Archivo por meses: abril 2012

Nunca hubiera nacido una idea sin el trabajo efectuado un día por el cuerpo

La frase del título se la robamos a Artaud, que poco importa ahora quién fue. De lo que hablamos es de “Industria Argentina. La fábrica es para los que trabajan”, la ópera prima de Ricardo Díaz Iacoponi, estrenada en las salas porteñas el pasado jueves, con Carlos Portaluppi y Cutuli de protagonistas. Esta es la historia de una fábrica recuperada, pero sobre todo es la historia de cómo, cada vez que nos decían que no podíamos hacerlo, nos mentían.

Ricardo Díaz Iacoponi, director y guionista de la película. Foto: Nos Digital.

Alguien dice por ahí que el 2001 no es parte de la Historia de la Argentina, si no de su Presente (sí, con mayúsculas también). Y otro redobla la apuesta, y dice que lo que emergió de ese diciembre es el futuro. Algo de eso sobrevuela el film “Industria Argentina. La fábrica es para los que trabajan”, que no recopila testimonios y análisis con el enfoque documental al que nos tiene acostumbrado el tema. Esta vez, es una ficción la que pone en el centro de la pantalla a los trabajadores, a sus familias, sus miedos y sus sueños, sus emociones y sus cuerpos. Esos cuerpos que son alcanzados por la administración del trabajo a la que nos adiestró primero el fordismo, después el toyotismo, y quién sabe qué otro “-ismo” que nos vaya a sacudir. Pero que, a pesar del disciplinamiento, son también terreno fértil de resistencias y luchas cotidianas, de maniobras singulares y acciones creativas.
Ricardo, director y guionista de “Industria Argentina” empezó en el cine como sonidista. En el 2004, en esa labor, fue que se acercó por primera vez a una fábrica recuperada en Barracas, mientras hacía entrevistas para un documental. “Desde que entré me parecieron muy interesantes las historias de los trabajadores y cómo rememoraban lo que empezaban a conseguir. Enseguida me puse a escribir el guión, que desde el principio me imaginé como ficción. Fue lo que me nació, y también es lo que más me gusta”. Desde esa visita inspiradora, caminó muchas fábricas y el proyecto se fue nutriendo de experiencias. “Lo primero que me impactó, que es lo que quise mostrar en la película, es el cambio de mentalidad de los trabajadores, las dudas que tenían al principio… Les parecía una locura que ellos iban a manejar la fábrica. Y me contaban cómo ahora estaban convencidos, que se habían unido mucho más. Quizás algunos que habían trabajado juntos por muchos años, lograron en pocos meses un vínculo mucho más fuerte”. Se trata de un cambio de subjetividad. En una sociedad de “individuos descarnados”, en la que el cuerpo es un objeto a controlar, el saber que implica el trabajo manual está devaluado.
El panorama es desolador. Estamos en 2002 y hace meses que no pagan en la fábrica. “¿Qué quieren que haga, muchachos? No hay plata”, repite el dueño (Manuel Vicente). Renuncias, amenazas de despido y Juan (Carlos Portaluppi) que le debe plata al banco y que ya no sabe qué decirle a su hija y a su mujer embarazada cuando vuelve a casa sin un peso y con el ánimo por el piso. “En Juan se ve la incertidumbre de los principios del proceso, cuando no se sabía hasta dónde podían llegar, y con los temores que puede tener cualquiera con una familia atrás. – dice Ricardo – Aparece la duda de si ellos van a poder manejar la fábrica, cuando los que supuestamente estaban calificados para hacerlo la llevaron a la quiebra”. El que completa la dupla es Daniel (Cutuli), mucho más convulsivo y frontal, trabajador de la fábrica desde hace 30 años, y muy amigo de Juan. “A los dos los conocía porque trabajaron antes en un corto mío, y enseguida pensé en ellos para estos personajes. Les interesó el tema y fueron conmigo a recorrer las fábricas y charlar con los trabajadores, para interiorizarse un poco más en el proyecto” nos cuenta Ricardo. Y el trabajo se nota. Hay un plano de la intimidad que es rescatado en la película, y que suele ser relegado a los procesos estructurales. Con un fuerte realismo, la cámara nos enfoca en las emociones de los personajes, como ese aspecto sensitivo de la experiencia, constituyente de la vida social, muchas veces relegado al plano de la acción o del discurso. Los vínculos que van surgiendo entre los trabajadores en la recuperación de la empresa no surgen de buenas intenciones o de ideologías utópicas. Ellos inventan los vínculos que necesitan; es una solidaridad concreta, imperfecta y ambivalente, que nace de una nueva cotidianeidad, sin patrón, entre mates y asados, en enfrentamientos con la policía y en las guardias nocturnas.
Otro protagonista ineludible es la fábrica misma, ARLUMAR, una metalúrgica. Ese taller de chapistería que aparece como la imagen de la fábrica “viva” de los trabajadores, que deslumbra con la inmensidad de los balancines, el ruido de las prensas y las chispas de las soldaduras quemando el cuerpo de los operarios. “Yo tenía la idea de que fuera una fábrica metalúrgica. Conocía la Cooperativa 19 de diciembre, que es donde filmamos, que está en Villa Ballester, y que tenía todas las características que yo buscaba” recuerda Ricardo. Después se ríe, y nos dice que además le quedaba cerca de su casa.
“Industria Argentina” se presentó en el Festival Internacional de cine de Mar del Plata; algo inusual en ese evento: a la proyección asistieron cientos de obreros de fábricas recuperadas. “Vinieron cerca de 500 operarios de todo el país; les gustó la película, los conmovió y también se rieron mucho. A partir de ahí, muchos nos pidieron que la mostremos en otros lugares, principalmente a sus colegas, y así la llevamos a Rosario, Corrientes, San Juan…”. Ricardo nos adelanta que durante el 2012, Año Internacional de las Cooperativas, el film circulará por fábricas, escuelas y espacios comunitarios. A rodar, entonces, y seguir rodando.

Una esquina de recuerdos y un Farol

Echamos luz sobre su historia y nos encontramos con nueve años y nueve integrantes. Viejo Farol no es de bajo consumo, y no escatima en energía cuando se trata de la música, sea rock, ska o reggae. Un demo, un disco, algunas fiestas y muchos escenarios, son algunas de las postales de esta banda que no se queda en un solo ritmo y se deja seducir por la canción. ¿Vos le dirías que no?

Foto: Cortesía de Viejo Farol.

Comentan que al bajón del domingo lo mata el sol. Si al sol le sumamos mates, gente linda y buena música, el domingo se camufla de grandioso sábado. En Parque Centenario, a unos metros de de la famosa feria, entre improvisadas canchitas de futbol con arcos hechos de buzos y bicis a las que se les van sacando las rueditas, Viejo Farol preparaba el sonido para empezar a andar una vez más y cerrar un ciclo de presentaciones que ya llevaba varios domingos. “Teníamos muchas ganas desde hace tiempo de hacer domingos en el parque. La propuesta salió a partir de que la banda quería crecer. Una vez que conseguimos tener nuestro propio sonido el resto vino solo. Es otra onda, porque es mas relajado, acá venimos, tocamos, tomamos mate. Se va sumando gente, y te preguntan ¿Che, el domingo que viene van a estar otra vez?”

Pero el camino se empezó a pedalear mucho antes. Fue allá por el 2003, todavía en el colegio, cuando Federico Larocca (voz y guitarra) y Gastón Rodríguez (batería) decidieron ser “Los Farolitos”. Unos años después, en el 2006, un poco más grandes y con nuevos integrantes quisieron registrar el nombre y se encontraron con que ya existía. Desde entonces, son Viejo Farol, y la formación se fue completando con los años constituyendo un gran equipo. A Fede y Gastón se les sumaron Yamil Allevato en guitarra y coros, Marcelo Medvedocky, bajo y coros, Martín Rodríguez en teclados, Jonatan Macon, saxo alto, Daniel Gonzalez en saxo tenor y armónica, Jeronimo Mateos Ledesma en trompeta y Rodrigo Canales en Percusión.

Doce meses después, el trabajo daba sus frutos y salía el primer demo “Colgados del techo”.
Con trece temas bajo el brazo y la gran energía que los caracteriza empezaron a copar los escenarios. ¿Cómo contener el impulso? Los años que siguieron, se los vio presentarse en Capital, Gran Buenos Aires, hacer giras costeras y hasta cruzar el charco cuando, en 2009, su música llegó al país vecino. “Por mail conocimos unos chicos que nos invitaron a Uruguay. Llegamos y nos sabíamos quiénes eran, ni ellos quiénes éramos nosotros. Podíamos llegar y encontrarnos con cualquiera, pero resultó como si nos conociéramos de toda la vida. Pegamos la mejor, se generó muy buena onda y nos ayudaron también a que toda la gente que fue a verlos a ellos nos conozca a nosotros”.

El 2010 se avecinaba después de casi tres años de continuas presentaciones. La banda crecía y se afianzaba musicalmente. “Año tras año uno va ganando experiencia en lo que es el sonido, en hacer los temas, en lo que es ensayar, lo que es entrar al estudio. Toda esa etapa nos sirvió un montón para pulirnos”. Los chicos decidieron parar con los shows y dedicarse durante esos meses enteramente al primer disco “Disfrutar sin entender”. Tomaron la decisión y fuero a fondo, sin saber cómo iba a ser recibida su ausencia en los escenarios. Pero se relajaron y se enfocaron en grabar. No solo obtuvieron un gran resultado, sino que encontraron en el goce de grabar el nombre del disco, con la ayuda de un amigo que hizo un texto que devino canción. “No sabíamos qué repercusión iba a tener eso de parar un año y meterte a preparar los temas. Entonces estábamos en la sala, no tocábamos en vivo pero disfrutábamos de eso. Empezamos a tomarlo así, de disfrutar de lo que estábamos haciendo. No buscarle explicación a otras cosas. Ya va a llegar el momento de mostrar los temas, de salir a tocar en vivo… “

Un gran trabajo salió a presentarse durante el 2011. La placa te mueve entre diferentes ritmos y sensaciones que muestra a los chicos capaces de encarar nuevos rumbos con mucho huevo.
“Cuando empezamos y éramos cuatro, hacíamos más rock canción, después con el tiempo empezamos con ska, reggae y ahora que somos nueve nos encanta hacer eso. Pero nunca sabemos el próximo disco dónde va a ir. Nos sentimos cómodos haciendo un poco de todo, viendo que sale. La canción te va pidiendo también, entonces vamos buscando cosas. Si te animas a hacerlas está buenísimo”

Aunque cambien los ritmos o estilos de canciones, los chicos están convencidos de que el mensaje y la intención de la banda sigue intacta desde aquel 2003 que los vio nacer.
Siguen tocando temas viejos junto a los nuevos mientras empiezan a pensar cómo organizar las cosas para no dejar de tocar y poder el próximo año empezar a grabar nuevamente.

Para matar la ansiedad podés verlos este 21 de Abril en La Fiesta Farol III, con bandas invitadas y algunas sorpresas en Eva Perón 1934.
¿La idea? ¿El nombre no te dice nada?
“El concepto de la Fiesta Farol es que las cosas no terminen en el último acorde, que no se prendan las luces y se vayan todos”

Afirmando lo que vienen construyendo desde hace tiempo, hay banda para rato, proyectos y puertas que se abren cimentando nuevos caminos.
Empieza a bajar el sol pero el calor se sigue sintiendo, suena Viejo Farol, los mismos de siempre pero continuamente renovados.

Arte en lucha

Los alumnos de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) no pudieron comenzar sus clases. Los problemas edilicios y la indiferencia de un gobierno los sacaron a la calle en Asamblea Permanente. La Dirección General de Enseñanza Artística, dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, promete en sus fundamentos que la actividad de sus institutos “desborde el marco de las aulas y llegue a toda la comunidad”. Eso lo lograron…

Foto: Nos Digital.

La sede de Sarmiento 2573, de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) tiene la fachada cubierta de banderas que anticipan lo que adentro se charla en Asamblea. Sí, en Asamblea. Porque la institución dependiente de la Dirección General de Enseñanza Artística (DGEArt) se declaró en Asamblea Permanente mediante un comunicado el 30 de Marzo.
¿Qué significa esto? Que ninguna de las carreras que allí se dictan empezó las clases debido a la falta de respuesta frente al pedido de un espacio digno y necesario para cursar Escenografia.

La historia de la carrera se remonta al decreto N° 435/10 fechado en Buenos Aires el 3 de junio de 2010 que comienza así:

CONSIDERANDO:
Que por el citado expediente se tramita la aprobación del Plan de Estudios de las
Carreras de: Tecnicatura Superior en Escenografía; Tecnicatura Superior en Puesta en
Escena; y Profesorado de Teatro, a desarrollarse en el ámbito de la Escuela
Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), dependiente de la Dirección General de
Enseñanza Artística del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires

Seria lógico creer que cuando se crea una carrera, se tiene en cuenta que es ineludible un espacio físico adecuado a las necesidades para que se lleve a cabo. En este caso, el espacio con el que se cuenta está muy lejos de serlo. Desde su creación, la cursada es una travesía. Las clases teóricas se dan en las aulas que van quedando vacías y las prácticas en una sala de teatro, con todas las complicaciones que esto genera: el espacio no es apto, hay butacas, no se puede manchar ni ensuciar poniendo un límite a la libertad del escenográfo para tirarse al piso a trabajar sin preocupaciones.

Foto: Nos Digital.

Desde hace dos años, las reuniones, llamados telefónicos y pedidos que se hicieron a Marcelo Birman, director de la DGEArt, fueron insistentes, pero no generaron avances. “Tardaban un montón en dar una respuesta. Siempre del otro lado era ‘arreglate con lo que tenes, vemos si nos podemos acomodar acá’, promesas que quedaban en el aire, pero al momento de ver resultados no pasaba nada” nos cuentan los estudiantes mientras se preparan para la Asamblea.

El problema edilicio se agravó porque es imposible que cursen los estudiantes de segundo año y los ingresantes. Si bien se informó de la situación y se reclamó en instancias previas, los alumnos llegaron a la determinación en una reunión general de declararse en Asamblea Permanente. Los profesores se unieron al reclamo que fue a fondo cuando Diego Cazabat, reciente director de la EMAD, se puso firme y apoyo la Asamblea. La EMAD como institución está reclamando. Alumnos, profesores y autoridades piden un lugar provisorio para que Escenografia pueda empezar las clases. Provisorio entendido como urgente, pero sabiendo que no es la solución final. El problema edilicio está presente en todas las sedes y se seguirá agravando con cursos que se inicien el año próximo en las diferentes carreras, que no van a tener espacio ni para acomodarse si la situación no cambia.

A parte de pedir un lugar provisorio para Escenografía, el pedido como institución es un edificio único adecuado a las necesidades de cada carrera en particular.
Hasta el momento, la única respuesta que se recibió por parte de DGEArt, fue el ofrecimiento de un espacio en el Centro Cultural El Resurgimiento, que tampoco cumple con las condiciones mínimas para cursar.

Se sigue esperando una solución que se promete hace tiempo bajo la única certeza que mantienen los estudiantes: “Queremos empezar las clases, queremos estudiar pero queremos un lugar donde se pueda hacerlo dignamente”.

«Si conoces la historia, sabes que no tiene fin»

Sobre Historia vamos a hablar. Sí. Y te va a interesar. En viaje a Cuba, entrevistamos al director del departamento de Historia de la Universidad de la Habana, Sergio Vilaboy. Cómo se estudia allí y cómo es la salida laboral, el bloqueo, los coletazos de la caida de la URSS, el alcance de la Historia a la población no académica y alguna infaltable cuestión sobre el Che. Dejate tentar para después, poder leer.

Fotos: Nos Digital.

Largo viaje a la Habana, alguna escala y un simpático calor caribeño. Andamos por la capital de la otra forma de vivir, el cielo y el viento en la cara pega suave cuando tomamos un cocotaxi amarillo que se cuela en un transito de grandes carrocerías de más de medio siglo. Llegados al barrio de Laceiba, nos atiende en el estudio de su casa Sergio Guerra Vilaboy, profesor y director del departamento de Historia de la Universidad de la Habana y presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC).

-¿Cómo hace un estudiante en Cuba para poder elegir la carrera de Historia?

– La carrera de Historia hoy en día, eso ha tenido cambios desde los tiempos de la Revolución. Antes, no existía. No te voy a decir que no había historiadores pero era gente que estudiaba otras carreras. Los que se querían formar profesionalmente estudiaron Historia en otras universidades de Latinoamérica. La carrera se crea en 1962, como una reforma universitaria, precisamente estamos conmemorando actualmente los 50 años de la carrera de Historia. El primer curso comenzó el 14 de febrero de 1962. Después de ahí la carrera fue variando su currícula, sus concepciones y su forma de ingreso. Hoy día, la forma de ingresar –respondiendo a tu pregunta- es: los graduados de los bachilleratos eligen qué carreras quieren estudiar en las universidades. Y se ingresa por el rendimiento que hayas tenido en el período pre-universitario. Así que, como cada carrera tiene determinados cupos, si tú no puedes entrar a tu primer opción porque ya ha quedado llena, pasas a la segunda opción y así sucesivamente. Estos cupos se dan para satisfacer, en el ideal, a las necesidades del país. Cuando un estudiante se gradúa, se gradúa con su ubicación, con su trabajo. Por lo tanto, como en Cuba todos trabajan, los organismos e institutos dicen “yo necesito X personas”; y así se hace un cálculo de las necesidades. Pero hay cursos, los sábados, nocturnos o a distancia, que tú puedes optar por estos, y aquí la matrícula es libre, porque el Estado no se compromete por tu ubicación laboral, aunque el título es equivalente. Hay una tercera variante. Cada año se da unas plazas para exámenes de ingresos, para aquellos que no entraron en años anteriores, pero que quieren seguir esa carrera.

-¿Cuáles son las bases del plan de estudio?

Fotos: Nos Digital.

-Nosotros le damos mucha importancia sobre el Tercer Mundo, estudiamos América, Asia y África. Pero también Grecia y Roma, es inevitable, son referentes universales. Hablar de Cesar, de Napoleón, tienes que saber quiénes son.

 -¿Cuál es la forma de hacer que la Historia llegue a la población en general?

-Tenemos cursos por televisión, eso que se llama “Universidad para Todos”. Todos los días por la mañana y a la noche se pasan cursos por televisión, que no son solo de humanidades sino de todas las currículas. Y estos se forman en un nivel pensando en la población en general. No sabemos exactamente la llegada, pero a veces uno va por la calle, alguien te reconoce y te hace una pregunta de lo que vio el otro día en la TV. También por medio de publicaciones en papeles, que son muy baratas e instructivas.

-En cuanto al bloqueo, ¿hay también uno a la historiografía cubana?

-Nosotros hemos tenido etapas. Al principio de la Revolución había un debate sobre las vías para la construcción del socialismo, teniendo el Che un gran aporte. Qué tipo de socialismo queríamos: ¿a la europea o uno propio, diferente, a medida de nuestras características? Y en determinado momento se exponen las tesis del Che, que eran también las de Fidel Castro. En esa etapa de largas discusiones, se debatían sobre las tendencias historiográficas también. Lastimosamente después vino un período, luego de la muerte del Che, en los 70’ en adelante hasta fines de los 80’, donde cambiamos el rumbo y nos integramos a la URSS. Se copió los métodos soviéticos, incluso se intentó implantar un socialismo soviético. Y eso fue muy costoso para las ciencias sociales ya que se impuso una serie de doctrinas dogmáticas, en la Filosofía e incluso en la Historia. Empezaron a considerarse revisionistas otras formas de pensamientos y eso lastró la formación, el quehacer y el debate de los historiadores. Por último, otra etapa, en la que podríamos estar ahora. Se da cuando cae el muro, que fue un acontecimiento catastrófico para la economía del país. Sin embargo, para el ámbito académico fue beneficioso, porque nos demostró que aquello era una basura, que había miles de errores, aunque también tenía sus virtudes, abrió el debate ampliamente. Debido a la crisis económica del país, se dan ciertas dificultades; a veces te enteras que sale un libro y no puedes acceder a él. Para un profesor es difícil. Y eso afecta a nuestras bibliotecas, porque falta nueva literatura. Hoy en día Cuba tiene acceso a Internet por medio de un satélite restringido, entonces cuando quieres bajar un documento tardas una hora. Y no todos tienen Internet, aunque sí todos los estudiantes, pero le pasa lo mismo que a todos, para bajar un documento tardas mucho tiempo. Esto nos limita mucho a todos, aunque no estamos en la indefensión total.

-Con la caída de la URSS, ¿cómo repercutió en los historiadores cubanos la teoría neoliberal del “fin de la historia”?

Foto: Nos Digital.

-Como un absurdo, como una tontería. Que porque se cayó el socialismo, se acabó la historia… Todo el que conozca la historia sabe que la historia no tiene fin mientras exista el ser humano, ya que el humano es histórico. No significa que vuelva el socialismo, habrá otra cosa, pero la sociedad evoluciona, que digamos que habrá un mundo sin cambios, es un absurdo. El problema era que nosotros creíamos que el socialismo iba a ser eterno, y no fue así, era un castillo de naipes. Tenía ciertos problemas que no vimos o no queríamos ver. Yo sabía que había problemas, aunque aparentaba cierta solidez; pero no creí que iba a derrumbarse como se derrumbó. Y eso cambió la vida de este país, pasamos momentos muy difíciles en el ámbito económico. Hubo que cerrar fábricas, Cuba dependía de un 80% del comercio y del capital de la URSS y eso se acabó de acá para luego. A partir de ese momento, fue terrible, la comida no alcanzaba, pero bueno, fue una cosa muy dura de la cual hoy aún no hemos salido pero que ya ha quedado en el tiempo. Nos hemos acostumbrado a la penuria, aunque otras ya fueron solucionadas con el paso del tiempo.

– Hablar del Che en Cuba es casi obligado, las decisiones de ir al Congo y Bolivia, ¿en qué lógica entraron?

-En la lógica de este país, de la política de Cuba. La misión del Congo, ¿en qué se diferenciaba de la misión de Angola y Etiopía? El Che estuvo en el Congo, pero él murió, y Cuba siguió apoyando a los movimientos revolucionarios en África, hasta 1975 empezó la guerra en Angola y tres mil cubanos volaron allí. Con esto te digo que lo que hizo Guevara en Bolivia y Congo no fue otra cosa que llevar a la práctica los principios de la Revolución Cubana. A veces hay gente tendenciosa, tergiversaciones o ignorancia han llevado a decir la tesis de que el Che era una cosa diferente, de que quería una cosa diferente al rumbo de la Revolución Cubana. Que se iba a convertir en un Trotsky y que un día se desengañó y se fue a construir la revolución a otro lado. Y eso es absurdo. La revolución cubana tiene una fuerte impronta latinoamericana, se nutrió de la ayuda de todo el continente. No nació aquí sola y el Che fue muestra de eso, pero la cualidad del Che es que era un político de primera línea que se involucró en los movimientos revolucionarios que apoyaba Cuba, pero no fue el único. El Che siempre decía que tenía la intención de irse a otra parte, pero principalmente a la Argentina, hacer una revolución social allí. Pero después amplió su visión y comprendió que la revolución debía ser latinoamericanista; la que quería hacer, al estilo de la de San Martín o Bolivar. Y el primer lugar que se lanza es al Congo, donde hay cubanos, lo mismo en Bolivia.

-Sin embargo, su misión a Bolivia siempre generó polémica…

Foto: Nos Digital.

-Debes ver que esa era una generación voluntarista que ganaron aquí a golpe de voluntad, pero (la victoria en Cuba) no fue solo por eso, sino porque había un conjunto de circunstancias que lo permitieron, que eran irrepetibles. Había una crisis política, económica y social. Cuando Fidel desembarca, ya era una figura nacional; los campesinos lo iban a saludar para conocerlo, porque lo escuchaban por la radio. Cuando el Che va a Bolivia, la población indígena, no tiene la menor idea quién es. Era un país donde él no tenía raíces, donde el blanco era extranjero, donde los indígenas no hablaban el mismo idioma, había otras circunstancias que en Cuba. Yo creo que probablemente el escenario era menos favorable para hacer una guerrilla allí. Pero su idea era que fuese como el centro de una revolución global, que abarcase Perú, Argentina.

Transmitir una pasión

Nos metimos en el mundo del periodismo partidario para ver cómo es eso de ponerse el overol para relatar un sentimiento. Para aquellos que cuentan los partidos con el corazón expliquen cómo se hace para cablear, conectar, probar micrófonos, chequear los retornos y encintar cables con los nervios que te comen porque juega tu equipo y porque se viene la transmisión encima.

Imagen: Nos Digital.

La tarde respira verano en este otoño mentiroso y porteño. Los hinchas de las banderas se acercan a paso lento, los socios de las camisetas van llegando en los autos y la hinchada del tablón baja de los colectivos a cataratas. Falta para el partido, falta bastante, casi tres horas. Pero, para ellos, ya es hora. La pelota va a empezar a rodar y, para eso, los micrófonos y consolas tienen que hacerles la previa, preparar el terreno para que la pasión juegue libre entre los corazones del dial.
El overol empieza desde cero: las credenciales de prensa, los permisos para el estacionamiento, las corridas para conseguir todas las acreditaciones. Las transmisiones partidarias no la tienen fácil, no son un multimedio y los clubes se ponen en coquetos: “Acá la tenés que luchar siempre, todos los fines de semana”, dice el Tano, relator de la pasión de sus colores en Sintonía Monumental por AM 690. El tipo está totalmente loco. Se ríe cuando le preguntan si la radio lo ayuda con los gastos, sonríe picaronamente cuando sugieren si la actividad le llena algo del bolsillo, casi se ofende cuando, teniendo en cuenta este marco financiero, alguien supone que sólo hacen los partidos de local: “¡¿Estás loco?! Vamos a todos lados, al interior, al exterior, a dónde el bolsillo nos permita”. “Esto se banca con nuestra guita y por nuestra pasión”, afirma el Tano Santarsiero mientras hace casi todo: cablea, conecta, prueba micrófonos, chequea los retornos, encinta cables, saluda colegas, responde preguntas. Un tipo que no para: “Yo soy nervioso, necesito saber que está todo listo, que la transmisión no va a hacer agua en ninguna parte, es lo que mi cuadro se merece, lo que los oyentes-hinchas merecen escuchar”.
Está todo listo. Los tres bolsos que pesaban un muerto, llenos de consolas y equipos, ya están vacíos, los artefactos conectados y la lengua afilada. Se toma un té de tomillo con canela y miel para la voz profesional y agitada del relator/hincha que lleva bien adentro. Se pone los auriculares. “Dame aire”, se entusiasma el Tano.
“Bienvenutti a tutti”, estalla Santarsiero para abrir la transmisión. Las pasiones se cruzan en ese micrófono: “yo hago esto por los colores y el relato, son mis amores”. También le suma el matiz familiar, la sangre tana que lleva dentro. Mete comentarios en italiano, abre y cierra la transmisión al ritmo de la Tarantella, el tipo le hace honor a su apodo y lo lleva adelante con la tonada inconfundible.
“La premisa es relatar con el corazón, identificar al hincha con una transmisión, dar todo para ser los ojos del tipo que siente la camiseta”, resume el Tano.
Por su parte, Juanchi, el comentarista de la transmi, cuenta: “Si bien yo soy colombiano e hincha de un equipo de allí es imposible no encariñarse con este equipo, al cual uno sigue. También con su gente y la camiseta”.
El partido empieza, las banderas endulzan la vista y el relato los oídos. Son hinchas apasionados, disfrutan de relatar, de putear, de protestar, de elogiar. Están sentados, tienen auriculares y un micrófono en la mano, pero son los mismos hinchas que a lo lejos saltan en un tablón.
De repente, el micrófono del sonido ambiente se desconecta. Así no se puede seguir. Si no se escucha la hinchada es casi como si no se escuchara el relato. El Tano frena todo y le da el pase a Juanchi haciéndole la seña de que estire el comentario. Salta los asientos y las mesas de prensa y se abalanza sobre el micrófono de ambiente. Rompe la cinta sin delicadeza, lo conecta y lo golpea tres veces. PAC, PAC, PAC. El ruido se oye en toda la transmisión. El pulgar arriba del comentarista le da el OK y el tipo, siempre corriendo, vuelve al micrófono. “Ahora sí, con el canto de la gente sí, sino no se puede hacer esto. Miren lo hermoso de esas voces, escuche, escuche lo que verdaderamente importa”. La hinchada explota y el flaco Santarsiero mira y sonríe.
Ya pasaron los goles, pasaron los gritos. Pasó la victoria, las puteadas al árbitro. Todo eso pasó. Incluso terminó el partido. La gente también se iba de la cancha. Estaba todo terminado. El sector de prensa se desagotaba, la gente corría hacia los vestuarios, las salas de prensa o a las redacciones. Se metía la muchedumbre en cada una de las salidas para volver a casa.
El micrófono seguía encendido. La voz seguía hablando. La transmisión estaba viva. El trabajo no termina para los que relatan con el corazón. Son los primeros en venir, los últimos en salir. Será porque se sienten en su casa entre esas tribunas.
“Terminar una transmisión siempre te da felicidad, de saber que diste todo, que salió todo bien, que lo viviste como un hincha”.
La pregunta era cantada: ¿Puede alguien sentir la misma pasión que vos pero por otros colores?
“Cuando vos no te podés sacar algo de la cabeza y vivís pensando eso, cuando hay algo que te marca el ritmo de tu existencia; eso es la pasión. Yo siento pasión por estos colores, por el relato, por mis hijos. Toda la vida pensé que el amor a mi equipo era distinto a todos, pero porque es el amor que siempre sentí. Yo dejé todos mis ahorros en esto, en esta pasión, yo pensaba que era único. Pero, una vuelta, en una cena en lo de un amigo, donde había hinchas de muchos cuadros, que eran fanáticos en serio, luego de discutir toda la noche para ver quien era el equipo más grande, después de gritar, pelear y putear, llegué a la conclusión de que la locura es una sola, el amor también. La pasión es única, lo que cambian son los colores. Aunque mi equipo sea el más grande, je”.
Así es el fútbol y las transmisiones que se generan alrededor de la pelota: pasión de todas y cada una de las multitudes, de cada corazón atravesado por una bandera.
Los colores son muchos, la pasión es una.
*Muchas gracias a los amigos de Sintonía Monumental que abrieron sus puertas para mostrarnos cómo se vive una transmisión partidaria y para demostrarnos que la pasión, cuando es pasión, no depende de la bandera. Podés visitarlos y conocer lo que hacen en http://sintoniamonumental.blogspot.com.ar/

Con Obama la dignidad no se negocia

La pregunta no va a ser fácil de responder en ningún momento, pero aún así no va a perder su transfondo: si el sonajero del payaso repite con constancia la misma mierda, ¿es un error político o es una diferencia ideológica?
Así, la frase –vale aclarar- parece una huevada. Pero, quizás, no lo es.
En las últimas semanas, con el paso rutinario de la Cumbre de las Américas que se llevó a cabo en Cartagena (donde se reunieron todos los países que pudieron asistir y se ausentó uno que no estuvo invitado), volvieron a aparecer aquellos que hablan de Cuba –el no invitado- como un símbolo de otra época, como un detalle religioso. En los mismos pasos, fueron resurgiendo militantes del planeta progresista que se refirieron a la Isla como ese territorio que, simplemente, no molesta a nadie (de la misma forma en que esas organizaciones ponen banderas con la cara del Che Guevara porque, a esta altura, no pareciera molestar a nadie). En ese mismo recorrido, fueron muchos, bastantes muchos, los que se indignaron porque no se firmó un acuerdo común tras la Cumbre. Pero pocos, muy pocos, fueron los que se indignaron porque ese acuerdo no se firmó porque, una vez más, los Estados Unidos se negaron a levantar el bloque económico que sostienen contra Cuba.
Los diarios argentinos dijeron: “El acuerdo no se firma por Cuba”. Y se hizo silencio. Fue curioso, pero luego de que muchos presidentes de América –incluso Juan Manuel Santos, el mandatario colombiano, quien fue uno de los que diagramó la política aniquiladora de Colombia, bajo la presidencia de Álvaro Uribe, donde todavía hay 50 mil desaparecidos- se manifestaran a favor de levantar el bloqueo, la situación siguió igual: simplemente, no hubo acuerdo porque Barack Obama aseguró que su país no iba a cambiar su idea sobre qué hacer y qué no con Cuba.
Todo, entonces, siguió igual.
La Isla a la que todos usan para limpiarse el cuerpo lleno de mierdas, sigue bajo un durísimo bloqueo. La Cumbre terminó igual, con todos agarrados de la mano y con una danza de cuartos intermedios en lo que se discuten son negocios. Pero eso no fue lo único que llegó a Argentina. El día siguiente a que terminaran las reuniones, el canciller Héctor Timerman se aventuró en declarar: “Obama no podía entender las tapas de Clarín y La Nación”. El mismo personaje que sostuvo fervientemente la política internacional del aniquilamiento de un país (el ejemplo puede Cuba, pero también puede ser cualquiera de Medio Oriente de los invadidos el año pasado) se volvió el hombre clave para defender los intereses políticos internos de Argentina.
Mientras tanto, mientras se quedó afuera, Cuba fue declarada por Unicef como el único país de América Latina sin desnutrición infantil, cifras parecidas a las que tiene en relación al analfabetismo. Ninguno de los países que estuvieron en esa Cumbre pudieron recibir el mismo gesto. Sí pudo hacerlo la Isla a la que todos usan, pero pocos, en definitiva, respetan.
El sonajero del payaso, entonces, repite la misma bosta. Que Cuba no molesta a nadie. Que Cuba es el recuerdo de una Revolución. Que sirve para separar unas aguas que, en lo cotidiano, no le cambian nada a nadie. La pregunta vuelve a tener sentido: ¿se trata de un error político o es una diferencia ideológica?
Vaya uno a saber. Pero en Cuba está claro que con la mierda estadounidense no se negocia. Porque, en definitiva, lo que nunca se negocia es la dignidad. Eso sí es ideológico.

El insuperable comentarista clásico Boris Kindsome

Por Franco Danussi
Conocí una vez, en una fiesta de casamiento, a un hombre de aspecto general y mirada particular, con cara de a ratos infeliz y gestos de mono. Esa vuelta, este personaje de tragedia egipcia llevaba puestos un jean verde, anteojos a la moda noruega y una camisa fabricada –lo supe más tarde- en las Islas Malvinas. La indumentaria era exótica para la ocasión, pero no sé porqué, no desentonaba. Su cara estaba habitada por cicatrices varias y una barba como tejida en alambre. Era inglés y había nacido en Ecuador: uno de esos personajes auto-míticos, altos en arquitectura, feos sentimentalmente, que se ponen borrachos en tres copas para siempre contar una pavada. Hoy está muerto, insepulto, pero su historia es memorable.
Este hombre, que se llamaba Boris pero se hacía llamar Gustavo, que no tenía hijos pero se inventaba una prole más grande que la de Adán, que usaba guantes de cuero – y nunca lo vimos tocar nada, salvo sus cigarros que fumaba cíclicamente-, se había impuesto – yo sé que lo logró casi a la perfección- un proyecto sensato: hablaba solo con citas; de manuales de cocina, de libros proféticos, de recuerdos, por cosas oídas de la televisión. Su Tarea era citar, aludir, señalar, ejecutar serios actos de remembranza. Se jactaba de no inventar nada, y cada vez que abría la boca tenía un panorama exacto de continuación y una fuente para citar al curioso. Cierto es que muchos no reconocían su gracia incontestable y lo tomaban por un erudito, y más comúnmente por loco. ¿Pero donde está la sabiduría que perdimos en conocimiento? De memoria considerable, hombre gigante, nunca en la edad adulta habló por su alma o su cuerpo cerebral. Era el intermediario prolijo entre una idea preexistente y un ente sobre el que la proyectaba: una hoja, una computadora, una persona, un auditorio. Citaba a automovilistas, a jugadores de póker, a astronautas, a verduleros, a metafísicos, a golfistas, a políticos conservadores, a rabinos y sementales, a estrellas underground del cine y a Aldous Huxley: esos eran los elementos más destacados de su catálogo. Un hombre lúcido se encarga de fabricar frases acordes a su carácter; él, intransigente, creía que la lucidez era una forma enfática del recuerdo. Altísimo gesticulador, conversador erudito, encantaba a las mujeres. Sin embargo, nunca le conocimos ninguna. Un tío mío soltó la idea de que era homosexual, pero que no consumaba –fóbico al profiláctico- por miedo al contagio viroso. Por unos meses se instaló la fortuna de que era, en verdad, y esto explicaba muchas cosas, asexuado. Pero esa condición lo acercaba a un dios y nadie concede tan baja perspectiva por un tiempo prolongado a un familiar querido. Distintas hipótesis se barajaron hasta lo hora de su muerte. Hoy nadie se anima a pedir la autopsia.
Supimos que era profesor y que sus alumnos lo apreciaban. No dictaba una materia, no ejercía en un colegio. Despreciaba las universidades; aseguraba que si ingerir conocimiento puede ser un hecho sano, seguramente esa felicidad no se encuentre entre los carcomidos programas de un edificio tecnocrático ni en las tediosas aulas con fiera luz de orfanato. Su recinto de doctrina era uno de los dos semi círculos de mampostería de la plaza Congreso, donde, cohabitado por algo de basura y al aire libre, supo acumular con la palma de los años una larga serie de discípulos, hoy elementos dispersos y destacados por el globo que en las más altas casas del nuevo estudio perpetúan su escuela. Es fama que el primer comentario a sus alumnos, comenzado un nuevo ciclo académico, era:
“El espíritu humano se siente inclinado naturalmente a suponer en las cosas más orden y semejanza del que en ellas encuentra; y mientras que la naturaleza está llena de excepciones y diferencias, el espíritu ve por doquier armonía, acuerdo y similitud.”
A su estilo, había publicado tres libros. La filosofía platónica sugiere que nuestro conocimiento terrestre no es más que una copia mal ejecutada de la Idea Mayor, del Arquetipo; que la acumulación arbitraria de ideas -a la que tan bien se dispone el hombre posmodernista, como dicen los ridículos- no trae sabiduría, y que estos catálogos siempre desordenados no son más que parciales recuerdos de la Buena Fortuna, a la que no accedemos nunca. Para Boris Kindsome, ejecutor perpetuo del plagio ornamental, pretender la novedad intelectual era idiota: todos los hombres repiten, a su tiempo, lo que otros, ya enterrados, ya saqueadas sus tumbas sus esqueletos, ya olvidados sus nombres sus alfabetos, ya desterradas sus costumbres sus miserias, deformadas sus virtudes sus variantes, dijeron o prefiguraron o escrituraron o comentaron mientras la Electricidad Cósmica les otorgaba el Soplo. Conciente de que no somos más que tristes repetidores de ideas anteriores a nuestra constitución, Kindsome eligió el camino del virtuosi: ejercer su arte con maestría.
Dije que conocí a Boris en una cena de casamiento. El engañado de ocasión era un primo mío, que -después de egresar sin pena ni gloria de la Facultad de Derecho- creyó necesario adjuntar a su carnet de condenado una de esas mujeres que solemos confundir fácilmente con las muñecas blancas y rubias diseñadas por tres científicos alemanes en las afueras de Rotterdam. La mayoría fumaba marihuana para aburrirse y las conversaciones giraban, cuando no se bailaba, sobre las novedades de la gula, los partidos de fútbol, los cornudos del viejo arte moderno y algunos cultivos de moda. En una mesa apartada, ajeno al baile, a la comilona, al saludo obligado con gente que no quisiéramos ver nunca, Kindsome fumaba tabaco armado al grosor de un choclo. Liquidadas dos botellas de vino, yo estaba preparado para cualquier evento; me acerqué al personaje. La cortina de humo que hacía de antesala a su encuentro le daba un aire espectral, como de aparición morbosa. Cuando me interné en su nebulosa, por dos o tres segundos anduve con la vista bloqueada, pero seguí camino hacia donde imaginaba que estaba sentado. De repente, la claridad: Boris fumando -¡y qué fumador, qué capacidad pulmonar, qué exhalaciones, qué volutas de tóxicos rodeándolo, qué postura como de visionario, qué impresionante capacidad para el goce de ese antiguo placer traducido en la cara, en una expresión como de superhombre!- dormido. El ritual de un fumador siempre es particular y no se repite nunca, nunca, dos veces. Desde los gestos de asentimiento al inspirar hasta el encendido, el apagado, la exhalación, el encorvamiento y el golpecito para que caiga la ceniza, la liturgia es única y conviene siempre a la simulación. ¿Pero qué simulación puede pretender un dormido? Un cenicero sobre el bulto era suficiente para evitar el incendio. Agotado el cigarro, Boris se despertó. Con las manos enguantadas y todavía torpes buscó renovar el flujo. Lo interrumpí. Me miro y dijo: “Gusano”. Cerró los ojos. Lo sacudí. Al rato éramos buenos amigos. Descubrimos que teníamos un lazo sanguíneo lo suficientemente lejano como para no tener que odiarnos necesariamente. Vivía solo. Tomamos la costumbre de visitarnos una o dos veces por semana. Ese verano, juntos, fuimos de vacaciones al sur.
Habíamos alquilado una cabaña por un precio ridículo en el medio de la montaña, a pocos kilómetros de San Martín de los Andes. El dueño nos advirtió antes de dejarnos que ocasionalmente se generaban tormentas imposibles, pero que no nos preocupásemos en exceso; que procurásemos quedarnos adentro y no íbamos a tener ningún problema. Lo tomamos por un imbécil y lo dejamos ir, así de fácil. Los primeros días fueron, para Boris y para mí, generosos. Pero, ay, imagínense la locura y la molestia, lo enfermizo y lo intolerable, la tendencia a querer escupir en la cara a un hombre que cita y cita todo el tiempo, tanto por los beneficios que le daba la contemplación de un evento cualquiera como por los gemidos de su masturbación o al golpearse contra una mesa o en las discusiones diarias. Un arroz pasado traía como reprimenda un pasaje de la “Fisiología del gusto” y en sus días de mal humor era habitual que me censurase con fragmentos de “El renacimiento inglés del arte”. Aunque justo, era insoportable. ¿Qué polemista podía luchar contra él, que tenía más tomos en la cabeza -ordenados y bien dispuestos- que cualquier biblioteca digital, barrial o de municipio? Lo traté de convencer muchas veces con argumentos vencidos, que eran, de alguna forma, los mismos que él utilizaba. Me pasé una noche entera con la firme intención de hacerle creer que su compulsión por las citas era una manera de tener condensado a su inconciente en un cajón sin llave de su corpus mental, procedimiento de represión por el cual bloqueaba a la figura paterna y desplazaba la frustración de una mala relación infantil con un orden experimental en el que no había cabida para el error, porque todo era repetición. Cuando terminé mi exposición me di cuenta que Boris estaba dormido –seguramente desde los primeros minutos- y además estaba fumando. A la mañana siguiente, con una valija en la mano, le dije: “Me voy, no te aguanto más.” Y con una melancolía que me pareció accesoria le tiré la sentencia que creía final; le dije con la mayor de las gracias y mientras abría la puerta: “Andate a cagar, forro.” Me miró y se rió. Mi decisión era tan firme que me pareció lo único en mi vida de lo que no iba a arrepentirme. Pero no sé como, diez segundos después, estaba otra vez adentro de la casa. El insuperable, para que me quedara, me convenció con una exhortación notable de dos horas repleta de alegorías, creo que original de Juan Escroto Erígena.
Esa misma noche, sentados en una sala, fumando en sillones enfrentados, veíamos la lluvia golpear de costado los ventanales. Uno tras otro, los truenos tronaban en nuestro torno. Estábamos tomando un café fuertísimo; nuestro plan era mantener la vigilia hasta que pasara la tormenta. Yo, con las ventajas que me daba el amago de partida, lo estaba molestando; insistía para que recurra a alguna originalidad, para que se haga cargo de un invento, de una novedad, demasiado convencido de que el curso de su vida iba a dar un giro excitante y que más tarde me lo agradecería. Tanta fue mi intensidad en el reproche, que exaltado, me dijo: “¡Sos un loco, y cuánto, cuánto, me gustaría que te callaras, al menos esta noche, y me dejes tranquilo, bocón, bocón, molesto!” Después, se quedó mudo. Supongo que buscó en sus registros, y buscó, y siguió buscando. Cuando se dio cuenta que no había citado, que había insistido en una frase nueva, se le paró el corazón. Así dejó este mundo el insuperable comentarista clásico Boris Kindsome.
Traje el cuerpo a la capital, envuelto en mantas. Nunca avisamos al registro civil de su defunción. Hoy, con su documento en la mano, afirmo que cumpliría noventa y tres años. Una vez llegó una carta documento de una editorial acusándolo de infractor de copyright, pero un abogado amigo despachó el asunto con maestría. El cadáver lo guardamos en la casa de mis abuelos, en una vitrina monumental, conservado químicamente. Algunas veces nos sentamos a la mesa y nos quedamos pensativos, mirándolo. Nadie dice nada, apenas se mueven los cubiertos, la sal se pide con gestos: sabemos que mientras esté él toda articulación será escasa, y además nos achica su mirada helada, que da miedo e invoca silencio. Debajo de su cuerpo, escrito en tinta china, se lee el epitafio: “El plagio es necesario. Está inscrito en el progreso”.

«La gente de la pampa sojera busca emigrar»

En épocas en donde tanto se habla y se comenta de modelo, nos sentamos con el economista Julio Gambina a que explique, luego de haber publicado ¨Afloran los límites del modelo», qué es lo que entiende por ello. La soja, las estatizaciones, la ecología, las mineras y la vida humana en medio de todo.  

Escudando una foto del Che y un retrato de Rosa de Luxemburgo, Julio Gambina (http://juliogambina.blogspot.com.ar/), presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, acaba de firmar un documento del grupo de Economistas de Izquierda titulado “Afloran los límites del modelo”(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=147522). En su oficina porteña, despliega su acento sanjuanino para invitar a María Elena Saludas, coordinadora nacional de la Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras especulativas para Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC http://attacargentina.com.ar/), a sumarse a esta charla sobre el monocultivo de soja, el modelo de desarrollo y producción que implica, y sus alternativas. 

-¿Dónde nace la relación entre la economía y la ecología?

Fotos: Nos Digital.

JG: El modelo de desarrollo y producción agroexportador extractivista tiene como un elemento central la depredación de los bienes comunes y la naturaleza en toda América Latina y el Caribe, junto con su población. Por eso no se puede separar economía de ecología. La disciplina de la economía nace como economía política. Es una disciplina de análisis del modelo productivo de desarrollo capitalista que nació junto con él y se instaló a nivel mundial. Hago estos comentarios porque cuando uno piensa en América Latina y el Caribe, tiene que entender que es un territorio funcional a la acumulación originaria del capital que se desarrolló entre el siglo XIII y el XVIII. No puede pensarse, por lo tanto, al capitalismo desde el origen sin la destrucción de la población y sus recursos. Esa destrucción es fundacional a la revolución industrial europea. Estamos viviendo ahora una época en que de nuevo América Latina, incluso los países emergentes –que es una denominación que hacen los organismos financieros internacionales para señalar países que ofrecen condiciones de alta rentabilidad a los capitales externos-  vuelve a ser funcional al capitalismo desarrollado: Europa, Estados Unidos y Japón.

-Dice que vuelve a ser funcional. ¿En algún momento dejó de serlo?

JG: En los últimos 150 años, el principal insumo del modelo productivo ha sido el petróleo. Hay una crisis energética que supone el estancamiento del stock de reservas hidrocarburíferas. La tendencia es a que se agoten, por el consumo depredador. Por eso los principales ideólogos del capitalismo piensan en un capitalismo verde. Lo ecologista había aparecido como una reivindicación de izquierda en la década del ’60 o ’70, cuando empezó a notarse el tema de afectación de la naturaleza por parte del modelo productivo. Lo que hay ahora es que la clase dominante a escala mundial se está apropiando de ese discurso verde. La discusión de los ’70, de la alianza verde-roja, por la que surgió el ecosocialismo -la ecología política, una vinculación de marxismo con defensa del medioambiente-, fue apropiada por la clase dominante. El capitalismo verde alude a una concepción que hay, planteada por Barack Obama en la cumbre de Copenhague en diciembre de 2009, de que ellos se van a encargar de compensar el problema que genera el modelo productivo contemporáneo, es decir la contaminación del aire y del agua, la tala de bosques… “Lo vamos a compensar con bonos de carbono”, dicen. No proponen cambiar el modelo productivo para que no se sigan afectando los recursos naturales, sino frenar el desarrollo productivo del resto de los países del mundo y que ellos mismos lo compensen. A partir de ahí lo incorporan al mercado especulativo de los bonos del carbono para contrarrestar la crisis climática. Para nosotros no hay crisis climática, sino un resultado del mismo modelo. El planteo de la economía verde está muy asociado a la explotación de los recursos naturales. Si uno mira cierta topografía de la Argentina con la expansión de la soja, ve que se está tornando cada vez más verde. Ya no es por pasturas del ganado, por ejemplo, sino por este monocultivo. La economía chaqueña, sustentada en la economía del algodón, hoy está invadida por la soja, por ejemplo. Los lugares que no penetró son los que tienen minerales como recurso principal, como San Juan.

-¿Son incompatibles soja y minería en un mismo territorio?

JG: Son incompatibles por la disputa del uso del agua, que a su vez le quitan a la agricultura familiar. Los recursos naturales involucran en un mismo nivel de gravedad la explotación minera y la sojera. Se ha generalizado la extensión sojera por el carácter del desarrollo agrícola en Argentina, pero al minero hay que prestarle atención porque es reciente, producto del pacto Argentina-Chile del año ’96. Sin embargo, crecientemente van a aumentar las inversiones transnacionales, del mismo modo que avanzaron en el ciclo sojero: la dominación que tienen las trasnacionales de la alimentación y biotecnología en el paquete tecnológico. El tema no es tanto el pequeño propietario de tierra donde se planta soja, sino precisamente el paquete tecnológico requerido para que avance el proyecto sojero. Por eso el problema hay que verlo integralmente: la producción, la distribución –que incluye la privatización de los ferrocarriles, y las terminales privadas de puertos-  y exportación. El ciclo completo está manejado por corporaciones transnacionales.

MS: Cuando hablamos de modelo de producción y distribución tenemos que agregarle consumo. Las personas ya no son ciudadanos sino consumidores. Con el planeta finito que tenemos, este nivel de consumo es imposible de sustentar. Por eso cuestionamos también que se hable de desarrollo sustentable en el marco de este modelo. El alimento pasa a ser una mercancía más. Se especula en bolsa quién fija el precio de la soja, el trigo y el maíz. Todo pasa a ser una mercancía, hasta, en consecuencia, la vida del hombre. Es imposible continuar con este ritmo de crecimiento, si hay exclusión. Hay gente que tiene que venirse del Chaco, de Formosa, de Salta, porque sus tierras son tomadas para poder, en el caso de Argentina, cultivar soja. El debate pasa también por poner en cuestionamiento el actual modelo de consumo, absolutamente irracional, en el mundo entero.

JG: El planteo ideológico que se difunde es “Aprovechemos este momento. El mundo pide soja, démosle soja”. La producción es la que determina las condiciones de consumo. China, que está incorporando una cantidad enorme de población a la producción, está modificando la dieta alimentaria. Por eso, buena parte de la soja que importa es para consumo de animales que serán consumidos por ellos en su cambio de dieta.

-¿Cómo afecta al productor este ciclo de consumo?

JG: Lo que defienden los principales centros ideológicos de las clases dominantes de la Argentina es aprovechar este momento bajo las condiciones de organización de la producción: concentración de la tierra, del paquete tecnológico. Quienes exportan son un pequeño grupo de transnacionales, igual que quienes manejan el paquete tecnológico. El productor con la cosecha ya no genera sus propias semillas, sino que vuelve a necesitar ese paquete tecnológico que le venden. Se financia con los pooles de siembra, que tienen la forma de profesional de pueblo que le sobra el dinero e invierte. El tema no son los pequeños fideicomisos, sino los gigantescos pooles de siembra que manejan lo principal de la producción.

-¿Regionalmente, cómo se piensa el problema?

MS: Está instalado en el sentido común que este modelo es redituable. La soja en sí no es mala, sino el monocultivo en el poder de las transnacionales. Como los gobiernos de toda América están de acuerdo con eso, todo, hasta la infraestructura, está en función de la extracción de materias primas.

JG: El esquema de este modelo que se hace en el marco de un programa que defienden las corporaciones transnacionales y los principales estados capitalistas del mundo es la liberalización de la economía mundial para que haya fronteras abiertas para el capital, las mercancías y los servicios; no las personas. Por eso la Iniciativa para la Integración de Infraestructura Regional de Sudamérica hay que entenderla como  un mecanismo de inserción subordinada de América Latina y el Caribe en la economía mundial. El Mercado Común del Sur está especializado en la división internacional del trabajo como el lugar donde se produce la soja del mundo. Paraguay y Uruguay tienen incluso, proporcionalmente en cuanto al terreno cultivable, más soja que Argentina y Brasil.

-El gobierno habla de industrializar la ruralidad.

JG: En las aceiteras, por ejemplo, hay trabajo, pero es mínimo porque está todo muy mecanizado. El principal tema es que no es una producción difusora de fuerza de trabajo. A solo modo de ejemplo, en el Chaco, una extensión de 60 hectáreas que producía algodón en el ciclo productivo anterior involucraba como fuerza de trabajo, en distintos momentos del año, 40 personas. Hoy esa misma extensión de tierra, prácticamente no requiere fuerza de trabajo. Es un mecanismo expulsor de fuerza de trabajo. Movimientos como Paren de Fumigar tienen que ver con que poblaciones cercanas a la pampa sojera buscan emigrar porque las fumigaciones afectan las condiciones de desarrollo. A partir del paquete tecnológico que implica el uso de pesticidas, herbicidas, que incluso dependen del petróleo, no hay necesidad de desmalezar -la cosechadora levanta la cosecha y atrás suyo, viene la nueva siembra directa-. En función de los precios internacionales, también se arruinan los suelos porque los productores no rotan los cultivos para recuperar los nutrientes de la tierra. La creciente producción de soja es una exportación de tierra y de agua, no solo sale el poroto y el aceite. Algunos explican que América Latina está fuera de la crisis porque hay mucho crecimiento. Es un error. El fuerte crecimiento está ligado a los altos precios de las materias primas necesarias para el desarrollo de los países centrales. El ajuste materializado en América Latina en los ‘70 y los ’80 es el que se está haciendo ahora en Europa. Se está cerrando el ciclo del ataque del capital al proteccionismo keynesiano.

 -¿No puede ese crecimiento ser un recurso de las ideas de izquierda?

JG: Los que dominan el paquete tecnológico de base de este desarrollo productivo son transnacionales. Se ve muy claramente en la Argentina que lo que creció durante el crecimiento de la economía, fueron las remesas de utilidades. En la década del ‘90 lo más importante era el pago de intereses y capitales de la deuda y, en menor medida, las envíos al exterior. A ese modelo lo definen como especulativo de valorización financiera. En los últimos diez años, lo principal no es el pago de intereses y capitales, sino las remesas de utilidades al exterior. Ambos terminan con la salida de capitales. Quienes dominan el ciclo productivo contemporáneo siguen siendo las corporaciones internacionales. Venezuela le propuso a América Latina crear Petroamérica para encarar una fórmula de desarrollo compartida. No tuvo mucho éxito. Solo respondieron los países del Petrocaribe, dieciocho países del Caribe y Centroamérica, cuyo peso es minúsculo. El principal comprador del petróleo venezolano sigue siendo Estados Unidos. En América del Sur, Brasil tiene PetroBras, que actúa como una transnacional más. La expropiación de Repsol en Argentina supone discutir cuál es la política económica que se lleva adelante y quiénes son los beneficiados y quiénes los perjudicados. Se trata de pensar en función de qué se explotan los recursos naturales, y cómo se tiene en cuenta a los intereses de los campesinos, trabajadores, pueblos originarios. El crecimiento de América Latina actual no está resolviendo una mejor calidad de vida de la población.

Dícese del obrero argentino

Breve repaso histórico por la conformación del obrero argentino desde 1880. La organización, la resistencia, las huelgas y los derechos atropellados en ese camino largo que se transitó como clase.

A la Generación del 80 -nos contaban en el colegio- pertenecieron personajes como Julio Argentino Roca, Carlos Pellegrini, Roque Saenz Peña y demás nombres que tanto nos abombaban los oídos en las aulas.  Durante este período de casi 40 años se viviría la consolidación del Estado nacional, un gran crecimiento económico basado en el modelo agroexportador  y  la inmersión en las relaciones capitalista. Pero algo más se gestó, y eso fue ni más ni menos que el origen de la clase obrera, no solo entendida como clase asalariada industrial, sino también como proceso ideológico en el cual sus actores pasaron a tomar como propias ciertas experiencias, reclamos y liderazgos. En estas líneas intentaremos hacer un pantallazo general de este proceso, para poder ver el nacimiento tanto de la conciencia proletaria como de sus condiciones de vida y resistencias.

Las industrias modernas vieron la luz en la década de 1880, pero solo 10 años más tarde empezarían a expandirse y a cobrar real magnitud para la economía nacional. Las nuevas oportunidades que ofrecieron la expansión del ferrocarril, la llegada de capitales externos en forma de inversiones y empréstitos, y la creciente demanda de productos debido al aumento poblacional, fueron aprovechadas de diferentes maneras por las economías regionales. Se especializaron en manufacturas basadas en los tradicionales cultivos agrícolas –por ejemplo: azúcar refinada y aguardientes en Tucumán o vinos en Mendoza.

Este esplendor se puede constatar en los censos nacionales de 1895 y 1914: se puede observar una duplicación tanto del número de trabajadores –de 174mil a 410 mil- como del número de empresas que se registran en la actividad industrial -22mil a 44mil-, a la vez de la quintuplicación de las inversiones[i].

Aun así, el carácter de estas industrias era esencialmente heterogéneo, hasta 1930 convivieron industrias de tipo taller como empresas de mayor tamaño. Como el historiador y economista Díaz Alejandro explica, “en las ramas que suelen instalar plantas técnicamente más complejas (como las industrias metalúrgicas), la mayor parte de la producción se llevo a cabo en pequeños establecimientos trabajo-intensivos (por ejemplo, los talleres de reparaciones de los ferrocarriles). Las actividades más modernas se ocupaban de la elaboración de alimentos: los grandes establecimientos frigoríficos, las fábricas de cerveza y los molinos harineros y azucareros”[ii].

Si la visión tradicional, como marcamos al principio, nos mostraba una Argentina basada en la exportación de materias primas, ahora el paisaje se nos hace diferente. A partir de 1899, la contribución del sector industrial al PBI nacional era del 14%, un punto más que la agricultura. Y tan solo tres años más tarde, superó en importancia tanto a la agricultura como a la ganadería, participando en el 20% de la riqueza.

Pero, ¿cuál sería el costo de precipitado crecimiento? Este recayó sobre las espaldas de los que menos tenían, de aquellos que iban a estar de sol a sol hacinados, produciendo, por un salario reducido. O sea, los obreros.

La historiadora Mirtha Lobato explica que “en 1897 un estudioso de los trabajadores de la Argentinaescribía sobre las condiciones de labor y remarcaba las pésimas condiciones existentes tanto en Buenos Aires como en el resto de las provincias, en particular en el Norte (…) Esa explotación de los trabajadores se realizaba tanto con el fin de tener peones baratos, disciplinados y dispuestos a soportar todas las ignominias de los industriales y sin derecho a protestar”[iii]. Los industriales tenían el poder y abusaban de esto para lograr aumentar sus ganancias. Mientras tanto, las ciudades se poblaban de trabajadores, tanto del campo como del extranjero, viviendo en las situaciones más extremas. La imagen del conventillo recorre hasta hoy la visión de una Buenos Aires pasada, donde hasta el último centavo valía para alimentarse, y bajo un techo convivían tantos como entraban.

Si mencionamos las bajas condiciones laborales y la explotación, es necesario remarcar sus resistencias, las formas que se desarrollaron el enfrentamiento entre capital y trabajo; ya que poco realista sería creer que el proletariado se mantuvo inerme frente a las desigualdades.

Hasta 1880, al ser la producción predominantemente artesanal, los trabajadores calificados tuvieron gran poder de negociación gracias al control del conocimiento del proceso productivo. Sin embargo, al empezar esta nueva época se empezaron manifestar diversas modificaciones en las relaciones de poder fruto, por un lado, de las transformaciones en la organización del trabajo, como también por la llegada masiva de inmigrantes, engrosando la oferta de mano de obra.

El aumento del trabajo no calificado, el aumento de la cantidad de obreros en una misma fábrica y demás, originaron el surgimiento de dos elementos claves para la resistencia ante el capital: la huelga, como herramienta principal de manifestación, y las Sociedades de Resistencia, como núcleo de representación de las demandas, que podían asumir la forma de gremios, sindicatos, sociedades de ayuda mutua, centros culturales; etc.

Será a partir del nuevo siglo cuando harán su aparición las Federaciones, que aglutinaban diferentes gremios, entre los que se destacaronla Unión Gremial de Trabajadores, la Confederación Regional Obrera Argentina y la Federación Obrera Argentina entre otras.

En cuanto a los reclamos, “la mayoría estaban dirigidas a pedir aumento de sueldos, aunque también se observan reclamos para que los pagos se hicieran con mayor regularidad y para eliminar el trabajo a destajo. También vemos pedidos para anular multas y evitar la reducción de salarios. El segundo grupo más importante de demandas tienen que ver con [disminuir] los horarios de trabajo”[iv]. A esto se deberán sumar aquellos relacionados con la mejora de la situación de las mujeres trabajadoras como a su vez, aquellas manifestaciones de solidaridad con ciertos gremios, en rechazo a la represión de determinada huelga, el encarcelamiento de algún militante obrero; es decir, aquellas ligadas a la solidaridad obrera, que tuvieron su auge a partir del 1900.

Huelgas por mejoras salariales o materiales, por solidaridad; hacinamiento, malas condiciones laborales, explotación, abuso, desvalorización del trabajo femenino. Este cuadro de fines del siglo XIX y principios del XX, parece transpolarse a la realidad actual. Solo nos queda preguntarnos, cuánto faltará para que esto sea en exclusivo parte de un pasado superado.



[i] Korol, Juan Carlos; “Industria (1859-1914)”. En Nueva Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Planeta, 2000. Pp. 13
[ii] Díaz Alejandro; “Etapas de industrialización en Argentina”. En: Ensayos sobre la historia económica argentina. Buenos Aires, Amorrortu, 1975.
[iii] Mirta Zaida Lobato: “Los trabajadores en la era del “progreso” en Mirta Zaida Lobato (directora): El Progreso, la modernización y sus límites. Colección Nueva Historia Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2000. Pp. 469
[iv]Roberto Korzeniewicz: “Agitación obrera en la Argentina” en Latin American Research Review, Vol. XXIV, Nº 3, 1989. Traducción de la cátedra (edición OPFyL, 2005). Pp. 10.

De marzo a abril, golpes de Estado en África y su legado colonial

La Internacional

Del 22 de marzo al 10 de abril, en África se sucedieron dos golpes de Estado, en ambos casos en las cercanías de elecciones presidenciales. En Mali y en Guinea Bissau. Pero algo se esconde en ambos casos, y la clave para entender los conflictos que al interior de estos países se dan, debemos trasladarnos cien años atrás. Así, el colonialismo y su legado serán los lentes que nos permitirán superar la miopía simplista que se cierne cada vez que los medios enfocan hacia el continente africano.

El primero de los golpes se dio en Malí, territorio tan grande como su pobreza, quien hace unos 700 años supo albergar a uno de los imperios más ricos del mundo, hoy sin embargo su realidad es bien distinta. El 22 de marzo el Capitán Amadou Sanogo puso fin al gobierno democrático del presidente Toumani Toure. La crisis al interior del país era grandísima, por los problemas estructurales -se ubica entre los 25 países más pobres del mundo-, como por la incapacidad del gobierno central y las FF. AA. de controlar la rebelión, ligada al pueblo Tuareg que proclamó su propia independencia. El Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNLA) confirmó la secesión del territorio, sin ser reconocida, sin embargo, ni por la ONU, ni por la Unión Africana.
África, tan lejos, siempre ha sido un espacio para los reduccionismos, el cual cada conflicto es visto como el resultado de luchas “tribales” de larga data, o como fruto de la simple violencia que engendra el hambre, sin darles a los africanos la capacidad de poder crear proyectos nacionales propios, políticos y tomar las armas por ellos. Así, el extremo simplismo y hasta el eurocentrismo en la Argentina fue dado por La Nación en su nota titulada “Peligrosa rebelión Tuareg” , el cual conecta la rebelión del MNLA con… Al Qaeda. Así, los tuareg son presentados como nómadas salvajes que con las armas que supo proporcionarles Khadaffi antes de su caída, ahora han vuelto en su ola de violencia contra el Estado de Malí, movidos por células de Al Qaeda que “cual infección (han estado) operando en la Zona del llamado Magreb, en el Norte de África”. La Nación se remonta a lo más exitoso de la literatura política del colonialismo.
En el caso de Guinea Bissau, el problema ha sido otro. El Ejército ha tomado las riendas del poder cuando apenas días faltaban para el ballotage entre el presidente de turno Gomez Jr. y su contrincante, Kumba Yala. Este golpe se da en el contexto de un intento por parte del gobierno de reestructuración de las Fuerzas Armadas, con ayuda de la vecina Angola, quien disponía de soldados en el país, en un plan de democratizar y republicanizar a las fuerzas guineanas.
Frente a estos planteos, ¿África se nos debe aparecer como extraña e incomprensible? No, y mucho menos si tomamos un conjunto de variables que nos ayudarán a alumbrar la oscuridad aparente. En cuanto a los problemas llamados “étnicos” o los movimientos secesionistas, debemos tener ante todo presente que el mapa africano fue construido en Europa, a fines del siglo XIX, luego de que las potencias colonialistas se repartiera el continente. Así, numerosos pueblos fueron movilizados, separados, divididos bajo jurisdicciones que no compartían ni sentían pertenecer. Más aún, con la descolonización, no hubo ningún intento por reconstituir las fronteras según las realidades identitarias o sentidos de pertenencia de tal o cual región. Por eso que el separatismo esté presente en la historia de cada país del continente.
Por otra parte, las divisiones internas étnicas son otro legado colonial. Dentro de un mismo territorio se pueden ver relaciones de exclusión étnica o regional, debido a las construcciones o políticas tomadas por las metrópolis coloniales de antaño, de favorecer a tal grupo o zona en detrimento de otra, a la vez de construir un discurso de superioridad-inferioridad al interior de los mismos pueblos africanos, dentro de la lógica del “divide y vencerás”. El caso tuareg lo revela, al haber conformado un norte históricamente atrasado y nómadas subvalorados.
Por último, en cuanto al rol de las Fuerzas Armadas, se inscribe, como los dos anteriores, en una línea trazada desde la conquista europea, donde el Ejército fuese el órgano estatal central más organizado, por la simple necesidad de mantener una fuerza represiva eficaz en ese mundo alborotado que era el mundo colonial. Así, muchos países fueron herederos de esas FF.AA que mantuvieron su central importancia y actividad en el mundo político, al contar con grandes recursos, o en su defecto, al no tener en los nuevos Estados independientes, un contrincante que pudiese hacerles deponer las armas.
Está claro: África, de esta manera, ya no debe ser leída como aquel mundo exótico y desconocido que viesen los exploradores blancos hace dos siglos. No más.

[1] Cárdenas, Emilio, Peligrosa rebelión tuareg, 10/4/2012, http://www.lanacion.com.ar/1463625-peligrosa-rebelion-tuareg. Fecha de consulta: 18/04/2012