Por sección Sociedad
“Porque es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres”.
Ernesto Guevara, 1964, Asamblea General de la ONU.
No alcanzó con todas las cabezas que ya descansan en las suelas de los zapatos de aquellos soldados con formas gigantes, porque la Administración Obama, un poco por el presidente estadounidense y otro poco a pesar de él, sigue yendo para adelante en eso de ganar espacios militares.
Desde que el mes de julio arrancó, y luego de que el gran ganador del Premio Nobel de la paz declarara en público que el único enemigo era Al Qaeda, Estados Unidos calibró sus partes y siguió construyendo todas las formas posibles para echarse polvos militares en todos lados. Así, en silencios de los que la mayoría de reporteros de todas las gamas existentes se vuelven cómplices, comenzó la llegada invasora a la isla africana Diego García, reclamada por el Reino Unido como propia, expulsó a toda la población del lugar y sentó las bases de lo que será un cercamiento cada vez mayor y más cortito de Asia Central y Medio Oriente. Pero para que a nadie le quedaran preocupaciones o dudas sobre los porqués de la llegada de EE.UU. a esa isla, la Marina norteamericana informó sobre el envío de un equipamiento para apoyar a los submarinos dotados de misiles Tomahawk. El anuncio militar fue publicado por el diario Sunday Herald, de Glasgow, y vino en conjunto con una fuerte declaración de Dan Plesch, director del Centro de Estudios Internacionales y Diplomacia de la Universidad de Londres: “Los bombarderos y los misiles de largo rango de EE.UU. están preparados para destruir 10 mil objetivos en Irán en pocas horas. Están activando el engranaje para la destrucción de ese país”.
Jugando cortito, despacio, visionariamente, Estados Unidos construye y se construye espacios desde donde ajustar la mira y contragolpear de manera segura. Las últimas novedades informan que el pasado 1º de julio el Congreso de Costa Rica autorizó el ingreso a ese país de 46 buques de guerra de la Armada de los Estados Unidos, 200 helicópteros y aviones de combate, y 7000 marines. Según lo explicado en Washington, los carteles de droga de México habrían modificado sus rutas de acceso y, para eso, se necesitaba militarizar más zonas desde donde ejercer el control.
Por si las moscas, por si las dudas, por si las Cubas, por si los Chávez, por si los Evos, por si las Chinas, por si las esperanzas de socialismos laten, por si los jaques políticos a futuro, por si Fidel Castro se recupera y sigue siendo la existencia imponente de la ética y la vida, Estados Unidos no se empacha y sigue tirando diagonales para agrietar a este mundo lleno de musgos. Julio despierta con nuevas materias en los campos militares, y sigue, y sigue, y sigue…
Archivo por meses: julio 2010
La expresión del cambio, Hugo Dinzelbacher.
El reconocido artista Hugo Dinzelbacher habla de sus vivencias a lo largo de su carrera, sobre las dificultades que existen en el mundo del arte plástico y su visión del país actual.
“No es fácil hacerse conocido. Este oficio lo aprendí laburando. Lo tenés que experimentar sólo, porque las escuelas te dan la técnica, pero nadie te va a enseñar a ser artista”, reconoce Hugo Dinzelbacher, quien recibió más de 75 premios y reconocimientos por su extensa trayectoria como dibujante, grabador y pintor. A pesar de no haber estudiado nada relacionado con las bellas artes, realizó numerosas muestras en museos, centros culturales y salas de arte, y ganó, entre otros, el Gran Premio Adquisición de la Presidencia de la Nación en el año 2005. Sin embargo, su mayor logro fue, sin duda, su lucha por fomentar sus creaciones, ya que para los artistas “no hay un reconocimiento por parte del Estado”. Trabajó diez años en la feria artesanal de Plaza Francia, fue jurado en varias presentaciones y creó junto a su colega Eduardo Cauvet la galería “La Casa del Arte” donde organizaban concursos y promocionaban a otros artistas.
¿Cuáles son los inconvenientes que se presentan para un artista plástico?
Cuesta mucho exponer las obras porque todas las galerías te cobran el espacio. Es difícil acceder al gran público. Y el Estado no hace nada, te da solamente El Salón Nacional y la Ciudad de Buenos Aires te da el Salón Manuel Belgrano, que son los más importantes del país. Ahora estamos peleando con los colegas porque no estamos de acuerdo con la actual dirección del el Palais de Glace. Han cambiado el reglamento, lo están haciendo muy elitista porque se presentan alrededor de 700 trabajos y tenés que elegir nada más que treinta. El salón es nacional y a todos los artistas del interior les cuenta dinero enviar el trabajo acá, entonces estamos tratando de que se amplíe el margen porque queda de lado mucha gente que tiene que tener la posibilidad de ser vista. Después estamos peleando con el municipal porque a los tres primeros puestos se les paga 1.500 pesos, y es un robo para el artista porque no cubren ni los costos de los materiales.
¿Qué cambios notó desde sus inicios hasta el día de hoy?
A veces me pasa que miro mis obras anteriores y no puedo creer que haya hecho eso. Tengo mucha autocrítica, si no la tuviera no crecería. Estoy en una permanente búsqueda, sigo tratando de mejorar cada vez más. Siempre estoy retocando las obras anteriores, le cambio los colores como creo que quedarían mejor. Estoy ocupado todo el tiempo, soy muy inquieto. Ahora estoy muy metido en el grabado en metal, y anteriormente estuve haciendo dibujos en tamaño pequeño y haciendo objetos de decoración como cajas, alhajeros, etc.
¿Cree que todo se puede usar para hacer arte?
Si, todo es reciclable. Yo trabajo con muchísimos materiales porque creo que para expresar se puede utilizar cualquier elemento, tanto si se transformar o si se lo interviene. Pero las pavadas no me gustan, porque últimamente se esta llamando arte a cualquier cosa. En ese aspecto soy bastante tradicional. Hay artistas que usan el tema de la muerte y esas cosas que a mí no me gustan. Yo creo que cuando ves un cuadro te tienen que dar ganas de seguir viéndolo.
¿Cómo ve a los artistas argentinos con respecto del mundo?
Creo que tenemos muy buenos artistas, no tenemos nada que envidiarles. El problema es que hay algunos de ellos que no trascienden tanto, o que ya se cansaron de no encontrar la posibilidad de ser reconocidos. El problema mundialmente es que existe un mercado de arte que se esta manejando porque de pronto se ve que venden ahora obras muy antiguas a un precio carísimo. Eso es porque especulan, es todo un comercio.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Me tienen que confirmar para una exposición para Septiembre y el año que viene voy a hacer una muestra de dibujo en la galería NES (No Estamos Solas). Y creo que voy a mandar mis obras a algún concurso pero sigo haciendo cosas permanentemente. Lo que no haría es dar clases porque prefiero trabajar en lo mío. Creo que puedo seguir creando más cosas, porque tengo más para crecer. Pero la enseñanza no es mi fuerte, no me lo planteo como forma de vida. Uno tiene que nacer con una cierta capacidad y con ganas de enseñar. Tuve propuestas pero no lo haría porque no podes enseñar lo tuyo, lo que podes hacer es guiar y pasar las técnicas pero no podes enseñar a que pinten. Quiero tener la libertad de crear cuando yo quiero, porque de alguna manera el enseñar te va a alejando de las creaciones.
¿Cómo fue trabajar en el arte en la época de la dictadura militar?
Justamente en esa época no estaba en la parte artística. Lo sufrí en la artesanía porque estaba trabajando en la feria de Plaza Francia. Fue muy difícil porque había que ir a buscar a los compañeros a la comisaría. En ese entonces teníamos un fotógrafo que todos los meses les sacaba fotos a las artesanías de cada puesto y luego nos enteramos que pasaba información. Y así fue como desapareció mucha gente. Personalmente perdí también a mi mejor amigo, fue muy duro. Me salvé porque con la artesanía siempre estuve en la comisión asesora del rubro del metal y en una reunión que tuvimos en el teatro San Martín encontramos un montón de carpetas con fotos e información de todos los que integraban la feria artesanal. Creo que me salvé porque, aunque nunca estuve metido en la política ni milite en ningún partido, fui secretario y presidente del gremio de los artesanos.
¿Notó un cambio en la pintura después de esa etapa oscura?
Sí, porque muchos artistas estaban prohibidos e inclusive hay colegas que su temática es de denuncia de esa época. Pero también creo que de alguna manera eso se fue mitigando porque la gente trata de olvidar lo que duele.
¿Cree en el cambio a partir del arte?
Sí, totalmente. Creo que los que podemos cambiar somos los artistas, me refiero en general a toda la gente que tiene sensibilidad. Somos los únicos que tenemos la posibilidad de lograr un cambio. Creo que hoy por hoy en todo el mundo todos tienen que tener, por lo menos, las mínimas condiciones de vida. Tenemos la obligación todos de brindar esa posibilidad. Más allá de las ideas políticas o de pertenecer a un partido u otro, creo que las cosas no se están haciendo bien. Tendrían que promocionar más la parte deportiva y artística porque el poder creativo que tienen los chicos es fantástico y eso no se canaliza. Transmitir este mundo interno que yo tengo en el arte, no todo el mundo puede hacerlo. Dentro de lo posible tratamos de mejorar en nuestro medio como un granito de arena.
Música a colaboración
Por la moneda para seguir tirando, por hobbie, para darse a conocer, por felicidad, o por todo eso junto, cientos de músicos aprovechan un pedacito de espacio público de Buenos Aires para compartir su pasión, sus emociones, sus ideologías y alivianar las tensiones de sus efímeros espectadores
Miércoles, 17 horas
La calle aturde y apura a sus transeúntes. En la calle Florida, un montón de personas se apila antes de cruzar Sarmiento. Pero apenas el primer valiente da un paso, sin importar el color del semáforo, la masa avanza y los autos paran obligadamente.
Sobre el pavimento, algo en el clima cambia. El bullicio se calma y da lugar al ritmo de tango. Una línea peatonal más allá, aparece un bandoneón. Otra más y se suman al ensamble un bajo, un violín y una percusión que marca el ritmo.
En la vereda, justo al lado de una lona con remeras de la selección, cuidándose de no pisarla, diez seres se humanizaron, vencieron la rutina y se detuvieron a escuchar a una banda de mendocinos cuyos tangos fusionados con jazz los trajeron al centro porteño: El método. Aprovechan la ocasión para vender su disco y aseguran: “Tocar en la calle tiene otra onda”.
Más adelante, un tanguero clásico. Con sus negros pantalones y saco, oscuro pañuelo y zapatos y su flor de vozarrón se hizo un lugar en el medio de la vereda, ahí donde no hay gente yendo ni viniendo. Concentradísimo en su guitarra, inspirado por Carlos “El zorzal” Gardel, Aníbal Troglio, Roberto Goyeneche y no mucho más, casi no da tiempo al suspiro entre canción y milonga. Algunos se acercan a darle su colaboración; otros sonríen; los más siguen de largo.
Unos metros más delante de donde se desvanece la voz del tanguero anónimo, aparece la de un hombre cantando baladas a capela. Apoyado sobre las rejas de un local cerrado, apretando por el frío sus curtidas manos, cuenta: “Canto por la moneda, pero me conformo con una mirada de agradecimiento”. Aunque aclara que, por sobre todo, se divierte.
Llegada la avenida Corrientes, un gran caudal de gente dobla para tomarse la línea B del subte. Baja las escaleras, paga, pasa el molinete, baja otras escaleras, espera, entra en un vagón, se sienta, mira el piso y, de pronto, un chico empieza a cantar el himno. Antes de llegar a la siguiente estación, pide un fuerte aplauso, estira el brazo, sube la palma de la mano y se acerca a cada uno de los asientos. Busca el pan y la leche para sus hermanos. Estación Los Incas marca el fin del recorrido. La multitud se dispersó y el furgón quedó vacío.
Domingo, 17 horas
Sobre Vicente López, caminando desde Uriburu hacia Junín, se pasa del horrible andar al costado de un edifico en construcción, al descontracturante gesto de un mimo saludando a un colectivero. Doblando a la izquierda, el contraste se da entre la pared de ladrillos del Cementerio de la Recoleta y la vitalizadota música de Aqualactica, “un mar de energía que se hace sentir entre sus oyentes”. Un padre con sus tres hijos. Un contrabajo y tres violines. Todos construidos en el taller de Gastón Urbanski, ejecutados por él, Risco, Jaspe y Nagual. “Empezamos tocando en un cumpleaños, nos contrataron y no paramos más de laburar. Llegamos acá porque es difícil trabajar de músico y este es uno de los caminos posibles para insertarse”.
Pasando el Centro Cultural Recoleta, Ariel Salvatierra, sentado en su silla de ruedas cerca de una mesa donde tiene apoyados sus CDs De Catán al Mundo, sus tarjetas personales, sus armónicas y un reproductor de música con canciones que le sirven de base para improvisar. Trabaja ahí, en Cabildo y Juramento, en Acoyte y Rivadavia, en plazas de Ramos Mejía y de su González Catán oriundo. Vive de eso, pero asegura: “me alegra cuando se paran a escucharme porque significa que les llegué”.
Un himno, una balada, un jazz, un tango en la calle que, como un árbol, llenan de oxígeno, descomprimen y dan fuerzas para seguir la rutina.
Una puerta a la oscuridad, teatro ciego.
El teatro ciego funciona hace dos años en el centro de la ciudad porteña. Las obras de teatro que se presentan en la absoluta oscuridad, es iniciativa argentina. Una experiencia para al público arriesgado.
Fue en Santa Fe.
Gerardo Bentatti salió de la función de “Caramelo de limón” revolucionado. Algo, parecido a una revelación, le había causado ese espectáculo de teatro en el que se había visto envuelto en la completa oscuridad.
En su mente, empezó a esbozar su proyecto. Necesitaba un espacio, un elenco. La técnica que usarían ya la tenía definida: sería la misma que había creado Ricardo Sued, en 1991 en Córdoba, inspirado en las técnicas de meditación en la oscuridad practicadas en templos “Zen” Tibetanos. Sería teatro ciego.
Pero debió esperar. Primero, en 1994, se alistó en el elenco de “Caramelo de limón”, que se estaba presentando en Buenos Aires, y revivió la experiencia está vez arriba de las tablas.
En 2001 se independizó. Formó su propia compañía llamada “Ojcuro”, que estaba compuesta por ocho actores. La mitad no videntes. Un año después estrenaron “La isla desierta” de Roberto Arlt, en el “Teatro el Anfitrión””. El existo no tardo en llegar. Tras reestrenar la obran en la “Fundación Konex”, fue circulando la noticia, corriendo el rumor. Cuando se instaló atrajo multitudes. Permaneció en cartel hasta junio del 2008.
Pero el proyecto no debía quedar ahí. Las ambiciones eran más grandes y el 9 de julio de ese mismo año, junto a Martín Bondase, alquilaron un espacio propio y pusieron en funcionamiento el primer teatro ciego del mundo.
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Tan sólo a la vuelta del Shopping Abasto, se alza el Centro Argentino de Teatro Ciego. De estilo italiano, con más de 100 años de antigüedad, se destaca del resto por ser uno de los pocos edificios que no ha sufrido modificaciones.
Dentro no sólo se presentan espectáculos. Si no una forma de ver la vida, de disfrutarla.
Por una puerta lateral, se entra a la casa del teatro. Donde se brindan talleres de coro, canto, tango y teatro a ciegas. También de olfato, para alumnos no videntes o con disminución visual, con el fin desarrollar al máximo este sentido y poder trabajar, en un futuro, en empresas cosméticas o alimenticias.
Otras habitaciones son usadas para acoger a docentes o estudiantes internacionales que participen en las actividades del centro. Y es que Argentina es pionera en está nueva técnica de arte, y atrae el ojo de los turistas.
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“La mirada puede ser un arma funesta enjuiciadora”, dice una espectadora de la obra
Ciclo de Música. Y en el salón estaban todos desarmados, indefensos. Al principio puede asustar, quedar solo y sin saber qué es lo que esta por pasar. Pero todos se encuentran en la misma situación, y las voces comienzan a sonar para aliviar esa soledad.
En la oscuridad, los sentidos se agudizan: los olores y sonidos pueden transportar en el tiempo y espacio. A diferencia el teatro convencional, esta propuesta puede apelar al recurso de la memoria del espectador. Al no haber imagen, uno debe rellenar ese espacio. Así, el sonido del mar nos transporta a las vacaciones de verano en Santa Teresita, con nuestros padres, cuando éramos chicos. Ó a Villa Gesell ya de adolescentes. Los personajes tienen rostros conocidos, podemos verlos en nuestras mentes. Al encenderse las luces, el efecto se dispersa: no estás sentado en donde creíste que estabas y los actores no son quienes imaginabas.
Los organizadores siempre recalcan que la idea no es hacer espectáculos usando la ceguera, ya que sería mucho más complejo y doloroso. Ellos trabajan con la oscuridad, que no es lo mismo. Las obras están pensadas para todo público –vidente o no- es por eso que reina la calidez y la comprensión. No es fácil enfrentarse a los fantasmas que surgen al estar sentado frente a uno mismo. Están atentos a que todos estén a gusto y puedan disfrutar de la experiencia.
La chancha muda: disfrutar, esa es la meta.
En esta entrevista, La Chancha Muda -banda de rock que reside en el barrio de Parque Chacabuco- cuenta sus inicios y comenta temas como la ley de minería y el después de Cromañón.
Hace ocho años un grupo de jóvenes comenzaba un nuevo camino. Martín y el Tano tuvieron la idea, Diego y Gonzalo fueron los próximos, y de a poco con idas y vueltas, se unieron finalmente el Gordo, Jazmín y el Tama. Esta historia tiene un presente. Los une un estilo que mezcla el ska, el rock y el reggae, y se hacen llamar La Chancha Muda.
No siempre fueron los mismos, varios instrumentos y músicos pasaron hasta que finalmente la banda quedó formada por los guitarristas Martín Libonati y Fernando “el Tano” Sciammarella , el baterista Diego Chiaradia, la voz de Gonzalo Pascual, Jazmín Lescano en la trompeta, Gonzalo “el Gordo” Mammana en el bajo y Christian “el Tama” Tamanaha en el saxo.
En el largo camino recorrido, este grupo de amigos mostró un crecimiento tanto en la música como en sus letras, y esto sin duda se refleja en sus shows. “Antes tocábamos con cara de serios, muy nerviosos; ahora en cambio, nos divertimos muchísimo”, comenta Jazmín. “Claro, cuando comenzamos estábamos más preocupados, y eso se notaba. Hoy en día, tratamos de distendernos y lo disfrutamos al máximo; porque al fin y al cabo para eso tocamos”, agrega el cantante.
-Algunas de sus canciones tocan temas como la violencia o la impunidad política, ¿Tienen alguna ideología marcada como grupo?
Fernando: A pesar de existir una pluralidad grande de pensamientos, todos miramos para el mismo lugar, quizás de diferentes enfoques.
Martín: Creo que todos queremos que las cosas mejoren. Al fin y al cabo al escribir un tema y tocar una canción difundimos algo y no nos queremos alejar de la realidad.
Gonzalo Pascual: Claro, además uno ve tantas cosas que están mal que tenés para bajar línea por mil lugares. Siempre que tocamos algún tema social tenemos que estar todos de acuerdo, sino no se hace. Pero más que nada al ir creciendo como grupo y como personas nos damos cuenta de cosas que hacen también que escribamos algunas canciones de protesta.
Jazmín: No tenemos un canal político marcado, pero a la hora de hacer conciencia social estamos todos de acuerdo.
−¿Cómo surgió el nombre de la banda?
El Gordo: Surgió a partir de una anécdota (risas). Un día estábamos viendo la película de Sandro “Muchacho” en donde hay una parte que él está con una mujer y aparece en la habitación otra señora, entonces cubre con una frazada a la primera chica. La que entra última le pregunta qué había debajo porque se movía y Sandro le contesta que había una chancha, entonces la mujer le pregunta por qué no hacía ruido y el galán remata con la frase “porque la chancha es muda”. Y de ahí quedó nuestro nombre.
−El pasado 25 de mayo tocaron en un festival cordobés en contra de la ley de minería junto a Las Pastillas del Abuelo.
Gonzalo: Sí, estuvo muy bueno porque tocamos con ellos y otras bandas amigas, y había muchísima gente. Y más allá de la buena experiencia de tocar en un festival tan grande, conocimos más a fondo el tema de la ley de minerías y empezamos a abrir los ojos, a tomar un poco más de conciencia. Porque con la explotación minera contaminan la tierra y el agua. Y lo peor es que la mayoría de los habitantes no tenía idea de lo que les está pasando porque no hay tanta información al respecto. Entonces fuimos a hacer un poco más de fuerza para que esto pare y que la gente se movilice.
Jazmín: Lo que da más bronca es que las empresas tiran los desechos en el pueblo e intentan convencer a las personas a partir de que van a generar más fuente de trabajo y riqueza, cuando no es así. Porque el dinero se lo llevan ellos y dejan atrás montañas destruidas y el agua totalmente contaminada.
-Como banda de jóvenes, ¿cómo les llegó lo pasado en Cromañon?
El Gordo: Existe un vacío ahí que no terminó como debería haber terminado. Fue un ataque a la juventud en general. Cualquier pibe de esta edad que escucha una banda, asiste a sus shows y todos quedamos muy golpeados en ese sentido. Me da la sensación de que cuando uno habla con la gente se nota que esa tragedia en especial generó un vacío, una imperiosa necesidad de justicia.
Jazmín: Antes si se prendía una bengala en un recital no me importaba aunque el lugar fuera chico. Ahora eso cambió, y en la mayoría -aunque los fuegos artificiales se siguen usando- se generó un sentido de cuidado entre nosotros. También está el hecho de que si una persona tan conocida como lo es el Indio Solari no detiene un recital porque se prende una bengala las cosas tampoco van a cambiar. Porque estoy segura que sí el corta el show, las millones de personas que lo siguen nunca más van a volver a hacerlo.
Gonzalo: Lo que da mucha bronca es que no generó nada en cuanto a una justicia que se esperó y no sucedió. Creo que fue una de las cosas que más movilizó la cabeza de millones de pibes porque fue algo terrible y que tocó nos tocó a todos muy de cerca.
Diego: No nos olvidemos que nosotros frecuentábamos lugares así. La concientización que nosotros impartimos es que hoy a la hora de ir a tocar a un lugar es cuidarnos entre todos los que estamos allí. No prender bengalas, y si el público las enciende parar el recital. Y la otra parte también, es que no deberían morir 194 personas para que esto suceda y que encima no haya justicia.
– Son una banda que toca hace mucho tiempo. Luego de la tragedia de Cromañón, ¿hubo un cambio a la hora de conseguir lugares para tocar?
Gonzalo: Sí, costó muchísimo. Hasta el día de hoy nos cuesta. Porque hay pocos lugares y tenés que pagar un montón. Son cosas que uno se acostumbra, pero no debería.
Diego: Vamos a lugares donde la gente consume y tenemos que pagar para ofrecer un show. Además, se cerraron muchos centros culturales donde solíamos tocar y todavía no sabemos por qué. No nos olvidemos que crear música también es arte.
Para estar al tanto de las novedades:
http://lachanchamuda.blogspot.com
http://www.myspace.com/lachanchamuda
La cultura y el arte en la perspectiva antropológica
Lic. Mónica Tacca
La noción de cultura ha sido largamente debatida, en la antropología, desde sus inicios en el siglo XIX. Si bien las discusiones enfatizaron distintos aspectos de la vida social, podría decirse que la argumentación, en general, definía la cultura en un sentido amplio que incluía los aspectos materiales y simbólicos como parte de un mismo conjunto coherente. Es por ello, que encontraban que las culturas diferentes lo eran desde lo económico, lo político, lo simbólico y lo social. Con el correr del tiempo las distintas corrientes teóricas, ya en el siglo XX, reformularon la noción clásica tratando de explicar no sólo la especificidad de cada una, sino también la dinámica y la plasticidad de los sistemas simbólicos. La paradoja de tanta diversidad de costumbres, de formas de producir los alimentos, de casarse y de morir, de criar los hijos, de maldecir o de orar, se superaba con la idea de que había «universales» de la cultura, los que atravesaban todas las formas organizativas humanas más allá de las particularidades. Esta manera de ver y analizar las culturas, especialmente las que denominaron «primitivas», tenía una vieja deuda con la concepción dualista del Iluminismo (S. XVIII) que consideraba que la civilización se reflejaba en el progreso material y que la cultura en cambio, representaba los avances en la moral, en el arte, en el pensamiento abstracto y filosófico, en suma, resumiría lo que hoy caracterizaríamos como los aspectos simbólicos del proceso cultural.
El debate contemporáneo planteó la necesidad de articular los procesos de producción material y simbólico analizando las prácticas sociales que conllevan y que producen heterogeneidad aún en las sociedades que originariamente no estaban organizadas en clases. Una de las consecuencias más interesantes de estos nuevos enfoques consiste en cuestionar el concepto del arte como específico de la civilización y de las artesanías como propias de las sociedades consideradas simples y menos evolucionadas. En este sentido, la mirada antropológica más crítica de las tradiciones clásicas, impulsa el estudio de las prácticas materiales y simbólicas que configuran el conjunto de las representaciones sociales. Separar los objetos de los sujetos que los producen, reduce y simplifica el proceso cultural por un lado, y por el otro, la dinámica que se establece entre el proceso material y la producción de sentido no es unilateral ni ahistórica. Esto quiere decir que la valoración de determinados objetos o prácticas que se definen como arte o artística no es absoluta ni universal. Es más, lo que una época puede considerar mamarracho otra lo puede idolatrar. Por ello, acordamos con Bourdieu, cuando advertía que lo que se reconocía como distinción y buen gusto era parte de la hegemonía de la clase dominante. Percibir el arte y la cultura como sistemas cerrados y coherentes mutuamente, no permite captar las diversas lógicas que atraviesan las sociedades contemporáneas, pero sobre todo, las nuestras (Latinoamérica), en las que la dominación colonial y la imposición del capitalismo dieron como resultado países que se vieron obligados a recrear un lenguaje y unas representaciones que ya no responden a los estereotipos europeos.
El desafío del presente sería, entonces, que la divulgación del arte superara al viejo Iluminismo en nuestro vapuleado siglo XXI.
Mundo pensión
El camino de un juvenil hasta llegar a debutar en primera puede ser realmente complicado. Las pensiones de los clubes son un lugar desde donde se trabajan todo tipo de aspectos emocionales y de preparación. Acá, el caso de Racing: un club que en los últimos años ha mejorado mucho.
Lo voz del estadio anuncia la entrada del debutante, sus ojos se iluminan, la hinchada lo alienta, los padres lloran desde la platea al ver que su hijo está cumpliendo “el sueño del pibe”…
La postal suele ser repetitivamente emotiva, quedará grabada por las miles de cámaras, se repetirá muchas veces en el futuro. ¿Por qué es tan emotiva? ¿Que pasó detrás de esa linda postal? ¿Cuál fue el esfuerzo realizado en tantos años? Los jugadores de fútbol, para llegar a ser tales, pasan distintas etapas de formación. Una de ellas es vivir en los pensiones.
Lugar tan anhelado y rechazado a la vez. Estar en una pensión de un club significa muchas cosas, conlleva muchos claroscuros. Implica irse de un pueblo, de una casa, para ir a la gran ciudad a cumplir un sueño, un desarraigo siempre traumático en un momento de la vida tan especial como la adolescencia. Pero, sin dudas, quedar seleccionado para vivir en la pensión del club significa tener facilidades y privilegios, estar un pasito más cerca del sueño de llegar a primera. Para estudiar este mundo tan contradictorio y paradójico NOS fue a investigar la situación en Racing Club de Avellaneda, donde la pensión es elogiada por muchos y puesta como una de las mejores del país en la actualidad.
Hermosa, prolija y moderna es la pensión de la Acadé, coordinada por Fabián, desde que el maldito gerenciamiento (manejado por Blanquiceleste S.A.) quebró, quien nos cuenta la historia y las bases de este proceso que él construye: “La pensión surgió con la llegada de Blanquiceleste y desde allí, con muchos altibajos, funciona con reglas definidas. Los chicos tienen derechos y obligaciones. Tanto futbolísticas como educacionales. Deben estudiar: todos van al secundario y lo tienen que terminar. Luego están las reglas de convivencia, horarios, salidas. La idea es cuidarlos a todo nivel, tanto en el régimen de salidas como en los aspectos sociales, tenemos el trabajo en conjunto de una psicóloga, de una asistente social y de la nutricionista”.
A primera vista, la pensión de Racing, en la actualidad, es muy buena. Tiene capacidad para 60 personas, pero por costos económicos hay 43 camas ocupadas. Estar en la pensión implica no tener ningún gasto, de todo se hace cargo el club. “La elección de los que van a quedarse en acá es netamente futbolística. A nosotros nos dicen los coordinadores de fútbol quiénes quedaron seleccionados y la elección es futbolística. No es lógico invertir en un chico que se sabe que no tienen buena proyección”. Es más cruel que lógico, pero estas son “las reglas de juego”.
Los chicos que viven allí son aquellos que nacieron y vivieron en el interior del país que, por razones lógicas, debieron abandonar sus hogares en pos de su sueño. Están los que, por ser promesas, obtienen el beneficio de la pensión y, también están, los que deben rebuscárselas por si solos en una pensión paga, en la casa de algún familiar.
Para esos 43 muchachos es un golazo vivir allí. Uno de los puntos fuertes es la contención que el club ha brindado a sus juveniles. Tener un equipo de trabajo en el que esté una psicóloga, una asistente social y una nutricionista no es algo para desmerecer. Cecilia, la psicóloga de los juveniles, cuenta que las cosas están funcionando muy bien: “El apoyo profesional es para todos los chicos. Los privilegios de la pensión se limitan a cuestiones económicas y a comodidades del vivir diario como lavarse la ropa. Nuestro trabajo, que es en conjunto con las otras dos profesionales, es para todos los chicos de juveniles y todos están contendidos por igual. Intentamos que sufran lo menos posible el desarraigo conteniéndolos, haciéndoles entender que el deseo de llegar a primera es más fuerte que todo. En base a ese deseo que ellos sienten es como atraviesan toda esta etapa”.
Cecilia se muestra muy conforme con el trabajo realizado y afirma que desde que Blanquiceleste se fundió las cosas repuntaron y “han mejorado mucho”. La pensión de Racing es una gran familia, así lo cuentan los grandes que dicen tener “43 hijos varones”. Con esta contención se busca que las múltiples presiones que los juveniles tienen sean más llevaderas. Una de ellas es el miedo a no rendir en la cancha y que por esto pierdan la pensión o se queden libres: “Los chicos tienen que entender que las cosas dependen de ellos mismos. Se las ganaron ellos y depende, exclusivamente, de su rendimiento, de nada más. Al juvenil que queda libre se lo sigue conteniendo si el quiere, extraoficialmente, yo mantengo relación con algunos que se fueron por que se generó un lindo vínculo y quieren seguir hablando”. El privilegio de vivir allí es frágil, nadie la tiene asegurada. Marca dos mundos diferentes divididos por una línea subjetiva y cambiante: su rendimiento deportivo.
Para terminar de interpretar y entender qué es la pensión hay que conocer a los protagonistas, a los héroes de la postal. Tres historias diferentes, tres muchachos que llegaron desde distintas provincias están en la sala de informática y se dan conocer, ellos son: El Ruso, El Karateka y Johny.
General Pico vio nacer al Ruso hace 19 años y luego de muchas idas y vueltas, de rechazos y acercamientos, quedó fichado en Racing: “Estoy acá hace casi un año. Estamos muy bien, sinceramente. Extrañé a mi familia al principio, pero después me acostumbré. Está bueno que haya una psicóloga, sirve mucho, en especial para los más chiquitos que son los que más sufren”. El Pampa, como también le dicen, admite que más de una vez pensó en largar todo y volver a General Pico: “A veces cuando no te citan a los partidos tenés ganas de dejar, pero son momentos. Estar lejos de tu familia y sacrificar salidas con tus amigos son cosas que no me gustan de esta vida., pero la meta esta bien definida y tengo en claro mi futuro.”
Leandro, otro héroe, viene de Arroyito Córdoba, está hace tres años en la pensión de Racing, pasó por la de Banfield y por San Lorenzo: “Si me tengo que quedar con una, sin dudas, es la de Racing. Es la mejor”. Resalta el apoyo de la familia como un aspecto fundamental en la vida del futbolista, una vida que le sienta bien, aunque en su niñez probó con el karate: “Hice Karate hasta que empecé a jugar al fútbol, ojo que llegué hasta cinturón marrón. Juego de cuatro, algunos dicen que soy karateka, pero es todo mentira, soy lírico”. El Karateka ya está en cuarta división y su sueño cada vez está mas cerca.
Por último, está el testimonio de Jonhy, arquero de 20 años, que refleja fielmente los vaivenes de la pensión: “Llegué a los 12 años, desde Corrientes. En estos ocho años las cosas cambiaron. Cuando llegué era todo un lujo, pero de repente, se dejó estar todo, se vino abajo. Cuando se rompía algo nadie venía a arreglarlo, los psicólogos o los asistentes sociales no venían nunca. A veces llegábamos de entrenar y no había ni comida. El cocinero ponía plata de su bolsillo para que nosotros comiéramos. Racing estaba muy mal, pero nosotros no decíamos nada, con la cama nos conformábamos. Por un lado, nos queríamos ir y por el otro nos apoyábamos para quedarnos y no aflojar. Ahora, es otra cosa, estamos muy tranquilos. No nos podemos quejar. Pero en su momento fue difícil, la verdad que no ayudaba, pero hace un año-cuando Racing volvió a ser de su gente- las cosas mejoraron muchísimo.”
Las historias iluminan lo que fue Racing en los últimos años. El gerenciamiento tuvo dos etapas: la primera a cargo de Fernando Marín, donde la pensión “era un lujo” y la segunda con Fernando de Tomasso donde se vino abajo. Con la vuelta democrática de Racing las cosas mejoraron y eso se nota. El caso de Jonathan es paradigmático: muestra como una pensión puede ser una ayuda o un obstáculo, según las condiciones de la misma.
La pensión de Racing funciona bárbaro y los elogios son merecidos. Pero el Mundo Pensión no termina ni empieza allí. Numerosas pensiones de todos los clubes de las divisiones del fútbol argentino funcionan actualmente. No todas son como ésta, algunas hacen el camino un poco más difícil. Ese camino largo y sinuoso por el que debe atravesar un pibe para abrir la puerta y llegar a ser el héroe de la postal.
Libertades que encierran
Dos pibes trompeándose por un celular y el capitalismo, rencoroso, acababa de tener un orgasmo ante mis ojos. Los pasajes de avión decían que al otro día viajaría a Cuba. “Mi sueño es viajar a Buenos Aires”, me dijo en la isla una nena. Y enseguida recordé a los jóvenes peleándose por un teléfono. ¿Cómo explicarle que hay “libertades” que encierran?
En mi borracho recuerdo de la navidad del 2009 se me aparece Jacobo Winograd, apenas menos gordo que Papá Noel pero igual de roja su piel (producto de su natural exaltación), y con una (su) frase de regalo: “Billetera mata galán, pibe”.
Esta vez fue la ventanilla el monitor que lo mostró risueño por la escena que me rodeaba: dos pibes trompeándose por un celular.
Jacobo lanzó la frase como conclusión o explicación o vaya uno a saber qué de esa pelea; luego me enteraría que así saca conclusiones o explica todo y a todos.
(Entendí que- así-lo-entiende cuando aceleró su coupé negra.
Entendí también que su frase no es más que la conclusión o explicación o vaya uno a saber qué de su propio fracaso).
Recuerdo que su argentinidad me empalagó.
Los pasajes de avión decían que al otro día, el 26, viajaría a Cuba.
Y el capitalismo, rencoroso, acababa de tener un orgasmo.
El 2010 me encontró atragantado de arroz con frijoles y bebiendo ron (en otro intento decadente y típico del viajero de atragantarse, también, con las costumbres) en casa de una familia cubana: la madre, soltera y sin rastros de su marido (moda que no ha podido filtrar el socialismo), y sus dos hijas adolescentes.
Recuerdo el humor de la madrona, su amabilidad y gracia alimentadas por el acento rítmico; recuerdo a la más chica de las hijas desinflándose en preguntas sobre Internet y la Argentina (en ese orden de interés).
Mi sueño es viajar a Buenos Aires, me dijo.
Y enseguida recordé a los jóvenes trompeándose por un celular.
¿Cómo explicarle que hay “libertades” que encierran?
Un taxi me lleva hasta el Malecón, la rambla cubana.
Voy al lado de dos personas que no conozco, y no estoy siendo secuestrado: los taxis comunales abundan en Cuba, esto es, transportes dudosamente habilitados que llevan a quien los pare y pague. También hay colectivos que atraviesan las avenidas más gruesas.
¿Cuánto es?
El taxista pone a prueba mi audacia en el cambio: 20 Pesos cubanos.
Pero en mi billetera no existe tal cosa.
Luego entendería el enroscado mundo monetario:
En Cuba circulan dos monedas: el Peso cubano y los convertibles, también llamados CUC. Un convertible equivale a 25 Pesos cubanos o 1,20 euro.
Un doctor especializado recibido en la Universidad pública cobra alrededor de 500 Pesos cubanos.
Es decir: 20 dólares por mes.
Esta equivalencia, digámoslo, carece de sentido para un cubano que compra leche por menos de 40 centavos argentinos.
Pero es ilustrativa de un bloqueo económico que no ha logrado bloquear las tentaciones de ese otro mundo, el capitalista, (que aísla a la isla) donde vivir es vivir con las zapatillas último modelo.
Viajaba al Malecón, entonces.
La feria que orilla el mar ofrece fotos del Che, instrumentos típicos, colgantes del Che, la bandera cubana, dibujos del Che, libros, libros del Che, sombreros, sombreros del Che…
(Llegará el triste día en que Nike saque su línea de productos revolucionarios).
Los precios están en convertibles y caros.
(Un cubano que vive del turismo equivale, en este otro mundo anormal, a un gerente de Windows).
Por eso hasta el rap se filtra entre estos turistas y sus pesos convertibles:
*Tito La Escuela tiene apenas 14 años y se clama “disidente”, pero aclara que su nombre artístico refiere a la escuela misma, dicho por él, “si hay algo para destacar en Cuba es la educación”. Tito me increpó en un sector del Malecón que unos músicos ocupan cada domingo para mostrarse y venderse. Le compré un CD un poco por su insistencia y otro poco por la audaz estrategia de marketing que el socialista Tito concluyó en la frase: “Soy el futuro del rap cubano”.
Tito quizá represente ese tiro por la culata del gobierno cubano: jóvenes que por tempranamente educados son maduros y críticos.
(No sé si fue un logro menemista o qué pero a su edad aún me contentaban los Power Rangers).
La Habana parece estar siendo escrita a cada momento.
En el mismo pasaje de Tito, a unos metros, unos morenos ensayan una batucada; el público es turista y capitalista y rubio. Entre esa multitud, un viejo aplaude tontamente al ritmo del son.
Mirá, boludo, ¡es Portal!
Era Raúl Portal.
(Sí, el de los animales).
En La Habana.
En un callejón.
Escuchando rap.
(Sí, el de los animales).
A otro costado, unos artistas plásticos exhiben sus obras.
Una me llama la atención: es un cuadro que muestra veces varias la misma imagen, en diferentes técnicas y colores: es un hombre llevándose el índice a la boca, en señal de silencio.
La galería en-la-que-está el artista en-la-que-está la obra es coordinada por el gobierno nacional cubano, quien exige la rotación permanente de los expositores, para ofrecer matices y variedades.
Aquí, hoy, en este boulevard devenido en galería, un cubano pinta la censura. La pinta llevándose un dedo índice a la boca.
Y la vende gracias al gobierno.
Galeano también repudió esa censura en su artículo Cuba duele, donde escribe:
«Quizá la omnipotencia del Estado no sea la respuesta a la omnipotencia del mercado».
También sugirió que aquella revolución del 59 proyectó una Cuba diferente.
Pero el presente siempre le debe algo al futuro.
Y quizá al clamar una «revolución» debiéramos contemplar ese descontento futuro: es parte de su sentido utópico, idealizado, imposible.
Mientras tanto, no tener el estómago vacío es un gran punto de partida.
La realidad sin chamuyo
El Centro Educativo Isauro Arancibia alberga a más de cien chicos que viven en la calle. Desde 2008 el gobierno porteño acordó otorgarle a la institución un lugar para evitar que los alumnos deambulen por distintos establecimientos. Dos años después, la exclusión se agranda cuando las promesas macristas, aún son promesas.
El colchón de baldosas, la frazada raída. Las naricitas frías, los cuerpitos acurrucados. El frío, el hambre. El llanto, la enfermedad. Eso es la situación de calle: los grandes, los chicos. Los sin pasado, los sin presente, los futuros negados. Los invisibles, los ignorados. Por ellos, por esta ineludible y dolorosa realidad existe el Centro Educativo Isauro Arancibia que se ocupa de dictar el primario a chicos y chicas que duermen a la intemperie, en ranchadas, con sus familias o solos. Su directora Susana Reyes se lamenta: “En un mundo justo no debería existir esta escuela, por la función que tiene, pero, por otro lado, adaptado al contexto existente, es un ejemplo de educación”.
Ladrillo a ladrillo
En 1998, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) sintió necesario formar un instituto educativo para las trabajadoras sexuales de la Asociación de Meretrices Argentinas (Ammar) y convocaron a la docente Susana Reyes para coordinarlo. Esa fue la semilla de lo que es hoy el Arancibia. “Las chicas, que trabajaban en las calles de Constitución, me empezaron a decir: ‘che, Susana, hay un montón de pibes que duermen en la calle y nunca fueron a una escuela’. Ahí empezamos a traerlos”, cuenta Susana. Así llegaron los chicos. Los primeros de la mano de las trabajadoras de Ammar y de las caminatas de Susana por Constitución; los que siguieron venían solos, “por el boca a boca”.
Desde su fundación no dejaron de crecer, aunque nunca tuvieron un lugar propio. Las primeras aulas las cedió la CTA de Capital Federal, en Independencia al 800, pero la central necesitaba las instalaciones. Hoy los aloja la Unión Obrera de Construcción de la República Argentina (Uocra), en su edificio de Humberto Primo 2260. “Acá no podemos estar más”, asegura Susana y detalla: “Teníamos un comedor que lo tiraron abajo, ahora comemos en los pasillos”. El ex ministro de Educación porteño Mariano Narodowsky, les prometió en 2008 la esperada sede propia. Todo lo pactado se esfumó con el tiempo. La escuela sigue esperando, el Gobierno sigue prometiendo. “Nos dijeron que antes de fin de año la íbamos a tener”, comenta Susana, y agrega: “Yo no creo. Lo cierto es que estamos acá y todavía no firmamos nada”.
La nueva sede existe y está en Manuel García 370. Mientras en la Uocra los 120 chicos se amontonan en los pasillos, la instalación prometida por el gobierno porteño se llena de vacío, de desuso. A medida que pasan los días, Susana descree más de las promesas. Actualmente, el futuro edificio está siendo desmantelado: ya se llevaron las estufas de tiro balanceado y las puertas interiores. ¿Lo estarán preparando para otorgarlo a fin de año? “Yo no creo”, repite Susana. “No solo pedimos en el Ministerio de Educación: vamos a la Legislatura, a la Defensoría del Pueblo. Todos los legisladores ya conocen a la Isauro”, menciona su directora, que nunca bajó los brazos y quien tiene muy segura su estrategia: “No damos tregua”.
“Usted nunca va a ser maestra”
Susana Reyes siempre supo que su vida era la educación. Desde muy chica, mientras cursaba 4to año en la Normal 9 de Corrientes y Callao, iba a alfabetizar gente de la zona, como parte de su militancia en la Juventud Peronista. Cuando terminó el secundario en 1977 empezó el profesorado en el Mariano Acosta. No pudo terminarlo, no la dejaron. Ese mismo año, en pleno embarazo, Susana y su compañero Osvaldo fueron secuestrados y torturados en el centro clandestino El Vesubio. Ella y su hijo Juan Pablo salieron del cautiverio a los tres meses. De Osvaldo se encontraron los restos hace un año.
Después de su liberación, Susana retomó los estudios. Aunque ya no era la misma, no podía serlo. “Cuando yo veía pibes en la calle, me veía a mí, en los meses que estuve detenida: el estar en una cucha tirada y que nadie vea”, dice emocionada y explica: “Veía mucho paralelismo entre las dos cosas: entre los pibes, que son desaparecidos, que nadie los ve ni nadie hace nada de nada y los compañeros, que quedaron allá. Eso me impulsó un poco más, con más fuerza”.
En los días de oscuridad en que Susana terminaba la carrera, una ley represora afirmaba que una madre soltera no podía ser docente. “Me veo ahora en esta escuela y me acuerdo de una frase que jamás olvidaré de una de mis profesoras: ‘Reyes, usted nunca va a ser maestra’”, recuerda risueña.
Amar el trabajo, querer el colegio
A las nueve arrancan las clases. En la entrada de la sede de la Uocra, en el transcurso de la mañana se mezclan chicos y empleados del sindicato. “Los chicos te vienen a cualquier hora”, explica Susana con una inexplicable sonrisa de satisfacción que no tarda en aclarar: “Nosotros estamos felices de que vengan. En una escuela común un pibe llega tarde y le dicen: ¿qué hace usted acá? Sinvergüenza, váyase. Nosotros no, si vinieron y tienen un ratito vamos a hacer algo”. La Isauro Arancibia no es una escuela común, los chicos van porque quieren.
La escuela funciona a partir del tercer piso, donde en una improvisada sala de maestros, bien apretados, a veces cinco, a veces diez, a veces quince docentes llenan sus planillas y preparan sus clases. Por las escaleras, cada tanto, suben o bajan algunos chicos. Susana los mira, los saluda, les sonríe y susurra, con la sonrisa que vira a amargura: “Vienen pibes que ya sus padres vivieron en la calle y algunos hasta sus abuelos. Hoy tuvimos que llevar a uno de los chicos al hospital por neumonía”.
En los pasillos del tercer piso hay cuatro sillas y una mesa. Allí comen. Al fondo, dos baños: de varón y de mujer, ambos clausurados. Marcelo, el operador de la escuela, no se cansa de caminarlos. Él es un egresado del Isauro que llegó en 2003 para hacer un repaso del nivel escolar. Marcelo, su esposa y su hija vivían en la calle. Desde que terminó de cursar nunca perdió contacto con la escuela. “Yo la veo como una familia grande, las puertas están abiertas para cualquier persona”. Un día le comentaron que buscaban a alguien que entienda los códigos de calle, que haga de nexo entre los chicos y los maestros. “Soy el vínculo de todos los días”, explica y agrega: “Los chicos vienen y me dicen profe y me siento mejor que me traten así. Ellos piden hablar conmigo y yo traspaso sus preocupaciones al grupo pedagógico”. Marcelo va a trabajar a la escuela todos los días en moto, desde Laferrere. “Estoy muy contento de hacer este laburo”.
En el quinto piso está el jardín, que contrasta con la monotonía de los pasillos del edificio. Adentro hay color, carteles, felicidad. Los más chiquititos se divierten con arena, ríen, lloran, ríen otra vez. Las dos seños que los entretienen no usan delantal. “Si queremos lo podemos tener –cuentan- pero al usarlo estás poniendo distancia, te estás poniendo el disfraz. Cuando no usás ese atuendo que te identifica tenés que tener más presente lo que sos”. Susana afirma sobre este aspecto: “Nosotros creemos que es mejor tener una actitud ética y no moralizante, porque acá nadie va a juzgar a nadie” y agrega: “Acá todos venimos de distintos orígenes, por eso creemos en que no debe haber una educación rígida sino una educación intercultural”.
Los chicos siguen tirando arena, de un tarrito al otro. No tienen una edad homogénea, tres meses, dos años, tres, cuatro. “Acá puede venir cualquier chico –asegura Ceci, una de las seños- tenemos un caso particular de una nenita que va a cumplir ocho años y nunca tuvo escolaridad previa y está en la calle viviendo con el padre. Como la nena nunca fue a la escuela, el año pasado hizo mitad de año acá en el jardín. Era una nena grande y nunca había jugado: ni con una casita, con una muñeca”. “Son las cosas que te desbordan cuando llegás a la mañana”, concluye.
El fin y vuelta a empezar
Los fines de año, todas las divisiones se van a Embalse, Córdoba. El Estado les provee hoteles que los alojan y les dan de comer gratis. Para financiar los viajes los chicos organizan festivales donde muestran sus producciones en los talleres de radio, plástica, revista –donde editan “La realidad sin chamuyo”, escrita por los pibes-, computación, teatro, hip-hop, historieta, video, electricidad y artesanías. La forma siempre la encuentran y Susana acompaña todos los viajes. “Yo me voy siempre. Es difícil cuando volvemos, separarnos después de haber convivido en un hotel y estar juntos todos los días, desayunar, ir a jugar, y de pronto llegar acá y saber a dónde me voy yo y a dónde se van ellos. Es duro”.
Preguntas a un doctor y sus amigos
Por Fidel Hernández
¿Cómo se van a alegrar, señores, si la única moral que entienden es la del triunfo a cualquier precio?
¿Cómo se van a emocionar, señores, si ustedes están convencidos de que cuidar la pelota hasta el cansancio es perder el tiempo?
¿Cómo les va a explotar de placer el corazón, señores, si para ustedes las convicciones son simples mercancías?
¿Cómo van a disfrutar, señores, con las construcciones colectivas de bellezas, si para ustedes lo central son los tres puntos?
¿Cómo van a valorar la solidaridad que esconde un pase al pie de un compañero, señores, si ustedes sólo tiran paredes con “el éxito”?
¿Cómo van a entender, señores, la importancia de marcar en zona, si para ustedes la vida es uno mismo y sólo uno mismo?
¿Cómo van a defender la generosidad con el espectáculo, señores, si para ustedes no hay diferencia alguna entre la generosidad y la estupidez?
¿Cómo van a comprender, señores, que nada vale más que la lealtad a los principios, si ustedes los cambiaron hace tiempo por “el discurso de los ganadores”?
¿Cómo van a horrorizarse por las patadas malintencionadas, señores, si para ustedes son un recurso válido en el camino a la victoria?
¿Cómo van a sostener, señores, que el fútbol es, ante todo, un juego, si los juegos no saben de bidones en mal estado?
¿Cómo van a sonreír cada vez que alguien acaricia una pelota, señores, si a ustedes las satisfacciones ajenas les son indiferentes?
¿Cómo van a hallar, señores, justicias que justifiquen la condición humana en una cancha, si para ustedes la alegría es un bien para pocos?
¿Cómo van a sentir propia cualquier injusticia cometida en cualquier rincón de un estadio, señores, si ustedes sólo aparecen en las buenas?
¿Cómo va a cautivarlos, señores, el misterio de una gambeta, si ustedes pinchan los sueños con alfileres?
¿Cómo van a ejercer lealtades con compañeros y rivales, señores, si para ustedes el pasto de las áreas respira mezquindades?
¿Cómo van a encontrar, señores, libertades en los laterales, si ustedes al miedo a perder le dan el manejo del mediocampo?
¿Cómo van a opinar ahora, señores, si después del partido del debut dijeron que a los rojos les pesaba la historia?
¿Cómo van a declarar ahora, señores, si al terminar la primera ronda hablaron de monotonía y de falta de cambio de ritmo?
¿Cómo van a llenar ahora nuevas horas de pantalla, señores, si en cada contragolpe portugués se les caía la baba recordando la “noche épica del Nou Camp”?
¿Cómo van a sentenciar verdades ahora, señores, si le rezaron a todos sus dioses para que entrara el penal paraguayo y pudieran, así, criticar descuidos defensivos por atacar “desenfrenadamente”?
¿Cómo van a explicarnos ahora el mundo, señores, si los poetas dieron clase contra Alemania y convencieron a multitudes de escépticos de que el fútbol es una excusa para ser felices?
¿Cómo van a ser ahora, señores, mesías del “fundamentalismo de la garra”, si ni la tenacidad ni la brutalidad holandesa pudieron frenar el infinito intento de poner la pelota, una y otra vez, contra el piso?
¿Cómo van a dejar de ser oportunistas ahora, señores, si siempre se colgaron de títulos ajenos para mantenerse en la vidriera?
¿No será hora, señores, de que por una vez, aunque sea sólo por una vez, admitan que la victoria española, como ejemplo de tantas otras que para ustedes no cuentan, les pertenece a los que pelean por un fútbol de justicias y convicciones profundas?