Archivo por meses: agosto 2012

Islandia para el mundo

Embaucados entre noticias de crisis globales: Grecia y España derrumbándose socioeconómicamente, desocupados desesperados prendiéndose fuego en Roma y Turín hasta morir, debates entre médicos por cómo cobrar al atender a extranjeros indocumentados. ¿Qué pasó con la crisis en Islandia? ¿Qué hay con esa isla europea que roza el Circulo Polar Ártico?

A mediados de 2008, a dos semanas de la caída de Lehman Brothers, los tres principales bancos del país -Landsbanki, Kaupthing y Glitnir- se hundieron, mostrando que durante años en Islandia se vivió una burbuja financiera. La crisis arrasó toda la isla y la corona islandesa se depreció exponencialmente. Hasta ahí, una historia conocida, repetida a lo largo de todo el siglo XX alrededor de todo el globo.

No se trata de una primicia, ni de una investigación, ni siquiera de una noticia de último momento, es más que nada una herramienta para una reflexión que lleve a entender que es fantasía que exista un solo modo de hacer las cosas en economía, que hay recetas para tal cosa y tal otra que no coinciden con el sentido común –detrás de esta idea mentirosa, seguramente estén los mismos que hace quince años anunciaban el fin de la historia, la lógica es la misma-.

Así continuaron las cosas en Islandia. El gobierno islandés decidió nacionalizar esos tres bancos, Landsbanki, Kaupthing y Glitnir; sus clientes eran en su mayoría ingleses y estadounidenses. La decisión popular fue firme y decidida desde un primer momento: no se quiso salvar a los banqueros ni a sus bancos, sino enjuiciar a los responsables de la debacle económica que rasgaba la sociedad nórdica. El pueblo islandés decidió que no le correspondía hacerse cargo de las deudas de las gigantes corporaciones, así la rebeldía se canalizó en justicia. El 11 de mayo del 2010 fue emitida la orden de arresto internacional para Sigurdur Einarsson, ex presidente del banco Kaupthing. En marzo del 2011 nueve personas con responsabilidades del colapso fueron detenidas en Londres y en Reykiavik. El 23 de enero de 2009 Geir Haarden renunció a su cargo de primer ministro aduciendo complicaciones de salud, septiembre de 2011, lo encontró juzgado por llevar a su país a la quiebra declarándose inocente frente al tribunal isleño.

 

Son Hermanos de la Verdad y la Justicia

Después del terrorismo de Estado en los setentas, miles de familias perdieron hijos y nietos, pero también perdieron hermanos. La reflexión y la acción llegaron después del desahogo. El lazo de hermandad es el más igualador y contemporáneo entre dos historias, es complicidad y contención: es tácito. Por eso, también es una despedida muy difícil de digerir. En la voz de Beatriz Luque vamos a escuchar cómo comenzó la historia de una organización que surgió última de todas, que se tomó su tiempo, pero que ya llevan diez años de lucha activa, repleta de compromiso en la búsqueda de la verdad y justicia para sus hermanos desaparecidos.

Es una de esas caras difíciles de olvidar, si se vio aunque sea una vez. Como esa energía que no se puede explicar, solo se percibe. Beatriz Luque nos espera en un café paquete en Avenida de Mayo y Perú, el lugar es elegido por casualidad, no por gusto. Son las siete de la tarde y está sentada al lado de una ventana, está contigua al desorden del Centro, pero se la ve tranquila, leyendo. Está repasando hojas, documentos de estos diez años como integrante de la organización Herman@s de desaparecidos por la Verdad y la Justicia. Sin dudas, el compromiso que a cada uno de ellos les significa pertenecer a un colectivo convierte en una responsabilidad muy grande ser el vocero de esta historia. De esta construcción, la más joven en cuanto a las demás conformadas por familiares.

Desde su experiencia, pero también desde su dolor convertido en lucha, se toma un café con nosotros para compartirnos un poco de qué se trata este espacio de hermandad y reencuentro que ya lleva diez años, o más bien, treinta y siete años.

“Quiero sacar el pin de mi hermano, es lo que más me interesa si hay fotos”. Beatriz recuerda con mucha emoción a Marcos: “Era un muchacho muy creativo, totalmente rebelde. Provocó en la familia todos los cambios posibles. Desde nenito se hacía sus propios juguetes con botones y plastilina, hacía batallas inmensas y después rompía todo. Era totalmente alegre, muy libre, irradiaba energía. Jugaba al rugby y amaba a los Beatles, tenía pelo largo. Fuimos hasta el Machu Pichu en auto, recién ahora estoy pudiendo ver fotos de aquellas épocas.” Las palabras sobre su hermano se intercalan todo el tiempo, interrumpen sus relatos. Está con ella, lo mantiene vivo.

 

– ¿Cómo surge la organización Herman@s por la Verdad y la Justicia?

-En el año 2002 apareció en Madres una periodista que trabajaba en derechos humanos para el gobierno de la Ciudad, estaba haciendo una investigación y pidió testimonios de hermanos de víctimas. Recibí un llamado de Tati Almeyda, me comentó de la reunión y fui. Estaban Ana Sabino, Margarita Maroni y yo. Ana falleció. Todavía retengo la imagen plástica de ese lugar de Madres línea fundadora, un lugar muy amado, íbamos mucho ahí, acompañábamos. Atardecía, y la pared tenía carteles de HIJOS y de Abuelas. La periodista puso el grabador en el medio y empezamos a hablar. El recuerdo más profundo que tengo es que nos olvidamos del tiempo. Hablamos de nosotras, de nuestras historias, nos abrazamos, lloramos. Ahí surgió ese sentimiento: ‘¿por qué no nos reunimos más?’. Empezamos a convocar a otros hermanos, muchos de ellos militaban con sus hermanos desaparecidos y otros también eran hijos de Madres de Plaza de Mayo, pero no estábamos juntos. Entonces, elegimos un lugar, lo sugerí yo porque tenía a mi papá muy enfermo y necesitaba que quedara cerca de donde estaba él, fue la confitería Tuñín en Castros Barros y Rivadavia, empezamos a hablar, pero había mucho ruido y poca intimidad, entonces nos cruzamos a las Violetas, a una mesa redonda. Fue la primera reunión, a raíz de ella tuvimos la noción de que necesitábamos algo distinto para nosotros.

 

– De alguna manera encontraron un clima de hermandad entre los compañeros…

-Sí, porque los hermanos somos los contemporáneos, somos los que escuchamos sus voces, sus llantos, discutimos, compartimos militancia y confidencias. Somos los pares. Y esta sensación muy fuerte explica por qué surgimos. Tuvimos que seguir la pérdida del par, de algún modo también tuvimos que cuidar a nuestros padres, a los hijos, acompañar a los amigos de nuestros hermanos. Fue largo, un exilio interior enorme. Al encontrarnos empezamos a reproducir esta relación fraternal. En muchos casos no había otra, yo no tengo otros hermanos, perdí a Marcos y no tengo dónde encontrar de nuevo esa relación incondicional y absoluta, de peleas, alegrías, juegos y complicidad. Pero algo de eso encontré en este grupo, con todo el costo que implica. Es volver a encontrar ese lugar fecundo para cambiar, entre todos, fortalecernos. Es darle cuerpo a nuestros hermanos que se fueron tan jóvenes, poder abrazar a un hermano maduro que es como él o como ella nos permite instalarnos en un espacio real encarnado en el reencuentro.

Beatriz era dos años más grande que Marcos, mantenían una relación muy íntima. Compartían espacios de estudio, mientras ella repasaba Historia del Arte, él le leía sus textos de Arquitectura. No sólo el arte los unía, también sus ideas: “En nuestra casa la política se vivía con mucho debate. La decisión de Marcos por integrarse al PRT y a la clandestinidad surgió a raíz de La Noche de los Bastones Largos. Ese día estuvo presente, vio esa violencia inexplicable contra los docentes y se llenó de indignación. Su entrega fue total, fue su vida. Tomó con conciencia y lucidez que la historia había que cambiarla, que los jóvenes tenían que pensar en otro mundo. Me hablaba de todo eso, compartíamos la vida política, discutí mucho con él, dolorosamente, porque sentía que era un riesgo muy alto. Pero finalmente terminaba respaldándolo, siempre. El día antes de irse le pidió a papá que lo bendijera, teníamos una relación familiar muy fuerte, pero eso también hizo que viviera sus experiencias con total libertad. Desde la clandestinidad seguía trabajando. Mi papá se enfermó de la cadera y lo tenían que operar, Marcos vino a casa a verlo. Ese día lo secuestraron. El momento fue terrible porque yo abrí la puerta, mi hermano vino y les dijo: ‘No le peguen más: soy yo’. Nunca me voy a olvidar, se acomodó el reloj y no lo pude ver más”. Esa voz es la que lleva con ella, la que hace que tenga fe para seguir: “No tengo su cuerpo, no tengo sus huesos, pero tengo su voz”.

 

Imagen: NosDigital

-En todos los testimonios, los integrantes de Herman@s confiesan que se crearon una especie de pared alrededor para poder contener a sus padres en ese momento, que no les ganara el dolor. ¿Cómo se transita ese cambio para fortalecerse y luchar?

-Es una pared que nos pusimos todos. Reunirnos fue empezar a abrir ventanas en esa oscuridad. Creo que la muralla como tal, ya no estaba, pero aún no habíamos podido atravesar ese portal de ingresar a la generación que nos acompañaba en ese momento. Generamos una red colectiva que trajo crecimientos individuales y colectivos muy fuertes. Las primeras reuniones después de ese primer encuentro fueron en casas. Eran multitudinarias, el eje pasaba por saber quiénes éramos. Decidimos ser Herman@s de desaparecidos, pero con la aclaración Porla Verdadyla Justicia, porque fueron ellos quienes la buscaron. Nosotros ahora también lo buscamos. Logramos transformar el castigo en un mensaje de vida, que no niega la cruel realidad, pero que tenazmente deja en claro que el terrorismo de Estado no se presentará nunca más.

 

El recuerdo de la cara de Beatriz se hace visible tras una anécdota. La conocemos desde un acto en el Colegio Nacional Buenos Aires, en la colocación de las baldosas conmemorativas que se encuentran ahora en la vereda de este secundario. Fue vocera aquel día, se la veía muy emocionada, pero con un discurso claro, sentido, cargado de orgullo hacia la docencia: “El día del discurso en la puerta del Nacional fue un antes y un después. Nunca había hablado en público de Marcos, nunca puedo contar su historia sin quebrarme. En esos últimos días antes de su secuestro él estaba en la clandestinidad, pero vino a casa  y le trajo a mi papá los dibujos de sus alumnos. Todo el tiempo contaba sobre los chicos, que lo querían muchísimo. Llamaban a casa, ‘¿dónde está el profesor?, ¿por qué no viene?’, lo extrañaban. Una de las últimas veces que lo ví fue en el Colegio. Entraba con tanto amor a ese lugar, compartir con los alumnos actuales y con sus compañeros de aquel momento una colocación de baldosas con su nombre fue muy fuerte”.

 

-Una de tus preocupaciones, por el 2002, era que la juventud de hoy no fuera una víctima del trabajo de la dictadura, de desconcientizar. ¿Cómo encontrás hoy en día a los jóvenes?

-El trabajo en la juventud ha sido permanente, desde el primer momento las Madres hicieron un agujerito en el muro. Se visibilizaron en el peor momento de la dictadura en la Plaza de Mayo, demostraron mucho coraje, contagioso. Veo un movimiento y una conciencia por parte de los jóvenes muy emocionante y valioso. Soy docente de alma, me jubilé hace dos años, si no hubiera sido por mis alumnos, nunca hubiera llegado con tanta fuerza. Porque en todos los momentos en los que fui profesora mis alumnos me enseñaban a mí, porque yo no tenía esperanzas en la vida, yo trataba de disimular eso. Reconozco compañeros en los gestos de los chicos, es una alegría. La generación del setenta es gloriosa, luchó de una manera determinada y sigue creando de una manera determinada. Pero la nueva generación reivindica eso, lo investiga y cuestiona, lo enriquece.

Hartazgo

 
Salíamos esa mañana  a comprar el blonco. Siempre lo hacíamos. Ella rupiaba el blonco como nadie. En eso, no quiero sangangar elogios. Era buena, amable, pero tenía un defecto insoportable: Te grapalaba. Todo el tiempo. En el medio del pisandro, grapalaba. A la mañana grapalaba.  A la tarde, a la noche, a las tres de la mañana insomne, me despertaba porque quería grapalar. Yo estaba exhausto. Tenía ojeras y los calupones por el piso. Así, estoicamente soporté  dos años. Debo reconocer, que había otras cosas de ella que me atraían. Tenía un pololote que mamita querida. En la playa, todos se lo miraban. A mí me daba un poco de celos, lo reconozco, pero me gustaba. Sobretodo cuando se lo crascritizaba. Aunque, para ser honesto, lo hacía muy esporádicamente.
Pero esa mañana me harté. Quería grapalar mientras hacíamos las compras y me negué. ¡Para qué lo habré hecho! Se ofuscó. Me quiso convencer a toda costa. Entonces me blablablò, me piripipeò , me arguyó. Pero como yo no quería grapalar, continuó con un piripipeo cada vez más agresivo. Sus palabras hirientes  me recorrían y vozdaban. Su trenque me retumbaba. Más que hablarme me amenazaba, me extorsionaba, me hablazalaba. Entonces me procolè, me nodè y me fui. Pitaculadamente,  lo hice; de una vez y para siempre.
 
Por Diego desdenfrente.blogspot.com.ar

Acá hay un cuentista

Esa fue la sentencia de Abelardo Castillo ante el primer cuento que Vicente Battista leyó para los miembros de la revista El Escarabajo de Oro. Y no se equivocaba. En este encuentro, el hombre de lentes y pipa encendida habla del trabajo del escritor y cuestiona el ideal del artista romántico. Pero sobre todo, nos regala mil risas y anécdotas en la vertiginosa narración de su propia vida.
Al otro lado del teléfono, cuando combinamos el encuentro, hay algo en el carraspeo de esa voz gruesa que de entrada se adivina cálido. Y ahora, cuando Vicente Battista baja del ascensor y se acerca a abrirnos la puerta con una sonrisa que le colorea todas las arrugas y todas las historias, esa tibieza toma cuerpo, gira la llave y nos dice hola. Desde los sillones de su casa desandaremos juntos el camino que recorrió para convertirse en una de las figuras claves de la literatura argentina contemporánea.
Vicente elige una pipa, una entre las casi treinta que esperan en el pipero que cuelga de la pared, y con mano experta la enciende. Entonces se distiende sobre el sillón e inspira, calmo, como juntando aire para empezar a contar. Dice algo acerca de cómo fumar te vincula con el arte, y entonces conversamos acerca de las diferencias entre lo efímero del cigarrillo y, en cambio, la ceremonia de la pipa, este lánguido aspirar del tabaco, como un ritual que se extiende en el tiempo. El humo espeso dibuja formas en el aire y perfumará las más de dos horas de charla que nos esperan, recorriendo ese lento proceso de ir armándose y confesándose como escritor.
Vicente nació en un conventillo de La Boca, y con cinco o seis años se mudó a Barracas, donde pasaría el resto de su infancia y su juventud. La piel se le llena de historias mientras recuerda esos años frescos, que nos sirven de excusa para zambullirnos en el recuerdo que guarda de su papá. Escucharlo es casi abrir los ojos dentro de sus ojos, y uno puede imaginar a ese niño fascinado, observando a su padre carpintero trabajar ese material tan noble que es la madera. Fue él quien le construyó su primer escritorio, que Vicente aún conserva y que continúa siendo hoy su mesa de trabajo. “Y recuerdo que otra de las cosas que le pedí fue que me hiciera una biblioteca, así que mi primera biblioteca me la hizo mi padre, era chiquita, y bueno, ahí fui metiendo mis primeros libros.” Así, sus libros fueron coloreando los rincones de esa casa donde antes, según cuenta, sólo había un tomo de Doña Petrona.

Imagen: NosDigital


Con el escritorio y la biblioteca, Vicente ya tenía los elementos para trabajar. Nos cuenta, sin embargo, lo difícil que fue que su padre comprendiera que esto, escribir, era efectivamente un trabajo. “Yo le decía a mi papá: ‘estuve toda la noche’. Y él me contestaba ‘sí, ¿pero estuviste qué,  escribiendo?, ¿qué es eso?”. El punto de inflexión parece haber sido Grandes Cuentos Argentinos, un ciclo que emitía Canal 7, donde su cuento Los viejos fue tomado y convertido en una hora de programa. La presentación, se ríe Vicente, la hacía Antonio Carrizo, “y mi padre tenía especial cariño por Carrizo porque se llamaba Antonio igual que él, eran tocayos, y además era hincha de Boca: eran un par de cosas que lo engrandecían”. Carrizo lo presentó como un joven autor argentino. Y entonces la cosa cambió; al día siguiente, Antonio padre ya presumía por el barrio que su hijo, el escritor, había salido en televisión. “Convencer al resto del mundo no cuesta nada. Tenés que convencer primero a tu novia, a tu familia, de que vos sos un artista.”
Entonces queremos saber cuándo se convenció a sí mismo, y Vicente no busca una fecha ni boceta una pausa, solamente nos mira y dice: siempre. Recuerda sus primeros cuentos, influenciados por su joven afiliación al comunismo. Recuerda a uno o dos amigos pacientes (“los que me aguantaban”) con quienes comenzó a compartir sus textos. Pero recuerda, sobre todo, la primera vez que leyó ante conocedores de la literatura. Fue en el Tortoni, nada menos que junto a la gente de la mítica revista literaria de los años sesenta El Escarabajo de Oro. “Y voy con mi primer cuento, que era un cuento que se llamaba ‘Arriba, en el altillo’, yo estaba convencido de que era el mejor cuento que se había escrito, y entonces lo leí, así, la primera vez que leía ante pares y, cuando terminé, Abelardo (Castillo) que estaba sentado enfrente mío, así como estamos vos y yo, en la mesa del Tortoni, dijo: Este cuento es una mierda…”. No eran sutiles, está claro. Y entonces, mientras nos reímos, Vicente agrega “pero antes de que me fuera directo al suicidio, Abelardo completa y dice: …pero acá hay un cuentista.”
Así se incorporó a la revista. El relato se desdobla ahora en un entramado de recuerdos que se le salen por los poros. A Vicente se le encienden los ojos cuando vuelve a esa época maravillosa en la que el enroscado mundo de las letras se discutía compartiendo un café, un churrasco, una partida de ajedrez. “Era un modo de vida muy especial. Yo siempre digo que sacar El Escarabajo era una excusa para seguir hablando de literatura, porque salía cada cuatro, seis meses. Le habíamos puesto Revista Católica: sale cuando Dios quiere. Y sin embargo, era un estar todos los días.” Pero no, aclara, amasando una literatura catedrática y aburrida, sino incorporando lo literario a la propia  cotidianeidad. “Las reuniones en el Tortoni empezaban a las nueve, nueve y media de la noche. A eso de la una de la mañana nos íbamos a comer. Éramos diez, quince, qué se yo. Y después, sobre las tres o cuatro, nos íbamos a jugar al truco a Los 36 Billares, así que amanecíamos jugando al truco, ya quedábamos cuatro o cinco.”
A comienzos de los setenta, sin embargo, algunos miembros de la revista entre quienes se contaba Battista comenzaron a manifestar cierto descontento. “Entendíamos que había que dejar de coquetear con ciertas cosas, sobre todo con gente de la alta burguesía. Hizo casi explosión una vez que salió una foto nuestra en un cocktail en la revista La Gran Aldea que, como el nombre lo indica, era la revista de la alta burguesía porteña. Y entonces dijimos mirá, esto no puede ser, nosotros no podemos plantear una idea marxista y salir en la Gran Aldea.” Vicente recuerda una discusión agitada que no resultó en ningún acuerdo. “Entonces nos abríamos, tan amigos como siempre, pero nos abríamos”.
Un tiempo después, Vicente y  algunos de los autores que abandonaron El Escarabajo crearon la revista Nuevos Aires, volcada menos hacia la ficción y más hacia el pensamiento crítico. Pero duró poco. “Con una semana de diferencia se va Mario (Goloboff) a Toulouse y yo me voy a Barcelona, y la revista sale, queda Mario Marino al frente. Salen dos números más y después ya no, bueno, era mejor que no.” En el 72 Vicente, con su mujer embarazada, viaja a España llevando una película (“La familia unida esperando la llegada de Hallewyn”, de Miguel Bejo) para la que había escrito el guión.  Durante su ausencia se produce el Golpe, y su propia familia le aconseja no volver. Cuenta Vicente que “allanaron la casa de Barracas, tiraron la puerta abajo e hicieron un escándalo. Ahí yo había llevado todos mis libros, mis escritos, y dejaron los libros pero se llevaron todas mis fotos y los textos. Yo no tengo fotos de mi infancia, se las llevaron todas.”
Así, ese año que planeaban pasar en el exterior devino prácticamente una década. Con la democracia, los Battista regresaron a Buenos Aires y Vicente pudo volver a publicar en su país. Enumera títulos y reconoce la emoción al ver su obra publicada, mientras ahora sí abordamos los pormenores del género que lo enamoró. Battista siente que lo han sindicado como autor de policiales, pero lo dice casi con alegría, y queda claro entonces que no tiene ningún problema en dejarse rotular. Habla de cómo surgió Siroco, pensada originalmente como un cuento para un concurso, que poco a poco se transformó en novela. Después, Sucesos Argentinos, otro policial, ganó el Premio Planeta. Cuenta Vicente que su novela Gutiérrez a secas pretendía alejarse un poco del género, proyecto que, reconoce con una sonrisa rendida, fracasó. “Eso me lo dijo un crítico. ¡Si Gutiérrez está buscando la cueva de los correctores! Es decir, en todos mis libros, por más que no sean policiales clásicos, siempre estoy buscando algo.” Sucederá lo mismo, aunque sí de modo definitivamente intencional, con Cuaderno del ausente y con su última novela, Ojos que no ven.
Vicente define el policial como un género muy rico, que explora siempre nuevas posibilidades y muta a través del tiempo. En este sentido, subraya una distinción entre el policial de enigma, con detectives como Sherlock Holmes o Hércules Poirot, “personajes con alta ética y moral noble”, que logran resolver sus casos a través de razonamientos ingeniosos, y el posterior policial negro, que se desarrolla “en un mundo corrupto, donde no interesa tanto quién cometió el crimen, porque el crimen lo está cometiendo toda una sociedad”. Destaca, además, que para adaptar el género a nuestro país es necesario realizar un ajuste porque Argentina no tiene una tradición detectivesca. En consecuencia, “los que se deciden por el policial, en vez de crear un detective, crean un doctor, un médico forense, un ex policía, o algo así”.
Los senderos que Vicente transitó y continúa transitando como escritor, con breves pero felices incursiones en el cine (“La familia unida esperando la llegada de Hallewyn”) y en el teatro (“Dos almas en el mundo”), lo consolidan como una figura importante de la literatura argentina. Comenzamos esta charla conversando acerca de cómo defender el oficio de la escritura frente al mundo, y ahora regresamos a ello pero en el marco del proyecto de Ley de Autores (impulsado por Nuevo Encuentro), con el cual Vicente se muestra sumamente comprometido. “La ley permitiría que todos los autores de ficción en edad de jubilarse, con un mínimo de cinco libros editados, perciban una asignación mensual.” La cuestión de los cinco libros resulta bastante arbitraria, señala Battista, y es por eso que se introdujo la idea de formar un “Comité de Notables” que determine si la trayectoria de un autor, aunque no alcance ese número de publicaciones, amerita que sea beneficiario de la asignación.
A partir de este proyecto, Vicente se planta como un firme defensor del oficio que ama y propone repensar la figura del escritor. “Eventualmente, si sos tuberculoso estás casi a un paso de ser escritor. Tenés que ser tuberculoso, y después escritor, ¿no? Y además tenés que sufrir mucho y te tienen que golpear. Y no es así.” En el siglo XXI, la imagen romántica del escritor incomprendido y amante de los excesos, que no se preocupa por el dinero y se las arregla como puede, cae por su propio peso. “El escritor no necesariamente tiene que ser un descontrolado. Yo siempre digo, mirá, emborrachándote no vas a ser Poe. Primero sé Poe, y después si querés te emborrachás, pero el alcohol no te va a hacer escribir Berenice.” De esta manera, Vicente reivindica al escritor como un trabajador al que no se tiene en cuenta, “como tampoco se las tuvo en cuenta a las amas de casa, que trabajan a full, eh”, y se ríe, que no digan ahora: Ay, compara a un artista con un ama de casa”.
Para cerrar el encuentro, Vicente nos invita a conocer el departamento. Con sus setenta y dos años, se mueve ligero por el pasillo y en el camino señala un mueble, una foto, un dibujo enmarcado. Las paredes están empapeladas con filas de libros que arrancan sobre el suelo y casi rozan el cielorraso. En esta casa, cada objeto encierra una historia, y su dueño sonríe y las comparte todas. Se agacha y revuelve cajas, abre sobres polvorientos, nos muestra recortes de diarios viejos, revistas de otra época, desnudos del siglo XVIII, una dedicatoria en la portada de un libro. Mientras bajamos en el ascensor, Vicente todavía tiene una historia en los labios. Gira la llave y nos regala una carcajada. Y cuando se cierra la puerta, ya tenemos ganas de volver.

«Vieron en Nicaragua lo que no pudieron concretar en Argentina»

Cuando se habla del activismo militante setentista en la Argentina, no suele mencionarse a aquellos que no solo alimentaron el sueño revolucionario en su país sino que también recorrieron tantísimos kilómetros para colaborar con otros movimientos revolucionarios americanos. Por eso nos juntamos con Roberto Parsano y Santiago Nacif que, junto a Daniel Burak, dirigieron Nicaragua…el sueño de una generación para mostrar en el 2012 esas experiencias internacionalistas nacidas en suelo argentino. La militancia argentina a través de la Revolución Sandinista.
 

Imagen: NosDigital


 
-¿Cuál fue la motivación para tocar una revolución centroamericana?
Roberto: Creo que hay dos motivos por los que llegamos a Nicaragua, uno tiene que ver con la posición política latinoamericanista que tenemos y por la cual siempre nos importó el tema de las revoluciones en el continente. Cada vez que se habla de revolución se habla de la cubana, pero también hubo otra en el ´79, la nicaragüense, que también ganó, aunque luego haya tenido otro camino que la cubana. La otra razón es más personal. Tuve una compañera nicaragüense de la facultad que vino a la Argentina en el ´83, y por las noches me contaba sus experiencias allá: cómo era su vida cuando estaba en la primaria, en la secundaria y lo que fue la revolución. A la hora de encarar el proyecto, decidimos abordar la película de modo de contar algo que nunca había sido tocado. De ahí que nos concentrásemos en la historia de los argentinos que se fueron exiliados de acá en la dictadura del ´76 a colaborar con la revolución sandinista.
-¿Cómo sintieron esa contradicción que tuvo el sandinismo de ser por un lado la última –y segunda en América- revolución victoriosa, pero a la vez diez años más tarde llegar a perder las elecciones en manos de un partido apoyado por Estados Unidos?
Santiago: El sandinismo en los once años que estuvo en el poder tuvo que llevar una guerra contra las fuerzas contrarrevolucionarias que hizo que se destinasen la mayoría de sus recursos a la defensa de la revolución. Convengamos que es un país pobre, con pocas actividades económicas y justamente los pocos recursos que entraban por el ron y el café se iban en esa defensa, constituyendo un límite material al avance revolucionario. Y esto se manifestó en la derrota electoral del ´90, porque la gente ya no quería más guerra. Cuba, en cambio no tuvo que soportar una guerra tan directa. Habría que preguntarles a los yanquis por qué no llevaron una guerra directa tan cruenta en Cuba y sí en Nicaragua.
Roberto: Cuba tuvo el apoyo de la URSS y Nicaragua no, porque se dio temporalmente en paralelo con el descenso de este bloque. La guerra contrarrevolucionaria fue muy dura: primero los diez años de lucha revolucionaria y luego otra década dedicada a defenderse de los ataques de los contras. Todo esto dio como resultado que en 1990 la candidata de la UNO (Unión Nacional Opositora) Violeta Chamorro fuese bien vista por ser la que iba a asegurar la paz con los Estados Unidos –que financiaban la contrarrevolución- ya que la apoyaban.
Santiago: Y efectivamente la guerra terminó, pero le siguieron los inconvenientes que atravesó todo el continente con el neoliberalismo en la última década del siglo XX.
-Y dentro del orden interno, ¿se gestó alguna contradicción dentro del FSLN?
Santiago: Esto es más a título personal, ya que no lo tocamos en la película. Tal vez, demasiado personalismo de Ortega para llevar a cabo la revolución. Hubo un punto importante y una realidad que fue que nunca el Sandinismo pudo llegar a la costa Atlántica, territorio con otras características étnicas y lingüísticas de sus habitantes. Ese fue un punto flojo dentro del poder sandinista, aunque no creo que haya sido un detonante para la derrota. El gran tema ahí fue la guerra. Los contras minando constantemente los avances. Estar en los cafetales mirando el cielo para ver si caía una bomba.
-La película gira también en torno a la experiencia de combatientes argentinos que colaboraron con el Frente en la lucha armada contra la dictadura local. ¿Qué les motivó a ir hacia un lugar tan lejano para un argentino?
Santiago: Esta es la tesis de la película: ¿qué significaba para ellos Nicaragua? ¿Qué buscaban ahí? ¿Qué los motivaba ir a combatir a una revolución ajena? Bueno, ellos demuestran los valores del internacionalismo, que ninguna revolución es ajena y vieron en esa tierra los sueños que tenían para su país que no pudieron concretar. y sin embargo ayudaron a la liberación de otro pueblo. Por esto que vivieron esta experiencia con mucha alegría, sumado a estar construyendo un país de la nada que era lo que habían dejado 45 años de dictadura de los Somoza -padre e hijo-, ya que no era un país, era la finca privada de una familia.
-¿De qué modo reaccionaron ellos luego de la derrota en 1990?
Roberto: No la esperaba nadie, ni la propia UNO. No hubo festejos en la calle, se daba por descontada la victoria del FSLN. Para todos se vivió con mucha angustia y eso se ve que la mayoría de los entrevistados argentinos de la película se vuelven al país, ya que no le veían sentido a quedarse.
-¿Cuál es la opinión de ellos del actual gobierno sandinista?
Santiago: En los protagonistas está dividida la opinión con Daniel Ortega hoy. Todos se definen como sandinistas. Nosotros estuvimos en Nicaragua en el 2009 y también observamos que el pueblo es sandinista. Aunque algunos apoyan y otros no a Ortega. No es lo mismo, aclaramos, un gobierno revolucionario que llega por medio de la movilización popular que otro que llega por el juego democrático. Obviamente para ganar las elecciones en el 2006, Ortega se alió con parte de la derecha. Es complicado el tema político, ya que en las alternativas que plantea Nicaragua es bastante dicotómico el asunto. Es Ortega con el apoyo de Chávez si se quiere o la derecha aliada a USA. Es como blanco o negro.

«El rock no es lineal y creo que Pier lo abarca en su totalidad»

Pier es una banda de rock rolinga de los 90′, dirían algunos. Que se curtan: Ya entrados en la segunda década del 2000 y tras 18 años de carrera, se mantienen vigentes y expresando su amor por la música. El 17 y 18 agosto se presentan en La Trastienda a festejar con su público la reedición de su primer disco, «La Codiciada». Pier es una banda de rock. Y punto.

Es lunes, pero de esos lunes lindos, los soleados de invierno que te sorprenden abrigado. Llegamos al edificio en la calle Dorrego a las 16.30, el momento del día que más me gusta, la hora de los mates. El ascensor casi camuflado en la pared nos sube al quinto piso, toc toc, unos segundos y se abre la puerta. En el departamento luminoso de Palermo, sentados en unos lindos sillones cerca del ventanal, nos reciben Ramiro y Agustín Cerezo; cuando nos saludan se presenta cada uno por el nombre. Como si fuera necesaria la presentación. Ellos son Pier y marcaron una etapa musical de mi adolescencia.
“Está bueno, yo creo que tiene que ver con la carrera que llevamos a cuestas, después de 18 años me imagino que hemos penetrado en la gente de alguna manera y eso marca que evidentemente estamos haciendo las cosas bien por decirlo de alguna manera. Siempre tratamos, a medida que fueron pasando los años, de generar cosas que tengan que ver con lo artístico, puntualmente con lo musical que es el palo nuestro y bueno, parece que está muy bueno y nos hace sentir bien que haya gente que se identifique con las canciones nuestras, con los discos, con los shows, que tiene que ver con lo que Pier hace y con lo que venimos forjando hace muchos años”.
Si, leíste bien. Pier lleva transitando escenarios 18 años, a lo largo y ancho del país, de países.  Pero durante esta charla lo que gira es el mate, que deja lugar a recuerdos de presentaciones. Pienso que deben ser recuerdos infinitos, DIECIOCHO años. ¡Qué huevos para seguir estando vigentes!  “Tiene que ver con el esfuerzo, con la dedicación, con el amor por la música, son un montón de cosas. Ser perseverantes, confiar en lo que hacemos, tratar de crecer con defectos y con algunas virtudes y siempre tratando de hacer algo que a nosotros nos llene y que esa satisfacción que sentimos se traslade a la gente”.
La satisfacción se transforma en agite y, del otro lado de los micrófonos, hay gente de todas las edades, algunos que siguen ahí desde los inicios, otros que se sumaron, reciclaron, fueron y volvieron. Todos ellos fervorosos, pasionales. Ramiro y Agustín lo reconocen y se sienten halagados. El agite del rock encarnado, pero con su propia impronta, destilando su propio estilo, evolucionando. “El núcleo de la música de Pier es el rock. Después, el rock tampoco es tan lineal, fijo, tiene sus derivaciones para distintos lados y yo creo que Pier lo abarca en su totalidad”.
Algunos comentarios del calor del edificio, de la calefacción central que no bajan, un par de mates más, unos tragos de gaseosa del otro lado de la mesa y ya abandonamos la idea de rock como concepto musical, vamos un poco más lejos donde cuesta ver si no fijamos la vista. Ellos me dicen “Es una manifestación cultural” y yo le sonrío a la idea integral que plantean.

Imagen: NosDigital


Tanto camino recorrido los paró delante de mucha gente que los escuchó decir, cantar, pensar, afianzar ideas, muchos de ellos se identificaron e hicieron suya su bandera. “La música, primero que nada es un producto artístico, obviamente que a nosotros nos pasan cosas y tenemos sensaciones de gente que viven en este país, cosas que les pasan a todos. Por eso la gente de Pier se identifica rápidamente con lo que decimos y con lo que sentimos, enseguida se nota”. Uno habla y el otro asiente compartiendo lo dicho: “Estamos en un intermedio, no entretener pero tampoco concientizar. No es nuestra
responsabilidad, si hay una identificación con las cosas que nos pasan, hay muchos que tienen ese tipo de responsabilidades y sería bueno que se hagan un poco cargo”.

La tienen clara y lo dicen claro, no dudan y cada vez que uno habla el otro mueve la cabeza positivamente. No son dos, son uno más uno y así de consolidados salen a rodar su nuevo material “La Codiciada 2012”, una reversión de su primer disco salido a la calle en el año 1998. “La Codiciada es el primero y hubo una serie de demos que se vendieron, algunas copias, pero es muy poca gente la que tuvo ese disco; entonces, por eso quisimos también volver a grabarlo para que las canciones tengan el audio y la calidad necesaria porque fueron canciones que siempre nos gustaron mucho y a nuestro público también, pero además lo grabamos de nuevo para que toda la gente que no lo tenía lo pueda tener. Es como que se reclamaba el disco ese y no estaba en ningún lado, ahora está en todos lados”.
Todas canciones que nunca se dejaron de tocar, pero sobre todo que desde el otro lado nunca se dejaron de cantar. La posibilidad de volverlas a ver en vivo nos invita el viernes 17 y sábado 18 de Agosto a La Trastienda, diez temas de su primer material al que se le suman dos covers de Héroes del Silencio, le dan vida al último trabajo de Pier lanzado de manera independiente.
Una nueva parada en la trayectoria de la banda que desde hace casi veinte años no para de crecer y de cranear nuevas formas de hacerse camino. “Nosotros la luchamos, estamos en la lucha, la gente se identifica con eso también, les cuestan mucho las cosas como a nosotros nos costaron y nos siguen costando a través de los años”. Seis discos, un DVD, dieciocho años, todo hecho palabras en una tarde. Apagamos el grabador y los siento todavía más ellos, dos tipos de barrio y de rock.

Gracias, Burro

Por un pibe que se emocionó con tus enganches.
Papá, hermano, auto, sonrisas. Garage, Avenida Libertador, trapito, guita, sonrisas. Caminata, cantares, choripán, gaseosa, sonrisas. Multitud marchando, cánticos, camisetas, sonrisas.
Ventanilla, dinero, entradas, molinetes, escaleras ascendentes, sonrisas.
Tribuna, rojo, blanco, banderas, aliento, sonrisas.
Once uniformados, estallido ensordecedor, papelitos, aplausos, emoción inigualable, sonrisas.
Pelota, verde césped, toque, técnica, táctica, huevos, sonrisas.
Cantamos, gritamos, alentamos, sonrisa mía, sonrisa de papá, sonrisa de hermano, sonrisas desconocidamente amigables.
Momento único, inigualable, distinto, inmejorable, sonriente. Pelota, red inflada, todos gritamos, ellos sufren, abrazos con mis papás, abrazos con mis hermanos.
Gol, pasión, sonrisas.
Pitido final, ovación general, pasión eterna, permanente; sonrisas imborrables, perpetuas
¡Gracias!, muchas, sentidas y sonrientes.
Se fue Ariel Ortega.
Llora la pelota.

El PRO contra el teatro

El miércoles 8 de agosto, la Asamblea de Teatristas convocó a una movilización frente al Ministerio de Cultura porteño en reclamo por la falta de pago de subsidios de Proteatro. Los conflictos que mutan y se multiplican y detrás, lo que permanece: qué políticas para qué cultura.

Imagen: NosDigital


En los últimos meses, el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires recibió muchas visitas. En el número anterior de NosDigital, les contamos del festival organizado en repudio a las políticas de persecución y clausura sistemática de espacios culturales autónomos. Esta vez, no traemos mejores noticias. El conflicto atañe al Teatro Independiente; aclaramos, para no ser impersonales, que quienes lo padecen son los y las teatristas. El reclamo gira en torno al (no) pago de subsidios que otorga anualmente el Instituto para la Protección y Fomento de la Actividad Teatral no oficial de la Ciudad (Proteatro) a salas, grupos teatrales y proyectos especiales.

Hace rato que la cosa se puso en movimiento. A través de reuniones, asambleas y comunicados, las diferentes organizaciones de la actividad teatral comenzaron a mostrarse en unidad. Nos referimos a ARTEI, AINCRIT, Asociación Argentina de Actores, Teatristas Independiente Organizados, Argentores, Encuentro Nacional de Actores y Escena. Ya por el mes de julio comenzó a hablarse de la necesidad de pasar a la acción y, en un comunicado emitido el 2 de agosto, se confirmó la movilización a la “Casa de la Cultura” para el miércoles 8. Con una simple mirada a esta tabla que hicieron circular, nos damos cuenta que les sobran los motivos:

Nos preguntamos entonces, en qué andará la gente del Directorio de Proteatro, creado en el 99’ en el marco de la Ley de Teatro no oficial, fruto de la lucha de los artistas. Efectivamente, hice la pregunta y enseguida me contestaron que fue el propio directorio el que reveló las cifras y el que informó a la comunidad teatral cuál era la situación. César Mathus, uno de sus miembros, fue contundente: «El directorio aprobó en tiempo y forma; el problema es que el ministerio no está pagando». Así me entero que es el Ministerio el encargado de efectivizar cada pago. Originalmente, había asignado 5 millones de pesos (de un total de 905 millones) para la “protección y fomento” del teatro porteño; luego, en la Legislatura, se aprobó la duplicación de tal cifra. Habrá que ir a preguntarle al Ministro, quien fuera funcionario de De la Rúa, candidato de López Murphy y que, en la actualidad, también está al frente del Ente de Turismo: Hernán Lombardi.
El miércoles 8, arranco el día convenciéndome de la hazaña de llegar a casco histórico porteño en la ciudad-sin-subtes. Antes de salir, casi por rutina, prendo la tele y me entero que la Policía Metropolitana entró a desalojar al Borda para construir un centro cívico. Uff, otro palo, y ¿cuántos más? Llegar no es solo difícil, sino también confuso: entre el 400 y el 600 de la Av. de Mayo, hay 3 movilizaciones. Pronto distingo a mi grupo y me sumo. Anuncio ex – temporal: en este punto del relato se destierran los nombres propios (excepto el de Lombardi, que intentaré nombrarlo cuantas veces pueda). Es cierto que hubo figuras del teatro de renombre y de cara conocida, cuyos apellidos encontrarán en cualquiera de los grandes medios que cubrió la noticia. Pero el reclamo estuvo mucho más nutrido por voces anónimas, rostros dibujados de historias aún por contar. Volvemos al in-situ. Que paguen, que paguen, que paguen. Que abran, que abran, que abran. Son los primeros cánticos que escucho. Y una, tras el megáfono, me aclara rápido: “Las puertas del Ministerio de Cultura están cerradas. Hoy tendrían que estar firmando convenios de concertación varios grupos que están sin cobrar el subsidio desde el año pasado. Grupos que han pedido nuevamente el subsidio este año, que han sido aprobados por el Directorio de Proteatro y que todavía no han sido citados siquiera para firmar. Lo que exigimos es la agilización del pago de los subsidios, no podemos esperar más, ni las salas, ni lo grupos, ni la gente que conforma la actividad teatral. Es muy fácil enorgullecerse de Buenos Aires como capital mundial cultural, bla bla bla. Nosotros somos los que lo hacemos, sobre nuestros pulmones descansa la gloria sobre la que se vanaglorian todos estos funcionarios.” La denuncia del abandono se reitera y crece en rabia: “Necesitamos de los subsidios de Proteatro para que esa vidriera que tanto esgrime el Sr. Lombardi como centro cultural de Latinoamérica, que vende como turismo; tenemos que demostrarle al resto de la sociedad que esa vidriera está sostenida por el hombro de los artistas independientes, de los actores que igualmente hacen su trabajo en el Teatro San Martín aún sin tener los contratos. Apelan a ese costado nuestro de sostener la cultura, la actuación, el arte, pero que no compensan cumpliendo con la parte que a ellos les toca de respetarnos como trabajadores. Se oponen a políticas culturales y sociales que tengan que ver con el respeto hacia el ciudadano y hacia el pueblo”.
Mano a mano, con algún guante colado entre las pieles, circula el comunicado que plasma los reclamos de los teatristas. A lo largo de la jornada, esas palabras se harán carne en distintas voces, con sus tonos y estilos singulares: “Nos preguntamos cómo no le da vergüenza al Ingeniero Lombardi decir ‘estamos en agosto… ya van a ir saliendo… es una cuestión administrativa’ (La Nación, 4 de agosto). Es tal su impunidad, es tal su ignorancia que desconoce que los grupos y las salas no funcionan sólo a partir de agosto. ¿Acaso se trata de impericia política y administrativa? ¿Se trata de malversación de los fondos públicos?” Nos miramos y se nos deshace la cara de preguntas.
Además de papeles, circula una sensación híbrida, nutrida de broncas, esperanzas, ansiedades, alegrías y pasión, por sobre todo, mucha garra para pronunciar cada palabra. Viene otro que se calza el megáfono y dispara: “Que se nos dé lo que se prometió, el aumento de 5 millones a 10 millones. Es algo que ya se otorgó. Sentimos que constantemente hay una mentira y una política que está llevada a vaciar todos los fondos que tengan que ver con el hecho artístico y teatral. Cada vez estamos más organizados para dar pelea. Vamos a ir a donde sea para defender nuestros intereses, tiene que ver con un dinero que es nuestro y que nos pertenece. Nos dicen que sí de la manera más estúpida e imbécil como si nosotros fuéramos tarados; no lo somos.” Hay un estado de movimiento permanente, diría que circulan las personas también, pero creo que ya agoté el recurso. Hay muchos encuentros de esos con abrazos que empiezan con los brazos muy abiertos cuando todavía faltan algunos centímetros para que los cuerpos se encuentren, y yo me río, siempre me divirtió esa cara de ojos de huevo, cejas levantas y boca abierta. Me distraje y el megáfono me barre las ideas con un discurso que agarro empezado, pero que contiene una propuesta: “…que la cultura no sea una mercancía y sea un derecho. Tenemos que romper con la fragmentación de las luchas. Proponemos juntarnos con los compañeros de Salud, para que se escuchen todos los reclamos.” Se refiere a los trabajadores de los hospitales porteños que, a tan solo unos metros de nosotros, reclaman por mejores condiciones laborales. Nos movemos y nos mezclamos.
Tras unas horas, testimonio saludos de despedida, gestos con la cabeza y otras formas decir adiós, o hasta prontito, en este caso, porque todos nos vamos con la certeza de que la lucha sigue. Empiezo a caminar, ya de lejos veo la media cuadra de fila para el colectivo que me toca y antes de empezar a pensar en cuánto voy a tardar en llegar, escucho, ya no sé si en mi cabeza o si viene de alguna persona-megáfono: “Nos preguntamos cómo no le da vergüenza al Ingeniero Lombardi (Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires) decir ‘estamos en agosto… ya van a ir saliendo… es una cuestión administrativa’”.

La buena música se hace de saco y corbata

Arde Roma sabe que para llegar lejos hay que ser organizados y poner todo el cuerpo. La dedicación da sus frutos: en sus dos años de carrera, avanzan a zancadas en la escena del rock. El 25 de agosto nos esperan en Santana Bar, el escenario obligado del Oeste.
Esto, ante todo, es organización. Vale aclararlo porque ellos lo hacen y a mí me sorprenden. Cuando llegamos nos recibe el día nublado alojado en las escalinatas y gran parte del equipo de Arde Roma. Los cuento, uno, dos, tres, cuatro… ¡Zafamos, no llegamos tan tarde! Pero mientras lo pienso, el quinto se saca el casco y se baja de la moto. ¡Mierda, sí que son organizados!
El de la moto es Emanuel Marchione, baterista de la banda, a quien se le suma en el escenario Cristian Casafus en el bajo, Cristian Gasparini en guitarra y voz, Osvaldo Fernandez en guitarra y Silvio Lanz en el saxo. Ellos, Arde Roma, nos hacen parte del saludo, de algún chiste resacoso, de la complicidad de descubrir a los girosos del domingo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, todos entre sonrisas tímidas se entregan a los flashes, al juego de las poses, y terminan sentados, donde la última foto los dejó, mucho más sueltos, dispuestos a compartir su historia.
Esa historia, producto de la necesidad de armar un proyecto serio,  se empezó a cranear hace dos años. “Arrancó en agosto del 2010 la cosa más o menos. Bah, más o menos no, exactamente fue en agosto del 2010”, nos cuenta Pika (ah, no lo aclaré, a Cristian que no es Casafus el del bajo, pero sí es Gasparini el de la voz, le dicen Pika). “En realidad, en ese momento estaba en otra banda, más de rock electrónico, pero no pasaba nada. Yo venía componiendo canciones que no tenían nada que ver con ese proyecto y me gustaba más eso que lo que estaba haciendo y dije bueno tengo que hacer algo con esto”. Un par de llamadas y el tridente inicial, los Cristian y Osvaldo, ya estaba ensayando.
La charla se interrumpe, un par de extranjeros bailan para una cámara moviendo las caderas, la cintura, los brazos de la manera que seguro ya te estás imaginando. Nos sonreímos (bastante) y seguimos… “Eso fue en agosto del 2010 cuando nosotros tres arrancamos, después hubo varios bateros, muchos bateros”. Otra vez nos distraemos con los pasos de baile, realmente tenían swing. Volvamos.          
El primer batero estable se sumó recién en abril del 2011, después de haber pasado un período bastante largo en la búsqueda, pero todavía faltaba alguien para los vientos “Estuvimos dos meses tocando sin vientos, con Pika cantando la parte de los vientos. ¿La silbabas? No, la cantaba, Pa papa pa”.
Con el equipo completo decidieron laburar duro para dar su primer show en vivo antes de que termine el año. En noviembre, Arde Roma, subía a los escenarios y cumplía su primer objetivo. “La mecánica de la banda siempre es ponerse fechas y llegar a esa fecha porque si uno no toca, ensaya y nunca siente que esta preparado. Lo bueno es que ponemos fechas y le metemos para eso. Siempre estamos metiéndole para algo que viene”
De su primer escenario, saltaron directo a Niceto, casi catapultados acompañaron a Josefita, banda amiga que los invitó a compartir su fecha. Para estar al cien porciento se organizaron; ya lo había dicho, para estos pibes la agenda es una herramienta de trabajo. “Nos pusimos a laburar en el verano que es un momento complicado, todos nos íbamos y armamos un calendario extendido para saber quién iba a estar en cada momento. Vine con el calendario marcado, ensayo, ensayo, feriado, ensayo, todo pegado en la puerta. Es una boludes pero proyectarte de acá a un tiempo es saber cuánto tiempo real tenés para dedicarle, si tenemos cinco ensayos para un show podemos armarlo de una manera, si tenemos veinte de otra, influye mucho”. Las cargadas por el calendario fluyen de todos lados, pero cuando las abandonamos por un ratito, entendemos la seriedad que le da al proyecto “Está bueno que sea serio, más que nada es organización, el rock es muy desprolijo”.
La banda sigue creciendo y este año experimentó tocar en formato acústico sumando experiencia. “El acústico estuvo buenísimo, es más rejalado, es como un fogón pero armado”. Los shows le dieron la bienvenida en la batería a Ema; bastante jodido calmar su ansiedad de darle duro a los platillos, pero tuvo que esperar un par de fechas.
Arde Roma, que empezó llamándose El Boicot y que mutó de nombre sin estar convencidos, hoy siente que no podrían estar mejor titulados. Cambió el nombre pero no la idea, el proyecto solamente se movió para no dejar de crecer. Ellos, que son capaces de ser organizados y espontáneos, se llenan de expectativas y empiezan a preparar la idea de un disco. Mientras tanto, entre niebla y sonrisas nos invitan el 25 de agosto a Santana Bar para compartir el agite en su llegada al oeste.

La Petit Mort

Intervención fotográfica digital

Carlos Darío Albornoz

A partir del 22 de agosto en el Centro Cultural Flavio Eugenio Virla de la Universidad Nacional de Tucumán

Memoria conceptual

La petite mort, también conocida como La pequeña muerte, hace referencia al período refractario que ocurre después del orgasmo sexual.
Puede ser interpretado como la pérdida del estado de conciencia o desvanecimiento post-orgásmico que sufren las personas en algunas experiencias sexuales.
De manera más amplia se puede referir al gasto espiritual que ocurre luego del orgasmo, o a un corto período de melancolía o trascendencia, como resultado del gasto de la «fuerza de vida».
Se trata de 10 fotografías digitales tomadas a 10 personas en el momento en que tienen su orgasmo. Dichas fotografías han captado solamente us rostros y la expresión es el motivo mismo de la fotografía, su esencia.
Las tomas son cerradas y sacan completamente de cuadro el cuerpo y su genitalidad, la que considero irrelevante en estas fotografías ya que si participaran de la imagen solamente producirían un ruido visual que impediría la lectura correcta de la obra.
 
Indagar en lo prohibido, en la desfachatez del posante y en la vergüenza del espectador, en su incomodidad. En sus perversiones también, en lo que está tapado, oculto, nunca en lo que se tapa del cuerpo para que el espectador construya sino en lo que se tapa del espíritu para que el espectador se incomode.
“En la foto subsiste un elemento perverso si admitimos que en ella nos mueve la aspiración para registrar aquello que está más allá de lo que la visión nos ofrece. El carácter de elisión del objeto”, sostiene Armando Silva.[1]
Ahí me salí de lo meramente estético para indagar en lo profundamente humano. La soberbia de la mirada, la mirada que te penetra desde la fotografía. Cada uno de nosotros necesita del otro, cuando te mira se presenta, te presenta y te representa.
Cuando no te mira y mira hacia otro lado te deja con la sensación de distancia y desdén. Cuando no te mira y sabes por qué no te mira, que no te quiere mirar, te invita a indagar su decisión y pretensión.
La mirada te penetra desde la foto. Si te mira se presenta y representa. Si no te mira te deja la distancia y el desdén. Te invita a indagar.

 
 
CARLOS DARÍO ALBORNOZ
Fotógrafo – Daguerrotipista – Conservador de Fotografías
Corrientes 1733 – San Miguel de Tucumán (T4000ECK)
Tucumán – Argentina
Tel 54 381 423 9438
Cel 54 381 156 096 778
www.daguerrotipos.com
www.carlosdarioalbornoz.com.ar


[1] Armando Silva: Álbum de Familia – La imagen de nosotros mismos. Ed. Norma, Santa Fe de Bogotá. Colombia. 1998