sobre el cercenamiento de derechos laborales. Creo que va a marcar un límite si logramos mostrar cómo fue el accionar policial en aquel momento, va a marcar nuevamente otro punto negro que tiene este gobierno en sus políticas contra la violencia institucional. Siento que debe llamar a una reflexión sobre la política de ‘no represión’, o por lo menos una actualización de esa hipótesis. No porque este sea un caso de represión policial, sino por omisión policial, que se niega a actuar en una movilización de este tipo. Yo no quiero decir quela Policíadebería haber reprimido, sino que deberían haber identificado, separado, detenido a un sector de esta patota. Y otra reflexión tiene que girar directamente sobre la tercerización laboral propiamente dicha.

– ¿Cuál es el panorama actual de la tercerización laboral?

-Al día de hoy no hay ningún abordaje serio de ningún tipo, de ningún sindicato, sobre el tema. La experiencia más interesante la tuvimos con el subte, que logró el paso de todos los empleados tercerizados a planta permanente. Fue un conflicto enorme, pero este caso es uno aislado entre tantos. Por lo general, lo que sucede es que la tercerización avanza, golpea muy fuerte a los jóvenes, a los sectores más populares, al primer laburo del pibe que sale a buscar. Es muy amplio el ‘universo tercerizador’. Podemos pararnos desde los noventas y observar cómo la privatización habilita esta práctica, cómo las políticas neoliberales y el menemismo dan vía libre. En América Latina entera avanzó esta forma de trabajo, pero particularmente sucede que acá, después del 2003, se reincorporaron cinco millones de laburantes al mercado laboral, y no hay ningún cambio significativo. Los empleados todo el tiempo están siendo invisibilizados laboralmente, donde hay casos tremendos, como Pedraza con su cooperativa trucha en el ferrocarril donde explota a 200 trabajadores. Por la explotación de esos tipos tercerizados recibe un subsidio de diez millones de pesos de los cuales utiliza solo dos millones para pagar sueldos y se queda con el resto. Ese es uno de los mecanismos más perversos de una propuesta cada vez más precarizante, y ahí se cuela el asesinato de Mariano, que está puesto justo para ejemplificar y mostrar que los tercerizados no pueden movilizarse y no pueden tener una visión grupal, ni pueden no querer convenios que no benefician más que al patrón. El caso de Mariano ejemplifica cómo se quiere acallar y reprimir al sector tercerizado. Se busca más un beneficio político que económico, ahí está la ganancia más grande, porque hay casos en los que incluso es más cara la tercerización, pero tienen la tranquilidad de que van a tener gente que no va a poder reclamar por nada, que en caso de que los despidan van a aceptar una indemnización de mierda.

-Participás del Cels, ¿tienen propuestas concretas para luchar contra estas prácticas?

-En este momento no hay herramientas enla Argentina para medir la tercerización. Porque el mismo mecanismo es invisibilizador y aparte hay falta de voluntad del Ministerio de Trabajo para generar esas herramientas. En el Cels tenemos una mesa de trabajo con la intensión de llegar a la semana del 19 de octubre, donde se cumplen dos años del asesinato de Mariano, con una jornada en el Congreso de la Nación. Vamos a presentar un documento con siete u ocho propuestas en contra de la tercerización. Nuestra idea es que todos los sindicatos participen, se tienen que montar a la campaña, tiene que ser de ellos. También, el Ministerio de Trabajo, que participen todos. Sabemos que es un momento de gran fragmentación sindical, que muchas veces por cuestiones casi de vedettismo no participan unos u otros. Todos aceptamos que la tercerización debe ser combatida, no veo impedimento para que todos participemos de una jornada organizada desde el Cels. Muy corta, la idea será empezar una campaña que dure tres o cuatro años y que vaya sumando no solamente adherentes sino difusiones, mostrarle a la juventud y a los laburantes cómo son tercerizados, cómo darte cuenta que lo sos. Visibilizar el problema.

– La cara de Mariano está en fotos, grafitis, banderas, si tenés que sacarlo de esa imagen estática, ¿qué consignas que defendía resaltás?

-Puntualmente representó siempre la lucha contra la tercerización laboral. Yo tengo un abordaje completamente diferente al que tenía él. No desconozco que los métodos para luchar en este tipo de reivindicaciones concretas, no son los mismos. Probablemente cuando se convoque al Congreso del Cels, el Partido Obrero no participe. Mi hermano prefería un método de acción directa, como era cortar las vías para conseguir la restitución de esos despedidos, que me parece válido, pero primero tenemos que ver los panoramas que hay y después ver cómo se puede avanzar. Defendía y defendería las consignas que hoy siguen defendiendo desde el PO. La solidaridad de Mariano con sectores ajenos a su mundo, como es el ferroviario, la lucha contra la precarización y la juventud política, esos fueron sus ejes. Un joven que militó desde muy chico, eso me queda. Todo se resignifica con un marco como el de hoy, en donde, a pesar que muchas veces el kirchnerismo no tome el tema de Mariano como algo central, desde el 2003 hay una participación política muy grande en la juventud. Si el año que viene conquistamos el voto de los pibes de 16 años estaríamos haciendo algo que Mariano hubiera querido seguro, porque empezó a militar de joven y hubiera querido votar al Partido Obrero a los 16, y no pudo, esperó a ser mayor de edad. Luchó por hacer un centro de estudiantes, escribió notas para contagiar las perspectivas políticas entre los jóvenes. Esta coyuntura hubiera significado una militancia activa para Mariano.

 

Aquél Moe hitleriano

Los Tres Chiflados se ocuparon de estar también en linea con la ideología de la Segunda Guerra Mundial. Documento Histórico de 1941, «Jamás volveré a decir Heill» en color.

López, vos, todavía no sos un símbolo

El contorno del rostro sin sus rasgos, sin sus ojos, sin su boca.

La bandera que se agita fuerte en el viento, con un cuerpo cortado a la altura de los hombros y una boina en la cabeza.

Su cara en primer plano, con los ojos bien cerrados y la boca fruncida, que deja entrever su lamento segundo: “Otra vez, no”.

Un corte primerísimo a sus ojos con un número al lado. 30.001.

En blanco o en negro, más abierta o más cerrada, con alguna edición que mixee o con la pureza recién fotografiada e ilustrada. López significa algo que todos entendemos, un nunca más, unos 30.000 previos, uno más en la lista, un juicio y un castigo, una verdad, una memoria y una justicia. Símbolo que todos creen pactar, López es parte de un Nunca Más que reparó la historia.

Pero, no.

Reducir a López a esos meros simbolismos no es más que una profunda derrota en la lógica de seguir contando y aumentado de a uno los numeritos. Los símbolos son convenciones y se interpretan en el conjunto como algo sabido, casi asumido.

Si López es eso, López está. Es un símbolo.

Pero, no. Acá falta López.

Porque López, también y sobre todo, es índice. Demuestra, permite entender, intuir, concluir y asegurar que algunas fuerzas (armadas) siguen vivas y colean: los desaparecidos en democracia no son números que se suman sin más. Tienen otra carga, otro significado, implican otra lucha que no se mira de frente. Las lógicas de secuestro, desaparición, tortura y muerte están llenas, y el nunca más, vacío.

Y López, también, es ícono. Es argumento irrefutable de él, su cuerpo no está. No puede pensarse a sí mismo. No remite a una serie de ideas y conceptos de lucha si antes no remite a su carne, a sus huesos, a su piel, a sus ojos y su boina que ya no pueden ser fotografiadas y convertirse en nuevas banderas.

Porque si López sólo es en el mundo de los signos y las representaciones, dejó de ser en el mundo de la existencia, de los hechos y de los pies que siguen caminando. Y porque, también, su apariencia, sus cualidades, sus sentimientos y su potencialidad de ser y seguir siendo, está truncada y reducida a una buena bandera que no lo abarca ni comprende.

Vos, López, todavía no sos ningún símbolo. Acá, todavía, falta López.

Deporte comunitario y bolivariano

El apoyo de Venezuela al deporte no pasa solo por los tweets de Hugo Chávez cada vez que gana la vinotinto. Existe una Ley del Deporte, que estipula la creación del Fondo Nacional del Deporte y gracias a eso los consejos comunales reciben los aportes del Ministerio de Deporte. Por eso, en Caracas a los pibes se los ve dentro de los campos de entrenamiento y no mendigando por la calle. «Cuando tú le das a un niño un balón, vas a tener a un niño pensante, con metas. Cuando se lo quitas, lo obligas a la televisión, le cercenas la capacidad de pensar», dice Gustavo García, uno de los difusores del deporte comunitario.

Desde Caracas, Venezuela

Los Pardos de Catia dan vueltas a la canchita de besibol sin pasto, bajo el sol inclemente del Caribe. Que sea sábado a la mañana, y que Los Pardos tengan seis años, triplica el esfuerzo. Ya sobre el mediodía, cansados, amagan con parar, pero sus entrenadores los alientan para que sigan. Una vuelta, y otra más. Quién sabe con qué soñarán, si querrán ser beibolistas, músicos o doctores, pero una cosa es segura: Los Pardos de Catia van a ser algo. Porque este sábado a la mañana, como tantos otros, no están colgados del lado de afuera del alambrado o enfrente de la televisión o sentados en la vereda con el delito acechando. Ya está, la última vuelta, el tramo final hasta la última base. Y lo mejor de las vueltas que dan Los Pardos es que no terminan siempre en el mismo lugar: a cada zancada estos pibes pobres van esquivando el destino que les tiene signado el capitalismo.

En Caracas casi no hay nenes pidiendo en la calle. Ni en las zonas más populares es común ver niños tirados por ahí, como se ven en nuestros barrios porteños. No los hay porque existe un Estado, y hay comunidades fuertes que dirigen políticas concretas para rescatarlos de la marginalidad. Una de ellas -parece obvio pero en otros puntos del mapa todavía no se dan cuenta- es el deporte comunitario.

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Pero entonces: ¿qué es el deporte comunitario?. Gustavo García, locutor del programa Al Son del Deporte Comunitario de la Radio Rebelde de Catia, nos lo explica: “El sistema deportivo comunitario es nuevo, tiene muchas garantías de salvar y de dar el buen vivir a nuestras comunidades. Porque el deporte tiene los elementos necesarios para crear respeto, disciplina y, algo que para mí es fundamental: el orgullo”.

Los consejos comunales son los que elevan las necesidades deportivas de la comunidad al Ministerio de Deporte, y este último, obligado por la Ley de Deporte que se sancionó este año está obligado a atender esas propuestas y dar una respuesta efectiva. Incluso el reglamento que se sancionó junto con la ley estipula la creación del Fondo Nacional del Deporte, que obliga a las empresas que inviertan en el área para hacer aportes sociales. Pero, valga la redundancia, el deporte comunitario está en manos de las comunidades, porque son éstas las que ven la realidad en los barrios e idean los proyectos que creen necesarios para impulsar las actividades deportivas.

“El deporte es política, todos los beneficios que hemos recibido a nivel comunitario y al deporte de alto rendimiento es parte de un apoyo, de una política orientada a mejorar lo que tenemos, muchos dicen que es suerte que hayamos ganado una medalla de oro, por ejemplo. No, es un trabajo que hay que mejorar porque todavía hay gente que se resiste a que nosotros seamos grandes”, resalta Gustavo García, refiriéndose a los logros deportivos a nivel internacional que está logrando Venezuela: la medalla de oro en esgrima en los Juegos Olímpicos y el rendimiento en las eliminatoria para el mundial 2014, el mejor en la historia de la Vinotinto. “Antes de Chávez no había política deportiva, no se evaluaba el deporte si no como un elemento complementario, no había un sistema de asistencia al atleta por ejemplo, que ahora sí lo hay”, profundiza.

Pero los que hacen esta historia posible son los instructores de deporte, que cuando todos los trabajadores descansan en su fin de semana, salen a reunir a los chicos para pasar la mañana y la tarde lejos de la marginalidad de los barrios. Y para ellos el Estado venezolano hace, pero todavía no lo suficiente. “Todavía a este sistema le cuesta mucho escuchar a esos héroes, apoyarlos con proyectos: dales 30 mil bolívares (que el gobierno gasta sólo en el audio de un evento), que con ese dinero el instructor trabaja seis meses, atiende a 30 o 40 chamos”, explica Gustavo.

“No todo es bonito, nuestro presidente es autocrítico y también nosotros”, advierte el locutor de la Radio Rebelde y explica que muchas veces se chocan con la burocracia del gobierno y les falta estructura para contener en un nivel integral a los chamos de las comunidades. Para ejemplificar cuenta la anécdota de un nene, excelente jugador de fútbol, pero que el día que tenía que jugar un partido importante en el campeonato comunal no pudo porque se le rompieron las zapatillas. “Yo estoy seguro que ese niño quedó frustrado”, asevera García y se pregunta por qué, por ejemplo, no se fabrican en los talleres comunitarios zapatillas para los niños, y así poder contenerlos de manera más completa desde un principio. Recién cuando llegan a las instancias de competencia nacionales reciben esa atención integral, y no todos los niños que hacen deporte en las comunidades llegan a esa instancia.

A pesar de que hay que seguir avanzando, Venezuela trabaja, y ya se ven los logros, en fortalecer el deporte comunitario, en actividades para sacar a los chicos de la calle. Y Gustavo García puntualiza y resume la importancia de esta actividad en pocas palabras: “cuando tú le das a un niño un balón, un instructor, un promotor de deporte, vas a tener a un niño pensante, con metas. Cuando le quitas todo eso lo obligas a la televisión, le cercenas la capacidad de pensar”. Por la puerta de la radio se ve a lo lejos entrenar a Los Pardos, los pensantes, los incansables, a los pibes venezolanos con futuro.