Archivo por meses: julio 2012

Gusto a justicia por mano propia

Nicaragua, 1956. Tan solo un valiente como Rigoverto Pérez podía enfrentar a la personificación de todos los males de su  nación. Violencia, corrupción, explotación, pobreza: Anastasio Somoza, el primer Somoza. Logró asesinarlo arriesgando indefectiblemente su valor más preciado, su propia vida.

Imagen: NosDigital

Rigoberto Pérez fue uno de esos personajes anónimos que intentó borrar la historia de un plumazo y con la misma velocidad escribir con tinta y papel un mejor porvenir. Tuvo la desdicha de nacer en Nicaragua, lo que implicaba que si uno no era un terrateniente o miembro de la familia presidencial, el día a día siempre iba a estar amenazado por la pobreza, la exclusión, la violencia y todo el calvario que fue Centroamérica en su triste siglo XX.  Pero como Rigoberto era un poeta sabía de ilusiones, de crear realidades y mitos, personajes heroicos y situaciones extremas; entonces, qué mejor que aplicar todo esto sobre su propio cuerpo.

Así es como se llega al 21 de septiembre de 1956. Él había determinado lo que ninguno de sus compañeros del Partido Liberal Independiente se habían atrevido: enfrentarse al tirano, a Anastasio Somoza, ese personaje que en tan solo unas décadas supo amasar la fortuna más grande del pequeño continente; conocido como “el de los dados cargados”, ya que cualquier licitación pública terminaba en manos de alguna de sus centenares de empresas. Nos referimos al encargado de haberle quitado la vida a Augusto Cesar Sandino –General de hombres libres-. Así que mucho cuidado para aquel que osase competirle su poder en el gobierno. Con Estados Unidos como mejor aliado en su lucha contra la subversión, el comunismo internacional y el materialismo ateo, si alguien asomaba como rival en las contiendas electorales, su cierto destino era la tumba, o con suerte el exilio.

Nada de esto le importó a Rigoberto, que por primera vez se armó de algo más que los lápices y hojas que de cotidiano decoraba sus horas. Esta vez había plomo, pólvora, sed de cambio y venganza ante quien había vendido a su país llenándose de dinero hasta hacer estallar sus bolsillos. En una carta a su madre antes de lanzarse a la odisea, explicaba sus pensamientos como buen hijo que buscaba ser: “Aunque usted nunca lo ha sabido, yo siempre he andado tomando parte en todo lo que se refiere a atacar al régimen funesto de nuestra patria y en vista de que todos los esfuerzos han sido inútiles para tratar de lograr que Nicaragua vuelva a ser (o sea por primera vez) una patria libre, sin afrenta y sin mancha”. Al partir, lo acompañaba consigo un revolver calibre 38 y cinco balas.

Esa noche Somoza alquiló un salón para festejar su nombramiento para las próximas elecciones, esa pantomima cuyos resultados bien se sabían de antemano. El mambo sonaba de aquí para allá, e incluso se lo había visto  bailando a pesar de sus sesenta años, con una hermosa joven. Tenía que demostrar que él seguía mandando, que estaba vigente y que así sería para siempre. Pero el destino quiso que esa noche se encontrase con Rigoberto, quien para sorpresa de todos los guardias presidenciales pudo hacer fuego y acabar con el gobernante. Pero como buen artista, lo hizo de modo alegre y creativo. Se le acercó bailando del centro de la pista hasta quedar cara a cara con su oponente, disimulando pasos de bailes, compartiendo con la canción el ritmo, entonces sus cinco balas perforaron la humanidad y acabaron con la vida de Somoza.

Pérez no tuvo un final muy diferente. Una vez descargada su arma recibió un golpe por detrás de uno de los guardias nacionales, arrojándolo al suelo, para luego ser acribillado por cincuenta y seis balazos. Una vez que notaron que no tenía pulso, lo subieron a una jeep y del cuerpo nada más se supo jamás.

Previendo esta conclusión, en las últimas oraciones de su carta le dejó en claro a su madre: “Así que nada de tristeza que el deber que se cumple con la patria es la mayor satisfacción que debe llevarse un hombre de bien como yo he tratado de serlo. Si toma las cosas con serenidad y con la idea absoluta de que he cumplido con mi más alto deber de nicaragüense, le estaré muy agradecido.

Su hijo que siempre la quiso mucho,

Rigoberto Pérez”.

El retiro del Flaco

Por Guido Pacífico
Se jugaba la última fecha del torneo local. Para acaparar al lector, podríamos decir que el equipo del Flaco Roldán se jugaba el campeonato en los últimos 90 minutos, pero la realidad era que su equipo no peleaba nada, ni descenso ni los primeros lugares. Lo único que resultaba digno de resaltar, era el retiro del Flaco.
El Flaco era un recio zaguero central que, con sus 39 años, seguía intimidando a los atacantes de paso. Era la temporada número 18 en su equipo, todo un récord en estos tiempos donde los pibes prefieren ir a jugar con 14 grados bajo cero en Ucrania, antes que tirar un córner en La Bombonera. Toda su carrera la había pasado en el club de sus amores, a excepción de una temporada en México –sólo una, que según el mismo Roldán, en su momento había aceptado la oferta para poner con esos dólares un almacén una vez terminada su carrera. De regreso al club, reconoció que su paso por el país del Chavo no fue lo que esperaba, ya que luego comentó, en forma de anécdota, que los jugadores eran tan blandos que ni siquiera hacía falta pegarles para intimidarlos.
Porque si hablamos del Flaco, tenemos que hablar del juego duro que hacía temblar hasta los delanteros más pesados. De 18 temporadas en el fútbol local, lideró la tabla de tarjetas en 16. Vale aclarar que en una de las excepciones, jugó la mitad de los partidos y estuvo a tiro del primero.  Pero fue este juego brusco el que le hizo ganarse un nombre en el fútbol argentino. Fueron sus patadas, empujones, codazos, y por demás artimañas las que impulsaron a más de un técnico de la Selección Argentina a llamarlo para disputar las Eliminatorias Mundiales. Aunque el Flaco reconoció que le hubiese gustado llegar a jugar algún mundial, para dejar su marca en jugadores de reconocimiento global. Algunos periodistas pensaban que si hubiese jugado en alguno de los equipos denominados grandes, hubiese tenido dicha oportunidad.
La razón por la cual mantuvo su nivel en tantos años a nivel profesional, fue que el mundo del fútbol lo tildaba del jugador más sucio. Y a él le encantaba. Eran pocos los osados que se animaban a tirarle un caño o algún firulete, porque sabían que la venganza podría llegar a tener daños irreparables. Y algunos ingeniosos – e ingenuos- esperaban  los momentos finales del partido para poder hacerlo. Pero con el tiempo fueron aprendiendo que Roldán no olvidaba, y que la devolución de gentilezas iba a llegar en algún momento, así haya que esperar durante largos años.
Entre semana, se divertía mirando sus patadas, y advertía cuándo se le había ido la mano. Y una vez que se daba cuenta, buscaba por todos los medios comunicarse con el agredido. Con el tiempo aprendió que a los primeros lugares que debía llamar eran clínicas y hospitales. Porque cuando al Flaco se le iba la mano (mejor dicho, la pierna), se le iba en serio. Pero esto muestra que bajo el semblante de tipo duro, se escondía una persona sensible que se preocupaba por el bienestar de sus colegas. Tampoco podemos ser necios, y pensar que todos aceptaban sus disculpas. Se me viene a la mente el famoso caso del wing derecho de Argentinos, que aceptó sus disculpas las primeras 3 veces, pero cuando le partió la nariz en 2 partes, dijo basta. Y el Flaco veló por su salud, a tal punto que cuando se volvieron a enfrentar, solamente le cometió 2 faltas, pero sólo porque la jugada lo requería.
Pese a su juego, era un jugador muy querido en el ambiente. Tenía buen trato con sus compañeros, dirigentes, periodistas, e hinchas que le pedían que le firme las canilleras. Aunque algunos, quizás por envidia, se preguntaban si se llevaba bien con todos sólo por el miedo que inspiraba en los demás. Esta era la razón por la cual nunca contrató un representante. Quién mejor que él para pelear los contratos con los dirigentes. Quién mejor que el Flaco para llevar la cinta de capitán con tanta hombría y coraje. Quién mejor que Roldán para hacerle frente a las dificultades. Porque desde chiquito le dijeron que se tenía que dedicar a otra cosa; al vóley por su altura, al básquet por su espalda, o directamente a las artes marciales. Pero el tipo siguió, pese a ser, por lejos, el que más suscitaba risas entre las aficiones rivales. Recuerdo un partido contra Newell’s del año 97, en donde un plateísta le gritó: “Roldán, a vos te ponen dos medias de distinto color y te cagás a patadas solo”. Y la respuesta no tardó en llegar, de sus escasos 15 goles en toda su carrera, 2 los hizo en ese partido.
En fin, siguiendo con el relato, se jugaba esta última fecha. El club ya tenía preparada una gran fiesta para despedirlo, pero el Flaco, de bajo perfil, no quería nada de esto. Pensaba que las despedidas, partidos homenajes y otras yerbas eran para los futbolistas dotados que hacían, al menos, más de un gol por año. ¿Qué iba a hacer él en su partido homenaje? No le interesaba arreglar con el arquero rival para meter un gol de penal. Al final, terminó arreglando con los dirigentes la entrega de una plaqueta antes del inicio del encuentro.
Lanús, el rival de aquella tarde, peleaba un lugar para entrar a las copas, y salió a comerse crudo a su equipo. Y no se sabe si por la nostalgia de las últimas patadas, por estar pensando en el nombre que le iba a poner al almacén, o porque tenía que empezar a pasar más tiempo con su mujer, Roldán tuvo, acaso, su peor partido en su carrera profesional. El enganche rival, un pibe de las inferiores granates, lo bailó como ningún otro jugador en toda su carrera. Era una lástima que su último partido haya sido una derrota en su propio estadio.
Pero este resultado trajo una consecuencia inesperada; en la conferencia de prensa, Roldan declaró que al final tendría su partido homenaje el fin de semana siguiente. Lo decidió porque no quería que su último partido jugado fuese una derrota, y también por el bajísimo nivel individual mostrado.
Para el partido de despedida en homenaje al Flaco Roldán, muchas figuras de renombre se autopostularon para jugar. Y el mismo Flaco se encargó de invitar a su “rivales” de aquella tarde. En una muestra de sobrada hidalguía, entre todos los elegidos aparecían 5 jugadores de Lanús: un delantero, el enganche, dos defensores y el arquero. Al partido asistieron casi 30.000 espectadores, entusiasmados para darle la despedida a quien fuera el mejor zaguero que tuvo la institución.
El partido se jugaba amistosamente, inclusive había compañeros del protagonista que ni siquiera eran futbolistas. Por citar a alguno, el arquero que jugaba para su equipo trabajaba como periodista de radio.  Transcurridos 25 minutos del partido, el encuentro amistoso ya iba igualado en dos tantos. Obviamente, uno de penal por parte de Roldán. En una jugada aislada, el enganche rival (aquel muchachito de Lanús) se escapaba sin marca por la punta, cuando de repente apareció Roldán y, tomando carrera, le propinó un planchazo criminal a la altura de la canilla que hizo volar al joven hasta fuera de la línea de cal. El Flaco se paró, fue hasta donde estaba el pibe, y le dijo: ¿Qué te pensás pendejo, que te ibas a salvar?  Acto seguido, sin siquiera esperar una respuesta, encaró trotando para los vestuarios, mientras se escuchaba a la gente, que  exaltada gritaba “Olé, olé, olé, olé, Flaaaco, Flaaaco”.

«Somos la resaca»

Lo dicen clarito. La Chusma se nutre de esas voces dejadas de lado, las encarnan y las llenan de vida con su música, arte mestizo que te sacude cada fibra. Quizás también con un poco de resaca del carnaval de rock de noches atrás, NosDigital se encontró con la banda a repasar su historia y el camino de creación de canciones de denuncia y acordes de lucha.

La Chusma es un gran proceso que siempre se renueva, con gente que madura, cambia, crece y apuesta a ese mismo camino que arrancó hace ya muchos años. Ese proyecto los paró en el escenario de la Fiesta Clandestina para transformarlo en fiestón. FI ES TÓN papá, con el cuerpo lleno de rock y lleno de murga. Unas noches después, abajo del escenario nos regalaban otro momento, uno de esos que te dejan sonriente, lleno de sinceridad, de esos que hacen que te olvides del grabador. Estamos en la sala donde ensayan, donde las cosas surgen, sentados entre tragos de birra, de risa en vez.

La cuestión empezó por el año 2005 y aunque fue mutando, hay cosas que siguen claras. El nombre sigue apostando a lo mismo. “Un poco es rescatar las voces más desprestigiadas, es como los excluidos, lo que no se habla, lo que molesta, es un poco la resaca. Y es rescatar eso, es decir, sí, bueno, somos eso, somos la resaca”, nos cuenta Cholo, guitarra y voz histórica que junto a Lelo, en batería, le dieron forma a la banda en sus primeros días.

Con el tiempo, viejos amigos, muchos de ellos público que habían estado en el agite del otro lado de la valla, se fueron sumando. Los años terminaron de armarlos y hoy al Cholo y Lelo se suman el Tano en el bajo, Aco y Miguelito en percusión, Coyo en trompeta, Adri en saxo y Semilla en el baile murguero que se lleva gran cantidad de aplausos.

La banda decidió ponerle el cuerpo a la murga y las cosas empezaron a surgir: “La verdad es que la música nos gustó siempre, tratamos de incorporar todo lo que nos gustaba, por eso siempre hicimos estilos diversos, salía lo que salía y nunca tuvimos un impedimento. Hay de todo. Es canción pero con ritmos distintos. Aunque también cuando tenés por ahí instrumentos para poder hacer más cosas la cabeza se te vuela un poco más”.

Fieles a seguir haciendo lo que sale y sumar colores y ritmos sin prejuicios, se reconocen entre diferentes géneros: “En este último ensamble chusmero venimos de varios palos, pero ensamblamos de toque. La chusma contiene bastantes estilos, no sé si este segundo disco tal vez tiene un poquito más rock, pero también tiene temas re tranquis que no tenía el otro disco. Pero siempre se nota ese hilo que te lleva al primer disco que hace falta, que es lógico. Tal vez apostamos un poquito más a ciertos cambios, pero no queremos que se desvirtúe tanto”.

El primer disco de la banda salió en el año 2009, a modo de resumen de varios años de laburo. Hoy reconocen que necesitan estrenar material. La formación renovada entra a grabar desde el próximo mes batería, bajo y viola con el deseo de tener a fin de año un gran porcentaje de los instrumentos listos, entre ellos los vientos, una nueva apuesta que en el primer trabajo no estaba.

En compañía a los nuevos sonidos, la banda, de la mano de Lelo, piensa también el arte que acompañará las canciones que se vienen.

–          La otra vez me comentó por dónde viene lo que va a ser el segundo disco y está buenísimo

–          ¿Por dónde viene?

–          No te puedo decir, pero está buenísimo.

Y el misterio le da lugar a las risas, una vez más la entrevista se transforma en una charla relajada.

Cambian algunos ritmos, el arte que promete, se suman instrumentos, pero no es solo el nombre lo que se mantiene. Desde los comienzos, La Chusma mediante la música decide denunciar realidades muchas veces no tan felices. “Hay cosas que son fuertes y aunque uno intente contarlo de la mejor manera posible van a ser fuertes, pero el tema es que elegimos contar eso, también podemos no elegirlo. La verdad decidimos contar cosas que a veces son difíciles de escuchar”.

Desde un principio es el Cholo quien compone y todos comparten el mensaje; los años y el camino recorrido aprendieron a mostrarle cómo denunciar irregularidades sin la necesidad de ser tan punzantes. Es quizás la capacidad de tratar temas delicados sin el morbo al que muchas veces lamentablemente estamos acostumbrados y permite que, a pesar de la temática, se arme un ambiente de fiesta arriba y abajo del escenario.

Los shows de La Chusma son un disfrute para todos, pero a la hora de armar las fechas comparten las dificultades de conseguir lugares. “Esta nueva moda de las productoras es malísimo. Es un intermediario que antes no estaba y que te saca guita y no tienen ese contacto copado con el músico”. Al momento de la conclusión el saldo da negativo: “Lo que termina haciendo es cerrándote espacios mas que abriéndotelos, porque antes de última tratabas con el boliche, pero ahora tenés que tratar con un intermediario que no es muy afín a lo que realmente requiere una banda entonces tenés problemas para conseguir lugares para tocar”.

Hablan claro, porque de eso se trata el camino que eligen desde hace tiempo y que les permitió crecer para disfrutar de un gran presente.  “Creo que ahora estamos en nuestro mejor momento, podemos hacer lo que queremos hacer siempre con la misma idea de denunciar las cosas que no creemos que están bien y haciendo la música que nos gusta, por suerte, para nosotros es un lujo”.

Sin correrse de las convicciones, sin bajarse de la lucha, apuestan a hacer la música que los hace feliz, para que cuando vibren las cuerdas los sonidos lleguen desde el fondo de su historia, de lo hondo de su pecho.

Frida Kahlo: el tiempo circular o el espejo enjoyado

Por Mariella Nigro *
A 105 años del nacimiento de Frida Kahlo (6 de julio de 1907), la trascendental pintora mexicana sigue en el patio de la Casa Azul, resistiendo el encierro prometido por la muerte.

“Toma mi collar de lágrimas.  Te espero en ese lado del tiempo en donde la luz inaugura un reinado dichoso (…). Allí abrirás mi cuerpo en dos, para leer las letras de tu destino”.  Fragmento de Mariposa de obsidiana (¿Aguila o sol?), Octavio Paz

De estar al tonalpohualli y al calendario solar de los aztecas, la artista mexicana Frida Kahlo (6 de julio de 1907 – 13 de julio de 1954) tal vez habría nacido en el año Doce Caña y habría muerto en Siete Conejo. Es posible que ella también haya jugado a sacar estos vanos cálculos.
Buceando en los signos del calendario sagrado es difícil hallar nombre y numeral de día, noche, semana, mes que abren y cierran el breve y fecundo ciclo de una vida. Se trataría de un cálculo imprescindible en una cosmogonía como la del antiguo mexicano en la que el sentido de la existencia se revelaba según la relación entre el Tiempo y los dioses.
Viento, Casa, Venado, Serpiente, Movimiento, Flor, hora del día o de la noche, estación del año ―luego, el nacimiento, el alimento, la sabiduría, el juego, la muerte―, la referencia sería determinante para establecer la mediación ―ni bendición ni castigo― de los dioses, sus señales, su conjuro fatal en todos los sucesos.
Nombrando dioses y hechos, hacían suyas las fuerzas de la naturaleza; nombrando ―aun cediendo su lenguaje al casar náhuatl con castellano, asumiendo la mutación de Malintzin en Marina―, se perpetuaron después de la conquista europea.
Un día de julio nació Frida Kahlo y 47 años después, un día de julio murió, sin llegar a completar el ciclo mágico de 52 años del calendario sagrado, aquel momento en que se hace “la atadura de los años”.
Casada dos veces (1929 y 1940) con el maestro Diego Rivera, su propia maestría y una afinada intuición la lanzaron a los círculos artístico y político mexicanos con sobrada independencia. Envuelta en las vanguardias europeas fermentales de los años treinta, su obra resiste y desborda el encasillamiento estilístico: mexicanista y comprometida con la raza, pero también crecida en la frontera del sueño y la realidad, da testimonio de su vida dolorosa y plena, a través de alrededor de doscientas piezas (óleo, lápiz, sepia) constituidas mayormente por autorretratos. En ellos descubre, y también construye, su identidad: un juego de espejos que la devela y la desvela.
Vivió muy próxima a la cultura precolombina, especialmente a partir de su famoso encuentro con Diego Rivera en la Escuela Nacional Preparatoria. Junto a él reúne una de las colecciones más importantes de piezas precolombinas del mundo, primero en su casa de Coyoacán (ciudad de México), luego en el próximo Anahuacalli (“casa de ídolos”) construida paso a paso por el propio maestro, con piedras volcánicas de las cercanías de Coyoacán, frente al monte Ajusco.
Esposos, pintores, amantes, camaradas, desde el andamio o la silla de ruedas, sobre el enorme mural o sobre la pequeña lámina de metal, son dos fases opuestas del arte mexicano de las primeras décadas del siglo: la artista miniaturista y el artista monumentalista, la introspectiva y el extrovertido, traductora de una experiencia íntima e intérprete de epopeyas nacionales; poéticas del microcosmos y del macrocosmos. Quiasmo del arte de este siglo, no pueden ser nombrados sino como en una ecuación, juntos y opuestos.
Tal vez por esa proximidad con el arte ancestral, se hace fácil descubrir en la performance artística de Kahlo una relación analógica asombrosa con aspectos de la leyenda indígena, como si hubiera dialogado con esos dioses polivalentes y andróginos de los que exhibe sus máscaras.
Así, en sus cuadros y en su diario íntimo, descubre a Ometecuhtli-Omecíhuatl, aspectos femenino y masculino de un mismo dios, la pareja primordial, dicotómica, como todos los dioses que encarnan los principios de la existencia del ser precolombino (Diego y Frida. 1929-1944, 1944); por detrás de los lienzos, aún de los más testimoniales de su peripecia personal, palpitan signos del mito: el sacrificio ritual del teoatl, “agua divina” de la sangre (Árbol de la esperanza, 1946), la muerte y la resurrección de toda forma de vida (Luther Burbank, 1931), la lluvia recibida por el conjuro de los tlaloques (Mi nana y yo, 1937).
En julio ―hace más de quinientos años― celebraban en Tenochtitlan la Fiesta de la Diosa del Maíz Tierno, una de las pocas ceremonias en las que podían danzar las mujeres: con sus largas cabelleras sueltas, ellas convocaban el crecimiento de las milpas. Tal vez ignorando el tributo, Frida pinta uno de sus aproximadamente cuarenta autorretratos de medio cuerpo, el Autorretrato con el pelo suelto, de 1947, justamente en el mes de julio. En el segundo plano, en lugar de las exuberantes plantas tropicales que estila representar en algunos de sus autorretratos, se levanta un pedregal vertical, del que cuelgan las mieses como si estuvieran prontas para ser almacenadas en esa masía colmada de frutos que era su casa. Trigo o maíz, Ceres o Xilonen, el alimento es convocado.
La estaca que entonces la mutila, y que de alguna forma la determina en su destino artístico ―cuchillo de pedernal, cuchillo de obsidiana―, es representada en algunos trabajos en forma directa (v. gr. Recuerdo o Corazón, 1937) y elípticamente en la mayor parte de su obra autobiográfica (Recuerdo de la herida abierta, 1938, Las dos Fridas, 1939, La columna rota, 1944, El venado herido, 1946).
En ellos se oculta una Lucrecia singular, eternamente escoriada, continuando en el lienzo la herida sufrida en el cuerpo, en una especie de suicidio poético. También en su diario íntimo, textos y dibujos ilustran el sufrimiento. Las imágenes convocan a los dioses, a Huitzilopochtli, el dios guerrero de un solo pie, a Itzapapálotl, Mariposa del Cuchillo de Obsidiana, a los nahuales que ayudan, al sol sangriento.
Y en julio muere, sin temerle a la muerte: como para el ritual del fuego de los aztecas, durante un año se prepara para el sacrificio. Luego, el catafalco en el Palacio de Bellas Artes será en realidad el altar de la pirámide; la guardia de honor del féretro, los ocho sacerdotes escoltas; flautas rituales se alternan con flores rojas sobre la escalinata. Un escudo y un penacho de plumas asoman por debajo de la bandera partidaria que la cubre. ¿Crepita la pira o el crematorio? ¿Espera la urna o la empalizada? Dos dimensiones simultáneas para una misma ceremonia.
Su sangre da el tono solferino a muchos de sus cuadros y a su diario íntimo; escaldando pinceles en el “agua divina”, dejó una extraordinaria historia narrada sobre su propia piel de venado.
En el patio de la Casa Azul de Coyoacán, junto a los canteros llenos de yaros e hibiscos, unas manchas de pintura vuelcan aún resplandores rojos y amarillos sobre la pared encalada; son restos de una tarde lejana, óleos del crepúsculo trabajados sobre la última naturaleza muerta, Viva la vida(1954).
Y Frida sigue en el patio de la Casa Azul. Resistiendo el encierro prometido por la muerte, escucha a la diosa Itzpapálotl hablando desde aquel otro lado del tiempo… El tiempo que es circular y en cuyo centro fijo resplandecemos, como se presagia, ocultamente, en los oscuros trazos de un códice.
* Columna extraída de http://laventana.casa.cult.cu/

«Ahora hasta ganar es un sufrimiento»

Fatiga Russo se alejó del ruido de la gran ciudad pero no de su pasión por la pelota bien jugada. Desde Olavarría, donde dirige al equipo local El Fortín, el ex talentoso volante de Huracán y uno de los mentores del Tiki Tiki sigue por el mismo camino de siempre: «Cuando nos preguntan cuál es el fútbol que le gusta a la gente parece que nos están jodiendo. Si uno ve a España, se da cuenta que esa pregunta está demás».

¿Mary, entre qué calle y qué calle estamos?

La pregunta devela lo obvio. Francisco Russo está en un proceso de disminución de revoluciones. Dejó la ruidosa capital y se adentró una vez más al Interior. Se fue al centro de la Provincia de Buenos Aires, a 370 kilómetros de la ciudad más urbanizada del país, a Olavarría. Calles anchas, veredas eternas, árboles a las perdidas y un embrollo de cables en el cielo dignos de una ciudad sobrepoblada. Pero no, el último censo le dio 120 mil habitantes. El no estaba. El 27 de octubre de 2010 todavía estaba sentado en el banco de River, todavía tenía en Angel Cappa un amigo entrañable. Como verán, muchas cosas cambiaron desde aquel tiempo a esta parte. Pero una no cambió –ni cambiará-, su preferencia por el buen juego, por la pelota al piso, por una estética particular. Y con todo ese vagón de ideas llegó al Fortín de Olavarría. “¿Ya la tercera vez que lo dirijo? Mirá, pensé que era la segunda”, dice segundos después de abrirle la puerta de su nueva casa a NosDigital para repasar su carrera al lado –siempre al lado- de la pelota.

Va y viene en el tiempo, compacta los años, los hace un bollito. Salta al 60, se regodea con los 70, se emociona en los 2000. Corta y pega. Sintetiza. “Tac, tac, tac”, dice y mueve las manos simulando pases cortos. Basta de Tiki-Tiki. Es “tac, tac”. Así cambia de década y en cada año deja un concepto, a cada cambio de página una explicación, una enseñanza.
Habla de Huracán y en un cocoliche de frases conexas deja caer, livianos, los nombres de su boca. Estos caen rápido, por su propio peso, y golpean sobre una mesa que tiene un atado de puchos y dos café como testigos. Dice “Babington, Houseman, Avallay, Menotti”. Y, enseguida, salta las décadas y recuerda a “Pastore, Bolatti y Defederico.” Los apellidos rebotan y se hacen palabras. Vuelven a picar y se convierten en ideas, que luego tomarán una misma forma y terminarán siendo un equipo: Huracán, su amor por pertenencia, reciprocidad y afecto.
Pero su historia con el Globo no comenzó a escribirse con el recordado campeonato del equipo del Flaco Menotti en el 73. Extraña paradoja. El vínculo con el club de sus amores comenzó sobre las vías del tren, esas que guían hasta al más descarriado y marcan el camino a seguir. Vaya si lo siguió. “Yo jugaba en Central Córdoba de Rosario, el equipo de mi infancia. Si no me equivoco, te hablo del año 68 o 69. Y me citaron a la Selección Argentina de la Primera B, lo que sería la B Nacional actual, equipo que dirigía Angelito Labruna. Me bajé con un amigo en Retiro y teníamos que ir a la cancha de Barracas Central. Veníamos caminando, levanto la vista y de pronto veo el Ducó. Me quedé fascinado al ver semejante estadio. Entonces le dije a mi amigo: ‘Ahí voy a jugar yo algún día’. Con el tiempo se me dio”, rememora con la mirada perdida en el horizonte, como si este humilde periodista fuera aquel amigo y frente a sus ojos estuviera el estadio de Huracán.
“Uno se queda con las formas, viste. Lograr lo que se logró no es fácil y, sin embargo, es lo que todos quieren”, comienza a explicar y el camino a seguir es totalmente incierto. ¿Va a hablar del Globo del 73 o del 2009? Lo mismo da. Su vínculo con esos dos equipos no es más que la cristalización de una idea, de un concepto, del juego. El juego por el juego mismo. La pelota al piso, cuidada. El fútbol como un tesoro. El resultado, una consecuencia.
Entonces, en el eterno hilo del buen juego, ese que guió su carrera –al menos en objetivo-, se enhebran más de un equipo. Y, por ende, varias décadas. Habla del pasado, ejemplifica en el presente y piensa en el futuro. “Yo vengo de la escuela rosarina y el fútbol rosarino fue de buen trato de pelota. Todo lo que pasé en el fútbol, y lo que pude conseguir en Huracán, fue porque encontré el técnico ideal para mi pensamiento (César Menotti). Te puede ir bien o mal. A mí me da la sensación de lo que hicimos en Huracán era un riesgo: salir jugando, no tirar la pelota a cualquier lado. Si te sale mal, te asesinan”, grafica y pone nombres propios al asunto. “Me da bronca los que preguntan cuál es el fútbol que le gusta a la gente. ¿Nos están jodiendo? Si uno ve a España, como en la final de la Eurocopa, se da cuenta que esa pregunta está demás. Ese es el fútbol que le gusta a la gente. El que hace el Barcelona, el que hizo Huracán en 2009. Pero que también intentó Tigre en este campeonato, por ejemplo. Y hasta Arsenal mejoró”, replica y pega la primera piña dialéctica: “Hay otra forma que es jugar siempre de contragolpe, tirar pelotazos, revolearla a la tribuna… Y, ojo, a veces puede llegar a salir. Pero quédate tranquilo que ese no es el gusto de la gente”.
-¿Entonces no todo está perdido con respecto al buen juego?

-No, para nada. No se pierde mientras en el mundo haya equipos que nos den el gusto por este deporte, por el juego. En este momento no son argentinos pero son estandartes. Hoy se ve todo, no es como en otras épocas. Se televisan todos los partidos del Barcelona y de España, eso valoriza porque la gente lo mira, los pibes aprenden y tiene una importancia suprema en lo educacional. No está perdido, todo lo contrario.
-Sin embargo, son los menos los que lo practican. ¿Por qué?

-Es que hay muchas presiones… Mirá, Araujo y Arano en el Huracán del 2009 fueron claves en ataque. ¿Sabés por qué antes no pasaban? Porque tenían la indicación de no hacerlo, de no “arriesgar” el resultado. Son jugadores de fútbol y de enseñanza. Y las urgencias siempre están. Si no es por el descenso es por la Promoción, si no es por el campeonato es por la copa… Siempre se argumenta algo para justificar jugar mal, para decir “juguemos de cualquier forma, total…”.
-Desde los medios, para colmo, se critican a los que intentan.

-Es gracioso porque a los que más le exigen ganar es a los que juegan bien: Barcelona, España… Algunos dicen que aburren, esos tipos son muy contras del fútbol. Igual, son contados los programas que hablan de fútbol. Los programas analizan más los resultados. El comentario se basa en eso y no tiene trascendencia cómo se jugó o quién se destacó. Creo que se ha metido demasiado el chusmerío en el periodismo y parecen más programas de artistas que de otra cosa. Se ataca demasiado a algunos y a otros se los defiende bastante. Hay entrenadores que son intocables. Caruso se queja de que lo matan pero tiene cierto apoyo importante de la prensa.
-¿Y el discurso del miedo a perder?

-Si, existe. Pero también lo alimentan los protagonistas. Todo es sufrimiento, ¿viste? Yo estaba mirando el otro día Chicago-Chacarita. Terminó el partido y el técnico ganador, el de Chicago, decía: ‘con todo lo que tuvimos que sufrir para llegar hasta acá’. El de Chaca decía: ‘Es el día más triste de mi vida. Estamos sufriendo un montón’. Veía a los de River y repetían ‘sufrimos mucho para lograrlo’. Basta, hasta ganar es un sufrimiento.
Segundo palo dialéctico. Guerra de maniobras, en términos gramscianos. Tan enquistado está el resultado en el juego, tan afirmado el “ganar como sea”, que el mano a mano se hace imposible. Y Fatiga lo entiende. Por eso baja el mensaje. Porque es persona de bien, porque es persona. El fútbol es uno solo aunque las luces del profesionalismo quieran enceguecer al picado con los pibes. “Uno sale de jugar al fútbol con los amigos y dice ‘cómo pegaban esos hijos de puta’ o ‘qué bien jugamos’. Uno dice ‘mirá que linda pared armaron’ o ‘como nos bailaron’. Vos lo que querés es jugar bien. Por eso me emocionaba hasta las lágrimas con el Huracán del 2009. Yo en el banco lloraba de alegría, cómo no hacerlo. Viejo, están haciendo lo que nosotros les pedimos, lo que a nosotros nos gusta: los pases, las paredes”, argumenta todavía emocionado.
Se desmarca con una pared y el tema concluye. “Lo de Vélez fue una locura”, dice. Imposible no continuar con su idea. Y, redondea: “Evidentemente no querían que saliéramos campeones. Un desastre, más allá de lo que todos vieron, antes de que termine el partido invadieron, había gente de la Barra Brava, ¡mujeres! en nuestro banco. Imaginate, Brazenas no dirigió más”.
De la misma forma procederá cuando sea él quien quede en el centro de la escena. “Te lo digo rápido porque no me gusta mucho hablar de mí”, resume luego de contar que en su Rosario natal, esa que supo hacer hincha de Central a su padre, de Newell’s a su hermano y a él de Central Córdoba, jugaba al “cabeza–cabeza con los pibes del barrio y a la luz de la luna”. Antes de poner el freno explicó: “Armábamos dos arcos y jugábamos en parejas. Teníamos que llevar la pelota al otro lado haciendo pases solamente con la cabeza. Jugábamos hasta que nos llamaban a comer, cuando la noche ya había caído y sólo nos iluminaba la luna”. Lo dice rápido, batiendo las manos en el aire. “Fui a una prueba en Newell’s. Eran 30 pibes los que esperaban y yo me cansé. Dije ‘yo me voy de acá, quiero jugar’. Además, eran todos malos”, recuerda entre risas. Después dirá que vino Central Córdoba, Tigre, Platense y Huracán, River y blablabla. Las últimas palabras se pierden en la ligereza de su elocución. Y el freno.
Dice River y habla como el jugador que fue. De pronto, casi sin pretenderlo, se encuentra hablando del mismo club pero del otro lado de la vereda. Justo él que supo estar en el banco de suplentes hace apenas dos años. “Creo que se apuró Daniel en echarnos. Habíamos hecho más del 50% de los puntos. Nos mató el partido con All Boys”, reconoce y abre el juego. “Yo soy muy amigo de él, jugamos juntos. De hecho, ha venido a visitarme a Olavarría”, explica y marca posición.
-¿Qué hay de cierto de todo lo que se dice de él?

-Al que quiere, lo quiere. Y al que no lo quiere… No es un tipo fácil de llevar. Jamás tuvimos una intervención de él en el equipo. Al contrarío, iba a las comidas y todos lo saludaban. Pero se magnifica todo porque hay muchas divisiones políticas en River y parece que el tipo es cada vez más ogro pero yo lo veo de otra manera. Hay mucha ambición política y creo que entre quien entre va haber divisiones
-Con todo esto del Chori Domínguez y Fernando Cavenaghi, ¿usted cómo hubiese actuado?

-No se. Mirá, yo puedo hablar de lo que sabemos, lo que se ve en realidad. Es injusto por ahí porque no merecían irse así, que se yo. El jugador se siente que fue manoseado. Pero del otro lado también entiende por qué viene todo esto. Yo escuchaba al representante el otro día y se hablaba de la nueva renovación y no se hablaba de cuánto ganarían. ¿Cuál fue el arreglo para después? Por ahí te piden un dineral y Passarella con la guita no es de soltarla fácilmente.
-¿Cuánto influyen los medios?

-Mucho, demasiado. River tendría que estar festejando y no lo puede hacer. Es un circo enorme el que se está armando. De últimas, es una decisión técnica como cualquiera. Y con esto no niego lo importante que fueron Cavenaghi y el Chori.
-Ustedes le dieron continuidad a Rogelio Funes Mori. ¿Qué le vieron?

-Lo que pasó en el último partido te resume todo. Estaba totalmente descartado, no querido por la gente, gastado por cierta parte del periodismo y no le importó nada. Entró como diciendo ‘acá estoy yo, entro a la cancha y te gano el partido’. Yo creo que esto de sacarse el peso, de descender y ser importante para la vuelta, le va a dar mucha más energía. ¿Qué le vimos? Que siempre tiene chances de gol, que cabecea bien, que es rápido, que tiene personalidad, potencia… Es un goleador.
-Sin embargo, erró bastante…

-Sí. Pero mirá, cuando yo estuve en Racing venía Diego Milito y me decía ‘Fati no puedo meterle un gol a nadie’ y yo le dije que se tranquilizara, que estuviera sereno que el día que la metiera iba a ser goleador no sólo acá sino en cualquier lado. Volviendo a Rogelio, con tranquilidad le va a llegar. No tiene la edad de Trezeguet. En un campeonato como el que viene, jugando más tranquilo, va a ser un goleador.
-Ustedes se jugaron por muchos pibes. Ahora parece que Almeyda va a hacer lo mismo, ¿no es arriesgar demasiado?

-No, cómo va a ser arriesgar. River tiene grandes jugadores juveniles. Mirá Cirigliano, por ejemplo. Yo siempre bromeaba con él. Le decía la verdad, que no había visto un cinco mejor que él. Tiene una técnica impresionante y unos huevos… En partidos calientes pisaba la pelota y se escuchaba el ‘uhhh’ de allá arriba y lo volvía a hacer. Con todo el quilombo ese que tenía de ganar sí o sí, como sea, como pueda, el tipo se animaba a hacer cosas.
El café se terminó. En el pocillo sólo quedan colillas de cigarrillo. Mary, su esposa, ofrece más. “Son las 21 horas”, dice un reloj que hace sacudir a todos.
-¡¿Ya pasaron tres horas de charla?!
-No, anda mal. No te preocupes. Son las ocho recién.
La charla no tiene hora de caducidad. Podría ser eterna. Como esas mesas de los miércoles en la que “todos nos juntamos con el Flaco” y a la que Fatiga se lamenta en abandonar momentáneamente. Su labor en Olavarría lo tiene ocupado. “Después dicen que no trabajamos”, confesa que le dice a Luciano, uno de sus cuatro hijos y colaborador. “¿Sabés lo que hay que laburar para que jueguen por abajo, para que se saquen la costumbre de reventarla? En mi primer entrenamiento acá les hice jugar a uno o dos toques y si levantaban la pelota del piso era falta. ¿Vos sabés como se reían los pibes, cómo disfrutaban de jugar? Tac, tac, tac…”, explica y musicaliza el movimiento de sus manos. “El jugador de fútbol está capacitado para hacer pases, tirar paredes… Es como todo. Un tornero, por ejemplo, no te va a hacer las cosas mal. Bueno, acá es lo mismo. Un jugador sabe cómo hacer bien las cosas, el tema es que se las pidan, que lo trabajen. Y nada de triple turno, eso no es trabajar más, eso es matar al tipo que entrena. El futbolista no es una máquina”.
Antes de que la noche se haga más profunda, Fatiga deja picando un tema más. “Es como la política. Todos quieren gobernar en River y van a decir que todo lo de ahora está mal. ‘Cuando asumamos vamos a pagarle más a los jubilados y a los maestros, les vamos a aumentar a todos y blablabla’, después no pasa nada. Mirá el presidente de Colombia, el electo. ¿Escuchaste el discurso? Lo mismo de siempre, ese discurso vacío que muchos todavía compran. Hoy salen a hablar muchos que destruyeron el país. ¿Qué autoridad moral tienen para hacerlo? Por esto me peleo con muchos amigos, tengo rencillas. Yo estoy del lado del trabajador. Pero más que un político soy un creyente. No de la Iglesia, que está del lado del poder, que justifica las barbaries. Creyente de las personas, de lo que viene. Si vos no sos buen tipo en tu casa, con los tuyos, ¿qué le vas a pedir a los demás?”, cierra. Y no sobra ni una palabra. Acá, allá, en todas partes, Francisco Russo defiende una causa, su causa: la de los modos. Es un estilo y el fútbol es quizá el lugar donde mejor lo plasme. O, quizás, es el único que tiene sentido público.
La puerta se abre. Mary saluda a Luciano que, digno hijo de su padre, entra con el camperón de Huracán y una pila de hojas en la mano. El saludo es por partida triple y Fatiga se despide: “Si volvés por acá, mándame un mensaje y tomamos unos mates”. Así será. En el tintero quedaron horas de charla por venir y una certeza: La pelota, siempre por abajo.

La larga marcha de Colombia

Luego del paso del gobierno de Álvaro Uribe, ese que llenó de sangre las calles colombianas, nace un movimiento patriótico que busca desde los derechos humanos recuperar esa paz perdida. Aseguran no ser voceros de la FARC y hacen latir algo que pese mucho en algunas partes de esta Latinoamerica del siglo XXI: cambiar las estructuras, armar un mundo más justo.

Para los que nunca escucharon las bombas es difícil entender la guerra. Lo mismo para los que nunca vieron un cuerpo, o el sobrevolar de los aviones. En Colombia, en un río en el que se baña una nena, en la década del 90 flotaban los muertos. Si querés descifrar este país, arrancá por su bandera: amarilla por los recursos naturales, azul por el cielo y rojo, claro, por la sangre.

En 1986, en la nación del vallenato y de la cumbia, se fundó la Unión Patriótica. Era un partido político, que integraban el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y las tan demonizadas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Eran guerrilleros, comunistas, curas revolucionarios, obreros y obreras, y todos compartían un mismo frente, cuyo objetivo final era llegar por las urnas a gobernar. Duraron sólo hasta 1990. ¿Por un fracaso electoral? En parte. También porque en 4 años les mataron dos candidatos presidenciales, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y miles y miles de militantes. Fueron los grupos paramilitares, los narcotraficantes y las mismas fuerzas de seguridad del Estado. Se lo llamó “El genocidio de la UP”, pero nadie habla de él.

En realidad, alguien sí habla, aunque no son los medios. Porque, muy de a poco, en esta tierra de música y conflictos, las cosas fueron cambiando. Durante el Gobierno de Uribe, un gobierno con lazos paramilitares que, entre otras cosas, popularizó los “falsos positivos” (asesinatos de campesinos e indocumentados, presentados como guerrilleros para dar prestigio a la fuerza militar), un triste antagonismo dominó el país. “Si no sos de derecha, sos guerrillero”. Ahora, en cambio, y no porque el gobierno de Santos sea mejor, algo en la percepción pública se modificó. El alcalde de Bogotá, por ejemplo, fue combatiente del ex movimiento armado 19 de abril. Y, entre todas las saludables apariciones, la más novedosa de todas fue la de un nuevo movimiento político, que repite palabra con el anterior.

La Marcha Patriótica nació con el objetivo de demostrar que, en Colombia, también se puede luchar de veras por la paz. Con ellos, y con tantos líderes sindicales, de derechos humanos, ambientalistas, indígenas y patriotas, no sólo se vale ser “uribista o guerrillero”. También vale ahora, por citar un mínimo ejemplo, estar en contra del movimiento paramilitar. Indignarse con los cobardes que mataron campesinos con motosierras. Aunque, claro, por hablar de cosas como esa, los integrantes del nuevo sueño, que también condenan los secuestros, tengan que salir a aclarar: “No, compañeros periodistas, no somos los voceros de las FARC”.

¿Quiénes son entonces? Dice la definición que se dan ellos mismos: “La Marcha es un proceso convocado y alimentado por organizaciones sociales, populares, estudiantiles, sindicales, campesinas, indígenas, afrocolombianas, de mujeres, de trabajadores, desempleados, jornaleros y vendedores ambulantes. ¿Y qué piensan? Que “una nueva y plena independencia sólo es concebible mediante la transformación estructural de las desigualdades sociales que se mantienen inalteradas desde la misma colonia”, que la lucha debe ser para que todos los colombianos gocen de “tierra, trabajo y vida digna” y que el plan de gobierno debe “estar basado en la recuperación de la soberanía nacional”. Por eso, les dicen guerrilleros, por eso los insultan.

Que en gran parte de Colombia, claro, guerrillero es un insulto. “Pero los paramilitares, que también mataron, tan malos no son”. Y mientras en la tele, María la del Barrio insulta a Juan Fernando, algunos todavía piensan en la paz. Piedad Córdoba, por ejemplo, colaboró en muchísimas liberaciones de secuestrados. Pero el Senado la destituyó por presuntos “vínculos con las FARC”. En uno de los países del mundo más castigados por la violencia, el que más refugiados internos tiene, y con el antecedente del genocidio de la UP, la aparición de un movimiento político que, al menos, mencione la palabra “soberanía” ya es una novedad. Y no porque no haya habido siempre un montón de luchadores (¡A ellos los mataban!), sino porque la organización en un territorio tan hostil es sumamente compleja y requiere de un largo camino. ¿Cómo terminará la aventura de la Marcha? En principio, que empiece. Incluso los mismos colombianos a su país le dicen “Locombia”. Allí, en la cuna del realismo mágico, nunca se sabe muy bien qué puede pasar.

Rebottaro, Pansardi, Bulgarelli, Vergassola y Malvestitti

El Tigre Peyrú se define como músico, periodista, escritor y psicodélico. Es, en definitiva, un personaje capaz de pasarse tres años revisando formaciones para reunir las 100 selección más bizarras de la historia del fútbol en el libro Botinazo Cósimo. Vale la pena tomarse un café con él y compartir su locura.

Arranquemos por el nombre: el tipo se llama Juan Tigre Peyrú. “Sí, Tigre es mi nombre, aunque no aparezca en el documento. Mi vieja me quiso poner así, pero nací en los 70, con los milicos, en épocas de cabezas muy cerradas. Te dejaban poner León, pero no Tigre. En la primaria me decían Juan, pero de más grandecito, en la secundaria, los agarré a mis compañeros y les expliqué que yo me llamaba Tigre”. Sigamos por el oficio: “soy músico, periodista, escritor y psicodélico”, aclara el autor de Botinazo Cósmico, el libro que reúne las 100 selecciones más bizarras de la historia del fútbol, editado por Sudamericana. Sólo alguien así puede haber estado durante tres años buscando nombres de muchos futbolistas con la idea de agruparlos y clasificarlos según el significado de su apellido. De todo ese laburo salió, por ejemplo, la selección de estupefacientes, que se para así: Lima; Pacco, Yacolev, Dopazo, Droguett; Dell’Orto, Colace, Bolado, Vizio; Zubavicius y Drogba. O la loser: Manchado; Salameh, Dudar, Nardi, Rebottaro; Pansardi, Bulgarelli, Vergassola, Malvestitti; Naif y Mannini.

Fotos: NosDigital

Nos encontramos con el Tigre en el Bar El Banderín, esquina clásica de fútbol, café y tango, para entender cómo llegó a esta locura del Botinazo Cósimo. Apenas lo vemos entrar empezamos a comprenderlo: los pelos largos y enmarañados, la sonrisa ancha, la barba tupida. Hay dos palabras, dos adjetivos, que repite muy seguido: bizarro y psicodélico. “Esto nació como un juego con un amigo, que en una de las tantas noches desquiciadas que pasamos nos pusimos a armar equipos con los jugadores más delirantes que hubiéramos visto con nuestras camisetas, yo de Racing y el de Independiente. Tipo el Cabezón Allegue. Otra noche, en un asado, otro amigo me dice ‘Tigre, traete esas cosas raras que hacés con los jugadores de fútbol’. Y las empecé a pasar y veía como la gente se copaba, se moría de risa. Entonces empecé a pensar que esta locura podía tener alguna veta productiva”, explica. De aquel asado a la publicación del libro pasaron unos tres años. Desde la publicación hasta que el libro llegó a las manos de Diego Maradona, en Dubai, pasaron sólo un par de meses. “Un sueño. Un amigo me hizo el gancho. Nunca imaginé que iba a sacar un libro, mucho menos que le iba a llegar a Diego y que se iba a sacar una foto de lo más contento”, cuenta el Tigre.

Mientras sigue adelante con su costado musical –tocó el 30 de junio en Espacio Dadá, Palermo, con su banda El Tigre y sus Manchas-, continúa con la promoción de su libro, ese callejón que encontró para volver a sus orígenes del periodismo deportivo. “A los 17 años conseguí un laburo como productor en el programa de radio de Niembro, en La Red. Después me fui de vacaciones, algo que no se podía, entonces no seguí ahí pero saqué una media beca para estudiar en su escuela de periodismo. Terminé, pero nunca me gustó el ambiente pisacabezas que se maneja en el periodismo deportivo, así que me metí más con la música. Este libro es, de alguna manera, mi regreso a los medios”, dice, y agrega que tiene una columna semanal en Radio Provincia, además del raid mediático que tuvo por casi todos los canales deportivos para promocionar su libro, algo que hizo por su cuenta porque la editorial no se portó muy bien con la difusión.

Vamos con otra selección, la etílica: Tavernelli; Pedetti, Grapete, Díaz de Bordón, Tomovic; Brindisi, Botelho, Taverna; Tomasson, Marioni, Bareño. Todos los futbolistas que aparecen en los equipos son reales, existieron. Algunos fueron figuras de la pelota, otros son ignotos hasta para los enfermos futboleros, pero surgieron de revisar y buscar nombres para que encajen con las temáticas de las selecciones. Por eso, cada uno de los apellidos va acompañado por el equipo donde jugó, si es argentino, o el país donde nació si es extranjero. Al final del libro hay una especie de glosario, donde aparece la trayectoria de cada uno de los futbolistas.
Toda la locura del Tigre se resume en este Botinazo Cósmico. Y en una anécdota: “En la secundaria nosotros teníamos un muy buen equipo. Éramos 20 pibes que jugábamos bárbaro. Pero en 4º año apareció el Panchito Maciel, que era una locura lo que jugaba. Yo sabía que iba a llegar a algún lado. Entonces lo empecé a seguir. Guardé los diarios de cuando descendió con Español, cuando subió con Almagro. Y un día, leyendo en el diario la noticia de Racing veo que bien chiquitito decía que se incorporaba Francisco Maciel. Flashié. Seguí todo como nunca, tengo todos los diarios de ese campeonato. Ese fue el torneo que salimos campeones, encima. Y ahí tuve una locura con Chatruc. Me enloquecí con él. Le hablaba a todo el mundo de Chatruc”. Y sigue: “Estaba tan loco con él que, tipo desafío, le había dicho a un amigo que me lo iba a poner en el documento. Yo tengo domicilio en Provincia. Cuando me fui a hacer el DNI, el tipo me preguntó la dirección. Me la jugué: ‘José Chatruc 2001’, le dije, ‘es una esquina’. Y el tipo lo anotó. Y pasó. Un tiempo después lo llamé al Pepe para contarle lo que había hecho, y siempre quedábamos que nos íbamos a juntar. El día de mi cumpleaños lo llamé y le dije que esa noche había fiesta en casa por mi cumpleaños, que pasara. Y vino, me trajo una camiseta de regalo. Un genio. Hace poquito estuve en Pura Química, presentando el libro, con el documento que dice Chatruc. Se lo regalé en cámara”.

Para saber más del Botinazo Cósmico y del Tigre Peyrú:
http://www.botinazocosmico.com.ar/
http://www.myspace.com/eltigreysusmanchas

Feminismo explícito: Universidad de la Concha

Desde la cooperativa LaVaca hace años que trabajan activamente sobre el feminismo, defendiendo los derechos de la mujer. Desde el  21 de julio comenzó un ciclo de encuentros que se dicta el último sábado de cada mes, dirigido “ni a hombres ni a mujeres, a todas las personas”. A través de un espacio reflexivo buscan romper con el estereotipo de la víctima, “porque ninguna mujer llorando y de rodillas puede cambiar su situación”.

Fotos: Veroka Velazquez

Claudia Acuña, una de las cabezas de este proyecto, nos explica claramente cuáles son esas herramientas que utilizan y generan para darle batalla al sistema patriarcal. Propone una mirada diferente sobre el problema del machismo: “el machismo es femenino, pero si sos el problema también sos la solución”.

¿Cómo surge la idea de llevar adelante una Universidad de la Concha?

-Hace mucho tiempo que desde LaVaca venimos trabajando y reflexionando sobre el tema del feminismo hoy. De cómo perdió potencia su discurso y, lo que es más grave, de cómo operan los controles sobre sus lenguajes, tanto a nivel de la palabra como de la imagen, para restarle poder de transformación social. El trayecto que hicimos en este sentido es muy largo, pero podríamos sintetizarlo en dos etapas: una de mayor intervención pública, cuya herramienta más visible es la muestra y el libro “Ninguna mujer nace para puta”. Y otra más silenciosa, que llamamos de «submarino» que nos permitió consolidar un grupo de trabajo heterogéneo en su formación de origen, pero muy sintonizado en cuanto al interés de plantearse qué significa la batalla feminista hoy. La Universidad de la Concha marca el inicio de otra etapa, en la que abrimos las puertas para compartir un espacio de reflexión para la acción. La idea surgió a partir de dos experiencias concretas que en la UCO se unen formalmente, por un lado, los talleres de crónica periodística, en los cuales trabajamos mucho y durante largo tiempo con un grupo de mujeres periodistas y con la psicóloga Susana García, el tema del lenguaje y la identidad, de cómo está colonizado tanto por el sistema patriarcal como por la sintaxis disciplinadora de las oenegés y, por otro lado, el Poeticazo, el espacio que llevaron adelante desde LaVaca la poeta Daniela Andújar y la artistas Veroka Velázquez. Estas dos experiencias fueron el  útero de esta nueva iniciativa. Allí, participaron músicas, poetas y artistas visuales durante tres años, entonces la UCO acumula estas experiencias y personas que se proponen el rol de anfitrionas. No damos cátedra, recibimos en un espacio, y para un tema concreto, a personas que saben tanto o más que nosotras. De hecho, están participando mujeres de varias provincias que tienen una larga trayectoria de trabajo en temas feministas y que tienen la misma necesidad que nosotras de compartir un espacio de reflexión sobre las propias prácticas.

-¿Cuál es el propósito de estas reuniones que llevan la frase «Ni hombres ni mujeres: encuentro para personas»?

-El propósito  es claro porque no queremos hacer perder el tiempo a nadie, ni perder el nuestro: hacer algo. Son cinco reuniones destinadas a replantearnos cosas, aprender otras, intercambiar saberes, debatir ideas y prácticas. Pero todo esto está destinado a hacer algo concreto. Cada participante lo hará en el espacio que crea mejor o necesite hacerlo. Nosotras, desde la UCO, queremos producir una acción callejera e invitamos a las participantes que quieran a que lo hagamos juntas, pero no es una obligación. Este año esa acción tiene como eje la imagen. Por eso cada encuentro está pensado en función de reflexionar sobre tres preguntas: “¿Cómo nos vemos?, ¿Cómo nos ven? y ¿Cómo queremos que nos vean?”. Buscamos romper con el estereotipo de la víctima, porque ninguna mujer llorando y de rodillas puede cambiar su situación. La UCO no es un espacio para pensar las imágenes y discursos que produce el sistema, sino para interpelar las que producimos nosotras mismas. Hay muchos y seguramente mejores espacios de reflexión sobre la guerra que este sistema libra sobre nuestros cuerpos y subjetividades. Proponemos la autocrítica como frente de batalla, a partir de un diagnóstico concreto. Algo falla en lo que hacemos si hay 52 mujeres quemadas por sus parejas, si hay la cantidad de mujeres explotadas sexualmente que existen hoy, en este país y en este momento, y sino podemos imponer que se despenalice el aborto, por poner solo tres ejemplos de actualidad. Algo estamos haciendo mal, diciendo mal y mostrando mal porque la violencia contra las mujeres, aquí y ahora, es brutal. La UCO se propone analizar nuestros errores, potenciar nuestras capacidades y lograr acciones más potentes, populares, de real intervención social. Por eso la convocatoria es abierta a las personas. No nos interesa la orientación sexual, como no debería interesarle al Estado la sexualidad de sus ciudadanos. Lo que queremos y por eso lo hicimos explícito es conversar, pensar y hacer cosas con personas que estén dispuestas a darle batalla al sistema patriarcal, con todo lo que eso implica.

-¿En qué autores y experiencias se basan para organizar los encuentros?

-Nuestra principal fuente teórica surge de nuestras propias prácticas, de analizarlas y sistematizarlas. Hay autoras que nos han servido más que otras y esto no construye una jerarquía, sino que se arma una utilidad o complicidad, para decirlo mejor, que ha surgido de los tramados que hemos hecho en estos años. Nuestras autoras por suerte son también nuestras amigas, han estado a nuestro lado pensando y haciendo juntas. Sin duda, María Galindo y “Mujeres Creando de Bolivia” o Silvia Federici, autora de “El Calibán yla Bruja” y María Lugones , quien escribió uno de los textos claves del pensamiento de la descolonialidad, desde Estados Unidos, forman parte de ese tejido, con distintas intensidades pero sumando colores a nuestras prácticas. En el primer encuentro tuvimos la colaboración de Andrea Andujar, una historiadora que ha investigado dos temas que nos interesan, como por ejemplo las mujeres guerrilleras de los 70 y las piqueteras de los 90. Pero su aporte fue más allá de lo teórico, porque Andrea es la hermana de la poeta Daniela Andújar y a la UCO no solo aportan y asisten las dos, sino también su mamá. Tener estas tres generaciones pensando juntas, compartiendo lo que aprendieron y analizando sus historias, y no “La Historia”, es algo que supera lo que cualquier texto te puede dar.

-Según Aristóteles, tratar como iguales a dos sujetos desiguales era una injusticia. Entonces, ¿la búsqueda de la igualdad entre el hombre y la mujer debe contemplar la diferencia de género o tales diferencias no son inherentes al ser humano, sino una construcción social?

-El feminismo ya le respondió a Aristóteles y a todo lo que él representa: el Estado patriarcal. Creó una herramienta muy eficaz, la discriminación positiva. La mano del Estado tiene que ser más larga para quien menos puede llegar hasta arriba. Es una herramienta que usaron los afroamericanos en su lucha contra el racismo y las mujeres en la política, cuando se impusieron las cuotas, por ejemplo.  Estados Unidos tiene un presidente negro, Argentina y varios países del mundo, jefas de gobierno mujer, en sí misma la herramienta es tremendamente eficaz, pero no garantiza que lo que produzca por sí sola sea un cambio social. La batalla está en las subjetividades que este sistema crea y eso atraviesa a todas las identidades sexuales, pero claramente a las mujeres. El problema del machismo es femenino, lo bueno de esto es que si sos el problema también sos la solución. En nosotras y por nosotras, entonces, pasa el cambio social. 

-Un sector del feminismo, ligado al socialismo, sostiene que la liberación de la mujer es imposible bajo este sistema, formado bajo la base patriarcal, siendo entonces posible bajo un nuevo orden social. ¿Cuál es su postura?

-Coincido con el discurso, pero no con la práctica de los partidos tradicionales de izquierda, infectados por el machismo que dicen criticar. El cambio, la revolución que proclaman,  debería empezar por ellos mismos, jubilando a los gerontes que hace años dominan las jerarquías de esos partidos y postulando a las mujeres que le aportan el dinamismo y el futuro, que necesitan en forma urgente. Creemos que no se puede separar discurso de práctica. En colectivos que se proponen la construcción de un cambio social deberían plantearse muy seriamente la posibilidad de que los hombres no dominen nunca la escena, por lo menos durante un tiempo, hasta ver qué pasa, hasta sacar una conclusión. Y más en aquellos que se dicen radicales, ¿por qué, qué temen perder? Se lo plantee en una reunión a uno de los referentes del Movimiento Sin Tierra de Brasil, a mi juicio una de las organizaciones sociales más poderosas de Latinoamérica, y se quedó mirándome, mudo. Recién cuando terminó el panel público y charlamos informalmente admitió que quizá tuviera razón: es hora de experimentar en nuestras propias construcciones las relaciones sociales que proclamamos para toda la sociedad. Bueno, esa es nuestra tarea. La UCO es la forma de hacernos cargo de la pequeñísima parte que nos toca de esa enorme responsabilidad.

El Chiqui no se murió

Es y será en Franco Tirri. Persona y personaje se okupan mutuamente. NosDigital se encontró con uno de los protagonistas de la serie de Bruno Stagnaro que marcó una época y a más de una generación. Como diría El Chiqui en una de las tantas escenas memorables: «No hay nada que sea ni absolutamente malo, ni absolutamente bueno».

Fotos: NosDigital

Un personaje de culto de una serie de culto, El Chiqui de Okupas es en el mundo real Franco Tirri, un tipo bastante parecido al de la serie, sencillo, colgado, ocurrente, con una gracia particular, una risa que da risa y la vida al límite.

Franco Tirri y El Chiqui viven en el mismo cuerpo desde el 2001, desde que Franco no ha podido despegarse del todo de su personaje – por algo de eso estamos acá-, y su personaje tampoco de él. Quiero decir: ese Franco actor que vimos en la serie tiene mucho de este Chiqui que no ha seguido su carrera actoral y se gana la vida alquilando una cámara de fotos, le gusta dormir hasta tarde y dice que busca su destino “como Peter Fonda en Easy Ryder”. Comentario muy Chiqui, verán.

Siguiendo esta línea comparativa bastante básica, puede decirse que conocimos a Franco a través de Okupas y que hoy es la misma persona-personaje diez años y varias noches después. Ya no ocupa casas ni anda de gira por Quilmes; vive en el departamento de su madre y sale a lugares más cercanos.

Arrastra hasta la puerta el andar perdido y esa ternura que irradiaba en la serie, saluda amable a unas viejas que van saliendo, se disculpa dos veces por quedarse dormido para el horario pactado de la entrevista, nos hace entrar, ceba unos mates y ya en las primeras charlas sella todas estas impresiones prejuiciosas que estoy haciendo: “Sí, mi personaje tenía mucho que ver conmigo”.

Sobre el resto, es decir, sobre Franco, Franco no tiene mucho para decir. Pero cuando habla de El Chiqui la lengua se le suelta contando una anécdota y de pronto parece despertarse aunque se haya levantado veinte minutos antes, literalmente.

Pero esos son detalles en la vida de este border tierno, vivir de noche o vivir de día, porque tiene condimentos que lo hacen distinto a cualquier institución, a cualquier programación, que lo hacen cualquier cosa, condimentos como la razón misma de su dormida: ayer vio a su hermano después de un tiempo.

Nota: su hermano es Rómulo Tirri, más conocido como Nino Dolce.

Fotos: NosDigital

Otras singularidades como la música que me recibió en el contestador en los primeros contactos, cuando nadie atendía el teléfono, una música judía puesta por su madre judía y él, cuando logré comunicarme, que me cuenta que es budista y que su hermano Rómulo es onanista y su padre, tano. “Una familia muy normal”, definida por él mismo.

Y por qué no seguir, ya planteada la garantía de la básica igualdad entre persona-personaje, con la primera respuesta a lo que no fue una pregunta de entrevista sino, por lo que vinimos aquí, el disparador de una charla: “…el jueves pasado fui al cumpleaños del Negro Pablo, de Dante (Mastropierro), en la Boca. Yo fui para allá… Él no siguió mucho su carrera actoral… Y me fui para el cumple, estaba buenísimo, estaba el padre del Dante que tiene como 87 años… decía ‘en el año 87, yo jugué en Boca’, decía, ‘la pelota era de papel en ese momento’… El viejo era una risa, así, increíble, un personaje… Daban ganas de filmarlo… de hacer algo con él”.

(Las respuestas son literales de la oralidad de Franco y, a riesgo de pausar la lectura, decidí mantenerlas para respetar la identidad de su lenguaje).

Franco vuelve una y otra vez sobre sus percepciones cinematográficas: es que le faltó solo la tesis para recibirse de director en la Fundación Universidad del Cine (FUC), que no hizo, básicamente, por paja. Su explicación, para ajusticiar la interpretación: “…me pedían un trabajo escrito viste… y era como…”

¿Medio tedioso?

Sí, o sea, me puse varias veces a hacerlo y yo decía “fah, yo estudié cine, quiero filmar algo… hacer algo audiovisual…”

¿Y lo hiciste?

No, no porque no… o sea, tampoco fui y planteé “voy a hacer este video para la tesis”, qué se yo… Todo es un presupuesto también. Tampoco la peleé demasiado la del video, pero hubiese estado bueno…

No para la tesis pero sí ha grabado cortometrajes, ayudado y  actuado en producciones de sus compañeros, y no tiene el título pero sí una anécdota imperdible que grafica que no le hace falta: “Bueno, con Trapero hacíamos la escenografía y el vestuario… En realidad yo hacía las maquetas y la nota era para los dos… jaja”.

Franco se egresó de la FUC en la camada de Pablo Trapero, con quien se continuó viendo hasta hace unos años, la misma de Gustavo Corrado (Garúa, El armario), Juan Taratuto (No sos vos, soy yo, ¿Quién dice que es fácil? y Un novio para mi mujer, y la serie televisiva Ciega a citas), Juan Ulises Rosell (El descanso,  Mejor Película Argentina en el BAFICI 2001), Andrés Tambornino (S.O.S Ex, co-director de El descanso), Rodrigo Moreno (El custodio) y “un montón de gente que hizo por lo menos uno o dos largometrajes”.

Otro de los compañeritos de Franco era Matías Stagnaro, hijo del conocido director Juan Bautista Stagnaro y hermano de Bruno, co-director de Piza, birra y faso junto a Adrián Caetano, y director de Okupas.

Por esa amistad es que llegó Franco a la serie: “yo a la casa de Bruno y de Matías iba desde que empecé la facu, hace más de 20 años… Los conocía a los dos, filmamos cosas juntos, incluso Bruno actuó en un corto que era de Matías, era uno de los protagonistas… Porque Bruno podía actuar, podía dirigir, podía escribir, puede hacer millones de cosas muy bien; puede hacer música muy bien… de todo”.

¿Vos eras, te considerabas actor?

No, ni mucho menos, jaja. Más que nada surgió ahí porque me hizo la propuesta de que, bueno, había un personaje que tenía mucho que ver conmigo y… bueno, me dijo si lo quería hacer, me dijo “léete el primer capítulo de la serie a ver qué te parece”. Lo leí, me encantó y le dije “bueno, dale, quiero hacerlo, ¿qué hay que hacer?”, “no, ya está”.

¿En qué sentido te sentís identificado con El Chiqui?

Me siento identificado por ahí con una estética, con una forma de mostrar las cosas, así… (¿Te di mate a vos? Perdón) Me siento muy identificado con Bruno, con su manera de producir, de realizar cosas… Me gusta mucho lo que hace, me gusta que se mezcle la ficción con la realidad, me gusta que haya cosas que sean documentales, que surjan en el momento, que el escenario sea la calle, que sea con luz natural, que haya sonido directo, que se rescaten las cosas que hayan pasado en el momento… Igualmente, lo que fue Okupas y su forma de filmar (cámara en mano, sonido directo, luz natural y todo eso), fue una cosa que no sé si Bruno en este momento seguiría adelante con ese tipo de propuesta… En realida, fue medio como un ciclo que se completó a partir de Pizza, birra y faso, de la primera peli en que estaba ese proyecto, ese tipo de planteo…

¿Te había gustado PBF?

Sí, pero era como que tenía esa sensación de que faltaba un ajustecito de tuerca ahí, y que lo dio sobradamente a través de Okupas.

¿Sobre qué lo decís? ¿En la prolijidad de algunas cuestiones técnicas o en el relato?

En que el relato era mucho más redondo, todo como que cerraba por todos lados…

Dijimos: a Franco le gusta hablar de cine, y esto que confiesa que “le gustaría ser director y guionista”, se nota.

Pero también se enciende cuando le preguntamos sobre escenas de la serie, sobre cómo se llevaba con las personas detrás del personaje, y ahí salta por ejemplo la anécdota del cumpleaños de El Negro Pablo, ahora completada:

¿Dante es actor?

No, no, él es de ahí de la villa de Quilmes en verdad, después se fue a vivir a la Boca a un conventillo. Y nada, fue un chabón con una historia de vida muy grosa, estuvo preso, después salió, dejó toda la delincuencia… La mujer puso un comedor infantil en la Boca (Pancitas llenas, corazones contentos, que hoy mantiene una puja por recursos con el Gobierno de la Ciudad) y él trabaja en el INDEC.

¿En cuál de esos momentos hizo Okupas?

Y creo que después que salió de la cárcel… creo que fue después. Sí, seguro, jaja. Y yo pegué onda con él. En la serie me caía muy bien, teníamos muy buena onda. Pero en realidad lo empecé a ver hace muy poquito, lo volví a encontrar por Facebook… y bueno, todo bien.

¿Dante tiene Facebook?

Por el hijo en verdad, “Wimbo”, se llama Dante también, jaja…

¿No fue ninguno de los pibes actores de Okupas?

Fui yo, fui yo, me llamó la mujer… Me dijo que le iban a hacer un cumple sorpresa y, bueno, me mandé para allá.

Como el compás del jazz que suena de fondo, como el mate, como el siamés que está reconociendo a la visita, como el sueño que parece agarrarle al Chiqui cada tanto, la charla va y viene.

Se hace difícil construir una lógica que vaya hilando los temas, las preguntas, las respuestas, se hace denso el momento de recoger el guante del periodista y devolverle al Chiqui un golpe redondo, uno que le sacuda el mentón y lo despierte de una vez por todas.

Franco permanece inmutable respondiendo amablemente cualquier pregunta, como puede, con la memoria que tenga a mano y la gracia que le pinte. Pero es inimputable a la hora de juzgarlo por su intensidad mediática: Franco no daba una entrevista hace años. Y eso ya es mucho decir.

Entonces sigamos… seguimos por algunas de esos recuerdos que lo entusiasman y lo aventuran de nuevo en el mundo y en el tiempo en que fue feliz.

¿Cómo se fue gestando Okupas, formando el equipo, conociéndose entre los actores?

No sé si fue el primer casting, pero en uno de los primeros castings yo empecé a hacer las listas, los listados de la información de la gente que se iba probando…Y bueno, así fue como vino Ariel (Staltari, más identificable como “Walter”), vino Diego (Alonso, El Pollo, que luego terminaría ganando un Oscar como actor revelación)…

¿Ellos fueron a probarse por su cuenta?

Ariel creo que sí, que le habían pasado la info de que estaban los castings. Diego era alumno de guión del padre de Bruno (Juan Bautista Stagnaro, conocido director de cine, autor de Casas de fuego – 2005- y guionista de Camila, film nominado al Oscar, entre otras) en la escuela de Suviela (Eliseo Subiela, mítico director argentino). Y el padre le dijo “mirá, tengo uno que creo que te va a ir muy bien para El Pollo”, y lo mandó. Después, bueno, Rodrigo (de la Serna) fue un poco de común acuerdo entre Ideas del Sur y Bruno, que se lo convocó a él… Y después, bueno, El Negro Pablo fue de un montón de gente que trajo la producción de la villa, así de la Boca o no me acuerdo dónde estaban viviendo; y Bruno les planteó la situación de la casi-violación del “Doke”. En ese momento, el que iba a hacer de Rodrigo era un pibe que no iba a ser el definitivo, pero bueno, se veía a los fines de cumplir con ese rol en esa escena. Y el pibe, qué se yo… fue una escena muy angustiante para todos. Muy fuerte. El pibe se puso a llorar, estaba re angustiado el pibe, no podía para de llorar… Y Dante le dijo “ah, pero yo pensé que estabas actuando”, y bueno…

Ahí se transformó Dante en El Negro Pablo

Sí, él, el hermano también… No el que está en la serie, ese es Sergio Podeley (actor, participó en Verano del 98, 099 Central, Botineras, entra otras series), el que hacía de mulo de El Negro Pablo, jaja… Al hermano creo que le dice “Gordo”, el que discute con él… que en la escena del Doke le dice a Rodrigo, “¿vos sos amigo del Pollo?”, le dice sí, y le dice “qué mal gusto tiene el Pollo para elegir amigos”, algo así, jajaja.

¿Esa escena estaba guionada, por ejemplo, o daban rienda suelta a la improvisación?

Esa escena estaba bastante guionada, sí. Pero también si había cosas que surgían en el momento Bruno las incorporaba.

¿Cómo fue filmar, meterse ahí en el Doke?

Teníamos como la protección de una gente de ahí del Doke que saltaba por nosotros si pasaba cualquier cosa… y bueno, dentro de todo no pasó tanto por suerte… pero algunas cosas sí pasaron…

¿Qué pasó?

Pasó que, nada, nos tiraron unos tachos de luz, una gente que venía de laburar así a la noche, re-borrachos… Después hubo una pelea de dos minas con cuchillos; nosotros no lo vimos. Una tenía sida y se garchó al hijo de la otra, lo contagió y se agarraron a los cuchillos delante de la asistente de producción… la asistente estaba llorando, un momento fuerte… Y después queríamos ir a grabar a la Isla Maciel, que ahí no sé si no había nadie pero bueno, ni bien entraron le afanaron un celular, o dos celulares. No filmamos nada en la Isla Maciel, jaja. Ya nos queríamos meter en cualquier lado…

¿Con quién pegaste onda de ahí de los actores?

Con Dante, con Ariel bastante, sí… Pero hace un tiempito que no lo veo pero sí, con Ariel pegué bastante onda. Con Rodrigo y con Diego no tanto.

Pero estaba todo bien

Sí. No, sí, estaba todo bien. Durante la serie sí pegamos onda, salíamos… más al principio que los más bardo de los cuatro éramos Diego y yo así… en cuanto a consumo y esas cosas…

Y salían juntos

Ahá, sí, sí

¿La pasaban bien filmando?

Sí, sí, en general sí. Había momentos que eran más difíciles, que había que estar muchas horas… El último día fue de 26 horas…

¿La última escena?

Sí. Fue todo una continuación. En realidad llegar de El Doke y lo que era mi muerte, todo ensangrentado, de ahí ir para Ezeiza y filmar el entierro. No sé que se había filmado previamente a eso pero sí, fue todo una escena larga…

¿Estaban apurados por temas de producción?

Eh… Y sí, o sea por cuestiones de que la serie se estaba emitiendo y que cuando dieron el último capítulo, mientras estaban emitiendo los dos primeros bloques Bruno estaba editando los dos segundos bloques… Sí, no había tiempo para nada…

No había tiempo en aquél 2000 y fines del 1999 en que fue grabándose la serie. Una idea primero de Bruno Stagnaro como una vuelta de rosca más (citando al Chiqui) a su primera película Pizza, birra y faso que, desde la crítica, los premios, pero sobre todo desde la estética, la calidad y el bajo presupuesto, dieron un impulso a la industria cinematográfica argentina y a una mirada y camada de directores conocida como “el nuevo cine argentino”.

El concepto fue atrapado al vuelo por un productor de Ideas del Sur e hizo a Okupas verse en Canal 7 durante el 2000, y re-emitirse los dos años consecutivos.

(En esas re-emisiones, los actores como Franco cobraron $125 por capítulo).

Las consecuencias de las políticas neoliberales, el derecho a una vivienda digna, la problemática socio-espacial en general, el barrio de Congreso como uno de sus exponentes,  el sinrumbo de los jóvenes como Ricardo, su camino hacia el lumpenaje o a una vida vagabunda son todos temas que Okupas fue bordeando de una u otra manera, capítulo tras capítulo, personaje por personaje, pintando una realidad insoportable.

Por supuesto lo crudo, las actuaciones, el realismo y el costumbrismo que irradiaba la serie y no sólo de ese relato “redondo”, como lo define El Chiqui. Con él estábamos antes de esta detención merecida en el hito que marcó el combo Pizza, birra y faso y Okupas, una parada obligada si es que nunca está de más poner un culto a la altura del presente.

¿Y después de Okupas qué estuviste haciendo, Franco?

No me acuerdo, qué se yo… hice un par de capítulos para Mar de Fondo, unos sketchs… Después hice lo de Garúa (cortometraje del director Gabriel Corrado, en el que Franco actúa), hice dos cosas con la mujer de Rodrigo (De la Serna), hice Chile 672 (película de Franco Verdoia y Pablo Bardauil estrenada en 2006)… esas cosas como actor. Y no, bien, qué se yo, bien.

Supongo que hubo un cambio en tu vida para moverte en distintos lugares, la gente te empezó a reconocer como El Chiqui, ¿te pasó eso?

Sí, pasó mucho eso. Pasaron cosas muy graciosas a partir de la serie…

¿Por ejemplo?

No sé, qué se yo, salís un día a la noche, te encontrás con tus amigos, y de repente te encontrás con un grupo de pibes que te identifican con la serie y te llevan al mejor lugar, te presentan unas minas y te dan de todo… sí…

Vuelve, se acuerda, le brillan los ojos, dice dos o tres cosas más impublicables, tocamos el tema de su internación, nos dice que es en plural: internaciones, de los momentos en que estuvo mal, de los otros que estuvo bien y filmó cosas como estas: http://www.youtube.com/watch?v=3qz8AOjrjf0, es decir, de su vida con el pesado traje de Franco Tirri y las alegrías, las miserias, los peligros y el destino de haber sido El Chiqui alguna vez.

Franco Tirri pide que sigamos la charla otro día.

Quién sabe.

«El propio modelo niega la reforma agraria»

¿Cómo relacionamos la gran concentración de la tierra en pocas manos, el cumpleaños número 100 del Grito de Alcorta y el corte de ruta nacional 34 durante un mes en Santiago del Estero por campesinos a fines del 2011? Nos juntamos con Romina Zirino, docente de la Universidad de Buenos Aires para discutir acerca de cómo la expropiación de tierras a los pequeños productores moldeó el espacio y la vida santiagueña. De los pueblos originarios a las resistencias, de la familia Santucho a la reforma agraria, metete en esta entrevista con olor a tierra y gusto a desposeimiento.

Fotos: NosDigital

El 25 de Junio de 1912 se iniciaría el movimiento campesino más grande de toda la historia de nuestro país, que será conocido como el Grito de Alcorta. Aquí lo que se puso en cuestión nacional eran las relaciones que habían surgido al interior de la estructura agraria nacional luego de un período previo de apropiación masiva de tierras por parte de terratenientes, un sector burgués y capitales extranjeros.

Un siglo más tarde, nuevamente la tierra está como eje dentro de las movilizaciones sociales que se viven a lo ancho y largo de Argentina. Y bajo este paradigma los campesinos santiagueños ya se nos están haciendo conocido por sus reclamos, por medio del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), con sus marchas y cortes de rutas. Así, junto a Romina Zirino vamos a hacer un largo recorrido para encontrar las causas de este problema que sigue inconcluso y en cuyo futuro cercano es poco alentador.

-En la Región Pampeana y el Litoral, la apropiación privada de la tierra se dio en gran escala entre 1850 y 1880. ¿Se da este mismo proceso en Santiago del Estero?
-Si, en Santiago se da un proceso de acaparamiento de la tierra, principalmente en la zona del Río Salado por las clases dominantes, a raíz de los resultados de las guerras civiles y luego de la victoria nacional, la toman como retribución.

Fotos: NosDigital-¿Esta expropiación afecta también a pueblos originarios?
-Claro, de hecho hay pueblos libres que son dueños de su propia tierra, fruto de una particularidad que viene del período colonial, que les permite trazar alianzas de parentesco y una mayor movilidad. Pero, de nuevo, en la zona del Salado van a perder sus territorios. En el Norte no, se va formar un límite a la expansión que va a ser muy difícil de quebrar y que les llevará largos años a las autoridades.

-¿Es el Estado quién se encarga de promocionar esto o se da de forma privada?
-En 1880 con la creación del Estado Nacional, es el Estado provincial quién lleva a cabo políticas públicas que fomenta el acaparamiento de tierras en beneficio de la elite local y porteña que tiene intereses sobre esta tierra más que nada destinada a la explotación forestal. Habrá un pobre desarrollo de la ganadería y la agricultura, con productos como el azúcar, la vid, el algodón; pero van a ser una isla entre la producción forestal. Y es bajo esta forma que se incorporan al mercado mundial, mediante la superexplotación del quebracho colorado por la calidad de sus taninos

-¿Cómo afectó el modo de acumulación llamado agroexportador a las unidades campesinas, pequeños propietarios y arrenderos?
-Hay una práctica común en la provincia que viene de la época colonial que es la “agregaduría”. A ver, históricamente la posibilidad de migrar de los hombres les permitían poder blanquear el origen. Si tenías un origen indígena, poder pasar por mestizo. Pero también porque es un espacio naturalmente expulsor. Y la agregaduría se daba, como su nombre lo indica, por agregación a un rancho de algún pariente o en las estancias mediante relaciones clientelares. Con la privatización de las tierras, el campesinado pobre no puede mostrar su posesión. Entonces al no poder demostrar la propiedad de las tierras y con el interés de una burguesía local asociada a los bancos que le dotan de créditos y la provincia que la exime de pagos de impuestos durante tantos años, hacen que conformen grandes unidades de producción quedando adentro los campesinos para formar parte de la mano de obra. En la zona agrícola, en la región central del territorio, se da un proceso de venta de tierras y formación de colonias. Muchas no sobrevivieron por venta, subdivisión de la propiedad; etc. Y por último, quedó un campesinado propietario, pero precario, sin medios de producción para explotar su tierra. Por todo esto entendemos que Santiago del Estero es una provincia expulsora de población.

-¿Estas unidades campesinas están ligadas a una producción para el mercado o son de subsistencia?
-Son de subsistencia o de infrasubsistencia, con espacios muy pequeños donde ni siquiera llegan a una hectárea

El Grito de Alcorta tuvo su auge en Santa Fe y Buenos Aires, ¿qué repercusiones tuvo en Santiago?
-Que yo sepa ninguna. El único gran movimiento que se tiene noticia es a mitad de la década del 20, relacionado con el riego. Acá el planteo de estos colonos es por el aumento del canon del riego, que no les llega el agua o que alguien se la queda. No más que eso. En Santiago no hay ningún tipo de movilización hasta la década del 80 con el MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero) por injerencia de las ONG’s, pero es un factor externo el que logra una organización. En los años sesenta hay algo relacionado con la familia Santucho, con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular, creado por quienes luego formarían el PRT-ERP), que tal vez haya tenido alguna relevancia. Pero no se sabe casi nada al respecto.

-Y este período iniciado por el MOCASE, ¿es fruto de este proceso previo de apropiación de la tierra?
-Si, está relacionado con la tierra y con lo que significa ser campesino. Hay un debate historiográfico muy fuerte que viene de los 60 y 70 en cuanto a que el campesino va hacia su desaparición por el desarrollo de las fuerzas capitalistas. Pero esto se vuelve a rediscutir, hablándose de justamente un período de campesinización…

-¿Pero en relación con la identidad o posición frente a la tierra?
-Creo que en cuanto a las dos cosas. Pesa mucho la identidad, reivindicarse como tal. Incluso hay una nueva línea que se reconoce como campesina-originaria, pero es complicado porque hubo un fuerte y rápido mestizaje durante la sigue colonia.

-¿Por qué en un país donde el sector agrario teniendo peso, jamás se consideró como prioritaria la reforma agraria?
-El propio modelo te lo niega. Somos productores de soja y chanchos, vamos camino a eso. La pata agraria del modelo está basada en esto.