Archivo por meses: septiembre 2010

Hacia el más allá de la mujer

La mujer hoy vota, canta, baila, actúa, trabaja, ríe, llora, es independiente y llega a presidenta.
Años de lucha y represión para que llegue el hoy. ¿Hasta dónde hay aceptación? ¿Qué cuentas pendientes hay desde la ciudadanía, el Estado y uno mismo? ¿Qué rol cumple hoy la mujer en la sociedad y para los hombres? ¿A qué se puede apuntar?
Las libertades y logros son notorios, es posible que la mujer hoy esté en un lugar impensable de hace no muchos años atrás.
La contraposición al aprovechamiento de las libertades nunca tarda en aparecer. La constante venta de productos del mercado acompañada con mujeres esteriotipadas y esas ventajas que poseen quienes tienen o compraron un cuerpo bien dotado; son la contraposición mencionada.
Televisión infestada de primerísimos primeros planos de culos, donde probablemente la más zafada, expuesta y conventillera, logre más minutos de cámara, más rating, más aparición en programas y más plata.
Entradas gratis a boliches y desfiles de mujeres dentro de los mismos, clara conciencia de beneficios económicos que trae aparejados.
Cuerpos “photoshopeados” buscando el cuerpo perfecto, sin defectos, sin humanización; el ejemplo a seguir, el que va a vender.
De esto surgen nada más que preguntas, sensaciones encontradas. ¿La mujer que actúa de esa manera está yendo en contra de los ideales feministas? Al fin y al cabo, está disponiendo de su cuerpo libremente, tal como claman aquellos ideales. ¿Es la tele entonces quien violenta? Pero la televisión no hace más que un uso conveniente de la mercadería que adquiere, a su debido valor. Un valor que a su vez no existiría sin una audiencia televisiva, compuesta también por mujeres. ¿Han encontrado estas mujeres un rol que les devuelve la seguridad que daba el hogar? ¿O simplemente gozan de manera plena de su liberación sexual y ocupan un rol dominado como pueden ocupar uno dominante? Tal vez simplemente sean reaccionarias, o naturalicen la situación. No hay una única respuesta y preguntas se abren a cada instante.
Si consideramos las últimas apariciones de algunos personajes masculinos en el programa más visto de la TV de aire, hasta podríamos pensar que no es la mujer si no el género humano el que se nos presenta en la pantalla como un mero objeto de deseo. Si observamos la situación de abandono frente a la autoridad en que se encuentran tantas personas, tantos barrios, sólo atendidos por oportunismo o conveniencia, podemos pensar entonces en el humano no ya como objeto donde depositar deseo, sino ya como mero objeto.
Eso se plantea desde espacios donde se expresan el pensamiento y los intereses hegemónicos. Difícilmente se pueda dar una única respuesta, una consigna. Ninguna más que la dignidad humana. Esa dignidad que se imprime en todo lo que hacemos y que se le contagia a los demás.

En los tiempos que corren, Actitud María Marta

Actitud María Marta camina. El trío, que se anima a mezclar hip hop, reggae, rap y música negra, viaja por latinoamérica y Europa con un mensaje claro: “la música nos iguala”. Malena Dalessio, una de las voces del grupo, habla acerca del compromiso con los tiempos que corren. Una nota sobre militancia, música y, claro, mucha actitud.
¿La música es una militancia?
En nuestro caso sí; en general, no. Pero mucha gente cree que la música es sólo un medio para militar, para que llegue el mensaje y nada más. Para mí son dos planos distintos pero paralelos. La música es en sí misma un lenguaje. Para que la idea o el mensaje lleguen ese lenguaje tiene que estar bien hablado. Nosotras intentamos una musicalidad, una estética y una manera creativa de decir las cosas. La música planfetaria no me gusta para nada. Quiero decir, para mí la música no es una excusa o un detalle, es un fin en sí mismo.
Pero puede ser militante…
Sí. Pero la música tiene algo que no tiene otro tipo de militancia. Es una conexión trascendental que abarca más que el plano intelectual. Le llega a cualquiera aunque no tenga preparación política ni estudios. Es el lenguaje más democrático. Y por eso es tan masiva. Porque no vivimos en una época donde las militancias son tan masivas como en otra época lo eran. En cambio la música nos iguala a todos. Ahí esta su efectividad.
Como mujeres ¿es más complicado hacer música? 
Creo que históricamente la mujer fue uno de los blancos de discriminación más importantes. El machismo es algo real y existe por todos lados. Yo, en lo personal no fui victima de eso, entonces no lo tengo tan a flor de piel, no es una necesidad para mi estar reafirmándome como mujer permanentemente. Creo que la homofobia y el machismo son dos formas de la ignorancia. Y hay que parase frente a eso. No es fácil.
Pero tampoco creo en el feminismo. Me parece que reivindicar a la mujer es ponerla en igualdad de condiciones, no darle una ventaja. Hay muchas mujeres que han logrado y logramos, humildemente lo digo, cosas importantes. Y eso es muy valioso. La presidenta, por ejemplo.
¿Te agrada tener una presidenta mujer?
La presidenta me agrada. Me parece que vale por su inteligencia, por sus acciones. Pero no por su condición de mujer: Condoleezza Rice es mujer y es una garca.
¿Qué es lo más importante que les dio la música?
Lo más lindo que nos da la música es la posibilidad de viajar. Es una gran bendición. Es como que el mundo se empieza a agrandar en tu cabeza y entendés más cosas, se te caen muchos prejuicios. Podés hablar con la gente, vivir en su cultura.
¿Cómo aprovechan eso?
Lo que hacemos ahora que viajamos mucho por Latinoamérica es traficar información. Tratar de filtrar un poco el bloqueo mediático y decir “lo que dicen los medios no es cierto”. Porque en muchos casos la verdad esta ahogada, no se sabe bien qué está pasando y nosotras que viajamos y tenemos la posibilidad de verlas tenemos de alguna manera la obligación de contarlas.
¿Cuánto influyen las nuevas tecnologías en su contacto con la gente?
Yo creo que las tecnologías son un arma de doble filo. En un punto son revolucionarias, bien dirigidos pueden servir perfectamente. Es una herramienta muy válida y sin antecedentes en la historia. Por otro lado tiene el riesgo de dejarte aislado de los demás, estar mas conectados a una máquina que a los demás. Puede servir para la liberación o puede servir para lo contrario.
Hablando de revolución, ¿qué rol juega la música en eso?
En este momento la música esta muy por detrás de los procesos políticos y sociales que atraviesan a la región. No esta ocupando el espacio que yo creo que debería. Me parece que es un poco por egoísmo un poco por miedo. Porque es verdad que cuando das un pasito Al frente y empezás a tomar posiciones políticas también corres riesgos de quedar aislados. Pero me parece que hay que ser coherente, si no te querés comprometer con los de abajo, entonces no tenés que cantar eso. Porque es una tomada de pelo a la gente. Me parece mejor ser sincero y cantar como uno camina, digamos. Pero estamos viviendo un momento en latinoamérica en el que vale la pena asumir riesgos. Hay demanda de escuchar algo más acorde a los tiempos que corren.
La banda, que hace de la coherencia y las letras militantes una bandera innegociable, continúa su marcha. En los próximos meses, Actitud María Marta llevará su música y su mensaje de gira por el interior del país y luego a Europa nuevamente. La experiencia y el compromiso con “los de abajo” les da seguridad para saber donde pisan. “Me parece que hay mucho cagón. Hay que hacerse cargo del momento histórico que estamos viviendo”. Y lo demuestran a cada paso.

Con la polémica y el talento, Lola Mora

Repleta de conjeturas y misterios, la vida de Lola Mora marca un hito histórico en la figura de la mujer en el ámbito del arte.  Pocas son las certezas que se encuentran en la historia de una artista de este calibre. Lola Mora, dibujante, pintora y por sobre todas las cosas, una reconocida escultora argentina.

La vida de Lola Mora refleja un complicado rompecabezas. Su nacimiento es una de esas piezas perdidas; su acta de bautismo fija el 22 de abril  de 1867 como el día de su nacimiento. Sin embargo, personas allegadas a la  artista aseguran que la fecha correcta es el 17 de noviembre de 1866. Su pueblo natal tampoco es certero, aunque todo apunta a que nació en Trancas, ubicado en el norte de Tucumán que limita con la provincia de Salta. A esta serie de secretos se le suman grandes obras perdidas, que jamás fueron recuperadas.

A pesar de este pasado inconcluso, su nombre esta inscripto en la historia mundial de las bellas artes. Su lucha por el reconocimiento comienza desde la muerte de sus padres, cuando decide comenzar a tomar clases de pintura con su primer maestro Falcucci. Gracias a un apoyo económico estatal logró viajar a Europa para ser alumna de reconocidos artistas europeos como Francesco Paolo Michetti y Giulio Monteverde. Este último fue quien le propuso a la joven argentina dedicarse exclusivamente a la escultura, área en el cual es mundialmente reconocida.

Su descripción hecha por la prensa suele ser repetitiva: “una mujer sencilla, de larga cabellera oscura, al igual que sus ojos vivaces”. Pero, lo que más llamó la atención de las grandes familias aristocráticas, tanto de Argentina como del Viejo Continente, fue su vigor y su lucha a pesar de los impedimentos. Nunca aceptó un nopor respuesta  gracias a su “voluntad rebelde, inquebrantable y pertinaz”, según la descripción de su maestro Falcucci. 

Los rechazos recibidos a lo largo de su carrera fueron infinitos hasta el día de su muerte. Hasta el día de hoy es que su figura encuentra opiniones polarizadas, pero jamás una de indiferencia. Lola logró entablar amistad con la destacable familia del embajador Moreno en Italia, el cual fue de gran ayuda para lograr su reconocimiento. Realizó importantes obras que hoy residen en varias provincias de Argentina. Entre ellas, se destacan la fuente de las Nereidas, que actualmente se encuentra en la Costanera Sur, la estatua de Avellaneda, el busto de Saenz Peña y la estatua de la libertad situada en la provincia de Tucumán.

La polémica la acompaña a lo largo de su vida. En 1909, a los cuarenta años se casa con uno de sus discípulos: el veinteañero Luis Hernández Otero, del cual se separa ocho años más tarde. Un año después su carrera empieza a tomar un rumbo difícil de remontar, donde remueven la Fuente de las Nereidas, instalada anteriormente en la Avenida Leandro Alem. La razón de muchos impedimentos fueron la desnudez de sus obras, las cuales sorprendían y descolocaban a los tradicionalistas de la época. 

Asimismo, una cadena de abandonos dan por terminada su carrera. Las mujeres anarquistas -quienes en un momento festejaron su desafío al convencionalismo y la hipocresía burguesa- le dan la espalda asegurando que “para nosotras está muerta. Ya que el destello de las monedas la arrastrará a un falso culto”; su condena se enfocaba en las amistades entabladas con personalidades políticas de la Argentina. Además, fue rechazada por sus colegas que se encontraban en desacuerdo de su lenguaje estético.

Un triste final recorre su historia. El mundo le dio la espalda a la misma mujercita que años atrás aplaudían en su lucha por ser la primer escultora argentina reconocida en Europa, y por ser considerada pionera del feminismo. Lola Mora muere el 7 de junio de 1936, la obra y su persona continúan vigentes.

“Cada uno ve en una obra de arte lo que de antemano está en su espíritu; el ángel o el demonio están siempre combatiendo en la mirada del hombre. Yo no he cruzado el océano con el objeto de ofender el pudor de mi pueblo(…). Lamento profundamente lo que está ocurriendo pero no advierto en estas expresiones de repudio -llamémosle de alguna manera- la voz pura y noble de este pueblo. Y esa es la que me interesaría oir; de él espero el postrer fallo”

Lola Mora

Mujertística

Hablar de la mujer en el arte es antes que nada hablar de la multiplicidad de enfoques del proceso creativo. Es, en términos históricos, hablar de la musa, de la forma, del tema, de la artista. Pero es, sobre todo, también hablar de la disputa de un espacio de poder desde el cual manifestar una visión propia.

Si podemos o no hablar de distintas creatividades en torno al género es un debate extenso y confuso. Lo que sí podemos señalar es que, en la construcción del discurso hegemónico respecto de lo artístico, la mirada femenina ha sido ampliamente dejada de lado.  Salvo excepciones, la representación de la mujer ha corrido a cargo de artistas masculinos, reflejando ciertos tópicos como aludir más a sus rasgos sexuales y físicos que a los intelectuales, existe una asociación más a lo biológico que a lo cultural.

A partir de allí, una breve apreciación muestra al menos dos transformaciones básicas. La primera es la de la mujer como inspiración a la mujer creadora. Allí se abandona el rol pasivo como objeto de deseo y se configura como deseante. La historia del arte es, sin duda, la historia de un deseo. Y en segundo lugar, el nacimiento y la mayor exposición de una mirada propia sobre el mundo. El reemplazo de los signos de un universo que era vivido y sentido con ojos de hombre.

Quizás entonces, la madre de las reivindicaciones sea la creación de un nuevo sistema de valores artísticos en torno a criterios inclusivos respecto de la mujer. Un nuevo espacio desde el cual mirar y valorar el arte y los artistas. El pintor dominicano Fernando Ureña Rib lo ilustra: “Ahora la frontera sexual, o sexista, se diluye. Lo que marca e identifica la labor de la mujer (artista, crítica, o curadora) es la innegable calidad, trascendencia y competitividad que ellas alcanzan”.

Es en estos desplazamientos de espacios (y en otros tantos), que se construye el relato de la mujer en el arte. En este devenir incesante que seguramente le dará forma y sentido en el futuro a nuevas formas y espacios de representación. Mientras tanto, el rol de la mujer continuará con aquello que le da sentido: el de la construcción de una identidad propia. El de la mujer que al crear, se está creando.

Ellas y su camino en el África negra

Nos juntamos con una de las especialistas en África más reconocidas de nuestro país para hablar del lugar de la mujer en ese continente tan heterogéneo. Los roles de la colonización y del machismo occidental, y las deudas que la descolonización tiene en el saldo de pendientes.

Es uno de esos raros días soleados de fin de invierno, por un lado le dicen a uno que el verano ya está al caer, pero a la primera brisa nos señala que el frío aún tiene algo que decirnos. Nos encontramos con Marisa Pineau, profesora de Historia en la Universidad de Buenos Aires (UBA)[i], como también docente de la misma carrera en la Universidad Di Tella, nos contará sobre el rol de la mujer en África, el impacto de la colonización sobre su posición dentro de la familia, su participación en la descolonización y su actualidad. Todos estos temas tan pocos sabidos, tan poco tratados y a la vez ignorados como el mismo continente, cuna antigua del hombre.

-El África pre-colonial se caracterizó por albergar variadas formas de organización social, por lo que la posición de la mujer también era muy diversa según cada pueblo. Sin embargo, con la conquista del continente por parte de los europeos a fines de siglo XIX ¿le significó a la africana quedar atada a un rol secundario tal como lo tenía el género femenino en la familia occidental?

-En general todos estamos de acuerdo que el papel de la mujer africana fue bastante peor durante el colonialismo que en la etapa anterior. Tiene que ver con varias razones, pero más que nada porque el poder colonial privilegió la organización económica a partir del varón. Es desde ese lugar que la mujer estuvo en una posición de sometimiento, ya que por ejemplo el que pagaba los impuestos eran los varones y no las mujeres, así que se convirtió en el organizador de la familia. Ese patriarcalismo africano, que en algunos lugares ya existía, se vio reforzado. Entonces bajo la figura femenina recayó el mantenimiento de las economías domésticas cuando el hombre se iba a realizar alguna actividad asalariada.

-¿Hubo participación femenina en las economías de las ciudades, ya sea como obrera o como miembro de la administración?

-Mirá, como proletaria no. Y como miembro de la administración diría que fue ínfimo. Como trabajadora urbana las vemos como trabajadoras domésticas, así también con participación en los mercados, lugar a donde llevaban su producción para vender. En buena parte de África -África Occidental y Central- son las mujeres el motor de la economía familiar.

-Pero, si ellas sostenían económicamente a la familiar, ¿su rol no tendría que haberse visto fortalecido?

-Tendría que haber sido así, pero no lo fue. Como te decía, el hombre fue quien ocupó una posición central, donde además traía a la economía doméstica eso que la mujer no podía, debido a su vinculación con el otro mundo, el mundo colonial opresor.

En el bar donde nos encontramos, el bullicio y la charla de todos los presentes se hacen escuchar, ese sin fin de voces que tratan sobre la vida cotidiana. Sin embargo, las palabras de Marisa se elevan por sobre todas, explicando y reformulando cada concepto que no hace más que echar luz sobre el problema en cuestión.

-Y en el período colonial, ¿se pudieron observar resistencias africanas ligada a una lucha por la igualdad de género?

-El lugar donde hay más organización de mujeres es en Sudáfrica, donde más tempranamente aparecen organizaciones femeninas, ya en la década de los 50’. Entonces sí se organizan para pedir por sus derechos, pero por sus derechos en tanto mujeres, que viene de la mano, cuando el gobierno sudafricano del Apartheid quiso regular, por medio de pases, la circulación de personas, que ya existía para los hombres y a los que en los 50’ sumaron también a las sudafricanas[ii].

Su reclamo va acompañado del discurso de que ellas son quienes sostienen la economía, y es muy interesante porque la primera marcha que realizan, lo hacen a la tarde, después del horario laboral y de recoger a los niños de la escuela y dejarlos en el hogar, logrando así que las mujeres, tanto blancas como negras, puedan ir.

Sin embargo, la participación de la mujer en la política sigue siendo uno de los temas pendientes, aún hoy en el siglo XXI. En el período de descolonización, siempre vemos padres de la independencia, no se hace mención de mujeres. Donde hubo un poco más de presencia es, como ya vimos, en Sudáfrica, en Argelia y en Angola y Mozambique, pero no mucho más.

– Luego de la descolonización podemos dividir tres caminos que siguieron los gobiernos: los que adoptaron –de palabra- el marxismo-leninismo como en el caso de Angola y Mozambique, luego los del llamado socialismo africano, como en Tanzania o Ghana, y finalmente el sector que se alineó con el liberalismo occidental como Nigeria. En los dos primeros casos, que ideológicamente tenderían a preocuparse más por la igualdad de género, ¿hubo realmente una intención de eliminar la subordinación femenina al dominio del varón?

-En el caso de Mozambique fue donde hubo más casos, ya que aparece la reivindicación feminista durante el proceso de liberación nacional, se forman destacamentos femeninos que tienen gran relevancia. Con esto se ponen a pensar que tienen que hacer algo para modificar las relaciones patriarcales en la familia.

En el caso de Angola no hay un desarrollo así, pero no, no se intentó. En Tanzania también, pero no fueron muy felices los resultados. Y creo que la prueba de todo esto es la poca participación política en el continente. Son muy pocas las mujeres que aparecen en escena pública, sin embargo, las pocas que hay son muy relevantes, con puestos muy importantes. Pese a esto, repito, la participación política de la mujer es una deuda pendiente de la descolonización.

La mujer africana parece salir de ese olvido, ese injusto olvido de la memoria colectiva mundial y continental. Y despierta, nos aparece a cada frase y respuesta de Marisa. Cafés de por medio, poco a poco la entrevista va menguando, mientras contrariamente, ya el sol en lo alto ilumina el recinto con todo su esplendor.

– Frente a la explicación, muy aceptada, dada por Federic Engels de la victoria universal del patriarcalismo luego de la división de género, ¿coincide con esta postura, o, en África, en cambio, había organizaciones igualitarias?

-Creo que habría que hacer una lectura histórica, saber mucho más qué pasaba en cada sociedad y en qué momento, si no se convierte en un concepto inamovible y un proceso que no pudo ni puede ser cambiado. En ese sentido me parece que en el patriarcalismo africano había ciertos grados de negociación que con la llegada de los europeos crearon elementos para que ese patriarcalismo se agudizara y se diera de manera, llamémoslo, más brutal.

– En el ámbito académico, ¿África ha comenzado a estudiar a las africanas?

-Ahora aparece más en la agenda académica. Sabemos mucho más sobre las mujeres actuales y sobre las precoloniales ya que se las ha empezado a buscar en los archivos, así que hay mucha más información. Se empieza a hacer un poco de luz y justicia para la participación de la mujer.

-Por último, hoy en día, por parte de los gobiernos africanos, ¿se ve una intención de comenzar a tratar la cuestión de género?

-En algunos aparecen y en otros no. Entonces se ve en las cumbres internacionales, o plurinacionales, pero no se baja todavía al funcionamiento cotidiano. Por ejemplo, si uno ve las tasas de alfabetismo son mucho más importantes entre los varones que en las mujeres.


[i] Marisa Pineau es Jefa de Cátedra de las materias Historia de Asia y África contemporáneas y de Historia de la Colonización y Descolonización de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

[ii] La Ley de Pase, prohibió el simple desplazamiento físico de los negros desde las zonas rurales a las ciudades. Para ello se requería permiso previo de las autoridades. En caso de que un negro tuviera un pase de visita, su estadía en la ciudad estaba limitada a tres días, a menos que en ese lapso de tiempo consiguiera un trabajo.

Ni vivir a los golpes, ni morir fusilada

La suerte de los fusiles nos lleva en esta oportunidad a la Guatemala de la década del `30. Una mujer y su búsqueda de liberación, cansada de los tormentos de su marido. Una sociedad que le eligió éste castigo como justicia

–       Era sencillo, pero algo salió mal. No sé qué salió mal. ¿Él se lo merecía? Yo sí que no me lo merecía. Ni vivir a los golpes, ni morir fusilada.

Los pensamientos se amontonan, se enciman y se empujan. Momento difícil para tener algo de claridad en la mente al saber que llega El Final. No se trata de uno más de los tantos por los que cualquiera de nosotros transita en su vida. Este es el único final que es inédito, que es irrepetible.

Para el pelotón, ella puede haber sido la primera mujer guatemalteca con esta condena, o tan sólo la fusilada de aquella media mañana del viernes 1 de agosto de 1941. Da lo mismo. Los ojos vendados y la oscuridad. Sentada de frente y en su espalda, el paredón. Miedo y satisfacción.

Disparos y El Final.

Mauricia Hernández Urbina en los primeros meses de 1939 emprendió decidida a hacer lo que nadie sabrá durante cuánto tiempo imaginó. Su vida dedicada a su humilde hogar fluctuaba entre las agresiones psicológicas y los maltratos sexuales y físicos. Todo por parte de su marido y concubino, Bartolo García Morán. Largos años de sufrir los ataques sin proporcionar resistencia, la opresión y la violencia lo inundaban todo. Lo quiso matar, y así lo hizo.

Amatitlán, Guatemala: pueblo cercano a la capital del país, pero no lo suficiente como para dejar de ser impasible e imperturbable por el agite de la aglomeración de los años `30. Los casi 1200 metros de altura son los que aún disimulan el calor centroamericano en el pueblo. Bartolo, como su rutina lo indicaba, una mañana como cualquiera quiso tomar tacomate –una infusión típica guatemalteca servida en una vasija de forma hemisférica y boca grande, hecha de barro o con la corteza de ciertos frutos como guajes o calabazas-, Mauricia debía tenerlo preparado.

A la infusión le agregó lo que le sería mortal a Bartolo. Mezcló garrapaticida con el agua del tecomate, y lo completó con lo que llaman “rosquillas”- unos insectos venenosos típicos de Centro América-. Poco menos de dos semanas fueron suficientes para que el abusador viera la muerte en el Hospital de Amatitlán.

Sin muchas posibilidades de libertad, Mauricia fue apresada por el crimen de su marido. Como el efecto de muerte no llegó a ser instantáneo, evidenció ya en el hospital el posible envenenamiento y la culpabilidad. Fue llevada a la Penitenciaría Central, donde fue alojada, sentenciada y fusilada pasados unos 30 meses.

El momento del juicio donde entran en juego la discusión sobre los móviles que llevaron a acometer el terrible hecho nunca llegó. Los móviles fueron por completo bien ignorados. El juicio estuvo signado por la convicción del presidente general Jorge Ubico de ordenar el fusilamiento «para imponer orden y justicia”. Bertolo fue concebido durante el juicio como un hombre trabajador, humilde y sin culpas. Se enaltecieron todo tipo de valoraciones subjetivas hacia su persona, mientras se escondían las violaciones y vejaciones que había perpetuado contra su mujer durante tan largo tiempo.

Su cuerpo yace en el piso, a su lado el de un hombre condenado por el mismo asesinato. El indescifrable e inalcanzable suceso histórico verdadero nos otorga hoy día versiones contradictorias. Unas indican que el cómplice del asesinato era su amante, y otras que afirman que se trataba de su yerno. La Historia parece, pero no es caprichosa. La funcionalidad lo es todo.

La sangre de los fusilados se desparrama por el suelo de la penitenciaria, recorre tan solo un par de metros y se pierde entre las raíces de un gran árbol de Cush, el único dentro de ese fuerte de cemento. Los relatos cuentan – los más morbosos- que este árbol reverdecía con cada fusilamiento como si la sangre fuese su alimento.

Dibujo y collage virtual originales de Nos Digital.

Mueven las damas

Ser mujer en el mundo del periodismo deportivo y de la pelota suena complicado. Muy complicado. El machismo en la sociedad parece ser el gran límite. Luciana Rubinska y Majo Lezcano analizan, cuentan y discuten el día a día en la profesión. «Cuando se entiende que compartís de la misma forma la pasión, cambia todo», advierten.       

Quizás, algo esté mal desde el arranque.
        Desarticulado.
        Pero no. Es así. La reivindicación de lo bonito no nace de lo lindo de sus miradas. En este caso, nace de la construcción misma de la conversación. De la destrucción de los miedos. De la gambeta, perfecta y hermosa y sutil, hacia los machismos de la pelota.
 
Un café porteño, ruidoso por su romance constante con la 9 de Julio, juega de cancha para reunir y discutir un acople bullicioso de prejuicios. El mundo del periodismo deportivo pone en su equipo a dos jugadoras que destruyen las tradiciones fáciles y grotescas de que el fútbol es sólo territorio de los hombres. “¿Qué estudio genético dice que por ser mujer no voy a entender el juego?”, pregunta Luciana Rubinska, periodista de TyC Sports, que, entre gentilezas y sonrisas, tira paredes con Majo Lezcano, conductora de Sportia, noticiero del mismo canal, y se sientan a debatir, a plantear, a replantear y a defender el rol de la mujer en el planeta mediático de la pelota.
 
-¿Cómo se trabaja en un ambiente donde lo popular demarca que el fútbol es territorio de hombres?
Luciana: – Vivimos en una sociedad llena de prejuicios internos. Cuando yo empecé a trabajar, tenía una autoexigencia muy grande con mi laburo. Creo que eso tenía que ver con esta necesidad propia de poder mostrar que sabía tanto como cualquiera en la profesión. En ese momento, cubría el ascenso y conocía todo sobre ese mundo, hasta llegar a un punto en el que ya sabía tanto que eran pocos los periodistas hombres que manejaban como yo el tema, así que desde ahí empecé a construir mi espacio dentro del ambiente.
Majo: – Entrar en el periodismo deportivo fue como entrar en un territorio ajeno. Ese ambiente era de los hombres. Pero, la verdad, es que me interesaba y sentía, y siento, que lo que transmitía el fútbol no tenía comparación con ninguna otra cosa. Desde el juego al mundo que engloba todo lo de alrededor. Entonces me metí y lo hice desde chica, desde el comentar la fecha del fin de semana con mis compañeros. Desde un arranque es difícil pero cambia todo cuando se entiende que compartís la pasión de la misma forma que un hombre.
 
Ni un café, ni dos cafés, ni el paso de los segundos, ni los movimientos del grabador rompen con esa reivindicación de lo bonito de sus rostros que tiene, casi, el mismo peso de felicidad que ellas les ponen a sus sonrisas en el instante en que la palabra fútbol sale de sus labios. De ese enamoramiento por la pelota nace el periodismo en sus mundos: Luciana se volvió periodista mirando fútbol y preguntándose sobre las procedencias, quizás, de algún número 4, mientras estudiaba Relaciones de Trabajo; Majo descubrió su vocación por contar en los costados de la cancha del equipo del que es hincha. Desde ese placer por el juego, estudiaron periodismo sin nunca imaginarse el lugar que ocupan hoy.  
 
– ¿Cuáles son los límites con los que ustedes se encuentran en los espacios de trabajo?
Luciana
: – Hoy hay un techo estructural importante, formado por una cuestión netamente cultural. No son iguales los lugares que le dan a las mujeres que los que le dan a los hombres en los espacios periodísticos. Todavía yo no tuve ninguna jefa periodística ni hay editoras deportivas en los diarios.
Majo: – Es complicado demostrar que sabés, por ejemplo, de fútbol. El papel de la mujer queda relegado en ese sentido. Hoy, algunos programas deciden incorporar mujeres por una cuestión estética, por tener una mujer como figura visual. Y dejan de lado todo lo preparadas que nosotras podemos llegar a estar para este trabajo.
– ¿Por qué entienden que se da eso?
Majo
: – Porque la sociedad tiene roles pautados para la mujer y para el hombre. El tipo va a la cancha y la mina cocina, él va a laburar y ella se queda en la casa.
Luciana: – Es cierto eso, pero también es cierto que con la caída del pleno empleo esas son cosas que, progresivamente, van desapareciendo y que van construyendo un cambio de roles.
 
– ¿La belleza se vuelve un condicionante a la hora de elegir a una mujer para trabajar?
Luciana
: – Creo que esa condición de “buena presencia”, que de por sí es muy difícil de definir, es una cuestión más televisiva que periodística. Puede ser que exista o puede ser que no. Pero, también, está muy cargada de prejuicios. De la misma forma, siempre pensamos que los actores de las novelas son lindos, quizás más lindos que buenos actores.
Majo: – El tema de la belleza lo que, en algunos casos, genera es que nuestro trabajo lo terminen haciendo modelos. Y nosotras no somos modelos, es más –se ríe- en el equipo de las modelos ni siquiera vamos al banco de suplentes, directamente no concentramos. Algo semejante funciona con los ex futbolistas que ocupan lugares de periodistas deportivos por el simple hecho de ser lo que fueron. 
 
– Dentro del trabajo diario, ¿se trata de la misma forma a la mujer que al hombre?
Majo
: No, la verdad que no. Equivocarte siendo mujer es mucho más complicado que siendo hombre. Hay una mayor facilidad para que nos critiquen.

– ¿Entienden que con el tiempo las limitaciones de acceso de las mujeres a la profesión se van a ir achicando?
Luciana
: – Históricamente, la participación de las mujeres en el deporte ha sido restringida. Creo que eso tiene que ver con que esta es una sociedad muy machista, que, poco a poco, va abandonando los machismos, que avanza como sucede hoy en la política, pero que todavía sigue siendo de esa forma. El periodismo deportivo no es ajeno a eso y en la actualidad hay grandes periodistas que no son reconocidas como tales.
Majo: – Hoy, las mujeres corremos un paso atrás de los hombres. Hay veces que ser mujer te deja relegada de participar en algunos espacios como pasó en el caso de las designaciones para ir al último Mundial, donde la prioridad para viajar la tuvieron los hombres.
Luciana: – Por ahora, sigue siendo un mundo de hombres, y lo seguirá siendo porque acá en Argentina, a diferencia de otros países, son más los hombres que quieren dedicarse a esto que las mujeres. Quizás, si dentro de diez años el fútbol femenino se vuelve un negocio, vamos a tener un espacio mayor.
 
En el final de los minutos, algunas de las palabras que describen a las entrevistadas, también, entran en el pasillo que la nota inútilmente busca evitar: la simple, pero inevitable, reivindicación de lo bonito en sus rostros. Sin embargo, en los mismos minutos finales, surgen, igual de inevitables, otras palabras que tienen que ver con soñar con construcciones periodísticas distintas.
Esas otras palabras, acaso, retratan todavía mucho más a Luciana y a Majo.

Club cerrado por tradiciones

Conservando el mismo estatuto que mantiene desde su fundación, el club CUBA no permite que las mujeres sean asociadas ni que entren a la sede central de la institución. «Al que no le gusta, se va o se transforma», dicen las autoridades y sus socios al respecto de esta increíble decisión.

En la puerta del club, luego de negarse la entrada a dos periodistas que sólo querían un argumento valedero, los socios entran y salen. Es un viernes, está nublado y la vida en la institución es movidita. Dos muchachitos de unos quince años se cruzan con unas preguntas y responden: “Ni idea por qué no dejan entrar a las mujeres. Es así desde hace mucho tiempo. Pero la verdad, si me preguntas por qué, no sé qué decirte. Igual, hay otras sedes en donde pueden entrar”. Es un club de misterios. Difícil es encontrar información certera, objetiva y global. Una página web que cuenta una historia de colores y que promociona con la vieja técnica del autobombo todas sus increíbles actividades. La historia de humo de CUBA no es la del  presente, la que transcurre hoy por la no acción, por el no cambio, palabra tan temida por el Club, palabra que, insólitamente, desemboca en una regla inentendible: a su sede central no pueden entrar a mujeres y, tampoco, pueden ser socias.
Desde su fundación en 1918, no se ha cambiado ni una coma del estatuto. En sus páginas siguen dejando de lado e ignorando procesos como el profesionalismo en el deporte, o bancando el amateurismo, que limita al deportista a no dedicar su vida al deporte. Pero eso, no es poco. Todavía, la falta de cambio es más terrible. Ni el rugido de unas Leonas que retumba en cada rincón, ni los avances a pasos agigantados de la mujer en el deporte hace más de 20 años, han cambiado el ritmo de CUBA, que no parece vivir en esta realidad, ya que no permite a las mujeres ser socias y, mucho menos, ingresar a la coqueta sede principal de Viamonte. La mujer sólo puede ser socia adherente por vinculo familiar, y aquella que lo es por vinculo familiar no goza de todos los privilegios.
Desde el mundo CUBA nada parece argumentarse, más allá del entendimiento de una postura tradicionalista, aristocrática y vacía. Nadie responde cuando se pregunta por la exclusión de la mujer. Una y otra vez, por arriba o por abajo, por derecha o por izquierda, se niegan todos los tipos de comunicación. En CUBA nadie responde. Surge entonces como protagonista principal el socio. Elemento desnudo que pone la comisión directiva para protegerse. “Los socios quieren esto”, dice la frase impune.
Un hombre, supuestamente, maduro, con más experiencias vividas, sale del club. Con una gaseosa en la mano, con el suéter colgado al hombro, de paso canchero y rogando una juventud que ya pasó cuenta: “Si, es así, no pueden entrar. Es más, la arquitectura del edificio no las incluye, aunque pudieran entrar el edificio no está construido para que entren. Es así desde hace mucho tiempo, es una tradición. A mí me da igual realmente. Si eso se cambia a futuro o no, me da lo mismo. Que la mujer entre o no, que pueda ser socia o no, a mi no me cambia en nada”. En CUBA reina una intrascendencia total. Característica Premium del club: ser intrascendente a procesos de inclusión históricos.
Dos hombres, uno más joven que el otro. De unos 45 y 65 años cada uno. Charlaban con cierto gesto amistoso. La pregunta fue dirigida al más joven: “¿Qué piensa acerca del tradicionalismo del club?”. Intentó construir un argumento esbozando unas pocas palabras que se vieron interrumpidas por el hombre mayor: “Está perfecto”.  Ruido. Un poco más allá fue la pregunta: “¿Piensa que está perfecto el papel que le da el club a la mujer?”. La respuesta: “Esta aún más perfecto”. Mucho ruido. La tercera pregunta salió sola, escupiendo bronca:
-¿Porque dice eso?
-Porque sí pibe, las minas acá lo único que harían es romper las pelotas. Las minas hacen eso, hinchan las bolas”.
Basta para mi, basta para todos y todas. Si debiéramos juzgar por lo hecho a lo largo de los 92 años de vida del club, este personaje tiene razón. Este señor de 65 años de tradiciones representa al Club de universitarios. La pregunta es: ¿de qué universitarios hablan?
Si se busca algo diferente, y hubo que buscar un rato largo, se encuentra. Incluso, en CUBA. También están esos socios que no se sienten representados por una comisión, integralmente conformada por hombres. Alzan su voz y dicen: “No tengo mucha idea del club realmente. Será porque nunca me sentí parte. Nunca jugué al rugby ni participe de las  actividades que el club promueve. Soy socio por mi viejo y nada más Yo no me siento parte, me gustaría que haya un cambio radical en algunas cuestiones, pero lo veo imposible. Además, al venir de familia judía las cosas son más difíciles, el club tiene una postura muy católica”.
En un último intento de encontrar una razón alguien del otro lado levantó el tubo, un empleado de la secretaria. Sin hacerse cargo, con voz de: “Yo sólo soy un empleado”, se solidarizó y contó: “Es un tema estatutario. No hay ninguna explicación. Porque se le cantó a los fundadores. Porque si”. Está claro, no hay razón alguna.
Los testimonios de los socios son elocuentes y concluyentes. La comisión directiva, los poronga del club, se esconden atrás de ese socio que con un estúpido sentido de pertenencia defiende un costumbrismo por costumbre. Cuando la costumbre se defiende por el sólo hecho de ser costumbre es cuando se pierde el valor de la misma, no hay discusión, hay arbitrariedad. Es así como la mujer todavía no encuentra su lugar en CUBA, club histórico del país, de excepcional e innegable calidad de instalaciones para la realización del deporte. Decimos todavía, porque el cambio se puede negar pero no se puede evitar. CUBA, club de aristocráticos, no representa a ningún universitario. Representa, entre otros, a aquellos que no quieren admitir que la mujer está más viva que nunca. Qué el deporte las abraza cada vez más, y ellas, victoriosas, sonríen.

Como en épocas arcaicas


El 30 de agosto de 2010 falleció en La Plata Francisco Varallo, uno de los máximos artilleros del fútbol argentino y el último sobreviviente de la primer Copa del Mundo que se disputó en 1930 en Uruguay. Aquélla es historia conocida, 4 a 2 para los charrúas sobre Argentina en la final y a otra cosa.
Por ese entonces no existía en el mundo un jugador que viviese del fútbol y sólo tenían como fin jugar por el deporte mismo. Los integrantes de los cuatro equipos europeos que aceptaron la invitación a jugar el torneo en tierras sudamericanas pidieron una remuneración para solventar el viaje y la ausencia por tres meses a sus trabajos. El deseo fue concedido y se les otorgó dos pesos de viático por día a cada deportista. Si, dos pesos.
Aquellos eran los primeros indicios de organización de este hermoso deporte que hoy juegan hombres y mujeres. ¿Y mujeres?
Si señor y señora, la redonda es pasión de multitudes y desde 1991 se juega la Copa del Mundo de fútbol femenino. Algunas de las grandes potencias mundiales son Alemania, China, Noruega y Estados Unidos, mientras que en la Argentina todo parece haber quedado estancado en 1930. Ni siquiera el amateurismo marrón de aquella época (los jugadores uruguayos eran empleados estatales y esto les permitió poder abocarse pura y exclusivamente a entrenarse y jugar) llegó al fútbol femenino de nuestro país.
Aunque las chicas nos representan en todo el mundo, el Ministerio de Educacion, Cultura y Deporte no las considera deportistas de alto rendimiento y por este motivo no son merecedoras de becas nacionales por lo que la gran mayoría debe trabajar para vivir y poder jugar.
Los dos pesos (los libros históricos no precisan qué moneda era) que recibieron los europeos en 1930 se asemejan a los 60 pesos que por entrenamiento la AFA otorga en 2010 a las jugadoras de la selección y a los 25 dólares diarios cuando representan al país en una competencia internacional.
A nivel clubes las chicas reciben un mínimo viático  que realmente  no les alcanza para nada. En Independiente las jugadoras reciben 25 pesos por partido,  lo que representa a 100 pesos mensuales por entrenar tres veces a la semana, siempre y cuando disputen los cuatro encuentros del mes.
 “Mi única motivación es jugar en la selección y lo hago por amor al arte, pero ya decidí que si el año que viene no me dan los horarios para estudiar voy a dejar el fútbol porque esto no nos asegura el futuro y una con el tiempo se va cansando de que no se valore el esfuerzo”, son las palabras de la delantera de Independiente, Ludmila Manicler, que con solo 21 años fue la encargada de marcar el primer gol argentino en la historia de los Juegos Olímpicos en Beijing 2008.
Aquellos jugadores de 1930 llevaban su propia ropa y luego del partido la guardaban en su bolso para lavarla en casa. ¿Se imaginan a un jugador actual, que tiene botines hechos a medida y distintos modelos para cada superficie, lavar su propia camiseta? La realidad indica que sólo las jugadoras de clubes importantes como lo son Boca o River tienen acceso a botines que les regala la marca que realiza la indumentaria del club, pero la ropa la deben devolver una vez que termina el campeonato.  No todo es necesariamente negativo ya que las chicas tienen una ventaja si jugamos a compararlas con los muchachos del 30, y es que por aquel entonces debían lavar a mano.
El fútbol es, sin lugar a dudas, el deporte más famoso del planeta Tierra (y si existe el deporte en otro asteroide también lo debe ser allí), y desde el primer mundial disputado en 1930 no se detuvo ni un segundo en su crecimiento y evolución. Tal es así que se convirtió en uno de los negocios más importantes del mundo.
Cada futbolista español ganó 600 mil euros por ganar la última Copa del Mundo, mientras que los muchachos uruguayos de 1930 se llevaron sólo una medalla de oro, que se la quedó el capitán José Nasazzi, un fuerte abrazo de la vieja y muchas camisetas sucias para lavar y planchar.
 El jugador de hoy es altamente competitivo y millonario, ni siquiera debe acordarse de llevar los botines el día del partido porque tiene un equipo de utilería que los asiste y malcría. Quizá todo esto hizo que se haya perdido ese romanticismo amateur de los años 30 que con el paso del tiempo ha ido capturando fanáticos por todo el mundo.
Para el primer mundial disputado en China en 1991 Argentina ni siquiera tenía un equipo formado, pero dos años mas tarde jugaría el primer partido internacional en Santiago de Chile frente a “la roja”. A diez años de aquel debut victorioso las chicas pudieron alcanzar el mayor objetivo y se clasificaron para el mundial de Estados Unidos en 2003. 
La evolución desde aquel primer encuentro contra las trasandinas hasta la actualidad no tiene punto de comparación con la del fútbol masculino que creció a pasos agigantados. Las chicas deben luchar y enfrentarse a miles de adversidades que los hombres nunca, ni siquiera, se imaginan.
Sin embargo, y a pesar de todo esto, empiezan a aparecer algunos signos aislados que indican cierta preocupación institucional para que esta situación cambie. Copiando el modelo estadounidense, el ex club Ferrocarril Urquiza realizó un convenio con la Universidad Abierta Interamericana y lo renombró Club Deportivo UAI Urquiza, donde las jugadoras reciben una beca de estudio y pueden elegir la carrera que deseen.
“Es la primera vez que pasa algo así y es algo muy importante. A mi me vinieron a buscar para que juegue ahí, lo cual representa una gran oportunidad para mi, pero Independiente no me da el pase y luego de muchos intentos tuve que recurrir a abogados para destrabar la situación”, cuenta la delantera del seleccionado que, lamentablemente, es una de las tantas víctimas del manoseo de los clubes. “Yo estuve a punto de irme a jugar al Barcelona pero no pude porque Independiente pidió 1500 euros lo cual es ilegal porque soy deportista amateur y tengo el derecho de elegir donde quiero jugar”, agrega y deja al descubierto una de las tantos casos en que las chicas son manipuladas por un club que lo único que quiere es sacar dinero hasta de donde no debe.
El machismo es un tema recurrente en el ambiente del fútbol con el que las chicas tienen que pelear día a día. “Cuando tenía 8 años alcancé a jugar solo dos partidos con mi equipo de la liga infantil de San Pedro porque no podían creer que yo estuviese jugando y me suspendieron”, cuenta Ludmila, pero aclara que este tipo de situaciones no sólo se viven en Argentina: “cuando jugué en el Colo Colo chileno si sufríamos alguna lesión los médicos no nos atendían alegando que su contrato era solo para el fútbol masculino”.
Los prejuicios son inevitables y en Argentina el proceso para que éstos desaparezcan es inmensamente lento: “después de mucho tiempo la AFA nos deja entrenar en el predio de Ezeiza, al igual que el seleccionado masculino. Eso para nosotras es un gran paso ya que ahora contamos con mejores instalaciones y porque de alguna manera se nos está considerando un poco más”, dice la talentosa mediocampista de River, Emilia Mendieta.
Las grandes potencias de este deporte tienen ligas profesionales, donde las jugadoras no se llenan de plata pero pueden vivir haciendo lo que les gusta. Estados unidos es el principal impulsor económico, donde el FC Gold Pride le paga a la brasilera Marta, la mejor jugadora del mundo, alredor de 40 mil dólares mientras que  en España una crack cobra 3500 euros. No es necesario irse tan lejos para encontrar un ejemplo a seguir, Brasil tiene una liga profesional de fútbol femenino y no por nada son las que mandan en Sudamérica y de a poco van asomando a la primera plana a nivel internacional.
Las Canarinhas, como se conoce al seleccionado brasilero, ganó 2 de los 3 torneos sudamericanos y disputó la final de los juegos olímpicos de Atenas 2004 y Pekín 2008, donde fueron derrotadas las dos veces por  Estados Unidos.
A juzgar por la calidad de las jugadoras nacionales se puede decir tranquilamente que argentina está en condiciones de tener un rol más protagónico en el mundo, pero al igual que muchos otros atletas necesitan de políticas educativas y económicas que apoyen el desarrollo del deporte. “Tenemos mucha materia prima para elevar el nivel de juego pero lamentablemente tengo que decir que estamos muy lejos de ser potencia mundial porque habría que trabajar con las chicas desde la niñez y para eso se necesita que se invierta dinero y es algo que parece que nunca va a pasar”, dice con desilusión, la delantera Gimena Blanco, que desde hace dos años reside en Italia, donde puede vivir haciendo lo que realmente ama, jugar al fútbol.
Colaboración de Gonzalo Lopatín para NOS

Un día de fútbol femenino

Dentro de la cancha, en el mismo partido, compartimos un partido de fútbol con la selección de fútbol femenino de la UBA. Lo difícil de jugar un deporte donde algunos creen que el hombre es el único protagonista.

Sonrisas por un lado, alegría por el otro. Disfrute por un costado, deleite en el otro. Sensación de que estaban haciendo lo que les gustaba, lo que les apasionaba al escuchar atentamente a cada palabra de sus entrenadores. Así sentimos a las casi treinta chicas que juegan al fútbol femenino en la Universidad de Buenos Aires. Nos atrevimos a participar de un entrenamiento para vivir esa sensación, para preguntarles qué les generaba en sus vidas esta práctica, y para, por sobre todo, qué nos compartieran su alegría de un deporte que, a pesar de lo que quieran imponer, será siempre para todas y todos.
Viajaba en el colectivo pensando en ellas. Me sumergía en mi mundo escuchando música tratando de imaginarme con qué me iba a encontrar. Me preguntaba cuántas serían, qué sería el deporte en sus vidas, por qué quisieron jugar al fútbol y no a otra cosa, por qué le dedicaban tanto tiempo al entrenamiento, pero me preguntaba fundamentalmente otra cosa: ¿por qué pensaba eso y no qué sentían al jugar a la pelota?
Pensaba y culpaba dentro de mí a la sociedad, a los medios, a quién sea, pero lo único que quería hacer era llegar ya al predio de Ciudad Universitaria que les asignan para que practiquen las más de 40 chicas que entrenan representando a la facultad pública. La ansiedad me estaba ganando, quería conocerlas, quería ver el entrenamiento, verlas correr. Finalmente, se detuvo el colectivo y bajamos. Dos cronistas y una fotógrafa. El frío que denotaba la caída del sol se estaba haciendo notar y la oscuridad primaba en toda la zona. Se veía solamente una luz fluorescente al fondo del largo camino, que era justamente hacia donde teníamos que ir.
Allí se las podía ver. Trotando al costado de la cancha, ordenadas, sonrientes, alegres, haciéndose chistes. Nos acercamos más y más hasta cruzarnos con Diego, el entrenador de las chicas desde hace cuatro años, cuando comenzó a funcionar en la UBA el fútbol femenino. Le comentamos nuestra inquietud de ver el entrenamiento y de poder participar a la par de las chicas en él. La propuesta fue aceptada con mucho gusto y nos invitaron a conocer a las chicas para explicarles el motivo de nuestra visita. No faltaba nada. Ya estábamos allí, ya las podía mirar de cerca. Mientras ellas alongaban nosotros hablábamos. No las podía dejar de mirar. Reían, nos hacían chistes, se alegraban, querían ver las fotos que se iban sacando, pero estaban todas esperando los ejercicios, y nosotros aguardando poder participar de una vez.
Nos tuvimos que cambiar. Pese al frío que aumentaba y al viento que no paraba se soplar, nos pusimos los cortos, nos calzamos los botines, y nos colocamos a la par de nuestras compañeras. Se formaron duplas para empezar los ejercicios con pelota. Nos dividimos y nos pusimos enfrentados. Uno enfrente del otro. Por cobardía o para no molestarlas ni bien empezado el entrenamiento, decidimos practicar los dos hombres juntos, resignándonos a no poder jugar con ellas en un principio.
En el medio de la cancha se paraba ella, la que todos dicen que es la mejor de todas y que nunca había podido verla jugar en persona. Ella es Rosa. La Zurda.  La número 10 de Boca, que realiza una pasantía para su curso de Directora Técnica, ayudando a las chicas y ofreciéndose como ayudante física y técnica. “Recibo la pelota, la paro con derecha y le pego con zurda. Pases claros, jugando por abajo la pelota segura.”, se la escuchaba arengar. Nos humillaron. Las chicas realizaban pases certeros, mientras que los nuestros iban para cualquier lado, la pelota por el aire. Se nos reían y con razón. “Me parece que se tienen que quedar más tiempo para entrenar estos chicos”, nos burlaba una de ellas. Y estaba en lo cierto. No nos queríamos ir.
Los ejercicios pasaban y se iban poniendo cada vez más complejos. Practicaban dominio de pelota, gambeta, y pases largos. “Bajen la cola, bajen la cola, para enganchar”, gritaba Diego mientras caminaba de un lado hacia el otro. “A mi me produce una satisfacción enorme esto, porque hay chicas que vienen aunque llueva, truene o lo que sea, porque esta es su pasión”. Me quedé sólo con la última palabra porque era lo que veía y sentía en ellas cada vez que las veía correr una pelota o cada vez que la pelota llegaba al pie de una compañera.
 Para el equipo no tienen un sistema rígido de entrenamiento. Se juntan los martes para hacer ejercicios físicos principalmente, los jueves para practicar dominio y jugadas con pelota y los sábados para realizar partidos amistosos. Se dividen en dos grupos: el de las principiantes y el de las más avanzadas, en el cual nos pusimos a entrenar, donde el único requisito para que jueguen es que estén realizando una carrera universitaria en la UBA.  “Sabemos que tienen parciales a veces y no pueden que venir, pero nos reconforta cuando nos dicen lo que sufrieron no poder venir a estar con el grupo y jugar”, agrega Diego, que participó de la comisión que mandó un proyecto para que el equipo de la Universidad pueda competir de manera oficial en el torneo de fútbol femenino: “Sería un sueño, porque ellas se lo merecen, juegan torneos por todo el país, pero tener una liga oficial sería extraordinario”.
Las impresiones al pasar el entrenamiento eran muy parecidas: “Disfruto un montón de jugar acá porque aprendemos un montón cada día y es un espacio hermoso para divertirnos”, menciona Sofía, estudiante de FADU, como la gran mayoría de ellas, de 20 años que no paraba de hacer jueguitos con ella. Inés, que estudia Historia, fue un poco más allá: “Para mí, estar acá es como estar en familia, las conozco desde hace mucho tiempo y son personas que quiero mucho porque comparten la misma pasión que siento yo al jugar a la pelota”.
El fútbol es un elemento importante en la vida de las chicas, pero tampoco es el todo, hacen una vida como la de cualquier otra. “Te tildan a veces de macho porque jugás al fútbol, pero no es así, es un deporte que le puede gustar a cualquier persona, ¿quién dice que es sólo para hombres?”, menciona una de ellas casi con bronca. “Yo hago una vida como la de cualquier otra, salgo con chicos, salgo con amigos, la verdad no entiendo porque tanta gente tiene el prejuicio ese. 
Yo tampoco lo entendía. El tiempo iba pasando, y el cansancio se estaba empezando a sentir en las piernas. Para las chicas no tanto, que seguían con la misma energía con la que comenzaron, pero para nosotros era muy duro. Algunas chicas pedían ya jugar un partido para culminar el entrenamiento, pero el DT lo negaba, decía que había que ir paso a paso. “Yo resalto mucho inculcarles valores de compromiso, responsabilidad casi por sobre todas las cosas”, remarca Diego. “Esto a las chicas les sirve de una forma increíble, cuando arranqué a jugar no tuve a nadie que me remarcara tanto los errores, que me diga que corregir, y acá entre todos tratamos de darles ánimo todo el tiempo”, subraya Rosa.
Después de practicar por más de 40 minutos jugadas preparadas, intentar centros con las dos piernas, de probar el encare mano a mano, de ensayar definiciones que terminaban con un cabezazo central, llegó turno del tan ansiado partido. Nos pusimos como si fuésemos uno más dentro de las chicas, y nos dividimos un cronista para cada bando. Arengas, chistes y deseo de ganar mostraban todas, pero sobre todo una de ellas, Florencia, a la que apodaban “Mundialito” por haber jugado dos mundiales con la selección: “Fue un orgullo haber podido jugar ahí, el sueño de cada una de nosotras”.
El partido quedará casi como anecdótico. No importó el resultado, no importó quién hiciera los goles. Lo único que importó fue que esa pasión por el fútbol, ese sentimiento hermoso que algunos quieren plantear e imponer como si fuese simplemente para hombres, también les llegó muy profundo a ellas, que lo demostraron con alegría, con felicidad que salía de sus sonrisas, pero por sobre todo, con la alegría de sus gambetas y de sus enganches en cada jugada.