Archivo por meses: octubre 2011

Los Qom cumplieron

El 23 de noviembre se cumple un año de la jornada de represión que terminó con tres muertos, treinta heridos, ranchos quemados y una larga cadena de promesas incumplidas. Desde la mesa de diálogo con el Gobierno Nacional donde reina el silencio, la novedad es que no hay novedades.

No hay día alguno en que los Pueblos Originarios pisaron tierra y dijeron “Esto es mío”, ni fue la tierra quien dijo “Háganme suya”, ni existen Pueblos Originarios como tales, son muchos, y dispersos, y la tierra es de todos y así ellos mismos lo dicen: se autoproclaman “Guardianes de la tierra” acaso porque este tiempo, y ningún antes, se los ha enseñado: hay que defenderlas.

 

No hay papelerío que acredite semejante ceremonia. Estos tiempos han puesto a prueba su capacidad para entrelazar estrategias y argumentos para demostrar lo que, finalmente, imposible es de demostrar en términos propietarios: rigen otras normas, otro imaginario, otra cultura y valores.

 

Como sea, las comunidades van mutando. Desde la intromisión de los planes sociales hasta las amistades con los intendentes, o las camionetas y los celulares. No son los mismos de antes y eso no está bien ni mal en sí mismo: el mal se cuece al calor de intromisiones, cooptaciones, usurpaciones, saqueos, genocidios, represiones, muertes.

 

Y es el Estado el responsable, y también todos nosotros, de esa mezcla violenta, nunca armónica, que nuestra cultura blinda en el intento de aprender de eso otro.

 

Las comunidades originarias terminan cediendo con tal de. Los Qom, tras 5 meses de acampe en 9 de julio, represiones y tres muertos, fueron forzados a sentar personería jurídica como comunidad y elegir a su representante según la ceremonial democrática: escuelas, urnas, fiscales, cuarto oscuro, boletas, voto secreto.

·         El resultado, el mismo: Félix Díaz, cacique de la comunidad Qom en Formosa.

·         El Estado, desnudo: El gobernador Gildo Insfrán empujó, sin éxito, candidato propio y llegó a contar (comprar) 369 votos a fuerza de planes sociales, frazadas, comida, chapas, amenazas.

·         La imagen: las escuelas quedaban a kilómetros de los diferentes asentamientos; el gobierno provincial puso sugerentemente camionetas de traslado; muchos se negaron a excusa de “iré caminando para demostrar que no estoy de acuerdo con este sistema”, cuenta Félix.

 

Todo esto después del acampe. Antes, habían sido tentados de resolver el conflicto con Florencio Randazzo, ministro del interior: el 6 de mayo se les prometió abrir una mesa de diálogo que se reuniría periódicamente para tratar el tema, y mientras tanto debían elegir autoridades y sentar la personería jurídica.

 

Los Qom cumplieron.

 

La mesa de diálogo, cuenta Félix, quedó en mesa sola: no hay diálogo. Florencio Randazzo delegó todo a manos de su vice, Mario Barbosa Romero, encargado de las convocatorias de mayo hasta ahora. Qué hizo: “Después de todo esto la elección que salí ganador entonces el gobierno provincial se retira de la mesa de diálogo y nos quedamos sin interlocutores en la provincia de Formosa. Es una falta de respeto del gobierno no continuar con el diálogo. Ahora que ganó el gobernador en la provincia va a ser mucho más complicada nuestra situación”, dice Félix.

 

Los Qom quedaron hablando solos.

 

El pacto se completaba además con la promesa de restituir una serie de DNI perdidos y quemados durante la represión que sufrieron en Formosa. Félix: “Sobre ese tema no se habló ni se habla, porque estamos ahí con acercamientos a Desarrollo Social por los daños hechos el día de la represión y estamos esperando pero no sabemos nada. Los que fueron a Buenos Aires tienen, pero el resto que quedaron en la comunidad no tienen, han hecho los trámites de actualización y también de regularización y algunos tienen la constancia de DNI en trámite desde hace 5 años”.

 

El otro asunto mentía hacer un relevamiento territorial clave para determinar el tema de las extensiones de la comunidad, por lo tanto de sus tierras: “El relevamiento territorial no se habla, no se toca, solamente las causas penales que siguen avanzando sobre nosotros y bueno, estamos ahí, preocupados por esta situación”.

En el terreno penal, los únicos procesados son los propios Qom. El CELS acaba de hacerse cargo de la defensa de Félix y sus hermanos en penas que mienten sobre “resistencia de autoridad a mano armada”, “violación a una mujer policía” y el corte de ruta que fue reprimido y muerto tres veces: Sixto Gómez, Roberto López y el policía Ever Falcón.

La otra cara del Estado es la propia de Parques Nacionales que disputa una porción de territorio perteneciente a la comunidad: “Nosotros tenemos conflictos con Parques Nacionales por la superposición de títulos de tierra. No nos quiere reconocer una laguna que es nuestra y ellos también alegan que es suya. Hay dos títulos que están superpuestos, uno nacional y otro provincial; por esa pelea que estamos teniendo este frente, y también contra la provincia, contra los particulares… Problemas tenemos montones”.

Preguntamos sobre el acercamiento de los organismos de derechos humanos, si sigue, si no, que al menos mediáticamente es más tibio que antes: “Seguimos trabajando con ellos pero no… Sabemos que ellos tienen también muchos compromisos que asumen al estar solidarizando con otros sectores de la sociedad y… se complica mucho porque por la distancia, por la falta de posibilidad de estar de lleno en el caso de la comunidad”.

 

¿Volver a Capital es una opción?

No, no, todavía no. Estamos evaluando que si el 23 de noviembre no se resuelve nada ahí se podría tomar una decisión respecto a eso, en una asamblea que se va a hacer ese día…  Ya se van a enterar.

 

Artículos anteriores:

No podrán detener La Primevera

Qom aguante
La eterna espera de los Qom

Añoradas despedidas

El juicio y las condenas del reciente miércoles 26 de octubre relatadas bien desde adentro. Entre familiares de genocidas, vivimos las históricas sentencias. En palabras crudas, una crónica para que puedas sentir que estuviste ahí.

La cosa iba lenta… Aunque pactado para las 18, la lectura de la sentencia inauguró pasadas las veinte. La única explicación del retraso, pasada la hora y media: «Se reabrió la deliberación, el fallo se leerá en 15 minutos». Fueron treinta más.

¿Qué importaba, acaso, esperar unos minutos más, después de tantos años?
Entraban en fila los dieciocho militares juzgados por el masivo secuestro alrededor de la Iglesia de Santa Cruz, entre ellas dos fundadoras de madres y dos monjas francesas, o casos como la desaparición de Rodolfo Walsh, y en general por integrar los grupos de tareas que operaban en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA).

Ya sabemos los resultados: 12 fueron condenados a prisión perpetua, entre ellos Alfredo Astiz y Jorge «El Tigre» Acosta, dos tuvieron penas de 25 años, otro de 20, otro de 18, y dos resultaron absueltos: Juan Pablo Rolón y Pablo García Velazco, presos e imputados por otras causas.

Entraban en fila Los Dieciocho, entonces, saludando hacia la bandeja de arriba unos (donde estaban sus familiares), siendo saludados desde arriba todos, incluyendo un escalofriante por sentido ¡Ahí viene Alfredo!

La sala, entonces, divide las verdades físicamente: abajo, los abogados de las partes, y detrás del vidrio protector, familiares de víctimas, organizaciones de derechos humanos, pocos periodistas y quienes espantaron de arriba.

Arriba, los familiares de los imputados, periodistas extranjeros, y yo.

En el caso de estos extranjeros, no refiero a mí, ahí estaban por cuestiones pragmáticas: abajo estaba repleto y arriba, butacas vacías y despliegue para croniquear.

Mi caso no cuadra ni en mis explicaciones. Por qué estaba ahí o qué hubiera hecho cada cual o dónde me hubiésese ubicado depende del momento: cuando llegué, pensé que arriba era mitad y mitad, y luego, fui sintiéndome contaminado por comentarios, expresiones y más tarde provocaciones que confirmaron la sospecha que deslice a mi compañero: acá estamos de visitantes.

Sí, ¿no te diste cuenta? Me encanta, me dijo. Un cínico.

Me sentí en oportunidad de descubrir eso otro. De ver qué pensaban. De ver que hacían estos hijos de puta.

Empieza el show en la bandeja de arriba: Cecilia Pando y compañía rompen el silencio stampa al grito de “¡Cómo permiten esto!” o “¿Y a los terroristas no los fotografían?”.

Se viene la segunda tanda. La pequeñez de la sala hace que los fotógrafos flasheen a menos de dos metros de Los Dieciocho; el tiempo estipulado, que sea rápido y certero: si en medio minuto no sacaste, no hay foto.

La tercera tanda de fotógrafos alimenta el show provocador de Pando y cía.: ahora despliegan, a metros mío, una pancarta que reza: Ayer terroristas – Hoy en el gobierno – ¿Se acabó la impunidad?

Sostiene, de un lado, la propia Pando, y del otro, un pibe de mi edad.

¿Me lo habré cruzado en algún boliche, pedido fuego, habré jugado al fútbol y no me di cuenta, no me di cuenta que era familia de represores?

¿No nos damos cuenta?

Mientras acompañan gritan y provocan más que antes; el Juez: «Voy a tener que desalojar la bandeja de arriba, de seguir así». Silencio.

La última palabra: «¿Y a los pañuelos?».

Serán una treintena que ranquean para jugar en el sub 80. También esta este pibe (¿Pudo haber sido mi amigo?) y otros más jóvenes
que deben ser los hijos directos. Las viejas, maquilladas hasta el hartazgo, brillosos aros que les cuelgan, cara de víbora y edades bien llevadas: deben haber sido lindas alguna vez, se nota, acaso aprovechando las mieles del poder.

No lloran. No parecen afligidas. Sólo vi llorar a los más jóvenes y los viejos hombres. Éstas son pura provocación: además de gritos como esos, algunas llevan un cartel colgante con una foto y un lema: Soldado asesinado por terroristas montoneros.

Pero no son sus muertos. En todo caso, otras víctimas de lo mismo que aquí se está juzgando.
Usan la misma simbología, las mismas imágenes que los familiares de desaparecidos: la foto, el nombre, la denuncia.

Mi compañero me dice: Eso, a mí, me hace tenerles respeto.

A mí no. Estoy más cerca de este otro comentario que otro compañero publicó en Facebook:

  • Lección del día de hoy: cómo soportar más de dos horas junto a los familiares de los imputados- Cecilia Pando y cía- con remeras y pancartas que pedían «Juicio y castigo a los terroristas», cantando la Aurora o el himno nacional y al grito de «Hijos de puta, esto es un circo, ellos son los héroes de la patria» sin recurrir a la violencia física, ni al insulto perverso, ni al garzo en la nuca.

Cada vez que una se levantaba, una vieja, y atravesaba la sala en busca del baño, todas mis fuerzas se concentraban en
Quesetropieceymuera. El garzo en la nuca sea quizá más placentero pero, no, justicia por mano propia, no. Para eso acá estamos.

8,15 horas comienza la lectura de la sentencia. Una pantalla gigante permite ver: Los genocidas, mirada baja; arriba, silencios; abajo, expectativa.

Comienzan los meneos de cabeza, los nos, y las miradas cruzadas entre los familiares de arriba: el juez está leyendo que el Tribunal no dio lugar a los pedidos de inconstitucionalidad de la defensa.

Las cámaras enfocan a Estela de Carlotto.

Sigue la lectura y sigue el show de arriba. Ahora, risotadas sarcásticas y gestos sugerentes: más provocaciones. Las viejas se entretienen entre ellas en su cobarde complicidad: hace como si no les importara, como si no tuviese validez o ya supiesen qué se va a decir.

Están calmas. De nuevo, no parecen afligidas. Al contrario, simulan un clima de distensión y pretenden contagiarlo. Al lado mío, un amigo de los genocidas confiesa a un periodista francés el tono verdadero: Perdón pero prefiero no hablar, es un día muy triste para mí.

Ya se leyeron todas las revocaciones del juez. Viene ahora la sentencia misma: Manuel García Tallada, 25 años de prisión, entendido autor mediato de crímenes de lesa humanidad, privación ilegítima de la libertad «agravada por ser funcionario y haberlos cometido con violencia en 12 oportunidades».

Las cámaras enfocan a un Astiz sereno, que pestañea como perdido y sigue mirando a la nada.

El primer fallo no es categórico, no es feliz. El siguiente de Jorge Acosta regala las primeras celebraciones, abajo, y caras largas arriba: a las 8,31 horas sentencian a El Tigre Acosta a cumplir prisión perpetua en el penal de Marcos Paz.

Más tarde se hará lo propio con Astiz que, sabiéndose enfocado, mientras su sentencia, extrae una escarapela de la bandera argentina, pónesela, y simula el gesto de estar limpiándola, en verdad, como «de haberla limpiado».
La provocación hace eco en la bandeja de arriba, que celebra cada ademán del genocida: «Es un genio», murmura alguien acá, y otra vieja grita a toda la sala: «Obediencia debida”.

El juez amenaza por segunda vez con desalojar la bandeja.

El juicio pasado, no está de más decir, ya Astiz había hecho de las suyas: llevó y mostró a la propia sala el libro de título Volver a matar.

La sentencia sigue al ritmo de perpetuas. Acá arriba, las antes caras largas ahora lloran y las antes provocadoras ahora con caras largas.

Abajo casi todo es celebración.

Casi porque las absoluciones reparten interpretaciones: Están bien absueltos en estas causas, pero en siguen presos y juzgados por otras; Hay pruebas contundentes que participaban de los grupos de tareas de la ESMA, dice otra familiar al pasar.

El clima general es de alegría, abajo, y afuera también, donde se transmite en pantalla gigante la lectura de la sentencia.

Arriba, con la sentencia, el show va llegando a su fin: el juez concluye el dictamen y, mientras se escucha ¿¡30 mil desparecidos!? ¡Presentes! desde abajo, arriba se entona lo propio: primero el himno a la bandera, aurora, y después el nacional. Todo estaba preparado. Antes, mientras y después, acompañan los gritos «¡Jueces corruptos!» o «¡Juzguen a los terroristas!».

La escena completa los muestra tirando papelitos celestes y blancos, alzando sus pancartas, mientras cantan, y, otra vieja, se coloca sobre la cabeza un sombrero de lluvia: Una burla al pañuelo de las madres.

Está sonando Al gran pueblo argentino, ¡salud!

Éstos agregan: ¡Y a sus héroes!

Se van retirando Los Dieciocho y se da vuelta Astiz, de nuevo, mirando hacia arriba, cómplice con sus familiares, sonrisa socarrona, cantando el himno nacional a la par.

Las viejas se excitan y refrescan el grito, provocan.

Pero mejor no darles bola.

Que sea ésta la última crónica que las justifique.

¡Recuperá esta!

La salida al vaciamiento de una empresa. Lacar es una marca de camperas. Era una máquina de trabajo esclavo. Ahora es una empresa en vías de recuperación. Fabricación y comercialización en proceso de reparación. La cooperativa que formaron todos a los que quisieron dejar sin nada, toma forma y se hace escuchar.

Los trabajadores de Lacar en asamblea. Fotos: Nos Digital.


José Tarica supo manejarse como dueño de Lacar conservando a sus costureros en condiciones infrahumanas: encierro, hacinamiento, sobreexplotación con 12 horas de jornadas de trabajo. Los talleristas, procesados y con confirmación de cámara por reducir a la servidumbre a sus trabajadores. Desde 2001, Tarica mantiene a Lacar en convocatoria de acreedores, siempre al borde de la quiebra. Los trabajadores, costureros y vendedores, nunca lo supieron. Gabriela Berardi, ex-encargada del local comercial de Cabildo y Virrey del Pino desde 1998, recuerda: “Nunca vi que la empresa no funcionara. En el 2001 nos pidieron los gerentes, local por local, que aceptáramos una rebaja en el sueldo y una suspensión en las comisiones de venta para ayudar a la empresa en una crisis que decían que Lacar estaba pasando. Lo aceptamos, no hicimos un paro ni nada. Durante un año tuvimos la suspensión y ese sueldo congelado”.

El miércoles 14 de septiembre último, cuando Gabriela abrió el local, entraron detrás de ella el gerente de la empresa y el gerente comercial, diciéndole que habían tenido problemas para volver a alquilar el local y que lo iban a cerrar. En dos horas y media ya lo habían vaciado. La trasladaron a Lomas de Zamora. El domingo, una compañera de otra sucursal la llamó y le dijo: “Gaby, están vaciando todos los locales, andá al tuyo”. En ese momento pensaron que se iba a reducir la cantidad de sucursales, pero no.

En el de Munro, quisieron hacer el vaciamiento a la mañana, pero la encargada le había prestado atención a algunos movimientos de los gerentes: cambios en los códigos de las alarmas, pedido de copias de las llaves, eliminación de la información hasta junio de 2011 de las máquinas registradoras. Ella decidió cambiar los candados. Como intentaron romper la cadena, en cinco minutos, gracias a las cámaras, llegó un patrullero y los detuvo. Se acercó José Tarica y aclaró el tema con un papel del juzgado. Frente a las empleadas, se llevaron todo en cinco camiones custodiados por otros cinco autos de seguridad privada. “Cuando llegué a mi local también estaba vacío. El que no llegaron a cerrar fue el de Morón, donde nos juntamos todos para ver cómo seguir. 250 personas entre fábrica y locales que se iban a quedar en la calle”, dice Gabriela.

-¿Y los que no están en Capital o el Conurbano?

-Tengo entendido que los locales de Neuquén y Bariloche siguen abiertos. El de Mar del Plata la sigue peleando porque cuando se dieron cuenta que les quisieron dar vacaciones a todas juntas, hablaron con abogados para que averiguaran cuál era su condición laboral y trabaron el vaciamiento.

Ese mismo domingo una abogada redactó una carta documento y una carta para que los trabajadores presentaran en el Ministerio de Trabajo el lunes, después de encontrarse con los costureros que no habían podido entrar a la fábrica porque estaba cerrada con un cartel: “La fábrica se mudó. Informaremos a dónde”.  “Cuando Tarica esperaba que nosotros llegáramos a los locales y viéramos que no teníamos más trabajo, ya estábamos en el ministerio ganando tiempo”, se alegra en recordar Gabriela.  El 21 de septiembre tuvieron la primera cita en el Ministerio de Trabajo con los sindicatos y la patronal, que se ausentó a esa reunión y todas las demás: el 22, 27 y 28. Pese a que la Justicia tenía las direcciones de todos los representantes de la marca, la fuerza pública nunca los hizo concurrir tampoco.

-¿Cómo respondió la empresa entonces?

-En todo momento niega el vaciamiento ilegítimo que hizo de los locales. Alegan en un telegrama que la “grave crisis financiera” no les permitió afrontar el pasivo que tenían y nos avisan así que prescindían de nuestro trabajo.

Néstor Escudero, representante de La Alameda[i], encuentra inexplicable la “grave crisis financiera” ya que cada campera les costaba seis pesos en sus talleres clandestinos y la vendían en 400 o 500 pesos. Tampoco le cierra a Gabriela: “Ellos nos decían que no estábamos vendiendo bien, pero no era cierto.  Una sola sucursal facturó 700 mil pesos en agosto. La que menos facturaba habrá facturado 150 o 200 mil pesos. No era muy diferente a otros años. No tengo idea qué números manejaban con la AFIP porque un mes antes nos vaciaron la información de los meses anteriores en las máquinas”.

-Lo de la empresa podía ser esperable. ¿Cómo actuaron los sindicatos?

Los trabajadores de Lacar en la sede de Alameda, en Almagro.


Los sindicatos SETIA (Sindicato de Empleados Textiles de la Industria y Afines) y SOIVA (Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines) nunca nos informaron del concurso de acreedores en el que estaba la empresa. Estamos defraudados por la parte sindical que nos representa. Nos hace pensar que nos ocultaron esa información para que la empresa pudiera vaciar fraudulentamente los locales y la fábrica como lo hicieron. En cada reunión con el ministerio nos decían que no había nada que hacer. Los dirigentes sindicales estuvieron en todas las citas, pero lo único que propusieron fue que la empresa se ajustara al procedimiento preventivo de crisis, es decir, que se le permitiera pagar un 50 por ciento de las indemnizaciones. Por suerte surgió la Alameda para unirnos frente a la separación que proponía la empresa. No teníamos ni teléfono de contacto. Al punto que las fiestas de fin de año las organizaban por separado. Si no nos uníamos, en una semana nos hubieran derrotado porque teníamos que buscar trabajo independientemente, comer, llevar a nuestros hijos a la escuela… Tampoco hubiésemos hecho jamás el seguimiento de dónde estaba la mercadería que ni el ministerio quiso averiguar. Por medio de La Alameda llegamos a que en Malabia 615, una de las propiedades del dueño, se había descargado mercadería constantemente. No está toda ahí, pero es algo de lo que tenemos y que puede llegar a hacernos cobrar algo. Nosotros teníamos una comisión de venta que cobrábamos a contrames el día 20. A fines de septiembre estábamos cobrando lo de agosto. No nos lo pagaron y era plata con la que contábamos. Fue un gran cachetazo económico que nos debilitó el bolsillo.

El viernes el juzgado en lo comercial Nº 17, del juez Federico Güerri sorteó un martillero para rematar los bienes de la empresa en los siguientes 10 días, sin base alguna. “Ni siquiera estaban los créditos laborales presentados tan rápido como para sortear ese día el martillero”, explica Gabriela. No respetó la Ley de Quiebras,  que establece que los trabajadores tienen prioridad para adquirir la compañía en quiebra -que son en este caso las fuentes de trabajo de 250 personas- como respuesta a las indemnizaciones no pagadas. “Lo que hizo el juez fue intentar beneficiar a los amigos de José Tarica, que podrían comprar los bienes más baratos y sacarnos de encima a los trabajadores”, denuncia Berardi. En ese contexto, el martes 11 de octubre, el juez supuestamente no estaba. Como entraron al hall principal del juzgado con banderas, bombos y cánticos a presionar, les concedieron una cita para el día siguiente. “Estábamos prácticamente uno a uno rodeados por la policía antidisturbios”, se acuerda Gabriela. El 12 se presentaron y Güerri les comentó que se retiró de la causa como le habían pedido los trabajadores, según decía. “Si lo hacía, prácticamente empezábamos de cero otra vez. Lo que queríamos es que se retractara con respecto al sorteo”, sigue. Después de hablar con él, el abogado Luis Caro consiguió el expediente que estaba en manos del juez Fernando D’Alessandro.  “Más o menos rápidamente se lo puso al tanto de los sucesos y le comentamos dónde estaban los bienes que ya estábamos custodiando. Como ya no los estábamos vigilando, le dio primacía a hacer eso para que no los perdiéramos. Como no se venían haciendo las cosas imparcialmente, sino para el lado de la empresa, D’Alessandro está buscando darnos la guarda de la mercadería y sortear nuevos síndicos”, dice Gabriela.

Hasta ahora no cobraron ningún tipo de indemnización pero ya están inscriptos como cooperativa y se reúnen periódicamente en la sede de La Alameda a discutir cómo seguir. Para subsistir mientras resisten y empezar a hacer avanzar la rueda, tienen un fondo de huelga: venden rifas que se distribuyen según zonas para vender principalmente en otras fábricas recuperadas. Néstor, que coordina la asamblea, se anticipa y les explica: “Vender en otras fábricas no es mendigar. Ténganlo bien claro. Ellos pasaron por este mismo proceso para poder salir adelante”. Los premios son también productos donados por esas fábricas, como pulóveres,  libros, jugos, pinturas. El objetivo del fondo es “que ningún compañero se caiga por no tener para lo básico”, como repitieron hasta el hartazgo diferentes voces de la asamblea, y empezar a hacer funcionar la cooperativa aunque la Justicia les trabe el acceso a las fábricas y locales. Durante la asamblea, siguen pensando cómo conseguir lo que les falta para hacer algunas camperas y empezar a rodar. El Instituto Nacional de Tecnología Industrial los asesorará y prestará el Centro Demostrativo de Indumentaria de Barracas.

El sábado 26 de noviembre van a organizar un festival para seguir difundiendo, recaudando y celebrando no ser más esclavos, sino dueños de su propio trabajo. Lo festejan riendo de la desgracia:

-“Ya sabemos que vamos a cocinar pizzas, que tenemos los jugos. Quien conozca bandas hable para que vengan a tocar. Ya tenemos un mago.”

-“¡Sí! El mago Tarica, que en dos días te hace desaparecer todo y se borra del mapa.”

 


[i] Mundo Alameda es parte de un movimiento que se inicia como consecuencia de la Asamblea Popular “20 de diciembre” de Parque Avellaneda, que a su vez dio origen a la Cooperativa de Trabajo “20 de Diciembre”, y que a través del tiempo se fue convirtiendo en un lugar de referencia para los trabajadores, a partir de lo cual comenzó la lucha por el trabajo digno contra el trabajo esclavo.

El primer genocidio del siglo XX

¿A costa de qué el mundo debió entrar en la Modernidad? ¿Cuánto tuvo que pasar el planeta entero para tener que adoptar cierta forma de relaciones familiares, propiedad, de organización social y económica? Mucho le costó al mundo, pero mucho más que mucho le costó al continente americano y a África. En este caso, una entrega sobre el terrible caso de Namibia.
No es un detalle menor que la colonización del continente americano es, tal vez, una de las más conocidas por el alto grado de víctimas que conllevó: la desaparición de los nativos del Caribe unas pocas décadas después de la llegada de Cristóbal Colón a las Antillas y el despoblamiento de México, principalmente, por la acción de la viruela que en sólo un siglo exterminó al 95% de los aztecas o, verdaderamente llamados, mexicas.
Pero la triste historia de África deja, también, algunas huellas imborrables. Porque más allá de que las cifras en porcentajes son menores, los atropellos son tanto más graves porque fueron realizados a lo largo del siglo XX, aún después de hitos como la formación de la ONU o la firma de la Convención de Ginebra, respecto al respeto de los derechos humanos por cualquier estado. Aún así las atrocidades siguen emergiendo día a día mostrando el terror, discriminación y la humillación que traería consigo el hombre blanco. El colonialismo y la muerte serían compañeras inseparables.
En este caso, las víctimas se dieron en el territorio de Namibia, al Oeste de la actual Sudáfrica, donde los alemanes aplicarían las primeras herramientas que mundialmente se darían a conocer con el fin de la Segunda Guerra Mundial y el desenmascaramiento de los campos de exterminios. A diferencia del Holocausto, poco conocido es el primer genocidio del XX.
 
Moderna barbarie
Los Nama y los Herero se habían levantado contra el orden germano. Una constante expropiación de sus tierras, desplazamientos, trabajos forzados y tributos durante unas dos décadas habían sido suficiente para que los locales decidiesen revelarse contra el tirano. Sin embargo, la respuesta fue tan brutal como inesperada: el 4 de octubre de 1904, 17 mil soldados a cargo del General von Trotha -un hombre tan terrible que sus descendientes viajaron años después a Namibia a disculparse por lo que hizo su abuelo- se desplegaron por el territorio con la única orden de exterminar a los sublevados.
Los resultados de la campaña militar y aplicación del orden desde 1904 a 1908: de 80 mil Hereros solo quedaron vivos 10 mil en sus territorios y otros 15 mil fueron desplazados al desierto de Omaheke, en el cual, como era de esperar, una buena cantidad murió de sed, hambre, agotamiento por los traslados. En cuanto a los Namas, de 20 mil, solo sobrevivieron la mitad.
Sus tierras fueron fraccionadas y cedidas a colonos. El ganado aniquilado. Las propias poblaciones, fragmentadas.
Dos elementos nacieron en esta zona austral de África para luego ser trasplantadas a la metrópoli y extendida por el régimen Nazi: los campos de concentración y la investigación “científica” con hombres, niños y mujeres.
En cuanto a los campos, muchos de los supervivientes tuvieron ese cruel destino, cuya tasa de mortalidad fue de aproximadamente 50%. Sí, uno de cada dos que pisaban esos centros tenía como destino la tumba. El trabajo esclavo, la falta de cuidados médicos, higiene, alimentación fueron la regla.
Josef Mengele fue más conocido como el “Angel de la Muerte” por su estudio con judíos en el campo de concentración de Auschwitz, en su búsqueda de la “pureza racial” aria. Su profesor sería Eugen Fischer, quien pondría en práctica sus experimentos en Namibia en estos mismos campos de exterminio. Posteriormente, 300 esqueletos tanto de Hereros y Namas fueron trasladados a Alemania para continuar con los estudios…

Olvido y sin perdón
El cuatro de octubre de este año arribó al territorio un avión proveniente de Berlín que contenían 30 restos óseos humanos. De los 300 que se habían llevado hacía más de 100 años, el país europeo decidió retornar algunos de estos a sus tierras natales para que sus predecesores pudieran darle una sepultura digna.
Sin embargo, Alemania sigue sin reconocer el genocidio que perpetró en nombre del progreso, la cultura y la civilización.

Documentos que hicieron historia I

PERÓN HABLA A LOS PERIODISTAS

PRIMERA CONFERENCIA MENSUAL DE PRENSA

20 de diciembre de 1973

Periodista.- En anteriores discursos que usted pronunciara en la C.G.T. hizo referencia a la existencia de una conspiración o de alguna tarea de tipo subversivo. Esas mismas expresiones fueron vertidas aquí, en la Sala de Periodistas, por dirigentes políticos que estuvieron conversando con usted.

Sr. Presidente.- Los comunistas.

Periodista.- Y los demócratas cristianos del Dr. Sueldo.

Sr. Presidente.-

Periodista.- Habló de actividades subversivas que conspiraban contra la estabilidad democrática del país y contra el Gobierno. Yo quisiera saber si usted puede darnos una referencia mayor de cuáles serían esos elementos, y de qué modo habría que ubicarlos.

Sr. Presidente.- Para poder apreciar eso con cierto criterio de racionalidad es preciso pensar que el país está saliendo de una situación difícil; es decir, está en la iniciación de la posguerra. Indudablemente, durante muchos años en el país ha habido una guerra sorda, pero guerra al fin. Una guerra civil que se ha desarrollado por cincuenta mil medios y de distintas maneras; un enfrentamiento irreductible entre sectores.

El buen juicio de un sector de los hombres que actuaban en el poder, que la fuerza les confería, les dio la idea de normalizar institucionalmente al país para que fuera el pueblo argentino quien decidiera el destino futuro. Allí pudieron actuar todos y ser candidatos para el Gobierno, la administración pública, etc.

El pueblo decidió por una gran mayoría que fuéramos nosotros y, por lo tanto, tenemos que estar a la altura de esa responsabilidad. Entonces, lógicamente, iniciamos un camino de pacificación, porque ese es el fin con que se prometió toda esta institucionalización. Dentro de ese concepto, que nosotros apoyamos para la pacificación del país y su institucionalización, comenzamos por una Reconstrucción y una Liberación que son indispensables. Contra eso hay hombres que siguen pensando como antes, que es mejor pelear que ponerse a trabajar para reconstruir el país. Y esos ya no están en la contra, ahora son recontras, como dicen los muchachos.

Es indudable que nosotros no podemos persuadir rápidamente a esa gente; y esos son, indudablemente, los que siguen en la conspiración. Entre ellos hay algunos hombres que todavía creen que una dictadura militar puede ser conveniente para el país. Es decir, no han aprovechado la experiencia del tiempo y del pasado.

Hay otros que quieren copar el Gobierno violentamente, porque creen que hay que poner sistemas más drásticos y duros, empezando a destruir muchas cosas.

Son distintas maneras de pensar. Ellos compran armas y por intersticios entran sus armas; creen que un día podrán hacer algo. Yo lo dudo, pero… ellos están convencidos. Esa gente es la que conspira. En esto hay sectores de ultraizquierda, pero también los hay de ultraderecha.

Eso nos da el derecho de pensar que nosotros estamos en lo cierto; sin embargo tenemos que cuidarnos, pero no violentamente. Yo sé que se reúnen en la casa de “Fulano de Tal”; hablan de esto y de lo otro; pero siempre hay alguno que cuenta; hasta me dicen quiénes estuvieron y qué dijeron. A mí me sería muy fácil ordenar a la policía que detengan a “Zutano” y “Mengano”, y llevarlos presos; pero no, ­¿para qué?, si yo sé que ellos no van a llegar a nada, porque yo he sido conspirador en mis tiempos…

Cuando el pueblo y sus fuerzas políticas están unidas para la defensa institucional, no hay golpe de Estado. Esto sucedió en nuestro país cuando los partidos políticos han ido a golpear a los cuarteles.

Ahora, con la experiencia pasada, no hay nadie a quien se le ocurra semejante cosa.

En cuanto a esos muchachos intolerantes…, bueno, siempre los ha habido. De manera que, puesto que he pasado por todo eso, ¡cómo no voy a estar en claro! No hay que dar por el pito más que lo que el pito vale.

El conspirar no es, por así decirlo, una cosa peligrosa; por lo menos por ahora. Y si podemos conformar una institucionalización firma, con la defensa de todo el poder político de la Nación, no hay fuerza que pueda hacer torcer la voluntad popular. De eso estoy convencido, de manera que no hay que tomar las cosas a la tremenda. ¿Para qué, cuando no es necesario? Lo he dicho muchas veces: soy un general, y obedezco al general que llevo dentro. Pero soy un león herbívoro, un general  al que los años han hecho pacifista y al que no le dá por pelear, porque no quiere pelear.

Un año

Ni la impunidad.
Ni la indiferencia.
Ni la mentira organizada.
Ni la falta de justicia.
Ni el barro salpicado.
Ni las resacas del plomo.
Ni las risas de los perversos.
Ni la sangre derramada.
Ni la sangre derramada por pensar.
Ni los oídos que ignoran.
Ni nada.
Un año: en un año, la memoria nunca olvida.
Un año: un año, sin Mariano Ferreyra.



El ascenso comenta el fútbol

Suben, bajan, pero la pelota pelota no se mancha.
Tienen sus historias y El Ascenso comenta al Fútbol en Vámonos de Casa.

– Mónica Nielsen, la fundadora del Social Atlético Deportivo Che Guevara, club de fútbol cordobés que juega la liga regional de Colón- 14 de octubre del 2012
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-Luciano Theiler, jugó en Islas Maldivas, el Líbano y Bangladesh-23 de septiembre del 2012
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-Esteban Salvatore, arquero de Atlético Policial, nos cantó canciones de la hinchada – 16 de Septiembre del 2012
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– Diego Méndez, futbolista argentino que juega en Vietnam- 9 de septiembre del 2012
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-Pablo Bastianini, futbolista de Boca Unidos de Corrientes, jugó en Japón e Israel- 2 de septiembre del 2012
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– Lucas Mancinelli, lateral derecho de Atlante, Primera B Metropolitana – 26 de agosto del 2012
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-Daniel Casais, volante derecho de Liniers, club de la Primera C – 12 de agosto del 2012
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-Sebastián Bértoli, arquero de Patronato – 5 de Agosto del 2012
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-Rodrigo Sánchez, goleador de Villa Mitre – 18 de abril del 2012
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-Néstor Retamar, DT de Atlas – 11 de abril 2012
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– Fernando Pellegrino, arquero de Atlanta – 4 de abril del 2012
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Más palazos: últimas noticias del acampe de los jujeños

En la tarde de ayer miércoles 12 de octubre, los trece representantes de asentamientos de distintas localidades de Jujuy, junto a organizaciones sociales y quienes se acercaron, cortaron la avenida 9 de julio como medida de reclamo: que alguien los escuche, alguien solucione la regularización de sus lotes en la provincia y, antes, se les garantice seguridad a éstos y aquellos que quedaron en el norte, que no suceda otro Ledesmazo. Lejos de eso, cerca de las 20 horas aparecieron carros de asalto, un camión hidrante, varias motos y una treintena de uniformados al mando del mismo comisario que negociaba, hace meses, con los qom para que despejaran la avenida. Frente a los jujeños formaron entonces una fila de guardia de infantería, carro hidrante al medio, y otra de policías civiles. Primero salieron los chorrazos de agua contra la pacífica protesta que nomás mantenía interrumpido el tránsito; luego todo empezó a dispersarse y, entre corridas y nervios, la excusa para que avance infantería estaba ya echada: avanzaron sobre los manifestantes, los desconcentraron y fueron a formarse en línea, de nuevo, esta vez rodeando el propio campamento. Mujeres desesperadas, con heridas a la vista, gritaban llorando al comisario; una mujer de casi 80 años que se acercó solidariamente terminó empapada por el carro; horas después todavía podía verse afectados por el gas pimienta. El campamento se mantuvo. No sabemos hasta cuándo. Desde San Salvador de Jujuy, María Hoyos, representante del asentamiento de Monte Rico, cuenta que allá también están rodeados de policía: “Estamos a la vuelta de la casa de gobierno, donde no nos quieren atender, pero sí bajaron la orden que nos rodeen”. Cuenta que hay uniformados con palos, escopetas y hasta perros que los miran desafiantes, ansiosos. En toda la provincia, los ocupantes de los casi 20 asentamientos en reclamo cortaron las rutas provinciales: desde Purmarmarca hasta Fraile Pintado. La cosa va seria. Y, hasta ahora, la única cara visible del estado es la policía federal y provincial.

Una cuestión de prioridades

Desde mediados de este año, Ferro puede disfrutar de una ejemplar cancha de hockey profesional que produjo un importante aumento en la masa societaria verdolaga y en los ingresos mensuales. El detalle: la cancha se construyó sobre tierras que eran del Estado, a orillas del Ferrocarril Sarmiento, detrás del estadio de fútbol, donde había un asentamiento de 52 familias que nadie sabe dónde fueron a parar. Acá, la historia.
Ferro es un club que sobrevivió a mil batallas y que hoy lucha por volver a ser una institución social modelo, como lo fue en los años 80 cuando contaba con 60 mil abonados. Recientemente inauguró una de las más grandes canchas de hockey del país, en un terreno en donde antes había un asentamiento. Sí, donde ahora hay dos arcos y unos 500 metros cuadrados de césped sintético antes vivían 52 familias. Es la historia de un emprendimiento que incluyó un desalojo avalado por la decisión de los dirigentes y de los socios del club que festejan una inauguración, sin importarles el paradero de la gente que vivía antes en eso que ahora es una cancha.
Para Ferro las cosas en un momento iban bien. Muy bien. La década del 80 fue gloriosa para el club, como para todo el barrio. Campeón de fútbol en 1982, 1984, claro referente social y deportivo, el Verde se distinguía en todas las disciplinas deportivas. Lo mostraban como un modelo institucional a copiar a nivel mundial. Tanto era así, que para 1988 la UNESCO, en un premio que otorgaba a los clubes más excelentes del mundo, lo destacaba por su permanente apoyo social, cultural y desempeño deportivo.
Pero la década siguiente fue nefasta para el club y para el barrio, como para casi todos los barrios de la ciudad, como para casi todas las ciudades del país. Empezó a tener serios problemas en sus manejos: perdió socios a la par que Caballito perdía su atractivo, se robaron plata justo cuando la clase media profesional del barrio veía cada vez sus bolsillos más vacíos, se destruyeron instalaciones que supieron ser modelo. Todo se fue derrumbando poco a poco, hasta el punto cúlmine del pedido de quiebra en 2000. Gustavo Mascardi, empresario del fútbol, representante de casi media Selección a fines del 90 (Verón, Ayala, Crespo, Aimar, Sorín, Piojo López, Sensini), intentó un salvataje con el gerenciamiento, pero fue un salvavidas de plomo. Ferro, en sólo 20 años, se hundió.
De a poco se fue levantando. Con movilizaciones de los socios, constantes cortes de calle para pedir que se cancele la quiebra, la inauguración de una cancha de atletismo en 2005 construida íntegramente por socios vitalicios, después una de béisbol y de fútbol 5, todo eso fue alimentando, poco a poco, la ilusión de un club que quería tener esperanza de volver a transformarse en esa institución ejemplar.
Y para conseguir eso, Ferro tenía un problema: no tenía espacio físico. Ninguna rareza: en Caballito, el centro geográfico de la Ciudad, espacio es lo que falta y edificios lo que sobran. Pero algunos socios impúdicos tenían un plan. El único lugar donde podía ampliar su terreno estaba ocupado, pero por un asentamiento de 52 familias. Era más fácil de desocupar esa villa que todas las torres que rodean el Estadio Arquitecto Echeverri. Entonces, ese grupito de socios arrasó con el hogar de esas 52 familias sin importar a dónde iban a parar.
En 2007 se inauguró detrás de la cancha de Ferro, un puente elevado que une por encima de las vías del Ferrocarril Sarmiento las calles Avellaneda y Fragata Sarmiento con Yerbal y Nicasio Oroño, para lograr hacer más fluido el tránsito en Caballito. Pegado a ese lugar, sobre los costados de las vías, se fueron instalando las familias, que según cuentan los vecinos eran en su mayoría cartoneros.
“Nosotros queríamos sacar el asentamiento porque nos estaba generando problemas terribles para el club. Nos robaban y amenazaban a la gente. Nosotros les dábamos el agua del club y nos robaban los cables, nos sacaron los faroles de noche. Entraban y saqueaban el quincho, la utilería. Nos molestaba que estuvieran”, afirmó Carlos Lagos, referente a cargo del Hockey en Ferro.
A pesar de lo dicho por los referentes, no todo el barrio pensaba lo mismo y quería el desalojo. “Estéticamente es obvio que no gusta ver un asentamiento, pero era gente que no tenía dónde ir, en algún punto los entendíamos”, afirmó Julia Novica, que tiene un negocio de ropa sobre la calle Avelleneda. Y puso en duda que existieran realmente los robos y las destrucciones: “Estoy al tanto de lo que pasa en el barrio y nunca escuché que hayan existido estos delitos, suenan a excusa para justificar el desalojo y ampliar el terreno del club”. En la comisaría del barrio tampoco confirmaron los dichos del responsable de Hockey.
La resistencia por los desalojos duró poco para estas familias. El primer intento de desalojo, en octubre de 2008, sí pudo ser amparado por el juez Roberto Gallardo, pero el segundo, ocho meses después, el 15 de mayo de 2009, no pudo ser evitado. Las 150 personas que ocupaban el predio atrás de las vías del ferrocarril fueron desalojadas por el Gobierno de la Ciudad a cambio de un promedio de $ 20 mil pesos por familia.
Hoy, dos años después, las líneas telefónicas del Gobierno de la Ciudad no responden cuando se les pregunta sobre el paradero de estas familias y optan por el silencio. Dicen que no lo saben ni lo deben saber.
Sin el asentamiento a su alrededor, Ferro pudo empezar a actuar para conseguir los terrenos y continuar con el boom de construcciones y establecimientos del barrio. Daniel Visconti, socio con pasado en la barra del club y de gran vínculo político, pudo contactarse con Juan Pablo Schiavi, por ese entonces presidente de la Administración de Infraestructura Ferroviaria y logró que le cedieran al club – mediante un contrato de 18 meses y renovable por 20 años – 37 mil metros cuadrados, que incluían las tierras ocupadas y el predio atrás del ferrocarril.
“Era un sueño de todos los socios, de todos los hinchas. Creo que esto demostró que podemos tener un club mejor, que queremos un club diferente”, afirmó Daniel Visconti en el acto donde se escrituró el terreno a nombre de Ferro. Obvio: no hubo ninguna referencia a las condiciones en que fueron adquiridas los terrenos nuevos.
En el acto inaugural en el que firmaron la cesión de las tierras que pertenecían al Estado para Ferro estuvieron presentes –aparte de Visconti y Schiavi– la diputada kirchnerista y hermana de Daniel Visconti, Dulce Granados, y los integrantes del Órgano Fiduciario de Ferro, Liliana Cichero y Vanesa Reguccini.
Después de dos años de la cesión – que fue renovada y ampliada indefinidamente para el club de Caballito –, el club triplicó la cantidad de socios exclusivos de hockey –pasó de 1000 a 3000– a partir del anuncio de la cancha profesional. Asimismo, la cantidad de socios plenos de la institución también aumentó notablemente, generando un ingreso de dinero muy alto para el club.
Para construir la cancha, las cosas no fueron fáciles, pero lo más complicado ya había pasado para ellos: ya no tenían el patio trasero del Estadio ocupado por esas 52 familias que sólo molestaban por su presencia. Ahora tenían un terreno que baldío que debían transformar en cancha de hockey para que la gente del barrio la pueda disfrutar. ¿Y las 52 familias? Lo único que importaba era que aumentaran los socios, parece. ¿Y las 52 familias? No, el club tiene que resurgir, a cualquier costo. ¿A cualquier costo? Sí.
“Nos sentamos a hablar con las autoridades del club y los convencimos de que éste era el negocio más importante por delante”, dijo Lagos. Entonces comenzaron a armar una ingeniería económica para costear el armado de la cancha de hockey, que es una inversión millonaria. Así, llamaron a la empresa Forbex y les instaló la alfombra. Con el aumento de socios y con un arancel extra llamado “cuota cancha”, que consiste en 24 cuotas extra para pagar la cancha –con el mismo importe que la anterior –, el club fue obteniendo ingresos cada vez más contundentes. Además, contaron con enormes aportes de dinero de dos socios principales, de una iniciativa llamada “parcela por Ferro”, donde 300 socios compraron imaginariamente su lugar en el terreno, publicidades alrededor de la cancha, peñas y fiestas.
Eso sí: algo de generosidad tuvieron que entregar ese grupo de vecinos como parte del contrato firmado por la obtención de los terrenos. Ferro debe prestar servicio a la comunidad, un servicio designado a dedo por el Gobierno de la Ciudad. ¿Ocuparse de encontrarle otro hogar a esas 52 familias? No: debe cederle a colegios secundarios y a la selección argentina de hipoacúsicos el terreno para que entrenen en los horarios que lo disponga el club.
Desde el 16 de julio de este año, Ferro puede disfrutar de una ejemplar cancha de hockey profesional y que las obras del club se siguen ampliando día a día.
Puede disfrutar de beneficios un club que parecía estar muerto, pero que empieza a revivir a costa de un desalojo y de 52 familias que no saben dónde están, y que ni parece importarles.

De cuando viajé con Dios por el cielo

Para tratar de mostrar qué es lo que genera Maradona en cada argentino, llega esta serie de crónicas sobre encuentros de gente común con el Diego, ese instante mágico que los que tuvieron la suerte de vivir recuerdan con precisión y lo cuentan en este espacio. Si lo viste, dejá tu historia con el Diez acá abajo.

Era la primera vez que Germán viajaba en avión. Estaba nervioso, inquieto, más movedizo que de costumbre. No aguantaba más la espera, quería conocer de una vez la Ciudad natal de papá, quería pisar por primera vez Buenos Aires para ver a su familia paterna, y sobre todo, a su prima, Mariana, a quién constantemente le mandaba cartas con sus dibujitos.
Pero Germán estaba asustado. Lo inquietaba qué podía pasar una vez arriba del avión. Lo impacientaba la gran cantidad de gente que pasaba a su alrededor, las constantes quejas que escuchaba por la demora eterna en el vuelo y los problemas para abordar. Todo esto lo hacía poner a este chiquitín de diez años cada momento más tenso, más desesperado, más asustado.
“Tengo miedo, má”, repetía una y otra vez el morocho de rulos, mientras las primeras lágrimas le empezaban a caer por la mejilla.
“¿Y si se cae?”, seguía él.
Del otro lado venía el monólogo consolador, que le contestaba con voz calma que todo iba a salir bien, que en pocas horas iba poder abrazar a su prima y hacer lo que más le gustaba: jugar a la pelota.
Después de una hora, Germán pudo empezar a festejar. El momento de avanzar hacia el avión empezaba. Estaba nervioso, iba a conocer un universo totalmente novedoso, que le parecía casi irreal. Y por eso le apretaba fuerte la mano a su mamá, sin soltarla por nada del mundo.
Solo le restaba recorrer los últimos 100 metros hasta que entreguen los pasajes y se puedan sentar, cuando Germán estalló. Estalló y el llanto era cada momento más fuerte. Ya no lo podían controlar. Quería irse de ese lugar, estaba sufriendo y padeciendo, al igual que sus padres que no podían entender la reacción.
Muy a lo lejos, mientras los abrazos y caramelos hacían que Germancito se fuera calmando, se podía ver una gran multitud de gente alterada. Ninguno de ellos le daba importancia. Lo único que querían los padres era que su hijo se siente en el avión y llegar de una vez por todas a Buenos Aires.
Hasta que un murmullo, un comentario al pasar, hizo que las lágrimas del chico frenaran del todo, y que los corazones de los tres se paralizaran un segundo:
“Es ese zurdito de Maradona”, se le escuchó decir a una venezolana pacata con tono de desprecio.
Germán lo miró a su papá con los ojos bien abiertos. ¿Habían escuchado bien? No se dijeron nada, pero la emoción les brotaba por sus rostros. Era el ídolo de ambos. Era el protagonista de los videos que veían siempre juntos. Era el Diego. ¿Era el Diego?
No podían quedarse con la inquietud. No sabían si había sido una loca gritando e insultando por la demora del vuelo o si en verdad el astro futbolístico, ese personaje único para ellos estaba ahí. Tenían que ir a chequear.
Ya sin lágrimas, sin quejas y con los ojos más abiertos que nunca, fueron los tres a paso veloz a verificar si podían cumplir el sueño de conocerlo, de tenerlo cerca.
El panorama no dejaba dudas: una melena con rulos, una musculosa que dejaba asomar la cara del Che en su brazo, y decenas de fotógrafos y periodistas que se peleaban por llegar a él. Era él. Era el Diego nomás.
No lo podía creer, Germán. Escuchaba los gritos y gritos de cronistas y camarógrafos que se peleaban por un lugar, por llegar a sacarle alguna declaración. Él con su baja estatura y su cuerpo diminuto también lo hacía. Gritaba y gritaba “Diegooo, Diegooo”, seguido bien de cerca por su papá que también gritaba desesperado. Pero no encontraban respuesta a los llamados casi de alteración.
Después de dos minutos en el que el clima se ponía más y más áspero entre los periodistas, y con la calma de un Maradona que había llegado a un límite, el diez abrió la boca y fustigó la esperanza del pobre chico.
“Me voy que se me va el avión, chau”
Tan sólo esas palabras le bastaron a Germán para volver a llorar, para volver a acordarse de su miedo a subirse por primera vez a un avión. Ya el Diego no quería que se le acercara nadie, y se fue de su vista, lentamente, con su mujer de la mano con el objetivo de arribar a uno de los aviones.
Que era exactamente el mismo en el que iban a viajar ellos.
Cuando se dieron cuenta de eso, les volvió el aire al cuerpo. Todavía existía una chance de poder tener aunque sea un autógrafo o cruzar una palabra con él. La pregunta que se hacían era cómo encararlo, cómo gambetear a la seguridad que lo cuidaba, como amagar como hizo él con tantos ingleses y conseguir la alegría tan esperada para la familia.
Antes de subir al avión fue imposible. Tenían la esperanza de convencerlo, casi con tono de lástima, mientras esperaba para abordar, pero Maradona se adelantó, eludió por razones obvias toda la fila que la gente normal hace para subir y se les escapó de la vista.
Germán volvía a las lágrimas. Además de estar sufriendo por la nueva experiencia, por lo cerca que estaba del despegue, había perdido la chance de verlo a su ídolo.
Con dolor, angustia y sufrimiento, finalmente la familia se sentó en el avión. Como esperaban, Maradona no estaba al lado de ellos, sino en primera clase. Lugar que ni siquiera podían pispear en sus asientos de turista. A sus alrededores, lo único que se comentaba eran impresiones de los que lo habían visto tal cual lo hicieron ellos.
“Estaba ese gordo”, “el Drogadicto”, “el Desagradable”, todas palabras que Germán escuchaba y no podía entender cómo le estaban faltando el respeto. Estaban en Caracas, lugar donde las aguas por el ídolo argentino se dividen casi tanto como en chavistas y no chavistas. Tenía bronca, los tres tenían bronca de lo que escuchaban que decían los que lo difamaban.
La primera hora había pasado. Germancito seguía angustiado y agarrado de las manos de sus padres, con el mismo miedo de antes de subirse.
“Quiero llegar a casa, ¿cuánto falta?, repetía una y otra vez.
Mientras tanto, les arrimaban la comida. Casi con desprecio, el padre le dijo a la azafata y su amplia sonrisa:
“Perdoná, no estamos de humor para comer”
Con esas simples siete palabras pudo cambiar la suerte de su viaje. Con esa simple frase la azafata evidenció que eran argentinos, que eran de los pocos argentinos que había en el avión y le contaron la razón de su tristeza, de su mala onda inicial.
Germán, mientras tanto, escuchaba atento. Hasta que finalmente los interrumpió:
-¿Vos lo viste a Diego ya?, preguntaba con curiosidad el chico.
-No, no puedo ir hasta donde está él porque mi trabajo está en este sector, le respondió con dulzura la azafata.
Germán se lamentó y retiró la mirada. La azafata preguntó el nombre del chico y se fue a seguir trabajando, dejando nuevamente en la nada a la familia.
Mientras el piloto anunciaba que debían empezar a prepararse para el aterrizaje, que debían acomodarse en sus asientos, el milagro llegó.
Vieron asomarse muy emocionada a la azafata argentina hacia sus asientos con un papel blanco en la mano.
“Tomá, para vos”, le dijo a Germán.
El chico no lo podía creer lo que estaba leyendo. “Para mi amigo Germán, con cariño Diego Armando Maradona”, rezaba el papelito con un garabato de firma abajo. El chico gritó de felicidad, se abrazó a todos y besó a la azafata, que se fue nuevamente rápido a seguir trabajando.
****
Así como al Diez esa famosa enfermera vestida de blanca que lo tomó de la mano le cambió la vida, la azafata vestida de azul se la cambió a Germán. Ya está. Tenía el autógrafo de Diego.
Ahora obedecía, estaba con su cinturón puesto esperando ansioso llegar a su casa, conocer a sus primos, sin quejarse de nada.
¿Viste que no se iba a caer el avión?, le comentó con tono de broma la mamá al descender del mismo.
Y el chico con su papel en la mano, sin querer soltarlo para nada, le contestó con mucho orgullo y pasión:
-Y qué querés, si estaba el Diego, si estaba él no se podía caer.