Los prejuicios a un lado. La iglesia de la Santa Cruz planea desde hace largas décadas en lógicas sociales combativas y comprometidas. El Padre Saracini nos abre las puertas para entender una construcción desde la religión pero con otros fundamentos, no los oficiales eclesiásticos. Los descreídos, los incansables buscadores y los curiosos están bien invitados.
La misma cruz que, junto con la espada, usaron los españoles para arrasar con todo el continente americano. La misma cruz que Videla usó para matar. Pero usada con otros fines. Esta Cruz sí que es Santa. Acá, en esta Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal, se resguardaron los obreros de los talleres metalúrgicos Vasena durante la semana trágica de 1919. Acá en 1966 encontraron refugio durante La Noche de los Bastones Largos los estudiantes de Filosofía y Letras. Acá, en este altar que está en el medio del templo, dio misa el Padre Carlos Mugica. Acá encontraron asilo los chilenos perseguidos durante la dictadura de Pinochet antes de exiliarse en Europa. Acá, ante cientos de fieles, se denunció durante una misa en pleno Proceso, el asesinato del Padre Enrique Angelleli. Acá, en esta iglesia fundada hace 120 años en la esquina de Estados Unidos y 24 de noviembre, durante la última dictadura militar, las madres y los familiares de desaparecidos entraban con la misa de las 7 de la tarde, pasaban la noche reunidos en la Casa de Nazareth y salían con la misa de las 7 de la mañana. De acá, también, se llevaron el 8 de diciembre de 1977 a esas mamás que ya daban vueltas a la Pirámide de Mayo todos los jueves y que resultaron ser las primeras Madres de Plaza de Mayo.
Ahora, ya en democracia, la Santa Cruz sigue marcando su excepcionalidad. De Topper celestes, jean, camisa y una lastimadura en el frente -“estaba colgando un cuadro en el templo, me caí y me hice mierda”, cuenta- nos atiende y sorprende el Padre Carlos Saracini, el párroco de la Santa Cruz. “La Iglesia tuvo un salto en el ‘62 con el Vaticano Segundo. Ahí la Iglesia reconoce que no hay dos historias, como se creía hasta el momento, una historia celestial y una terrenal. Si bien hoy según el discurso de ‘La Iglesia Oficial’ pareciera ser que hay una historia celestial y una historia natural, el Vaticano Segundo empujó a que hubiera una sola. Algunos no se hicieron cargo. Pero cuando llegó a América Latina, al toque, nació lo que se llamó la Teología de la Liberación, la que se enmarca dentro de una corriente mucho mayor junto con la educación liberadora de Paulo Freire, con la asociación con la sociología y con el auge del marxismo. Esa Teología de la Liberación es la que hoy sigue viva. Desde hace 40 años que nosotros, los que animamos el proceso en la Santa Cruz, estamos en esa corriente. Hay una línea común en los párrocos que pasaron por acá. Levantamos la misma bandera que Mugica, Angelelli y esos curas tercermundistas”, explica Carlos, que se encuadra dentro de los padres pasionistas, que tienen sedes en San Cristóbal, Montevideo, Campana, al sur de Salta, en Colonia Caroya (Córdoba) y en Ingeniero Suárez (Formosa), donde acompañan a la comunidad Wichi en la defensa de sus derechos y sus creencias, sin imposiciones. Ahora, nos cuenta también, que hace unos años acompañaron el reclamo de los trabajadores del Hospital Francés, que forman parte del Movimiento los Pibes del Pueblo, que estuvieron junto a los obreros de Burkman, y que se suman a cualquier movida que surja de la Multisectorial Vecinos de San Cristobal.
Hace un mes, como ya ha pasado muchas veces, en la Santa Cruz se velaron los restos recién encontrados de una militante desaparecida durante la dictadura más terrible, Lidia Inés Amigo. “Lo de Inés me lo pidió la mamá porque sabía que para ella hubiera sido importante, y además para la madre también, entonces me pide que sea en un contexto de misa”.
-¿Cómo son esas misas?
– El ser humano necesita rituales desde hace 50 mil años, otros dicen 100 mil, los rituales son lo que le dieron la posibilidad de dar un salto en la conciencia y ser homo sapiens-sapiens. El enterrar a los muertos era uno de los rituales más importantes, porque lo grueso del ritual es hacer algo visible de algo invisible, de esa persona que está debajo de la tierra. Los últimos 5 mil años son de relatos religiosos, lo que hacen las religiones es montarse frente a esa necesidad humana de rituales. Siempre una misa tiene que tener una primera ronda de la vida, cuando digo ronda es porque el altar nuestro está en el medio y hay una necesidad primera de contar la vida. No contamos cualquier cosa: cantamos cosas de León Gieco, Teresa Parodi, Violeta Parra, Víctor Heredia. Y yo toco la guitarra. Son poetas nuestros que pueden nombrar nuestra experiencia. El canto es un medio muy importante para que una asamblea colectiva, lo común es que haya entre 200 o 300 personas, pero puede haber mucho más en estas cosas extraordinarias. Un primer canto va a ser que todos entremos en una misma sintonía, si yo canto “Gracias a la vida” de Violeta Parra o “Yo tengo tantos hermanos” de Atahualpa, o “Razón de vivir de Víctor”, o “La memoria” de León Gieco, a partir de ese canto podemos dialogar. La canción hace de empuje, despierta cosas. Yo sabía que ahí había 200 personas, de las cuales el 60 por ciento eran agnósticos, ateos. Entonces digo: a los que les haga sentido, “en el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo”, pero casi nadie lo hace. Después de eso, Silvia, la hermana de Inés, iba a traer un relato para que aquél que no había conocido a Inés, traiga la frescura de Inés en vida. Y después habilité el micrófono par que quien quiera hablara. De manera espontánea. Pero no se enganchó ninguno. Y yo le había pedido a la mamá que haga una interpretación de qué significa haber encontrado el cuerpo 34 años después, y de todo lo que significaba que su vida grite en medio de un genocidio. Todo eso, dentro de la ronda de la vida.
La segunda ronda es leer el evangelio. Toda misa tiene el texto bíblico. Es un evangelio que tiene que ver con Jesús hablando en la última cena. Era pertinente. Jesús les dice “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Y entra en ese contexto.
Y la tercera ronda es el pan. Lo que yo hago es traer a toda la gente alrededor del altar y eso genera otra lógica. La gente se anima más a participar. Hace 45 minutos que el que vino se dio cuenta que es un espacio abierto. Le mechamos algún canto más, para seguir empujando y que se animen a entrar. Ahí la emoción que se respira ya desborda.
–Al principio de la charla decías “Iglesia Oficial”. ¿Qué lugar ocupan ustedes en esa Iglesia tradicional?
– Digo Iglesia oficial porque es la que tiene más prensa. No es “La” palabra de la Iglesia… Siempre ha habido distintas vertientes. Algunos la dividen entre más conservadora o más progresista. A mi me gusta decir que nosotros vivimos una fe más adulta, no infantil ni mágica. Hay mucha diversidad de expresiones. Por ejemplo está Eduardo de la Serna, de los Curas por la Opción por los Pobres, o Nicolás Alessio, que con el tema del matrimonio civil, tuvo una gran exposición. Después está el Padre Pepe, que labura en la Villa 21, y los curas villeros que son una expresión de una teología más encarnada, latinoamericana, propia de acá. Después, las comunidades eclesiales de base en la Argentina en mayo del año pasado hicimos un encuentro en Salta y fueron 2500 personas. Sólo delegados. Es decir que hay muchas más personas.
– ¿Y por qué cuando se habla de la Iglesia, todos pensamos, por ejemplo, en Bergoglio y no en todo esto que estás contando vos ahora?
-Pasa en todos los rubros. Vos decís educación, y pensás en la escuela tradicional. Vos decís televisión, y pensás en el boludo de Tinelli, aunque hay gente haciendo buenas cosas en la televisión. Hay mucha diversidad de expresiones.
-¿Y por qué pensás que se da?
-Acá somos promotores de redes barriales. En toda la movida de lo que significa la movida de los Pibes del Pueblo, el grito de que el hambre es un crimen, que se canalizó a través una marcha nacional. Es toda una movida. Somos muchos. Ahora, cuánta gente la puede conocer, no se. Pero es parte de la táctica de los medios generar una dinámica tranquilizadora, que haya un lavado de cabeza que genere una cierta calma, comodidad, estabilidad. O acentuaciones con el tema de la inseguridad, de cosas que son reales pero se acentúan. Pero después mucha gente se sorprende por esta manera de comunicarnos, de mirarnos a los ojos, de cantar. Y se sorprende para bien. Hay sed de eso: de compañerismo, de solidaridad, de crear lazos.
Santa Cruz además tiene película propia, este es el blog: http://peliculasantacruz.blogspot.com/